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Natalia Sergi
1. Introducción
He explorado ―tanto durante la vigencia de la ley 24.390, como la actual 25.430, in-
cluso en la legislación de la provincia de Buenos Aires―, las dificultades en la aplica-
ción de este límite, no por cuestiones jurídicas sino —antes bien—por motivaciones
propias de la política criminal: supuestos de excepción, la imposibilidad material de
establecer un término claro, los criterios de flexibilización, etc.; argumentos que utili-
za el sistema para alcanzar lo imposible: que un límite temporal no pueda ser medido
y determinado en un número concreto de horas, días, meses, años.
1Sergi, Natalia, Límites temporales a la prisión preventiva, NDP, 2001/A; El plazo mínimo de
duración del encarcelamiento preventivo según el Tribunal de Casación Penal de la provin-
cia de Buenos Aires, en Revista de Derecho Penal y Procesal Penal, 6/2007, junio, Lexis Ne-
xis, p. 1072/1080; Presupuestos para el encarcelamiento preventivo en la jurisprudencia, en
Garantías constitucionales en la investigación penal. Un estudio crítico de la jurispruden-
cia, AAVV, Florencia G. Plazas y Luciano Hazan (comps), Editores del Puerto, Buenos Aires,
2006; Inequivalencia entre pena y encarcelamiento preventivo, en Estudios sobre Justicia
Penal, libro homenaje al Prof. Dr. Julio B. J. Maier, AAVV, Editores del Puerto, 2005; El en-
carcelamiento preventivo para la CSJN, en Jurisprudencia penal de la CSJN, Tomo 7, dirección
Leonardo Pitlevnik, Editorial Hammurabi.
2 En adelante, CADH.
3 En adelante, PIDCP.
4 La prisión preventiva puede ser limitada temporalmente por aplicación del principio de pro-
porcionalidad, sin embargo, éste resulta un límite más antiguo y que equipara perversamente
medida cautelar con pena, sí es aplicado. Sobre la diferencia entre ambas formas de limitar
temporalmente la prisión preventiva, Sergi, Natalia, Límites temporales a la prisión preventiva,
NDP, 2001/A, p. 123 y ss.
5 En adelante, CSJN.
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2. El plazo
La determinación y consecuencias del límite temporal tanto del proceso como del en-
carcelamiento preventivo (surgido de los tratados internacionales), resulta un tema
particularmente dificultoso en nuestro ámbito jurídico: cómo establecer un plazo que
abarque todo el espectro de casos, cómo diferenciar situaciones de gravedad, cómo
prever la razonabilidad en casos de nula y extrema complejidad, etc; y del mismo
modo, una vez establecido, cómo debe ser aplicado, quién debe definirlo, cómo resol-
ver la posible parcialidad del criterio judicial al evaluar su propia actividad, etc.
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y que tenía su correlación en un supuesto de excarcelación, art. 379, inc. 612. El legis-
lador al regular la garantía lo tomó pues la nueva ley procesal ⎯ley 23.984⎯ no es-
tablecía un término de duración del proceso sino sólo de la instrucción a partir de la
indagatoria de cuatro meses (Código Procesal Penal de la Nación13, 207) que, tal vez,
consideró exiguo14.
12El art. 379 del código derogado disponía ⎯incorporado por la ley 23.050⎯: “Podrá conce-
derse la excarcelación del procesado bajo alguna de las cauciones determinadas en este tí-
tulo, en los siguientes casos: … 6° Cuando el tiempo de detención o prisión preventiva hu-
biesen superado el término establecido en el art. 701, que en ningún caso deberá ser supe-
rior a dos (2) años…”; el art. 701 establecía: “Toda causa deberá terminarse completamente
en el término de dos años, no computándose las demoras causadas por articulaciones de las
partes, diligenciamiento de oficios o exhortos, realización de peritaciones u otros trámites
necesarios, cuya duración no dependa de la actividad del Juzgado”.
13 En adelante CPPN.
14Art. 207 establece: “La instrucción deberá practicarse en el término de cuatro meses a
contar de la indagatoria. Si ese término resultare insuficiente, el juez solicitará prórroga a
la Cámara de Apelaciones, la que podrá acordarla hasta por dos meses más, según las cau-
sas de la demora y la naturaleza de la investigación. Sin embargo, en los casos de suma
gravedad y de muy difícil investigación, la prórroga otorgada podrá exceder excepcional-
mente de dicho plazo.” Sin embargo, de hecho, resultan muy excepcionales los casos en don-
de tiene consecuencia alguna la aplicación de esta norma procesal ⎯sólo en casos de investi-
gaciones paralizadas⎯.
