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Título: El recurso del Ministerio Público Fiscal contra la sentencia absolutoria


Autor: Lanzón, Román P.
Publicado en: Supl. Penal 2010 (mayo), 8 - LA LEY2010-C, 1067
Cita: TR LALEY AR/DOC/1183/2010
Sumario: I. Primeras aproximaciones. — II. El precedente "Kang" de la Corte Suprema de Justicia de la nación.
— III. El derecho del fiscal a recurrir la sentencia absolutoria. — IV. El recurso fiscal: ¿viola el non bis in
idem?. — V. Conclusiones.
I. Primeras aproximaciones
Luego de la última reforma a la Constitución Nacional del año 1994 y con la incorporación de los tratados
internacionales de derechos humanos a dicho cuerpo legal, ya no se discute la raíz constitucional de la garantía
comúnmente conocida como la prohibición de condenar más de una vez a una persona por un mismo hecho. La
misma está expresamente reconocida en el art. 8 (1) de la Convención Americana de Derechos Humanos (Adla,
XLIV-B, 1250); en el art. 14 (2) del Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos (Adla, XLVI-B, 1107) y
ha sido receptada también en el art.1 del Código Procesal Penal de la Nación (3).
Sin embargo, aun antes de esa reforma a la Carta Magna la doctrina consideraba que la citada garantía
poseía estatus constitucional. Algunos autores la consideraban una derivación del principio de inviolabilidad de
la defensa contenida en el art. 18 de la Constitución Nacional (4) mientras que otros la incluían como una de las
garantías no enumeradas del art. 33 de la ley suprema que deriva del sistema republicano y del Estado de
Derecho (5).
El principio enunciado admite dos fórmulas de distinta extensión. Una primera, relacionada estrictamente
con la reacción penal material, por la cual nadie puede ser penado dos veces por el mismo hecho; y una
segunda, vinculada a un sentido más procesal y, por ende, de contenido más amplio, por medio de la cual se
impide la múltiple persecución penal, cubriendo, por tanto, el riesgo de una persecución penal renovada cuando
ha fenecido una anterior o aún está en trámite (6).
El fundamento de la misma está en proteger a los ciudadanos de los sufrimientos y restricciones que implica
un nuevo proceso penal cuando otro -sobre el mismo objeto- está en trámite o ha sido agotado. El resguardo se
extiende a toda nueva persecución penal (7) es decir, que ampara al imputado desde que existe algún acto del
Estado que le atribuye -de alguna manera- la calidad de autor de una infracción penal con el objeto de someterlo
a proceso penal (8).
II. El precedente "Kang" de la Corte Suprema de Justicia de la Nación
La Corte Suprema de Justicia de la Nación, desde hace muchos años, reconoce la raigambre constitucional
del instituto. Así, por ejemplo, en la causa "Belozercovsky, Jacobo" (LA LEY, 1976-B, 435) (9) el Alto Tribunal
expuso sucintamente la necesidad de tratar el agravio de la defensa a fin de evitar la frustración del derecho
constitucional invocado en el caso. Pero es recién a partir del precedente "Gamra de Naumow" (10) que la Corte
Nacional asignó la extensión adecuada al principio constitucional contenido en la locución latina non bis in
idem. De ese modo, la jurisprudencia local reconoció el valor de la doctrina formulada por la Suprema Corte de
los Estados Unidos de Norteamérica como interpretación de la V Enmienda de la Constitución de ese país (la
denominada cláusula del double jeopardy) (11).
Históricamente la mayoría del Alto Tribunal de la Nación -más allá de los fundados votos disidentes-
sostuvo que la prohibición de retrotraer el proceso a etapas procesales superadas (doctrina que surge a partir del
caso "Mattei") (12), so pena de afectar la garantía constitucional a la que se viene haciendo referencia, sólo podía
invocarse en la medida en que se hayan observado debidamente las etapas del procedimiento: acusación,
defensa, prueba y sentencia; esto es, en tanto no exista algún supuesto de nulidad insalvable, puesto que, en caso
de haberlo, no podría el imputado ampararse en el non bis in idem (13).
Sin embargo, la Corte Suprema de Justicia de la Nación -a mi modo de ver- dio un giro importante en su
postura tradicional al pronunciarse en la causa "Kang" (14).
En el caso citado, la Sala III de la Cámara Nacional de Casación Penal había resuelto -de conformidad a lo
requerido por el Ministerio Público Fiscal en su presentación recursiva- anular la sentencia absolutoria dictada
por el Tribunal Oral y disponer el reenvío de la causa a otro colegiado para la realización de un nuevo juicio,
omitiendo pronunciarse sobre el agravio planteado en tiempo y forma por la defensa, respecto de la afectación al
principio del non bis in idem que esa decisión acarrearía.
La Corte Nacional -sin explayarse demasiado- hizo lugar a la queja interpuesta en virtud del recurso
extraordinario denegado y reenvió la causa al tribunal casatorio para que se pronuncie sobre la cuestión federal

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invocada. Así, si bien el Alto Tribunal no fijó posición sobre el fondo del asunto, cabe inferir que el fallo acogió
la pretensión defensista, ya que consideró que la decisión recurrida resultaba equiparable a definitiva, pues de
dictarse una nueva sentencia -aun siendo absolutoria- resultaría inoficioso examinar recién allí el agravio
invocado por la defensa, debido a que, entonces, "el riesgo" de ser sometido a un nuevo juicio ya se habría
concretado (15).
De todos modos, es dable aclarar que el Alto Tribunal para arribar a la presente resolución se remitió a los
argumentos explicitados en otros precedentes. Resulta de interés -sobre el particular- la disidencia suscripta por
los Dres. Petracchi y Bossert en el caso "Alvarado" (16), donde se sostuvo que si la Corte dispone la devolución
de la causa para que sea nuevamente juzgada -ante un supuesto de nulidad de las actuaciones- dicho reenvío
conllevaría a la reedición total del juicio en perjuicio del imputado, quien sería sometido nuevamente a proceso
por el mismo hecho. Cabe mencionar que la Corte Suprema de Justicia de la Nación volvió a sostener la
doctrina expuesta en el precedente "Kang" en un pronunciamiento posterior, en la causa "Lagos Rodas" (17).
Teniendo en cuenta los antecedentes en los cuales la Corte Suprema de Justicia de la Nación se apoyó para
hacer lugar al recurso extraordinario en la causa "Kang", los tribunales inferiores se hicieron eco de su
jurisprudencia y, en aquellos casos en que el reenvío implicaba la realización de un nuevo debate, adoptaron
decisiones desincriminantes fundados en dicho precedente (18).
III. El derecho del fiscal a recurrir la sentencia absolutoria
Como consecuencia del precedente "Kang" de la Corte Suprema de Justicia de la Nación, se ha reavivado el
debate en la doctrina sobre si la vía recursiva ejercida -contra el fallo absolutorio- por el Ministerio Público
Fiscal vulnera o no el non bis in idem.
En el derecho procesal penal europeo-continental -de cuño inquisitivo-, ya la pregunta en sí misma significa
poco menos que una extravagancia (19). No debe perderse de vista que ese sistema procesal ha sido heredado por
nuestro país, por lo cual también entre nosotros resulta extraño aceptar una limitación como la enunciada.
