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Definición de Interacción:
La interacción social:
Se define como interacción social al fenómeno por el cual los seres humanos se relacionan
entre ellos, esta establece la posterior influencia social que es recibida por cada persona. Por
lo tanto, la interacción social se entiende como el vínculo que existe entre las personas y que
son fundamentales para el grupo, de tal forma que sin ella la sociedad no funcionaría.
Ejemplo: si un bebé no emite sonidos o señales de que tiene hambre y necesidades entonces
el adulto o persona que puede cuidar de él no tendrá idea de que este exige alguna interacción
que al final cumpla con aquello que molesta al bebé.
El trabajo es la actividad que más organiza las relaciones humanas, estableciendo las
determinaciones fundamentales para la interacción. Mediante la apropiación social del
producto del trabajo, un sector de la población adquiere poder para imponer sus intereses,
mientras que la enajenación del fruto de su trabajo deja a otro sector de la población
impotente para avanzar sus intereses al interior del sistema social. Así, la división social del
trabajo en relación con la propiedad de los medios de producción separa a la sociedad en
grupos y clases contrapuestas, determinando quién dependerá de quién, a la vez de quién
manda y quién obedece.
El trabajo articulado socialmente como rol, constituirá el marco de referencia para que el
individuo establezca sus aspiraciones y su estilo de vida, para que perciba su propia identidad
y la identidad de las personas que él se relacionan. El trabajo logra que adquiramos una
perspectiva sobre lo que somos y lo que son los demás, sobre nuestros derechos y nuestros
deberes sociales, sobre el mundo y nuestra incardinación en él. A través del trabajo y el
impacto personal y social que logre, la persona llegara a su realización o a su frustración
existencial.
A través del trabajo, la persona se hace socialmente significativa, y se conoce como alguien
que aporta algo valioso a los demás (realización). Pero, si en lugar de asumir el trabajo como
expresión y proyección de su persona, el individuo tiene que integrarse al trabajo como un
elemento instrumental más, como parte insignificante y sustituible de una cadena productiva,
de una burocracia anónima, desaparece el carácter dotador de sentido del trabajo, que se
transforma en fuente de alienación, de enquistamiento y de desintegración personal.
Cuando Erikson (1966) define las edades del ser humano en relación con los conflictos
cruciales que en cada etapa debe resolver, el conflicto que caracteriza al periodo de madurez
es el de la generatividad frente al estancamiento. Para Erikson, la generatividad incluye tanto
la productividad como la creatividad humana, y se centra en el legado que cada persona
transmite a la siguiente generación. Resulta entonces lógico que el conflicto que caracteriza
la última etapa de la vida humana, según Erikson, sea el de la integridad del yo frente a la
desesperación:
La persona que logra realizarse como tal a través de su existencia, que lo es en forma
esencial a través del trabajo, mantiene su integridad humana, mientras que tiene que
alienarse día tras día en un quehacer rutinario o embrutecedor se va desintegrando objetiva
y subjetivamente.
El trabajo ubica al ser humano en un contexto material, en una situación material, física, en
una circunstancia específica (Hospital, oficina, puesto de ventas, call center, etc.). Este
contexto, como ha subrayado la psicología ecológica, constituye un marco ineludible que en
buena medida define las posibilidades y las exigencias de la actividad laboral que se han de
realizar y el grado de personalización que se puede poner en ese quehacer.
Ahora bien, la misma psicología ecológica apunta a un sentido más profundo: el mundo del
trabajo, cada mundo laboral concreto, constituye un sistema social específico con sus
intereses grupales, sus valores y sus principios, sus normas y su estilo de vida.
En otras palabras: Cada contexto laboral admite y aun exige un particular tipo de
comportamiento.
Cada contexto laboral propicia y reclama una forma característica de comportarse; es ahí
donde los intereses en juego se convierten en valores y los valores se traducen en expectativas
cuando no en exigencias normativas inapelables. El individualismo, la competencia o la
violencia para conseguir los objetivos de la empresa pueden ser impuestos a las personas en
determinados medios laborales. En otros medios imperará la ley del esfuerzo mínimo, la
exigencia de no rendir más de lo necesario, de encubrir al compañero, de medrar al calor del
anonimato y del nepotismo burocrático.
Todo ello va moldeando a la persona ya que su quehacer cotidiano no puede menos de
transformarse poco a poco en actitudes profundas y en opciones más o menos asimiladas.
Por encima de la determinación particular de cada contexto laboral está la determinación del
sistema de producción dominante que, en el medio salvadoreño, impone la producción y los
intereses del productor como criterio último del quehacer social.
La sociedad capitalista se organiza en función de lo que resulta mejor producir para lucrar
más, así tenga que someterse a la población a una continua presión para que acepte en su vida
innumerables objetos innecesarios. El individuo se someterá de este modo a las condiciones
más enajenantes en su trabajo con tal de lograr escalar los peldaños de la jerarquía social,
materializados como niveles de consumo cada vez mayor.