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Estudiante:
Esvin Adolfo Barrera Huex
Profesor:
Código Personal:
Materia:
RONDAS INFANTILES
RONDAS
INFANTILES
A la Víbora de la Mar
Aserrín aserrán
los maderos de San Juan
piden pan no les dan
Aserrín aserrán
los maderos de San Juan
piden pan no les dan
piden queso les dan hueso
y se les ¡atora en el pescuezo!
piden vino, si les dan
se marean y se van.
Aserrín, aserrán,
los maderos de San Juan,
piden pan, no les dan,
piden queso, les dan hueso
piden ají, y los botan así
Los Pollitos dicen
Lá Gallina busca
El maíz y el trigo
Les da la comida
Y les presta abrigo
Lá Gallina busca
El maíz y el trigo
Les da la comida
Y les presta abrigo
Ricitos de Oro
Érase una vez una familia de osos que
vivían en una linda casita en el
bosque. Papá Oso era muy grande,
Mamá Osa era de tamaño mediano y
Osito era pequeño.
Una mañana, Mamá Osa sirvió la más deliciosa avena para el desayuno, pero
como estaba demasiado caliente para comer, los tres osos decidieron ir de
paseo por el bosque mientras se enfriaba. Al cabo de unos minutos, una niña
llamada Ricitos de Oro llegó a la casa de los osos y tocó la puerta. Al no
encontrar respuesta, abrió la puerta y entró en la casa sin permiso.
En la cocina había una mesa con tres tazas de avena: una grande, una mediana y
una pequeña. Ricitos de Oro tenía un gran apetito y la avena se veía deliciosa.
Primero, probó la avena de la taza grande, pero la avena estaba muy fría y no le
gustó. Luego, probó la avena de la taza mediana, pero la avena estaba muy
caliente y tampoco le gustó. Por último, probó la avena de la taza pequeña y
esta vez la avena no estaba ni fría ni caliente, ¡estaba perfecta! La avena
estaba tan deliciosa que se la comió toda sin dejar ni un poquito.
Buscando un lugar para descansar, Ricitos de Oro subió las escaleras, al final
del pasillo había un cuarto con tres camas: una grande, una mediana y una
pequeña. Primero, se subió a la cama grande, pero estaba demasiado dura y no
le gustó. Después, se subió a la cama mediana, pero estaba demasiado blanda y
tampoco le gustó. Entonces, se acostó en la cama pequeña, la cama no estaba ni
demasiado dura ni demasiado blanda. De hecho, ¡se sentía perfecta! Ricitos de
Oro se quedó profundamente dormida.
Al poco tiempo, los tres osos regresaron del paseo por el bosque. Papá Oso
notó inmediatamente que la puerta se encontraba abierta:
—Alguien se ha sentado en mi silla y probó mi avena —dijo Mamá Osa con una
voz medio enojada.
Entonces, dijo Osito con su pequeña voz:
Los tres osos subieron la escalera. Al entrar en la habitación, Papá Oso dijo:
Y Osito dijo:
El llanto de Osito despertó a Ricitos de Oro, que muy asustada saltó de la cama
y corrió escaleras abajo hasta llegar al bosque para jamás regresar a la casa
de los osos.
El cerdito menor, que era muy, pero muy perezoso, no prestó atención a las
palabras de mamá cerdita y decidió construir una casita de paja para terminar
temprano y acostarse a descansar.
El cerdito del medio, que era medio perezoso, medio prestó atención a las
palabras de mamá cerdita y construyó una casita de palos. La casita le quedó
chueca porque como era medio perezoso no quiso leer las instrucciones para
construirla.
La cerdita mayor, que era la más aplicada de todos, prestó mucha atención a las
palabras de mamá cerdita y quiso construir una casita de ladrillos. La
construcción de su casita le tomaría mucho más tiempo. Pero esto no le
importó; su nuevo hogar la albergaría del frío y también del temible lobo
feroz...
El lobo feroz sintiéndose engañado, se dirigió a la casa del cerdito del medio y
al tocar la puerta dijo:
El lobo sopló y resopló con todas sus fuerzas y la casita de palo se vino abajo.
Por suerte, los dos cerditos habían corrido hacia la casa de la cerdita mayor
mientras que el lobo feroz seguía soplando y resoplando. Los dos hermanos,
casi sin respiración le contaron toda la historia.
—Hermanitos, hace mucho frío y ustedes la han pasado muy mal, así que
disfrutemos la noche al calor de la fogata —dijo la cerdita mayor y encendió la
chimenea. Justo en ese momento, los tres cerditos escucharon que tocaban la
puerta.