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La ley 25.430 (ya complementaria del CPPN, pues derogó el cómputo del Código Pe-
nal, 24 que contenía la ley 24.390), modificó el plazo pues, esta redacción15 establece,
que el límite sólo rige hasta la sentencia. No se modificó el plazo de dos años, ni la ex-
tensión de un año más en los casos de evidente complejidad de la causa o por la can-
tidad de delitos atribuidos al procesado. Y como en el texto original, la complejidad
15 El art. 1 establece: “La prisión preventiva no podrá ser superior a dos años, sin que se
haya dictado sentencia. No obstante, cuando la cantidad de los delitos atribuidos al proce-
sado o la evidente complejidad hayan impedido el dictado de la misma en el plazo indicado,
éste podrá prorrogarse por un año más, por resolución fundada, que deberá comunicarse
de inmediato al tribunal superior que correspondiere, para su debido contralor”; el art. 2
establece: “Los plazos previstos en el Artículo precedente no se computarán a los efectos de
esta ley, cuando los mismos se cumplieren después de haberse dictado sentencia condena-
toria, aunque la misma no se encontrare firme”. Esta limitación del plazo al momento de la
sentencia tiene su origen en la discusión previa a la eliminación del art. 7 de la ley 24.390 que
establecía el cómputo doble de la prisión preventiva luego de transcurrido el plazo de dos
años del art. 1. Un debate público y una supuesta sensación de inseguridad ciudadana, provo-
caron en la Cámara de Diputados una serie de proyectos para reformar la ley 24.390 que fue-
ron discutidos en la Comisión de Legislación Penal. El proyecto que impulsó la discusión fue
el del Diputado Melchor Cruchaga. La propuesta establecía una modificación del art. 7:
“Transcurrido el plazo de los dos años previsto en el art. 1°, computará por un día de pri-
sión preventiva dos de prisión o uno de reclusión, hasta el día en que se dicte la sentencia de
condena por el tribunal de juicio. Lo dispuesto en el párrafo precedente no regirá durante el
tiempo que demande la tramitación de los recursos que se interpongan contra dicha sen-
tencia, salvo que ella sea revocada o anulada.”. El proyecto preveía la limitación a la senten-
cia, no del plazo en sí mismo, sino del cómputo doble ⎯piedra de la discordia de la modifica-
ción que se impulsa por una falsa idea que la demora se producía por la interposición siste-
mática de recursos por los abogados defensores⎯, e incluso preveía el supuesto de que la
sentencia fuera revocada. Sin embargo, el proyecto, finalmente aprobado, contiene una dis-
posición absolutamente diferente, no sólo elimina el cómputo doble de la ley, sino que ex-
tiende el plazo. El texto de la ley computa el plazo sólo hasta la sentencia del debate excluye,
de esta manera, el recurso contra la sentencia del tribunal oral. Esta regulación tiene una
consideración equivocada del recurso contra la sentencia de condena. La ley considera el re-
curso sólo como un mecanismo de control judicial y no, como lo es luego de la incorporación
de los tratados internacionales a la CN, como una garantía procesal del imputado establecido
expresamente en la CADH, 8.2.h. La ley desconoce el derecho del imputado al recurso en
contra de la sentencia de condena y, a la vez, en la práctica, ello habilitará el encarcelamiento
preventivo más allá de todo límite razonable (piénsese en casos en donde el plazo se cumpla
después de la sentencia, el tribunal del recurso podrá extenderse infinitamente en la resolu-
ción definitiva y el imputado podrá permanecer en prisión preventiva sin limitación alguna).
Es por ello que la Corte IDH en Suárez Rosero, establece que el plazo de la detención debe
computarse desde la detención hasta que la sentencia definitiva adquiera firmeza, y destaca
expresamente que, en materia penal, se deben incluir todos los recursos (párrafos 70 y 71):
“Considera la Corte que el proceso termina cuando se dicta sentencia definitiva y firme en el
asunto, con lo cual se agota la jurisdicción... y que particularmente en materia penal, dicho
plazo debe comprender todo el procedimiento, incluyendo los recursos de instancia que pu-
dieran eventualmente presentarse”. Cfr. Sergi, Límites temporales.
