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JEAN-PIERRE SCHOUPPE
DERECHO PATRIMONIAL
CANÓNICO
INTRODUCCIÓN .................................................................................................... 17
CAPÍTULO I
EL CONCILIO VATICANO II Y LA LEGISLACIÓN CANÓNICA
SOBRE LOS BIENES TEMPORALES
CAPÍTULO II
LOS PRINCIPIOS CONSTITUTIVOS
DEL DERECHO PATRIMONIAL CANÓNICO
7
DERECHO PATRIMONIAL CANÓNICO
CAPÍTULO III
CLASIFICACIÓN DE LOS BIENES
8
ÍNDICE GENERAL
CAPÍTULO IV
MODOS JURÍDICOS DE ADQUISICIÓN DE LOS BIENES TEMPORALES
CAPÍTULO V
LA FINANCIACIÓN DE LA IGLESIA
9
DERECHO PATRIMONIAL CANÓNICO
10
ÍNDICE GENERAL
CAPÍTULO VI
LA ADMINISTRACIÓN Y LA ENAJENACIÓN
DE LOS BIENES ECLESIÁSTICOS
11
DERECHO PATRIMONIAL CANÓNICO
CAPÍTULO VII
ESTRUCTURA ECONÓMICA DE LA DIÓCESIS Y DE LA PARROQUIA
CAPÍTULO VIII
LA ADMINISTRACIÓN DE LOS BIENES EN LOS INSTITUTOS DE VIDA
CONSAGRADA Y EN LAS SOCIEDADES DE VIDA APOSTÓLICA
12
ÍNDICE GENERAL
13
SIGLAS Y ABREVIATURAS
15
INTRODUCCIÓN
La Iglesia camina, a través del espacio y del tiempo, hacia la patria ce-
lestial. Cristo la ha establecido como «una realidad compleja, constituida por
un elemento humano y otro divino» (LG, 8), de tal manera que su dimensión
HVSLULWXDOYLYLÀFDGDSRUHO(VStULWXQRSXHGHGHVHQWHQGHUVHGHVXH[LVWHQFLD
como organismo visible y social. Por ello, para cumplir su misión sobrenatu-
ral de salvación, la Iglesia necesita de los bienes temporales y de normas que
ordenen el recto uso de esos medios. El derecho de los bienes temporales (o
derecho patrimonial canónico) organiza y regula este aspecto de la dimensión
visible de la Iglesia.
El carácter instrumental de los medios materiales utilizados por la Iglesia
constituye, desde el punto de vista teológico, tanto un título como una medida.
Es título, porque el hecho de que la Iglesia posea determinados bienes mate-
ULDOHVVHMXVWLÀFDSRUODQHFHVLGDGGHVHUYLUVHGHHOORVSDUDSHUVHJXLUVXVÀQHV
SURSLRV<HVDÀQDOLGDGFRQVWLWX\HDODYH]ODPHGLGDGHOUHFWRHMHUFLFLRGHHVWH
derecho, pues la Iglesia debe vivir ejemplarmente la virtud de la pobreza evan-
gélica. Por ello, conviene evitar no solo una acumulación de bienes innecesa-
rios, sino también cualquier forma de gestión negligente, con todos los riesgos
de derroche que implica.
Es necesario, por tanto, que los bienes de la Iglesia sean administrados por
expertos o, al menos, por personas que se esfuercen por adquirir una verdadera
competencia profesional (cfr. GS, 72). Esta competencia supone no solo una
IRUPDFLyQHQODVWpFQLFDVGHJHVWLyQ\GHÀQDQ]DV²VLHPSUHHQIXQFLyQGHORV
ÀQHVHFOHVLDOHV²VLQRWDPELpQHOFRQRFLPLHQWR\DSOLFDFLyQGHOGHUHFKRFDQy-
17
DERECHO PATRIMONIAL CANÓNICO
nico y civil de modo coherente con las exigencias de justicia. En efecto, sin
justicia difícilmente se puede practicar la caridad; y, donde reina la injusticia,
¿cómo podrá darse una verdadera communio eclesial?1. Por estas razones, el
derecho patrimonial no es únicamente una competencia técnica necesaria para
algunos expertos o administradores eclesiales, sino también un elemento de
IRUPDFLyQVXPDPHQWHFRQYHQLHQWHSDUDWRGRVORVÀHOHV²FOpULJRVUHOLJLRVRV\
laicos– interesados en conocer y promover las dimensiones de la justicia en el
ámbito de los bienes temporales de la Iglesia.
Para los partidarios de la división de la ciencia canónica en ramas, el dere-
cho patrimonial se puede categorizar como parte del derecho administrativo es-
pecial, si bien es también posible considerarlo como una disciplina autónoma2.
En cualquier caso, el innegable carácter administrativo del derecho patrimonial
no debe llevar a una excesiva acentuación de su dimensión pública. Un enfoque
de esas características se expondría al riesgo de pasar por alto, o de resolver
insatisfactoriamente, diversos aspectos y cuestiones que implican dimensiones
eclesiales no públicas. Piénsese, por ejemplo, en las peculiaridades de la ges-
tión de bienes no eclesiásticos pertenecientes a personas jurídicas privadas de
la Iglesia; en la administración de bienes propiedad de entidades eclesiales sin
SHUVRQDOLGDGMXUtGLFDHQORVGHUHFKRV\GHEHUHVGHORVÀHOHVHQFXDQWRDOVRV-
tenimiento de las necesidades materiales de la Iglesia; o en el derecho funda-
PHQWDODHPSUHQGHULQLFLDWLYDV\FUHDUDVRFLDFLRQHVFRQÀQDOLGDGHVHFOHVLDOHV
dotándolas de los medios materiales precisos para poder alcanzarlas; etc. Con
un planteamiento exclusivamente publicista, esos derechos y situaciones que-
darían vacíos de contenido y reducidos a una mera declaración formal.
El presente volumen es la versión castellana de Elementi di diritto patri-
moniale canonico (Giuffrè, Milano 1997), publicado en la colección de tratados
MXUtGLFRVGHOD)DFXOWDGGH'HUHFKR&DQyQLFRGHOD3RQWLÀFD8QLYHUVLWjGHOOD
Santa Croce (Roma), tras varios años de docencia de esta asignatura en dicha
Facultad. Sin embargo, no se trata de una mera traducción, sino más bien de
una versión revisada, puesta al día y ampliada en función del derecho español
(civil y canónico), y teniendo en cuenta también las experiencias de docencia e
investigación de los diez años que la separan de la edición original.
1. Este no es el lugar adecuado para detenernos en este punto. Hemos tratado estas cuestio-
nes de filosofía del derecho y de teoría fundamental del derecho canónico en Le réalisme juridi-
que (Bruxelles 1987) y Le droit canonique. Introducion générale et droit matrimonial (Bruxelles
1991). Véase también, La dimension juridique de la parole et des sacrements ainsi que de la
«communio», en AC 42 (2000) pp. 167-188.
2. Para una definición técnica y una presentación sintética del derecho patrimonial canó-
nico, véase M. LÓPEZ ALARCÓN, ,QWURGXFFLyQDO/LEUR9, en &RPHQWDULRH[HJpWLFRDO&yGLJRGH
'HUHFKRFDQyQLFR, IV/1, Pamplona 20023.
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INTRODUCCIÓN
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CAPÍTULO I
1. Como ilustración de la doctrina relativa al libro III, véanse, entre otros, F.X. WERNZ-P.
VIDAL, Ius Canonicum IV/2, De Rebus, Romae 1935; A. VERMEERSCH-J. CREUSEN, Epitome Iuris
Canonici, Mechliniae-Romae 19304; G. VROMANT, De bonis Ecclesiae temporalibus, Bruxelles
19533; R. NAZ, Traité de droit canonique, III, Paris 19542.
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DERECHO PATRIMONIAL CANÓNICO
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LA LEGISLACIÓN CANÓNICA SOBRE LOS BIENES TEMPORALES
5. Se trata del principio directivo n. 5 (cfr. Com 9 [1977] p. 269). Véase LQIUD, 2. b).
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DERECHO PATRIMONIAL CANÓNICO
/LEHU9'HERQLV(FFOHVLDHWHPSRUDOLEXV FF
&F
Titulus I. De adquisitione bonorum
Titulus II. De administratione bonorum
Titulus III. De contractibus ac praesertim de alienatione
7LWXOXV,9'HSLLVYROXQWDWLEXVLQJHQHUHHWGHSLLVIXQGDWLRQLEXV
24
LA LEGISLACIÓN CANÓNICA SOBRE LOS BIENES TEMPORALES
1) El principio de subsidiariedad
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DERECHO PATRIMONIAL CANÓNICO
poderes propios sin necesidad de recurrir cada vez al nivel superior. Formula-
do en sus orígenes para la sociedad civil, este principio fue declarado aplicable
a la vida eclesial por el papa Pío XII, lo que no resultó evidente para algunos
autores. El Prefacio del CIC no solo reitera que este principio es aplicable a
ODRUJDQL]DFLyQGHO3XHEORGH'LRVVLQRTXHDGHPiVOHFRQÀHUHHOUDQJRGH
principio directivo para la revisión del Código9. En materia de organización
eclesiástica, la subsidiariedad se realiza mediante un sistema de descentrali-
zación, también normativa, en distintos niveles e instancias, que permite tener
en cuenta la realidad de cada nación, las particularidades de cada cultura, etc.
La descentralización debe ser ajustada a derecho, permitiendo así, entre otras
cosas, establecer algunas formas de control (por ej., a través de la aprobación
de la autoridad superior).
Como aplicación de este principio que acabamos de mencionar, se señalan
algunas materias en las que las Conferencias episcopales pueden o deben, se-
gún los casos, dar normas (por ej. para determinar las modalidades en que los
ÀHOHVSXHGHQFRQWULEXLUDODVQHFHVLGDGHVGHOD,JOHVLDF 10. Otros cáno-
QHVVHUHÀHUHQDGLIHUHQWHVIXHQWHVGHGHUHFKRSDUWLFXODUDGHPiVGHODDFWLYL-
dad normativa de las provincias eclesiásticas (cfr. c. 1264: para establecer tasas
y ofrendas), de los diversos obispos (cfr. c. 1275), de los ordinarios (del lugar o
de los religiosos: cfr. c. 1263) y de los Institutos religiosos (cfr. c. 634 § 1), hay
que señalar también la importancia de los estatutos propios de asociaciones de
ÀHOHV\SHUVRQDVMXUtGLFDVSULYDGDVHQOD,JOHVLDHQFXDQWRQRUPDVGHGHUHFKR
particular vigentes por la aplicación del principio de subsidiariedad.
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LA LEGISLACIÓN CANÓNICA SOBRE LOS BIENES TEMPORALES
11. Por ejemplo, en materia de prescripción adquisitiva, el c. 198 prevé requisitos que van
más allá de los exigidos por muchas legislaciones estatales.
12. Sobre la función del ius commune respecto al ius proprium de los ordenamientos parti-
culares, véase M. BELLOMO, L’Europa del diritto comune, Roma 19947.
13. Este modo de prueba no siempre es admitido por el derecho civil (cfr., por ej., arts.
2721-2726 del Código Civil Italiano; art. 7 de la Ley Concursal de España 22/2003, de 9 de
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DERECHO PATRIMONIAL CANÓNICO
julio. Esta última ley, aunque no la excluye, no la admite como única prueba en la materia que
regula).
14. Más adelante, veremos los modos de adquirir establecidos por el derecho civil y cano-
nizados (véase, LQIUD cap. IV).
15. Debe señalarse, por el contrario, que existen también normas canónicas «civilizadas»
o que, por lo menos, deben ser observadas por los ordenamientos estatales (cfr. E. CAPARROS, Le
droit canonique devant les tribunaux canadiens, en AA.VV., Unico Ecclesiae servitio. Études de
GURLWFDQRQLTXHRIIHUWHVj*HUPDLQ/HVDJH, Ottawa 1991, pp. 308-342).
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CAPÍTULO II
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DERECHO PATRIMONIAL CANÓNICO
continuación, señalaremos el vínculo que debe existir siempre entre los medios
WHPSRUDOHV GH OD ,JOHVLD \ VXV ÀQHV )LQDOPHQWH H[DPLQDUHPRV HO FRQWHQLGR
jurídico de este derecho (cfr. c. 1254).
B) LOS BIENES TEMPORALES SON MEDIOS PARA ALCANZAR LOS FINES DE LA IGLESIA
Siguiendo el ejemplo de Cristo, que siendo rico se hizo pobre (&RU 8, 9),
la comunidad eclesial deberá vivir ese mismo espíritu de pobreza. Eso supone,
desde el punto de vista ascético, el desprendimiento personal de los bienes ma-
teriales; y, en el plano objetivo del derecho, implica que tales bienes solo han
GHXWLOL]DUVHFRPRPHGLRVSDUDUHDOL]DUORVÀQHVTXHFRUUHVSRQGHQDODPLVLyQ
encomendada por Jesús1.
1. Cfr. D. FALTIN, Diritto di proprietà e uso dei beni temporali da parte della Chiesa, en E.
CAPELLINI (ed.), Problemi e prospettive di Diritto Canonico, Brescia 1977, pp. 238-239.
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$QWHVGHH[SOLFLWDUHOFRQWHQLGRHVSHFtÀFRGHHVRVÀQHVSURSLRVFRQYLHQH
advertir que la Iglesia puede también intervenir, con carácter supletorio, en
materias que corresponden total o parcialmente al Estado o a la sociedad. En
RFDVLRQHVODLQH[LVWHQFLDODLQVXÀFLHQFLDRODIDOWDGHHÀFDFLDGHRWUDVLQVWLWX-
ciones civiles hace que sean más necesarias iniciativas eclesiásticas, por ejem-
plo, en el campo asistencial o social. Hay además, actividades «mixtas» que,
UDWLRQHÀQLV, competen tanto a la Iglesia como al Estado (por ej. el ámbito de la
educación), si bien desde puntos de vista distintos y complementarios.
'LFKRHVWRYHDPRVFXiOHVVRQORVÀQHVSURSLRVGHOD,JOHVLD(O&,&
LQGLFDEDFRQFUHWDPHQWHFRPRÀQHVGHORVELHQHVHFOHVLiVWLFRVHOFXOWRGLYLQR
la honesta sustentación de los clérigos y de los demás ministros, así como otros
ÀQHVSURSLRV FIUFF\ (O&yGLJRYLJHQWHLQVSLUiQGRVHHQ
el decreto Presbyterorum OrdinisQUHDÀUPDVXVWDQFLDOPHQWHHVDHQXPH-
ración en el c. 1254 § 2. Además, indica –aunque no de modo exhaustivo, sino
anteponiendo el adverbio praecipue: «principalmente»– cuáles son esos «otros
ÀQHVSURSLRVªPDQLIHVWDQGRXQDFLHUWDSUHIHUHQFLD©KDFHUODVREUDVGHDSRV-
tolado sagrado y de caridad, sobre todo con los necesitados»2. No cabe duda
de que la predicación de la verdad y la formación de las conciencias –con todos
los medios necesarios, desde escuelas hasta medios de comunicación social–,
DVtFRPRODDFWLYLGDGPLVLRQDOGHOD,JOHVLDIRUPDQSDUWHWDPELpQGHODVÀQD-
lidades eclesiales3.
/DH[LVWHQFLDGHÀQHVSURSLRVGHOD,JOHVLDMXVWLÀFDODSRVHVLyQGHORVELH-
QHVQHFHVDULRVSDUDDOFDQ]DUHVWRVÀQHV(VWDDÀUPDFLyQH[SUHVDXQDUHDOLGDG
obvia. Así, para poder dar culto a Dios de modo estable y digno, la Iglesia no
puede contentarse ahora con un sistema semejante al de las iglesias domésticas
de los primeros tiempos del cristianismo, es decir, de casas prestadas por los
ÀHOHVQLSXHGHWDPSRFRVHUXQDVROXFLyQDGHFXDGDTXHHO(VWDGRSRQJDHGLÀ-
cios a disposición de la comunidad católica de modo precario. La Iglesia tiene
necesidad de lugares sagrados, dedicados establemente al culto y gestionados
por su administración. De otro modo, quedaría condicionada por la disponibi-
lidad ajena, cuando lo que necesita es continuidad y seguridad para desarrollar
su misión. Por otra parte, no se puede prescindir del hecho de que difícilmente
SRGUtDMXVWLÀFDUVHODUD]yQSRUODTXHGHWHUPLQDGRVHQWHVRLQFOXVRHO(VWDGR
tuviesen que sostener a la Iglesia4. Además, en tal caso, la Iglesia dependería
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DERECHO PATRIMONIAL CANÓNICO
daños y expropiaciones del pasado; y, cada vez más, también en consideración de la «utilidad
social» de los ministros del culto, sobre la base de la igualdad constitucional con los ministros del
culto de las demás confesiones religiosas reconocidas [véase LQIUD, cap. V, 4, a)].
5. Cfr. L. MISTÒ, I beni temporali della Chiesa, en GRUPPO ITALIANO DOCENTI DI DIRITTO
CANONICO (ed.), Il diritto nel mistero della Chiesa, III, Roma 19922, p. 362.
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(QODSHUVSHFWLYDFRQFLOLDUQLQJXQRGHORVÀQHVGHOSDWULPRQLRHFOHVLiV-
tico ostenta una primacía sobre los otros. Algunos autores, por el contrario,
habían sostenido la primacía de la sustentación del clero, del culto divino o,
sobre todo, de la dimensión social. En cada momento histórico corresponde al
5RPDQR3RQWtÀFHFRPRVXSUHPRDGPLQLVWUDGRU\GLVSHQVDGRUGHORVELHQHV
eclesiásticos, valorar cuáles son las prioridades y vigilar para que ninguno de
ORVWUHVÀQHVHVHQFLDOHV VXVWHQWDFLyQGHOFOHURFXOWRGLYLQR\REUDVGHFDULGDG
y justicia social) sea desatendido.
Por otra parte, es necesaria la transparencia en la gestión del patrimonio
GHOD,JOHVLDWDQWRGHORVOODPDGRV©ELHQHVÀQDOHVªFRPRGHORV©LQVWUXPHQWD-
les». Mientras los primeros (escuelas, seminarios, iglesias, etc.) sirven directa-
PHQWHDOÀQORVVHJXQGRVVLUYHQVRORLQGLUHFWDPHQWHDOFRQIHULUXQDUHQWDXQ
WHUUHQRHGLÀFDEOHSXHGHQRVHUXVDGRGLUHFWDPHQWHHQFXDQWRWDOSHURVHUYLU
SDUDXQDIXWXUDFRQVWUXFFLyQRMXVWLÀFDUVHFRPRYDORUHFRQyPLFRHQFXDQWR
HQDMHQDEOH\GHHVWHPRGRÀQDQFLDUGLYHUVDVQHFHVLGDGHVHFOHVLDOHV2VHD
TXHHOFDUiFWHULQVWUXPHQWDOGHFLHUWRVELHQHVSDUDDOFDQ]DUORVÀQHVHFOHVLD-
OHVMXVWLÀFDVXSRVHVLyQ/DDFXPXODFLyQGHULTXH]DVLQQHFHVDULDVQRVHUtDHQ
cambio, legítima.
'HVSXpVGHKDEHUMXVWLÀFDGRWHROyJLFDPHQWHTXHOD,JOHVLDSXHGHXVDU\
gestionar bienes para cumplir su misión, es necesario determinar el alcance ju-
rídico-canónico de su capacidad patrimonial. El c. 1254 § 1 regula el contenido
de esta capacidad, expresándola con cuatro términos que hacen referencia a las
cuatro actividades esenciales en materia de derechos reales: «adquirir», «rete-
ner», «administrar» y «enajenar». Cada uno de estos verbos corresponde a una
precisa noción jurídica:
a) «Adquirir» quiere decir obtener la titularidad de un derecho, tanto la
propiedad como cualquier otro derecho real sobre bienes temporales.
b) «Retener» es conservar la titularidad de un derecho y también compren-
GH HO XVR \ GLVIUXWH GHO FRQWHQLGR GHO GHUHFKR PLVPR 1R GLÀHUH PXFKR GHO
concepto de posesión6.
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DERECHO PATRIMONIAL CANÓNICO
8QDYH]SXHVWRGHPDQLÀHVWRHOIXQGDPHQWRHFOHVLROyJLFRGHOGHUHFKRGH
adquirir y poseer bienes temporales que corresponde a la Iglesia, y después de
haber recordado su necesaria relación con la misión eclesial, trataremos ahora
de determinar el origen y la naturaleza de este derecho, tal y como aparecen en
el segundo principio constitutivo.
7. Cfr. F.X. WERNZ-P. VIDAL, De Rebus, o. c., pp. 211-212; G. VROMANT, De bonis…,
o. c., p. 160; A. MOSTAZA, Derecho patrimonial, en AA.VV., 1XHYR'HUHFKR&DQyQLFR, Madrid
1983, p. 444.
8. Cfr. V. LOJACONO, Amministrazione (dir. civ.), en Enciclopedia del Diritto, II, Milano
1958-2004, pp. 152-167; J.J. PINTO RUIZ, $GPLQLVWUDFLyQ, en C.E. MASCAREÑAS, Nueva Enciclo-
pedia Jurídica, II, Barcelona 1950-1993, pp. 371-375.
9. Cfr. S. PUGLIATTI, Alienazione, en Enciclopedia del Diritto, o. c., pp. 1-6; J.M. RODRÍ-
GUEZ TAPIA, (QDMHQDFLyQ 'HUHFKR&LYLO , en A. MONTOYA MELGAR (dir.), Enciclopedia Jurídica
%iVLFD, II, Madrid 1995, pp. 2772-2774.
10. Sin embargo, existe también un concepto amplio de administración, que Mistò entien-
de como «el conjunto de actos mediante los que se modifica el patrimonio, con la adquisición
de nuevos bienes, o la pérdida o disminución de los mismos» (L. MISTÒ, I beni«, o. c., p. 389;
traducción nuestra del original italiano). La cuestión fue objeto de discusión durante el Proceso
Codificador (cfr. Com 12 [1980] p. 396) y, como veremos en el capítulo sexto, el Código ha
considerado finalmente que los actos de enajenación podían ser actos de administración extraor-
dinaria.
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(O VLJQLÀFDGR GH OD DÀUPDFLyQ GH TXH OD ,JOHVLD DFW~D HQ PDWHULD SDWUL-
monial «por derecho nativo e independiente» es bastante claro. Respecto al
sujeto, es precisamente la «Iglesia», en general, la titular de este derecho. El c.
1254, en contraste con el siguiente, omite toda referencia a la Sede Apostólica.
No habla tampoco de la Santa Sede, como hacía el CIC 17. Esto se explica
por la dimensión de derecho internacional inherente a esta disposición11. No
FXDOTXLHUHQWHFRQXQDÀQDOLGDGUHOLJLRVDSRGUiVHUYLUVHGHHVWHGHUHFKRTXH
corresponde propiamente a la Iglesia, sino únicamente las personas jurídicas
públicas, que, como veremos, son las que actúan y poseen bienes en nombre de
la Iglesia. Su existencia, en cuanto personas jurídicas públicas, está supedita-
da, en el ordenamiento canónico, al acto de erección por parte de la autoridad
eclesiástica competente (cfr. c. 116). Esto no impide, como explicaremos, que,
ad intra, las personas jurídicas privadas, actuando en nombre proprio y bajo la
exclusiva responsabilidad de sus miembros, puedan también poseer y gestionar
bienes propios.
«Nativo» quiere decir que se trata de un derecho conforme con la naturale-
za de la Iglesia, nacido con ella por voluntad de su Fundador, y que, por tanto,
no encuentra su origen en una concesión del poder estatal. La Iglesia católica
puede servirse de bienes temporales en virtud de un derecho propio y no como
consecuencia de una concesión del Estado. Este derecho es también «indepen-
diente»: su ejercicio se rige por un ordenamiento jurídico propio de carácter
primario, de tal modo que seguiría existiendo incluso en la hipótesis en que el
Estado u otra comunidad política negase su existencia12.
Si esa independencia supone, en principio, la no subordinación del derecho
SDWULPRQLDOFDQyQLFRDODVOH\HV\DORVFRQWUROHVGHOSRGHUVHFXODUQRVLJQLÀFD
en cambio, una independencia absoluta, sino una independencia en la línea de
la Declaración Dignitatis Humanae; es decir, que la Iglesia reivindica para sí
toda la libertad de poseer y utilizar bienes temporales en la medida en que lo
requiere el cumplimiento de su misión sobrenatural. Este principio de derecho
divino debe ser armonizado y concretado en función de las posibilidades y
11. En las relaciones entre la Iglesia y la sociedad civil, hoy resulta más pacífico considerar
a la Iglesia Católica, a la Santa Sede y al Romano Pontífice como un único sujeto de derecho
internacional (cfr. J.F. CASTAÑO, Appunti di Jus Patrimoniale, edición a cargo de L. Centurione,
Roma 1992-1993, p. 3). Por eso, se habla únicamente de Iglesia Católica. En el canon siguiente,
en cambio, al tratar de la cuestión (ad intra) de la propiedad eclesiástica, se hace referencia más
concretamente a la Sede Apostólica.
12. Cfr. P. LOMBARDÍA, /D SURSLHGDG HQ HO RUGHQDPLHQWR FDQyQLFR, en IC 2 (1962) pp.
416-419. En términos más amplios, véase D. LE TOURNEAU, Los derechos nativos de la Iglesia,
independientes del poder civil, en IC 74 (1997) pp. 601-617.
35
DERECHO PATRIMONIAL CANÓNICO
13. La clásica expresión «sociedad jurídica perfecta», que en el pasado fue comúnmente
acogida por numerosos tratadistas, especialmente en el ámbito del ius publicum ecclesiasticum,
hoy es objeto de crítica. Obviamente, para poder usarla actualmente es necesario purificarla de
las connotaciones ya superadas, entre otras, las del antagonismo entre la Iglesia y el Estado o la
de la semejanza entre ambas entidades. Parece ya evidente para todos que la Iglesia es radical
y esencialmente diversa del Estado y que el acento se debe poner, no sobre el eventual antago-
nismo, sino sobre su mutua autonomía y libre colaboración (véase el sugerente estudio de C.
SOLER, ,JOHVLD\(VWDGR/DLQFLGHQFLDGHO&RQFLOLR9DWLFDQR,,VREUHHOGHUHFKRS~EOLFRH[WHUQR,
Pamplona 1993, en particular las pp. 32-38). Lo que realmente importa, más allá de la expresión
VRFLHWDVSHUIHFWD, es que la Iglesia, que tiene una misión propia, disponga efectivamente de los
medios necesarios para alcanzar esa finalidad. Por eso, la Iglesia necesita un reconocimiento en
cuanto «ordenamiento jurídico primario» y también como sujeto dotado de capacidad jurídica
pública y privada (Cfr. J. HERVADA, (OHPHQWRVGH'HUHFKR&RQVWLWXFLRQDO&DQyQLFR, Pamplona
20012, pp. 61-69). Acerca de la impronta de la «sociedad perfecta» en la concepción del libro V,
véase E. CORECCO, Théologie et Droit canonique, Fribourg 1990, pp. 235-236. De todas formas,
no faltan manifestaciones de la Iglesia-FRPXQLyQ (por ejemplo, los sistemas de previsión social
y de solidaridad eclesial).
14. Cfr. Com 12 (1980) pp. 395-396; 13 (1981) pp. 79-80.
15. Cfr. M. LÓPEZ ALARCÓN, &RPHQWDULRDOF, en &yGLJRGH'HUHFKR&DQyQLFR, a
cargo del Instituto Martín de Azpilcueta, Pamplona 20016.
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/2635,1&,3,26&2167,787,926
En segundo lugar, para que, ad extra, la supresión del texto no diese lugar
a la interpretación de que, con ese silencio, venía a reconocerse la soberanía del
Estado, como «dominus eminens», sobre los bienes de la Iglesia situados en su
territorio16, dejandole a ella únicamente una propiedad en sentido parcial. Esta
postura había sido sostenida por Marsilio de Padua (siglo XIV) –denunciado
por Juan XXII (1327)–, así como por Wicliff y Huss, que fueron condenados
SRUHO&RQFLOLRGH&RVWDQ]D /DGRFWULQDWUDGLFLRQDOIXHFRQÀUPDGDFRQ
determinación por el Concilio de Trento.
A partir del siglo XVII, algunas corrientes de pensamiento regalista y libe-
ral han negado el carácter originario e independiente del derecho de la Iglesia
a poseer bienes temporales. Estos errores «laicistas» fueron condenados por
muchos Papas y, de modo particular, por la encíclica Quanta Cura y por el Syl-
labus (VWH~OWLPRGRFXPHQWRSRQWLÀFLRFRQGHQDSUHFLVDPHQWHODSUR-
posición según la cual «Ecclesia non habet nativum et legitimum ius acquirendi
ac possidendi»17. La cuestión sigue siendo actual, pues también en nuestros
tiempos se han cometido abusos contra la Iglesia: negación de su derecho de
propiedad, tentativas de expropiación injusta, etc.
16. De la vieja teoría de la división del dominio en dominio eminente (o directo) y dominio
útil, hablaremos más adelante. Véase LQIUD, cap. II, 5, a).
17. H. DENZINGER-P. HÜNERMANN, El Magisterio de la Iglesia. Enchiridion symbolorum
GHILQLWLRQXPHWGHFODUDWLRQXPGHUHEXVILGHLHWPRUXP, Barcelona 199938, n. 2926.
18. Cfr., entre otros, V. DE PAOLIS, De bonis…, o. c., p. 31-40; A. MOSTAZA, Derecho Pa-
trimonial«, o. c., p. 425-426.
19. Cfr. supra, 1.a). Véase P. ERDÖ, &KLHVD H EHQL WHPSRUDOL SULQFLSL IRQGDPHQWDOL GHO
0DJLVWHURGHO&RQFLOLR9DWLFDQR,,, en R. FUNGHINI (ed.), I beni temporali della Chiesa (Studi
*LXULGLFLQ &LWWjGHO9DWLFDQRSS
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DERECHO PATRIMONIAL CANÓNICO
2.º) Desde el punto de vista del derecho natural, se funda en otros dos de-
rechos considerados conjuntamente: el de DVRFLDFLyQ y el de propiedad. Mien-
tras que el derecho de asociarse corresponde a la Iglesia en cuanto institución
humana, el derecho de propiedad, además de ser un derecho de toda sociedad,
es una exigencia para la existencia misma de la Iglesia. En cuanto sociedad o
asociación, la comunidad eclesial tiene la facultad de poseer y de adquirir todo
DTXHOORTXHVHDQHFHVDULRSDUDVXH[LVWHQFLD\SDUDODFRQVHFXFLyQGHVXVÀQHV
Resulta obvio que el derecho natural de asociación, privado del correlativo de-
recho de propiedad, perdería una gran parte de su sustancia.
3.º) El mismo argumento se puede aplicar a la libertad religiosa, que es
propia tanto de las personas individuales como de las personas morales o jurí-
dicas. Este derecho de libertad religiosa, personal y colectivo, no puede redu-
cirse a la mera inmunidad de coacción, sino que implica también una dimen-
sión de asistencia positiva por parte de las autoridades políticas competentes.
Las comunidades o asociaciones religiosas tienen, como parte de su derecho a
H[LVWLUHOGHUHFKR©DQRVHUREVWDFXOL]DGDV>«@HQODFRQVWUXFFLyQGHHGLÀFLRV
religiosos y en la adquisición y disfrute de los bienes convenientes» (DH, 4).
En efecto, el Estado no puede reconocer a la Iglesia, o a cualesquiera entes con
ÀQDOLGDGHVUHOLJLRVDVVLQRWRUJDUOHVHOFRUUHODWLYRUHFRQRFLPLHQWRGHXQDYHU-
dadera y propia capacidad patrimonial.
4.º) La negación de este derecho sería contraria al derecho internacional,
que tutela, formalizándolo a nivel universal y regional, el derecho de las con-
fesiones religiosas a los bienes temporales como una de las manifestaciones
colectivas del derecho de libertad religiosa20, incluso con contenidos explícitos
mucho más concretos21.
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40
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de usar y gozar del bien, obteniendo de él los frutos que era capaz de producir
y, además, el poder de disponer de él, tanto por entero como parcialmente, y
la pretensión, respecto de cualquier tercero, de abstención de ingerencias de
cualquier tipo o entidad en el bien»29. Una noción análoga de la propiedad se
encuentra en los vigentes códigos civiles30. La doctrina social de la Iglesia, en
cambio, es más exigente con los propietarios, recordando la «hipoteca social»
que grava sobre la propiedad privada31.
2.º) /DSRVHVLyQQRHVQLSURSLHGDGQLPHUDGHWHQWDFLyQ.– La propiedad
designa una situación de derecho, mientras que la SRVHVLyQFDOLÀFDXQDVLWXD-
ción de hecho, pero regulada por el derecho. Aunque el propietario pueda tener
la posesión (o, por lo menos, el derecho de posesión), cabe también la hipó-
tesis contraria. En este supuesto, el propietario tiene el poder de disponer de
una cosa corporal tamquam sua, mientras que el poseedor tiene, en realidad,
la actualis occupatio de la cosa, con la intención de conservarla y de hacerla
propia, prescindiendo de la cuestión de la propiedad in iure32. El animus pos-
sidendi constituye un elemento esencial de la posesión. Si faltase, existiría un
poder meramente de hecho: la GHWHQWDFLyQ, que puede también transformarse
en posesión. La propiedad y la posesión requieren la existencia de un título de
pertenencia. En el ordenamiento canónico, este título puede ser uno cualquiera
de los establecidos por derecho natural o positivo (cfr. c. 1259).
29. «Piena e diretta appartenenza del bene al titolare, che conferiva a questi tutte le pos-
VLELOLIDFROWjGLXVDUHHJRGHUHLOEHQHWUDHQGRQHLIUXWWLGLFXLHUDFDSDFHHLQROWUHLOSRWHUHGL
disporre di esso, sia per intero sia parzialmente, e la pretesa verso qualsiasi terzo all’astensione da
LQJHUHQ]HQHOEHQGLTXDOXQTXHWLSRHHQWLWjª G. PUGLIESE, Istituzioni di diritto romano, Padova
19902, p. 450; la traducción del original italiano es nuestra); cfr. también: A. D’ORS, Derecho
Privado Romano, o. c., p. 206, § 142; J. ARIAS RAMOS-J.A. ARIAS BONET, Derecho Romano, I,
Madrid 1988, § 113, p. 232.
30. La concepción de la propiedad, presente en el art. 17 de la «Déclaration des droits de
l’homme et du citoyen» de 1789 y en el Código civil napoleónico (art. 554), ha hecho pesar su
influencia en los códigos sucesivos, entre ellos, el español: «La propiedad es el derecho de gozar
y disponer de una cosa, sin más limitaciones que las establecidas en las leyes. El propietario tiene
acción contra el tenedor y el poseedor de la cosa para reivindicarla» (art. 348). Hay que hacer
notar, sin embargo, una cierta tendencia a dar un carácter más «público» al derecho de propiedad,
a través de una regulación estatal cada vez más intensa (cfr. A. MARTY-P. RAYNAUD, Droit civil,
III, Les biens, Paris 1965, pp. 40-45).
31. Cfr. GS, 69; JUAN PABLO II, Exhort. Ap., Sollicitudo rei socialis, n. 42 y la síntesis
en esta materia del &DWHFLVPRGHOD,JOHVLD&DWyOLFD, nn. 2401-2463. Para un estudio del texto
conciliar sobre el destino universal de los bienes, véase E. LIO, Morale e beni terreni. La desti-
QD]LRQHXQLYHUVDOHGHLEHQLWHUUHQLQHOOD©*DXGLXPHW6SHVªHLQDOFXQHIRQWL, Roma 1976, pp.
24-75. Sobre el sentido social del Derecho de propiedad, cfr. J. CASTÁN TOBEÑAS, Derecho Civil
(VSDxRO&RP~Q\)RUDO, t. 2, v. 1, Madrid 1992, pp. 146-152.
32. Cfr. G. VROMANT, De bonis…, o. c., p. 56, n. 47.
41
DERECHO PATRIMONIAL CANÓNICO
1) (YROXFLyQKLVWyULFDGHOSDWULPRQLRHFOHVLiVWLFR33
42
/2635,1&,3,26&2167,787,926
2) (OFRQFHSWRGHSDWULPRQLRHFOHVLiVWLFRHQHO&yGLJRGH
a’) &RQFHSFLyQFLYLOGHOSDWULPRQLR
La noción actual de patrimonio, en sentido técnico-civil, ha sufrido una
profunda evolución debida, entre otras cosas, a la necesidad de agilidad en la
circulación de los bienes a que tiende la economía contemporánea. Aunque no
existe un consenso en la doctrina jurídica al respecto37, la tendencia ha sido
pasar progresivamente de una noción de universalidad de derecho, centrada
sobre la capacidad patrimonial de un sujeto y, por tanto, indivisible, al concepto
de universalidad de hecho, es decir, un conjunto de bienes y, eventualmente,
de deudas. En esta segunda acepción, el patrimonio resulta ser «una entidad
multiforme, compuesta por el conjunto de situaciones subjetivas susceptibles
GH XQD YDORUDFLyQ HFRQyPLFD HQWHQGLGD FRPR HVWLPDFLyQ SHFXQLDULD XQLÀ-
FDGDV SRU OD OH\ HQ IXQFLyQ GH VX SHUWHQHQFLD D XQ VXMHWR R GH XQD ÀQDOLGDG
43
DERECHO PATRIMONIAL CANÓNICO
b’) 1RFLyQGHSDWULPRQLRHQODQXHYDGLVFLSOLQDFDQyQLFD
Con estas premisas sobre el concepto técnico-jurídico de patrimonio, po-
demos preguntarnos si esta noción –conjunto de bienes y deudas de la persona
jurídica unitariamente considerados– sería aplicable al ordenamiento canóni-
co y, más concretamente, en qué términos podría serlo: ¿se debe hablar solo
de «patrimonios eclesiásticos», o tiene aún sentido la expresión «patrimonio
HFOHVLiVWLFRª"3RGHPRVDÀUPDUTXHHQOD,JOHVLDKD\WDQWRVSDWULPRQLRVFRPR
titulares de bienes eclesiásticos40. En este sentido, hay una diferencia radical
respecto al Estado. Mientras el Estado es propietario del conjunto de bienes
que pertenecen a la Administración Pública y que constituyen un único erario,
en la Iglesia, en cambio, hay tantos patrimonios como titulares de bienes ecle-
siásticos. Se trata de patrimonios en el sentido estricto y técnico del término41.
