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El trabajo,por tanto, es uno de los más significativos «puentes» que unen la interioridad

subjetiva (lo individual de la persona) con la exterioridad social (lo social de la persona). Por el
trabajo, la persona establece una serie de relaciones con el mundo,con los demás y con Dios
mismo. Por la importancia que tiene, por tanto, como manifestación de la unidad de la
persona en la diversidad de sus relaciones, el trabajo sirve para definir al ser humano, para
caracterizar su existencia.

La filosofía griega proponía una definición del hombre a partir del género (animal) y de la
diferencia específica (racional). Cuando se define al hombre como «ser que trabaja» (como lo
hace Juan Pablo II en la introducción de la Laborem  exercens)  se explicita en qué consiste
dicha racionalidad humana. «El trabajo es una de las características que distinguen al hombre
del resto de las criaturas, cuya actividad relacionada con el mantenimiento de la vida no puede
llamarse trabajo; solamente el hombre es capaz de trabajar, solamenteél puede llevarlo a
cabo, llenando a la vez con el trabajo su existencia sobre la tierra. De este modo el trabajo
lleva en sí un signo particular del hombre y de la humanidad, el signo de la persona activa en
medio de una comunidad de personas; este signo determina su característica interior y
constituye en cierto sentido su misma naturaleza».

Si el trabajo es considerado como índice de toda actividad humana, se constituye en algo así
como un «nudo» que amarra múltiples relaciones de la persona solidaria y que lo revela como
tal.

El trabajo es el medio de ejercer el dominio  del hombre sobre la naturaleza. Precisamente en


este dominar el mundo se evidencia la semejanza de Dios en el hombre. Todo progreso en la
tecnología, en la transformación de la materia prima en productos elaborados, en los servicios
que permiten distribuir los bienes producidos, todo ello refleja el dominio de la persona sobre
la naturaleza exterior a él y se hace parte del hombre como imagen de Dios, si tal dominio no
se hace independiente de o contra la solidaridad. Un dominio que no se orienta a la
solidaridad, sino -con frecuencia- a la explotación de los demás, por las ventajas del adelanto
tecnológico y las crisis de los balances de intercambio, no revela a la persona solidaria, sino tan
sólo a la persona inteligente y libre, pero que usa su inteligencia y libertad para destruir la
convivencia solidaria, y por tanto, éticamente, se sitúa contra el proyecto de Dios.

El trabajo es también un índice muy exacto para medir las relaciones del hombre con los
demás y para determinar la intensidad y grado de su solidaridad. Así, por ejemplo, los distintos
valores dados a la actividad humana muestran la jerarquía social, las remuneraciones de
salarios, las posibilidades de acceso a los bienes de consumo o las oportunidades de desarrollo
intelectual y social. Por ello, Juan Pablo II ve en la justicia del salario el índice más seguro para
medir la justicia de una sociedad en sus instituciones y estructuras. Como índice, revela el valor
que se da al trabajo; el aprecio o desprecio que se hace de él. La remuneración del trabajo
muestra si se valora sólo los frutos objetivos de la actividad humana o las dimensiones
subjetivas de perfección del ser que trabaja. En una palabra, a través del trabajo y de su justa
remuneración es posible percibir si el proyecto de Dios sobre la fraternidad humana se está
realizando o no. Se puede medir si el trabajo es actividad que favorece la comunión o divide a
los hombres.

Final

Desde una visión cristiana, el trabajo es una de las características que definen al hombre como
señor del mundo, hermano de los demás (o esclavo de ellos cuando el trabajo es explotado) y
adorador de Dios, sometiéndose a sus designios y ofreciéndole el fruto de sus trabajos en
holocausto. La bendición de Dios, como respuesta de agrado ante quien le es fiel, se
representaba con la abundancia de los frutos del trabajo y el poder gozar de ellos; en cambio,
la maldición de Dios como muestra de desagrado era revelada por la inutilidad del es- fuerzo
del trabajo o por no poder disponer de sus frutos, porque «otros comerán lo que tú plantaste»

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