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12 de noviembre de 2021
Con tan solo dos números, la revista Prisma tenían la intención de provocar y
criticar a los artistas cuyas obras estaban anquilosadas en la imitación de una tradición
caduca, y en dislocar a los lectores, alterando las formas, disposiciones y recursos
gramaticales y gráficos del texto. Los dos números de Prisma constan del nombre de la
revista mural junto a las ilustraciones de Norah Borges, una proclama que la introduce y
una particular distribución de los poemas, estructura en la que profundizaremos más
adelante, ya que el objetivo de este artículo es concentrarse sobre los aspectos formales y
gramaticales de los dos números de la revista prisma, a partir de la revisión de las
características del ultraísmo y sus exponentes, para así demostrar que estos aspectos afectan
la recepción e interpretación de los lectores.
1. Antecedentes
1.1. El creacionismo de Huidobro
Sin duda alguna, un sentimiento renovador germinaba en el café colonial de Madrid antes
de la llegada de Vicente Huidobro. El deseo de Gómez de la Serna de un arte nuevo y el
propósito de Juan Ramón Jiménez de barrer con toda estética antigua, contagiaron a los
fundadores del ultraísmo (Videla 15-22). No obstante, aunque los rumores de las
vanguardias habían llegado a España, no habían calado en las juventudes literarias hasta la
llegada de Huidobro a Madrid. Este vanguardista traía consigo las primicias de la literatura
europea y la fuerza faltante para comenzar la verdadera renovación, esa que no habían
conseguido Gómez de la Serna ni Juan Ramón Jiménez.
El movimiento, las ciudades, el dinamismo heredado del futurismo, serían temas frecuentes
en la poesía ultraísta, ejemplo de esto es el poema de Humberto Rivas “La civdad
mvltiple”, puesto que allí la ciudad es reducida a los elementos industriales.
1
De esta manera lo describe Guillermo de Torre en “El movimiento literario ultraísta de España”
1920 escribe el “Manifiesto vertical ultraísta”, allí expondrá con mayor presión su
personalidad multifacética que lo hacía tan buen ultraísta:
Todas las pugnaces corrientes estéticas de vanguardia abocan hoy al mismo lema
unificador: Creación. El Arte Nuevo apellidase ultraísta, creacionista, cubista,
futurista, expresionista, comienza allí donde acaba la copia o traducción de la
realidad aparente: allí, en aquel plano ultraespacial donde el poeta forja obras
inauditas y creadas que no admiten confrontación exterior objetiva (s. p.).
Otro gran difusor del ultraísmo sería Jorge Luis Borges, el cual se dedicaría a describir las
características esenciales del ultraísmo y a responder a las críticas, tal y como hizo al
responder al artículo crítico de Manuel Machado “Ultraísmo y Citraísmo”, en su artículo
“Ultraísmo” publicado en el Diario Español (García 243). La fiebre que sentía por el
movimiento lo llevó a escribir, junto a Jacobo Sureda, Fortunio Bonanova y Juan Alomar,
el tercer manifiesto ultraísta, que sería publicado en febrero de 1921 en la revista Baleares.
Allí se encuentra replicada la faceta plural y unificadora del ultraísmo en la figura del
prisma, ya que, según Borges, es la representación más adecuada del ultraísmo, puesto que
“la estética del Ultra […] es crear: es imponer facetas insospechadas al universo. [El
ultraísmo] Pide a cada poeta una visión desnuda de las cosas, limpia de estigmas
ancestrales; una visión fragante, como si ante sus ojos fuese surgiendo auroralmente el
mundo” (20).
Quizá fue el espíritu reduccionista del ultraísmo el que terminó por acoplar todas las
influencias en una sola forma. Se trataba de llevar a lo más esencial las propuestas de los
demás movimientos de vanguardia, y esto será más claro cuando Borges publique en la
revista argentina Nosotros, los principios del ultraísmo que, cómo veremos más adelante,
están presentes en los postulados estéticos y formales de la revista mural Prisma y en V-
ltra:
Meses después de la publicación del primer número de V-ltra, los hermanos Borges
partirían de regreso a su país natal: Argentina, quedándose con la emoción provocada por
ver la forma que tomó el ultraísmo en España. Quizá fue ese sentimiento desbordado lo que
los llevaría a promulgar el ultraísmo en Argentina.
Más allá de ver esta cuestión como una simple dependencia, los vínculos con V-ltra
y las figuras españolas, resultan importantes por haber servido para la difusión de Prisma y
exponerle al Viejo Mundo que en Latinoamérica también se estaba gestando producción de
vanguardia. Después de todo, Borges mismo quiso fortalecer estos lazos con España, pues
se comunicaba a través de cartas con diversos personajes importantes para la vanguardia,
tales como Rafael Cansinos Assens, Adriano del Valle, Diego de Torre (estos dos últimos
colaborarían con la misma Prisma), expresándoles su ánimo y expectativa por su proyecto,
compartiéndoles, además, ejemplares de Prisma, consiguiendo así que llegase a distintas
partes (García 245-246). Por ello, se hace alusión a Borges, a Prisma y a sus proclamas en
los números 4, 11 y 21 de V-ltra.