Por este motivo, se ha hablado de un fraccionamiento del patrimonio de la
Iglesia.
Sin embargo, aunque no exista un único patrimonio eclesiástico en el senti-
do estricto o técnico del término, desde otro punto de vista, se puede recuperar
ODLGHDGHXQDFLHUWDXQLGDGRUJiQLFDTXHHORUGHQDPLHQWRFDQyQLFRFRQÀHUH²D
WUDYpVGHXQRVPLVPRVÀQHVGHXQDGLVFLSOLQDDGPLQLVWUDWLYDVXVWDQFLDOPHQWH
38. V. DURANTE, Patrimonio…, o. c., p. 1 (traducción nuestra del original italiano). Para
Lacruz, por patrimonio de una persona se entiende «el conjunto de sus bienes y sus deudas» (J.L.
LACRUZ BERDEJO, Nociones de Derecho Civil Patrimonial, o. c., p. 110).
39. En la figura del patrimonio separado, la ley segrega algunos bienes de los restan-
tes del mismo sujeto, en vista de una particular finalidad (por ej., ciertos bienes hipotecados
que están sujetos a especiales garantías para los acreedores). En el segundo caso, se trata de
patrimonios DXWyQRPRV que están vinculados a un sujeto al que no se reconoce la capacidad
jurídica. Muchos ordenamientos jurídicos atribuyen un patrimonio autónomo a asociaciones
que no tienen personalidad jurídica, reconociendo así tanto el patrimonio personal como el
patrimonio finalizado.
40. Sobre la distinción entre bienes eclesiásticos y bienes no eclesiásticos (eclesiales, pri-
YDGRV« YpDVHLQIUD, cap. III, 2. Anticipamos ya que no es posible incluir en el concepto de
«patrimonio eclesiástico» los bienes privados, aunque tengan un carácter eclesial.
41. Cfr. T. MAURO, Patrimonio ecclesiastico, en Enciclopedia giuridica, vol. 22, Roma
1990, p. 1.
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común y, sobre todo, del poder de gobierno que corresponde al Romano Pon-
WtÀFH²DHVWDPXOWLSOLFLGDGGHSDWULPRQLRV42. Obviamente, se trata entonces de
un patrimonio sólo en sentido amplio y análogo: un determinado bien no puede
pertenecer simultáneamente a dos patrimonios en sentido técnico (el del sujeto
titular y el de la Iglesia)43. De lo dicho, y teniendo en cuenta la tensión entre
dos tendencias opuestas –aspectos de fraccionamiento y factores de unidad–,
se deduce por qué resulta adecuada la expresión acuñada por el profesor López
Alarcón: un «mosaico patrimonial».
45
DERECHO PATRIMONIAL CANÓNICO
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50. Cfr. P. LOMBARDÍA, Personas jurídicas en sentido lato y en sentido estricto, en Estudios
GH'HUHFKR&DQyQLFR, III, Madrid-Pamplona 1983, pp. 135-166.
51. Cfr. c. 116. Sobre este tema, véanse L. NAVARRO, Diritto di associazione…, o. c., p.
175; A. LONGHITANO, /HDVVRFLD]LRQLGHLIHGHOL, en GRUPPO ITALIANO DOCENTI DI DIRITTO CANO-
NICO (ed.), Il diritto nel mistero della Chiesa, II, Roma 19922, p. 48.
Aunque sean públicas y actúen en nombre de la Iglesia (no en nombre de la autoridad), las
asociaciones no pertenecen a la constitución jerárquica de la Iglesia (cfr. G. FELICIANI, Il diritto
di associazione e le possibilità della sua realizzazione nell’ordinamento canonico, en Das konso-
ziative…, o. c., p. 402; J.L. GUTIÉRREZ, 'HILQHXWHOHPHQWRGLVWLQFWLRQLVLQWHUHQWLDLQVWLWXWLRQDOLD
et associativa, ibid., pp. 199-207; E. MOLANO, (VWUXFWXUDVMHUiUTXLFDV\DVRFLDFLRQHV, ibid., pp.
185-197; J. FORNÉS, (OGHUHFKRGHDVRFLDFLyQ\HODFWRMXUtGLFRGHLQFRUSRUDFLyQDHVWUXFWXUDV
institucionales, ibid., p. 493).
52. Cfr. A. DEL PORTILLO, Fieles y laicos en la Iglesia, o. c., pp. 120-138; E. MOLANO,
/DDXWRQRPtDSULYDGDHQHORUGHQDPLHQWRFDQyQLFR, Pamplona 1974, pp. 239 y ss.; V. PRIETO,
Iniciativa privada y subjetividad jurídica, Pamplona 1999.
53. No se debe, en cambio, descartar la posibilidad de que la autoridad eclesiástica con-
fiera un mandato a una persona jurídica (incluso privada), en virtud del cual quede habilitada
para obrar, dentro de los límites de ese mandato, en nombre de la Iglesia o de una autoridad
eclesiástica.
47
DERECHO PATRIMONIAL CANÓNICO
(QHORUGHQDPLHQWRFDQyQLFRFXPSOHQXQDHVSHFtÀFDIXQFLyQ\VHVRPH-
ten a una disciplina propia, los llamados bienes eclesiásticos, esto es, los bienes
temporales que pertenecen a una persona jurídica pública, conforme al c. 1257.
Esta norma presenta una única diferencia respecto a la correspondiente del CIC
17 (c. 1497*): se ha añadido el adjetivo S~EOLFD(VDPRGLÀFDFLyQGLRRULJHQ
a una larga discusión y hoy constituye uno de los cambios más importantes
del nuevo Código. Es necesario precisar que se trata de una solución propia
GH OD FRGLÀFDFLyQ ODWLQD56. El Código oriental, en efecto, ignora el concepto
de persona jurídica privada. Por ello, establece que «bona temporalia omnia,
quae ad personas iuridicas pertinent sunt bona ecclesiastica»57. Aquí tenemos
una de las principales divergencias entre ambos códigos en materia de derecho
54. Cuando un ente que no era persona jurídica según el CIC 17, llega a ser persona jurídica
según la nueva normativa, sus bienes no cambian de calificación jurídica. Tal es, por ejemplo, la
calificación de los bienes de la asociación laical «Fraternidad de Comunión y Liberación», que ha
sido reconocida como asociación privada internacional (Cfr. PONTIFICIUM CONSILIUM PRO LAICIS,
'HFUHWRGLHUH]LRQHHFRQIHUPDLQSHUVRQDJLXULGLFDSHUOD&KLHVDXQLYHUVDOHGHOO·$VVRFLD]LRQH
laicale denominata «Fraternità di Comunione e Liberazione» [11 febbraio 1982], en DE 98
[1982] pp. 673-675). En cambio, si una persona jurídica pública (a tenor del viejo Código) ha
pasado a ser una persona jurídica privada, sus bienes quedan transformados en bienes eclesiales
privados. En tal hipótesis, no serán ya aplicables, obviamente, las normas del régimen adminis-
trativo codicial.
55. Cfr. c. 299 § 3. Esta recognitio de los estatutos no debe confundirse con la DSUREDFLyQ
requerida para obtener la personalidad jurídica. La concesión o no de la recognitio podría ser ob-
jeto, en su caso, de un recurso administrativo. Más adelante, veremos que esta recognitio confiere
un carácter eclesial (no eclesiástico) a los bienes de las asociaciones de fieles.
56. Cfr. c. 573 § 2 del CCEO. La no introducción de las personas jurídicas privadas se jus-
tificó diciendo que no era necesaria en el Oriente cristiano (cfr. Nuntia 13 [1981] pp. 4-5). Para
la discusión sobre la introducción de la personalidad jurídica privada en el CCEO, véase ibid. 18
(1984) pp. 11-12.
57. C. 1009 § 2. Véase Nuntia 13 (1981) p. 8; 27 (1988) p. 27.
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patrimonial58VLELHQHQHVWDVSiJLQDVQRVÀMDUHPRV~QLFDPHQWHHQODVROXFLyQ
adoptada por el Código latino: ahora las personas jurídicas pueden ser también
privadas 59.
De este principio, según el cual la capacidad de ser titular de bienes ecle-
VLiVWLFRV corresponde (únicamente) a las personas jurídicas canónicas públicas,
se sigue que ni Dios mismo, ni los pobres de modo genérico –como se solía
GHFLU²QLWDPSRFRHO5RPDQR3RQWtÀFHHQFXDQWRSHUVRQDSULYDGD60, pueden
ser considerados sujetos con capacidad de ser titulares de bienes eclesiásticos.
58. Cfr. J. ABBAS, The temporal Goods…, o. c., pp. 671-674; F.R. AZNAR GIL, Comentario
al c. 1009, en &yGLJRGHODV,JOHVLDVRULHQWDOHV, Salamanca 1994.
59. Las personas jurídicas privadas tienen capacidad patrimonial (cfr. c. 1255), pero los
ELHQHVTXHOHVSHUWHQHFHQQRVRQ©ELHQHVHFOHVLiVWLFRVª ¿Qué son entonces? El Código no cali-
fica estos bienes. A decir verdad, ni siquiera dice expresamente que no son bienes eclesiásticos;
sin embargo, así parece resultar implícitamente de los dos parágrafos del c. 1257. Hay que tener,
además, presente que el canon tampoco dice que no son bienes privados. De esta cuestión trata-
remos más ampliamente en el cap. III, 2.
60. La cuestión del titular de los bienes eclesiásticos (Dios, los pobres, el Romano Pontífi-
FH« KDVLGRREMHWRGHXQDODUJDFRQWURYHUVLDHQWUHWHyORJRV\FDQRQLVWDV FIU<0-CONGAR,
Les biens temporels de l’Église d’après la tradition théologique et canonique, en AA.VV., Église
et pauvreté, Paris 1965, pp. 233-258). El Romano Pontífice (que no hay que confundir con la
Sede Apostólica) puede –como cualquier fiel– poseer bienes personales, pero, por lo que se re-
fiere a los bienes eclesiásticos de las personas jurídicas, tiene solo una potestad de gobierno, no
la propiedad. Volveremos más adelante sobre esta central cuestión.
61. Cfr. P. LOMBARDÍA, /DSURSLHGDGHQHORUGHQDPLHQWRFDQyQLFRRF, p. 424.
49
DERECHO PATRIMONIAL CANÓNICO
Hay dos teorías acerca de la naturaleza de los poderes propios del Romano
3RQWtÀFHVREUHORVELHQHVGHODVSHUVRQDVMXUtGLFDVWLWXODUHVODYLHMDGRFWULQD
del dominio dividido y la moderna de la potestad de gobierno. Detengámonos
a examinar estas posiciones, para explicar después las razones de la opción del
legislador a favor de la potestad de gobierno (cc. 1256 y 1273). El contexto
histórico y normativo sitúa la cuestión en el ámbito de las personas jurídicas
S~EOLFDV (ya que la existencia de personas jurídicas privadas es reciente y el c.
1273 concierne solo a los bienes eclesiásticos)62.
Antes del Código actual, era muy frecuente el recurso a esa noción, he-
redada del derecho romano, para explicar el poder del Papa sobre los bienes
eclesiásticos. Actualmente, esta teoría sobrevive porque la sostienen algunos
autores63. En síntesis, se aplicaba a la Iglesia la distinción entre el dominio
directo o eminente del Principe y el dominio ~WLO de los súbditos, lo cual pre-
sentaba la gran ventaja de proporcionar un fundamento sencillo a la tesis de la
H[LVWHQFLDGHXQ~QLFRSDWULPRQLRHQOD,JOHVLD(O5RPDQR3RQWtÀFHWHQGUtD
el dominio directo, que le daría el derecho de disponer de todos los bienes de
las personas jurídicas, mientras que los súbditos tendrían solamente el domi-
nio ~WLO, es decir, serían poseedores, usufructuarios y titulares de un derecho
de propiedad limitado por las prerrogativas «dominicales» correspondientes al
supremo dispensador de los bienes eclesiásticos.
Ante esta concepción, es necesario formular algunas objeciones sobre la
conveniencia de acudir a la teoría del domino dividido, y, principalmente, sobre
su aplicación en sede eclesial.
1.º) Desde el punto de vista de la doctrina jurídica, se ha vuelto a la idea
de que la propiedad es indivisible64, de modo que, respecto a un bien deter-
minado, en lugar de hablar de un doble dominio, es preferible distinguir entre
el propietario (o los copropietarios) por una parte y, por otra, los poseedores y
titulares de diversos derechos reales65. Por eso, no parece oportuno «fosilizar»
62. Sobre los bienes no eclesiásticos el Romano Pontífice tiene solo un poder genérico –y
bastante teórico– de vigilancia. Véase LQIUD, cap. IV, 4, a).
63. Cfr., entre otros, W. SCHULZ, &RPHQWDULRDOF, en Münsterischer Kommentar zum
Codex Iuris Canonici, III; V. ROVERA, I beni temporali della Chiesa, en E. CAPPELINI (ed.), La
normativa del nuovo Codice, Brescia 1983, p. 265.
64. Cfr., por ejemplo, A. TRABUCCHI, Istituzioni di diritto civile, Padova 198930, p. 414, n.
168; G. MARTY-P. RAYNAUD, Droit civil, II, o. c., pp. 39-44.
65. Acerca de la conceptualización de un doble dominio o dominio dividido por parte de
los glosadores, en torno al siglo XII, con el fin de adaptar la clásica noción de dominio –derecho
50
/2635,1&,3,26&2167,787,926
51
DERECHO PATRIMONIAL CANÓNICO
68. El análisis es conforme con la distinción propuesta por Santo Tomás: el Romano Pon-
tífice era «principalis dispensator», pero no era «dominus et possessor» (cfr. Summa Theologica,
II-II, q. 100, A. 1, ad 7). Véanse también F.X. WERNZ-P. VIDAL, De Rebus, o. c., n. 740; R. NAZ,
Biens ecclésiastiques ou temporels, en DDC, ed. 1935-1965, Paris, col. 840; J. HERVADA, La rela-
FLyQGHSURSLHGDGHQHOSDWULPRQLRHFOHVLiVWLFR, en IC 2 (1962) pp. 425-467 (publicado también
en 9HWHUDHW1RYD, I, Pamplona 1991, pp. 179-233).
69. El c. 1499 § 2* establecía que la propiedad eclesiástica quedaba siempre «sub suprema
auctoritate Sedis Apostolicae». A su vez, el nuevo c. 1256, usa términos casi iguales: «sub supre-
ma auctoritate Romani Pontificis». Esta expresión, sin embargo, fue objeto de crítica y algunos
propusieron su supresión (sería, en realidad, un supuesto de poder dominical). Pero tal propuesta
fue rechazada y el único cambio realizado respecto al Código precedente fue la sustitución del
término «Sedis Apostolicae» por «Romani Pontificis» (cfr. Com 12 [1980] pp. 397-398). No cabe
duda, por lo tanto, de que la suprema autoridad del Romano Pontífice se extiende sobre todos los
bienes de las personas jurídicas de la Iglesia.
El otro canon de mayor importancia para la cuestión que estudiamos es el c. 1273 del actual
Código. A la vieja formulación del c. 1518* «Romanus Pontifex est omnium bonorum eccle-
siasticorum supremus administrator et dispensator», se añade «vi primatus regiminis». La nueva
disposición cambia el término «iurisdictionis» inicialmente propuesto por el equivalente de «go-
bierno» («regiminis»), manifestando así de manera incuestionable que se trata de una potestad de
gobierno (cfr. Com 5 [1973] p. 97).
70. «Secundum ipsos verba “vi primatus iurisdictionis” qualificat naturam potestatis su-
premi administratoris et dispensatoris, quae non est dominica ac si Pontifex esset dominus bo-
norum ecclesiasticorum. Vi huius potestatis enim Summus Pontifex potest dispensare de bonis
ecclesiasticis in ordine ad assecutionem finium ob quos Ecclesia illa bona possidet» (Com 12
[1980] pp. 412-413).
71. Se trata de la facultad que corresponde al Romano Pontífice de autorizar una enajena-
FLyQ de gran valor y de los casos especiales –y raros– de la FRQGRQDFLyQ de deudas y del traspaso
de un patrimonio eclesiástico a otro.
52
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53
CAPÍTULO III
1. BIENES TEMPORALES
1. La distinción entre bona y res (cfr., entre otros, los cc. 1270 y 115 § 3) ha sido superada
en el vigente Código.
2. Ha perdido su importancia la vieja distinción entre los bienes puramente espirituales
VDFUDPHQWRVVDFUDPHQWDOHVLQGXOJHQFLDV« \ORVELHQHVFRQYDORUHFRQyPLFR(VWRV~OWLPRV
podían ser temporales o mixtos (es decir, con un sustrato económico separable o no de los bienes
meramente espirituales). Aquí, en cambio, se insiste en la existencia de un valor económico para
que haya un bien temporal.
55
DERECHO PATRIMONIAL CANÓNICO
3. Cfr. P. LOMBARDÍA, Personas jurídicas en sentido lato…, o. c., pp. 135-166; S. BUENO
SALINAS, /DQRFLyQGHSHUVRQDMXUtGLFDHQHORUGHQDPLHQWRFDQyQLFR, Barcelona 1985, pp. 125-
173.
4. El legislador utiliza la expresión persona moral solo en el c. 113 § 1 para la Iglesia
Católica y para la Santa Sede (cfr. G. LO CASTRO, Il soggetto e i suoi diritti nell’ordinamento
FDQyQLFR, Milano 1985, pp. 108 y ss.).
5. Un estudio sobre la progresiva maduración del concepto técnico de bien eclesiástico
puede encontrarse en: J. MIÑAMBRES, /DQR]LRQHGL©EHQHHFFOHVLDVWLFRªQHOODSULPDFRGLILFD-
zione canonica, en IE 19 (2007), pp. 77-96.
6. Sobre las asociaciones de fieles según el CIC 17, véase W. ONCLIN, Principia generalia
GHILGHOLXPDVVRFLDWLRQLEXV, en Ap 36 (1963) pp. 68-109.
7. Cfr. c. 1009 § 2 CCEO y las explicaciones que preceden.
8. Cfr. c. 1497 § 1*.
9. Cfr. Com 11 (1980) pp. 391-392 y 398-399.
56
CLASIFICACIÓN DE LOS BIENES
10. Durante la vigencia del Código precedente, se hablaba de «bienes laicales» para de-
signar los bienes que no pertenecían a personas jurídicas eclesiásticas, es decir los bienes que
no eran propiedad de la Iglesia: los bienes de las personas físicas, de las asociaciones de fieles
no erigidas en persona jurídica y de las personas jurídicas civiles destinadas a fines religiosos
(cfr. G. VROMANT, De Bonis…, o. c., p. 33, n. 28). Obviamente, la expresión «bienes laicales»
habría que entenderla hoy en otro sentido (cfr. M. LÓPEZ ALARCÓN, &RPHQWDULRDOF, en
&yGLJR«, o. c.).
11. Cfr. P.A. PERLADO, Sugerencias…, o. c., pp. 397-400.
12. Cfr. P LOMBARDÍA, Personas jurídicas en sentido lato…, o. c., p. 166; V. PRIETO MAR-
TÍNEZ, Iniciativa Privada…, o. c., p. 573; R. ROVERA, I beni…, o. c., p. 265; J.M. GONZÁLEZ DEL
VALLE, /RVELHQHVGHODVDVRFLDFLRQHVFDQyQLFDVSULYDGDVFRQSHUVRQDOLGDGMXUtGLFD, en Das
konsoziative Element…, o. c., pp. 564 y ss.; A.M. PUNZI NICOLÒ, Il regime patrimoniale…, ibid.,
p. 591; V. DE PAOLIS, I beni temporali della Chiesa, Bologna 1995, p. 72; J.T. MARTÍN DE AGAR,
Bienes temporales…, o. c., pp. 712-713.
13. Cfr. R. BOTTA, Persone giuridiche pubbliche e persone giuridiche private nel nuovo
codice di diritto canonico, en DE 96 (1985) pp. 346-347.
14. Cfr. F.R. AZNAR GIL, /DDGPLQLVWUDFLyQ«RF, pp. 53-54, en conformidad con la in-
terpretación de S. MESTER, I beni temporali della Chiesa (le novità apportate dal nuovo Codice),
en Ap 47 (1984) pp. 58-59.
15. Una mirada a los trabajos preparatorios nos permitirá encontrar algunos elementos para
clarificar la cuestión terminológica:
57
DERECHO PATRIMONIAL CANÓNICO
VLiVWLFRVªDXQTXHVHPRGLÀTXHFRQHODxDGLGR©HQVHQWLGRDPSOLRª(QHIHFWR
la expresión bienes eclesiales recuerda oportunamente que se trata de medios
GHVWLQDGRVDÀQHVHFOHVLDOHV DOLJXDOTXHORVELHQHVHFOHVLiVWLFRV SHURTXH D
diferencia de estos) se rigen solo por los estatutos propios de la persona jurídica
titular16.
'LFKRHVWRSDUDFRQFOXLUFRQODFXHVWLyQGHODFDOLÀFDFLyQGHORVELHQHVGH
las personas jurídicas privadas, es necesario precisar algunas cosas:
1.º) Nos parece preferible hablar de bienes eclesiales privados, terminolo-
gía que expresa adecuadamente la naturaleza de estos medios materiales: aun-
TXHQRVRQJHVWLRQDGRVRÀFLDOPHQWHHQQRPEUHGHOD,JOHVLDVHGHEHQXVDUSDUD
ÀQHVHFOHVLDOHVVHJ~QORVSURSLRVHVWDWXWRV\EDMRODYLJLODQFLDGHODDXWRULGDG
eclesiástica competente.
2.º) Aunque la expresión bienes privados se usa frecuentemente, en rela-
ción con las personas eclesiásticas privadas, con el sentido implícito de bienes
eclesiales privados, ese concepto designa primordialmente los bienes que per-
WHQHFHQ D ORV ÀHOHV LQGLYLGXDOPHQWH R coniunctim. Los bienes privados son
ELHQHVGHORVÀHOHV-XUtGLFDPHQWH17, por tanto, no son bienes eclesiales, sino
simplemente privados (o civiles privados).
58
CLASIFICACIÓN DE LOS BIENES
ridades eclesiásticas. Los concretos deberes jurídico-canónicos del fiel, que el derecho canónico
debe determinar, afectan solo a una parte muy limitada de su patrimonio (por ej., el c. 1263 sobre
el tributo extraordinario y 1264, 1º sobre las tasas administrativas) y no transforman la naturaleza
de estos bienes.
18. Cfr. M. LÓPEZ ALARCÓN, &RPHQWDULRDOF, en Comentario exegético«, o. c.
19. Cfr. A. MARTÍNEZ BLANCO, &DOLILFDFLyQ\UpJLPHQGHORVELHQHVGHODSHUVRQDMXUtGLFD
SULYDGDHQHORUGHQDPLHQWRFDQyQLFR, en Das konsoziative Element…, o. c., pp. 579 y ss.
20. Cfr. M. LÓPEZ ALARCÓN,&RPHQWDULRDOF, en Comentario exegético…, o. c.
59
DERECHO PATRIMONIAL CANÓNICO
a’) 3DUDODVSHUVRQDVMXUtGLFDVS~EOLFDV
Sus bienes se ULJHQSRUHOGHUHFKRXQLYHUVDO OLEUR9SULQFLSDOPHQWH FRP-
pletado por el derecho particular y/o por los estatutos (cfr. c. 1257 § 1). Esta
solución es conforme con la naturaleza eclesiástica de esos bienes21. Una parte
importante de las personas jurídicas públicas está constituida por los Institutos
GHYLGDFRQVDJUDGD\ODV6RFLHGDGHVGHYLGDDSRVWyOLFD. Sus bienes (eclesiás-
ticos) se rigen por las normas generales de la Iglesia y después por su derecho
propio22.
60
CLASIFICACIÓN DE LOS BIENES
miembros de los Institutos de vida consagrada o de las Sociedades de vida apostólica no son bie-
nes eclesiásticos, lo que no excluye que los votos de pobreza y de obediencia produzcan algunas
consecuencias jurídicas respecto a esos bienes personales (cfr. c. 668). Para mayor información
sobre el régimen jurídico de los bienes de los Institutos de vida consagrada y de las Sociedades
de vida apostólica, remitimos al cap. VIII.
23. Cfr. G. MICHIELS, Principia generalia de personis in Ecclesia, Tornaci 1955 (ed. alte-
ra), pp. 590-591; F.R. AZNAR GIL, /DDGPLQLVWUDFLyQ«RF, pp. 56-57.
24. Las funciones de vigilancia y de alta dirección deben respetar la autonomía del ente y
no se pueden confundir con las de gobierno directo de este.
25. Cfr. J.M. GONZÁLEZ DEL VALLE, /RVELHQHVGHODVDVRFLDFLRQHVFDQyQLFDVSULYDGDV«
o. c., pp. 563-569. Se da una cierta analogía con lo que sucede en determinados ordenamientos
estatales con las asociaciones y fundaciones privadas de interés público.
61
DERECHO PATRIMONIAL CANÓNICO
a’) 9LJLODQFLDVREUHODVSHUVRQDVMXUtGLFDVS~EOLFDV
Cuando se trata de una persona jurídica S~EOLFD, que actúa en nombre de
la Iglesia, el deber de vigilancia es más intenso para la autoridad eclesiástica
competente. Esta vigilancia, en el contexto de la superior o alta dirección, debe
llevarse a cabo «con diligencia». La superior dirección incluye la obligación de
rendir cuentas (cfr. cc. 1276 § 1 y 319 § 1). El Ordinario tiene también el dere-
cho-deber de intervenir en caso de negligencia del administrador (cfr. c. 1279)
y de tomar medidas para ordenar la administración de los bienes en su conjunto,
dando incluso instrucciones especiales dentro de los límites del derecho uni-
versal y particular (cfr. c. 1276 § 2). Obviamente, sería impensable atribuir al
Ordinario tantas facultades respecto a los entes eclesiales privados.
b’) 9LJLODQFLDVREUHORVHQWHVSULYDGRV
La vigilancia de la autoridad superior sobre los bienes de un ente privado
consiste sobre todo en cuidar que se respeten las disposiciones estatutarias (de
los estatutos aprobados o recogniti) en materia patrimonial26, y que se destinen
HIHFWLYDPHQWHORVELHQHVDORVÀQHVHVWDEOHFLGRV FIUFF\ 27. Si un ente
privado no respetase sus estatutos y se alejase de la comunión eclesial, la autori-
GDGHFOHVLiVWLFDSRGUtDGHFODUDUTXHWDOHQWH\DQROOHYDDFDERÀQHVHFOHVLDOHVR
que no observa sus estatutos. En caso necesario podría, incluso, retirar la apro-
bación de los estatutos o reprobar el ente, pero no podría disponer de sus bienes.
Por otra parte, si una asociación privada causa un grave daño a la doctrina o a
ODGLVFLSOLQDHFOHVLiVWLFDRHVRFDVLyQGHHVFiQGDORSDUDORVÀHOHVSXHGHVHUVX-
primida por la autoridad competente (cfr. c. 326 § 1). Además, en el caso de una
fundación privada, la vigilancia del Ordinario del lugar, en cuanto ejecutor de
todas las pías voluntades (cfr. cc. 325 § 2 y 1301), se extiende también a su admi-
nistración. Corresponde también al Ordinario del lugar vigilar el cumplimiento
de las cargas de misas en las iglesias del clero secular (cfr. c. 957).
Por lo demás, la vigilancia de la autoridad eclesiástica sobre los bienes de
las personas jurídicas privadas –en el ámbito de la alta dirección– parece más
de orden moral que de naturaleza jurídico-administrativa28. Con esto no quere-
26. En el caso de las personas jurídicas privadas, al aprobar los estatutos (cfr. c. 117), la
autoridad eclesiástica deberá asegurarse de que en los mismos se prevea la destinación de los
bienes en caso de extinción del ente (cfr. c. 123).
27. Para las asociaciones privadas, esta función, establecida también por los cc. 305 y
325, tiene por finalidad controlar que el uso de los bienes sea compatible con los fines de cada
asociación.
28. Ha sido calificada como «atención, ayuda y advertencia», más que como verdadera
facultad jurídica de «dirección y control» (cfr. A. MARTÍNEZ BLANCO, &DOLILFDFLyQ\UpJLPHQ«,
en Das konsoziative Element…, o. c., pp. 580-581).
62
CLASIFICACIÓN DE LOS BIENES
PRVGHFLUTXHVRORKD\DHVSDFLRSDUDXQDYLJLODQFLDWHyULFDRLQHÀFD]3DUHFH
en efecto, oportuno que la autoridad pueda y deba controlar el uso de los bienes
FXDQGRVHYHULÀTXHQVXSXHVWRVTXHKDJDQSHQVDUHQXQXVRGLYHUVRUHVSHFWRD
ORVÀQHVGHODDVRFLDFLyQ3RUHMHPSORHQHOFDVRGHVRVSHFKDVRGHXQDGH-
nuncia sobre el uso de los bienes, hecha por uno de los socios a la autoridad,
esta podría exigir una rendición de cuentas29. Ordinariamente, la vigilancia
sobre los bienes eclesiales privados comportará el derecho a conocer qué bienes
posee el ente y qué valor tienen, a ser informado sobre su colocación segura y
VREUHHOÀHOFXPSOLPLHQWRGHODYROXQWDGGHORVGRQDQWHV OLEHUDOLGDGHV 6REUH
la base de estos elementos, la autoridad podrá ordenar o recordar el deber de
administrar estos bienes de modo diligente y justo, y, si existen estatutos, de
respetar sus disposiciones30. No compete a la autoridad eclesiástica, en cambio,
sustituir a los administradores, avocando a sí la distribución o la erogación de
los bienes del ente, ni tampoco establecer cómo debe la asociación invertir o
emplear sus ingresos31. En todo caso, el poder de vigilancia debe limitarse a
IDYRUHFHUHOFXPSOLPLHQWRGHORVÀQHVSURSLRVGHOHQWHGHDFXHUGRFRQORVHVWD-
tutos, sin detrimento de su debida autonomía.
63
DERECHO PATRIMONIAL CANÓNICO
34. Véanse, por ej., en Francia, PH. GREINER, Les biens des paroisses dans le contexte
GHVGLRFqVHVIUDQoDLV, en AC 47 (2005), pp. 37-50; O. ÉCHAPPÉ, Les «biens» des associations
d’Église, ibid., pp. 51-62. De modo semejante, para Bélgica, véase J.-P. SCHOUPPE-P. DE POOTER,
Sur les traces du droit canonique des biens temporels en Belgique, en J.-P. SCHOUPPE (éd.), 9LQJW
cinq ans après le Code. Le droit canon en Belgique, Bruxelles (de próxima públicación).
35. La contribución económica de un fiel a este tipo de entidades civiles –es decir, a una
entidad creada en el marco del derecho civil para resolver, entre otras cosas, las necesidades
patrimoniales de una persona jurídica pública de la Iglesia– se debe considerar como una forma
de poner en práctica la obligación genérica de contribuir a las necesidades de la Iglesia (cfr. c.
222 § 1). En efecto, según el c. 1258, cualquier persona jurídica pública de la Iglesia se asimila a
la Iglesia. Hemos desarrollado este tema en J.-P. SCHOUPPE, Le droit-devoir…, o. c., en Fidelium
Iura, 9 (1999) pp. 222 y ss.
64
CLASIFICACIÓN DE LOS BIENES
1) 1RFLyQGHFRVDVDJUDGD
36. En la categoría de las res extra commercium divini iuris, se encontraban las res sacrae
–esto es, consagradas a los dioses mediante consecratio de los pontífices y después del empe-
rador (templos, casas, bosques, etc.)–, las res religiosae (sepulcros) y las res sanctae (muros y
puertas de la ciudad que se colocaban bajo la protección de los dioses). Para poder entrar en el
comercio, las cosas sagradas debían ser sometidas a la exauguratio (cfr. E. VOLTERRA, Istituzioni
di diritto privato romano, Roma 1961, pp. 274-277; A. D’ORS, Derecho privado romano, Pam-
plona 200410, pp. 192-193, § 131).
37. Cfr. cc. 1171 y 1205; Com 12 (1980) p. 339.
38. Sobre las nociones de destinación, dedicación y bendición, véase, además del Ordo
dedicationis ecclesiae et altaris&LWWjGHO9DWLFDQRPraenotanda, II, 17 y del Ordo bene-
dictionum Ritualis Romani&LWWjGHO9DWLFDQRSSHOHVWXGLRGH$LONGHITANO,
Il sacro nel codice di diritto canonico, en IE 6 (1994) pp. 721 y ss.
39. La dedicación no es esencialmente distinta de la consagración, pero el sentido propio
del término «consagración» se reserva normalmente para las personas. Véase Com 12 (1980) p.
65
DERECHO PATRIMONIAL CANÓNICO
estable y permanente: está prevista solo para las iglesias y los altares40, mien-
tras que la bendición atañe a los oratorios, las capillas privadas o los lugares
sagrados cuya destinación al culto es temporal41.
Pueden ser cosas sagradas tanto lugares como objetos. Los lugares sagra-
dos (cfr. c. 1205) pueden ser muy diversos: iglesias (c. 1214), oratorios (c.
1223), capillas privadas (c. 1226), santuarios (c. 1230), cementerios (c. 1205),
etc. Como ejemplos de cosas sagradas se pueden citar, principalmente, las imá-
genes (c. 1188), las reliquias (c. 1109) y los altares (c. 1235). Conviene señalar
TXHORVREMHWRVSLDGRVRVFRPRXQFUXFLÀMRRXQDPHGDOODGHOD9LUJHQSXHGHQ
ser bendecidos para el uso de personas particulares, sin hacer referencia al cul-
to; en tal caso no pasan a ser bienes sagrados42.
/DQRFLyQGHFRVDVDJUDGDQRVHLGHQWLÀFDSRUWDQWRFRQODGHcosa pía.
Basta pensar en un oratorio no bendecido –lugar pío– para mostrar que todas
las cosas pías no son de por sí cosas sagradas. En efecto, si el oratorio es un lu-
gar pío desde el momento de su destinación al culto por el Ordinario competen-
WHDQWHVGHVXEHQGLFLyQQRVHSXHGHFDOLÀFDUGHOXJDUVDJUDGR(VGLIHUHQWHHO
FDVRGHXQDLJOHVLDTXHVLHQGRXQ©HGLÀFLRVDJUDGRGHVWLQDGRDOFXOWRGLYLQRª
(c. 1214), no puede ser lugar pío sin ser también sagrado.
'LVWLQWD HV OD FXHVWLyQ GH VX FDOLÀFDFLyQ FRPR ELHQHV HFOHVLiVWLFRV. En
HIHFWRODFDWHJRUtDFDQyQLFDGHELHQHFOHVLiVWLFRQRGHULYDGHODFODVLÀFDFLyQ
como res sacra, sino de la naturaleza –pública o no– de la persona jurídica ecle-
siástica titular. Un cáliz perteneciente a un sacerdote o a una capilla privada,
por ejemplo, será un bien sagrado privado. Pero, en todo caso, la relación con
el culto atribuye a los bienes sagrados una peculiar dignidad que el derecho ca-
nónico tutela, también ante la ley civil, por medio de un régimen administrativo
propio. Se habla de limitaciones públicas de la propiedad privada43.
325; G.M. OURY, Le nouveau rituel de la dédicace des églises, en Esprit et vie. L’ami du clergé
88 (1978) pp. 155-160 y 175-176.
40. Por lo que se refiere a los altares, el altar fijo, por lo general, es objeto de dedicación,
mientras que el altar portátil puede ser, dependiendo del caso, dedicado o bendecido (cfr. G.M.
OURY, Le nouveau rituel…, o. c., p. 156).
41. Cfr. C. VAN DE WIEL, Des «lieux sacrés» dans le nouveau Code de droit canonique
FDQRQV , en Questions liturgiques, 76 (1995) pp. 106-108.