En estas latitudes siempre se concibió el ejercicio de la vía recursiva contra la sentencia de modo "bilateral",
otorgándosele la potestad de impugnar el veredicto a cualquiera de los protagonistas del proceso (ya sea por
considerarlo injusto o por ser contrario a su pretensión). Esta nota característica de los recursos fue ideada,
originariamente, como una forma de asegurar el debido control sobre las decisiones de quienes administraban
justicia y velar por que -de esa forma- las mismas fueran acordes a las del poder central.
En el sistema anglosajón, por el contrario, se le impide al acusador público tener más de una oportunidad
para perseguir penalmente a una persona y lograr una condena, ya que es frente al jurado la única instancia que
posee el representante del Estado para obtener un veredicto de culpabilidad con independencia de la justicia
intrínseca que posea esa decisión popular (20). Así, se señala que "cualquiera que sea el grado de acierto o
desacierto, o de 'justicia' de estas decisiones (acquittal), el acusador no posee remedio alguno contra ellas: se
trata de la decisión estatal -judicial- sobre el caso y de la única persecución penal admitida (prohibición del
double jeopardy)" (21).
Vale destacar que nuestra Corte Suprema de Justicia de la Nación ha sostenido que el Estado -por
intermedio del órgano habilitado para ello- no tiene "derecho" a recurrir un veredicto absolutorio. Ello surge de
la interpretación que ha efectuado en el precedente "Arce" (22) de las normas contenidas en los tratados
internacionales de derechos humanos. En ese sentido, "surge que la garantía del derecho de recurrir ha sido
consagrada sólo en beneficio del inculpado. Cabe concluir, entonces, que en tanto el Ministerio Público es un
órgano del Estado y no es el sujeto destinatario del beneficio, no se encuentra amparado por la norma con rango
constitucional, sin que ello obste a que el legislador, si lo considera necesario, le conceda igual derecho"
(considerando n° 7).
No puede soslayarse que "el Estado -titular de la acción penal- puede autolimitar el ius persequendi en los
casos que considere que no revisten suficiente relevancia como para justificar su actuación. En tales
condiciones, el fiscal debe ejercer su pretensión en los términos que la ley procesal le concede. Por ello, no
puede considerarse inconstitucional la limitación de la facultad de recurrir del Ministerio Público cuando se
verifique un supuesto como el previsto por el art. 458 del Código Procesal Penal de la Nación" (considerando n°
9). Reforzando lo anterior, señaló que esta limitación para recurrir, impuesta sólo al órgano acusador estatal, no
afectaba la igualdad entre las partes del proceso (23).
Como puede apreciarse, la Corte Suprema Nacional ha asumido una posición compartida por los organismos
de derechos humanos y que puede ser resumida del modo que sigue: "los derechos y garantías enumerados en
los instrumentos de derechos humanos son reconocidos siempre a favor de las personas y frente al Estado. En el
marco de los instrumentos internacionales de derechos humanos los Estados no son titulares de derechos sino de

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deberes para con sus habitantes" (24).


Sin embargo, aceptar que lisa y llanamente se proscriba al fiscal -en todos los casos- la facultad de recurrir
el veredicto absolutorio, es algo mucho más ambicioso.
En primer lugar, porque -como se dijo- ello resulta ajeno a nuestra tradición jurídica nacional. Esto genera
cierta reticencia a la hora de aceptar que el Estado vea cercenada en absoluto la posibilidad de recurrir una
sentencia desfavorable a su pretensión incriminante. De todas maneras, a poco que se analice la cuestión con
detenimiento se apreciará que la resistencia a que ello se plasme en la norma penal no está vinculada a razones
estrictamente ideológicas, sino más bien, a la desconfianza hacia las personas que ocupan los cargos en la
judicatura actual (25). Esto dificulta teorizar sobre un sistema procesal donde el veredicto alcanzado al final del
debate -de ser contrario a la pretensión del actor penal- no pueda ser recurrido, máxime en la actualidad donde
cada vez con mayor ímpetu se reclama popularmente "justicia" como algo equivalente a "condena a cualquier
precio".
Este "temor" hacia las decisiones de los magistrados, legitima el sistema actual donde el Estado tiene la
potestad de revisar lo decidido por otros jueces y, con ello, obtener una "segunda oportunidad" para lograr la
condena del enjuiciado. Surge manifiesto el grueso equívoco con esta forma de pensar, donde se confunde lo
ideológico con lo patológico (26).
En segundo lugar porque, desde la óptica de la jurisprudencia interamericana, existe una obligación estatal
-que debe ser asumida como un deber jurídico propio- de investigar, perseguir y castigar las violaciones a los
derechos humanos cometidas en el ámbito doméstico (27). De allí que, el impedimento del fiscal de recurrir un
veredicto de absolución, atentaría contra ese deber pudiendo generar responsabilidad internacional para el
Estado argentino. En pocas palabras, desde esta óptica el recurso fiscal sería una herramienta apta para asegurar
el cumplimiento de los deberes inherentes del Estado que hacen a la tutela de los derechos humanos (28).
Esta idea no se comparte por varios motivos. Primeramente porque -de seguirse esa interpretación- ello sólo
podría sostenerse en litigios donde se investiguen violaciones a los derechos humanos y no cuando exista sólo
una afectación a bienes supraindividuales, lo que obligaría a reconocer un doble estándar recursivo. En
concreto: si la sentencia absolutoria lo es respecto a un imputado acusado de haber cometido una violación a los
derechos humanos, el Ministerio Público Fiscal podría siempre apelar tal decisión jurisdiccional; sin embargo,
esa vía impugnativa no sería procedente en todos los casos para el actor penal si el debate ocurre sobre un hecho
ilícito que adolezca de tal entidad. Por lo demás, es cierto que el actual desarrollo de los derechos humanos de
las nuevas generaciones no son más que reformulaciones de bienes comunitarios desde la perspectiva del
individuo (ej: los derechos vinculados al medio ambiente) (29) lo que complicaría aún más el panorama
tendiente a distinguir ambas situaciones.
Pero, principalmente, el fundamento de aquella tesis pierde peso ante la siguiente hipótesis: ¿qué sucedería
si tampoco cumplieran debidamente con ese cometido -de tutelar el derecho humano en juego- los tribunales
revisores? ¿Habría que habilitar una nueva persecución penal por este motivo? Porque no quedan dudas de que,
ante esa hipótesis, el Estado argentino igualmente podría ser condenado en la órbita internacional por no haber
resguardado debidamente a los derechos humanos. El ejercicio de la vía recursiva por el actor penal público no
garantiza una considerable reducción del posible error judicial que -por sí misma- justifique el procedimiento de
impugnación contra un veredicto de absolución (30).
No debe perderse de vista que se autorizaría -más allá del carácter de parte que posee el Ministerio Público
en el proceso- la revisión de una decisión final estatal motorizada por el propio Estado, en claro detrimento del
imputado quien ya soportó todos los avatares del procedimiento penal y alcanzó un pronunciamiento que lo
desvincula de los hechos ilícitos investigados. Además, no puede dejar de señalarse que no es ésta la única vía
que tiene el Estado a su disposición para garantizar la tutela penal de los derechos humanos y demás bienes
indispensables para la vida en común.
