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TRABAJO Y CIUDADANÍA – 6° AÑO – ISJ

Las primeras leyes laborales en la República Argentina

La primera normativa laboral que se registra en nuestro país es la Ley 4661 sancionada en 1905,
cuya autoría corresponde a Joaquín V. González, a partir de la cual se estableció el descanso
dominical. En principio, esta norma solo se aplicaba al territorio de la Ciudad de Buenos Aires
(luego se fue replicando en el resto de las provincias). Esta primera ley obrera fue el empuje para
el dictado de otras normas laborales. 1

En 1907 se sancionó la Ley 5291, regulatoria del trabajo de mujeres y niños, la cual intentaba
incorporar nuevas ideas sobre problemas sociales de la época, estableciendo, por ejemplo, la
prohibición de la contratación de niños menores de 10 años.

En ese mismo año un decreto presidencial creó el Departamento Nacional del Trabajo –origen del
actual Ministerio de Trabajo– y se designó al frente de la flamante repartición a José Nicolás
Matienzo. Tiempo después, en 1912, el Congreso sancionó la Ley Orgánica 8999, basada en
proyectos presentados por José Luis Cantilo y Alfredo Palacios, que ampliaba las funciones de
dicho Departamento. De esta manera, Argentina fue uno de los primeros países en el mundo en
tener una dependencia estatal especialmente dedicada a atender y solucionar problemas
inherentes a las relaciones laborales.

El 10 de febrero de 1912, se sancionó la Ley Nº 8871, conocida como Ley Sáenz Peña, que
estableció el sufragio universal masculino, secreto y obligatorio. Esta norma permitió incrementar
los bajos niveles de participación electoral y puso fin a prácticas como el voto cantado o el voto
múltiple. Hasta 1912, el país se dividía en distritos electorales en los que cada votante lo hacía por
una lista completa, es decir que contenía los candidatos para todos los cargos. La lista más votada
obtenía todas las bancas o puestos ejecutivos en disputa y la oposición se quedaba prácticamente
sin representación política. La emisión del voto a viva voz podía provocarle graves inconvenientes
al votante: desde la pérdida de su empleo hasta la propia vida, si su voto no coincidía con el del
caudillo que dominaba su circuito electoral. En estas condiciones era común que en las elecciones
se registraran fraudes escandalosos, en los que se hacían valer los documentos de personas
muertas, se compraban votos, quemaban urnas y falsificaban padrones. Si bien la Ley Saenz Peña
no se trata de una norma laboral, resultó muy importante para el sector obrero, ya que permitió
elegir a sus representantes.

En materia de accidentes de trabajo y enfermedades profesionales, el año 1915 se sancionó la Ley


9688 que estuvo vigente, con distintas modificaciones hasta el año 1991. Fue modelo y
precursora en todo el continente americano. En ella se estableció la responsabilidad del
empleador para casos determinados, así como una serie de compensaciones económicas en favor
del trabajador. Fue el antecedente de la actual Ley de Riesgos del Trabajo.
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En noviembre de 1918 se dio sanción definitiva a la Ley 10505 que reglamentaba el trabajo a
domicilio. El objetivo central de su impulsor, el senador socialista Enrique del Valle Iberlucea, era
poner un límite a la explotación de los trabajadores a domicilio, básicamente mujeres y menores
que no gozaban de protección legal alguna. Estos trabajadores no se encontraban contemplados
ni por de la ley de descanso dominical (ley 4661), ni por la ley que protege a la mujer y al niño (ley
5291), como así tampoco fueron incluidos en la de accidentes de trabajo (ley 9688).

La ley 11.289, año 1924, preveía la creación de cuatro cajas de previsión social para empleados y
obreros de la marina mercante argentina; establecimientos industriales; el periodismo y artes 2
gráficas; establecimientos mercantiles. Esta norma involucraba la jubilación ordinaria, la
extraordinaria por incapacidad para el trabajo -causada por actos en el servicio cumplido- y la
pensión por fallecimiento para la familia del beneficiario. El capital de la caja se formaría con el
descuento mensual obligatorio del 5% en el salario de cada empleado y la contribución mensual
de los empleadores de un 5% de los salarios correspondientes a obreros permanentes. La suma de
los aportes debía ser recaudada mensualmente por los empresarios y depositados en el Banco de
la Nación Argentina. Sin embargo, la resistencia de los sectores obreros y patronales generó un
punto de acuerdo e hicieron fracasar la ley, que fue derogada en 1925.

En el año 1923 se dicta la Ley 11278 que dispuso que todo el salario o sueldo de obreros o
empleados deberá abonarse exclusivamente, bajo pena de nulidad, en moneda de curso legal.

A través de la Ley 11.338, de 1926, se determina la prohibición de trabajo nocturno en


establecimientos de panificación.

En el año 1929 se sancionó la Ley 11.544, la cual reguló la duración de la jornada laboral y se
encuentra vigente hasta hoy en día. En ella se estableció que las jornadas no pueden superar las 8
horas diarias o las 48 horas semanales. El criterio no es general y uniforme, ya que la norma
también prevé el trabajo de mujeres o menores, trabajo nocturno o insalubre, donde las jornadas
se reducen.