42. Cfr. R. NAZ, Biens ecclésiastiques ou temporels, en DDC, II, o. c., Paris 1937, col. 837.
43. Cfr. J.T. MARTÍN DE AGAR, Comentario al c. 1171, en &yGLJR«RF
66
CLASIFICACIÓN DE LOS BIENES
a’) /DQRUPDWLYDMXUtGLFDSDUDXQDGLJQDLQVWDODFLyQ
FRQVHUYDFLyQ\XWLOL]DFLyQGHODVFRVDVVDJUDGDV
La autoridad eclesiástica establece normas para asegurar la digna instala-
ción, conservación y utilización de las cosas sagradas (cfr. cc. 1171 y 1205 y
ss.). Por eso, la condición sagrada de un bien puede analizarse desde la pers-
pectiva de una obligación de derecho administrativo, es decir, como una limita-
ción pública del derecho de propiedad sobre ella, aunque se trate de propiedad
privada. Por lo demás, aunque los bienes sagrados no estén excluidos del co-
mercio en cuanto tales, desde el momento de su dedicación o bendición –acto
exclusivamente espiritual–, el elemento sobrenatural conferido tiene un precio
inestimable y es extra commercium: convertirlo en objeto de comercio sería,
por tanto, simonía. Por eso, el c. 1539* prohibía taxativamente tener en cuenta,
en la valoración pecuniaria de un bien, su consagración o bendición. El carácter
negociable de las cosas sagradas en el ordenamiento canónico no excluye que
un ordenamiento civil establezca que queden fuera del comercio44, volviendo
así a la solución originaria del derecho romano.
En el c. 1171 se establece la obligación de tratar con reverencia estos bienes
y la prohibición de emplearlos para un uso profano o impropio. Esto no impide
que el Ordinario pueda autorizar –ocasionalmente– ciertos usos no vinculados
con el culto, la piedad o la religión, siempre que no sobrepasen un límite rigu-
roso: las actividades que se organicen no pueden ser contrarias a la santidad
del lugar45. Un ejemplo frecuente es la organización de conciertos de música
clásica en las iglesias46. Distinto es el caso de las iglesias que han perdido su
dedicación o bendición y, por tanto, ya no son lugar sagrado.
El deber de tratar con reverencia todos los bienes sagrados atañe también
a los que pertenecen a un patrimonio privado. El carácter sagrado de un bien
no se pierde por un uso profano prolongado, es decir no prescribe47. En caso
67
DERECHO PATRIMONIAL CANÓNICO
b’) /DUHVWULFFLyQGHOiPELWRGHODSUHVFULSFLyQ
adquisitiva de las cosas sagradas
Otra regla establecida para tutelar estos bienes se encuentra en el c. 1269.
Las res sacrae que pertenecen a una persona jurídica pública de la Iglesia no
pueden ser adquiridas en virtud de prescripción por entes o personas privadas.
Solo otra persona jurídica pública eclesiástica puede adquirirlas por prescrip-
ción. Se evita así que salgan del patrimonio eclesiástico, lo cual garantiza mejor
su uso para el culto. Esta regla es una solución moderada frente a la propuesta
de prohibición de toda prescripción de bienes sagrados. La tutela de los bienes
sagrados debe hacerse con diligencia por parte de la autoridad legítima, para
prevenir posibles abusos50.
carácter sagrado del cáliz, pero daba lugar a una obligación grave de restaurarlo (cfr. S. ALONSO
MORÁN, &RPHQWDULRDOF, en &yGLJRGHGHUHFKRFDQyQLFR, Madrid 19749).
48. Si dentro de un lugar se ha cometido una profanación grave y escandalosa, está prevista
la posibilidad de celebrar un rito de reconciliación antes de organizar actos de culto (cfr. c. 1211)
y el autor del delito debe ser castigado con una justa pena (cfr. c. 1376).
49. Cfr. cc. 1212 y 1222. Véase C. VAN DE WIEL, Des «lieux sacrés»…, o. c., pp. 112-113
y 122-123.
50. Cfr. Com 12 (1980) pp. 406-407. Sobre la prescripción, véase LQIUD, cap. IV, 4.
68
CLASIFICACIÓN DE LOS BIENES
51. Cfr. A. MOSTAZA, Derecho patrimonial, o. c., p. 433; J.T. MARTÍN DE AGAR, Bienes
temporales…, o. c., pp. 707-708; V. DE PAOLIS, I beni…, o. c., p. 18. En cambio, siguiendo su
criterio del doble carácter eclesial, Aznar concluye que los bienes preciosos son bienes sujetos
a la autoridad eclesiástica y que, por tanto, pueden ser bienes eclesiásticos propiamente dichos
o bienes de personas jurídicas eclesiásticas privadas (cfr. F.R. AZNAR GIL, /DDGPLQLVWUDFLyQ«
o. c., p. 63).
52. En este sentido, véase entre otros, A. MOSTAZA, Derecho patrimonial, o. c., p. 433; J.T.
MARTÍN DE AGAR, Bienes temporales…, o. c., pp. 710-711.
53. El c. 1190 prohíbe la venta de reliquias y sujeta la enajenación y el traslado definitivo
de las reliquias insignes y de aquellas que gozan de gran veneración popular, así como de las
imágenes que gozan de gran veneración por parte del pueblo en una iglesia, a la autorización de
la Sede Apostólica.
54. Si bien el c. 638 § 3 parece oponer los exvotos (es decir los bienes dados a la Iglesia por
razón de un voto) a los bienes preciosos por razones artísticas o históricas, el c. 1234 § 2 tutela
de hecho los exvotos como bienes preciosos: «votiva artis popularis et pietatis documenta in
sanctuariis aut locis adiacentibus spectabilia serventur atque secure custodiantur». En el caso de
los exvotos, existe una obligación de respetar la voluntad del donante, que justifica por sí misma
la necesidad de consultar a la Santa Sede como requisito previo para cambiarlos de lugar (cfr. R.
NAZ, Ex-voto, en DDC, V, o. c., col. 789-790).
69
DERECHO PATRIMONIAL CANÓNICO
contraposición entre bienes preciosos y bienes culturales, puesto que estos últi-
mos tienen muchas veces un notable valor por razones artísticas o históricas (cfr.
c. 1292 § 2). A nivel institucional, la ausencia de contraposición entre las dos
QRFLRQHVSDUHFHKDEHUVLGRLPSOtFLWDPHQWHFRQÀUPDGDSRUODUHIRUPDGHOD&XULD
URPDQDUHDOL]DGDHQFRQODPRGLÀFDFLyQGHODGHQRPLQDFLyQGHOD&RPL-
VLyQSRQWLÀFLDSDUDODFRQVHUYDFLyQGHOSDWULPRQLRDUWtVWLFRHKLVWyULFRHQ&RPL-
VLyQSRQWLÀFLDSDUDORVELHQHVFXOWXUDOHVGHOD,JOHVLDVLQTXHKD\DKDELGRQLQJ~Q
cambio sustancial en las funciones atribuidas a este organismo por la const. ap.
Pastor Bonus55(QFDPELRHO&,&QRGHÀQHHOFRQFHSWRGHELHQFXOWXUDOTXH
usa solo en el c. 1283. La fuente de este canon –el c. 1522*– no es útil para clari-
ÀFDUODFXHVWLyQSXHVQRXVDEDHVWHWpUPLQR3RUWDQWRSDUDDFODUDUODQRFLyQHQ
cada país se deberá hacer referencia al derecho civil y a los eventuales acuerdos
entre la Iglesia y el Estado, que pueden servir para determinar los contenidos con-
cretos de esta categoría de bienes y para establecer las reglas aplicables56.
En conclusión, pues, entendemos que se pueden incluir en la categoría
canónica de los bienes preciosos tanto los llamados «bienes culturales», como
ORVELHQHVGHYHQHUDFLyQSRSXODUGHSLHGDGRGHFXOWR, aunque no respondan
estrictamente al criterio codicial de valor por razones históricas o artísticas. En
cuanto a la YDORUDFLyQSHFXQLDULD del «notabilis valor» –que no constituye una
conditio sine qua non, ya que muchos bienes preciosos para la Iglesia tienen
un valor intrínseco mínimo57–, no ha habido nunca una precisa interpretación
auténtica irrefutable58.
70
CLASIFICACIÓN DE LOS BIENES
massima stabilita dalla CEI» (cfr. J.F. CASTAÑO, Appunti di Jus Patrimoniale, o. c., pp. 9-10).
En la actualidad, la cantidad serían 8.333 euros para Italia, que corresponde a dividir la suma
mínima (250.000 euros) entre treinta. En España, el valor correspondiente sería de 5.000 euros
(150.000/30). Este criterio, sin duda, puramente práctico y no irrefutable, encuentra, pues, un
fundamento en el Código precedente y en el parecer de la Congregación que era competente.
59. Respecto a este inventario, véase PONTIFICIA COMISIÓN PARA LOS BIENES CULTURALES
DE LA IGLESIA, Carta circular del 8 de diciembre de 1999, Necesidad y urgencia de inventariar
y catalogar los bienes culturales de la Iglesia, en /·2VVHUYDWRUH5RPDQRHGLFLyQVHPDQDOHQ
OHQJXDHVSDxROD(1634), 21 de abril de 2000, pp. 7-14.
60. Cfr. PB, arts. 97 y 98.
61. Este organismo sustituye a la Pontificia Comisión para la Conservación del Patrimonio
Artístico e Histórico en virtud de un Motu proprio de 25 de marzo de 1993 y mantiene la compe-
tencia fijada por los arts. 100-103, de la PB (cfr. art 4, III, en AAS 85 [1993] pp. 551-552). Véase
LQIUD, cap. VI, 4, b), 2).
62. Cfr. c. 1190 § 3. Los requisitos para la enajenación y el traslado definitivo de las imá-
genes preciosas son los mismos que para las reliquias insignes y para las que gozan de una gran
71
DERECHO PATRIMONIAL CANÓNICO
Para concluir esta presentación de las cosas preciosas, parece útil subrayar
la necesidad de no perder de vista el conjunto de las normas aplicables a cada
supuesto de hecho. En efecto, un mismo bien jurídico puede ser objeto de consi-
deraciones complementarias por parte de diversos ordenamientos, por razón del
GLIHUHQWHPRGRGHFRQVLGHUDUVXFDOLÀFDFLyQMXUtGLFD8QDFDWHGUDOJyWLFDSRU
ejemplo, puede ser, en derecho canónico, un bien eclesiástico, sagrado y precio-
so y, además, ser para el ordenamiento civil, un bien cultural o ambiental.
veneración popular. Entre estos bienes se encuentran los exvotos. Desde 1992, la licencia se
pide a la Congregación del Clero para cada enajenación de un exvoto (cfr. AAS 14 [1992] pp.
160-161). Para los exvotos y para los bienes preciosos artis vel historiae causa, el requisito de
la licencia es independiente tanto de la pertenencia o no de estos bienes al patrimonio estable de
la persona jurídica como de su valor pecuniario. Por lo que se refiere a los bienes de notabilis
valor pecuniario, no se puede sortear el requisito de la licencia mediante el fraccionamiento de
la enajenación en varios negocios (cfr. J. MANTECÓN, &RPHQWDULR DO F , en Comentario
exegético…, o. c.).
63. Cfr. A. BURDESE, Manuale di diritto privato romano, o. c., pp. 170-180; A. D’ORS,
Derecho Privado Romano, o. c., pp. 191-198, §§ 131-135; J. ARIAS RAMOS-J.A. ARIAS BONET,
Derecho Romano, I, o. c., pp. 105-116.
64. GAIO, Institutiones, 2, 14.
72
CLASIFICACIÓN DE LOS BIENES
peñando, sin embargo, un papel clave en materia patrimonial. Los bienes mue-
bles se determinan por exclusión: son muebles todos los bienes que no entran
en la categoría de bienes inmuebles. En cuanto a la categoría de los bienes
inmuebles, los códigos civiles establecen distintos criterios, principalmente la
determinación por naturaleza y la legal. Son inmuebles por naturaleza todas
las cosas que no se pueden transportar sin alterar su sustancia, es decir, todas
ODVTXHHVWiQXQLGDVDOVXHORQDWXUDORDUWLÀFLDOPHQWH SRUHMFXUVRVGHDJXD
iUEROHV\HGLÀFLRV &RPRHMHPSORGHLQPXHEOHVSRUGLVSRVLFLyQOHJDOVHSXH-
den mencionar los muebles que pueden ser inmovilizados por destino (por ej.,
ORV HGLÀFLRV ÁRWDQWHV 65. Las principales consecuencias que se derivan de la
FODVLÀFDFLyQ FRPR PXHEOH R LQPXHEOH UDGLFDQ HQ OD GLIHUHQFLD GH IRUPD GH
publicidad y de competencia.
c) Bienes HVSHFtÀFRV y genéricos: genérico es un tipo de bien que engloba
YDULDVHVSHFLHV SHUUR PLHQWUDVTXHHVSHFtÀFRHVDTXHOTXHVHFDUDFWHUL]D\
distingue de otras cosas (perro «pastor alemán»). En el caso de una compraven-
WDSDUDTXHVHYHULÀTXHXQFDPELRGHSURSLHGDGHVQHFHVDULDODHVSHFLÀFDFLyQ
o individuación, lo cual tiene importantes consecuencias jurídicas, en particu-
lar, para saber quién debe asumir los riesgos.
d) Bienes IXQJLEOHV o QRIXQJLEOHV, según sea posible su sustitución o no
por otros bienes: es muy distinto vender un un libro que puede encontrarse en
cualquier librería que un manuscrito auténtico con valor histórico.
e) Los bienes son consumibles si su uso implica que se consuman (dinero,
bebidas, comestibles, etc.). Son no consumibles los bienes susceptibles de un
uso reiterado (televisión, mesa, etc.). Esta distinción es de notable importancia
para el usufructo: el usufructuario se puede servir de los bienes no consumibles
según el uso normal; basta que, al término del contrato, restituya el bien en
el estado en que se encuentre. En cambio, en caso de bienes consumibles, al
terminar el usufructo se debe pagar su valor inicial (por ello se habla de «cuasi-
usufructo»).
f) Bienes divisibles o no divisibles, según que se puedan dividir o no sin
perder su valor y sin cambiar de especie. Los bienes divisibles se diferencian
de la totalidad solo por su menor cantidad y su proporcional menor valor. Un
bien puede ser indivisible por naturaleza (un animal, un reloj, etc.), por ley (las
SDUWHVFRPXQHVGHXQHGLÀFLRHQFRQGRPLQLR RSRUDFXHUGR REOLJDFLRQHVin
solidum).
g) Una cosa puede estar unida a otras cosas. En este sentido, hay que dis-
tinguir entre cosas simples (un árbol) y cosas compuestas (una máquina). Por
65. Cfr., por ej., los arts. 334-337 del Código civil español, o los artículos 812-814 del
Código civil italiano.
73
DERECHO PATRIMONIAL CANÓNICO
66. En el caso de la «pertenencia», hay un vínculo entre diversas cosas que no es propia-
mente material, sino económico y jurídico; ese vínculo se justifica por el hecho de estar destinado
un bien, de modo duradero, al servicio o para ornamentación de otra cosa. Así, hay pertenencia
sagrada para todo lo que es propio de una iglesia (altares, candelabros, objetos sagrados, bancos,
etc.). Cfr., para el concepto de pertenencia, el art. 817 del Código Civil italiano y, para el con-
cepto y régimen de la incorporación en el derecho civil español, arts. 375-383 del Código Civil
español.
67. Cfr. A. TRABUCCHI, Istituzioni…, o. c., pp. 403-404; J.L. LACRUZ BERDEJO, Nociones de
Derecho Civil Patrimonial, o. c., pp. 106-108. No obstante, hay que hacer notar que la distinción
entre derecho público y privado ha perdido nitidez en el derecho secular. Y, en la Iglesia, esta
misma distinción resulta aún menos clara que en el ámbito estatal. En efecto, todos los bienes de
las personas jurídicas (incluidas las privadas) tienen un cierto carácter público por su vinculación
con los fines eclesiales, y están sujetos a la vigilancia de la autoridad eclesial.
74
CAPÍTULO IV
75
DERECHO PATRIMONIAL CANÓNICO
Es común la distinción entre los derechos reales (iura realia o iura in re)
y las obligaciones (iura ad rem). Mientras los derechos reales están en relación
directa con un bien debido, las obligaciones constituyen derechos respecto a
las personas. El titular de un derecho de obligación puede exigir en justicia a
la persona obligada una prestación positiva o negativa (dare o IDFHUH, non dare
o QRQIDFHUH). Los derechos reales, a diferencia de los derechos de obligación,
FRQÀHUHQDOSURSLHWDULRXQGHUHFKRVREUHODFRVDTXHYDOHerga omnes y que
queda tutelado en sede judicial con una actio in rem.
De lo dicho se sigue que existen tres grandes diferencias entre derechos
reales y obligaciones4:
3. En otros términos, estos modos de derecho natural han sido integrados en el sistema
jurídico aplicable (positivizados) y dotados de instrumentos técnicos que los llevan a cabo y ga-
rantizan su eficacia (IRUPDOL]DGRV). Véase J. HERVADA, ,QWURGXFFLyQFUtWLFDDOGHUHFKRQDWXUDO,
Pamplona 19989, pp. 177-181.
4. Cfr. V. DE PAOLIS, De bonis..., o. c., pp. 10-11.
76
MODOS DE ADQUISICIÓN DE LOS BIENES TEMPORALES
1.º) en cuanto al objeto, el derecho real versa sobre la cosa misma, mientras
que el objeto de la obligación es una prestación debida;
2.º) en cuanto a la HÀFDFLD, en el primer caso existe una actio in rem que
vale erga omnes (por ejemplo la reivindicatio); en el segundo caso se da una
actio personalis que vale solo erga personam;
3.º) en cuanto al tiempo, el derecho real, a excepción del usufructo, tiene un
efecto perpetuo. El derecho de obligación, en cambio, puede extinguirse.
Un determinado bien temporal puede ser objeto de diversos derechos rea-
les simultáneamente. Piénsese, por ejemplo, en un fundo sobre el que A tiene la
propiedad, B el arrendamiento, C el usufructo y D una servidumbre de paso.
Por otra parte, la cuestión del momentoHQTXHVHYHULÀFDODLQFRUSRUDFLyQ
de un bien temporal a un patrimonio es importante, ya que puede provocar no
VRORXQFDPELRGHSURSLHWDULRVLQRWDPELpQXQDPRGLÀFDFLyQHQVXQDWXUDOH]D
En efecto, el cambio de patrimonio puede tener consecuencias jurídicas sobre
ODWUDQVPLVLyQGHORVULHVJRV LQFHQGLRKXUWR« DOQXHYRSURSLHWDULR$GHPiV
dependiendo de la personalidad jurídica pública o no del sujeto titular del nue-
vo patrimonio al que un bien se incorpora, un bien no eclesiástico puede pasar
a ser eclesiástico o, por el contrario, dejar de serlo. Se considera que la incorpo-
ración se realiza desde el momento en que existe un ius in re; la sola existencia
de un ius ad remQRVHUtDVXÀFLHQWH5.
5. Cfr., entre otros, G. VROMANT, De bonis..., o. c., p. 42; F.R. AZNAR GIL, La administra-
FLyQRF, pp. 40-41.
6. Cfr. A. TRABUCCHI, Istituzioni..., o. c., pp. 447-448, n. 181; J. CASTÁN TOBEÑAS, Derecho
Civil..., o. c., t. 2, v. 1, p. 269.
77
DERECHO PATRIMONIAL CANÓNICO
A) LA OCUPACIÓN Y LA INVENCIÓN
7. Cfr. G. PUGLIESE, Istituzioni di diritto romano, o. c., pp. 460-462; sobre la adquisición
de un tesoro, véase J. ARIAS RAMOS-J.A. ARIAS BONET, Derecho Romano, I, o. c., § 122, pp.
253-254.
78
MODOS DE ADQUISICIÓN DE LOS BIENES TEMPORALES
C) LOS FRUTOS
Los frutos pueden ser naturales o civiles. Son IUXWRVQDWXUDOHV los que pro-
vienen directamente de la cosa, haya intervenido o no el trabajo del hombre
(por ej., los productos agrícolas). La idea esencial es la de separación: los frutos
naturales pueden ser separados del árbol o de la planta. Estamos ante un reddi-
tus, decían los antiguos, algo que vuelve al propietario de la cosa que produce
el fruto. Hasta la separación, forman parte de la cosa «madre»8. Con el tiempo,
la doctrina civilista ha elaborado la noción de IUXWRVFLYLOHV, designando así, en
cambio, a los que se recaban de la cosa en pago por el disfrute que otros hacen
GHHOODFRPRXVXIUXFWR7DOHVVRQORVLQWHUHVHVGHOFDSLWDOORVFiQRQHVHQÀWpX-
ticos, las rentas vitalicias o de cualquier otro tipo, y el pago de alquileres. Los
frutos civiles se perciben día a día, en razón de la duración del derecho9.
8. Cfr. A. BURDESE, Manuale..., o. c., p. 333; A. D’ORS, Derecho Privado Romano, o. c.,
pp. 234-235, § 165.
9. Cfr. A. TRABUCCHI, Istituzioni..., o. c., pp. 402-403, n. 164; J.L. LACRUZ BERDEJO, Nocio-
nes de Derecho Civil Patrimonial, o. c., pp. 108-110.
79
DERECHO PATRIMONIAL CANÓNICO
a’) &RQFHSFLyQGHODGRFWULQDFLYLOIUDQFHVD
del acto jurídico y del contrato
La doctrina de inspiración francesa ignora el concepto de negocio y parte
de la distinción fundamental entre hechos y actos jurídicos:
1.º) Hecho jurídico y acto jurídico.– Los hechos jurídicos son todos los
actos y acontecimientos, voluntarios o no, a los cuales el derecho vincula un
efecto jurídico cualquiera10. Los actos jurídicos, en cambio, son manifestacio-
nes de voluntad y se realizan FRQODÀQDOLGDGGHFUHDUPRGLÀFDURH[WLQJXLU
relaciones jurídicas (si bien no necesariamente con esta ~QLFDÀQDOLGDG 11. La
noción de acto jurídico no se toma aquí en la acepción pandectista, que contra-
pone los actos jurídicos a los negocios, en función de que los efectos jurídicos
HVWpQSUHHVWDEOHFLGRVSRUODOH\ QHJRFLRV RSRUHOFRQWUDULRORVÀMHQODVSDUWHV
(contratos).
Por ser un acto de voluntad, el acto jurídico puede ser unilateral, en cuanto
manifestación de la voluntad de un único autor (por ej., un testamento, una
condonación de deuda o la aceptación de una herencia). Sin embargo, con fre-
cuencia, los actos jurídicos son el resultado de una concurrencia de voluntades,
lo cual nos lleva a hablar de los contratos.
10. Cfr. G. MICHIELS, Principia generalia, o. c., pp. 568-571; J. HANSENNE, Introduction au
droit privé, Bruxelles 19973, p. 104-105.
11. Cfr. H.L. y J. MAZEAUD-F. CHABAS, /HoRQVGHGURLWFLYLO, I.1, Paris 199611, pp. 373 y
ss.; G. MARTY-P. RAYNAUD, Droit civil, I, Paris 19722, pp. 270 y ss.; J. GHESTIN, /DIRUPDWLRQGX
contrat, Paris 19933, pp. 1-13. Véase también, desde el punto de vista canónico, G. MICHIELS,
Principia generalia..., o. c., p. 572.
80
MODOS DE ADQUISICIÓN DE LOS BIENES TEMPORALES
12. Con referencia al Código Civil español, dice Castán: «No contiene este cuerpo legal
una verdadera definición del contrato. El art. 1254, más que expresar la naturaleza del mismo,
SDUHFHTXHVHSURSRQHVHxDODUHOPRPHQWRGHVXQDFLPLHQWRRSHUIHFFLyQ>«@DOGHFLUTXH´HO
contrato existe desde que una o varias personas consienten en obligarse, respecto de otra u otras,
a dar alguna cosa o prestar algún servicio”. Pero indirectamente se desprende de este texto que
el Código acepta la construcción estricta u obligacional del contrato, circunscribiéndolo a las
relaciones patrimoniales, y considerándolo como una convención o acuerdo de voluntades para
la creación de una obligación de dar o de hacer» (J. CASTÁN TOBEÑAS, 'HUHFKR&LYLO(VSDxRO
&RP~Q\)RUDO t. 3, Madrid 1992, p. 520).
13. Cfr. C. MIRABELLI, Negozio giuridico, en Enciclopedia del Diritto, v. 28, 1978, pp. 2-3.
Un tratamiento general del negocio jurídico, referido al derecho español, puede encontrarse en
J.L. LACRUZ BERDEJO, Elementos de Derecho Civil, I, Parte General, v. III, Madrid 2000, pp.
117-268; especialmente son de gran interés las pp. 124-125; cfr. también I. DE CUEVILLAS MATO-
ZZI (et al.), Instituciones de Derecho Civil Patrimonial, Madrid 2003, pp. 157-159.
14. F. GALGANO, Negozio giuridico (dottr. gen.), en Enciclopedia del Diritto, v. 28, 1978,
p. 932; la traducción del original italiano es nuestra. Lacruz, por su parte, define los hechos
jurídicos diciendo que «suelen denominarse hechos jurídicos todos aquellos acontecimientos a
cuya realización está ligada por el ordenamiento una consecuencia jurídica o, dicho de un modo
técnico más expresivo, que producen una modificación en la situación jurídica subjetiva preexis-
WHQWH>«@RHQODFDSDFLGDGTXHHVVXSUHVXSXHVWRª -/LACRUZ BERDEJO, Elementos de Derecho
Civil, I, Parte General, o. c., v. 3, p. 117).
81
DERECHO PATRIMONIAL CANÓNICO
c’) &RQVLGHUDFLyQFDQyQLFDGHODFXHVWLyQ
Después de esta esquemática presentación de las diferentes concepciones
doctrinales de los civilistas, podemos afrontar la cuestión en el ámbito del or-
denamiento canónico. ¿Ha tomado posición el legislador? En el CIC 17, como
82
MODOS DE ADQUISICIÓN DE LOS BIENES TEMPORALES
2) &ODVLILFDFLyQGHORVFRQWUDWRV
(QWpUPLQRVJHQHUDOHVORVFRQWUDWRVSXHGHQFODVLÀFDUVHVHJ~QODIRUPDOD
designación y las obligaciones pactadas24:
19. Se trata del título VII del libro I. Véanse F.J. URRUTIA, Le nouveau droit ecclésial, I,
Les normes générales, Paris 1994, pp. 199-210; R.G.W. HUYSMANS, Novum comentarium lova-
niense, I, Algemene Normen van het Wetboek van Canoniek Recht, Leuven 1993, pp. 245-260;
A. ALONSO LOBO, O.P.-S. ALONSO MORÁN, O.P.-M. CABREROS DE ANTA, C.M.F., Comentarios
DO&yGLJRGH'HUHFKR&DQyQLFR,FiQRQHV, pp. 367-377. En el CIC 17, varios cánones
trataban también de los actos jurídicos (cfr. cc. 103-105* y 1680*).
20. Cfr. F. CASTRO, El negocio jurídico, Madrid 1967; E. MOLANO, La autonomía priva-
da…, o. c., pp. 82-85; J. FORNÉS, (ODFWRMXUtGLFRFDQyQLFR VXJHUHQFLDVSDUDXQDWHRUtDJHQH-
ral), en IC 25 (1985) pp. 57-89.
21. Cfr. T. BLANCO, /DQRFLyQFDQyQLFDGHFRQWUDWR(VWXGLRGHVXYLJHQFLDHQHO&,&GH
, Pamplona 1997, p. 46.
22. Véanse, en el mismo sentido, G. VROMANT, De bonis…, o. c., p. 239, n. 284; G. MI-
CHIELS, Principia generalia…, o. c., pp. 565-680.
23. Cfr. G. MICHIELS, Principia generalia…, o. c., p. 573.
24. Cfr. G. OSTI, Contratto, en Novissimo Digesto Italiano, IV, Torino 19573, pp. 482-500;
J. CASTÁN TOBEÑAS, Derecho Civil..., o. c., t. 3, pp. 578-584; J. GHESTIN, /DIRUPDWLRQGXFRQ-
trat, o. c., pp. 14-27; B. STARCK, Obligations, II, Contrat, Paris 19934, pp. 33-54.
83
DERECHO PATRIMONIAL CANÓNICO
84
MODOS DE ADQUISICIÓN DE LOS BIENES TEMPORALES
Los elementos esenciales del contrato guardan entre sí una mayor homoge-
neidad que la del conjunto de los actos jurídicos25. Inspirándose en la doctrina
de los civilistas26, el derecho canónico retoma estos elementos27, tanto a pro-
pósito de los actos jurídicos, en los cc. 124-126 del CIC 83, como en la doctrina
tradicional28. Conviene, sin embargo, tener en cuenta, que, normalmente, lo
que se dice para los contratos vale también, mutatis mutandis, para el conjunto
GHORVDFWRVMXUtGLFRV6HDGPLWHSDFtÀFDPHQWHODGLVWLQFLyQGHORVVLJXLHQWHV
cinco elementos: 1.º) la capacidad y la habilidad (c. 124 § 1); 2.º) la forma (c.
124 §§ 1 y 2); 3.º) la voluntad real (cfr. cc. 125-126); 4.º) el objeto o materia;
5.º) la causa del contrato.
b’) /DIRUPD
No basta tener la capacidad para consentir ni, como después veremos, que
haya un verdadero consentimiento de las partes. Aunque el principio general
25. Cfr. J. CARBONNIER, Droit civil, IV, Les obligations, Paris 198512, § 10.
26. Cfr. G. OSTI, Contratto, o. c., pp. 500-512; B. STARCK, Obligations, II, Contrat, o. c.,
pp. 153-166; J.L. LACRUZ BERDEJO, Nociones de Derecho Civil Patrimonial, o. c., pp. 267-293.
27. Según el ya citado c. 1290, salvo tres excepciones, la materia de los contratos ha sido
canonizada. Esto quiere decir que las reglas aplicables a las condiciones esenciales, a las formas
y solemnidades, a los efectos de los contratos en el tiempo, etc., serán las del ordenamiento
civil competente. Las respectivas legislaciones estatales suceden así al derecho romano, que
constituía el derecho aplicable, excepto en caso de que el derecho canónico hubiese establecido
alguna norma contraria. Es necesario, por lo tanto, aplicar en cada caso concreto la legislación
sobre los elementos esenciales de los contratos, teniendo en cuenta las excepciones propias del
ordenamiento canónico (cfr. c. 1529*).
28. Cfr. G. VROMANT, De bonis…, o. c., pp. 240-241, n. 287; G. MICHIELS, Principia gene-
ralia…, o. c., pp. 572-672.
85
DERECHO PATRIMONIAL CANÓNICO
29. Cfr. F. GALGANO, Diritto privato, o. c., p. 239; J.L. LACRUZ BERDEJO, Nociones de De-
recho Civil Patrimonial, o. c., pp. 274-275.
30. Para una síntesis de la teoría civil, véanse J.L. LACRUZ BERDEJO, Nociones de Derecho
Civil Patrimonial, o. c., pp. 280-283; F. GALGANO, Diritto civile e commerciale, II/1, Padova
1990, pp. 287-308; J. HANSENNE, Introduction au droit privé, o. c., pp. 142 y ss.; B. STARCK,
Obligations, II, Contrat, o. c., p. 166-210.
31. Sobre los vicios del consentimiento en derecho canónico, véase S. BERLINGÒ, 9L]LGH-
lla volontà (diritto canonico), en Enciclopedia del diritto, 46, Milano 1993, pp. 1015-1024; G.
MICHIELS, Principia generalia…, o. c., pp. 595-680; E. MOLANO&RPHQWDULRDORVFF,
en &yGLJR«RF
32. Se trata de una presunción que no admite prueba en contrario, ya que la violencia hace
imposible la deliberación necesaria para la existencia del acto (cfr. J. URRUTIA, Les normes gé-
nérales, o. c., p. 204, n. 679).
33. El dolo consiste en cualquier maniobra o artificio dirigido a provocar el error en una
persona, induciéndola a cumplir un acto que de otra forma no habría llevado a cabo, o que habría
realizado en condiciones y de forma diferente. Este vicio de la voluntad ha sido definido sintéti-
camente: «deceptio alterius deliberate et fraudulenter commissa, qua hic inducitur ad ponendum
determinatum actum juridicum» (G. MICHIELS, Principia generalia..., o. c., p. 660).
86
MODOS DE ADQUISICIÓN DE LOS BIENES TEMPORALES
e’) La causa
Todo contrato, para poder existir, debe tener una causa, una «razón de ser»
o función económico-social. En efecto, no hay obligación (contractual) sin cau-
sa. Se trata de una causa objetiva, que puede ser la intención de liberalidad (do-
nación) o la contrapartida (contrato bilateral). En este último caso, la causa de
la obligación de una parte es el objeto de la obligación de la otra. Por ejemplo,
ODÀQDOLGDGSUiFWLFDGHWRGDFRPSUDYHQWDHVWUDQVIHULUXQDFRVDRXQGHUHFKR
87
DERECHO PATRIMONIAL CANÓNICO
4) /DQRUPDWLYDFDQyQLFDVREUHORVFRQWUDWRVHQJHQHUDO
El CIC canoniza la doctrina del derecho civil sobre el contrato, con las
excepciones que el c. 1290 establece, es decir, las normas incompatibles con
el derecho divino o el derecho humano canónico y la admisión de la prueba
WHVWLÀFDO
1.º) Las normas incompatibles con el derecho divino.– Una característica
del ordenamiento canónico es que reconoce expresa y formalmente la subordi-
nación de todas las reglas jurídicas al derecho divino natural y positivo. En este
sentido, por ejemplo, para el derecho canónico, la compraventa de un objeto
robado no puede ser válida, ni tampoco la prescripción sin buena fe.
2.º) /DVQRUPDVLQFRPSDWLEOHVFRQHOGHUHFKRKXPDQRFDQyQLFR² El le-
gislador canónico subordina también la aplicación de las normas estatales al
respeto de las leyes propias de la Iglesia. Un ejemplo lo encontramos en materia
de causas pías, esto es, en las disposiciones a título gratuito. Para facilitar estas
FRQWULEXFLRQHVGHORVÀHOHVDODVQHFHVLGDGHVGHOD,JOHVLDHO&yGLJRH[LJHVROR
la capacidad natural y canónica (menos restrictiva que la capacidad civil). En
este caso, no exige los otros posibles requisitos suplementarios de la ley civil.
Pero también sucede lo contrario; así, por ejemplo, en materia de enajenación
de bienes eclesiásticos, el ordenamiento canónico requerirá formalidades como
son la consulta o autorización ad validitatem no establecidas por la ley civil
88
MODOS DE ADQUISICIÓN DE LOS BIENES TEMPORALES
89
DERECHO PATRIMONIAL CANÓNICO
1) La compraventa y la permuta
La emptio venditio es un «contrato consensual, por el cual un sujeto (ven-
GHGRU VH FRPSURPHWH D SURSRUFLRQDU HO SDFtÀFR GLVIUXWH GH XQD FRVD D RWUR
sujeto (comprador), que a su vez se obliga a pagar el precio»43. La obligación
de pagar el precio por parte del comprador corresponde a la traditio de la cosa
objeto del consentimiento, que corresponde al vendedor. Esa es la causa del
contrato, que es, por tanto, un contrato a título oneroso. En los derechos mo-
dernos puede tener por objeto tanto la transmisión de la propiedad de una cosa
mueble o inmueble como la transmisión de otro derecho (real o de crédito)44.
El elemento que distingue la venta de la permuta es el precio en dinero: la
causa de la permuta es el cambio de cosa por cosa (o, en su caso, de cosa por
derecho o derecho por derecho)45. Por ejemplo, se puede cambiar la propiedad
sobre un bien por la cesión de un derecho de crédito o también intercambiar
dos cesiones de crédito. La permuta sigue, mutatis mutandis, las mismas reglas
que la venta.
El legislador canónico establece algunas reglas sobre la compraventa. Por
ORTXHVHUHÀHUHDOFRPSUDGRUORVELHQHVHFOHVLiVWLFRVQRVHGHEHQYHQGHUDORV
43. A. BURDESE, Manuale..., o. c., p. 451; la traducción del original italiano es nuestra. El
Código civil español describe el contenido de la compraventa en el art. 1445 del siguiente modo:
«Por el contrato de compra y venta uno de los contratantes se obliga a entregar una cosa determi-
nada y el otro a pagar por ella un precio cierto, en dinero o signo que lo represente».
44. En determinados ordenamientos civiles (entre otros, el francés y el italiano), la venta
(así como la permuta) es un contrato traslativo de propiedad, sinalagmático y consensual. Esto
quiere decir que, además de no requerir formalidades, la venta se perfecciona en el momento del
acuerdo entre las partes sobre la cosa y sobre el precio, incluso aunque no se pague el precio o
no se entregue materialmente la posesión de la cosa vendida. Esto ocurre tanto para los bienes
muebles como para los inmuebles. La eficacia real inmediata es la regla de dicho contrato.
En otros países (por ej. en el derecho alemán), se sigue un sistema similar al del derecho
romano clásico, es decir, la transmisión de la propiedad se lleva a cabo en dos etapas. En primer
lugar, el contrato de compraventa, que hace surgir la obligación de la transmisión de la pro-
piedad como contraprestación del pago del precio convenido. A continuación, la transmisión
propiamente dicha de la propiedad: es precisamente la traditio de la cosa vendida la que opera la
transmisión del derecho (el derecho romano clásico anterior a Justiniano preveía también otros
modos de transmisión: mancipatio, in iure cessio). Cfr. Ph. MALAURIE-L. AYNES, Droit civil. Les
contrats spéciaux, Paris 19926, p. 52.