No quedan dudas de que la jurisprudencia interamericana no debe ser llevada hasta el absurdo, permitiendo
-de ese modo- lesionar los más básicos derechos del imputado, en aras a lograr una mejor "justicia" o satisfacer
los intereses de la víctima (31).
En la actualidad, el Estado prácticamente no tiene limitaciones temporales para ejercer la persecución penal
(vgr. imprescriptibilidad de los delitos de lesa humanidad, indebida extensión de los plazos de prescripción en el
derecho doméstico y una reticente aplicación por parte de los tribunales de la garantía a ser juzgado sin
dilaciones indebidas); tampoco existe un fuerte compromiso jurisdiccional tendiente a permitir que la prisión
preventiva se agote en un plazo razonable (32) y, por otra parte, escasean los antecedentes judiciales donde el
enjuiciado alcanza una decisión final y firme sobre su participación en los hechos investigados (33).
Si a todo lo enunciado, le sumamos la potestad fiscal de provocar una instancia revisora de la sentencia
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desincriminante, el panorama procesal tendiente a poner fin a la incertidumbre que pesa sobre el imputado se
retrasa aún más.
IV. El recurso fiscal: ¿viola el non bis in idem?
Sentado lo anterior, habría que preguntarse si más allá de la inconveniencia legislativa de permitir el
ejercicio de una vía recursiva al fiscal contra veredictos absolutorios, existe algún obstáculo de naturaleza
constitucional para que ello se plasme normativamente.
En este sentido, se comparten las ideas expuestas hace tiempo por Julio B. J. Maier, quien señala que: "el
recurso acusatorio contra la sentencia de los tribunales de juicio representa un bis in idem y nuestra legislación,
que lo autoriza, constituye una lesión al principio del Estado de Derecho, que prohíbe la persecución penal
múltiple. Este principio, como cualquiera que emerja del Estado de Derecho, no depende, para su observancia y
respeto, de argumentos formales y relativos, por ejemplo, a la conclusión procesal del procedimiento o al
momento en que la sentencia adquiere calidad de cosa juzgada; antes bien, es dependiente de argumentos
materiales que cierren la puerta a un segundo intento estatal de lograr una condena determinada: cuando el
Estado, por intermedio de sus órganos de persecución penal, conduce a una persona a soportar un juicio público
sobre la imputación que le dirige frente al tribunal competente para juzgarla, ésa es la única oportunidad que
tiene para lograr la autorización que permite someter a esa persona a una consecuencia jurídico penal" (34).
Es cierto que, en sentido estricto, los instrumentos internacionales -de donde surge de manera expresa la
garantía estudiada- no prohíben al Estado regular la vía recursiva contra la sentencia absolutoria (35) sin
embargo, ello no es óbice para que así sea interpretado, teniendo en cuenta las implicancias que conlleva para el
imputado la reedición del juicio en su contra.
Según lo resuelto por la Corte Suprema de Justicia de la Nación en el caso "Kang", la garantía constitucional
que prohíbe el bis in idem, "no sólo veda la aplicación de una segunda pena por un mismo hecho sino también
'la exposición al riesgo de que ello ocurra'...por lo que la decisión recurrida resulta equiparable a definitiva, pues
en ese aspecto la garantía en cuestión está destinada a gobernar decisiones previas al fallo final. En efecto,
llegado el momento de la sentencia definitiva, aún siendo absolutoria, resultaría inoficioso examinar el agravio
invocado por la defensa, pues para aquel entonces 'el riesgo' de ser sometido a un nuevo juicio ya se habrá
concretado".
Descartada la teoría tradicional que sostiene que debe existir un pronunciamiento condenatorio que haya
adquirido firmeza para que el non bis in idem sea invocado, resta analizar hasta dónde se extiende la protección
de la citada garantía constitucional.
Como fuera expuesto, los actos procesales precluyen -de conformidad con la postura tradicional del Alto
Tribunal- cuando han sido cumplidos observando las formas que la ley establece y salvo supuestos de nulidad
insalvable. Sin embargo, en la actualidad, toda vez que el Máximo Tribunal en la causa "Kang" se remitió a las
consideraciones en disidencia expuestas por los ministros Petracchi (36) y Bossert en el precedente "Alvarado",
pareciera ser que el reenvío, en la medida en que implique la reproducción del debate violentaría la garantía
constitucional que impide el múltiple juzgamiento, con independencia de los motivos que lo hayan fundado.
Ello surgiría -a mi modo de ver- del hecho de que tal precedente es actualmente compartido por la mayoría de
los ministros de la Corte Nacional.
Sin perjuicio de lo anterior, no existen razones para limitar la garantía en estudio sólo al supuesto en que el
reenvío imponga la nueva realización del debate oral.
Al analizarse debidamente la problemática, no existen diferencias sustanciales entre revocar la sentencia
absolutoria (obligando, de ese modo a otro tribunal a que dicte otro pronunciamiento) y anular el debate
(teniendo que efectuarse un nuevo juicio oral contra el imputado). De hecho, el dictado de un nuevo
pronunciamiento implica -en sí mismo- para el enjuiciado absuelto un nuevo "riesgo" a ser penado, en el que los
jueces -por orden del superior jerárquico- deberán adoptar una nueva decisión sobre el hecho ilícito investigado
y la participación del imputado en aquél. Es decir, existe otro "juicio" en el que la conducta del enjuiciado es
otra vez analizada con arreglo a la prueba reunida en el contradictorio; pero con un agravante: en la mayoría de
los casos el tribunal superior ya "delineó" implícitamente los parámetros de la nueva sentencia a dictarse.
Este mecanismo de reenvío -previsto en las legislaciones procesales del país- tiende a evitar las críticas
relacionadas con la vulneración del derecho a la doble instancia que rige para el imputado (aunque sin
cuestionarse la violación al non bis in idem) y por medio del cual, es el tribunal inferior el que dicta un nuevo
pronunciamiento con el alcance de lo expuesto por el superior jerárquico (conf. art. 471 del Código Procesal
Penal de la Nación) (37). Claro que, en estos casos, y producto de los principios procesales que rigen el juicio
oral, el Tribunal al que le corresponda intervenir debería efectuar otro debate oral y público (38).

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Esto genera otro problema: ¿existe alguna limitación para el reenvío? Porque nada impide que en el
subsiguiente debate se alcance una vez más una decisión desincriminante, que podría eventualmente ser
revisada -y revocada- por el superior jerárquico (39). Esta problemática no se soluciona con invocar la garantía
del plazo razonable en el que debe transcurrir todo proceso penal, ya que los tribunales inferiores no se han
hecho eco de la jurisprudencia de la Corte Suprema de Justicia de la Nación sobre el tema, a lo que debe
agregarse que este Tribunal tampoco es preciso en la extensión de la citada garantía constitucional (40).
Además, lo que se discute transita por otro meridiano: evitar la posibilidad de volver atrás el proceso en
desmedro del imputado sometiéndolo a una nueva persecución penal con el riesgo de ser condenado, más allá de
que esta reedición vulnere la razonabilidad temporal del proceso penal.