No resulta extraño notar que en el primer número de Prisma los únicos autores
argentinos sean de la familia Borges y el argentino de origen español, Eduardo González
Lanuza. Mientras que en el segundo número participan Francisco Piñero, argentino y dos
escritores de procedencia chilena (R. Yepes Alvear y Salvador Reyes). A pesar de ello, es
innegable el aporte de Prisma para el desarrollo de la vanguardia argentina, puesto que
algunos de sus colaboradores participarían de futuras proyectos como Proa y Martín
Fierro, revistas de mayor extensión y perdurabilidad, encargadas de continuar la difusión
de la vanguardia que había comenzado con Prisma. Entre sus fundadores , quienes, aun
después del fin de Prisma, tomarían un lugar importante en el arte del siglo XX, tenemos a
los hermanos Borges y su primo hermano Guillermo Juan, el escritor argentino Francisco
Piñero, Guillermo de Torre, de quién ya hablamos anteriormente y, por último, a Eduardo
González Lanuza, figura muy relevante para el ultraísmo argentino. Este poeta, incluso
después del cierre de Prisma, se encargó de la difusión del ultraísmo con la publicación de
su obra literaria de carácter ultraísta y creacionista. Profesaba abiertamente una adscripción
a ambos movimientos y, en 1924, publicó su poemario Prismas. Gracias a Horacio Castillo,
sabemos que, “Según Borges, Prismas fue «el libro ejemplar del ultraísmo»” (“Eduardo
González Lanuza: perplejidad y transparencia” s. p.).
Dispuestos entre los comienzos españoles del ultraísmo y la sed innovadora que
germinaba en el Río de La Plata, estos escritores se encargaron de traer y enseñar en las
calles argentinas el movimiento ultraísta, partiendo desde la exposición del primer número
de Prisma, el cual analizaremos a continuación.
Pero el punto más fuerte de la proclama está en su crítica a la tradición y a los artistas
que, bajo la pretensión de ligarse a ella, se apegan a estéticas viejas ya concluida, motivo
por el cual, según los ultraístas, no debía imitarse los recursos fáciles de ornamentaciones
preciosistas. Estamos hablando de una crítica al rubendarismo; más que al propio Rubén
Darío, a sus sucesores que se anquilosan en su estética: “Los poetas solo se ocupan de
cambiar de sitio los cachivaches ornamentales que los rubenianos heredaron de Góngora –
las rosas, los cisnes, los faunos, los dioses griegos, los paisajes ecuánimes i enjardinados – i
engarzar millonariamente los flojos adjetivos inefables: divino, azul, misterioso”.
Esta actitud crítica con el arte contemporáneo y la tradición es lo que marcará una
diferencia con el ultraísmo español, en tanto el objeto de reproches no es la misma
tradición, pues, mientras el ultraísmo español se centra en el rubendarismo, Prisma y los
argentinos se concentran en cuestionar la obra de Leopoldo Lugones. Como señalaría
González Lanuza años después, esta postura del ultraísmo argentino le valió un
considerable adelanto al ultraísmo español, pues se atendía a esas tradiciones que persistían
anquilosadas en autores contemporáneos: “Actitud ésta más que justificada, en principio,
que la de los poetas ultraístas españoles, pues si Rubén Darío había muerto y su influjo era
ya muy diluido y de cuarta mano, opuestamente Lugones seguía vivo y actuante,
combatiendo con rudeza cualquier intento de innovación literaria” (458). Pese a que Borges
en el futuro se retractase de estas consideraciones sobre Lugones, esto nos deja apreciar
puntos de diferencia con el ultraísmo español.
Por último, la proclama del primer número resalta el principal objetivo de Prisma:
llevar la poesía a las calles. El texto mismo adopta un tono panfletario por enmarcarse en
críticas, diatribas y exposición de posturas claras a tomar, con un tono provocador. En este
caso, los poetas aspiran a llevar la poesía y el ultraísmo a cada rincón de Argentina, no por
medio de la gran maquinaria de la Imprenta, sino mediante el engrudo y el papel, pegando
la revista en postes, barracas, paredes y demás sitios. De esta manera, el arte no se quedaría
solo en las enciclopedias y las charlas pedantes de los rubendarianos.
Hastiados de los que, no contentos con vender, han llegado a alquilar su emoción i su arte,
prestamistas de la belleza, de los que estrujan la mísera idea cazada por casualidad, talvez
arrebatada, nosotros, millonarios de vida y de ideas, salimos a regalarlas en las esquinas, a
despilfarrar las abundancias de nuestra juventud, desoyendo las voces de los avaros de su
miseria.