En el derecho español es esta una cuestión discutida. Algunos autores entienden que la
transmisión del dominio no es esencial a la compraventa, ni obligación taxativa del vendedor.
Sin embargo, otros autores sostienen la tesis contraria. Cfr. J.L. LACRUZ BERDEJO, Elementos de
Derecho Civil, II, Derecho de Obligaciones, v. 2, Madrid 2002, pp. 5-6.
45. Cfr. F. GALGANO, Diritto privato, o. c., pp. 503-504; J.L. LACRUZ BERDEJO, Nociones
de Derecho Civil Patrimonial, o. c., pp. 318-319.
90
MODOS DE ADQUISICIÓN DE LOS BIENES TEMPORALES
2) El contrato de arrendamiento
La locatio conductio es un contrato consensual, «por el que un sujeto se
compromete, a cambio de una retribución, a prestar a otro sujeto el uso o dis-
frute temporal de una cosa, o bien un trabajo o un servicio»48. Por ahora, deja-
remos de lado el arrendamiento de servicios. El arrendamiento de bienes pro-
ductivos, la H[SORWDFLyQ, se ha distinguido progresivamente del arrendamiento
ordinario. En este último, el disfrute de las cosas no exige una actividad del
sujeto que recibe el uso (por ej. arrendamiento de una vivienda). En cambio,
en la explotación, el arrendatario ejercita una actividad sobre el bien arrendado
IXQGRVU~VWLFRVPLQDV«
Se trata de un contrato sinalagmático mediante el cual el arrendador y el
arrendatario asumen la obligación de prestaciones correlativas. El contrato es,
por tanto, obligatorio y no transmite la propiedad49. El pago periódico se llama
46. En el c. 1540*, esta prohibición valía solo para los bienes inmuebles y respecto a los
padres o afines de primer y de segundo grado, y se requería la licencia del Ordinario del lugar
(cfr. F.X. WERNZ-P. VIDAL, De rebus, o. c., n. 855).
47. Véase LQIUD, cap. VI.
48. «Pei il quale un soggetto si impegna, dietro il corrispettivo di una mercede, a prestare a
XQDOWURVRJJHWWRLOWHPSRUDQHRXVRRVIUXWWDPHQWRGLXQDFRVDRYYHURXQ·DWWLYLWjODYRUDWLYDRXQ
servizio» (A. BURDESE, Manuale…, o. c., p. 463; traducción nuestra del original italiano).
49. Las obligaciones del arrendador y del arrendatario fluctúan en función de la ley vigente.
Véase, por ejemplo, Ph. MALAURIE-L. AYNES, Les contrats spéciaux, o. c., pp. 363-383; J.L. LA-
CRUZ BERDEJO, Elementos de Derecho Civil, II, Derecho de Obligaciones, o. c., v. 2, pp. 113-131.
91
DERECHO PATRIMONIAL CANÓNICO
UHQWDHQHODUUHQGDPLHQWR\FDQRQHQODH[SORWDFLyQ$GLIHUHQFLDGHODHQÀWHX-
sis, el arrendamiento, por lo general, se establece por tiempo más breve. Por
último, no es infrecuente, que el contrato de arrendamiento de bienes inmuebles
–al igual que la compraventa de estos bienes– requiera forma escrita e inscrip-
ción registral, no como requisito de validez, sino para facilitar que se pueda
hacer valer en juicio50.
3RUORTXHVHUHÀHUHDODGLVFLSOLQDFDQyQLFD, en lugar de las normas espe-
FtÀFDVTXHHVWDEOHFtDQORVFF \ 51, el actual Código dispone que
corresponde a la Conferencia episcopal competente, atendiendo a las circuns-
tancias del lugar, dar normas para el arrendamiento de los bienes de la Iglesia,
sobre todo en relación con la licencia que se debe solicitar a la autoridad ecle-
siástica competente (cfr. c. 1297)52. Este requisito es una consecuencia de la
naturaleza del contrato de arrendamiento que, si bien no transmite la propiedad,
es considerado por el legislador eclesiástico como un negocio que puede perju-
dicar la situación patrimonial del ente eclesiástico (cfr. c. 1295). Además, el c.
1298 prevé la misma regla que para el contrato de compraventa: salvo que se
trate de un asunto de muy poca importancia, los bienes eclesiásticos no deben
ser arrendados a los administradores o a sus parientes hasta el cuarto grado de
FRQVDQJXLQLGDGRDÀQLGDGVLQSUHYLDOLFHQFLDHVSHFLDOHVFULWDGHODDXWRULGDG
eclesiástica competente.
3) /DHQILWHXVLV
Además de la compraventa y del arrendamiento, existen otros contratos de
uso frecuente en la administración de los bienes temporales de la Iglesia y que,
por tanto, no pueden ser ignorados por los operadores del derecho patrimonial
canónico, aunque no hayan sido contemplados en el Código. Es el caso, entre
RWURVGHODHQÀWHXVLV(VWDLQVWLWXFLyQGHRULJHQJULHJR\UHFLELGDSRUHOGH-
UHFKRURPDQRSHUYLYHHQHOGHUHFKRFRQWHPSRUiQHR/DHQÀWHXVLVFRQVLVWHHQ
50. Sobre el contrato de arrendamiento y sobre las particularidades de los contratos espe-
ciales de arrendamiento de bienes, entre otros, el arrendamiento y leasing de ordenadores, véase
F. GALGANO, Diritto privato, o. c., pp. 519-536; cfr. también J.L. LACRUZ BERDEJO, Elementos
de Derecho Civil, II, Derecho de Obligaciones, o. c., v. 2, pp. 383-395. En muchos países existe
también un tratamiento específico del DUUHQGDPLHQWRGHIXQGRVU~VWLFRV. Cfr., por ejemplo, ibid.,
pp. 151-164.
51. Cfr. F.X. WERNZ-P. VIDAL, De rebus, o. c., pp. 342-343, nn. 857-858.
52. La Conferencia Episcopal italiana, en la Istruzione in materia amministrativa (n. 67)
incluye el arrendamiento entre los actos de administración extraordinaria. En cambio, la Confe-
rencia Episcopal Española ha determinado que «el arrendamiento de bienes eclesiásticos rústicos
y urbanos, comprendidos en el c. 1297, se equipara a la enajenación en cuanto a los requisitos
necesarios para su otorgamiento». Así lo establece el art. 4, 3) del Decreto General de 26.XI.1983
(BOCEE 3 [1984] p. 103).
92
MODOS DE ADQUISICIÓN DE LOS BIENES TEMPORALES
4) (OGHUHFKRGHVXSHUILFLH
(VWDÀJXUDVHFDUDFWHUL]DSRUODVXSHUSRVLFLyQGHGRVSURSLHGDGHVGLVWLQWDV
El dueño del suelo o del fundo tiene la propiedad de la VXSHUÀFLH\GHOVXEVXHOR,
mientras que todo o parte de cuanto se encuentra por encima del suelo –es decir,
las superestructuras (construcciones, plantaciones, etc.)– pertenece a otro propie-
tario55/DFHVLyQFRQWUDFWXDOGHOD©VXSHUÀFLHª HQWHQGLGDHQVHQWLGRJHQpULFR
como el conjunto de construcciones, obras, plantas y árboles sobre un terreno
ajeno) constituye un claro ejemplo de la desintegración del derecho de propiedad
en el ámbito inmobiliario. Este instituto presupone la creación de un derecho «in
re aliena» y, más concretamente, sobre un bien inmueble distinto del suelo. Este
instituto, ya conocido con algunas peculiaridades en el derecho romano56, fue
posteriormente utilizado con frecuencia para legitimar las construcciones hechas
en terrenos de propiedad eclesiástica, considerados fundos inalienables. Este con-
trato consensual puede ser a título oneroso o gratuito, y su contenido y condicio-
nes de aplicación pueden variar según las distintas legislaciones civiles57.
53. Algunos autores consideran que no existe una verdadera enajenación (cfr., por ej., G.
VROMANT, De bonis…, o. c., p. 296, n. 357), mientras otros subrayan que, en la práctica, se trata
de una enajenación que genera un derecho a la percepción de un canon como contraprestación
(cfr., por ej., J. BRYS, Juris Canonici Compendium, II, Bruges 194910, n. 859). En cualquier caso,
se trata de un acto de disposición, que queda sujeto a las necesarias autorizaciones por parte de
la autoridad eclesiástica.
54. En el derecho italiano, este límite mínimo es de 20 años (cfr. F. GALGANO, Diritto pri-
vato, o. c., pp. 159-160). Para la enfiteusis en derecho francés, véase A. BENABENT, Droit civil.
Les contrats spéciaux, Paris 1993, pp. 146-149. Para la enfiteusis en derecho español, cfr. L.
DIEZ-PICAZO-A. GULLÓN, Sistema de Derecho Civil, v. III, Madrid 2001, pp. 410-416.
55. Cfr. G. CORNU, Droit civil: Introduction – Les personnes – Les biens, Paris 200512, pp.
614-615.
56. Cfr. A. BURDESE, Manuale…, o. c., pp. 377-378; J. ARIAS RAMOS-J.A. ARIAS BONET,
Derecho Romano, I, o. c., pp. 319-321.
57. Esta cesión de derecho real era también muy apreciada en el derecho alemán, que daba
mayor relevancia al trabajo del constructor que al derecho del propietario del fundo. En derecho
93
DERECHO PATRIMONIAL CANÓNICO
(OSUpVWDPRVHSUHVHQWDEDMRGRVÀJXUDVGLVWLQWDVHOFRPRGDWR\HOPXWXR
Por comodato se entiende: «el contrato real concluido mediante la entrega de
una cosa por parte de un sujeto (comodante) a otro sujeto (comodatario), para
que el comodatario use gratuitamente la cosa, asumiendo la obligación de res-
tituirla al comodante»58. Por esta peculiaridad se lo llamaba también préstamo
de uso. El objeto del contrato es, por lo general, una cosa no consumible y no
fungible (mueble o inmueble). El mutuo, en cambio, es un préstamo de consu-
mo: se trata de cosas fungibles, cuya propiedad pasa a la persona que la recibe
(mutuario) con la obligación de restituir al mutuante otros tantos bienes del
mismo género y cualidad.
El comodato es un contrato real que se perfecciona con la entrega de la
cosa, esencialmente gratuito y unilateral –en otro caso, se trataría de un con-
trato distinto (arrendamiento)– y por un tiempo o para un uso determinado. En
caso contrario tendríamos un comodato precario, con obligación de restituir ad
nutum del comodante.
El mutuo es un contrato real y traslativo de la propiedad. El carácter de
contrato unilateral es menos claro: desde un punto de vista técnico-jurídico
parece que es un contrato unilateral, ya que surge esencialmente la obligación
del mutuario de restituir un tantundem. La eventual obligación de pagar, ade-
más, los intereses refuerza el carácter unilateral del contrato. Pero este aspecto
económico ha asumido un notable relieve, hasta el punto de que, en caso de
impago de los intereses por parte del mutuario, se aplica un remedio propio
de los contratos no unilaterales: ODUHVROXFLyQSRULQFXPSOLPLHQWR. Se trata por
tanto de un contrato a título oneroso.
español, cfr. L. DIEZ-PICAZO-A. GULLÓN, Sistema de Derecho Civil, v. III, o. c., pp. 417-423; véa-
se también el estudio de Don JERÓNIMO GONZÁLEZ, (O'HUHFKRUHDOGHVXSHUILFLH, Madrid 1922.
Sobre el sistema italiano, véase F. GALGANO, Diritto privato, o. c., pp. 156-157.
58. A. BURDESE, Manuale…, o. c., p. 435 (la traducción del original italiano es nuestra).
El mismo autor trata del mutuo en las pp. 426 y ss. Cfr. también, J. ARIAS RAMOS-J.A. ARIAS
BONET, Derecho Romano, I, o. c., pp. 630-632 y, para el mutuo, pp. 624-626. Véase también Ph.
MALAURIE-L. AYNES, Les contrats spéciaux, o. c., pp. 493-529.
59. Cfr. A. BURDESE, Manuale…, o. c., p. 380; J. ARIAS RAMOS-J.A. ARIAS BONET, Derecho
Romano, I, o. c., pp. 632-633.
94
MODOS DE ADQUISICIÓN DE LOS BIENES TEMPORALES
puede disponer de él en la medida en que no sea deudor del titular del derecho
de prenda o de hipoteca60. ¿Cuál es la diferencia entre la prenda y la hipoteca?
Respecto al objeto, observamos que mientras la primera se constituye normal-
mente sobre bienes muebles, la segunda se da sobre bienes inmuebles61. Ahora
bien, se trata de un criterio que hay que matizar, atendiendo a la ley civil vi-
gente. Un aspecto típico de la prenda es la WUDQVPLVLyQPDWHULDO de la cosa al
acreedor, mientras que la hipoteca –contrato solemne– normalmente se consti-
tuye mediante LQVFULSFLyQHQXQUHJLVWURS~EOLFR, lo cual permite al propietario
conservar el uso del bien hipotecado. De hecho, no es más que una prenda
convenida (pignus conventum).
7) (OGHSyVLWR
Del contrato de depósito, que solo afecta a las cosas muebles, surge la
obligación principal de custodiar para restituir. A diferencia de otros contratos,
FRPRHOFRPRGDWRRHOPDQGDWRODFXVWRGLDHVHOREMHWRSULPDULR\HVSHFtÀFR
de la obligación. Es un contrato real a título gratuito u oneroso, según la volun-
WDGGHODVSDUWHV FRQIUHFXHQFLDVHUiVXÀFLHQWHODFRQGLFLyQGHOGHSRVLWDULRSRU
ejemplo, una empresa profesional de custodia, para manifestar esa voluntad).
El contrato real se perfecciona con la entrega de la cosa a título de mera deten-
tación (es decir, el depositante sigue siendo propietario y poseedor del bien). El
GHSRVLWDULRGHEHUHVWLWXLUODFRVDXQDYH]FXPSOLGRHOSOD]RÀMDGRRDSHWLFLyQ
del depositante y, en cuanto mero detentador del bien, debe también restituir
los frutos percibidos de la cosa en custodia62. Se habla de un depósito irregular
cuando el objeto del depósito es una cantidad de dinero o de otras cosas fungi-
bles, con la facultad de usarlas por parte del depositario. En este caso se aplican,
mutatis mutandis, las reglas del mutuo.
95
DERECHO PATRIMONIAL CANÓNICO
63. Sobre la prescripción adquisitiva en derecho francés, véase P. JOURDAIN, Les biens, en
Droit civil (dirs. G. MARTY et P. RAYNAUD), Paris 1995, pp. 244-260 (inmuebles); p. 491 (muebles).
96
MODOS DE ADQUISICIÓN DE LOS BIENES TEMPORALES
97
DERECHO PATRIMONIAL CANÓNICO
67. La canonística tradicional distinguía entre la buena fe que se apoya sobre argumentos
indirectos –en definitiva, sobre la conciencia o la íntima convicción– y aquella que se funda sobre
argumentos directos, como un título jurídico. La primera es denominada también buena fe «teo-
lógica», y la segunda, «jurídica». ¿Cuál es la que requiere de forma continuada el c. 198? Parece
que se trata de la EXHQDIHWHROyJLFD. La buena fe «jurídica» solo se necesita cuando lo requiera el
derecho estatal aplicable (cfr. G. VROMANT, De bonis…, o. c., n. 143; P. FEDELE, Lezioni di diritto
patrimoniale canonico, Roma 1977, pp. 37 y ss.). En otros términos, el título jurídico civil no es
necesario para fundamentar la buena fe, salvo cuando la ley estatal aplicable lo requiera. Además,
el mero título jurídico de por sí no es suficiente. El ordenamiento canónico, de hecho, aunque
exija menos en materia de prueba, requiere más cuando, superando los esquemas del positivismo
jurídico, reclama el respeto del derecho divino, así como de la propia conciencia: de esta forma
queda más patente la EXHQDIHFDQyQLFD.
68. Por ej., en el derecho civil italiano, el papel que el legislador reserva a la buena fe –al
hecho de no ser consciente de dañar el derecho de propiedad de otro– es el de reducir en diez
años el tiempo necesario. Con un periodo de tiempo más largo, incluso un posesor de mala fe
puede adquirir la propiedad (cfr. art. 1161 del Código civil italiano). Refiriéndose al Código civil
español escribe Castán: «Nuestro Código parece sancionar la doctrina canónica, a juzgar por el
artículo 435 que determina que la posesión adquirida de buena fe no pierde este carácter sino en
el caso y desde el momento en que existan actos que acrediten que el poseedor no ignora que
posee la cosa indebidamente» (J. CASTÁN TOBEÑAS, Derecho Civil..., o. c., t. 2, v. 1, p. 387).
69. Encontramos aquí un interesante ejemplo de «canonización» parcial de una institución
civil, que está limitada por la peculiar finalidad del derecho de la Iglesia (cfr. J. MIÑAMBRES, La
UHPLVLyQGHODOH\FDQyQLFDDOGHUHFKRFLYLO, Roma 1992, p. 104).
70. Por ej., el Código civil italiano distingue entre bienes muebles e inmuebles, y toma en
consideración la posible universalidad de los bienes así como su eventual registro (cfr. arts. 1158-
1162). El Código civil español adopta una solución similar (cfr. arts. 1955-1960).
71. En los trabajos preparatorios, se discutió si reducir los plazos de 100 y 30 años y reen-
viar la cuestión a la legislación estatal. Pero esta propuesta fue rechazada para evitar grandes
disparidades de plazos de tiempo. Algún consultor propuso, en cambio, no admitir plazos de
prescripción sobre los bienes de la Sede Apostólica (cfr. Com 12 [1980] p. 407). Además, según
la canonística tradicional, subsisten –en virtud del c. 4– los privilegios de los vencimientos de
98
MODOS DE ADQUISICIÓN DE LOS BIENES TEMPORALES
Quedan, por tanto, fuera de la normativa canónica los bienes muebles no pre-
ciosos que son propiedad de la Sede Apostólica o de otra persona jurídica públi-
ca de la Iglesia; estos bienes están sujetos a los plazos de la prescripción civil.
5.º) Título.– Puede servir de título jurídico cualquier título idóneo para
transmitir la propiedad (acto de compraventa o donación). Además de los ver-
daderos títulos, valen también los llamados títulos colorados, esto es, idóneos
en sí mismos para transferir la propiedad pero inválidos a causa de un defecto
oculto, y los títulos putativos, es decir, los basados en una falsa opinión72.
7UDGLFLRQDOPHQWHODVPRGLÀFDFLRQHVGHODVSHUVRQDVMXUtGLFDVVHKDQLQ-
cluido entre los modos de adquirir (cfr. cc. 1500 y 1501*). El vigente Código,
en cambio, solo habla de ellas en las normas generales sobre las personas ju-
UtGLFDV(VWDQRYHGDGUHVXOWDOyJLFD\DTXHODÀQDOLGDGIXQGDPHQWDOGHHVWDV
PRGLÀFDFLRQHVQRHVGHQDWXUDOH]DSDWULPRQLDODXQTXHRULJLQDQHFHVDULDPHQWH
consecuencias estructurales de este tipo. No obstante, parece razonable incluir
HVWDVPRGLÀFDFLRQHVHQWUHORVPRGRVLQGLUHFWRVGHDGTXLULUODSURSLHGDGFRQ
independencia de que el efecto en el plano patrimonial haya sido o no queri-
do73. Aunque los cc. 121-123 tomen en consideración solo la unión, la división
y la extinción de personas jurídicas, cabe también la posibilidad de una trasfor-
mación de una persona jurídica existente, con implicaciones patrimoniales sig-
QLÀFDWLYDV\TXHLQFOXVRSURGX]FDXQDDPSOLDFLyQGHOSDWULPRQLRHFOHVLiVWLFR
7DOVXSXHVWRMXVWLÀFDVXPHQFLyQHQWUHORVPRGRVLQGLUHFWRVGHDGTXLVLFLyQGH
ELHQHVHFOpVLiVWLFRV/RVFF\HQVXWHQRUOLWHUDOVHUHÀHUHQVRORDODV
personas jurídicas públicas. Sin embargo, son también útiles para los demás
entes. En primer lugar, examinaremos las normas sobre las personas jurídicas
públicas, que, como veremos, son supletorias, pues prevalece sobre ellas la
voluntad de los fundadores y de los donantes, así como la tutela de los derechos
adquiridos74.
99
DERECHO PATRIMONIAL CANÓNICO
1) /DXQLyQ
2) /DGLYLVLyQ
100
MODOS DE ADQUISICIÓN DE LOS BIENES TEMPORALES
3) /DH[WLQFLyQ
4) /DWUDVIRUPDFLyQFRQUHSHUFXVLyQHQHOSDWULPRQLR
$GHPiVGHHVDVPRGLÀFDFLRQHVGHODVSHUVRQDVMXUtGLFDVS~EOLFDVSUHYLVWDV
en el CIC, puede darse también el supuesto de la WUDVIRUPDFLyQde una persona
jurídica privada en pública, o viceversa. En el primer supuesto –transformación
de persona privada en pública– los bienes del ente pasan a ser bienes eclesiás-
ticos; en cambio, en el supuesto contrario, los bienes dejan de ser eclesiásticos
y se produce una disminución del patrimonio eclesiástico. Ambos supuestos
pueden analizarse de dos modos distintos: bien como un único acto jurídico (en
virtud del cual no cambia el sujeto, sino tan solo su naturaleza pública o priva-
da), bien como dos actos sucesivos (extinción de la persona jurídica existente
seguido por la constitución de una nueva persona jurídica). La primera solu-
FLyQRVHDODGHODFWR~QLFRDGHPiVGHVLPSOLÀFDUHOSURFHGLPLHQWRSHUPLWH
evitar eventuales problemas relativos a la aplicación del c. 123, sobre todo en el
caso de extinción de una persona jurídica pública. ¿A qué problemas nos refe-
ULPRV"6HWUDWDGHODVGLÀFXOWDGHVTXHSRGUtDQVXUJLUFDGDYH]TXHORVHVWDWXWRV
GHODSHUVRQDMXUtGLFDVXSULPLGDQRLQGLFDVHQFRQVXÀFLHQWHSUHFLVLyQHOGHVWLQR
de sus bienes. En efecto, según el c. 123, dichos bienes deberían pasar a la per-
sona jurídica inmediatamente superior, lo que puede a veces causar problemas
101
DERECHO PATRIMONIAL CANÓNICO
Para las personas jurídicas privadas y, más ampliamente, para los entes
que no tienen personalidad jurídica, habrá que referirse a los propios estatutos,
como señala explícitamente el Código para la extinción de una persona jurídica
privada (cfr. c. 123)79.
102
CAPÍTULO V
LA FINANCIACIÓN DE LA IGLESIA
/DPDWHULDGHODÀQDQFLDFLyQGHOD,JOHVLDKDVXIULGRFDPELRVVXVWDQFLDOHV
respecto al sistema codicial pío-benedictino. Llama la atención en el derecho
YLJHQWHODUHOHYDQFLDRWRUJDGDDOGHUHFKRGHEHUGHORVÀHOHVGHFRQWULEXLUJHQH-
rosamente a las necesidades eclesiales (cfr. c. 222 § 1). Siguiendo la invitación
del Concilio Vaticano II –particularmente explícita en los nn. 20 y 21 del decr.
Presbyterorum Ordinis–, en el contexto de la imprescindible contribución de
ORVÀHOHVDOVRVWHQLPLHQWRGHORVFOpULJRVHOOHJLVODGRUKDTXHULGRUHVDOWDUOD
educación en la libertad y responsabilidad GHFDGDÀHOHQODSHUVRQDOFRQWULEX-
ción a las necesidades temporales de la Iglesia. Esta colaboración, que el Obis-
po diocesano debe recordar y que la sociedad civil no puede prohibir (c. 1261),
puede llevarse a cabo de diversas maneras (cfr. c. 1259), sobre todo a través de
oblaciones voluntarias, pero también por medio de tasas y de impuestos (cfr. c.
1260). En este capítulo, nos detendremos sobre todo en estas fuentes eclesiales
de DXWRÀQDQFLDFLyQ\GHVSXpVKDEODUHPRVEUHYHPHQWHGHPRGRVGHÀQDQFLD-
ción de naturaleza extra-eclesial/RVGLYHUVRVVLVWHPDVGHÀQDQFLDFLyQGHEHQ
VHU VXÀFLHQWHV SDUD FXEULU HO VRVWHQLPLHQWR GHO FOHUR GH PDQHUD TXH SXHGDQ
VXVWLWXLUODVXSHUDGDLQVWLWXFLyQEHQHÀFLDODOOtGRQGHWRGDYtDVHDQHFHVDULR
103
DERECHO PATRIMONIAL CANÓNICO
1) 3UHPLVDORVFRQFHSWRVFDQyQLFRVGHStDYROXQWDG\FDXVDStD
Existen dos acepciones del concepto de pía voluntad: 1.º) en cuanto acto
jurídico por el cual se dispone de un bien en favor de la Iglesia; 2.º) en cuanto
bien destinado a título gratuito a la Iglesia. En otras palabras, por pía voluntad
se entienden, por una parte, los negocios por los cuales personas que tienen
capacidad reconocida por el derecho disponen libremente de sus propios bienes
DIDYRUGHOD,JOHVLDSDUDTXHHVWDORJUHVXVSURSLRVÀQHV FIUF 3,
\DVHDPHGLDQWHDFWRVHQWUHYLYRVRFRQODHÀFDFLDFRQGLFLRQDGDDODPXHUWH
Además de esta dimensión –que se podría denominar LQÀHUL– de las pías volun-
104
LA FINANCIACIÓN DE LA IGLESIA
tades, existe también una dimensión LQIDFWRHVVH, constituida por los propios
bienes destinados a la Iglesia y por las mismas instituciones de las que han
pasado a formar parte. Ambas son consideradas causas pías4.
3RUORTXHUHVSHFWDDOFDOLÀFDWLYRGH©StDªODGRFWULQDFDQyQLFDKDSUH-
cisado su sentido respecto a la noción romanística originaria atribuida a las
fuentes justinianeas5, señalando los elementos que diferencian las causas pías
de las liberalidades civiles o profanas6. Según la tradicional acepción canónica,
presente tanto en el CIC de 1917 como en el vigente7, una pía voluntad debe
UHXQLUDOJXQRVUHTXLVLWRVHVSHFtÀFRVTXH9URPDQWKDVLQWHWL]DGRGHHVWDIRUPD
la piedad, una LQWHQFLyQ VREUHQDWXUDO de la persona disponente y la objetiva
GHVWLQDFLyQ a una causa pía8.
No resulta problemático tener en cuenta este último criterio, ya que son
consideradas objetivamente pías tanto las celebraciones de la Santa Misa o de
otros actos de culto, como cualquier manifestación de caridad cristiana: desde
las variadas formas de apostolado y de ayuda espiritual hasta las diversas ini-
ciativas de colaboración material y asistencial. En cambio, estarían excluidas
las iniciativas caritativas exclusivamente profanas a favor de entes situados cla-
ramente fuera de la esfera eclesial9.
Los otros dos elementos (la piedad y la intención sobrenatural) son de
DSOLFDFLyQPHQRVSDFtÀFDWDQWRSRUORVULHVJRVTXHVXSRQHXQLQWHQWRGHRE-
jetivación de aspectos tan personales como la piedad personal y la intención
sobrenatural, como también por su carácter obsoleto e inadecuado a la sociedad
secularizada de hoy, en la que hay no creyentes y ateos –cada vez más nume-
URVRV²TXHTXLHUHQD\XGDUDOD,JOHVLDFRQXQDÀQDOLGDGRLQWHQFLyQPHUDPHQWH
KXPDQDRÀODQWUySLFD/DVOLEHUDOLGDGHVTXHQRUHVSRQGHQDHVWRVGRVUHTXLVL-
tos, ¿dejan por ello de ser causas pías? Según una interpretación rigorista –no
unánimemente compartida– de la canonística tradicional, parece tratarse de li-
105
DERECHO PATRIMONIAL CANÓNICO
Por ello, según nuestro parecer, nada impide la adopción de una solución
PiVÁH[LEOHHQJOREDQGRHQODQRFLyQGHStDYROXQWDGWRGDGLVSRVLFLyQKHFKD
²OyJLFDPHQWHUHVSHWDQGRODREMHWLYDGHVWLQDFLyQDXQÀQHFOHVLDO²DIDYRUGHHQ-
WHVRGHÀHOHVHQODHVIHUDHFOHVLDOVLQSRVWHULRUHVUHTXLVLWRV, ya sean subjetivos
(piedad, caridad cristiana o intención sobrenatural), u objetivos (reconocimien-
to formal del ente). El c. 1299 parece sostener esta interpretación del concepto
de pía voluntad. De iure condendo, la ya mencionada propuesta de los trabajos
preparatorios –es decir, la sustitución del término «pío» por una determinación
REMHWLYD©LQÀQHV(FFOHVLDHª²SDUHFHVHJXLUVLHQGRRSRUWXQD
106
LA FINANCIACIÓN DE LA IGLESIA
Además, desde otro punto de vista, una concepción moderna de las pías
voluntades debería consentir la integración en esta categoría no solo de los
QHJRFLRVLQWHUYLYRVRPRUWLVFDXVDVLQRWDPELpQGHODVRIUHQGDVFRQRFDVLyQ
de servicios pastorales. La consideración de dichas oblaciones entre las causas
pías estaría de acuerdo con las aportaciones conciliares que, como veremos,
impiden el uso, en esta materia, del término «tasas» y, por lo tanto, de entradas
«de derecho público»13. Sobre esta cuestión volveremos más adelante14; ahora
veremos la primera fuente de las contribuciones voluntarias (aquellas que, en la
mente conciliar y codicial, constituyen las fuentes prioritarias de medios para
la Iglesia): las donaciones.
2) Donaciones
En cuanto liberalidad destinada a la Iglesia, la donación es regulada tam-
bién por la disciplina canónica sobre las pías voluntades, que estudiaremos más
adelante15. Ahora podemos afrontar la donación como acto bilateral entre vi-
vos, o más precisamente, como contrato unilateral de derecho civil16.
a’) (OFRQWUDWRGHGRQDFLyQ
El contrato de donación es el prototipo de los actos de liberalidad entre vi-
vos17. En cuanto liberalidad, requiere el animus donandi, que caracteriza a los
13. Esta calificación era pacífica en la doctrina precedente al CIC 83 (ver, por ej., A. MOS-
TAZA RODRÍGUEZ, 'HUHFKRSDWULPRQLDOFDQyQLFR, en CATEDRÁTICOS DE DERECHO CANÓNICO DE
UNIVERSIDADES ESPAÑOLAS, 'HUHFKR&DQyQLFR, Pamplona 19772, p. 336). Observamos que, in-
cluso después de la promulgación del nuevo Código, el mismo autor continúa considerando estas
ofrendas como tasas, en el ámbito de los «tributos». Para él, por lo tanto, la modificación habría
sido sobre todo nominal: con el objetivo de no herir la sensibilidad de los fieles no se utiliza ya el
término tasa, pero la naturaleza de esta institución no habría sido cambiada radicalmente (cfr. A.
MOSTAZA RODRÍGUEZ, Derecho patrimonial, en AA.VV., 1XHYR'HUHFKR&DQyQLFRRF, p. 436).
Sin embargo, nos parece que el cambio no ha sido solo terminológico, de modo que la noción de
RIUHQGDFRQRFDVLyQGHOVHUYLFLRSDVWRUDO se acercaría ahora más a la pía voluntad que a la tasa.
Entre los autores que han rechazado la consideración de estas oblaciones como tasas, véase M.
LÓPEZ ALARCÓN, &RPHQWDULRDOF, en &yGLJR«RF
14. Véase LQIUD, cap. V, 2.
15. Véase LQIUD, cap. V, 1, a), 5). Además, es necesario tener en cuenta los posibles concor-
datos o acuerdos entre la Santa Sede y el Estado, que permiten el establecimiento de condiciones
HVSHFLDOHV H[HQFLRQHVUHGXFFLRQHV« SDUDORVGRQDWLYRVGHVWLQDGRVDILQHV\HQWLGDGHVUHOLJLR-
sas. Véase, entre otros, el $FXHUGRVREUH$VXQWRV(FRQyPLFRV (3.I.1979, arts. IV, 1c y IV, 2) entre
la Santa Sede y España.
16. Para evitar inútiles repeticiones y favorecer el tratamiento unitario de la cuestión,
afrontaremos la donación siguiendo el mismo método del cap. IV.
17. Existe también la categoría de las donaciones mortis causa, intermedia entre las do-
naciones entre vivos y el testamento. Este contrato es revocable hasta la muerte del donante y
transfiere la propiedad solo después de ese momento. La aceptación por parte del donatario debe
107
DERECHO PATRIMONIAL CANÓNICO
preceder a la muerte del donante (cfr. F. GALGANO, Diritto privato, o. c., p. 850 y 828). Por lo que
respecta al derecho civil español, veáse J. CASTÁN TOBEÑAS, Derecho Civil..., o. c., t. 4, pp. 226-
230. Respecto al derecho civil belga y francés, véase L. RAUCENT, Les libéralités, éd. refondue,
Louvain-la Neuve 1991, pp. 132-137.
18. Cfr. B. BIONDI, Instituzioni di diritto romano, Milano 19654, pp. 752-767; A. D’ORS,
Derecho Privado Romano, o. c., pp. 413-414, § 332.
19. Se entiende la donación directa. Es de resaltar el concepto de GRQDFLyQLQGLUHFWD, que se
obtiene solo por exclusión. Se trata, en efecto, de todos los actos de liberalidad entre vivos que no
puedan calificarse como donación directa: la liberalidad es el resultado del acto, pero el objeto de
aquel acto no es el cumplimiento de una liberalidad. Ejemplos típicos de donaciones indirectas –a
menudo motivadas por consideraciones de naturaleza fiscal– son: la aseguración a favor de un terce-
ro, la remisión de una deuda, el pago de una deuda ajena, la constitución de una renta vitalicia, etc.
20. Cfr. A. TRABUCCHI, Instituzioni…, o. c., pp. 915-927.
21. Determinadas legislaciones civiles han previsto excepciones a esta regla (por ej., tanto
el Código civil español como el italiano prevén el caso de la ingratitud del donatario por hechos
establecidos en la ley y la superveniencia o supervivencia imprevista de hijos del donante).
108
LA FINANCIACIÓN DE LA IGLESIA
22. Cfr. F. GALGANO, Diritto privato, o. c., p. 849; G. MARTY-P. RAYNAUD, Droit civil. Les
successions et les libéralités, Paris 1983, pp. 386-391; J. CASTÁN TOBEÑAS, Derecho Civil...,
o. c., t. 4, pp. 240.
23. Cfr. D. TIRAPU, &RPHQWDULRDOF, en Comentario exegético…, o. c.
24. La doctrina considera generalmente aplicables los adagios «infans conceptus pro nato
habetur quoties de commodis eius agitur» y «nasciturus pro iam nato habetur», siempre que se
cumpla la condición de que el que va a nacer nazca vivo.
109
DERECHO PATRIMONIAL CANÓNICO
110
LA FINANCIACIÓN DE LA IGLESIA
b’) /DVXFHVLyQOHJDO
Cuando falta, total o parcialmente, la sucesión testamentaria, tiene lugar la
sucesión legal. Este sistema está previsto de modo completo, de manera que no
falte un sucesor. Si no existen parientes de un determinado grado, normalmente,
se deja todo al Estado. El poder de disponer por testamento está ordinariamente
sujeto a algunos límites:
1.º) la cuota de patrimonio reservada a los parientes más cercanos (legíti-
ma). Esta se protege tanto en los actos entre vivos como en los testamentos.
2.º) la prohibición, bajo pena de nulidad, de los pactos sucesorios, es decir,
de pactos sobre futuras sucesiones (fuera de los testamentos). Se pretende de
esta forma asegurar la absoluta revocabilidad de los testamentos.
Después de la aceptación, el heredero se convierte en el continuador de
la subjetividad jurídica del difunto y le sucede en las relaciones pasivas y
activas, integralmente o por una cuota. Puede suceder que haya un solo he-
redero, varios herederos o juntamente herederos y legatarios. Se admite una
legado también a favor de un coheredero. Dada la posibilidad de relaciones
pasivas, existe la posibilidad de aceptar la herencia a EHQHÀFLRGHLQYHQWDULR.
Esta modalidad de aceptación es obligatoria para las herencias cedidas a de-
terminados sujetos 28.
Las consecuencias de la aceptación son distintas en función de si se trata
de sucesiones a título universal o no. En caso de sucesión a título universal,
se realiza una confusión de patrimonios entre el patrimonio del causante y el
del heredero. Este debe responder del pasivo hereditario (también si supera
el activo) y los acreedores del difunto se convierten en cualquier caso en sus
acreedores. En cambio, en el caso de una sucesión a título particular, no se
realiza una confusión entre los patrimonios; el legatario no responde de las
deudas hereditarias y está obligado al cumplimiento de las cargas indicadas en
el testamento solamente dentro del límite del valor recibido.
c’) /DVXFHVLyQWHVWDPHQWDULD
El testamento es «el acto unilateral y estrictamente personal (en el sentido de
que debe ser cumplido directamente por el interesado, sin posibilidad de valerse
de representantes) por el cual alguien dispone de su patrimonio para el momento
28. La legislación civil establece algunos requisitos de capacidad, por ejemplo que el lla-
mado a la sucesión sobreviva y no esté desaparecido. Además, la ley prevé casos de indignidad
para suceder (cfr. J.L. LACRUZ BERDEJO, (OHPHQWRV GH 'HUHFKR &LYLO 9 6XFHVLRQHV, Madrid
2004, pp. 51-62, para el derecho español; para el derecho italiano, A. TRABUCCHI, Instituzioni…,
o. c., pp. 835-836, n. 368; para el derecho francés, G. MARTY-P. RAYNAUD, Les successions et les
libéralités, o. c., pp. 23-24).