Idéntica violación constitucional ocurre si el reenvío es dispuesto por la Corte Suprema de Justicia de la
Nación. En fecha reciente el Máximo Tribunal dejó sin efecto una sentencia absolutoria e implícitamente de este
modo -al valorar de manera distinta la prueba reunida- obliga a la Cámara Nacional de Casación Penal a
modificarla por un pronunciamiento incriminante. La decisión -suscripta por todos los miembros del Alto
Tribunal- dictada en la causa "Luzarreta" (41) dejó sin efecto la sentencia absolutoria del Tribunal Oral que fuera
confirmada por la Cámara Nacional de Casación Penal. Al parecer, la repercusión y la gravedad institucional de
los hechos investigados jugaron un papel preponderante; ello no es una especulación sino que expresamente fue
señalado por el Procurador General -y por el Máximo Tribunal al compartir ese dictamen- (42).
En otras oportunidades, sin que exista un preciso criterio rector, es la Cámara Nacional de Casación Penal la
que revoca la sentencia absolutoria y, en virtud de la valoración de las constancias de la causa, dicta un
pronunciamiento condenatorio. Como se dijo, una condena decidida por el Tribunal Casatorio Nacional en
virtud de lo establecido por el art.470 (43) del Código Procesal Penal de la Nación, implicaría privar la imputado
del derecho constitucional de recurrir la sentencia condenatoria ante un tribunal superior de manera amplia,
como lo prevé la Convención Americana de Derechos Humanos y lo expusiera la Corte Suprema de Justicia de
la Nación a partir del caso "Casal" (44), toda vez que, el recurso extraordinario no satisface tales exigencias (45).
En este sentido, como acertadamente ha dicho la doctrina: "si se permite al ministerio público buscar
renovadamente la condena con un recurso, al menos ello conduce, necesariamente, a que, si la consigue en
última instancia o en un nuevo juicio todavía se debe ofrecer al condenado -por primera vez o por primera vez
respecto de esa condena- un recurso para atacarla ante un tribunal superior. Se advertirá que ello resulta
prácticamente imposible desde el punto de vista de la organización judicial y que la solución conduce, en
verdad, a un infinito recursivo y procesal, pues siempre es posible pensar en el sistema de recurso 'bilateral', que
el acusador logrará la condena ansiada ante le último tribunal y contra ella todavía resulta necesario garantizar
un recurso al imputado a quien esa condena afecta...El único que puede provocar esta persecución penal
múltiple es el propio perseguido penalmente, pues el riesgo múltiple queda eliminado si, además, la segunda
sentencia de condena eventual no puede superar la consecuencia penal que propone la primera sentencia
(prohibición de la reformatio in peius)" (46).
Por más que la Cámara Nacional de Casación Penal resuelva -al analizar los agravios de la parte acusadora-
en base a las constancias del proceso que están documentadas y que surgen de las actas del debate -encontrando
sólo como limitación aquella prueba que surja directamente de la inmediación del tribunal de juicio- (47) ello no
es óbice para que sean igualmente violados los principios de preclusión y progresividad: ya hubo una sentencia
que resolvió la cuestión, con el aditamento que, en materia criminal, ya fueron tres jueces los que se
pronunciaron al respecto. Es decir, más allá de que no haya que "reeditar todo el debate" no tiene por qué el
imputado someterse a un nuevo examen de la cuestión investigada por otros tres magistrados, pese a que ello no
implique reproducir el mismo (48).
En síntesis, en los casos en que se resuelve mediante el "reenvío" la realización de un nuevo debate, la
violación a la prohibición de la persecución múltiple es manifiesta: el imputado deberá nuevamente sentarse en
el banquillo de los acusados, en una audiencia pública y transitar otro juicio oral con el riesgo de ser -en esta
oportunidad- condenado. Sin embargo -como se dijo- no hay diferencias sustanciales cuando el reenvío sólo
obliga a modificar el pronunciamiento absolutorio: en el caso también existe una segunda valoración sobre los
hechos investigados y sobre la participación del imputado en ellos, en la que su honor y su libertad vuelven a
ponerse en riesgo. Es claro que "las observaciones de la doctrina en el sentido de que el procedimiento de
reenvío posee una 'naturaleza' propia que lo distingue de ser una mera reedición del juicio, carecen de
idoneidad...en ningún caso se somete a contradicción el hecho de que aquél constituye un nuevo juicio -o bien la
renovación del juicio cuya sentencia definitiva se sometió a impugnación- impuesto por la necesidad de sustituir
por otra la sentencia que el tribunal ad quem ha rescindido" (49).
Es cierto que las argumentaciones antes expuestas implicarían anular el recurso fiscal contra la sentencia

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absolutoria previsto por todos los códigos procesales penales, sin embargo con ello sólo se adecuaría la ley
procesal al estándar constitucional de las garantías que hacen al debido proceso legal y al derecho de defensa,
como fuera hecho por el Máximo Tribunal en otras oportunidades al interpretar la normativa procesal penal
nacional actualmente vigente (50).
De hecho -como se dijo- no existe un derecho a la doble instancia por parte del Estado, de manera tal que no
hay inconvenientes para que en una futura reforma se elimine la potestad del fiscal de recurrir el fallo
absolutorio dictado por un Tribunal Oral.
Como lo expusiera la Corte Suprema de Justicia de Estados Unidos: "no se debe permitir al Estado que, con
todos sus recursos y poder, haga repetidos intentos para condenar a un individuo por un invocado delito,
sometiéndolo así a perturbaciones, gastos y sufrimientos y obligándolo a vivir en un continuo estado de
ansiedad e inseguridad, aumentando también la posibilidad de que, aun siendo inocente, sea hallado culpable...
Así uno de los principios elementales de nuestro Derecho Penal establece que el Estado no puede originar un
nuevo juicio mediante un recurso, aun cuando la absolución pueda parecer errónea" (51).
Y no se diga que lo anterior no es aplicable a nuestro país porque no se ha dado cumplimiento -a diferencia
del sistema norteamericano- al mandato constitucional que impone el juzgamiento mediante un jurado popular,
ya que con ello se perdería de vista que, por regla, los actuales juicios criminales -al menos bajo el prisma del
Código Procesal Penal de la Nación y de la mayoría de las legislaciones procesales penales del país- son
realizados por tribunales colegiados, con el fin primordial de evitar el dictado de una decisión final discrecional
de un solo magistrado. Es decir, el tribunal colegiado funciona como un razonable mecanismo elusivo de la
arbitrariedad jurisdiccional.
Además, en nuestro país y en Estados Unidos el objeto de la cláusula del non bis in idem y la de double
jeopardy -respectivamente- es exactamente el mismo: impedir que el Estado haga repetidos intentos para
condenar a un individuo sometiéndolo indebidamente a molestias, gastos y sufrimientos (52).
De manera tal, que la sola posibilidad de la sentencia de mérito o ella, si existe, es la que domina el principio
e impide renovar la persecución penal, con independencia de las circunstancias que rodeen al proceso penal (por
ejemplo, si el tribunal de juicio considera que existe imposibilidad de dictar un veredicto sobre el fondo de la
cuestión por advertir una causal de incompetencia o declara la nulidad de una pieza esencial del proceso).