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resulta una variable siempre para prolongar el plazo16, pero nunca para disminuirlo
en casos más sencillos17.
Ahora bien, si la ley sólo prevé un plazo, extraído de un código escrito, con la posibi-
lidad de extenderlo, resulta evidente que el límite es para el caso más complejo posi-
ble para el sistema. De manera tal que el término establecido en la ley, por ende, sólo
puede ser entendido como un plazo máximo y no razonable, máximo para todos los
casos que nunca y en ningún caso podrá superarse18.
Es que el análisis una vez agotado el período permitido no puede basarse en el examen
de la medida cautelar en sí misma, pues el plazo se aplica a pesar de su pertinencia. De
otro modo, el legislador, ha realizado un trabajo inútil, ¿qué sentido tenía, entonces, el
límite temporal que impone la ley?
Nadie lo explica más claramente que Cafferata Nores19: “Es que siendo el peligro de en-
torpecimiento de la investigación o de fuga el argumento para imponer y mantener en el
tiempo el encarcelamiento procesal, a cuya duración la ley le impone un término máxi-
mo, no puede volver a reinvocarse como argumento para prolongar la duración que
aquel plazo quiere limitar. Si el peligro de burla a la acción de la justicia impide la liber-
16Este criterio es el que se suelen aplicar en los estados provinciales y en la legislación com-
parada en la región. Incluso es uno de los criterios de los organismos internacionales para
realizar la evaluación sobre la razonabilidad de los plazos de duración del proceso y el encar-
celamiento preventivo, junto con la variable de la actividad desplegada por el imputado, y la
actividad de los autoridades jurisdiccionales que intervinieron.
17Pastor, Escolios de la ley de limitación temporal del encarcelamiento preventivo, en revis-
ta Nueva Doctrina Penal, Ed. del Puerto, Buenos Aires, 1996/A, p.293.
18Si bien el Estado puede determinar un plazo ese siempre debe ser considerado como un
plazo máximo para todas las causas, incluso las complejas. Por debajo de dicho plazo se debe
analizar si en el caso concreto se mantiene el criterio de razonabilidad que establece la norma
constitucional. Ahora bien, no en todos los casos este plazo máximo resulta razonable. Por
debajo, puede y debe, analizarse la razonabilidad de la duración de acuerdo a la complejidad
del caso. A tal fin podrían introducirse criterios relativos a la proporcionalidad entre la pena
posiblemente aplicable y la prisión preventiva, la diligencia estatal y el plazo razonable del
proceso, como lo hace el tribunal, pero no para ampliar el plazo sino para reducirlo.
19Cafferata Nores, José I., Limitación temporal a la prisión preventiva, en Cuestiones actua-
les sobre el proceso penal, Ed. del Puerto, Buenos Aires, 1997 (3° edición actualizada de
2000), p. 207.
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tad durante el plazo y la sigue impidiendo después de vencido el plazo: ¿para qué sirve
el plazo?”
(ii) Esta interpretación y aplicación no fue la instaurada por la CSJN; en cambio, en-
tendió que cuando las características del delito que se imputa, las condiciones perso-
nales del imputado y la pena con que se reprime el hecho, guardaran estrecha rela-
ción con el peligro procesal debía denegarse la libertad. En definitiva, ingresó en el
estudio de criterios sobre la medida cautelar en sí misma y consideró la aplicación del
plazo como un supuesto de excarcelación, a su entender, la razonabilidad de la pri-
sión preventiva debía ser interpretada a la luz de las disposiciones de la ley procesal.
La primera vez que la Corte Suprema analizó el art. 7.5 de la CADH fue en la causa
Firmenich21. Esta resolución es anterior a la reforma constitucional del año 1994 —
que introdujo al texto constitucional los tratados internacionales de derechos huma-
nos, CN, 75, inc. 22— y a la ley 24.390. Entendió que el juicio sobre la prolongación
de la privación de la libertad cautelar debía estar relacionado con las circunstancias
del caso y del imputado, y citando una resolución del Tribunal Europeo de Derechos
Humanos, sostuvo que el plazo no podía ser determinado en un número fijo de días,
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meses o años, y que su razonabilidad no podía ser analizada en forma abstracta22. Fi-
nalmente ligó los criterios del peligro procesal (características del delito, las condi-
ciones personales del imputado y la pena) para denegar la libertad23.