111
DERECHO PATRIMONIAL CANÓNICO
29. A. BURDESE, Manuale…, o. c., p. 645. La traducción del original italiano es nuestra. El
Código Civil español define, en su art. 667, el testamento como el «acto por el cual una persona
dispone para después de su muerte de todos sus bienes o de parte de ellos». Sin embargo, la
doctrina ha criticado esta definición porque no contiene todos los elementos que identifican al
testamento. Bastaría con añadir que es revocable, pero también podrían incluirse todos los demás
caracteres. Señalamos, a continuación, estos elementos tal como son comúnmente recogidos por
la doctrina: es un acto unilateral, la declaración testamentaria no es recepticia, es un acto uni-
personal, formal o solemne y esencialmente revocable. Cfr. J.L. LACRUZ BERDEJO, Elementos de
'HUHFKR&LYLO96XFHVLRQHVRF, pp. 167-170.
30. Sin embargo, la ley civil puede también estimar como incapaces una serie de personas
(por ej. el notario, los testigos y el intérprete que han intervenido en la formación del testamento
público, el tutor, etc.).
31. Las tres modalidades tradicionales en los derechos civiles europeos son:
1º) El testamento ROyJUDIR, que es el escrito, fechado y firmado enteramente a mano por el
testador;
112
LA FINANCIACIÓN DE LA IGLESIA
HÀFDFLDHVSRVLEOHUHYRFDUXQWHVWDPHQWRS~EOLFRFRQXQRROyJUDIR/DIRUPDGH
los testamentos está obviamente sujeta a factores históricos y culturales.
4) /DVRIUHQGDVFRQRFDVLyQGHVHUYLFLRVSDVWRUDOHV
6LJXLHQGRHOFULWHULRGHOJUDGRGHLQLFLDWLYDGHORVÀHOHVODVRIUHQGDVFRQ
ocasión de servicios pastorales se sitúan entre las ofrendas espontáneas y las
2º) El testamento S~EOLFR: es el escrito por el notario después de que el testador le haya
manifestado sus últimas voluntades delante de dos testigos. Después de la lectura del testamento
por parte del notario, han de firmar el que hace el testamento, los testigos y el mismo notario, que
añade el lugar, la fecha y la hora de la firma;
3º) El testamento secreto puede redactarse en un pliego de papel cualquiera (cédula testamen-
taria), incluso por persona diferente del testador, o puede estar impreso en dicho pliego. El testador,
delante de dos testigos, entrega el pliego, cerrado y sellado, a un notario. Este anota en el exterior
del pliego o del sobre todas las formalidades cumplidas delante de él, pone la fecha y firma junto
con el testador y los testigos. El Código Civil español recoge en su artículo 680 la definición de
testamento cerrado: «cuando el testador, sin revelar su última voluntad, declara que esta se halla
contenida en el pliego que presenta a las personas que han de autorizar el acto» (Cfr. J.L. LACRUZ
BERDEJO, (OHPHQWRVGH'HUHFKR&LYLO96XFHVLRQHVRF, pp. 171-172; F. GALGANO, Diritto priva-
to, o. c., p. 831; A. SÉRIAUX, Les successions. Les libéralités, París 19932, pp. 162-166).
32. Cfr. A. TRABUCCHI, Instituzioni…,o. c., pp. 860-863, n. 383. Sobre la condición y el
término en las disposiciones mortis causa en derecho español, véase J.L. LACRUZ BERDEJO, Ele-
PHQWRVGH'HUHFKR&LYLO96XFHVLRQHVRF, pp. 222-229.
33. Para completar este breve apunte sobre las liberalidades, convendría hablar también de
las disposiciones fiduciarias. Véase LQIUD[5.f’] la disciplina canónica sobre las pías voluntades.
113
DERECHO PATRIMONIAL CANÓNICO
a’) 1RFLyQGHRIUHQGDFRQRFDVLyQGHVHUYLFLRVSDVWRUDOHV
Esta fuente de ingresos, que en el Código precedente se llamaba «derecho
de estola» y que se consideraba como una tasa34, algo que no resulta aceptable
en la concepción actual heredada del Concilio, ha sufrido una notable evolu-
ción35. El Código actual considera que no se trata ni de tasas ni de tributos, sino
GHRIUHQGDVTXHVHSLGHQDORVÀHOHVFRQRFDVLyQGHODFHOHEUDFLyQGHDOJXQRV
sacramentos y sacramentales (cfr. cc. 1264, 2.º). No se quería «someter a una
tasa» los servicios pastorales (bautismos, funerales, bendiciones, ...), pero a la
vez no se podía privar tampoco totalmente a los sacerdotes de estos ingresos,
que eran necesarios para su sostenimiento y que, en determinadas diócesis, re-
sultaban ser incluso los únicos que percibían36.
De este modo, resulta claro que no se trata de un tributo, ni de una con-
traprestación por los servicios recibidos: no es un supuesto de compraventa de
bienes espirituales y, por lo tanto, de simonía, la cual es penalizada con entre-
dicho o suspensión (cfr. c. 1380). Estas ofrendas son una ayuda, entendida en
el sentido de una circulación de bienes en el seno de la comunidad cristiana, y
TXHHQHOFDVRGHODVDQWDPLVDPDQLÀHVWDXQDPiVDFWLYDSDUWLFLSDFLyQSHUVR-
QDOHQHOVDFULÀFLRGHODOWDU&RPRFRQVHFXHQFLDGHVXQDWXUDOH]DGH©RIUHQGDª
–de voluntad pía podríamos añadir–, el correspondiente servicio pastoral no
puede ser negado a quienes, en todo o en parte, no quieren o no pueden reali-
zar las ofrendas previstas. Por ejemplo, el c. 1181 prevé expresamente que los
pobres no queden privados de las exequias debidas, aunque no puedan dar las
ofrendas previstas. El c. 848 contiene una norma similar para los sacramentos.
Además, el c. 952 § 1 establece que la autoridad provincial competente deter-
minará el estipendio que debe ofrecerse por la celebración y la aplicación de
la misa, dejando al sacerdote libertad para recibir –no para pedir– una ofrenda
mayor si es espontáneamente ofrecida y también una menor. El c. 1264, 2.º es-
tablece que es la reunión de Obispos de cada provincia eclesiástica la que debe
determinar las ofrendas que han de hacerse con ocasión de la administración de
los sacramentos y sacramentales.
114
LA FINANCIACIÓN DE LA IGLESIA
b’) 'LVFLSOLQDFDQyQLFDVREUHODVRIUHQGDVFRQ
RFDVLyQGHPLVDV\GHIXQHUDOHV
Respetando la orientación conciliar, el CIC reserva las tasas para los ser-
vicios de carácter administrativo. No existen ya tasas de cancillería por las dis-
pensas matrimoniales, ni «derechos de estola» (entendidos como tasas en el
sentido del c. 1507*) por la celebración de sacramentos o de sacramentales37.
Permanecen, en cambio, las ofrendas con ocasión de la administración de los
sacramentos y sacramentales, cuya determinación –así como la de cualquier
tasa– compete, como hemos dicho, a la asamblea de Obispos de cada provincia
(cfr. c. 1264)38. En materia de RIUHQGDV, las normas codiciales tratan dos casos
de especial relieve: las misas y los funerales.
37. Cfr. c. 1264, 2º. El sistema del Código oriental no es muy diferente (cfr. cc. 291 y 715-
717 del CCEO).
38. En el caso de las llamadas funciones parroquiales del c. 531, salvo que conste una
voluntad contraria, las oblaciones se entienden hechas a la parroquia y no al párroco, como esta-
blecía el c. 463 § 3*. Esta regla vale también cuando la función es llevada a cabo por un clérigo
que no está al servicio de la parroquia. Según los cc. 531 y 551, corresponde al Obispo determinar
el destino de estas ofrendas y proveer a la retribución de los clérigos que desarrollan funciones
parroquiales. Cuando estas funciones son legítimamente realizadas en una iglesia que no es pa-
rroquial, las oblaciones se deben destinar, por lo menos parcialmente, a esa misma iglesia, al
menos, cuando tales funciones son un encargo del Ordinario del lugar (cfr. c. 560) o una voluntad
de los fieles (por ej. con ocasión de la celebración de un matrimonio).
39. Cfr. A. DE FUENMAYOR, Sobre el destino de los estipendios de misas binadas y trinadas,
en IC 28 (1988) pp. 201-211.
40. CONGREGACIÓN PARA EL CLERO, 'HFUHWR GH GH IHEUHUR GH ©0RV ,XJLWHUª
sobre los estipendios en la Misa, en AAS 83 (1991) pp. 443-446, con el artículo explicativo de
Mons. Agustoni, secretario de dicha Congregación, en L’Osservatore Romano, 23 de marzo de
1991, pp. 1 y 5. Se pueden también ver algunos comentarios doctrinales, entre otros, P. GEFAELL,
A proposito del decreto sulle messe plurintenzionali, en IE 3 (1991) pp. 760-765.
115
DERECHO PATRIMONIAL CANÓNICO
41. Obviamente, si un párroco, después de haber celebrado la misa pro populo (sin esti-
pendio), celebra en el mismo día una segunda misa y la aplica por un fiel, puede retener para sí
la ofrenda correspondiente (cfr. Com 15 [1983] pp. 200-201).
42. Si el Ordinario propio no coincide con el Ordinario del lugar, se sigue lo dispuesto por
el Ordinario propio. Véase respuesta de la Pontificia Comisión para la Interpretación, del 23 de
abril de 1987, en AAS 79 (1987) p. 1132.
43. La hipótesis de las misas «plurintencionales» no debe confundirse con otros supuestos
diversos. Por una parte, los fieles pueden hacer ofrendas con ocasión de una misa precisamente
para ayudar económicamente a los sacerdotes pobres, sin pedir intenciones particulares de misa.
Por otra, varios fieles pueden acordar espontáneamente entre ellos la unión de intenciones particu-
lares en una sola intención de misa; se da entonces un solo estipendio para la intención común
de estos fieles.
44. Debe señalarse que el lucro ilegítimo sobre los estipendios de misa es castigado con
una censura u otra pena justa (cfr. c. 1385).
116
LA FINANCIACIÓN DE LA IGLESIA
SHUGHUDORVÀHOHVHOVHQWLGRGHORVHVWLSHQGLRVGDGRVSDUDODFHOHEUDFLyQGHOD
misa por una intención particular.
Para evitar los abusos y las injusticias, el decreto reprueba expresamente
la celebración indiscriminada de las misas «pluriintencionales» y, derogando
en cierto modo el principio taxativo del c. 94845ÀMDXQRVlímites estrictos y
SUHFLVRVSDUDVXFHOHEUDFLyQ: 1.º) la unión de las intenciones no se puede hacer
sin que lo sepan quienes han entregado los estipendios: es necesario su previo,
libre y explícito consentimiento; 2.º) no se pueden celebrar PiVGHGRVGHHVWDV
misas a la semana; 3.º) se debe QRWLÀFDU a los oferentes el día, hora y lugar de
la celebración46.
2WUDPRGLÀFDFLyQGHOGHUHFKRXQLYHUVDOHVODLQWURGXFLGDSRUHODUWTXH
obliga a transmitir los estipendios por las intenciones de las misas que han sido
recibidas en un número tan grande que no podrán ser satisfechas personalmente
en un año. Deben ser transmitidas a otros sacerdotes o al propio Ordinario y
no, en cambio, ser rechazadas como establecía el c. 953, disposición ya muy
GLVFXWLGDHQHOSURSLRSURFHVRGHFRGLÀFDFLyQ47.
5) 'LVFLSOLQDFDQyQLFDVREUHODVStDVYROXQWDGHV
45. «Se ha de aplicar una misa distinta por cada intención para la que ha sido ofrecido
y se ha aceptado un estipendio, aunque sea pequeño» (c. 948). Esta modificación del derecho
universal vigente en lo referente al c. 948 requería (en virtud del art. 18 de la PB) una aprobación
específica del Romano Pontífice, que se dio el 22 de enero de 1991.
46. Cfr. art. 2 §§ 1 y 2.
47. Cfr. Com 13 (1981) p. 436. Sobre la obligación de anotar tanto las misas recibidas
como las encargadas a otros, véase el c. 955 §§ 3 y 4.
48. Cfr. cc. 1234-1237*. Véase G. VROMANT, De bonis…, o. c., pp. 106-110, nn. 104-109.
117
DERECHO PATRIMONIAL CANÓNICO
a’) (OGHUHFKRGHEHUIXQGDPHQWDOGHORVILHOHVGHD\XGDUDOD,JOHVLD49
(OFUHFXHUGDTXHORVÀHOHVWLHQHQHOGHUHFKRGHDSRUWDUELHQHVWHP-
porales a la Iglesia (§ 1). Se trata de un derecho-deber (cfr. c. 222 § 1), que el
2ELVSRGHEHUHFRUGDUDORVÀHOHVGHIRUPDRSRUWXQD (OFYXHOYH
VREUHHVWHGHUHFKRGHEHUGHORVÀHOHV\SUHFLVDVXDOFDQFH©4XLHQSRUHOGH-
recho natural y canónico, es capaz de disponer libremente de sus bienes, puede
dejarlos a causas pías, tanto por acto inter vivos como mortis causa»50.
b’) 3UHVXQFLyQVREUHODVREODFLRQHVDXQDSHUVRQDMXUtGLFDHFOHVLiVWLFD
No existe ya la presunción particular del c. 1536* según la cual las oblacio-
nes hechas a los rectores de iglesias (incluso religiosos) se presumían hechas a
la Iglesia. Sin embargo, existe, de forma más amplia, una presunción relativa a
todas las personas jurídicas eclesiásticas: «Si no consta lo contrario, se presu-
men hechas a la persona jurídica las oblaciones entregadas a los Superiores o
administradores de cualquier persona jurídica eclesiástica, aunque sea privada»
(c. 1267 § 1). Por ello, se debe presumir que las oblaciones hechas al párroco
han sido hechas a la parroquia, las hechas al rector del Seminario al Seminario
mismo y así sucesivamente.
118
LA FINANCIACIÓN DE LA IGLESIA
todas las pías voluntades, ya sean entre vivos o mortis causa; debe, por lo tanto,
evitar cualquier rechazo inmotivado de una pía voluntad53. Según el c. 1267 §
2, se requiere la licencia del Ordinario para aceptar las oblaciones gravadas por
PRGDOLGDGHVGHFXPSOLPLHQWRRSRUFRQGLFLRQHVSHUPDQHFLHQGRÀUPHORHVWD-
blecido por el c. 1295. La referencia a este canon implica que la observancia de
ORVUHTXLVLWRVGHORVFFVHUHÀHUHQRVRORDORVDFWRVGHHQDMHQDFLyQ
sino también a cualquier otro negocio que disminuya el patrimonio de la per-
sona jurídica empeorando su condición54. Obviamente, es necesario tener en
cuenta las normas de derecho estatal.
119
DERECHO PATRIMONIAL CANÓNICO
ser una causa de reducción de la causa pía, para tutelar un derecho natural57.
En el mismo sentido, el c. 1300 señala que, una vez legítimamente aceptadas,
las liberalidades deben cumplirse diligentemente, lo cual se podrá llevar a cabo,
según la naturaleza de las cosas y la voluntad del disponente, de una sola vez
o de modo prolongado en el tiempo (por ej. mediante la creación de una pía
fundación).
La responsabilidad de la ejecución de las liberalidades corresponde H[RIÀ-
cio al Ordinario, en cuanto «ejecutor de todas las pías voluntades» (c. 1301 §
1)58. Sin embargo, nada impide que el disponente designe otros ejecutores, que
pueden ser los mismos herederos o legatarios. Estos pueden, por una causa ra-
zonable, rechazar el encargo. Cuando hay otros ejecutores designados, el Ordi-
nario goza de un derecho-deber de vigilancia respecto al modo en que cumplen
sus funciones. En virtud del mismo, el Ordinario tiene el derecho de visita y los
otros ejecutores, una vez terminado su trabajo, deben rendirle cuentas (cfr. c.
1301 § 2). En caso de negligencia por parte de un ejecutor, el Ordinario debe
urgir la ejecución. Al contrario de lo señalado por el c. 2348*, no se prevé ya la
posibilidad de sancionar al ejecutor por medio de censuras59. Parece, en cam-
bio, que el Ordinario podría interponer una acción judicial ante los tribunales
civiles para obtener el cumplimiento de la liberalidad. Como consecuencia de
su función de ejecutor «nato» de todas las pías voluntades, el Ordinario deberá
VHU LQIRUPDGR WDPELpQ GH WRGRV ORV VXSXHVWRV GH VXVWLWXFLyQ ÀGXFLDULD TXH
estudiaremos a continuación, y vigilar la ejecución de estos casos. Si en las
últimas voluntades existiesen cláusulas contrarias al derecho-deber del Ordi-
nario se tendrán por no puestas (cfr. c. 1301 § 3). La concreta interpretación de
la voluntad del disponente no es siempre fácil y debe tener en cuenta el prin-
cipio rebus sic stantibusODÀGHOLGDGREVHUYDGDHQODHMHFXFLyQGHODV~OWLPDV
voluntades debe ser adecuada a los profundos cambios –entre otros, sociales y
HFRQyPLFRV²TXHVHSXHGHQYHULÀFDUHQHOWLHPSR
f’) /DVXVWLWXFLyQILGXFLDULD
/DÀJXUDFDQyQLFDGHODÀGXFLD es una institución consistente en que «el
disponente confía secretamente a una persona, escrita en el documento de sus
disposiciones, el nombre de otra persona a la cual quiere hacer llegar los bienes,
120
LA FINANCIACIÓN DE LA IGLESIA
de modo que este sea el verdadero heredero, legatario o donatario, mientras que
la primera es un VLPSOHyUJDQRRPLQLVWURGHWUDQVPLVLyQ\QRXQYHUGDGHUR
heredero o legatario»60/DÀGXFLDHQHOVHQWLGRXVDGRSRUHOOHJLVODGRUHQHO
FWLHQHXQVLJQLÀFDGRJHQpULFRTXHFRPSUHQGHHOFRQMXQWRGHODVVXVWL-
WXFLRQHVGHFDUiFWHUÀGXFLDULR61 ya sea entre vivos o mortis causa62. Por ello,
no consideramos necesario señalar las leves diferencias conceptuales entre las
ÀGXFLDVSURSLDPHQWHGLFKDVODVVXVWLWXFLRQHVÀGHLFRPLVDULDVHOtrust inglés,
etc.; conceptos que, por otro lado, varían en gran medida según las diferentes
legislaciones civiles.
Estas modalidades de liberalidades indirectas se realizan, bien para eludir
XQDH[FHVLYDLPSRVLFLyQÀVFDO SRUHMVREUHODVGRQDFLRQHV RELHQSDUDHYLWDU
HQWLHPSRVGHSHUVHFXFLyQODFRQÀVFDFLyQGHELHQHVHFOHVLiVWLFRVODREOLJD-
FLyQTXHFRUUHVSRQGHDOÀGXFLDULRRDOÀGHLFRPLVDULRFRQVLVWHHQHVWHVHJXQGR
FDVRHQGHYROYHUORVPLVPRVELHQHVDOÀGXFLDQWHXQDYH]SDVDGRHOSHOLJUR
7DOVXVWLWXFLyQVXSRQHTXHHOÀGXFLDULRVHDHIHFWLYDPHQWHXQDSHUVRQD©GH
FRQÀDQ]Dª\DTXHXQDYH]TXHHVWH~OWLPRVHFRQYLHUWHHQWLWXODUGHORVELHQHV
HOÀGXFLDQWHVHHQFXHQWUDHQXQDVLWXDFLyQSUHFDULDHOÀGXFLDULRSRGUtDIDOOHFHU
DQWHVGHHMHFXWDUODÀGXFLDRWDPELpQSRGUtDDEXVDUGHOÀGXFLDQWHFRQVHUYDQGR
la titularidad de los bienes o incluso disponiendo de otra forma; en ese caso, la
ÀGXFLDQRVHUtDRSRQLEOHDORVWHUFHURVDGTXLUHQWHV3RURWUDSDUWHGHWHUPLQD-
das legislaciones estatales prohíben los sistemas de sustitución, incluso cuando
son a favor de la Iglesia63$ORVULHVJRVLQKHUHQWHVDODÀGXFLDKD\SXHVTXH
añadir la problemática cuestión de la validez de estas liberalidades ante el dere-
cho civil vigente. Por estos motivos, la sustitución no es una forma aconsejable,
DIRUWLRULFXDQGRH[LVWHODOLEHUWDGUHOLJLRVDVXÀFLHQWHSDUDSRGHUFRQVWLWXLUORV
entes necesarios para este objetivo.
60. Cfr. G. VIOLARDO, Fiducia, en F. ROBERTI (dir.), Dizionario di teologia morale, Roma
1954, p. 529. (Traducción del original italiano: la cursiva aparece en el texto original).
61. Cfr. M. LÓPEZ ALARCÓN, Legados píos, en Nueva Enciclopedia Jurídica, XIV, Barce-
lona 1986, p. 868.
62. La sucesión hereditaria, aunque no ha sido recogida expresamente en el c. 1302 §1, no
ha sido excluida del concepto de fiducia. Los supuestos de fiducia ab intestato son posibles (cfr.
J.M. VÁZQUEZ GARCÍA-PEÑUELA, &RPHQWDULRDOF, en Comentario exegético…, o. c.).
63. Es el caso, entre otros, de los códigos civiles francés y belga (cfr. art. 896), que, sin
embargo, admiten la sustitución entre cónyuges y aquellas que son a favor de descendientes de
los hijos. En el supuesto de constitución a favor de la Iglesia, el notario podrá invocar el c. 1290
§ 1, que exige el respeto de la voluntad del donante (cfr. cc. 1299 y 1300), y buscar cómo llegar
a un acuerdo entre las personas que tienen interés jurídico en el testamento. En cambio, parece
arriesgado intentar imponer la observancia de la norma canónica –aunque sea expresión de la
solución más equitativa– cuando alguno que tiene derecho según la ley civil se opone a la solu-
ción del derecho canónico (cfr. O. ÉCHAPPÉ, Les biens temporels dans l’Église, en P. VALDRINI
[ed.] Droit canonique, Paris 19992, pp. 367-368; P. D’HOORE, Tijdelijke goederen van de Kerk,
Leuven 1994, p. 64).
121
DERECHO PATRIMONIAL CANÓNICO
6REUH WRGR FXDQGR KD VLGR UHDOL]DGD SRU HVFULWR OD ÀGXFLD FRQVWLWX\H OD
única fuente de interpretación de la voluntad del testador. Por eso se comprende
la insistencia del c. 1302 sobre la responsabilidad del Ordinario en asegurar el
UHVSHWRGHWDOHVYROXQWDGHVÀGXFLDULDV\ODREOLJDFLyQFRUUHVSRQGLHQWHDWRGR
ÀHOFDWyOLFRÀGXFLDULRGHLQIRUPDUDO2UGLQDULRVREUHHOHQFDUJRUHFLELGRDXQ-
que haya sido de forma reservada o secreta64. En caso de expresa y absoluta
SURKLELFLyQGHOGRQDQWHVREUHHVWHSXQWRHOÀGXFLDULRQRGHEHDFHSWDUODÀGXFLD
(cfr. c. 1302 § 1). Sin embargo, en analogía con lo dispuesto en el c. 1301 § 3
sobre las cláusulas contenidas en las últimas voluntades y consideradas como
no puestas, si fuera patente la voluntad y el interés del donante de que se cons-
tituya una fundación pía, la prohibición podría ser considerada como accesoria
y no puesta65. Además, el Ordinario debe actuar de modo que el bien objeto de
ODGLVSRVLFLyQÀGXFLDULDVHDFRORFDGRGHPDQHUDVHJXUD\VHGpODSRVLELOLGDG
concreta de llevar a cabo la pía voluntad (cfr. c. 1302 § 2). Finalmente, el § 3
del mismo canon determina quién es el Ordinario del que depende la ejecución
GHODStDYROXQWDGHQHOVXSXHVWRGHXQÀGXFLDULRSHUWHQHFLHQWHDXQ,QVWLWXWR
religioso o una Sociedad de vida apostólica:
(QHOFDVRGHELHQHVÀGXFLDULRVFRQÀDGRVDXQPLHPEURGHORVPHQ-
cionados entes, si dichos bienes son destinados a un lugar, o a una diócesis, o
a sus habitantes, o a favor de causas pías, el Ordinario a quien corresponde la
información y la vigilancia es el Ordinario del lugar;
2.º) En los demás casos, es el Superior mayor del instituto clerical de dere-
FKRSRQWLÀFLRRGHODVRFLHGDGFOHULFDOGHYLGDDSRVWyOLFDGHGHUHFKRSRQWLÀFLR
R HO 2UGLQDULR SURSLR GHO UHOLJLRVR ÀGXFLDULR HQ ORV RWURV ,QVWLWXWRV UHOLJLR-
sos66.
g’) (OUHVSHWRGHODVIRUPDOLGDGHVGHOGHUHFKRFLYLO
A propósito de las formalidades requeridas por el derecho civil, el legis-
lador FDQyQLFR distingue entre disposiciones mortis causa y actos entre vivos.
Respecto a los actos por causa de muerte, se recomienda observar dichas for-
malidades : «si es posible» (c. 1299 § 2)67. De esta forma, el legislador evita los
posibles problemas que pueden derivarse de haber omitido tales formalidades.
64. Cfr. cc. 1 y 11 del CIC y c. 1046 § 1 del CCEO. El CIC 17, en cambio, reservaba este
deber únicamente a los clérigos y religiosos (cfr. c. 1516*).
65. Cfr. M. LÓPEZ ALARCÓN, &RPHQWDULRDOF, en &yGLJR«RF Para una presenta-
ción de las pías fundaciones, véase LQIUD, 1.a) 6).
66. Cfr. Com 12 (1980) p. 430. Sobre la administración de los bienes en los Institutos de
vida consagrada y en las Sociedades de vida apostólica, véase LQIUD, cap. VIII.
67. Sobre estas cuestiones, véase la síntesis de I. VISSER, De solemnitatibus piarum volun-
tatum, o. c., pp. 70 y ss.
122
LA FINANCIACIÓN DE LA IGLESIA
123
DERECHO PATRIMONIAL CANÓNICO
6) /DVStDVIXQGDFLRQHV
Una causa pía puede limitarse a la inmediata utilización de los bienes para
ODÀQDOLGDGHVWDEOHFLGDSRUHOGRQDQWH(QPXFKRVFDVRVHQFDPELRHOFXPSOL-
miento de la pía voluntad se puede prolongar en el tiempo y requerir una con-
ÀJXUDFLyQMXUtGLFDHVWDEOH6HWUDWDGHFDXVDVStDVIRUPDGDVSRUELHQHVFRQXQ
valor económico, muebles o inmuebles, que componen una dotación con una
GHWHUPLQDGDUHQWDELOLGDGGLULJLGDDXQÀQHFOHVLDOHVWRHVD©REUDVGHSLHGDG
apostolado o caridad, tanto espiritual como temporal» (c. 114 § 2). Dentro de
las fundaciones pías se distinguen las fundaciones autónomas y las no autóno-
mas74.
a’) /DIXQGDFLyQDXWyQRPD
Las fundaciones pías DXWyQRPDVson «conjuntos de cosas destinados a los
ÀQHVGHTXHVHWUDWDHQHOF\HULJLGRVFRPRSHUVRQDVMXUtGLFDVSRUOD
autoridad eclesiástica competente» (c. 1303 § 1, 1.º), dirigidos, según el dere-
cho y los estatutos, por una o varias personas físicas, o por un colegio (cfr. cc.
114 § 1 y 115 § 3)75. Autoridades competentes para erigir pías fundaciones au-
tónomas son la Santa Sede, la Conferencia Episcopal y el Obispo diocesano.
Es interesante subrayar que es posible erigir fundaciones SULYDGDVDXWy-
nomas76PLHQWUDVTXHODVIXQGDFLRQHVQRDXWyQRPDVVRORSXHGHQFRQÀDUVHD
personas jurídicas públicas ya existentes77. Las fundaciones autónomas pueden
ser constituidas en personas jurídicas privadas o públicas, aunque el c. 1303
utilice el término «erigidas» (en un sentido no técnico)78. La distinción entre
fundación autónoma privada y pública dependerá de la voluntad de los funda-
dores y, en última instancia, de la valoración que haga la autoridad eclesiástica
124
LA FINANCIACIÓN DE LA IGLESIA
b’) /DIXQGDFLyQQRDXWyQRPD
Con el nombre de fundación pía QRDXWyQRPDse designa un conjunto de
bienes que se entregan a una persona jurídica S~EOLFD ya existente, para que
ORVDGPLQLVWUH\XWLOLFHODVUHQWDVSDUDORVÀQHVHFOHVLDOHVÀMDGRVSRUHOIXQGD-
dor (por ej. una función litúrgica, una procesión, un apostolado determinado,
etc.) y, en particular, para la celebración de misas (cfr. c. 1303 § 1, 2º)83. Estas
fundaciones no son, por tanto, personas jurídicas. Respecto al CIC 17 –que
las llamaba fundaciones pías (cfr. cc. 1544-1551*)–, la principal innovación
consiste en la imposibilidad de erigir fundaciones no autónomas perpetuas (al
79. Mientras sea posible, se debe tener en cuenta la voluntad del fundador, que puede
preferir una fundación autónoma privada (o incluso una fundación meramente civil). Una de las
características del CIC 83 es precisamente ser todavía más respetuoso con la voluntad del fun-
dador. Como ha señalado López Alarcón, «resultaba anómalo que al acto fundacional privado se
le superpusieran elementos institucionales que predominaban sobre la voluntad del disponente
en la configuración de la obra fundacional» (M. LÓPEZ ALARCÓN, &RPHQWDULR DO F , en
&yGLJRRF).
Por eso, es sorprendente –y quizá problemática– la interpretación restrictiva de la CEI:
«las fundaciones pías autónomas son personas jurídicas públicas en el ordenamiento canónico»
(Istruzione..., o. c., n. 152; la traducción del original italiano es nuestra).
80. Cfr. J. TRASERRA CUNILLERA, /DVIXQGDFLRQHVStDVDXWyQRPDV, Barcelona 1985.
81. Se trata de la Fundación «Giovanni XXIII» erigida por Juan Pablo II y que goza de
personalidad jurídica pública según el derecho canónico. Su finalidad es proporcionar asistencia
religiosa, moral y material a los sacerdotes ancianos, especialmente a los jubilados de la Curia
romana (cfr. AAS 80 [1988] p. 1619).
82. En el ordenamiento civil italiano, por ej., las fundaciones autónomas erigidas por la
autoridad eclesiástica competente pueden ser reconocidas como entes eclesiásticos con la deno-
minación de «fundaciones de culto» (Cfr. CEI, Istruzione..., o. c., n. 153).
83. Cfr. A. SOLS LUCÍA, /D IXQGDFLyQ StD QR DXWyQRPD HQ HO DFWXDO &,&, en REDC 50
(1993) pp. 519-552.
125
DERECHO PATRIMONIAL CANÓNICO
c’) 'LVFLSOLQDFDQyQLFDVREUHODVIXQGDFLRQHVStDV
La disciplina canónica contenida en los cc. 1303-1310 contempla las di-
versas situaciones por las que pueden atravesar las pías fundaciones, desde su
constitución a su extinción.
84. En sentido contrario, L. Chiappetta opina que dicha disposición no tiene valor absoluto
y que el Obispo diocesano, en casos particulares, puede autorizar la constitución de fundaciones
no autónomas in perpetuum, con la expresa cláusula de que «en caso de devaluación (viliscentia)
de los bienes que constituyen la pía fundación, las cargas relativas se reducen “eo ipso” propor-
cionalmente» (L. CHIAPPETTA, &RPHQWDULRDOF, n. 4248, en Il Codice..., o. c.). La traduc-
ción del original italiano es nuestra.
85. Cfr. Com. ibid. R. Naz preveía una duración de 10 a 40 años (cfr. R. NAZ, Fondations
pieuses, en DDC, V, col. 861).
86. El decreto general de la CEE $OJXQDV FXHVWLRQHV HVSHFLDOHV HQ PDWHULD HFRQyPLFD
(BOCEE 6 [1985] pp. 66-69) prevé la aplicación del c. 1303 § 2 a las fundaciones no autóno-
mas que tienen más de 50 años de existencia, constituidas bajo el CIC 17. Algunos autores han
deducido que 50 años serían para la CEE un límite máximo de duración. Se ha puesto en duda
también, respecto a estas fundaciones constituidas bajo el precedente Código, la compatibilidad
de esta decisión con la voluntad fundacional y los derechos adquiridos a perpetuidad (cfr. J.M.
VÁZQUEZ GARCÍA-PEÑUELA, &RPHQWDULRDOF, en Comentario exegético..., o. c.).
126
LA FINANCIACIÓN DE LA IGLESIA
FRQGLFKREHQHÀFLRODFDSDFLGDGSDWULPRQLDODODTXHVHUHÀHUHHOFDQ
habría que valorarla en función únicamente del patrimonio de la fundación que
se incorpora87. El § 2 del c. 1304 invita al derecho particular a dar normas más
concretas sobre constitución y aceptación de fundaciones.
127
DERECHO PATRIMONIAL CANÓNICO
cosas, la implícita condición rebus sic stantibus. A la luz de estos dos criterios
–sin olvidar ninguno de ellos– el canonista podrá encontrar la solución ade-
cuada a los delicados problemas que, con el transcurso del tiempo, se derivan
inevitablemente de las pías voluntades: la extinción, reducción, moderación y
conmutación de las obligaciones. La UHGXFFLyQ supone una disminución del nú-
mero de actos o de prestaciones; la PRGHUDFLyQ consiste en una disminución del
coste, optando por una forma más económica de cumplimiento de las cargas; la
FRQPXWDFLyQ es la sustitución de determinadas prestaciones por otras90.
De todas estas cuestiones relativas a las causas pías, diferentes de las car-
gas de misas, trata el c. 1310, el último del libro V. La competencia para au-
WRUL]DUPRGLÀFDFLRQHVGHFDXVDVStDVFRPRUHTXLVLWRSDUDODYDOLGH]GHODFWR
corresponde, en principio, al Ordinario (cfr. c. 134 § 1). Deben hacerse siempre
por causa justa y necesaria. Se aplica, por lo tanto, el principio de subsidia-
riedad, ya que la Sede Apostólica conserva en estas materias solamente una
competencia residual («in ceteris casibus»: c. 1310 § 3). Concretamente, el
Ordinario es competente para disminuir las cargas91 cuando el fundador le haya
concedido expresamente esa facultad (cfr. c. 1310 § 1) y también, aunque no
se la haya concedido, siempre que resulte imposible cumplir dichas cargas, sin
culpa imputable a los administradores. En este último caso, el Ordinario podrá
disminuirlas «equitativamente», pero habiendo escuchado previamente el pare-
cer de los interesados y de su propio Consejo de asuntos económicos, buscando
respetar lo mejor posible la voluntad del fundador (cfr. § 2). En la hipótesis de
VXSUHVLyQ de cargas de una fundación (por ej. por desaparición de los bienes
GHODIXQGDFLyQRGHOEHQHÀFLDULRGHODVFDUJDV VHGHEHUiUHFXUULUDOD6HGH
Apostólica (cfr. § 3).
90. Cfr. R. NAZ, Commutation des legs pieux, en DDC, III, col. 1182.
91. Las modificaciones requieren, formalmente, un decreto del Ordinario, contra el que se
puede recurrir mediante un recurso jerárquico administrativo ante la Congregación para el Clero
y, en su caso, en vía contencioso-administrativa. Sobre estos recursos, véase entre otros, E. LA-
BANDEIRA, 7UDWDGRGHGHUHFKRDGPLQLVWUDWLYRFDQyQLFR, Pamplona 1993, pp. 413-530.
92. Nos hemos referido a las misas a propósito de las ofrendas con ocasión de servicios
pastorales. Véase supra, 1, a) 4) b’).
128
LA FINANCIACIÓN DE LA IGLESIA
93. Existe también la figura mixta –ILFWLRjurídica– de las misas «ad instar manualium»,
que son celebradas como si fueran manuales, aunque se haya constituido un fondo para tal fin
(por ej. después de transferirlas a otro sacerdote). Recordemos que, en materia de ofrendas de
cargas de misas, no juega la prescripción extintiva (cfr. c. 199, 5º).
94. Sobre el argumento, ver también la síntesis de los documentos de Pablo VI y de la
Congregación del Concilio en M. MORGANTE, L’amministrazione..., o. c., pp. 180-182.
95. Sobre esta cuestión, regulada por los cc. 120 y 123, véase J.M. VÁZQUEZ GARCÍA-PE-
ÑUELA, &RPHQWDULRDOF, en Comentario exegético..., o. c.