Esta actitud democratizadora es lo que los lleva en este mismo número a criticar los
escenarios tradicionales de difusión del arte. Recordemos que en el primero número se
hacía especial énfasis en los artistas, intelectuales y la tradición de ideas anquilosadas. Es
decir, se hablaba en términos idealistas (en tanto ideas), mientras que aquí la crítica se
dirige hacia los espacios y contextos materiales del arte. Ya no se vuelve sobre el
rubendarismo, sino que se enfocan en los espacios, lugares y escenarios donde se expone y
difunde el arte. Condenan los entornos burgueses y cultos donde se encierran a morir entre
el polvo a las obras de arte viejas, recordando a los futuristas cuando atacaban los museos e
instituciones. En este punto, es interesante la postura de Norah Borges y su papel como
artista plástica, como bien señala Artuondo:
Los paisajes de Norah deben ser entendidos también como la manifestación de esa actitud
crítica en relación con la pintura que practicaban nuestros artistas y el hecho de que eligiera
como plataforma de lanzamiento las revistas Prisma y Proa y se negara a circular por los
espacios ya parcialmente consolidados –como el Salón Nacional de Bellas Artes– y que
tampoco realizara exposición individual alguna durante esos años habla de su propio
rechazo por los mecanismos homologados de exhibición y de la búsqueda de canales
alternativos (Artuondo 22).
La disposición de los apartados encarna la figura del prisma, sobre todo en el primer
número de la revista mural, pues si dibujáramos líneas que delimitaran cada uno de los
apartados (título, proclama, tres filas de poemas), descubriríamos rectángulos que se
asimilan a las diferentes caras de un prisma. La revista en sí misma es un prisma, que
irradia con sus poemas las diferentes visiones e imágenes que evocan los poetas. A
continuación, desentrañaremos cada uno de estos apartados.
3.1. El título.
La orientación del título es en los dos números vertical, posición que no solo coincide con
la forma geométrica de un prisma, sino también con lo expresado por Guillermo de Torre
en su manifiesto, donde esclarece que para alcanzar el ultra se necesita realizar movimiento
vertical: “De Cenit a Nadir” es la expresión arábiga que usa el escritor para describirlo. La
verticalidad termina convirtiéndose en un llamado a continuar firmes en el compromiso
ultraísta: “Jóvenes poetas: camaradas: erguíos verticalmente, firmemente erectos como
antenas señeras a bordo del trasatlántico juvenil en el océano ultraísta” (s.p.).
La ilustración del primer número trata de un paisaje fracturado que, sin embargo, es
una unidad; es de nuevo esa idea polifacética pero unificadora. Al igual que un prisma, el
grabado de Norah necesita de todas sus caras para ser una unidad. Pero existe una
diferencia entre el cubismo primitivo y el de Norah: mientras que “el cubismo ansía hallar
la esencia del objeto mediante su compenetración con el objeto mismo, lo contempla, no
sólo desde diversos puntos de vista, sino bajo todos los aspectos imaginables, y crea la
imagen del objeto por la superposición de sus aspectos” (Artuondo 26), para el cubismo
ultraísta de Borges no es suficiente contemplar el objeto como una unidad fragmentada,
sino que también es necesario crear uno nuevo a partir de esos fragmentos; no se trata de
reconstruir con los pedazos, sino de construir un nuevo paisaje emotivo.
3.3. La tipografía
Un lector que desconozca los contratiempos que surgieron al imprimir Prisma, podría
suponer que la variedad de tamaños y fuentes de la premisa no. 1, se deben a una intención
estética, no obstante, en una carta que Borges le manda a Sureda poco antes de la difusión
de la revista por las calles de Madrid, clarifica este suceso: “De todo eso —así como de la
substitución de vislumbrando por vislumbrando, en la última frase— tienen la culpa los
fascinerosos de la Imprenta, unos rusos que apenas sospechaban la existencia del idioma
español y cometían cada errata de no te muevas” (en García 244).
Sin embargo, hay otras características de la tipografía que podríamos atribuir a los
postulados estéticos del ultraísmo que ya hemos revisado anteriormente. Es el caso de los
subtítulos que dividen la primera proclama, si prestamos atención a la idea principal del
párrafo, notaremos que estos subtítulos la reducen a la imagen: el naipe, el sentimentalismo,
el ultra, etc. Aparece otra vez la intención de llevar todo a su núcleo más esencial.