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En la doctrina del fallo Firmench, y luego Bramajo ―y aunque de manera más mode-
rada también en Estévez27― se ha interpretado y aplicado, sin objeciones, el art. 3º de
la ley, agregando una condición no prevista, el CPPN, 31928, en el análisis del plazo.
Esta posición –conforme lo he analizado en otros trabajos— es incorrecta. Por una
parte, al evaluar la medida cautelar en sí misma se pervierte el sentido de la garantía
como tal, pues el límite temporal sólo funciona en casos de peligro procesal. Por la
otra, es que la gravedad del hecho, así como la escala penal aplicable, resultan aspec-
tos siempre presentes en el análisis del plazo. Ello lo es por una cuestión práctica más
que jurídica. El límite se vuelve realmente operativo, en casos graves con escalas pe-
nales elevadas, pues de lo contrario, operaría previamente el principio de proporcio-
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nalidad —CPPN, 31729—. Por ello, no es usual que existan casos sencillos y con penas
menores donde sea necesaria su aplicación, de modo tal que limitar su vigencia a esas
situaciones desvirtúa completamente el derecho.
Por último, he remarcado30 que la concepción del plazo razonable de la CSJN era, ya,
arcaica pues la doctrina que marcó la manera de interpretación originada en la CIDH
(también en el Informe 12/96) ya había sido modificada en el Informe CIDH 35/0731,
que sostiene:
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3. Bayarri
Así, con fecha 30 de octubre de 2008, resolvió en el caso Bayarri vs. Argentina, que
se violentó el límite temporal del encarcelamiento preventivo (CADH, 7.5) pues Baya-
rri estuvo privado de la libertad durante el proceso por 13 años, luego absuelto en una
causa donde se investigaban secuestros extorsivos reiterados.
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Ahora bien, con el objeto de comprobar si existió exceso en estos límites de lo razo-
nable, analiza la ley 24.390 —como regulatoria del CADH, 7.5—, cuya aplicación ha-
bía sido denegada en tres oportunidades durante el proceso, e incluso fue más allá al
interpretar la garantía:
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La CorteIDH desvirtúa esta manera de aplicar la garantía y aclara que el plazo debe
analizarse como máximo y fatal, luego de lo cual no es posible considerar las condi-
ciones personales del imputado, ni el delito para mantener la privación de la libertad,
de modo que no es posible referirse a los riesgos procesales ni otros motivos que ha-
bilitaron la medida cautelar.
De manera tal que no es posible, una vez cumplido el período autorizado por el Esta-
do, considerar, nuevamente, los motivos que fundamentaron el encarcelamiento pre-
ventivo ni seguir extendiéndolo.
4. Acosta
Con fecha 8 de mayo de 2012, la CSJN resolvió el caso Acosta, Jorge Eduardo y otros
s/recurso de casación, que aquí comento. En la sentencia se discute la prórroga de la
prisión preventiva dispuesta por el Juzgado Nacional en lo Criminal y Correccional n°
12 de Jorge Eduardo Acosta y de Jorge Carlos Radice.
a) El 2 de septiembre de 2005 habían sido procesados con prisión preventiva por los
delitos de robo, en concurso real con extorsión reiterada (tres hechos), en concurso
real con falsificación ideológica de instrumento público, los que a su vez concurrían
en con el delito de asociación ilícita. El 27 de diciembre de 2007 se había dictado el
auto de elevación a juicio con respecto a varios hechos.
El juez dispuso la prórroga de un año, para ello estimó que resultaba aplicable la ley
24.390 (con las modificaciones de la ley 25.430), y aplicó la doctrina de la CSJN:
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ban ninguno de los motivos establecidos en el art. 317 del Código Procesal Penal de la
Nación para que los imputados recuperaran la libertad.
Tuvo en cuenta que en otras causas conexas los imputados se encontraban procesa-
dos con prisión preventiva por los delitos de privación ilegal de la libertad, tormen-
tos, homicidios y tormentos seguidos de muerte en forma reiterada ocurridos en la
Escuela de Mecánica de la Armada con intervención del Grupo de Tareas 3.3 integra-
do, entre otros, por Acosta y Radice. En definitiva, crímenes de lesa humanidad. En
virtud de ello y la obligación internacional estatal de investigarlos, perseguirlos y san-
cionarlos, que se justificaba la restricción de la libertad.
c) Contra esa sentencia, la defensa interpuso recurso de casación que resolvió la Sala
II de la Cámara Federal de Casación Penal (compuesta por Yacobucci, García y Mit-
chell, en disidencia). Se hizo lugar parcialmente al recurso de la defensa, se revocó la
resolución y dispuso la libertad de Acosta y Radice bajo caución personal.