En todos los casos, cuando alguna causa legal autorice la nueva persecución (vgr. habilitación de instancia
de parte del sujeto legitimado para ello, declaración de incompetencia, existencia de nulidades procesales, etc.)
la misma debe haber sido advertida con anterioridad al momento en que el tribunal juzgador esté en condiciones
de dictar una sentencia de absolución o de condena, puesto que, en cualquier otro supuesto, la retrogradación del
proceso a etapas ya superadas implicaría una violación a la prohibición del doble juzgamiento (53).
En suma, el recurso del fiscal contra la sentencia absolutoria es incompatible con la garantía reconocida
actualmente de manera expresa en la Carta Magna: la prohibición de la persecución múltiple interpretada en su
sentido amplio y correcto. De allí que el Ministerio Público Fiscal no esté autorizado constitucionalmente a
recurrir el veredicto desincriminante del tribunal juzgador. Y como sostiene acertadamente excelsa doctrina
nacional: "[e]l principio prefiere hasta la burla del transgresor, que, por ejemplo, confiesa públicamente su
crimen con posterioridad a la absolución, al riesgo de un ejercicio excesivo y arbitrario -para él- del poder penal
estatal, en homenaje a la seguridad jurídica de las personas" (54).
V. Conclusiones
Históricamente, la mayoría del Alto Tribunal de la Nación sostuvo que la prohibición de retrotraer el
proceso a etapas procesales superadas (doctrina que surge a partir del caso "Mattei"), en pos de salvaguardar la
garantía constitucional del non bis in idem, sólo podía invocarse en la medida en que se hubieran observado
debidamente las etapas del procedimiento: acusación, defensa, prueba y sentencia; esto es, en tanto no exista
algún supuesto de nulidad insalvable, puesto que, en caso de haberlo, no podría el imputado ampararse en la
citada garantía.
Sin embargo, la Corte Suprema de Justicia de la Nación dio un giro importante en su postura tradicional al
pronunciarse en la causa "Kang"; como consecuencia de dicho precedente, se ha reavivado el debate en la
doctrina sobre si la vía recursiva ejercida -contra el fallo absolutorio- por el Ministerio Público Fiscal vulnera o
non el bis in idem.
Si bien los instrumentos internacionales -de donde surge de manera expresa la garantía estudiada- no
prohíben al Estado regular la vía recursiva contra la sentencia absolutoria, ello no es óbice para que así sea
interpretado, teniendo en cuenta las implicancias que conlleva para el imputado la reedición del juicio en su
contra.

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En la actualidad, toda vez que el Máximo Tribunal en la causa "Kang" se remitió a las consideraciones en
disidencia expuestas por los ministros Petracchi y Bossert en el precedente "Alvarado", pareciera ser que el
reenvío, en la medida en que implique la reproducción del debate violentaría la garantía constitucional que
impide el múltiple juzgamiento, con independencia de los motivos que lo hayan fundado. Ello surgiría -a mi
modo de ver- del hecho de que tal precedente es actualmente compartido por la mayoría de los ministros de la
Corte Nacional.
Por otra parte, no existen razones para limitar la garantía en estudio sólo al supuesto en que el reenvío
imponga la nueva realización del debate oral. En efecto, en los casos en que se resuelve mediante el "reenvío" la
realización de un nuevo debate, la violación a la prohibición de la persecución múltiple es manifiesta: el
imputado deberá nuevamente sentarse en el banquillo de los acusados, en una audiencia pública y transitar otro
juicio oral con el riesgo de ser -en esta oportunidad- condenado. No obstante, no hay diferencias sustanciales
cuando el reenvío sólo obliga a modificar el pronunciamiento absolutorio: en el caso también existe una
segunda valoración sobre los hechos investigados y sobre la participación del imputado en ellos, en la que su
honor y su libertad vuelven a ponerse en riesgo.
De allí que, cuando alguna causa legal autorice la nueva persecución (vgr. habilitación de instancia de parte
del sujeto legitimado para ello, declaración de incompetencia, existencia de nulidades procesales, etc.) la misma
debe haber sido advertida con anterioridad al momento en que el tribunal juzgador esté en condiciones de dictar
una sentencia de absolución o de condena, puesto que, en cualquier otro supuesto, la retrogradación del proceso
a etapas ya superadas implicaría una violación a la prohibición del doble juzgamiento.
Por lo demás, no existe un derecho a la doble instancia por parte del Estado, de manera tal que no hay
inconvenientes para que en una futura reforma se elimine la potestad del fiscal de recurrir el fallo absolutorio
dictado por un Tribunal Oral.
En suma, el recurso del fiscal contra la sentencia absolutoria es incompatible con la garantía reconocida
actualmente de manera expresa en la Carta Magna: la prohibición de la persecución múltiple interpretada en su
sentido amplio y correcto. De allí que el Ministerio Público Fiscal no esté autorizado constitucionalmente a
recurrir el veredicto desincriminante del tribunal juzgador.
(1) Art.8: "(...) 4. El inculpado absuelto por un sentencia firme no podrá ser sometido a nuevo juicio por los
mismos hechos".
(2) Art.14: "(...) 7. Nadie podrá ser juzgado ni sancionado por un delito por el cual haya sido ya condenado o
absuelto por una sentencia firme de acuerdo a la ley y el procedimiento penal de cada país".
(3) Art.1: "Nadie podrá ser (...) .perseguido penalmente más de una vez por el mismo hecho".
(4) Cfr. CARRIÓ, Alejandro D., Garantías constitucionales en el proceso penal, Ed. Hammurabi, Buenos Aires,
2007 pág.589.
(5) Cfr. MAIER, Julio B.J., Derecho Procesal Penal, Tomo I, "Fundamentos", Ed. Editores del Puerto, Buenos
Aires, 1999, pág.596.
(6) Cfr. MAIER, Julio B.J., op. cit., pág.599.
(7) Debe mencionarse que existen algunos supuestos en los que la múltiple persecución penal es "tolerada" por
el orden jurídico. Tales son, por ejemplo, los casos en que falta la habilitación de instancia por parte de la
víctima (conf. art.72 del Código Penal), o cuando el imputado goza de algún privilegio (conf. art.70 de la
Constitución Nacional), etc. Una vez removidos los obstáculos previstos por la ley, el procedimiento penal
puede reavivarse y continuar. Sin embargo, la decisiones que se adoptan al respecto (vgr. archivo o la
desestimación de las actuaciones o de la denuncia por parte de los órganos encargados de llevar adelante la
persecución penal) son provisorias, puesto que no ponen fin al pleito de manera definitiva y no producen el
efecto de cosa juzgada material. De allí que con ello no se violente la regla del non bis in idem.
(8) Cfr. FLEMING, Abel; LÓPEZ VIÑALS, Pablo, Garantías del imputado, Ed. Rubinzal Culzoni, Santa Fe,
2008, pág.448.
(9) Corte Suprema de Justicia de la Nación, en autos "Incidente de excepción de cosa juzgada promovida por
Belozercovsky, Jacobo", de fecha 3.07.75, Fallos 292:202.