Por otro lado, lo que respecta a los poemas, podemos ver que, en cuanto a la
disposición de los versos, se juega con los espacios de tal manera que es allí donde se
evidencia en mayor medida la influencia que tienen los caligramas de Apollinaire, pues él
buscaba:
[…] dibujar lo que sugiere la imagen poética y dispone las letras en líneas verticales,
oblicuas, circulares, etc., para representar la lluvia, un surtidor, un corazón, una corona, una
corbata y un reloj, un paisaje, hasta un caballo o también — como observa Enrique Díez-
Canedo— , “ visiones más dispersas, conceptos más abstractos, expresados en formas casi
puramente geométricas (Videla 111).
Recordemos que, aunque en muchas ocasiones las imágenes los caligramas, de Apollinaire,
eran reconocidas a simple vista, en muchas ocasiones también era necesario acudir al
campo semántico de las palabras que la permeaban para reconocer la imagen. De este
modo, para comprender la imagen que se forma con los caracteres tipográficos es necesario
reconocer el campo semántico en el que están incrustadas. De allí es posible reconocer que
no se trata de llevar a la imagen un sustantivo como flor o reloj, sino de hacer del verbo y
adverbio imagen, una imagen en movimiento. Un ejemplo de cómo se representa el verbo
es el poema “Auriculares” de Guillermo de Torre, que se encuentra en el segundo número;
en él, el movimiento de las ondas que describe con sustantivos como vibración, ondas, rizos
será representado con el movimiento de los versos de un lado a otro:
Siglo
Milenio
Instante
Tu. y yo
los dos asidos
a dos interrogantes
Ahora bien, si le agregáramos los signos de puntación, quedaría de la siguiente manera: “En
la abadía de la soledad había: lampara de alba, floreros de poemas, ara de horizontes,
incendio de silencio sacrifico”. De esta manera los espacios en blancos son equiparables a
los silencios que suelen marcar los signos de puntuación en la lectura en voz alta.
Por otra parte, el lenguaje en Prisma se enfrenta a una dislocación y tergiversación
que, si bien lo altera y aleja de su “pureza” y “naturalidad”, si se nos permite tales
expresiones, desautomatiza el uso corriente del lenguaje sin necesidad de provocar un
choque o incomodidad marcada en el lector. Para esto, se valen del cambio de letras,
especialmente la y por la i y la g por la j. Esto ocurre en cada rincón del panfleto y sus
respectivos poemas, así que para demostrarlo solo recurriremos a un poema. Evoquemos,
pues, los siguientes versos de “El Oso”: “La jente se agrupa […] / para aplaudir la tristeza
del oso / nostaljico i danzante” [la negrita es nuestro]. Apreciamos dichos cambios de
letras, los cuales tergiversan el lenguaje, aunque, a diferencia de otras vanguardias, dicho
recurso no desemboca en radicalismos o alteraciones complejas y extremistas.
4. Conclusiones
Si bien no hay acceso a la crítica de la revista, sea esta negativa o positiva, sí tenemos
acceso a las siguientes evidencias: primero, era notorio que los poetas afines al ultraísmo
veían en el proyecto de Borges la oportunidad de llevar el movimiento de vanguardia más
allá de España, debido a que, en el número 21 de la revista V-ltra aparece el manifiesto del
primer Prisma. Segundo, acerca de las reacciones negativas, la evidencia que tenemos,
como ya hemos dicho en el análisis del segundo manifiesto Prisma, es su tono reaccionario,
actitud que también estará presente en la correspondencia que mantiene Borges con otros
ultraístas.
Referencias
Artundo, Patricia. “Entre ‘La aventura y el orden’. Los hermanos Borges y el ultraísmo
argentino”. Cuadernos de Recienvenido, no.10, 1999, pp. 1-32.
Borges, Jorge Luis, Jacobo Sureda, Fortunio Bonanova y Juan Alomar. “Manifiesto del
Ultra”. Baleares, no. 131, febrero 1921, pp. 20.
---. “Ultraísmo”. Nosotros, en T. 39.1921, no. 148-151, 1921, pp. 466-471. Impreso.
De Aroca, Joaquín, Xavier Bóveda, César A. Comet, Pedro Garfias, Fernando Inglesias,
Pedro Iglesias Caballero, José Rivas Panedas y Guillermo de Torre. “Un manifiesto
ultraísta”. Grecias, no. 11, marzo 1919, pp. 11.
--. “Para la Prehistoria Ultraísta de Borges”. Hispania, no. 3, vol. 47, septiembre 1964, pp.
457-463.
González Lanuza, Eduardo, Guillermo de Torre, , Guillermo Juan y Jorge Luis Borges.
Prisma. Norah Borges, Francisco Piñero, Adriano del Valle y Pedro Garfias, no. 1.
---. Prisma. Norah Borges, Francisco Piñero, Adriano del Valle y Pedro Garfias, no. 2.
Rocca, Pablo. “Las orillas del Ultraísmo”. Hispamérica, no. 92, agosto 2002, pp 21-48.
JSTOR. Web. (5 Nov 2021).