(i) El juez Yacobucci, concluyó que el examen sobre la duración de la prisión preven-
tiva presupone la existencia de los motivos que legitiman la presunción, pero que su
prolongación no podía justificarse en la gravedad de los hechos, la intensidad de la
pena amenazada y las consideraciones derivadas de la importancia y complejidad o
voluminosidad del proceso que no operaban per se como justificativo para su conti-
nuidad sine die, pues en ese caso se estaría aplicando de manera encubierta una pena
bajo la denominación de medida cautelar. Indicó que los propios criterios fijados por
el legislador —cantidad de delitos atribuidos o complejidad de la causa— permitían,
de acuerdo con el caso concreto, otorgar una nueva prórroga a la excepcionalmente
prevista con el fin de culminar la etapa preparatoria del juicio o disponer la realiza-
ción de la audiencia de debate, pero que, al no darse en el caso no correspondía con-
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(ii) El juez García estableció una distinción entre las leyes. Sostuvo que en principio y
bajo la vieja redacción de la ley 24.390, estos límites eran estrictos, salvo que el Mi-
nisterio Publico alegase y demostrase que hubiesen existido de parte de la defensa
articulaciones manifiestamente dilatorias. Si la oposición fuese aceptada, en los tiem-
pos del art. 1° no se computarían las demoras imputables a la defensa, según los arts.
3° y 4°; la complejidad del caso y la cantidad de hechos atribuidos era la única posible
justificación de la prórroga, que estaba limitada en el tiempo, según el texto legal, por
plazos determinados en años y meses.
Expresó que la reforma por ley 25.430 había modificado sustancialmente la situa-
ción, por cuanto ahora no podía predicarse que existiera un límite tan estricto a la du-
ración de la prisión preventiva pues el art. 3°, introdujo nuevas causales de oposición
en las que podía ampararse el Ministerio Publico, más allá de la existencia de articu-
laciones manifiestamente dilatorias de la defensa.
De modo tal que, en su opinión, la opción legislativa apuntada por la reforma marcó
claramente un cambio en la decisión soberana original que sólo contemplaba la opo-
sición de la fiscalía por razón de la existencia de articulaciones manifiestamente dila-
torias y enuncia tres posibles obstáculos: a) la gravedad del delito atribuido; b) la
concurrencia de las circunstancias previstas en еl art. 319 del Código Procesal Penal
de lа Nación у с) lа existencia de articulaciones manifiestamente dilatorias por parte
de lа defensa. Que el fundamento de lа prórroga sólo podía estar constituido por lа
demostrada complejidad del caso у por lа pluralidad de hechos atribuidos, porque
estos son los criterios autorizados por еl art. 1°.
Estimó que todas las consideraciones que se hacían еn la decisión recurrida acerca de
las estimaciones sobre el peligro de fuga, 0 entorpecimiento de la investigación, no
podían ser tenidas en cuenta para realizar el escrutinio de la duración de la prisión
preventiva, pues estos peligros son presupuesto de su dictado cualquiera fuese su du-
ración, de modo que no podían ser invocados nuevamente, ahora, para justificar
cualquier extensión.
En función de ello, entendió que los motivos dados por la Cámara Federal no podían
considerarse como una justificación suficiente para prorrogar la privación de liber-
tad, pues ello entrañaría la posibilidad de estirar los tiempos con plazos indetermina-
dos.
Finalmente dejó constancia que “frente a la incertidumbre acerca del momento en
que se estaría en condiciones de llevar adelante el juicio contra los imputados, una
prórroga de la prisión preventiva adicional no aparece como claramente idónea para
asegurar la realización de un debate antes de la expiración, sino como una vía para
ganar tiempo hasta que se pueda determinar cuando estará el caso en condiciones de
que se realice el juicio. Concuerdo pues con el voto anterior —del juez Yacobucci— en
que la decisión de prórroga esta infundada, y en que, atento a que la prisión preventi-
va impuesta se ha tornado desproporcionada frente a las posibilidades de satisfacer la
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(i) Puesto que ya se encontraba fuera de discusión la ley aplicable, la CSJN analiza la
ley 25.430, de manera tal que, tanto el dictamen del PGN32, como la CSJN (conside-
rando nº 16) sostienen que Bayarri no se aplica obligatoriamente pues se refiere a la
ley 24.390, y no a su modificatoria:
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también García en casación. ¿Existe tal distinción sustancial entre las leyes? Para fa-
cilitar la comparación he realizado un cuadro con los primeros cuatro artículos.
