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Había una vez una vez un grupo de niños que un día estaban tan cansados que necesitaban

acostarse y tomar una siesta, cuando ya estaban dormidos, soñaban que viajaban a una granja, la
granja del señor Mc Donald, cuando estaban allí despertaban, saltaban y corrían de alegría, porque
en aquella granja vivían muchos animales. Cuando llegaban allí los recibía el señor gallo con su
canto majestuoso, la señora gallina y sus pollitos. Les gustaba tanto estar en la granja, que
cambiaban sus atuendos. Primero se colocaban la camisa, abrochaban los botones, luego el
pantalón, luego los zapatos y por último un sombrero. Los niños amaban tanto los animales que
ayudaban al señor Mc Donald en su tarea de alimentarlos. Primero iban al establo, en donde
encontraban caballos hermosos y amigables, les gustaba montar sobre ellos y tomar un largo
paseo. Después estando en el establo pasaban por la habitación de la señora vaca quien tenía un
bebé, la señora vaca les daba de su rica leche para que ellos bebieran y se refrescaran, el señor
burro se encontraba al lado, a los niños les gustaba montar su lomo y escuchar sus aventuras.
Después de estar en el establo, se dirigían al gallinero, recogían huevos, alimentaban a la señora
gallina, los pollitos y el señor gallo quien les daba concierto de sus mejores canciones. Este
recorrido los dejaba tan cansados que decidían tumbarse en el césped y tomar una siesta,
después, pasaban a almorzar con el señor Mc Donald y en la tarde continuaban con su recorrido.
Iniciaban visitando la casa de los señores cerdos, con quienes jugaban brincando en el lodo,
quedaban tan salpicados en este juego que debían nuevamente cambiarse, se quitaban la ropa
sucia y se colocaban nuevamente, una camisa, un pantalón, unas botas y su sombrero. Una vez
cambiados, visitaban la casa de las señoras ovejas, estas señoras les gustaban comer mucho,
estaban gordas y jugaban a hacerle gestos a los niños con sus lenguas, la movían hacia la derecha,
hacia la izquierda, hacia arriba, hacia abajo, masticaban y mostraban sus dientes con una gran
sonrisa, a los niños les parecía divertido este juego. Al lado de la casa de las señoras ovejas, estaba
el estanque de los señores patos, quienes mostraban a los niños su nado impresionante, uno de
ellos, estaba aprendiendo a cantar, pero no lo lograba pues aún era muy joven, así que los niños
practicaban con él, haciendo cuac, cuac, cuac, cuac, cuac. De regreso a la casa del señor Mc
Donald, pasaban por las madrigueras de los conejos, allí se sentaban a comer ricas zanahorias y
jugaban a saltar y brincar como sus amigos los conejos. A finalizar la tarde, los niños volvían a la
casa del señor Mc Donald para tomar su media tarde, comían galletas y leche, les encantaba
mucho. Estando allí jugaban con el señor gato y el señor perro a correr por toda la casa y hacer
ruidos extraños. Los niños terminaban tan cansados que se acostaban en el sofá y cuando volvían a
despertar estaban en sus casas con sus padres a quienes les contaban sobre sus aventuras en la
granja.

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