129
DERECHO PATRIMONIAL CANÓNICO
2.º) Si la persona jurídica que recibió los bienes no está sujeta al Obispo
diocesano, entonces pasan a esa misma persona jurídica (cfr. c. 1303 § 2).
1) Las colectas
96. La génesis de esta controversia viene del Schema de 1977: ¿es competente el Obispo
diocesano, la Conferencia episcopal o los dos? La controversia oponía dos tesis. Para algunos, la
Conferencia episcopal debía cumplir un papel importante en la organización de la contribución
económica de los fieles, mientras que para otros, era necesario tutelar la autonomía de los obispos
diocesanos frente a las Conferencias episcopales. Además, se recordaba la necesidad de proveer a
las necesidades económicas de numerosos entes locales (sobre todo las parroquias), organizando
habitualmente las colectas para las necesidades propias. Los cc. 1261 § 2 y 1262 parecen ser el
130
LA FINANCIACIÓN DE LA IGLESIA
resultado de un compromiso entre dos extremos a evitar: por una parte, el peligro de que cada
Obispo diocesano buscase exclusivamente solucionar los problemas económicos de su propia
diócesis; por otra parte, el peligro de atribuir un excesivo poder de vigilancia a la Conferencia
episcopal sobre los Obispos diocesanos.
97. Véase la respuesta negativa a la propuesta de dar más poder a las Conferencias episco-
pales en la Relatio, p. 283 y en Com 12 (1980) p. 402.
98. Cfr. J.T. MARTÍN DE AGAR, (VWXGLRFRPSDUDGRGHORVGHFUHWRVJHQHUDOHVGHODVFRQIH-
rencias episcopales, en IC 32 (1992) pp. 173-229; ÍDEM, 1RWHVXOGLULWWRSDUWLFRODUHGHOOHFRQIH-
renze episcopali, en IE 2 (1990) pp. 593-632.
131
DERECHO PATRIMONIAL CANÓNICO
DELHUWRVDORVÀHOHVGHIRUPDQRUPDO\JHQHUDORVHDQRVRORRFDVLRQDOPHQWH99.
Todo lo obtenido en estas colectas debe enviarse a la curia diocesana100.
/D FRPSHWHQFLD SDUD ÀMDU ODV FROHFWDV HVSHFLDOHV FRUUHVSRQGH DO 2UGL-
nario del lugar 101, sin posibilidad de injerencia por parte de las autoridades
civiles 102. Aunque, en la práctica, numerosas diócesis organizan a menudo
jornadas en favor de la universidad católica, del seminario, de las misiones,
de los leprosos, etc., con las correspondientes colectas especiales, no hay que
perder de vista que el carácter extraordinario de estas peticiones, requiere su
uso moderado.
c’) /DFRRSHUDFLyQGLRFHVDQDDODVQHFHVLGDGHVGH
OD6HGH$SRVWyOLFD\GHODVPLVLRQHV
(QHVWUHFKDFRQH[LyQFRQHVWDVSHWLFLRQHVHVSHFLDOHVSDUDÀQHVSDUWLFXOD-
res, el c. 1271 recuerda que las Iglesias locales tienen el deber de comunión con
la Iglesia universal de contribuir con ofrendas a sufragar las necesidades de la
6HGH$SRVWyOLFD. Se deja al Obispo la valoración de la capacidad contributiva
de la propia diócesis, así como la decisión eventual de establecer, además de las
FRQWULEXFLRQHVYROXQWDULDVXQWULEXWRSDUDHVWDÀQDOLGDG103.
Esta obligación de las Iglesias locales de contribuir a las necesidades de la
Sede Apostólica no debe confundirse con el llamado yERORGH6DQ3HGUR104. A
WUDYpVGHHVWH~OWLPRVHLQYLWDDORVÀHOHVDVRVWHQHUHFRQyPLFDPHQWHDTXHOODV
obras de Caridad que el Papa libremente quiera realizar, aunque, de hecho, el
132
LA FINANCIACIÓN DE LA IGLESIA
yERORVLUYHWDPELpQSDUDHOVRVWHQLPLHQWRGHORVRUJDQLVPRVGHÀFLWDULRVDOVHU-
YLFLRGHO5RPDQR3RQWtÀFHHQELHQGHOD,JOHVLDXQLYHUVDO
Por lo que respecta, en cambio, a la FRRSHUDFLyQPLVLRQDO de las Iglesias
particulares, el c. 791, 4.º establece que «se pague cada año una cuota propor-
cionada para las misiones, que se remitirá a la Santa Sede». Corresponde al
Obispo diocesano tomar las medidas necesarias –entre las cuales está una posi-
ble colecta– para asegurar una efectiva cooperación diocesana a las misiones.
2) /DSHWLFLyQGHOLPRVQDV
133
DERECHO PATRIMONIAL CANÓNICO
ese mismo canon para el caso de las cuestaciones realizadas por una perso-
na privada (física o jurídica): la licencia escrita del Ordinario del lugar. Con
esta norma, se pretende evitar cuestaciones poco discretas o inoportunas (cfr. c.
562), y al mismo tiempo, el riesgo de abusos o de escándalos. Se busca también
preservar el equilibrio existente dentro de un territorio. La exigencia de buscar
ÀQDQFLDFLyQSDUDDWHQGHUODVQHFHVLGDGHVGHORVGLYHUVRVHQWHVUHOLJLRVRVSUH-
sentes en el territorio de una diócesis podría perjudicar a otras obras pías de la
misma circunscripción territorial. Al requisito de la licencia del Ordinario del
lugar, se une la licencia del Ordinario (si existe) del ente que hace la petición o
a favor del cual se pide el dinero.
Es preciso subrayar que los requisitos mencionados QRDIHFWDQDODVSHU-
VRQDVMXUtGLFDVS~EOLFDV, que pueden, por tanto, pedir limosnas en su ámbito de
competencia sin previa licencia. Una parroquia, por ejemplo –o el párroco, en
cuanto órgano de la persona pública–, que solicita limosnas en su territorio, no
tiene necesidad de licencia del Obispo110. El c. 1265 tutela, de modo expreso,
el derecho propio de los religiosos mendicantes en materia de cuestaciones:
tampoco ellos tienen necesidad de obtener licencia alguna.
La expresión «religiosos mendicantes» designa los mendicantes en sentido
estricto, es decir, aquellos que no pueden poseer bienes ni siquiera colectiva-
mente (por ej. los Menores y los Capuchinos)111(VWDUHJODVHMXVWLÀFDSRUHO
hecho de que, para ellos, las limosnas forman parte de su propia disciplina y,
por lo tanto, la aprobación para pedir limosnas les ha sido concedida ya de una
vez para siempre. La propuesta de ampliar la noción de mendicantes para in-
cluir en ella a los Institutos de vida consagrada en su conjunto no fue aceptada,
para evitar posibles abusos112. Como consecuencia, los miembros de los insti-
tutos que no son stricto sensu mendicantes, en la medida en que actúan a título
personal –son personas privadas–, están sometidos a la norma de la licencia113.
Los mismos institutos, en cambio, cuando actúan a través de sus representantes,
dada su naturaleza de personas jurídicas S~EOLFDV, no están sujetos al requisito
de la licencia previa del Ordinario114.
Además, según la norma del c. 1265 § 2, la Conferencia episcopal compe-
tente puede establecer normas sobre las cuestaciones que deben ser por todos
110. Cfr. Com 12 (1980) p. 404. Véase también F.R. AZNAR GIL, /D DGPLQLVWUDFLyQ«
o. c., pp. 146-148; A. MAURO, De Ecclesiae tributorum iure in vigenti disciplina, ed. altera,
Roma 1966, p. 73, n. 45.
111. Cfr. D’ALGER, Ordres mendiants, en DDC, VI, col. 1160-1161. Un elenco de los ins-
titutos denominados «mendicantes» puede encontrarse en el $QQXDULR3RQWLILFLR&LWWjGHO9DWL-
cano 2007, pp. 1465-1469.
112. Cfr. Com, ibid.; Schema de 1977, c. 7, 1. Esta regla se encuentra también en ES, I, n.
27 § 2.
113. Cfr. V. DE PAOLIS, I beni…, o. c., p. 116.
114. Cfr. J.-C. PÉRISSET, &RPHQWDULRDOF, en Les biens temporels…, o. c., pp. 102-103.
134
LA FINANCIACIÓN DE LA IGLESIA
observadas, sin excluir a aquellos que por institución «son llamados» y «son»
mendicantes. Esta materia, que era objeto de una detallada normativa en el
Código de 1917 (cc. 621-624*), se confía ahora a las Conferencias episcopa-
les115. Por lo tanto, si bien los mendicantes están sometidos a las reglas sobre
cuestaciones que puedan dar las Conferencias episcopales, permanece a salvo
su derecho de pedir limosnas sin previa autorización del Ordinario (del lugar).
2. LAS TASAS
115. Mientras ES, I, n. 27 § 2 preveía el consentimiento del Ordinario del lugar en caso de
pública suscripción por parte de los religiosos, alguna Conferencia episcopal, con apoyo en el c.
1265 § 2, ha extendido notablemente el alcance de esa norma. Por ej., en Italia, la CEI ha esta-
blecido que «todas las peticiones de dinero y las públicas suscripciones promovidas por personas
privadas, tanto físicas como jurídicas, clérigos, miembros de los Institutos de vida consagrada y
de las Sociedades de vida apostólica, asociaciones, grupos, movimientos, comités, para objetivos
píos o caritativos, requieren el permiso escrito del propio Ordinario y de aquel del lugar en el
cual se efectúa la recogida». Por lo que respecta a los religiosos mendicantes, «en el ejercicio del
derecho que solo para ellos es reconocido por el c. 1265 § 1, están obligados, IXHUDGHODGLyFHVLV
del domicilio, a pedir licencia escrita al Ordinario del lugar en el cual efectúan la cuestación y
a observar sus disposiciones» (n. 5 de la Delibera n. 59 relativa a las Norme circa la raccolta
GLRIIHUWH«RF, p. 266; la cursiva y la traducción son nuestras). Por lo que respecta a España,
cfr. la Instrucción Pastoral /DD\XGDHFRQyPLFDDOD,JOHVLD citada en la nota 101 de este mismo
capítulo. Lógicamente, por su carácter pastoral, estos efectos jurídicos están menos presentes en
la instrucción de la Conferencia Episcopal Española.
116. Cfr. entre otros, F.R. AZNAR GIL, /DDGPLQLVWUDFLyQ«RF, p. 167.
117. Cfr. R. NAZ, Taxe, en DDC, VII, col. 1167. El canonista francés considera la tasa
como una noción genérica contrapuesta a la «redevance en nature» o limosna. La tasa –«rede-
vance en argent»– puede ser una contraprestación o un tributo. En el primer caso, se trata de la
tasa propiamente dicha. Utilizaremos el término tasa en este sentido propio. Véase también, A.
MAURO, De Ecclesiae tributorum…, o. c., pp. 45 y 141-192.
135
DERECHO PATRIMONIAL CANÓNICO
como han recordado algunos autores, que la Iglesia no deja nunca de atender a
quien no puede pagar, total o parcialmente, una prestación118(VWDÁH[LELOLGDG
²WtSLFDPHQWHHFOHVLDO\UHÁHMRGHODRSFLyQDIDYRUGHORVSREUHV²VHDSOLFDQR
solo respecto a las ofrendas con ocasión de servicios propiamente pastorales,
sino también en materia administrativa y judicial (que, en la Iglesia, tienen
siempre una dimensión pastoral). En este sentido, se puede reconocer una cierta
YROXQWDULHGDG\ÁH[LELOLGDGGHODVWDVDVHQGHUHFKRFDQyQLFRTXHODVDOHMDQGH
los tributos.
(OFUHSURGXFHVXVWDQFLDOPHQWHHOF 0DQLÀHVWDODYROXQWDG
GHOOHJLVODGRUGHÀMDUXQRVPi[LPRVSDUDXQLÀFDUODVWDULIDV\HYLWDUODDUELWUD-
riedad. Además, con ello se busca también que la Sede Apostólica pueda vigilar
sobre la imposición de las tasas, para evitar el peligro de simonía y de escánda-
lo119. Exigir una tasa demasiado elevada constituiría un abuso de potestad, de-
lito sancionado por el c. 1389 § 1. Entre las tasas, se distinguen dos categorías:
las tasas administrativas y las tasas judiciales.
136
LA FINANCIACIÓN DE LA IGLESIA
121. En el caso de rescriptos de la Santa Sede concedidos en forma comisoria, cuya ejecu-
ción es confiada a un órgano inferior, existe el derecho de pedir tasas a favor del ejecutor admi-
nistrativo que efectúa el acto de potestad requerido (cfr. cc. 37 y 69 y ss.).
122. Cfr. J.T. MARTÍN DE AGAR, Bienes temporales…, o. c., p. 717.
123. Estas son las corrientes:
1º) Algunos sostenían la tesis favorable a la sustitución de la expresión «ius exigendi» con
la fórmula «sibi providendi necessaria ad fines suos diversis modis».
2º) Otros proponían los términos «ius petendi», «ius colligendi» o también «ius exigendi»,
sobre la base de que, en el ordenamiento canónico, no existe una verdadera coerción fundada en
sanciones penales (esto no sería conciliable con la sensibilidad actual).
3º) Una tercera tendencia consistía en hablar, sobre todo, de la obligación de los fieles de
sufragar las necesidades de la Iglesia (cfr. Com 12 [1980] p. 400).
124. Cfr. Com, ibid., pp. 401-402.
137
DERECHO PATRIMONIAL CANÓNICO
2.º) Atendiendo a esas críticas, se modificó la norma del canon de modo que el
Obispo solamente podía establecer una contribución extraordinaria –al menos, en un
primer momento– y se le prohibía la imposición de una contribución sobre las ofrendas
de las misas125.
3.º) Esta solución del Schema de 1980 fue también criticada, ya que un tributo ex-
traordinario no permite recabar ingresos para las necesidades ordinarias de las diócesis.
Además, un poder tan limitado no sería compatible con el sistema del tributo eclesiásti-
co vigente en algunos países. Convenía, por tanto, ampliar la potestad del Obispo, pero
sin caer de nuevo en un poder excesivo.
4.º) De este modo, después de nuevas discusiones, se llegó a la actual solución.
138
LA FINANCIACIÓN DE LA IGLESIA
129. Este tributo tiene como antecedente inmediato el «catedrático» establecido por el c.
1504*.
130. Una respuesta del Pontificio Consejo para la interpretación de los textos legislativos
concreta el alcance de este requisito. En ella, se establece que las escuelas externas de los Institu-
tos religiosos de derecho pontificio no están comprendidas en el concepto de personas jurídicas
públicas sometidas a su jurisdicción (cfr. AAS 81 [1989] p. 991). Véase también, D.J. ANDRÉS, De
tributis illegitime impositis ab Episcopo scholis religiosorum, en Commentarium pro Religiosis
69 (1988) pp. 209-210. Esta respuesta ad casum deja sin resolver la duda que podría surgir res-
pecto a otras personas jurídicas públicas que no se considerasen sometidas al Obispo (cfr. V. DE
PAOLIS, $GQRWDWLRDG5HVSRQVXPDXWKHQWLFXPFLUFDF, en Per 80 [1991] pp. 108-127; J.T.
MARTÍN DE AGAR, 1RWDDOODULVSRVWDGHO3RQWLILFLR&RQVLJOLRSHUO·LQWHUSUHWD]LRQHGHLWHVWLOHJLV-
ODWLYLGHOJHQQDLR, en IE 2 [1990] pp. 350-351; J. MIRAS, Comentario a las respuestas
GHOD&3SDUDODLQWHUSUHWDFLyQDXWpQWLFDGHO&,&, en IC 31 [1991] pp. 222-224). El
criterio acerca de los sujetos pasivos del tributo ordinario («las personas jurídicas públicas sujetas
a su jurisdicción») ha sido también recordado en el Decretum de recursu super congruentia inter
legem particularem et normam codicialem, de 8 de febrero de 2000, en Com 32 (2000) pp. 15-23.
Véase la nota de J. MIÑAMBRES, 6XOJLXGL]LRGLFRQJUXHQ]DIUDOHJLVOD]LRQHSDUWLFRODUHHQRUPD
codiciale riguardante il tributo diocesano ordinario, en IE 13 (2001) pp. 271-276.
131. En el caso de las personas jurídicas públicas de derecho pontificio, parecería injusto
que quedasen sometidas al tributo, siendo así que, por ejemplo, los clérigos que prestan su servi-
cio en ellas no reciben remuneración por parte de la diócesis.
132. Cfr. PONTIFICIUM CONSILIUM DE LEGUM TEXTIBUS INTERPRETANDIS, Congregatio ple-
QDULD RFW , Pol. Vat. 1991, 11ª quaestio, pp. 486-493; véase también, F.R. AZNAR
GIL, /DDGPLQLVWUDFLyQ«RF, pp. 163-164.
133. Véase, por ej., la norma establecida por la CEI en Istruzione.., o. c., n. 47.
134. Aunque no plantea duda desde el punto de vista jurídico-legal, la naturaleza del tribu-
to diocesano ha sido recientemente cuestionada en una perspectiva económico-financiera por J.
Miñambres. Según él, desde el punto de vista económico-financiero, «en su actual configuración
normativa, esta figura jurídica aparece más como un instrumento de equilibrio financiero entre
componentes de una misma administración, que como un verdadero y propio tributo, entendido
como fuente de financiación externa a la misma administración. Y, de hecho, los únicos bienes
que forman la base imponible del tributo ordinario son los bienes eclesiásticos» (J. MIÑAMBRES,
Il tributo diocesano ordinario come strumento di governo, en IE 16, 3 [2004] pp. 619-637; la
traducción del original italiano es nuestra).
139
DERECHO PATRIMONIAL CANÓNICO
140
LA FINANCIACIÓN DE LA IGLESIA
las personas jurídicas privadas, sino también las personas jurídicas públicas no sujetas
al Obispo diocesano140.
Frente a esta diversidad de interpretaciones, parece oportuna una interven-
FLyQGHO3RQWLÀFLR&RQVHMRSDUDORV7H[WRV/HJLVODWLYRVSDUDDFODUDUPHGLDQWH
una interpretación auténtica, esta segunda parte del c. 1263, como ya hizo con
la primera141. En espera de esta intervención, la prudencia aconseja, por una
parte, acogerse a una interpretación estricta del texto, ya que se trata de valo-
rar el alcance de una potestad impositiva (cfr. c. 18). Pero, por otra parte, no
se debe perder nunca de vista la cláusula de dicho canon que salvaguarda las
posibles excepciones de derecho particular: «quedando a salvo las leyes y cos-
tumbres particulares que le reconozcan más amplios derechos»142.
C) EL TRIBUTO SEMINARÍSTICO
(OWHUFHUWULEXWRUHFLEHVXGHQRPLQDFLyQDWHQGLHQGRDVXÀQDOLGDGODÀQDQ-
ciación del seminario diocesano143. Se trata, por lo tanto, de un tributo espe-
FtÀFRFX\RRULJHQVHUHPRQWDDO&RQFLOLRGH7UHQWR1RKDFRQRFLGRJUDQGHV
variaciones respecto a los cc. 1355* y 1356*144. El c. 264 § 1 del Código de
SHUPLWHDO2ELVSRGLRFHVDQRLPSRQHUXQWULEXWRHVSHFtÀFR \WDPELpQRU-
JDQL]DUXQDFROHFWD SDUDHVWHÀQ(OVHxDODTXHVRQVXMHWRVSDVLYRVGHHVWH
tributo «todas las personas jurídicas de la Iglesia, también las privadas, que ten-
gan sede en la diócesis». De todos modos, se han recogido también dos excep-
ciones clásicas a dicha regla: 1.º) «a no ser que se sustenten solo de limosnas»;
2.º) cuando «haya en ellas realmente un colegio de alumnos o de profesores que
mire a promover el bien común de la Iglesia». Además, el mismo § 2 recuerda
algunos de los criterios generales para los tributos diocesanos, a los que ya nos
140. Cfr. J.F. CASTAÑO, Appunti di Jus Patrimoniale, o. c., p. 14; V. DE PAOLIS, Quaestio-
QHVPLVFHOODQHDH,,XVWULEXWXPLPSRQHQGLH[SDUWH(SLVFRSLGLRFHVDQLYLF, en Per 73
(1984) p. 462; J.-C. PÉRISSET, &RPHQWDULRDOF, en Les biens temporels…, o. c., p. 87.
141. Los Acta et documenta della Congregatio plenaria (11ª quaestio) no permiten resol-
ver estas dudas (cfr. PONTIFICIUM CONSILIUM DE LEGUM TEXTIBUS INTERPRETANDIS, Congregatio
plenaria, ibid.).
142. Así, en Italia, se debe tener en cuenta la interpretación extensiva del c. 1263 adoptada
por la CEI, que ha considerado como sujetos pasivos del tributo extraordinario a «las personas
físicas y a las personas jurídicas, públicas y privadas, no sujetas a su gobierno» (CEI, Istruzio-
ne…, o. c., n. 48).
143. La norma habla exclusivamente de la financiación de los seminarios diocesanos. Pero
no parece que haya inconveniente alguno en que este tributo pueda servir igualmente para sub-
venir a las necesidades de los seminarios interdiocesanos. Se trataría, en este caso, de recabar
fondos para cubrir la cuota de gastos que a cada una de las diócesis interesadas corresponda en
ese seminario común.
144. Cfr. S. D’ANGELO, De tributo pro seminario, en Ap 3 (1930) pp. 327-329.
141
DERECHO PATRIMONIAL CANÓNICO
hemos referido: también este tributo debe ser «general, proporcionado a los
ingresos de quienes deben pagarlo y determinado según las necesidades del
seminario»145.
145. En la línea del último Concilio, la CEI considera preferible no imponer el «seminarís-
tico», sino destinar a esta necesidad «las ofrendas recogidas en una particular jornada diocesana
y, en su caso, parte del tributo ordinario» (CEI, Istruzione…, o. c., n. 47).
146. Cfr. J.-P. DURAND, /HGURLWFLYLOHFFOpVLDVWLTXHIUDQoDLV, en P. VALDRINI (ed.) Droit
canonique, o. c., especialmente pp. 615 y ss.; AA.VV., Liberté religieuse et régimes des cultes en
GURLWIUDQoDLV7H[WHVSUDWLTXHDGPLQLVWUDWLYHMXULVSUXGHQFH, Paris 2005, pp. 761 y ss.; G. DOLE,
/HV SURIHVVLRQV HFFOpVLDVWLTXHV, Paris 1987, pp. 404-405; R. METZ, Église et État en France,
Paris 1977, pp. 52-53; J. KERLEVEO, /·eJOLVHFDWKROLTXHHQUpJLPHIUDQoDLVGHVpSDUDWLRQ, III,
Paris 1962, pp. 462-474.
147. Sobre el sistema vigente en los Países Bajos, véase S.C. VAN BIJSTERVELD, État et
Église aux Pays-Bas, en G. ROBBERS (ed.), État et Églises dans l’Union européenne, Baden-
Baden 1997, pp. 225-246 ; G. CIMBALO, ,UDSSRUWLILQDQ]LDULWUD6WDWRHFRQIHVVLRQLUHOLJLRVLQHL
Paesi Bassi, Milano 1989; J. HENDRIKS, Il sostentamento del clero nei Paesi Bassi, en Quaderni
di diritto ecclesiale 3 (1990) pp. 116-120. Para Gran Bretaña, véase G. Mc KAY, Il sostentamento
del clero nella Gran Bretagna, ibid. 2 (1989), pp. 90-94.
148. Para una visión panorámica de los sistemas actuales de financiación estatal de las
confesiones religiosas en Europa, véase CONSORZIO EUROPEO DI RICERCA SUI RAPPORTI TRA STATI
E CONFESSIONI RELIGIOSE, 6WDWL H FRQIHVVLRQL UHOLJLRVH LQ (XURSD 0RGHOOL GL ILQDQ]LDPHQWR
SXEEOLFR6FXRODHIDWWRUHUHOLJLRVR, Milano 1992, pp. 1-84.
149. Sobre este sistema y sobre la posibilidad de remunerar a algunos laicos como «mi-
nistros de culto», véanse A. BORRAS (ed.), Des laïcs en responsabilité pastorale? Accueillir de
142
LA FINANCIACIÓN DE LA IGLESIA
son considerados como «ministros de culto» según los criterios del derecho
eclesiástico del Estado. Este sistema está vigente, por ejemplo, en los territorios
que han conservado, al menos en estas materias, una normativa heredada del
Concordato de Napoleón (Bélgica, Luxemburgo y Alsacia-Mosela)150. Como
FRQVHFXHQFLDGHODFRQÀVFDFLyQGHORVELHQHVHFOHVLiVWLFRVSRUSDUWHGHOPLVPR
Estado, y, cada vez más, en consideración de la «utilidad social» de las funcio-
nes de los ministros de culto, sobre la base de la igualdad constitucional con los
«ministros de culto» de las otras confesiones religiosas, el Estado se encarga de
su sostenimiento151.
nouveaux ministères, Paris 1998; F. MESSNER, Les «animateurs pastoraux» en régime concorda-
WDLUHIUDQoDLV, en AC 35 (1992) pp. 61-71.
150. Ver, para Alsacia-Mosela, AA.VV., Liberté religieuse et régimes des cultes en droit
IUDQoDLVRF; pp. 401-425; F. MESSNER, /HILQDQFHPHQWGHVeJOLVHV, Strasbourg 1984, pp. 73-
104. Para Bélgica, L.-L. CHRISTIANS –P. DE POOTER, Code belge de droit et religions, Bruxelles
2005, pp. 85 y ss.; P. DE POOTER, 'HUHFKWVSRVLWLHYDQHUNHQGHHUHGLHQVWHQHQOHYHQEHVFKRXZLQ-
gen in Staat en maatschappij, Bruxelles 2003; R. TORFS, Les cultes reconnus en Belgique, dans
RDC 63 (2004), pp. 77-106; R. VERSTEGEN, *HHVWHOLMNHQQDDUEHOJLVFKUHFKWRXGHHQQLHXZH
vragen; de juridische en sociale positie van de geestelijken in België, Berchem 1977, pp. 70-76.
Para Luxemburgo, A. PAULY, État et Églises au Luxembourg, en G. ROBBERS (ed.), État et Églises
dans l’Union européenne, o. c., pp. 207-223.
151. Este sistema de remuneración de los ministros de culto por parte del Estado se com-
pleta con el régimen de las IDEULTXHVG·pJOLVHV. Si la «fabrica ecclesiae» (regulada por los cá-
nones 1183-1184*) ya no es objeto de una normativa canónica específica y queda solo como
un precedente del actual Consejo de asuntos económicos (cfr. c. 537), en el plano del derecho
HFOHVLiVWLFRGHO(VWDGR, en cambio, las fábricas continúan existiendo (cfr. G. FELICIANI, Fabbri-
ceria, en C. CORRAL SALVADOR-V. DE PAOLIS-G.GHIRLANDA [dirs.], Nuovo Dizionario di Diritto
canonico, Torino 1993) e incluso, en algunos lugares, son la institución eclesiástica ordinaria y
gozan de personalidad jurídica civil. Es el caso de Bélgica y de algunas diócesis de Francia y
de Quebec. Según la tradición imperial francesa, el derecho administrativo belga considera a la
IDEULTXHG·pJOLVHuna institución pública de carácter especial y autónoma, dotada de personalidad
jurídica civil. Su servicio especializado consiste en asegurar la manutención, la conservación y
las celebraciones de un edificio de culto, además de la administración de los bienes destinados
al culto. La entidad pública que debe financiar las fábricas es el ayuntamiento (cfr. V. VANDER-
MOEREN-J. DUJARDIN, Fabriques d’Église, Bruges 1991, pp. 4 y 112; *XLGHSUDWLTXHGXIDEUL-
cien (suplemento de las revistas diocesanas Église de Tournai y Église de Liège); P.D’HOORE,
Tijdelijke goederen…, o. c., pp. 62 y 107-175; para una perspectiva histórica, A. VAN HOVE, Les
IDEULTXHVG·pJOLVHVHWOHWHPSRUHOGXFXOWHHQ%HOJLTXHSURPDQXVFULSWR, Louvain 1908-1911,
pp. 68 y ss.). El régimen de las fábricas de iglesias ha sido objeto de una «regionalización», lo
que supone la adopción de normas propias para Flandes, Valonia y Bruselas-Capital. Para una
síntesis de las normativas de las tres Regiones, véase J.-P. SCHOUPPE- P. DE POOTER, Sur les tra-
ces du droit canonique des biens temporels en Belgique, en J.-P. SCHOUPPE (éd.), 9LQJWFLQTDQV
après le Code…, o. c. Sobre la nueva normativa flamenca, véase, F. AMEZ, Les établissements
SXEOLFVFKDUJpVGHODJHVWLRQWHPSRUHOGHVFXOWHVHQ5pJLRQIODPDQGH, en Chroniques des Droit
public (CPDK) (2005), pp. 293-315. Para Quebec, véase el capítulo 14 de la obra: ASSEMBLÉE
DES ÉVÊQUES CATHOLIQUES DU QUÉBEC, Guide canonique et pastoral au service des paroisses.
Édition canadienne (collection Gratianus), Montreal 2006. Para la situación en España, cfr. J. PÉ-
REZ-LLANTADA Y GUTIÉRREZ, )iEULFDGHOD,JOHVLD, en C. CORRAL SALVADOR (Dir.), Diccionario
GH'HUHFKR&DQyQLFR, Madrid 2000.
143
DERECHO PATRIMONIAL CANÓNICO
152. Sobre el sistema alemán, véase, H. PREE, El sostenimiento del culto en Alemania, en
$QXDULRDUJHQWLQRGH'HUHFKRFDQyQLFR, 12 (2005), pp. 395-410; J. ROGGENDORF, El sistema del
LPSXHVWRHFOHVLiVWLFRHQOD5HS~EOLFD)HGHUDOGH$OHPDQLD, Pamplona 1983, pp. 205-222. Para
una comparación con el sistema austríaco, que tiene algunas características diversas del tributo
eclesiástico alemán, véase H. HEIMERL-H. PREE, Handbuch…, o. c., pp. 133 y ss.
153. Cfr. S. PETSCHEL, Las relaciones de la Iglesia y del Estado en los cantones de la Con-
IHGHUDFLyQKHOYpWLFD, en REDC 40 (1984) pp. 461-491.
154. No se trata, como veremos, de una asignación fiscal. La posible confusión surge por-
que el cálculo se hace sobre lo que el Estado recauda por impuestos propios (en este caso el
IRPF), aunque lo que el fiel debe abonar a su Iglesia se añade a lo que entrega a la Hacienda
Pública de su país.
155. Una de las causas de exención del tributo consiste en el hecho de separarse formal-
mente de la Iglesia católica, por lo menos un mes antes de la fecha de la imposición. El aban-
dono se formaliza por medio de una declaración –oral o escrita– ante el juez o el tribunal civil
competente. Esta situación provoca lo que ha sido tipificado por los Obispos alemanes como un
«delito» contra la fe y la unidad de la Iglesia: los fieles que han cometido este «delito» no pueden
participar en la vida sacramental, hasta que revoquen su declaración de abandono de la Iglesia
y vuelvan a cumplir sus deberes, incluido el de satisfacer el tributo. Algunos autores sostienen,
en cambio, que no tratándose ni de apostasía o de herejía, ni de cisma, sino solamente de un
acto de desobediencia y de incumplimiento de una ley fiscal, habría sido suficiente una sanción
disciplinar menor (cfr. E. CORECCO, 'LPHWWHUVLGDOOD&KLHVDSHUUDJLRQLILVFDOL, en Ap 55 [1982]
pp. 461-502).
144
LA FINANCIACIÓN DE LA IGLESIA
C) LA ASIGNACIÓN FISCAL
156. Para Italia, véase AA.VV., I beni temporali della Chiesa. Nuova normativa canonica
e concordataria&LWWjGHO9DWLFDQR(*IANFELICI, Chiesa e prassi amministrativa oggi.
(QWLEHQLHFFOHVLDVWLFLHVRVWHQWDPHQWRGHOFOHURGRSRLQXRYLDFFRUGLFRQFRUGDWDULGHO,
Roma 1989.
157. Recientemente, el sistema español de asignación tributaria ha sido objeto de una mo-
dificación cuantitativa. El porcentaje ha pasado del 0,5239 por ciento al 0,7 por ciento. El ins-
trumento utilizado para esta nueva regulación ha sido el intercambio de Notas Verbales entre la
Nunciatura Apostólica en España y el Ministerio de Asuntos Exteriores y Cooperación referidas a
los acuerdos sobre asignación tributaria a favor de la Iglesia Católica de 22 de diciembre de 2006.
Para la comprensión de esta modificación, véase M. BLANCO, /DILQDQFLDFLyQGHODV&RQIHVLRQHV
5HOLJLRVDVHQHO'HUHFKRHVSDxROUpJLPHQYLJHQWH\SHUVSHFWLYDVGHIXWXUR, en Revista General
GH'HUHFKR&DQyQLFR\'HUHFKR(FOHVLiVWLFRGHO(VWDGR, 13 (2007). Además, véase ÍDEM, Co-
RSHUDFLyQGHO(VWDGRFRQODVFRQIHVLRQHVUHOLJLRVDVHQPDWHULDHFRQyPLFD, en AA.VV., Tratado
GH 'HUHFKR (FOHVLiVWLFR, Pamplona 1994, pp. 646-648, y los autores allí citados: M.J. ROCA
(ed.), /DILQDQFLDFLyQGHOD,JOHVLDFDWyOLFDHQ(VSDxD, Santiago de Compostela 1994; A. ARZA,
(OQXHYRVLVWHPDGHGRWDFLyQHFRQyPLFDGHO(VWDGRDOD,JOHVLD, en REDC 45 (1988) pp. 35-96;
M.D. CEBRIÁ GARCÍA, /DDXWRILQDQFLDFLyQGHOD,JOHVLDFDWyOLFDHQ(VSDxD/tPLWHV\SRVLELOL-
dades, Salamanca 1999; C. PRESAS BARROSA, (OFOHURFDWyOLFRHQHOGHUHFKRHVSDxRO'RWDFLyQ
DVLJQDFLyQWULEXWDULD¢DXWRILQDQFLDFLyQ", Santiago de Compostela 1998; A. TORRES GUTIÉRREZ,
/DILQDQFLDFLyQGHOD,JOHVLDFDWyOLFDHQ(VSDxD, en REDC 59 (2002) pp. 877-892.
158. Cfr. L. NAVARRO, L’acquisto dei beni temporali, en R. FUNGHINI (ed.), I beni temporali
della Chiesa 6WXGL*LXULGLFLQ &LWWjGHO9DWLFDQRS
159. Para una crítica técnico-jurídica de la calificación de la asignación tributaria como
sistema de autofinanciación, véase J.-P. SCHOUPPE, /HGURLWGHYRLUGHVILGqOHVGHVXEYHQLUDX[
besoins de l’Église, o. c., pp. 249 y ss.
145
DERECHO PATRIMONIAL CANÓNICO
$FDEDPRVGHKDFHUUHIHUHQFLDDORVSULQFLSDOHVVLVWHPDVDFWXDOHVGHÀQDQ-
ciación de la Iglesia, ya sean intra o extra-eclesiales. No se puede dejar de men-
cionar, sin embargo, otro sistema de remuneración del clero muy tradicional:
el EHQHÀFLR6LVHQRVSLGLHUDXQDGHÀQLFLyQEUHYHTXHVLUYLHUDSDUDLQWURGXFLU
ODFRPSOHMDUHDOLGDGGHOEHQHÀFLRSRGUtDPRVGHVFULELUHVWHLQVWLWXWRFRPRun
conjunto de bienes (originariamente inmuebles) cuyas rentas se destinan al
VRVWHQLPLHQWRGHOWLWXODUGHXQRÀFLRHFOHVLiVWLFR. En muchos lugares nunca ha
existido y en otros ya ha desaparecido o está en camino de ser sustituido por
uno de los sistemas ya mencionados. Sin embargo, durante siglos el sistema be-
QHÀFLDOKDWHQLGRXQSDSHOIXQGDPHQWDOHQODRUJDQL]DFLyQHFOHVLDOGHPXFKRV
países. Para comprender mejor los inconvenientes que presenta en nuestra épo-
ca y las razones de su superación, hay que presentar brevemente la progresiva
formación y la evolución de esta institución plurisecular163.
1.º) En los primeros tiempos GHO FULVWLDQLVPR HUD VXÀFLHQWH OD LQFDUGLQDFLyQ ORV
sacerdotes ordenados para la utilidad de las diócesis o comunidades de incardinación,
permanecían cerca del Obispo diocesano, que proveía directamente a su sostenimiento.