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El art. 3° regula los motivos de oposición que puede invocar el ministerio público. En
primer lugar, adviértase que se establece argumentos de objeción, y en ningún caso,
impedimentos para la decisión judicial. En segundo lugar, la ley 25.430 agrega dos
razones de negativa que no se encontraban contenidos en el texto original: la grave-
dad del delito y las circunstancias del CPPN, 319. La incorporación de estas circuns-
tancias al texto no hizo más que legislar nuevas posibilidades de resistencia a la liber-
tad que la doctrina de la jurisprudencia de la CSJN había impuesto, pero en modo al-
guno implica un carácter diferente del plazo.
En definitiva, si el plazo sólo puede ser interpretado como fatal de acuerdo a Bayarri,
pues en modo alguno se modifica ello a que la nueva ley hubiera incorporado nuevas
razones a la original referida a las articulaciones dilatorias de la defensa. Ya sea por el
motivo original o los agregados, lo cierto es que Bayarri determina que estas evalua-
ciones sólo puedan realizarse, siempre, dentro del término máximo establecido por la
ley y no como nuevos fundamentos de extensión más allá de los establecidos por los
dos primeros artículos. Es que la única posibilidad de interpretación constitucional
de esta norma es que estas posibles circunstancias de extensión lo sean, en el marco,
del plazo final establecido por la ley en los art. 1 y 2.
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La modificación del art. 4° parece establecer una diferencia más sustancial sobre el
modo de interpretar el plazo. Adviértase que la innovación estableció el “podrá”, y no
el imperativo de ley 24.390 “recuperará” la libertad. El legislador, recogiendo la doc-
trina tradicional de la CSJN, incorpora la posibilidad de evaluación judicial a la hora
de conceder la libertad. Sin embargo, conforme la jurisprudencia de los organismos
internacionales sobre la garantía del CADH, 7.5, ¿es posible aplicar la ley de ese
modo? Evidentemente no. La CorteIDH, es muy clara en el análisis, no del plazo pre-
visto en la ley, sino de la garantía y la forma de aplicarla, en Bayarri expresamente
establece que: “…aun cuando medien razones para mantener a una persona en pri-
sión preventiva, el Artículo 7.5 garantiza que aquella sea liberada si el período de la
detención ha excedido el límite de lo razonable…”.
De manera tal que, justamente, el exceso en el plazo final implica la libertad más allá
de las razones que pudiera tener el juez para mantener la privación de la libertad. De
modo que este “podrá” del art. 4° modificado, sólo tendrá vigencia en la evaluación de
razonabilidad, siempre, dentro del término máximo establecido por el art. 1 y 2. Lo
contrario implicaría, desconocer, por completo la existencia de cualquier lapso y la
posibilidad de privar de la libertad durante el proceso sin condena, sine die. Ello vio-
lenta la garantía del CADH, 7.5 (…tendrá derecho a ser juzgada dentro de un plazo
razonable o a ser puesta en libertad, sin perjuicio de que continúe el proceso….), no
sólo conforme lo he analizado en el punto sobre el plazo, sino que así lo ha interpre-
tado tanto la CIDH en el Informe 35/07 como la CorteIDH, en Bayarri.
Empero, incluso considerando que la ley implicó un cambio sustancial, ¿existe distin-
ción de conformidad con la jurisprudencia interna sobre el tema? Bayarri analiza la
manera en que el plazo fue interpretado y aplicado. Y esta manera abarca la doctrina
tradicional de la CSJN que pretendió ser recogida por la modificación legislativa.
La CorteIDH precisa que el plazo debe ser interpretado máximo pues de lo contrario
se desvirtúa la imposición de un límite temporal. Ello es válido tanto para el estudio
de una ley, o a su manera de aplicarla por la jurisprudencia. Adviértase que en Baya-
rri se precisa que la vigencia de la garantía impide continuar con la medida aún
cuando medien razones para privar de la libertad. De manera que el análisis sobre el
modo de aplicar el plazo razonable en la sentencia, no fue la forma en que se estable-
cía en la ley 24.390, sino la forma en que rige la garantía.