(10) Cfr. Corte Suprema de Justicia de la Nación, en autos "Recurso de hecho deducido por el abogado defensor
en la causa Ganra de Naumow, Ana María s/ sumario n° 22.231", de fecha 29.11.77, Fallos 299:221.
(11) La Enmienda V de la Constitución de los Estados Unidos de Norteamérica dispone: "Nadie será sometido,
por el mismo delito, dos veces al peligro de pérdida de la vida o de algún miembro".
(12) Cfr. Corte Suprema de Justicia de la Nación, en autos "Mattei, Ángel s/ contrabando de importación en
Abasto", de fecha 29.11.68, Fallos 272:188 (LA LEY, 133-414)..
(13) Cfr. Corte Suprema de Justicia de la Nación, en autos "Recurso de hecho deducido por el abogado defensor
de Pedro Weissbrod en la causa Weissbrod, Pedro s/ causa n° 6062", de fecha 25.04.89, Fallos 312:597 (LA

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LEY1989-D, 37); en autos "Recurso de hecho deducido por la defensa de Federico Gabriel Polak en la causa
Polak, Federico Gabriel s/ violación de los deberes de funcionario público s/ casación -causa N° 174 - 4/95-", de
fecha 15.10.98, Fallos 321:2826; en autos "Turano, Eduardo Ángel s/ estafa reiterada en concurso real con
falsificación de documento", de fecha 10.12.98, Fallos 321:3396; en autos "Verbeke, Víctor Julio s/ homicidio
s/ casación", de fecha 10.04.03, Fallos 326:1149; entre muchos otros (LA LEY, 2003-E, 86).
(14) Cfr. Corte Suprema de Justicia de la Nación, en autos "Kang, Yong Soo s/ causa n° 5742", de fecha
15.05.07, Fallos 330:2265) (LLO).
(15) Lo paradójico del asunto es que poco tiempo antes la Corte Suprema había adoptado un temperamento
diametralmente opuesto al que aquí se hace alusión. En efecto, el Dr. Zaffaroni sin esgrimir ningún argumento
sobre el particular sorpresivamente modificó su criterio al cabo de un mes y, con su voto, permitió un cambio de
postura del Alto Tribunal. Más allá de lo opinable que puede resultar este tema, resulta llamativo que tal excelso
magistrado haya omitido dar las razones que lo impulsaron a adoptar este temperamento, contribuyendo aun
más a la endebles de lo resuelto en este caso por la Corte, teniendo en cuenta que sólo se alcanzó la mayoría por
un voto (4 a 3) (cfr. Corte Suprema de Justicia de la Nación, en autos "Garófalo, Franco y otro s/ robo agravado
por el uso de armas", de fecha 10.04.07, Fallos 330:1514).
(16) Corte Suprema de Justicia de la Nación, en autos "Alvarado, Julio s/ averiguación infracción art. 3° ley
23.771 (ANSeS)", de fecha 07.05.98, Fallos 321:1173 (LA LEY, 1998-E, 655).
(17) Cfr. Corte Suprema de Justicia de la Nación, en autos "Lagos Rodas, Jonathan y otro s/ robo en poblado y
en banda -causa n° 3599-", de fecha 4.12.07, Fallos 330:4928. En el caso, la Sala III de la Cámara Nacional de
Casación Penal había anulado la sentencia absolutoria y dispuso el reenvío de la causa a otro tribunal oral para
que dicte un nuevo pronunciamiento, habiendo omitido pronunciarse sobre el agravio planteado en tiempo y
forma por la defensa vinculado con la violación del non bis in idem que causaría a esa parte una decisión como
la enunciada.
(18) Véase, por ejemplo, Tribunal Oral en lo Criminal N° 23 de la ciudad de Buenos Aires, en autos "Amalia
Lucía Kahl", causa n° 2775, de fecha 23.10.08. Asimismo, este fue el temperamento adoptado por la Cámara
Nacional de Casación Penal al resolver en la causa "Kang" producto del reenvío dispuesto por el Alto Tribunal
de Casación (cfr. Cámara Nacional de Casación Penal, Sala I, en autos "Kang Yong Soo s/ recurso de casación",
reg. n° 12.231, causa n° 8928, de fecha 2.07.08). Cabe mencionar que la causa fue remitida nuevamente a la
Corte Suprema de Justicia de la Nación quien tendrá la última palabra sobre el alcance que corresponde
otorgarle a su propia doctrina y la garantía constitucional que veda el bis in idem. En fecha reciente, el
Procurador General de la Nación emitió su dictamen sobre el fondo del asunto y, en resumidas cuentas, sostuvo
que la decisión de la Sala I del Tribunal de Casación Nacional no era ajustada al alcance que cabía atribuir al
principio constitucional de ne bis in idem. Ello así, toda vez que ante la existencia de vicios esenciales en el
proceso -como a su entender había en el caso- originados en el contradictorio análisis de la prueba por parte del
tribunal de juicio, debía descartarse la violación a tal precepto constitucional (cfr. Dictamen del Procurador
General de la Nación, Dr. Esteban Righi, en la causa "K., Y. S. s/ casación", de fecha 17.02.10). Más allá de lo
opinable del tema en estudio, no puede dejar de señalarse la prolijidad con la cual el Procurador General
recorrió los distintos precedentes del Máximo Tribunal de la Nación que -según su interpretación- avalarían su
postura.
(19) Cfr. MAIER, Julio B.J., op cit., pág.632.
(20) En efecto, el jurado es quien "habilita" al magistrado a imponer o no una sanción penal. Esta decisión de
culpabilidad o no culpabilidad, no puede ser modificada por el fiscal. En cambio, sí puede recurrirse la
consecuencia jurídico-penal determinada por un procedimiento posterior al veredicto, regularmente en una
audiencia para la determinación de la pena.
(21) MAIER, Julio B.J, op. cit., pág.635.
(22) Corte Suprema de Justicia de la Nación, en autos "Arce, Jorge Daniel s/ recurso de casación", de fecha
14.10.97, Fallos 320:2145 (LA LEY, 1997-F, 697).
(23) "10) Que corresponde desestimar el agravio del recurrente referente a que la situación creada a partir de la
declaración de inconstitucionalidad del art. 459 del Código Procesal Penal de la Nación en el caso "Giroldi"
vulnera el derecho de igualdad (art. 16 de la Constitución Nacional) (LA LEY, 1995-D, 462; DJ, 1995-2-809).
Ello es así, porque las partes en el proceso penal no persiguen intereses iguales. En efecto, lo que caracteriza al
proceso penal es la ausencia de un permanente antagonismo, propio del proceso civil. Ello deriva del carácter
público de la pretensión que persigue el Ministerio Público, la cual muchas veces puede coincidir con el interés
particular del imputado, pues su función es la reconstrucción del orden jurídico alterado. Así lo ha entendido el
representante de la República Argentina, doctor José María Ruda, en la discusión del Pacto Internacional de
Derechos Civiles y Políticos, "la ley debe conceder idénticas garantías a todos los que se encuentran en la
misma situación ante los tribunales en materia criminal, los derechos del Procurador General no son iguales que
los del acusado. Todos los individuos deben ser objeto de igual protección, pero no son iguales ante los

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tribunales, ya que las circunstancias varían en cada caso (confr. Trabajos preparatorios del Pacto de Derechos
Civiles y Políticos, Naciones Unidas, Asamblea General, tercera comisión, decimocuarto período de sesiones,
art. 14 de proyecto, 24 de noviembre de 1959)" (considerando n° 10 del fallo "Arce" precitado).