6LQHPEDUJRFXDQGROD,JOHVLDJR]yGHODVXÀFLHQWHOLEHUWDG\YLWDOLGDGSDUD
extender el evangelio por todas partes, no solo en las ciudades, sino también en el
146
LA FINANCIACIÓN DE LA IGLESIA
(QHOSUHFHGHQWH&yGLJRVHSUHVWyXQDHVSHFLDODWHQFLyQDODÀJXUDMXUt-
GLFDGHOEHQHÀFLRGHGLFiQGROHVHWHQWD\QXHYHFiQRQHV'RVUHVXOWDEDQVHUD
WHQRUGHOF ORVHOHPHQWRVQHFHVDULRVSDUDFRQVWLWXLUXQEHQHÀFLRSRU
una parte, un RÀFLRsagrado, es decir, una función establemente constituida por
164. En los países donde estaba vigente el derecho romano, se recurrió a la institución del
«precario»: entre otros estipendios, se comenzó a distribuir algunos fundos a los sacerdotes que
desempeñaban funciones pastorales, de modo similar a la distribución de tierras a los colonos del
imperio. Estos fundos se concedían a título de precario, es decir, con carácter temporal y revoca-
ble (cfr. G. MOLLAT, %pQpILFHVHFFOpVLDVWLTXHVHQ2FFLGHQW, en DDC, II, col. 407-408). Más tarde,
estas concesiones se hicieron por quinquenios, que se podían renovar también de modo tácito y
que, por lo tanto, se prolongaban de por vida. De este modo, el precarium romano se convirtió
en el precario de derecho canónico (cfr. V. DEL GIUDICE, 1RFLRQHVGH'HUHFKR&DQyQLFR[tra-
ducción y notas de P. LOMBARDÍA], Pamplona 1964, p. 282, n. 110). Con el tiempo, la institución
perderá su carácter de temporalidad y los fundos terminarán por formar una masa establemente
unida al oficio de los clérigos.
165. En los territorios de GHUHFKRJHUPiQLFR, en cambio, los beneficios derivarían de la cons-
titución de «Eigenkirchen» o «iglesias propias», características del sistema cortesano («Hofsys-
tem»): los sacerdotes eran mantenidos por el señor del latifundio, que había construido la Iglesia,
de la cual era también el propietario (Cfr. U. STUTZ, Das Eigenkirchenrecht, als Element des
mittelalterlich-germanischen Kirchenrechts, Berlin 1895). Sobre estas iglesias propias (o priva-
das), el Obispo conservaba solo un derecho de vigilancia. Por eso, la Iglesia buscó disminuir los
numerosos derechos de estos propietarios y, al mismo tiempo, fundadores de iglesias, intentando
de esta manera recuperar la plena jurisdicción sobre las mismas.
166. Un fenómeno análogo ocurrió con la mensa conventual.
167. Cfr. E. COLAGIOVANNI, /·DVSHWWRVWRULFRVRFLRORJLFRQHOODWUDVIRUPD]LRQHGDOEHQHIL-
FLRIHXGDOHDOO·XIILFLRHFFOHVLDVWLFRHGHFFOHVLDOH, en 'DOEHQHILFLRIHXGDOHDOO·XIILFLRHFFOHVLDVWL-
co ed ecclesiale, Napoli 1971, pp. 29-54.
147
DERECHO PATRIMONIAL CANÓNICO
148
LA FINANCIACIÓN DE LA IGLESIA
hecho de ser clérigo no garantizaba la capacidad de gestión económica). Véase, entre otros, V. DE
PAOLIS, ,OVLVWHPDEHQHILFLDOH«RF, pp. 26-28.
172. Cfr. A. MOSTAZA, Derecho Patrimonial, o. c., pp. 442-443.
173. «Por lo cual hay que dejar el sistema que llaman beneficial, o a lo menos hay que
reformarlo, de suerte que la parte beneficial, o el derecho a los réditos dotales anejos al beneficio,
se considere como secundaria y se atribuya, en derecho, el primer lugar al propio oficio eclesiás-
tico» (PO, 20). Sobre las reflexiones en la época sucesiva al Concilio, véase O. ROBLEDA, De sys-
WHPDWHEHQHILFLDOLVXSSULPHQGRDXWUHIRUPDQGRDGQRUPDP&RQFLOLL9DWLFDQL,,, en Quaestiones
disputatae iuridico-canonicae, Romae 1969, pp. 151-166.
174. Para una presentación actual del oficio y su distinción respecto del ministerio, véase
entre otros, J.I. ARRIETA, )XQ]LRQHSXEEOLFDHXIILFLRHFFOHVLDVWLFR, en IE 7 (1995) pp. 91-113.
Véase también, S. BERLINGÒ, 'DO©PLVWHURªDO©PLQLVWHURªO·XIILFLRHFFOHVLDVWLFR, en IE 5 (1993)
pp. 91-120.
175. Al contrario de lo que sucedía con el c. 1410*, hoy se pueden considerar beneficios,
en sentido técnico, solamente aquellos que son constituidos con un capital fijo (inmobiliario o
mobiliario) estable y suficiente para proveer con sus rentas al sostenimiento del clero (o, en su
caso, para completarlo). Todos los demás que aparecen en dicho canon no se consideran ya be-
neficios, sino entradas económicas, reguladas por otros cánones (por ej. la normativa sobre las
ofrendas con ocasión de servicios pastorales).
149
DERECHO PATRIMONIAL CANÓNICO
176. Es necesario llamar la atención sobre el hecho de que la norma del c. 1272 procede del
c. 80 § 2 de la Lex Ecclesiae Fundamentalis, después de un iter en el que hubo numerosas discu-
siones, entre otras cosas, sobre la necesidad o no de la «supresión» de los beneficios y sobre la
oportunidad de confiar la reglamentación de la cuestión a las diversas Conferencias episcopales
(cfr. Com 12 [1980], p. 412; Relatio, pp. 283-284; ES, I, 8).
177. En muchos países, los beneficios propiamente dichos, en el sentido del c. 1272, no
han existido nunca. En el caso de Italia, entre la República y la Iglesia se estableció el Acuerdo de
1984. Se han dado normas complementarias en esta materia, por lo que nosotros conocemos, solo
en cinco Conferencias episcopales: Suiza, Austria, Perú, Malta y España. Para dicha normativa
y una presentación general, remitimos a J.T. MARTÍN DE AGAR/HJLVOD]LRQHGHOOH&RQIHUHQ]H
episcopali complementare…,o. c., pp. 32, 705, 83, 445-451, 560 y 648-650.
178. Cfr. cc. 222 § 1 y 1261 § 2. Véase LQIUD, cap. VII, 3.
179. Cfr. cc. 281 § 1 y 283 § 2.
150
LA FINANCIACIÓN DE LA IGLESIA
180. Cfr. PO, 17; ES, 8. La progresiva transformación del sistema beneficial, allí donde
existía, en este sistema de solidaridad social se inspira en la misma fidelidad al espíritu evangé-
lico. En el caso de que un clérigo poseyera bienes más que suficientes, logrados con el ejercicio
de algún oficio eclesiástico, se le invita a destinar lo restante para el bien de la Iglesia y para las
obras de caridad, sin perjuicio de lo que pueda establecer, en su caso, el derecho particular.
151
CAPÍTULO VI
LA ADMINISTRACIÓN Y LA ENAJENACIÓN
DE LOS BIENES ECLESIÁSTICOS
153
DERECHO PATRIMONIAL CANÓNICO
154
LA ADMINISTRACIÓN DE LOS BIENES ECLESIÁSTICOS
5. Sustituye a una expresión –de difícil traducción– que se encontraba en el c. 1530 § 1*:
©UHV « TXDHVHUYDQGRVHUYDULSRVVXQWªHVGHFLUELHQHVTXHSXGLHQGRFRQVHUYDUVHGHEHQVHU
conservados. Cfr. F. GRAZIAN, Patrimonio stabile: istituto dimenticato?, en Quaderni di diritto
ecclesiale, 16 (2003) p. 282; D. ZALBIDEA, (OSDWULPRQLRHVWDEOHHQHO&yGLJRGH'HUHFKR&DQy-
QLFRGH, Tesis Doctoral, Facultad de Derecho Canónico, Universidad de Navarra, Pamplona
2006 (pro manuscripto).
6. El canon mencionado se refiere a la enajenación de bienes eclesiásticos, o sea, aquellos
que pertenecen a las personas jurídicas públicas. Las personas jurídicas privadas pueden tener
también un patrimonio estable, regulado por sus estatutos.
155
DERECHO PATRIMONIAL CANÓNICO
7. El derecho particular podrá, en cambio, determinar con mayor precisión estas nociones.
Véase, por ej., CEI, Istruzione…, o. c., n. 53. En cambio, la CEE apenas hace una referencia al
patrimonio estable cuando regula la enajenación. De hecho, en el Reglamento de Ordenación
Económica de la CEE de 1 de diciembre de 1984 (BOCEE 5 [1985] pp. 19-25), cuando se habla
de la enajenación de los bienes de la propia Conferencia, no se menciona el patrimonio estable,
sino que únicamente se hace referencia a las cantidades máxima y mínima.
8. En el caso del SDWULPRQLRGHJHVWLyQ (véase LQIUD, nota 17), el poder normal del adminis-
trador dependerá del presupuesto: podrá realizar los actos de ejecución del mismo. Esta noción,
más flexible, que termina imponiéndose como una necesidad de la realidad económica moderna,
no es asimilable al patrimonio no estable (cfr. J.T. MARTÍN DE AGAR, Bienes temporales…, o. c.,
p. 728). La CEE considera actos de administración ordinaria aquellos incluidos en el presupues-
to: «Se presumen actos de administración ordinaria los incluidos expresamente en el presupues-
to anual, una vez aprobado en debida forma» (art. 16 § 2 del Segundo Decreto General de la
Conferencia episcopal española sobre las normas complementarias al nuevo Código de Derecho
Canónico, de 1 de diciembre de 1984, en BOCEE 6 [1985] pp. 59-65).
156
LA ADMINISTRACIÓN DE LOS BIENES ECLESIÁSTICOS
B) ADMINISTRACIÓN ORDINARIA
157
DERECHO PATRIMONIAL CANÓNICO
C) ADMINISTRACIÓN EXTRAORDINARIA
12. Corresponde principalmente a los estatutos de cada persona jurídica determinar qué
actos deben ser considerados como extraordinarios. En el caso de que estos no contengan ningu-
na indicación, esa tarea corresponderá al Obispo diocesano (cfr. c. 1281 § 2) para las personas
sujetas a su jurisdicción (véase LQIUD, cap. VII). En los Institutos religiosos, los superiores propios
tienen competencia según el c. 638 § 1 (véase LQIUD, cap. VIII).
13. Para ejemplificar esta afirmación, De Paolis, reconociendo que no son suficientes por
sí solos, propone los siguientes criterios de determinación: «la cantidad, los riesgos de pérdida;
la incidencia que el acto puede tener sobre la sustancia o solo sobre los frutos; los peligros para
la estabilidad del mismo patrimonio; la naturaleza de la cosa objeto del acto de administración o
del servicio que se presta; la modalidad o la complejidad del negocio; el valor de la cosa; la du-
ración de los ritmos de ejecución; la incertidumbre de los resultados económicos; la consistencia
patrimonial, económica y financiera de la misma persona jurídica; etc.» (V. DE PAOLIS, I beni…,
o. c., p. 147. La traducción del original italiano es nuestra).
14. La mayor parte de los autores sitúan los actos de enajenación (según los cc. 1291-1295)
en la administración extraordinaria (en el ámbito del concepto económico de gestión adminis-
trativa), aunque con matices diversos: M. LÓPEZ ALARCÓN, &RPHQWDULRDOF, en &yGLJR«
o. c.; F. COCCOPALMERIO, Diritto patrimoniale della Chiesa, o. c., p. 44; L. MISTÒ, I beni…, o. c.,
p. 406; A. MOSTAZA RODRÍGUEZ, Derecho patrimonial, o. c., pp. 444-445; V. ROVERA, I beni…,
o. c., p. 276; J.T. MARTÍN DE AGAR, Bienes temporales…, o. c., pp. 727-728; F.R. AZNAR GIL,
/D DGPLQLVWUDFLyQ« RF, p. 406; M. MORENO ANTÓN, /D HQDMHQDFLyQ RF, pp. 25-33; M.
MORGANTE, L’amministrazione…, o. c., pp. 94-97. En sentido contrario, V. DE PAOLIS, La vita
consacrata, o. c., p. 257 (véase la nota siguiente).
15. Desde este punto de vista, compartimos la posición según la cual el concepto de ad-
ministración extraordinaria es más amplio que el de acto que empeora la situación patrimonial,
158
LA ADMINISTRACIÓN DE LOS BIENES ECLESIÁSTICOS
que usa el c. 1295. Con razón, De Paolis denuncia el peligro –no solo teórico– de hacer recaer la
previsión del c. 1295 (y por lo tanto la exigencia de las solemnidades de la enajenación) sobre ac-
tos que la doctrina siempre ha considerado excluidos (cfr. V. DE PAOLIS, Negozio giuridico, «quo
FRQGLFLRSDWULPRQLDOLVSHUVRQDHLXULGLFDHSHLRUILHULSRVVLWª>FIUF@, en Per 88 [1994] pp.
522-523; ÍDEM, I beni…, o. c., pp. 199-221). En cambio, pensamos que la categoría codicial (o
legal) de enajenación puede ser considerada una subcategoría de la administración extraordina-
ria; aunque, de acuerdo con De Paolis, consideramos que una distinción más clara –incluso una
separación– entre los conceptos de administración extraordinaria y de enajenación hubiera sido
preferible. Admitimos que el concepto legal de enajenación –en el ámbito de la administración
extraordinaria– causa las confusiones que dicho autor denuncia, pero tal parece ser la normativa
vigente.
159
DERECHO PATRIMONIAL CANÓNICO
16. Cfr. V. DE PAOLIS, La vita consacrata, o. c., p. 257. Véase también, del mismo autor, Il
negozio giuridico, o. c., pp. 504-505.
17. En la vigente normativa canónica, siguiendo una larga tradición doctrinal, la enajena-
ción (propiamente dicha) se refiere al patrimonio estable (cfr. Com 12 [1980] p. 420). Para un es-
tudio de la doctrina precedente al actual Código, véase V. DE PAOLIS, Negozio giuridico…, o. c.,
pp. 509-514. Sin embargo, de iure condendo, la evolución de la economía hacia planteamientos
de SDWULPRQLRVGHJHVWLyQ, nos sitúa frente a nuevas preguntas: ¿el ordenamiento canónico debe
ocuparse solamente de los patrimonios estables? ¿No convendría también elaborar criterios ade-
cuados para el patrimonio de gestión? En esta óptica, los límites a los que se sujetan los actos de-
berían ser más flexibles. De este modo, se podrían considerar como de administración ordinaria
los actos de ejecución de un presupuesto. En cambio, la segunda categoría incluiría aquellas ope-
raciones que pusiesen en peligro el cumplimiento del presupuesto o que simplemente implicasen
desviaciones notables respecto al mismo. La prevalencia del criterio empírico para la calificación
de los actos y la necesidad de permitir una suficiente flexibilidad de acción al administrador son
argumentos sostenidos desde hace mucho tiempo por la doctrina civil (véase, entre otros, V. LO-
JACONO, Amministrazione, en Enciclopedia del diritto, II, 1958, pp. 160-161).
18. Cfr. F.R. AZNAR GIL, /DDGPLQLVWUDFLyQ«RF, pp. 403-406.
160
LA ADMINISTRACIÓN DE LOS BIENES ECLESIÁSTICOS
161
DERECHO PATRIMONIAL CANÓNICO
162
LA ADMINISTRACIÓN DE LOS BIENES ECLESIÁSTICOS
ejercen los órganos propios de cada ente. Por ejemplo, el párroco administra
los bienes de la parroquia y también es su representante legal (cfr. c. 532). Aná-
ORJDVIXQFLRQHVFRUUHVSRQGHQDO5RPDQR3RQWtÀFHVREUHORVELHQHVGHOD6HGH
Apostólica, al Obispo diocesano sobre los bienes de la diócesis y, en general,
más allá de las estructuras diocesanas, a todos los administradores de entes
regidos por el derecho canónico.
Las personas jurídicas solo pueden actuar a través de este tipo de órga-
nos. No les corresponde la elección de los órganos que desarrollan las diversas
IXQFLRQHV/RVFF\KDFHQUHIHUHQFLDDODÀJXUDGHODGPLQLVWUDGRU
auxiliado por el Consejo de asuntos económicos o, al menos, por dos conseje-
ros que le ayuden en el cumplimiento de sus funciones. El derecho universal y
el derecho particular, que en materia patrimonial tiene una especial relevancia,
determinan las concretas competencias de estos órganos. El c. 1282 recuerda
que quienes participan por un título legítimo en la administración de bienes
eclesiásticos están obligados a cumplir sus funciones en nombre de la Iglesia y
según los principios y las normas del derecho canónico.
En el cumplimiento de su función el administrador es ayudado por un HFy-
nomo, que asume lo esencial de la gestión ordinaria de los bienes de la diócesis.
El ecónomo puede llegar a ejercer funciones de más relevancia, pero se trata
siempre de ejecutar las decisiones administrativas tomadas por el superior. Esto
QRVLJQLÀFDTXHHOHFyQRPRVHDXQPHURHMHFXWRUGHODVyUGHQHVGDGDVSRUHOVX-
perior competente (por ej. el Obispo diocesano o el rector de seminario): en rea-
OLGDGWLHQHXQDDPSOLDDXWRQRPtD²GHÀQLGDSRUHORÀFLRPLVPR²SHURVLHPSUH
bajo la dirección del superior. Por ello la función «de decisión» que pertenece al
administrador es, en principio, incompatible con la función «de ejecución» que
corresponde al ecónomo, incluido el acceso directo a los fondos25.
El análisis de los cc. 1282-1289 nos permitirá exponer a continuación el
estatuto de los administradores de las personas jurídicas en general, que es apli-
cable también a los ecónomos, en cuanto que son responsables, al menos, de
la administración ordinaria de los bienes eclesiásticos de una persona jurídica
pública.
25. Sobre la figura del ecónomo diocesano, véase LQIUD, cap. VII, 2, b) y, sobre el ecónomo
de los Institutos religiosos, véase LQIUD, cap. VIII, 2, a).
163
DERECHO PATRIMONIAL CANÓNICO
164
LA ADMINISTRACIÓN DE LOS BIENES ECLESIÁSTICOS
proporcionada, los administradores tienen derecho a todo aquello que sea nece-
sario para cumplir bien su función: por ejemplo, a disponer de los medios y la
GRFXPHQWDFLyQQHFHVDULD\DJR]DUGHODVXÀFLHQWHDXWRQRPtD DXQTXHVLHPSUH
bajo el control de la autoridad administrativa superior). Con estas premisas,
podemos ahora exponer los principales deberes que les corresponden.
1) ,QLFLRGHODJHVWLyQ
165
DERECHO PATRIMONIAL CANÓNICO
2) &RQWHQLGRGHODJHVWLyQ
Para realizar una buena gestión, es necesario atenerse a lo dispuesto en el
F\DGHPiVWHQHUHQFXHQWDDOJXQDVRWUDVREOLJDFLRQHVHVSHFtÀFDVGHO
administrador previstas por el Código.
b’) El presupuesto
Es sabido que un presupuesto equilibrado y cuidadosamente preparado es
un elemento esencial para una buena gestión. Por eso, se ha añadido un § 3 al
166
LA ADMINISTRACIÓN DE LOS BIENES ECLESIÁSTICOS
c’) /DHQDMHQDFLyQ\ORVDFWRVDVLPLODGRVHQJHQHUDO
Dejando aparte la cuestión de la licencia de la autoridad superior requerida
para los actos de enajenación (cfr. cc. 1291-1293) y asimilados (cfr. c. 1295), el
administrador competente debe tener presentes también las siguientes obliga-
ciones establecidas en los cc. 1293 y 1294:
1.º) la justa causa del negocio (por ej. una necesidad urgente, una evidente
utilidad, la piedad, la caridad o cualquier otra razón pastoral grave);
2.º) la obligación de una WDVDFLyQ LQIRUPHSHULFLDO de la cosa que se va a
enajenar;
3.º) atenerse a esa tasación, como criterio ordinario establecido en la ley, a
ODKRUDGHÀMDUHOprecio mínimo de la enajenación;
4.º) el cumplimiento de otras posibles cautelas prescritas por la autoridad
legítima para evitar daños al patrimonio eclesiástico;
5.º) el destino del dinero obtenido con la enajenación: se debe invertir con
FDXWHODHQEHQHÀFLRGHOD,JOHVLDRJDVWDUORSUXGHQWHPHQWHVHJ~QORVÀQHVGH
ODPLVPDHQDMHQDFLyQ
167
DERECHO PATRIMONIAL CANÓNICO
f’) /DUHQGLFLyQGHFXHQWDV
El deber de rendir cuentas cada año (cfr. c. 1284 § 2, 8.º) se concreta me-
GLDQWHGRVREOLJDFLRQHVHVSHFtÀFDVTXHYLQFXODQDORVDGPLQLVWUDGRUHVGHORV
bienes eclesiásticos. La primera ya estaba presente en el Código de 1917 (cfr. c.
1525*), mientras que la segunda es sustancialmente nueva.
1.º) En primer lugar, el administrador de bienes eclesiásticos –clérigo o lai-
co: la diferencia sacramental no es relevante para esta exigencia de justicia– tie-
ne el deber de rendir cuentas cada año al Ordinario del lugar, siempre que no
esté prevista la circunstancia jurídica de la exención, es decir, la posibilidad de
que determinados administradores estén «legítimamente exentos de la potestad
de régimen del Obispo diocesano» (c. 1287 § 1). El Ordinario del lugar encar-
gará al Consejo de asuntos económicos que revise las cuentas que le presenta el
DGPLQLVWUDGRU FIUF (VWDREOLJDFLyQGHUHQGLUFXHQWDVVHFRQÀUPD
HQRWUDVGLVSRVLFLRQHVFRGLFLDOHVSDUDODVDVRFLDFLRQHVS~EOLFDVGHÀHOHV FIU
cc. 312 y 319), para los Institutos de vida consagrada (cfr. c. 636), para los mo-
nasterios sui iuris (cfr. c. 637) y para los administradores parroquiales (cfr. c.
540). Esta obligación no existe para los administradores de personas jurídicas
privadas, ya que estas se gobiernan por sus estatutos y, además, el derecho de
vigilancia (cfr. c. 325) no implica necesariamente la rendición de cuentas.
168
LA ADMINISTRACIÓN DE LOS BIENES ECLESIÁSTICOS
g’) /DUHSUHVHQWDFLyQMXGLFLDO
Otro acto que excede el ámbito de la administración ordinaria es la re-
presentación judicial; es decir, introducir un proceso o contestar una deman-
da ante un tribunal civil en nombre de la persona jurídica que se adminis-
tra 40. Para realizar estos actos, el administrador –o quien rige el ente (cfr.
c. 1279)– necesita una licencia escrita del propio Ordinario (cfr. c. 1288).
Esta norma se funda en motivos de prudencia, considerando tanto los riesgos
para los bienes eclesiásticos, como los efectos perjudiciales que se pueden
provocar en la opinión pública a causa de una reivindicación de derechos
ante un tribunal civil por parte de sujetos del ordenamiento canónico 41. La
prohibición no establece la invalidez de estos actos judiciales realizados por
el administrador sin licencia. Sin embargo, este responderá, cuando sea el
caso, de conformidad con el c. 128. Tanto el administrador como el Ordi-
nario tratarán de evitar los procesos civiles, haciendo uso de otros medios
previstos por el derecho procesal canónico: transacción, compromiso, juicio
arbitral (cfr. cc. 1713 y ss.).
169
DERECHO PATRIMONIAL CANÓNICO
3) /DFHVDFLyQ\ODGLPLVLyQGHORILFLR
170
LA ADMINISTRACIÓN DE LOS BIENES ECLESIÁSTICOS
1) (OFDVRGHODFWRLQYiOLGR
43. Sería útil determinar, por ejemplo, el momento en el cual el administrador se libera
de su responsabilidad. Esta determinación podría estar prevista en la legislación particular; un
posible criterio sería la aprobación de la rendición de cuentas final (cfr. F.R. AZNAR GIL, La ad-
PLQLVWUDFLyQ«RF, p. 374).
44. Cfr. G. REGOJO BACARDI, 3DXWDVSDUDXQDFRQFHSFLyQFDQyQLFDGHOUHVDUFLPLHQWRGH
GDxRV, en Fidelium Iura, 4 (1994) pp. 107-162; respecto a la responsabilidad de los administra-
dores en el ámbito civil, cfr. A. VIZARRI, L’amministrazione dei beni ecclesiastici, en GRUPPO
ITALIANO DOCENTI DI DIRITTO CANONICO, I beni temporali della Chiesa, o. c., pp. 89-91.
45. Otros supuestos concretos de aplicación de esta norma los encontramos en el c. 639
para los Institutos religiosos [cfr. LQIUD, cap. VIII, 2, e]). Además, conviene aclarar que las licen-
cias dadas por la autoridad competente para algunos actos de administración (o asimilados) son
autorizaciones previas, nunca garantías jurídicas.
46. Esta solución, ya presente en el c. 1527 § 2*, se vuelve a encontrar en el CCEO: c. 1024
§ 3. Algunos autores consideran que la acción o el recurso contra el administrador que ha actuado
inválidamente existiría incluso cuando, tratándose de una persona jurídica colegial, el acto hubie-
ra sido realizado con el acuerdo del consejo correspondiente (cfr. G. VROMANT, De bonis…, o. c.,
p. 195, n. 223; F.R. AZNAR GIL, /DDGPLQLVWUDFLyQ«RF, p. 373).
47. En la perspectiva del derecho civil español, véase M. LÓPEZ ALARCÓN, La administra-
FLyQ«RF, pp. 117-118.
171
DERECHO PATRIMONIAL CANÓNICO
ODRWUDSDUWHYHULÀFDUORVWtWXORVGHUHSUHVHQWDFLyQ\ORVFRQFUHWRVSRGHUHVGHORV
órganos de la persona jurídica. Si la tercera persona, autora del contrato, no ha
tenido la diligencia de cumplir este deber de prudencia jurídica, no parece tener
derecho a una hipotética indemnización frente a la persona jurídica que –in actu
y en realidad– no está representada por su administrador48.
En cambio, si contemplamos las consecuencias del acto desde el punto
de vista del derecho civil, podemos llegar a una interpretación distinta y, en
ocasiones, problemática. Puede suceder que la ley civil no reconozca las reglas
canónicas para la validez de los actos de enajenación (en sentido amplio). En
esta hipótesis (es decir, en el supuesto de actos de enajenación civilmente váli-
dos, pero canónicamente inválidos), el c. 1296 invita a la autoridad competente
a la prudencia antes de interponer una acción para reivindicar los derechos
de la Iglesia. Además, la autoridad competente deberá valorar la oportunidad
de intentar una acción real o personal, limitándose a pedir el resarcimiento de
daños, o contentándose con castigar a quien tiene la culpa de esta enajenación
ilegítima en virtud del c. 1377. En algunos casos, consideradas las condiciones
del negocio, podría estimarse preferible renunciar a cualquier acción o proce-
dimiento y tratar de sanar canónicamente el contrato por parte de la autoridad
competente49. Sin embargo, ateniéndose al c. 86, parece que ninguna autoridad
inferior es competente para sanar un contrato ilegítimo50.
Para evitar posibles contradicciones entre el ordenamiento civil y el canó-
nico, algunos autores proponen prever en los contratos, para su validez civil,
una cláusula resolutoria o una condición de validez canónica51. En cualquier
caso, allí donde surjan problemas, el derecho particular podría contribuir a ar-
monizar la ley canónica con la ley estatal, quedando a salvo siempre las exigen-
cias de justicia52.
48. En la hipótesis de una licencia solicitada para la validez, que hubiera sido concedida
inválidamente, el acto de enajenación –dada su apariencia de legalidad– podría no ser conside-
rado inválido necesariamente, sino meramente anulable (cfr. M.G. MORENO ANTÓN, La enajena-
FLyQ«RF, p. 53).
49. Cfr. J. MANTECÓN, &RPHQWDULRDOF, en Comentario exegético…, o. c.
50. Refiriéndose a una resolución de la S. Congregación para el clero del 17 de mayo de
1919 (cfr. X. OCHOA, Leges Eccles., I, n. 181, col. 205-207), L. Chiapetta afirma que corresponde
solo al Romano Pontífice proceder a tal sanatio, en virtud de su autoridad suprema, incluso en
perjuicio de terceros, si el bien común lo exige (cfr. L. CHIAPETTA, &RPHQWDULRDOF, en Il
Codice…, o. c.).
51. Cfr. Z. COMBALÍA&RPHQWDULRDOF, en Comentario exegético…, o. c.
52. En Italia, la cuestión parece clarificada de modo satisfactorio por la Ley n. 222 del 20
de mayo de 1985: «A efectos de la invalidez o ineficacia de los negocios jurídicos llevados a cabo
por entes eclesiásticos, no pueden oponerse ante terceros, que no tuvieran conocimiento de ellos,
las limitaciones de los poderes de representación, o la omisión de los controles canónicos, que no
consten en el Código de Derecho canónico o en el registro de las personas» (art. 18; la traducción
del original italiano es nuestra).
172
LA ADMINISTRACIÓN DE LOS BIENES ECLESIÁSTICOS
2) /DKLSyWHVLVGHODFWRYiOLGRSHURLOHJtWLPR
En España, el Acuerdo sobre Asuntos Jurídicos del 3 de enero de 1979 reconoce, respecto
a las congregaciones y a los Institutos de vida consagrada, que las licencias establecidas por el
derecho canónico para la validez del acto constituyen también un requisito de validez en el or-
denamiento civil (cfr. art. I, 4). Por analogía y para evitar cualquier discriminación, la doctrina
canónica ha hecho una interpretación extensiva, considerando este criterio aplicable al conjunto
de personas eclesiásticas públicas (cfr. M. LÓPEZ ALARCÓN, (ILFDFLDFLYLOGHODOLFHQFLDSDUDOD
HQDMHQDFLyQGHELHQHVHFOHVLiVWLFRV, en IC 29 [1989] pp. 318-321).
Sobre las imprecisiones y los problemas no resueltos por dicho Acuerdo, sobre todo después
de las sentencias de 27 febrero 1997 y de 6 de octubre 1997 del Tribunal Supremo español, véan-
se, entre otros, A. MOTILLA, 6XSXHVWRVGHUHOHYDQFLDGHO'HUHFKRFDQyQLFRHQHORUGHQDPLHQWR
FLYLOHVSDxRO, en Escritos en honor de Javier Hervada, v. especial de Ius canonicum, 1999, pp.
1021-1029; T. BLANCO, 3HUVRQDOLGDGMXUtGLFRFDQyQLFR\'HUHFKRHVSDxRO&RPHQWDULRDXQD
sentencia del Tribunal Supremo, ibid., pp. 1031-1039.
53. Se ha preferido el término «(i)legítimo» frente a «(i)lícito» y se añade la expresión «seu
recursu» para afirmar claramente la posibilidad de un recurso administrativo como alternativa al
proceso judicial (cfr. Com 12 [1980] p. 417). Veremos en su momento [cfr. LQIUD, cap. VIII, 2, e)]
que el régimen de los religiosos es más detallado: distingue entre los negocios realizados con o
sin mandato, así como los actos jurídicos concluidos con o sin licencia. Estas reglas más precisas
pueden también servir de inspiración para la redacción de estatutos de entes de diversa índole.
54. Con fecha 12 de febrero 2004, el Consejo Pontificio para los textos legislativos ha
aclarado, por si cupiera duda, la ausencia de responsabilidad económica objetiva del superior –y
concretamente de la Santa Sede– cuando concede una licencia requerida para la enajenación que
quiere realizar una persona jurídica pública sometida a su jurisdicción: «Cuando la Santa Sede
concede licencia para enajenar bienes eclesiásticos no asume las posibles responsabilidades eco-
nómicas relacionadas con la enajenación, sino que únicamente garantiza que dicha enajenación
HVFRQJUXHQWHFRQORVILQHVGHOSDWULPRQLRHFOHVLiVWLFR « /DOLFHQFLDGHODTXHVHWUDWDQRHV
SRUORWDQWRXQDFWRGHGRPLQLRSDWULPRQLDOVLQRGHSRWHVWDGDGPLQLVWUDWLYD « 'DGRTXHOD
función primacial respecto de los bienes eclesiásticos forma parte de la esfera pública del gobier-
no de la Iglesia, el Romano Pontífice no está en ningún caso obligado a responder de las conse-
cuencias de los actos de administración económica realizados por los administradores inmediatos
de los bienes de las distintas personas jurídicas, precisamente porque no es administrador de los
mismos, en el sentido del derecho privado, sino que lo es vi primatus regiminis, en virtud de una
posición pública en la Iglesia» (CONSEJO PONTIFICIO PARA LOS TEXTOS LEGISLATIVOS, Nota/DIXQ-
zione dell’autorità ecclesiastica sui beni ecclesiastici, n. 12, o. c., p. 32; la traducción del original
italiano es nuestra). Véase también la nota 14 de este mismo documento, que señala que no existe
responsabilidad objetiva del Obispo o del Superior competente, excepto en el caso de que el re-
presentante legal haya manifestado con claridad sus intenciones no correctas y haya actuado con
la licencia del superior. Aun así, la Nota recuerda que no se puede confundir la responsabilidad
personal del Obispo o del superior con la responsabilidad del ente (cfr. ibid., p. 27).
173
DERECHO PATRIMONIAL CANÓNICO
174
LA ADMINISTRACIÓN DE LOS BIENES ECLESIÁSTICOS
SUHPLVDVFRQYLHQHGHWHQHUVHDKRUDHQODVIXQFLRQHVFRQÀDGDVDO2ELVSRGLRFH-
sano, es decir, las relativas a la vigilancia, la organización, y algunas competen-
cias especiales y de suplencia.
(OSRGHUGHYLJLODQFLDFRQÀDGRDO2UGLQDULRSRUHOFFRPSUHQGH
la tutela de la administración de los bienes pertenecientes a las personas jurídi-
cas S~EOLFDVDpOVXMHWDV y se completa con el poder-deber de vigilar sobre los
otros entes (incluso privados) dentro de los límites establecidos por el derecho
FIUFF\ (VWHSRGHUGHYLJLODQFLDQRMXVWLÀFDTXHHO
Ordinario limite la autonomía de los entes, que, por lo demás, siempre debe
HMHUFHUVHGHPRGRDGHFXDGRDORVÀQHVHFOHVLDOHV57. Este alto y superior con-
trol versará sobre la conformidad de los actos con los principios constitutivos
H LQIRUPDGRUHV GHO GHUHFKR SDWULPRQLDO FDQyQLFR FRQJUXHQFLD FRQ ORV ÀQHV
eclesiales, exigencias de justicia en el cumplimiento de la voluntad del donante,
espíritu de pobreza y de corresponsabilidad «comunitaria»...). Deberá vigilar,
asimismo, para que se cumplan las normas canónicas de gestión patrimonial de
ámbito universal, particular y estatutario (en la medida en que existan).
Esta actividad de tutela-vigilancia, que es más intensa respecto a las per-
sonas jurídicas públicas, se lleva a cabo a través de actos de diversa naturaleza
jurídica: algunos suponen el ejercicio de la potestad ordinaria (por ej. la licencia
escrita para los actos de administración extraordinaria: cfr. cc. 1281 § 1, 1277
y 1291-1295)58; otros, en cambio, no son expresión de esa potestad (consulto-
ría técnica o administrativa, examen de los balances, presupuestos, inspección
DGPLQLVWUDWLYD« (QODSUiFWLFDHO2ELVSRFRQItDKDELWXDOPHQWHHVWDVWDUHDV
DOHFyQRPRGHODGLyFHVLV FIUF RDRWURRÀFLDOGHOD&XULD59. En efecto,
corresponde al Obispo diocesano establecer si las funciones del ecónomo de-
ben limitarse a la administración del patrimonio del ente diócesis o extenderse
también a la vigilancia sobre todas las personas jurídicas públicas sujetas a la
jurisdicción del mismo Obispo diocesano.
57. Sobre la cuestión de la vigilancia del Ordinario respecto a los entes privados, véase
supra, cap. III, 2, c).
58. Para la normativa sobre las licencias necesarias para algunos actos, además de los re-
quisitos de previo parecer o consenso, véase LQIUD, cap. VII, 2. La exigencia del permiso escrito
es conforme a los cc. 37 y 59 § 1 en materia de actos administrativos.
59. La CEI, por ejemplo, denomina a este otro oficial de la curia «director del departamen-
to administrativo diocesano». (cfr. CEI, Istruzione…, o. c., n. 85-86 y 90).
175
DERECHO PATRIMONIAL CANÓNICO
B) LA FACULTAD DE REGLAMENTACIÓN
D) INTERVENCIONES SUBSIDIARIAS
Por último, hay que considerar dos supuestos importantes en los que el
Obispo (u Ordinario) diocesano debe intervenir con carácter subsidiario:
1.º) En caso de negligencia de los administradores inmediatos, será necesa-
ria una intervención directa60. También deberá intervenir de modo directo para
nombrar el administrador de una persona jurídica pública, si no está previsto
ningún otro medio jurídico para designarlo (cfr. c. 1279).
176
LA ADMINISTRACIÓN DE LOS BIENES ECLESIÁSTICOS
2.º) En caso de que un ente sujeto no haya determinado cuáles son los actos
de DGPLQLVWUDFLyQH[WUDRUGLQDULD, corresponde al Obispo diocesano determi-
QDUORV FIUF (VWRVLJQLÀFDTXHHQWDOHVFDVRVHO2ELVSRGLRFHVDQR
se reserva la intervención en el proceso de deliberación de los actos del ente,
cuando lo considere oportuno.
/DVFRPSHWHQFLDVDGPLQLVWUDWLYDVFRUUHVSRQGLHQWHVDO5RPDQR3RQWtÀFHHQ
materia patrimonial están recogidas principalmente en los cc. 1256 y 127361.