En 1934 se promulga la ley 11.729 que estipula la estabilidad del trabajo, indemnización ante el
despido arbitrario y vacaciones pagas, licencia por enfermedad, para los trabajadores de
comercio. Luego de numerosos reclamos del sector sindical, en el año 1945, a través del Decreto
1740, se generalizó el derecho a gozar de vacaciones pagas a los trabajadores de todos los
sectores.

En materia de protección al trabajo femenino, en 1934 se sancionó la Ley 11.933 a través de la que
se estableció la licencia por maternidad obligatoria desde los 30 días previos al nacimiento, y hasta
los 45 días posteriores.

La década del 40 se destacó por una gran cantidad de acontecimientos que sentaron las bases
para consolidar al movimiento obrero en la Argentina y otorgar un lugar destacado al derecho del
trabajo y de la seguridad social. En ella comenzaron a surgir los primeros estatutos profesionales,
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destacándose el estatuto del personal bancario (Ley 12.637 de 1940) y las normas del trabajo a
domicilio (Ley 12713 de 1941). Se propiciaron la constitución y el fortalecimiento de los sindicatos,
concebidos en aquel momento como factores de transformación social y que colaboraban con la
mejora las condiciones laborales (Decreto Ley 23852/45, de 1945). Desde el ámbito oficial,
comenzó a implantarse la concepción social del trabajo como un elemento dignificador, y de
ascenso social, introduciendo normas de índole laboral que tuvieron por fin salvaguardar al
trabajador y su familia.

En 1943, por Decreto-Ley 15074, se crea la Secretaría de Trabajo y Previsión, que sustituyó al 3
Departamento Nacional del Trabajo creado en 1907. Esta norma incorpora a la Secretaría
diferentes dependencias que anteriormente funcionaban en diversos organismos de gobierno. Se
le transfirieron, además, los servicios y facultades de carácter conciliatorio y arbitral, así como las
funciones de policía del trabajo, los servicios de higiene industrial, los de inspección de
asociaciones mutualistas y los relacionados con el trabajo marítimo, fluvial y portuario. A la vez,
los departamentos, direcciones u oficinas del trabajo y los organismos y servicios existentes en las
provincias quedaron convertidos en delegaciones regionales de Trabajo y Previsión.

Hasta 1940 la previsión social cubría alrededor del 7% de la cantidad de personas integradas al
mercado laboral (población económicamente activa – PEA). En 1944, con la creación de la Caja de
Comercio (Decreto-Ley 31665), comienza la masificación y expansión de la cobertura previsional.
En 1946, con la creación de la Caja de Industria (Decreto-Ley 13937), se incorporó a casi la mitad
de la PEA.

En el marco de la institucionalización de esta rama del derecho y con el objeto de solucionar los
conflictos que se suscitaban entre empleadores y trabajadores, en 1944 se crearon los primeros
tribunales del trabajo (decreto 32.347).

En el año 1945, a través del Decreto-Ley 33302, fueron consagrados por primera vez los conceptos
de estabilidad en el empleo para los trabajadores de todas las actividades, el salario mínimo y
vital, y el sueldo anual complementario.

Con la reforma de la Constitución Nacional de 1949, el derecho del trabajo obtuvo rango
constitucional. Fueron incorporados: los derechos al trabajo, a la retribución justa, a la
capacitación, a las condiciones dignas de trabajo, al cuidado de la salud y el bienestar personal del
trabajador y sus familiares, a la seguridad social, al progreso económico y a la agremiación.
Aunque la Constitución Nacional del 1949 fue suprimida tras el golpe de Estado de 1955, en 1957
se produjo una nueva reforma constitucional durante la autodenominada “Revolución
Libertadora”. Si bien dicha reforma convalidó la derogación de las reformas constitucionales de
1949, incorporó el reconocido artículo 14 bis, especialmente referido a derechos laborales.

En relación al derecho de huelga, hasta 1957 la Constitución Nacional nada decía al respecto. La
única aparición en un texto normativo se había dado a través del Decreto 536 del año 1945, el cual
incluía a la huelga en ciertos ámbitos –entre ellos los servicios públicos– entre los delitos contra el
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Estado y la seguridad nacional y, en general, consideró delito a la acción que hiciere cesar o
suspender el trabajo por motivos ajenos a éste. Luego, el decreto 536 fue derogado por el
gobierno de facto de 1955 (Decreto-Ley 4551/1955).

En materia de derecho colectivo del trabajo, resulta importante mencionar la sanción de la Ley
14250 de Convenios Colectivos de Trabajo que tuvo lugar en el año 1953 y que aún se encuentra
vigente aunque con diversas modificaciones.

En 1974 se dicta la ley de mayor trascendencia en materia de derecho individual, la Ley 20744 de 4
Contrato de Trabajo, que, con diversas reformas, continúa vigente y constituye el cuerpo
normativo fundamental en la materia.

En los años siguientes continuaron dictándose normas que contribuyeron al actual derecho del
trabajo en Argentina. En ello se puede observar el carácter particular de esta rama del derecho,
evidenciando que es un derecho en constante formación, dinámico y en evolución continua. La
normativa se va adaptando a la realidad social, regulando las nuevas relaciones laborales que se
van sucediendo, ya sea a nivel individual entre empleado y empleador, o a nivel colectivo entre
asociación gremial y asociación empresaria.

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