(24) OTTAVIANO, Santiago, "La actividad procesal del Ministerio Público Fiscal", Revista de Derecho Penal y
Procesal Penal, Ed. Rubinzal Culzoni, Santa Fe, 2007, pág.280.
(25) Así, como contracara de la misma moneda, por ejemplo, se desconfía de los fiscales y no de las "Fiscalías"
cuando se continúa debatiendo en torno a la posibilidad de que el juez pueda condenar al imputado pese al
pedido en contrario del fiscal; o por eso se discurre sobre las amplias potestades que debe tener la víctima
constituida en querellante en el proceso penal, evitando así que su voluntad esté subordinada a la del actor penal
público. Sobre el particular, puede consultarse, LANZÓN, Román P. La pretensión desincriminante del
Ministerio Público Fiscal en el proceso penal, Ed. Ad-Hoc. Buenos Aires, 2009, Capítulos II y IV.
(26) Esta expresión se la debo a uno de mis profesores de Derecho Procesal Penal, Dr. Víctor Ramón Corvalán.
(27) Véanse, por ejemplo, Corte Interamericana de Derechos Humanos, caso "Velásquez Rodríguez", Serie C,
n° 4, de fecha 29.07.88, parágrafos 166, 174/177 (LLO); caso "Godínez Cruz", Serie C, n° 5, de fecha 20.01.89,
parágrafo 184/187; caso "Garrido Baigorria", Serie C, n° 39, de fecha 27.08.98, parágrafo 73; caso "Barrios
Altos", Serie C, n° 75, de fecha 14.03.01 (LA LEY, 2002-D, 845); entre muchos otros.
(28) Cfr. OTTAVIANO, Santiago, ob. cit., pág.284/294.
(29) Cfr. OTTAVIANO, Santiago, op. cit, pág.292, cita n° 31.
(30) Prueba de ello es que en muchos de los casos en que tuvo intervención la Corte Interamericana de Derechos
Humanos y en los que el demandado fue el Estado Argentino, la decisión cuestionada había sido revisada -en
más de una oportunidad- por otros magistrados de distintas instancias judiciales (vgr. Corte Interamericana de
Derechos Humanos, caso "Bulacio vs. Argentina". Fondo, reparaciones y costas, Serie C n° 100, de fecha
18.09.03 (LA LEY, 2004-A, 684); caso "Bayarri vs. Argentina". Excepción preliminar, fondo, reparaciones y
costas, Serie C n° 187, de fecha 30.10.08).
(31) Sobre esta crítica puede consultarse, PASTOR, Daniel, "La deriva neopunitivista de organismos y
activistas como causa del desprestigio actual de los derechos humanos", en Nueva Doctrina Penal, Ed. Editores
del Puerto, Buenos Aires, tomo 2005/A, pag.73/114; y OTTAVIANO, Santiago, "¿Subordinación y valor? La
posición de la Corte Suprema de Justicia de la Nación ante los organismos internacionales de derechos
humanos", Nueva Doctrina Penal, Editores del Puerto, Buenos Aires, 2006, Tomo 2006/A.
(32) Sobre el particular, basta recordar que nuestro Máximo Tribunal de la Nación ha efectuado en reiteradas
oportunidades una interpretación sobre el tiempo razonable del encierro preventivo en franca violación al art.29
de la Convención Americana de Derechos Humanos (vgr. Corte Suprema de Justicia de la Nación, en autos
"Arana, Juan Carlos s/ excarcelación", de fecha 19.10.95, Fallos 318:1877 y en fecha más reciente, autos
"Guerrieri, Pascual Oscar s/ legajo de prórroga de prisión preventiva", de fecha 11.12.07, Fallos 330:5082; entre
muchos otros) (DJ, 2008/02/20, 406).
(33) Si bien no existen estadísticas serias y precisas, un rápido recorrido por los juzgados del país permitirá
evidenciar la lentitud en la tramitación de las causas cualquiera sea la naturaleza del hecho ilícito.
(34) MAIER, Julio B. J., op. cit., pág.639.
(35) Cabe señalar que la Corte Interamericana de Derechos Humanos no es clara sobre el alcance de la garantía
en estudio y su vinculación con el recurso fiscal contra una sentencia absolutoria (véase por ejemplo Corte
Interamericana de Derechos Humanos "Caso Castillo Petruzzi y otros vs. Perú" Fondo, Reparaciones y Costas.
Sentencia, Serie C No. 52, de fecha 30.05.99, parágrafo 221 (LA LEY, 1999-F, 354); y "Caso Castillo Petruzzi
y otros vs. Perú" Excepciones Preliminares, Serie C No. 41, de fecha 4.09.98, parágrafo 73).
(36) Para el citado ministro- se afectaría el non bis in idem si el proceso se retrotrae a etapas anteriores cuando:
a) alcanzó un "cierto avance cualitativo"; b) cuando se trata de una nulidad que no compromete un interés de
rango constitucional; c) cuando la nulidad no le es atribuible al imputado; d) cuando la reedición del debate se
impone necesariamente. Sin embargo, dicha garantía no sería avasallada si el reenvío sólo obligara al tribunal
anterior a dictar un nuevo pronunciamiento sobre la misma cuestión. No obstante, esto último no surge del todo
claro en otros votos del Dr. Petracchi. Así, por ejemplo, en su disidencia en la causa "Acosta" (de fecha 4.05.00,
Fallos 323:929), sostuvo que la revocación del fallo absolutorio significaría otorgarle al Estado una nueva
chance para realizar su pretensión de condena, en franca violación al principio constitucional del non bis in
idem; "aun cuando aquí no fuera necesaria la nueva realización del debate, parece claro que la no convalidación
de la sentencia absolutoria como consecuencia del recurso fiscal implicaría para el imputado un riesgo procesal
que ya había superado válidamente con éxito y que,...no puede ser obligado a soportar nuevamente, cualesquiera
fuera la naturaleza de los errores que el Estado hubiera cometido en su intento anterior por provocar una
condena" (considerando n° 8 in fine). Por el contrario, en fecha reciente, suscribió un voto donde el Máximo
Tribunal revocó una sentencia absolutoria y ordenó a la Cámara Nacional de Casación Penal a modificarla por
un pronunciamiento distinto (cfr. Corte Suprema de Justicia de la Nación, en autos "Luzarreta, Héctor José y

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otros s/ privación ilegal de la libertad agravada y reiterada en concurso ideal, etc. -causa n° 1510-", de fecha
16.11.09).
(37) Art.471. "Si hubiera inobservancia de las normas procesales, la Cámara anulará lo actuado y remitirá el
proceso al tribunal que corresponda, para su sustanciación".