La cerdita respondió:
“En el mundo nada llega fácil, por lo tanto, debemos trabajar para lograr
nuestros sueños”.
La reina quedaba satisfecha, pues sabía que su espejo siempre decía la verdad.
Sin embargo, con el pasar de los años, la belleza y bondad de Blancanieves se
hacían más evidentes. Por todas sus buenas cualidades, superaba mucho la
belleza física de la reina. Y llegó al fin un día en que la reina preguntó de nuevo:
El espejo contestó:
—Blancanieves, a quien su bondad la hace ser aún más bella que tú.
—Corre, vete lejos, pobre muchacha. Busca un lugar seguro donde vivir.
Encontrándose sola en el gran bosque, Blancanieves corrió tan lejos como pudo
hasta la llegada del anochecer. Entonces divisó una pequeña cabaña y entró en
ella para dormir. Todo lo que había en la cabaña era pequeño. Había una mesa
con un mantel blanco y siete platos pequeños, y con cada plato una cucharita.
También, había siete pequeños cuchillos y tenedores, y siete jarritas llenas de
agua. Contra la pared se hallaban siete pequeñas camas, una junto a la otra,
cubiertas con colchas tan blancas como la nieve.
Blancanieves estaba tan hambrienta y sedienta que comió un poquito de
vegetales y pan de cada platito y bebió una gota de cada jarrita. Luego, quiso
acostarse en una de las camas, pero ninguna era de su medida, hasta que
finalmente pudo acomodarse en la séptima.
La Tarara, sí;
la tarara, no;
la Tarara, niña,
que la he visto yo.
Lleva la Tarara
un vestido verde
lleno de volantes
y de cascabeles.
La Tarara, sí;
la tarara, no;
la Tarara, niña,
que la he visto yo.
Luce mi Tarara
su cola de seda
sobre las retamas
y la hierbabuena.
Doña Primavera
de aliento fecundo,
se ríe de todas
las penas del mundo…
¿Cómo va a encontrarlas
junto de las fuentes
de espejos dorados
y cantos ardientes?
De la tierra enferma
en las pardas grietas,
enciende rosales
de rojas piruetas.
Hace mucho tiempo, en un lugar remoto y lejos del alcance de cualquier ser
humano fructificó el amor más bonito y fuerte que jamás se había
contemplado: el romance entre el sol y la luna. Tanto se amaban, que siempre
estaban juntos y nunca se separaban.
Anahí era una joven guaraní que vivía a orillas del Paraná. La joven no tenía una
apariencia muy agraciada, pero en cambio tenía un canto hermoso que cautivaba
a todo aquel que la escuchaba. Cuando los conquistadores llegaron a su pueblo,
ocurrió un enfrentamiento y Anahí fue hecha prisionera junto al resto de
sobrevivientes. Sin embargo, una noche consiguió escaparse. Antes de que
pudiera llegar muy lejos, un centinela la descubrió y ella lo asesinó. Al volver a
ser atrapada, fue condenada a muerte.
Cuenta la leyenda que ambos estaban muy enamorados, pero debido a que
pertenecían a clases sociales diferentes la familia de Isabel le puso una
condición a Diego de Marcilla para estar con su amada: debía salir en busca de
fortuna. Así, Diego emprendió marcha para hacer dinero y después poder
regresar a por Isabel. Sin embargo, el padre de Isabel no cumplió su promesa y
le buscó otro esposo a su hija, con quien la casó el mismo año en que Diego de
Marcilla regresaba.
El impacto de este último fue tan grande que cayó muerto al conocer la noticia.
En el funeral, Isabel le dio un último beso, en señal de culpa y reconciliación. Al
hacer esto, cayó muerta en el cadáver de Juan Diego. Ante la sorpresa, los
familiares decidieron enterrarlos juntos como símbolo de una aprobación tardía
de su amor.
CANTOS
INFANTILES
Arroz Con Leche
Con esta sí, con esta no, con esta señorita me caso yo.
Yo soy la viudita del barrio del Rey,
me quiero casar y no sé con quién.
Con esta sí, con esta no, con esta señorita me caso yo.
Cucú, cucú, cantaba la rana
Adivinanza 2
Vuelo de noche, duermo en el día y nunca veras plumas en
ala mía.
R// Murciélago
Adivinanza 3
Uno larguito, dos más bajitos, otro chico y flaco, y otro
gordonazo .
R// Los Dedos