La modificación en la ley —que en todo caso no hizo más que codificar la jurispru-
dencia de la CSJN— no puede implicar, en modo alguno, que el fallo de la CorteIDH
no sea aplicable para los casos en donde se analiza la ley 25.430. Al mismo tiempo,
resulta curioso que antes y durante la vigencia de la ley 24.390, la CSJN interpretó el
plazo siempre del mismo modo, de manera tal que no parece lógico que la forma de
aplicarla se encuentre circunscripta a la redacción de la ley 24.390 o 25.430.
Y ello tiene un origen histórico. Es que no es el texto de la ley 24.390 lo que determi-
nó el sistema instaurado de la CSJN. En Firmenich (1987) previo a ley 24.390 (1994)
se interpretó la garantía del modo en que no era más que un supuesto de excarcela-
ción y que debía interpretarse a la luz de dicho criterio. Luego, en la vigencia de la ley
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Si la ley 24.390 era interpretada de modo que el límite temporal no era fatal, y la ley
25430 establece un plazo que tampoco lo es, no tiene sentido práctico la distinción
que pretende el fallo. Esta diferencia parece más que una excusa que una realidad. De
modo tal que todos los caminos conducen a la misma forma de la CSJN de definir el
plazo de manera que no sea máximo, sino mínimo —sea por la aplicación de la juris-
prudencia o de la ley—; y esta manera de interpretarlo —ya ha sido sostenido por la
CorteIDH— desvirtúa la garantía.
20) Que para determinar otra interpretación conforme a la cual la ley es-
tablecería un plazo legal genérico, condicionado a la determinación judi-
cial en el caso concreto, en principio no puede considerarse que el arbitrio
judicial pueda corresponder a cualquier delito, sea cual fuere su gravedad
y, la mayor o menor complejidad de su investigación y juzgamiento, ex-
tremos que se deben valorar no en forma autónoma sino conglobada para
fundar, como excepción, la posibilidad de superarlo.
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Resulta evidente que la CSJN, instaura una postura intermedia en donde se considera
expresamente el tipo de delito a la hora de evaluar la extensión del plazo establecido
por la ley. Sostiene que la excepción planteada en la ley 25.430 para ampliar el plazo
no es para cualquier delito, sino para aquellos más graves y complejos, en particular
contra la vida y la integridad física. Si bien aspira a reservarse la valoración judicial
para la evaluación de la libertad por aplicación del plazo del encarcelamiento preven-
tivo, por lo menos, este criterio judicial lo restringe a determinados casos graves (de-
litos de lesa humanidad).
Esta distinción con relación a los delitos perseguidos, no tiene ningún asidero en el
caso Bayarri pues se trataba de un caso de secuestros extorsivos, también casos gra-
ves (aunque el imputado había sido absuelto).
Por otra parte, esta aparente restricción —desde el punto de vista práctico— no lo es
tal, pues los casos en que suele intervenir la CSJN sobre el plazo razonable del encar-
celamiento preventivo, son casos de penas elevadas (de lo contrario hubiera operado
previamente el principio de proporcionalidad, CPPN, 317) y suelen ser casos graves
en contra de la integridad física de las personas (por ejemplo, secuestro seguido de
muerte, etc.).
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30) Que finalmente corresponde destacar que conforme surge de los votos
que formaran mayoría en la sentencia recurrida, la fijación de fecha de de-
bate y la conclusión de instrucciones suplementarias, serían causal objeti-
va suficiente para extender las prórrogas de las prisiones preventivas. Esta
postura descarta la aplicación de un plazo legal fatal. En consecuencia co-
rrespondería analizar nuevamente el conjunto de las pautas señaladas
para estos supuestos y estos delitos que presentan como característica ex-
cepcional la multiplicidad de resultados graves y en concursos reales plu-
rales.
31) Que en consecuencia corresponde que se analice nuevamente la pró-
rroga de prisión preventiva cuestionada en orden a los parámetros esta-
blecidos en el presente a los efectos de establecer su razonabilidad.
— 21 —
allá de ello, si bien esta excepción fue declarada inconstitucional en el caso Arana35,
luego la CorteIDH en Suárez Rosero36 específicamente estableció:
35 CSJN, 19/10/95.
36 Corte Interamericana de Derechos Humanos, caso Suárez Rosero, del 12 de noviembre de
1997, recogido en el fallo Nápoli CSJN, Erika Elizabeth Nápoli y otros, 22 de diciembre 1998,
Fallos, 321: 3630, la CSJN concluyó en la inconstitucionalidad de la prohibición absoluta de
libertad sólo por la naturaleza del delito, del modo en que lo establece el CPPN, 316, 2º párra-
fo, para los supuestos de Artículos 139, 139 bis y 146 del Código Penal.