(38) Precisamente, la realización de un "nuevo juicio" demuestra que el anterior no tiene efectos sobre el nuevo
proceso, ya que se incorporarán los elementos de convicción ofrecidos ante un tribunal juzgador distinto (para
evitar prejuzgamiento); en el que las partes alegarán una vez más sobre la prueba reunida -cuya valoración
puede variar ostensiblemente de la efectuada en el proceso primigenio- y en el que el tribunal dictará sentencia
sin cortapisas respecto del anterior pronunciamiento.
(39) Para evitar la reiteración del juicio en esos casos se han ensayado algunas limitaciones legislativas. Así, por
ejemplo, en el art.387 del Código Procesal Penal de Chubut, al reglamentarse el reenvío en el procedimiento
aplicable en casación, se establece que la segunda absolución dictada a favor del imputado no es susceptible de
impugnación alguna.
(40) Cfr. LANZÓN, Román P., "La prescripción de la acción y el derecho a ser juzgado en un plazo razonable.
Análisis de la jurisprudencia de la Corte Suprema de Justicia de la Nación", Revista de Derecho Penal y
Procesal Penal, Febrero de 2010, Ed. Abeledo Perrot, Buenos Aires, 2010, pág.256.
(41) Corte Suprema de Justicia de la Nación, en autos "Luzarreta, Héctor José y otros s/ privación ilegal de la
libertad agravada y reiterada en concurso ideal, etc. -causa n° 1510-", de fecha 16.11.09.
(42) En el caso, el Tribunal Oral en lo Criminal N° 16 de la ciudad de Buenos Aires había absuelto a los
imputados por aplicación del principio beneficiante de la duda. Ante el recurso de casación planteado por el
Fiscal General, la Sala III de la Cámara Nacional de Casación Penal rechazó la petición fiscal y confirmó la
sentencia absolutoria. Rechazado por dicho tribunal el remedio extraordinario, el representante del Ministerio
Público Fiscal recurrió a la Corte en queja. El Procurador General señaló en su dictamen que se había realizado
una valoración fragmentada y aislada de la prueba y calificó al fallo precedente de contradictorio y desprovisto
de razonabilidad. Concretamente, sostuvo que "[n]o se trata de una discrepancia en la valoración de los
testimonios, ni de un rechazo del juez que de manera inmediata tuvo contacto con ellos, fundado en razones que
complementan la credibilidad de un testimonio (como por ejemplo, la observación del lenguaje corporal de un
testigo que lleva a la idea de que está mintiendo). Se observa más bien una interpretación de los testimonios que
no puede ser sostenida razonablemente, porque se arriba sin fundamentos a una conclusión contraria al
entendimiento natural de éstos". Por último, alegó una situación de gravedad institucional, toda vez que la
cuestión suscitada trascendía -a su modo de ver- el mero interés de las partes y afectaba de manera directa al
resto de la comunidad. Merece recordarse que los hechos investigados en la causa se vinculaban con un informe
elaborado por la "Comisión Investigadora de Procedimientos Fraguados", creada por la Procuración General de
la Nación (resolución n° 35/00). En este informe se habían detectado patrones comunes en el actual policial
donde, a través de maniobras fraudulentas, habrían iniciado causas penales en contra de personas
presumiblemente inocentes de baja condición sociocultural. En el juicio, se había debatido sobre la participación
de tres personas pertenecientes a las fuerzas policiales a las que hiciera referencia dicho informe.
(43) Art.470. "Si la resolución impugnada no hubiese observado o hubiere aplicado erróneamente la ley
sustantiva, el tribunal casará y resolverá el caso con arreglo a la ley y a la doctrina cuya aplicación declare".
(44) Corte Suprema de Justicia de la Nación, en autos "Casal, Matías Eugenio y otro s/ robo simple en grado
detentativa -causa N° 1681", de fecha 20.09.05, Fallos 328:3399 (LA LEY, 2005-E, 657).
(45) Corte Suprema de Justicia de la Nación, en autos "Giroldi, Horacio David y otro s/ recurso casación - causa
n° 32/93", de fecha 7.04.95, Fallos 318:514 (LA LEY, 1995-D, 462; DJ, 1995-2-809).
(46) MAIER, Julio B. J., op. cit., pág.635/636.
(47) Ello surge del pronunciamiento del Alto Tribunal dictado en la causa "Casal", antes citado. Desde la
doctrina, véase -por todos- BACIGALUPO, Enrique, La impugnación de los hechos probados en la Casación
Penal y otros estudios, Ed. Ad-Hoc, Buenos Aires, 1994, pág.53/71.
(48) Con encomiable claridad el Dr. Petracchi señaló en su voto en la causa "Alvarado" que estos principios
(preclusión y progresividad) además de garantizar el derecho a una administración de justicia rápida evitando
que el proceso se prolongue indefinidamente,"obedecen al imperativo de satisfacer una exigencia consubstancial
con el respeto debido a la dignidad del hombre, cual es el reconocimiento del derecho que tiene toda persona a
librarse del estado de sospecha que importa la acusación de haber cometido un delito, mediante una sentencia
que establezca, de una vez y para siempre, su situación frente a la ley penal" (Corte Suprema de Justicia de la
Nación, en autos "Alvarado, Julio s/ averiguación infracción art. 3° ley 23.771 (ANSeS)", de fecha 07.05.98,
Fallos 321:1173, considerando n° 9).
(49) Corte Suprema de Justicia de la Nación, en autos "Alvarado, Julio s/ averiguación infracción art. 3° ley
23.771 (ANSeS)", de fecha 07.05.98, Fallos 321:1173, voto de los Dres. Petracchi y Bossert, considerando n°
14.

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(50) Vgr. interpretación extensiva del art.456 del Código Procesal Penal de la Nación en cuanto al recurso de
casación (cfr. Corte Suprema de Justicia de la Nación, en autos "Casal, Matías Eugenio y otro s/ robo simple en
grado detentativa -causa N° 1681", de fecha 20.09.05, Fallos 328:3399; o a invalidez constitucional del art.459
del mismo cuerpo legal, en cuanto limita la facultad recursiva del imputado contra la sentencia condenatoria
(cfr. Corte Suprema de Justicia de la Nación, en autos "Giroldi, Horacio David y otro s/ recurso casación - causa
n° 32/93", de fecha 7.04.95, Fallos 318:514).
(51) Corte Suprema de Justicia de los Estados Unidos, en la causa "Green v. United Status", 355 U.S. 184
-1957-, precedente invocado en el voto de los Dres. Petracchi y Bossert en la causa "Alvarado" antes citada.
(52) MÁRQUEZ URTUBEY, Luis, "Jurisprudencia sobre el 'non bis in idem' y 'double jeopardy'", Diario La
Ley, de fecha 6.12.04, pág.4.
(53) Esta es, a mi modo de ver, la interpretación que corresponde asignársele al voto en disidencia del Dr.
Petracchi en la causa "Turano" cuando hace referencia a la prohibición de retrotraer el proceso a etapas ya
superadas cuando exista "cierto avance cualitativo en el proceso", en el que da como ejemplo que la acusación
ya se haya efectuado. Debemos tener en cuenta que la misma está completa recién cuando el fiscal alega sobre
el mérito de la prueba reunida en el debate (cfr. LANZÓN, Román P. La pretensión desincriminante...,
pág.86/100).
(54) MAIER, Julio B. J., op. cit., pág.639.

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