15) Que al dictar la ley 24.410 el Poder Legislativo se apartó de los principios hasta aquí ex-
puestos pues en lugar de utilizar las facultades que la Constitución Nacional le ha conferido
para la protección de bienes jurídicos mediante el aumento o disminución de la escala penal
en los casos en que lo estime pertinente (considerandos 10 y 11), recurrió a la prisión preven-
tiva con fines intimidatorios o disuasivos, lo cual significa el establecimiento por esa vía de
agravaciones propias de la ley sustantiva.
16) Que, en tales condiciones, la limitación de la libertad personal durante el proceso motiva-
da en el reproche o en la repulsa social de ciertas conductas –por más aberrantes que puedan
ser— como remedio tendiente a combatir el auge de determinada delincuencia ante la nece-
sidad de mayor protección de determinados bienes jurídicos, importa alterar arbitrariamente
los ámbitos propios de las distintas esferas constitucionales para el ejercicio de prerrogativas
legisferantes y desvirtúa la naturaleza cautelar de la prisión preventiva al convertirla en una
verdadera pena anticipada, pues la aspiración social de que todos los culpables reciban pena
presupone, precisamente, que se haya establecido previamente esa calidad (Fallos: 303:267,
considerando 8°, segundo párrafo).
Y aplicando el fallo de la Corte Interamericana de Derechos Humanos, Suárez Rosero, sostu-
vo que la prisión preventiva constituye una medida cautelar y no punitiva: “.. la Corte Inter-
americana de Derechos Humanos.... ha consagrado, dentro del contexto general de los ins-
trumentos internacionales vigentes, que la prisión preventiva es una medida cautelar, no pu-
nitiva, y que a su vez no debe constituir la regla general, como expresamente lo consagra el
Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos (art. 9.3), pues de lo contrario se estaría
privando de la libertad a personas cuya responsabilidad criminal no ha sido establecida, en
violación del principio de inocencia ...”.
Se refiere al art. 114 bis del código ecuatoriano establece que “[l]as personas que hubieren
permanecido detenidas sin haber recibido auto de sobreseimiento o de apertura al plenario
por un tiempo igual o mayor a la tercera parte del establecido por el Código Penal como pena
máxima para el delito por el cual estuvieren encausadas, serán puestas inmediatamente en
libertad por el juez que conozca el proceso.
De igual modo las personas que hubieren permanecido detenidas sin haber recibido
sentencia, por un tiempo igual o mayor a la mitad del establecido por el Código Penal
como pena máxima por el delito por el cual estuvieren encausadas, serán puestas en
libertad por el tribunal penal que conozca el proceso.
Se excluye de estas disposiciones a los que estuvieren encausados, por delitos sancio-
nados por la Ley sobre Sustancias Estupefacientes y Psicotrópicas.”
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La CSJN sin tapujos ha establecido una excepción a la aplicación del plazo: los delitos
de lesa humanidad. ¿Esta excepción se extenderá a otros delitos complejos y/graves
dentro de nuestro sistema?
Es que si bien los tratados internacionales prevén pautas diversas para los delitos de
lesa humanidad, sin embargo, ninguno de ellos se refiere a las medidas cautelares
privativas de la libertad. Y resulta dificultoso extraer que como consecuencia de la
obligación internacional de perseguirlos y juzgarlos implique per se el impedimento
de que el imputado transcurra en libertad el proceso, si es que consideramos que el
encarcelamiento preventivo es una medida cautelar y no punitiva. Es por ello que,
desde el punto de vista estrictamente jurídico, la CSJN se ha enfrentado al desafío de
legitimar esta distinción. ¿Lo ha logrado?
El artículo 2 de la CADH determina que “[s]i en el ejercicio de los derechos y libertades men-
cionados en el Artículo 1 no estuviere ya garantizado por disposiciones legislativas o de otro
carácter, los Estados partes se comprometen a adoptar, con arreglo a sus procedimientos
constitucionales y a las disposiciones de esta Convención, las medidas legislativas o de otro
carácter que fueren necesarias para hacer efectivos tales derechos y libertades.”
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