Ya hemos mencionado la relevante novedad del c. 127362, que no solo recibe la
tradición canónica sobre el «administrador y distribuidor (dispensator) supre-
mo de todos los bienes eclesiásticos» (por utilizar la expresión clásica aunque
ya un poco obsoleta63 VLQRTXHDGHPiVFODULÀFDODQDWXUDOH]DGHHVWDVFRP-
petencias al fundarlas, expresamente, en el primado de régimen (derivado, en
sede patrimonial, de los cc. 331-333)64. En virtud de este primado de régimen,
la propiedad de los titulares de bienes eclesiásticos está siempre sometida a su
autoridad (cfr. c. 1256).
$O5RPDQR3RQWtÀFHFRUUHVSRQGHVREUHWRGRXQDIXQFLyQGHFRRUGLQDFLyQ
normativa y de alto control administrativo con actos de naturaleza normativa
61. Para una visión sintética de la potestad primacial del Romano Pontífice en materia
patrimonial, véanse, entre otros, F. SALERNO, I beni temporali della Chiesa e il potere primaziale
GHO5RPDQR3RQWHILFH, en R. FUNGHINI (ed.), I beni temporali della Chiesa, (Studi Giuridici, n.
&LWWjGHO9DWLFDQRSS0MARCHESI, La Santa Sede e i beni ecclesiastici,
en GRUPPO ITALIANO DOCENTI DI DIRITTO CANONICO, I beni temporali della Chiesa, o. c., pp.
117-128.
62. Cfr. supra, cap. II, 5.
63. Hemos ya señalado que, desde el punto de vista de la colegialidad episcopal –dimen-
sión muy relevante en la doctrina del Concilio Vaticano II–, no se puede hablar de esta formula-
ción como una novedad. Al contrario, puesto que, a pesar de las referencias de los cc. 330 y ss. al
respecto, la misma parece no tomar en consideración este tema.
64. El Romano Pontífice tiene también la facultad de regular y ejercitar la potestad fiscal
de la Iglesia (cfr. c. 1260).
177
DERECHO PATRIMONIAL CANÓNICO
/DDFWLYLGDGDGPLQLVWUDWLYDGHO5RPDQR3RQWtÀFHVHOOHYDDFDERSULQFLSDO-
mente, a través de los diversos organismos de la Curia romana, que se rigen por
la const. ap. Pastor Bonus68, por el Reglamento general de la Curia Romana69 y
por el Ordo servandus que cada dicasterio tiene que preparar y publicar70.
178
LA ADMINISTRACIÓN DE LOS BIENES ECLESIÁSTICOS
1) /D&RQJUHJDFLyQSDUDHOFOHUR
2) /D3RQWLILFLD&RPLVLyQSDUDORVELHQHVFXOWXUDOHVGHOD,JOHVLD
71. Cfr. A. LAURO, La Congregazione per il clero, en La Curia romana…, o. c., pp. 331-342.
72. PB, art. 98.
73. Cfr. c. 1264, 1º. Véase supra, cap. V, 2.
74. Cfr. c. 1272. Véase supra, cap. V, 5.
75. Cfr. c. 1292 § 2. Véase supra, cap. VI, 1 y VII, 2.
76. Cfr. PB, art. 97, 2º. Véase supra, cap. V, 1, a), 4) y 6).
77. Según las mencionadas disposiciones de la const. ap. PB, por patrimonio artístico e
KLVWyULFR se entienden todas las obras antiguas de cualquier arte. Estas obras deberán custodiarse
y conservarse con suma diligencia y, si su uso específico hubiera cesado, se expondrán de manera
apropiada en museos de la Iglesia o en otros lugares. Corresponde a la Comisión ayudar a las
Iglesias particulares y a los organismos episcopales, si fuera el caso, para la constitución de mu-
seos, archivos y bibliotecas, o para sensibilizar al pueblo de Dios sobre la conservación del patri-
monio histórico y artístico de la Iglesia. La buena gestión de los bienes culturales constituye una
tarea importante dentro de la administración eclesiástica; los administradores, a todos los niveles,
deben cumplir sus deberes con sentido de responsabilidad, sin incurrir en el error de infravalorar
este aspecto, con el pretexto de que no se trata de una directa cura animarum.
78. Cfr. JUAN PABLO II, m.p. ,QGHD3RQWLILFDWXV1RVWUL del 25 de marzo de 1993, art. 4,
AAS 85 (1993) pp. 549-552.
179
DERECHO PATRIMONIAL CANÓNICO
a’) /D&RQJUHJDFLyQSDUDORV,QVWLWXWRVGHYLGDFRQVDJUDGD
\SDUDODV6RFLHGDGHVGHYLGDDSRVWyOLFD
El art. 108 § 1 atribuye a esta congregación la competencia en materia de admi-
nistración de bienes de los Institutos de vida consagrada y de las Sociedades de vida
apostólica, además de los derechos y obligaciones de sus miembros79.
b’) /D&RQJUHJDFLyQSDUDODHYDQJHOL]DFLyQGHORVSXHEORV
Según los artículos 91 y 92 de la PB, la Congregación se sirve especialmente
GHODV2EUDV0LVLRQDOHV3RQWLÀFLDVSDUDSURPRYHUODFRRSHUDFLyQPLVLRQDOWDPELpQ
PHGLDQWHODHÀFD]FROHFWD\ODGLVWULEXFLyQHTXLWDWLYDGHD\XGDVHFRQyPLFDV7LHQHHO
derecho-deber de administrar su patrimonio y los demás bienes destinados a las mi-
VLRQHVPHGLDQWHXQDRÀFLQDHVSHFLDO(QWRGRFDVRHVWiREOLJDGDDUHQGLUFXHQWDVDOD
Prefectura de los asuntos económicos de la Santa Sede80. Por lo tanto, la Congregación
no está sometida a la competencia de la Administración del Patrimonio81.
c’) /D&RQJUHJDFLyQSDUDODV,JOHVLDV2ULHQWDOHV
Este organismo trata «lo concerniente a las Iglesias orientales católicas, tanto en lo
referente a las personas como a las cosas» (art. 56). Sin embargo, permanece intacta la
competencia propia y exclusiva de los tribunales de la Curia romana (cfr. art. 58 § 2)82.
79. Cfr. M. LINSCOTT, La Congregazione per gli Istituti di vita consacrata e per le Società
di vita apostolica, en La Curia romana…, o. c., pp. 343-358. Esta materia será tratada más ade-
lante (cfr. LQIUD, cap. VIII).
80. Cfr. V. DE PAOLIS, La Congregazione per l’evangelizzazione dei popoli, ibid., cap.
VIII.
81. Cfr. art. 6, nota 6, del RGCR.
82. Cfr. M. BROGI, La Congregazione per le Chiese Orientali, ibid. pp. 239-267.
83. Para un estudio global sobre el origen, el desarrollo, la doctrina conciliar y la naturaleza
de las Conferencias episcopales, véase G. FELICIANI, /H&RQIHUHQ]HHSLVFRSDOL, Bologna 1974.
180
LA ADMINISTRACIÓN DE LOS BIENES ECLESIÁSTICOS
A) FUNCIÓN NORMATIVA
84. Los concordatos o pactos entre la Iglesia y los Estados pueden atribuir a la Conferencia
episcopal algunas competencias administrativas más amplias que las concedidas por el CIC 83.
85. Cfr. J.T. MARTÍN DE AGAR, Bienes temporales…, o. c., pp. 708-709.
86. Si bien han sido reducidas respecto a cuanto estaba previsto en los primeros proyectos:
se ha pretendido evitar que un aumento del poder de las Conferencias episcopales pudiese influir
negativamente sobre la función de los Obispos diocesanos, que gozan –cada uno en la propia
diócesis– de una potestad propia y una responsabilidad individual (cfr. Com 16 [1984] p. 32; V.
DE PAOLIS, De bonis…, o. c., p. 83; F.R. AZNAR GIL, /DDGPLQLVWUDFLyQ«RF, pp. 314-315). El
profesor Aznar, aunque no habla de la existencia de un nivel propiamente dicho, pone de relieve
el papel de las Conferencias episcopales en esta materia.
87. Por ejemplo, la CEI, en cuanto instancia coordinadora de las relaciones económicas
supradiocesanas, ha desarrollado una gran actividad normativa, sobre la base de las competen-
cias atribuidas por el Código y por las disposiciones concordatarias. De particular relevancia
son las delibere nn. 4, 6, 15, 20, 37, 38 –todas posteriores a la entrada en vigor del CIC 83–, el
Testo unico en materia de sostenimiento del clero (delibera n. 58), la delibera n. 57 relativa al
llamado «ocho por mil» y, finalmente, las orientaciones sobre los bienes culturales dadas para
la tutela y conservación del patrimonio histórico-artístico de la Iglesia en Italia (cfr. CEI, I beni
culturali della Chiesa in Italia. Orientamenti, en Notiziario…, 9 de diciembre de 1992, pp.
309-336; así como CESEN, Codice dei beni culturali di interesse religioso, Milano 2003, pp.
844-866). Para una presentación global, véase M. MARCHESI, Diritto canonico complementare
italiano, Bologna 1992.
181
DERECHO PATRIMONIAL CANÓNICO
3.º) dar normas sobre la petición de ayudas para la Iglesia (cfr. c. 1262),
VREUHODFXHVWDFLyQGHOLPRVQDVSDUDÀQHVStRV FIUF \VREUHDUUHQ-
damientos (cfr. c. 1297);
4.º) establecer qué actos son de administración extraordinaria en la gestión
del patrimonio diocesano (cfr. c. 1277);
ÀMDUORVYDORUHVPtQLPRV\Pi[LPRVHQWUHORVFXDOHVORVDFWRVGHGLV-
posición requieren algunos requisitos (cfr. c. 1292 y ss.).
B) FUNCIONES DE ADMINISTRACIÓN
1) /DDGPLQLVWUDFLyQPHGLDWD
Corresponde a las Conferencias episcopales la administración mediata de
las personas jurídicas TXHFUHDQ\TXHHVWiQVRPHWLGDVDVXMXULVGLFFLyQ, in-
FOXLGDVODVDVRFLDFLRQHVS~EOLFDVGHÀHOHV FIUF /DV&RQIHUHQFLDVHSLV-
copales cumplen, respecto a estas personas jurídicas, las funciones propias del
Ordinario, ya anteriormente señaladas (por ej. las rendiciones anuales de cuen-
tas); funciones que, por lo tanto, pueden considerarse como verdaderas compe-
tencias administrativas en materia patrimonial88.
2) /DDGPLQLVWUDFLyQLQPHGLDWDGHORVELHQHVSURSLRV
\GHORVOODPDGRV©IOXMRVILQDQFLHURVª
Junto con las funciones de administración mediata de los bienes de los
entes sometidos a su jurisdicción, a las Conferencias episcopales corresponde
182
LA ADMINISTRACIÓN DE LOS BIENES ECLESIÁSTICOS
183
DERECHO PATRIMONIAL CANÓNICO
$O5RPDQR3RQWtÀFHVXSUHPRWLWXODUGHORVELHQHVTXHVRQSURSLHGDGGH
la Sede Apostólica, le corresponde un papel en la gestión de dichos bienes.
En la práctica, cuenta con la ayuda de algunos organismos para la inmediata
DGPLQLVWUDFLyQde los mismos: además de la Secretaría de Estado, a la que co-
rresponden determinadas funciones, cuenta con la asistencia permanente de tres
RÀFLRV90 y con la ayuda del Consejo de cardenales para el estudio de problemas
organizativos y económicos de la Santa Sede, que se convoca periódicamente.
184
LA ADMINISTRACIÓN DE LOS BIENES ECLESIÁSTICOS
WLyQHFRQyPLFRÀQDQFLHUDGHOD6DQWD6HGHGXUDQWHHVWHSHULRGRVHOOHYDSRUVH-
parado. La actividad del camarlengo se somete posteriormente a la valoración del
QXHYR5RPDQR3RQWtÀFHDTXLHQFRUUHVSRQGHDSUREDUOD\HQVXFDVRSURYHHU
a través de la Prefectura de los asuntos económicos de la Santa Sede –de la que
hablaremos enseguida– a la consolidación de la gestión en Sede vacante93.
93. El cardenal camarlengo tiene, además, el derecho-deber de pedir a todas las adminis-
traciones dependientes de la Santa Sede, personalmente o por medio de un delegado suyo, los
informes sobre su estado patrimonial y económico, así como también las informaciones relativas
a los asuntos extraordinarios que entonces pudieran hallarse en curso; y de pedir también a la
Prefectura de los asuntos económicos de la Santa Sede el balance general del año anterior y el
presupuesto para el año siguiente. Está obligado a presentar estos informes y cuentas al Colegio
cardenalicio (cfr. PB, art. 171 § 2). Véase también, F. SALERNO, *OL8IILFLRF, p. 491.
94. Sobre el contenido del patrimonio de la Santa Sede, véase J.-B. D’ONORIO, Le Pape et
le gouvernement…, o. c., pp. 375-383. Conviene tener en cuenta que la propiedad se ha dividido
y que se realizan presupuestos separados para la Santa Sede, el Estado de la Ciudad del Vaticano
y el Vicariato de Roma (que tiene la misma consideración que las otras diócesis).
95. El papel de mera «asistencia» de la comisión cardenalicia induce a pensar que no se
trata de un gestión colegial, a pesar de que los redactores han calificado a la comisión como
consejo de administración (cfr. F. SALERNO, *OL8IILFLRF p. 496; Schema legis peculiaris De
Curia Romana, art. 158).
185
DERECHO PATRIMONIAL CANÓNICO
96. Conviene precisar que la responsabilidad administrativa sobre las ofrendas de los
fieles que llegan a la Santa Sede para sus necesidades financieras (incluido el Óbolo de San
Pedro) ha sido transferida, desde hace tiempo, a la Secretaría de Estado, así como también sobre
las contribuciones de las diócesis a la Santa Sede por su servicio a la Iglesia Universal (cfr. c.
1271). Las contribuciones a la Santa Sede en virtud del c. 1271 las gestiona la Secretaría de
Estado, en colaboración con la Prefectura de asuntos económicos y de acuerdo con el Consejo
de cardenales para el estudio de los problemas organizativos y económicos de la Santa Sede
[cfr. LQIUD, 6. d.].
97. El ,QVWLWXWRSDUDODV2EUDVGH5HOLJLyQ(I.O.R) fue fundado por Pío XII en 1942, para
asegurar una autonomía financiera respecto al Estado. Se trata de un organismo financiero del
Vaticano, que cuida de la administración de las obras de religión de la Iglesia Universal. En sus
relaciones externas constituye, en cierto sentido, un banco central junto con la sección extraordi-
naria del APSA (banco central de la Santa Sede): pero las reglas internacionales no autorizan el
tener más de uno por país. Sin embargo, los fondos depositados no son propiedad del Vaticano
ni de la Santa Sede (y menos del I.O.R. mismo), y el organismo está totalmente separado de los
organismos de la Santa Sede. Desde 1989, el I.O.R. está dirigido por un Consejo (de supervisión)
de cinco expertos financieros internacionales nombrados por la comisión cardenalicia (cfr. sus
estatutos en AAS 92 [1990] pp. 1619-1629).
98. Cfr. F. SALERNO, *OL8IILFLRF, p. 497.
99. Es necesario señalar que la Congregación para la evangelización de los pueblos goza
de autonomía financiera y administrativa. Por ello, el RGCR excluye la competencia del APSA
y establece que cada vez que se hace una referencia al APSA, para dicha Congregación, tal refe-
rencia se entiende hecha a su administración (cfr. art. 6, nota 6).
186
LA ADMINISTRACIÓN DE LOS BIENES ECLESIÁSTICOS
SRQWLÀFLRVHQ,WDOLDHWF3HURQRVHLQFOX\HHQFDPELRHO,QVWLWXWRSDUDODV
Obras de Religión, ya que no tiene ninguna relación funcional con la Santa
Sede (se trata de la gestión de capitales privados). La Prefectura está presidi-
da por un cardenal, asistido por un determinado número de cardenales con la
colaboración de un Prelado Secretario y de un Contable General. Además de
las funciones que tiene asignadas durante la Sede vacante (en relación con la
Cámara Apostólica), le corresponden también las siguientes actividades (cfr.
arts. 178-179) 100:
1.º) Examinar las relaciones sobre el estado patrimonial y económico, así como los
balances y presupuestos de las citadas administraciones, inspeccionando, si lo conside-
ra oportuno, los libros de contabilidad y los documentos.
2.º) Preparar el presupuesto y el balance general de la Santa Sede y someterlo a la
aprobación de la autoridad superior en el plazo establecido.
3.º) Vigilar las iniciativas económicas de las administraciones y dictaminar sobre
los proyectos de mayor importancia.
4.º) Ocuparse de los daños causados de cualquier modo al patrimonio de la Santa
6HGHFRQHOÀQGHSURPRYHUVLIXHUDQHFHVDULRDFFLRQHVSHQDOHVRFLYLOHVDQWHORV
tribunales competentes. Esto implica coordinar su competencia en esta materia y la
del Supremo Tribunal de la Signatura Apostólica, al que corresponde juzgar sobre la
ilegitimidad de los actos administrativos, incluida la reparación de daños derivados de
esa actividad ilegítima101.
Creado en 1981 por Juan Pablo II102, este organismo (ahora regulado por
PB, arts. 24-25) «consta de quince cardenales, todos ellos obispos de Iglesias
SDUWLFXODUHVGHODVGLYHUVDVSDUWHVGHORUEHQRPEUDGRVSRUHO5RPDQR3RQWtÀFH
para un quinquenio». Lo convoca el Cardenal Secretario de Estado103, ordina-
riamente dos veces al año, para examinar los problemas organizativos y econó-
micos de la Santa Sede y de las instituciones vinculadas a ella, y cuenta con el
auxilio de expertos en estas cuestiones, cuando sea necesario. Recibe también
información sobre la actividad del Instituto para las Obras de Religión, pero
187
DERECHO PATRIMONIAL CANÓNICO
UHVSHWDQGRODDXWRQRPtDÀQDQFLHUD\DGPLQLVWUDWLYDGHHVWDLQVWLWXFLyQVREUHOD
que no tiene competencia alguna de control. En sus reuniones, el Consejo mani-
ÀHVWDVXSDUHFHUVREUHHOSUHVXSXHVWRJHQHUDO\VREUHHOEDODQFHFRQVROLGDGRHQ
RUGHQDODDSUREDFLyQSRQWLÀFLD$GHPiVPDQWLHQHFRQWDFWRVFRQODV,JOHVLDV
particulares para impulsar el cumplimiento del c. 1271 sobre las contribuciones
diocesanas a la Santa Sede por su servicio a la Iglesia universal.
188
CAPÍTULO VII
ESTRUCTURA ECONÓMICA
DE LA DIÓCESIS Y DE LA PARROQUIA
189
DERECHO PATRIMONIAL CANÓNICO
que es más amplia que la de Obispo diocesano2. Hay que tener también en
cuenta la importante distinción entre administración inmediata y administración
mediata: corresponde al Ordinario del lugar la administración inmediata de los
bienes de la diócesis y de las demás personas jurídicas por él administradas (cfr.
c. 279 § 1); le corresponde también la administración mediata de los bienes de
las personas jurídicas sujetas a su jurisdicción, como por ejemplo: parroquias,
VHPLQDULRIXQGDFLRQHVDVRFLDFLRQHVS~EOLFDVGHÀHOHV« FIUF 3RU
ORTXHVHUHÀHUHDODVSHUVRQDVMXUtGLFDVno sujetas al Obispo diocesano (por
ej., asociaciones y fundaciones erigidas por la Santa Sede o por la Conferencia
episcopal), el mismo Obispo diocesano es competente para conceder la licencia
de enajenación de bienes cuyo valor esté comprendido entre la suma mínima y
máxima establecidas por la Conferencia episcopal, pero solo en caso de inde-
terminación de las normas estatutarias (cfr. c. 1292 § 1). En estas páginas, nos
interesan sobre todo los aspectos relativos a la administración inmediata de los
bienes eclesiásticos que corresponde al Ordinario del lugar.
En este nivel, la potestad del Obispo diocesano es muy amplia: en efecto,
a tenor de los cc. 391, 393 y 1279, él es, simultáneamente, el administrador de
ORVELHQHVGLRFHVDQRV\HOUHSUHVHQWDQWHRÀFLDOGHODGLyFHVLV7RGRVORVGHPiV
órganos de administración a él sujetos participan de su autoridad y le ayudan.
Concretamente, el Obispo es el responsable de la organización y de la adminis-
tración de los bienes de la diócesis:
1.º) La RUJDQL]DFLyQ implica una diversidad de actuaciones: por ejemplo,
erigir el instituto diocesano para la sustentación del clero y constituir el fondo
diocesano para las demás necesidades (cfr. c. 1274); dotar a cada uno de ellos
de estatutos y órganos propios; establecer los bienes e ingresos que les corres-
ponden y acordar con otros obispos posibles formas de colaboración interdio-
cesana.
2.º) Por lo que respecta a la DGPLQLVWUDFLyQ de los bienes, del Obispo se
espera no solo el adecuado funcionamiento de los servicios, sino también la
YLJLODQFLDSDUDTXHVHUHVSHWHQORVÀQHVDVtFRPRXQDHIHFWLYDFRQWULEXFLyQD
ODÀQDQFLDFLyQGHOD6HGH$SRVWyOLFD7RGRHVWRVXSRQHHQWUHRWUDVFRVDVXQD
VHULHGHFDUJDVÀMDU\RUJDQL]DUVHJ~QGHUHFKRODVQHFHVDULDVFROHFWDV\WULEX-
tos; determinar el destino de los fondos recogidos, así como las modalidades de
administración y de distribución. Obviamente, en el ejercicio de sus funciones
administrativas, el Obispo tendrá en cuenta las opciones y prioridades funda-
mentales de la diócesis.
Si se examina la actividad del Obispo desde el punto de vista de la natu-
raleza de sus actuaciones, se constata que la organización y la administración
190
ESTRUCTURA ECONÓMICA DE LA DIÓCESIS
C) VIGILANCIA Y CONTROL
3. Sobre la función del Obispo diocesano respecto a los entes que, de acuerdo con sus
estatutos, QROHHVWiQVXMHWRV, véase el c. 1292 § 2. Véanse también, los cc. 1287 § 2; 1284 § 3;
1304 § 2; 264 y 1263.
4. Cfr. cc. 392 § 2 y 1276 § 1.
191
DERECHO PATRIMONIAL CANÓNICO
5. Además de oír el parecer o de contar con el consentimiento del Consejo de asuntos eco-
nómicos y del Colegio de consultores (de acuerdo con las reglas que rigen estos organismos), el
Obispo puede tener también la obligación de pedir el parecer o el consentimiento de otros entes
o personas, a tenor del derecho universal o propio, o de las tablas de fundación (cfr. cc. 1277 y
127).
6. Véase, para las diversas Conferencias episcopales, J.T. MARTÍN DE AGAR, Legislazio-
ne…, o. c. Para España, la Conferencia Episcopal Española determinó modificar recientemente
dichas cantidades en su LXXXVII Asamblea Plenaria, de 20 a 24 de noviembre de 2006 y fijar
el límite mínimo en 150.000 euros y el límite máximo en 1.500.000 euros. Esta disposición ob-
tuvo la recognitio de la Santa Sede el 7 de febrero de 2007 (BOCEE 78 [2007] p. 3). En Italia,
la CEI ha establecido que la suma mínima y la suma máxima para los actos del c. 1292 § 1 sea,
respectivamente, de 250.000 euros y un millón de euros (cfr. Decreto del 27-III-99 en Notiziario
GHOOD &RQIHUHQ]D HSLVFRSDOH LWDOLDQD, 31.III.1999, p. 85). Añadimos, a continuación, algunas
referencias a la normativa de Conferencias Episcopales latinoamericanas. Estos datos los hemos
obtenido de CONSEJO EPISCOPAL LATINOAMERICANO-CELAM, &yGLJRGH'HUHFKR&DQyQLFR(GL-
FLyQELOLQJH\DQRWDGD, II, Colombia 20066. Nos limitaremos a citar las cantidades:
– Argentina: máxima, 300.000 dólares USA y mínima, 30.000 dólares USA;
– Bolivia: máxima, el equivalente en moneda nacional a 300.000 dólares USA y mínima,
el equivalente en moneda nacional a 30.000 dólares USA;
– Colombia: máxima, el equivalente en moneda nacional a 300.000 dólares USA y míni-
ma, el equivalente en moneda nacional a 10.000 dólares USA;
– Chile: máxima, 14.000 Unidades de Fomento y mínima, 700 Unidades de Fomento;
– Ecuador: máxima, mil veces el monto del salario mínimo vital mensual y mínima, diez
veces el monto del salario mínimo vital mensual;
– El Salvador: máxima, el equivalente en moneda nacional a 100.000 dólares USA y míni-
ma, el equivalente en moneda nacional a 40.000 dólares USA;
192
ESTRUCTURA ECONÓMICA DE LA DIÓCESIS
193
DERECHO PATRIMONIAL CANÓNICO
194
ESTRUCTURA ECONÓMICA DE LA DIÓCESIS
195
DERECHO PATRIMONIAL CANÓNICO
la enajenación (cfr. BOCEE 3 [1984] p. 103 y BOCEE 78 [2007] p. 3). En Italia, se requiere para
la válida enajenación de bienes que constituyen, por legítima asignación, el patrimonio estable y
cuyo valor está comprendido entre 250.000 y 1.000.000 de euros (cfr. Delibera, n. 20), así como
para estipular contratos de arrendamiento de inmuebles pertenecientes a la diócesis, cuyo valor
sea superior a los 250.000 euros, excepto en el caso de que el arrendatario sea un ente eclesiástico
(cfr. Delibere 20 y 38).
16. En España, se consideran actos de administración extraordinaria los recogidos en el art.
16, § 1 del II Decreto General de la CEE (BOCEE 6 [1984] p. 64); es decir, los siguientes:
«1.º Los expresamente declarados tales con carácter general o, para entidades determina-
das, por su propio derecho;
2.º Cuando modifican sustancialmente o suponen un riesgo notable para la estructura del
patrimonio de la entidad eclesiástica correspondiente;
3.º La inversión de dinero y los cambios de las inversiones hechas siempre que supongan alte-
ración notable en la naturaleza de los bienes que se invierten o riesgo grave para la inversión, cuan-
do su valor exceda el límite mínimo fijado por la Conferencia Episcopal a efectos del c. 1292».
Para Italia (de acuerdo con las delibere nn. 20 y 37), se consideran actos de extraordinaria
administración:
– la enajenación de bienes inmuebles que no forman parte por legítima asignación del pa-
trimonio estable de la persona jurídica y cuyo valor es superior a 250.000 euros;
– la decisión de nuevas partidas de gasto respecto a las contenidas en el presupuesto apro-
bado y que supongan un gasto superior a 250.000 euros;
– poner en marcha, asumir o participar en actividades que se consideran comerciales a
efectos fiscales;
– el cambio de destino en el uso de inmuebles de valor superior a 250.000 euros;
– la ejecución de obras de construcción, reestructuración o manutención extraordinaria por
valor superior a 250.000 euros;
– cualquier acto relacionado con bienes muebles o inmuebles de carácter artístico, históri-
co o cultural, cualquiera que sea el importe;
– contratar personal dependiente por tiempo indeterminado.
17. En Italia, por ejemplo, para la enajenación de un inmueble de valor superior a 250.000
euros. Además, el consentimiento se exige también para los contratos de arrendamiento de inmue-
bles pertenecientes a otra persona jurídica administrada por Obispo diocesano, cuyo valor supere
esta suma, excepto si el arrendatario es un ente eclesiástico (cfr. Delibere 20 y 38). En España,
no se utiliza esta distinción entre los bienes inmuebles y los del patrimonio estable a efectos de
la enajenación.
18. En el cap. VIII, estudiaremos los controles previstos para los actos de los Institutos de
vida consagrada y las Sociedades de vida apostólica.
196
ESTRUCTURA ECONÓMICA DE LA DIÓCESIS
B) EL ECÓNOMO
1) (ORILFLRGHOHFyQRPR
El ecónomo es un órgano administrativo individual de obligatoria constitu-
FLyQ ©QRPLQHWXUªF 6HFRPSUHQGHPHMRUODQHFHVLGDGGHHVWHRÀFLR
no existente en el precedente Código, si se considera que el Obispo ordinaria-
PHQWHOOHYDDFDERVXIXQFLyQGHDGPLQLVWUDGRUGHORVELHQHVGHODGLyFHVLV
DWUDYpVGHOHFyQRPR19. Esta función no compete al Vicario general o a otros
vicarios, salvo en el caso de que reciban un mandato especial del Obispo (con
acto notarial para que tenga efectos civiles).
Corresponde al Obispo el nombramiento del ecónomo, después de escuchar
el parecer del Colegio de consultores y del Consejo de asuntos económicos. Entre
ORVUHTXLVLWRVH[LJLGRVDOWLWXODUGHORÀFLRKD\TXHGHVWDFDUTXHGHEHVHUYHUGDGH-
ramente experto en economía, de reconocida honradez (c. 494 § 1) y debe poseer
un auténtico sentido eclesial, que le haga idóneo para actuar coherentemente –no
solo teóricamente o jurídicamente– en nombre de la Iglesia, ya que le corresponde
administrar una persona jurídica pública20. Por lo demás, puede ser tanto clérigo
como laico, hombre o mujer. Nada se dice acerca de la prohibición relativa a los
FRQVDQJXtQHRVRDÀQHVGHO2ELVSR FIUF (QFDPELRVHKDFHFRQVWDUTXHHO
RÀFLRGHHFyQRPRHVLQFRPSDWLEOHFRQHOGHDGPLQLVWUDGRUGLRFHVDQR'HDKtTXH
si el ecónomo fuese elegido como administrador diocesano, el Consejo de asun-
tos económicos debería elegir temporalmente otro ecónomo (cfr. c. 423 § 2)21.
El nombramiento es por cinco años pero, cumplido el término, puede renovarse
incluso más de una vez. Durante el quinquenio, el Obispo no puede removerlo
GHORÀFLRVLQRHVSRUXQDFDXVDJUDYH FIUF \GHVSXpVGHKDEHURtGR
el parecer de los dos organismos consultados para el nombramiento, es decir, el
Colegio de consultores y el Consejo de asuntos económicos (cfr. c. 494 § 2).
2) )XQFLRQHVGHOHFyQRPR
3RUORTXHVHUHÀHUHDODVFRPSHWHQFLDVGHOHFyQRPRKD\TXHGLVWLQJXLU
las que le confía el mismo derecho (1.º-3.º) y otras suplementarias dadas por el
Obispo diocesano (4.º-5.º):
19. Históricamente, la administración de los bienes comunes de la Iglesia fue confiada por
los apóstoles a los GLiFRQRV. La función del HFyQRPR se configuró de modo estable a partir del
siglo III. Más tarde, tras el Concilio de Calcedonia (451), el oficio de «ecónomo del Obispo»
pasó a ser preceptivo –el ecónomo administra los bienes de la diócesis ex mandato suo–, para que
el Obispo pudiese centrar su atención en la actividad pastoral, así como para asegurar una gestión
de calidad (cfr. F.X. WERNZ-P. VIDAL, Ius Canonicum, IV/2. De rebus, o. c., p. 187, n. 737).
20. Cfr. P. URSO, Le strutture…, o. c., p. 342.
21. Por lo demás, no se debe confundir el ecónomo con el moderador del que trata el c. 473 § 2.
197
DERECHO PATRIMONIAL CANÓNICO
C) EL COLEGIO DE CONSULTORES
198
ESTRUCTURA ECONÓMICA DE LA DIÓCESIS
D) EL CONSEJO PRESBITERAL
25. Ya hemos señalado que para imponer tributos diocesanos debe, en cambio, escuchar al
Consejo presbiteral (cfr. c. 1263).
26. Véase supra, 2. a). Cfr. cc. 1277, 1292 y 1295. Sobre la necesidad de la intervención
del mismo colegio para los actos de mayor importancia, véase Com 12 (1980) p. 114.
27. Teniendo en cuenta el carácter propio de cada organismo, parece preferible, aunque
el derecho no lo exija, que el Colegio de consultores se pronuncie sobre la oportunidad pastoral
del proyecto, antes de que el Consejo de asuntos económicos dé su parecer o juicio sobre los
aspectos estrictamente económicos y financieros de la cuestión (cfr. F. DANEELS, De dioecesanis
corresponsabilitatis organis, o. c., p. 313).
28. El c. 500 § 2 prevé la necesidad de su consentimiento «únicamente en los casos de-
terminados expresamente por el derecho». Pero, del conjunto de la normativa codicial, se puede
afirmar que al Consejo presbiteral se le confía emitir opiniones no vinculantes, mientras que al
Colegio de consultores y al Consejo de asuntos económicos se les reservan los casos en que hay
que dar un voto vinculante (por ej., cc. 272, 485, 1277, 1292 § 1, 1524 § 2). Véase J.I. ARRIE-
TA, Comentario al c. 500, en &yGLJR«RF; una recopilación de los estatutos de los Consejos
presbiterales en Italia puede encontrarse en G. DI MATTIA, ,FRQVLJOLSUHVELWHUDOLTXDOLILFD]LRQH
ecclesiologico-giuridica, en PONTIFICIUM CONSILIUM DE LEGUM TEXTIBUS INTERPRETANDIS, Ius in
vita et in missione Ecclesiae&LWWjGHO9DWLFDQRSS
199
DERECHO PATRIMONIAL CANÓNICO
29. Sobre las funciones del Consejo presbiteral, véanse, entre otros, M. MORGANTE, La
Chiesa particolare nel Codice di Diritto Canonico, Torino 1987, pp. 254-265; R. PAGÉ, Les Égli-
ses particulières, I, Montréal-Paris 1985, pp. 145-150.
30. Cfr. Com 12 (1980) pp. 409-410. Por lo que respecta al concepto de sustentación y
su contenido, véase C. REDAELLI, Il sostentamento del clero, en GRUPPO ITALIANO DOCENTI DI
DIRITTO CANONICO, I beni temporali della Chiesa, o. c., pp. 177-180.
200
ESTRUCTURA ECONÓMICA DE LA DIÓCESIS
hace falta, por tanto, estar incardinado en la misma diócesis: los clérigos secu-
lares y religiosos incardinados en otro lugar –incluso en otro país– que prestan
VHUYLFLRGHPRGRHVWDEOHDODGLyFHVLVWDPELpQVHSXHGHQEHQHÀFLDU31. De to-
das formas, habrá que estudiar el derecho particular y tener en cuenta algunos
otros criterios que señalaremos más adelante.
La cláusula «a no ser que se haya establecido otro modo de cumplir esta
exigencia» (cfr. c. 1274 § 1) constituye una H[FHSFLyQ a la regla que obliga a
crear este organismo diocesano. Hay que tener en cuenta la gran variedad de
situaciones que se presentan en el mundo entero. En algunos países, el sistema
EHQHÀFLDOQRVHKDGHVDUUROODGRSRUTXHHQWUHRWUDVFRVDVHO(VWDGRFXEUtD\D
las necesidades de la mayor parte del clero. También por esta razón, se consi-
dera preferible mantener separado el Instituto para la sustentación del clero y
la caja común para las demás necesidades diocesanas32. Además, hay que te-
ner en cuenta las circunstancias personales de los clérigos. Puede suceder, por
ejemplo, que un sacerdote reciba ya una remuneración personal en razón de un
contrato de trabajo que tenga por objeto una prestación de naturaleza eclesial
(por ej., enseñar religión en una escuela), cosa que haría innecesaria la remune-
ración por parte del mencionado Instituto.
¿Cuál es la naturaleza de esta institución? Si el Obispo decidiese erigirla
como persona jurídica, se trataría de una fundación autónoma diocesana. Es-
taríamos ante un ente de carácter patrimonial –no es una universitas persona-
rum, sino una universitas rerum– con personalidad jurídica propia (cfr. c. 115)
erigida por el Obispo diocesano336LHQFDPELRHO2ELVSRSUHÀULHVHTXHORV
bienes quedasen a nombre de la diócesis, no adquirirían personalidad jurídica
propia, pero sí deberían gozar de plena autonomía contable. En cualquiera de
los dos casos, deberá tener una organización propia, establecida por sus propios
estatutos o normas internas34.
3RUORTXHVHUHÀHUHDODFXHVWLyQGHORVUHFXUVRVHFRQyPLFRV, el Código
señala algunas fuentes:
201
DERECHO PATRIMONIAL CANÓNICO
202
ESTRUCTURA ECONÓMICA DE LA DIÓCESIS
&RPR\DKHPRVSXHVWRGHPDQLÀHVWRODUHVSRQVDELOLGDGGHcuidar de los
clérigos recae directamente sobre la diócesis. También a la diócesis correspon-
de prestarles asistencia, a la que tienen derecho, en caso de HQIHUPHGDGLQYDOL-
dez o vejez (cfr. c. 281 § 2). Esto no impide, sin embargo, la organización de es-
tructuras de previsión social a nivel supradiocesano. De hecho, en el seno de la
comunión eclesial, hay que promover la cooperación y la solidaridad entre las
distintas comunidades cristianas, siguiendo el ejemplo de S. Pablo, que pedía a
las otras comunidades que contribuyesen a las necesidades de los cristianos de
Jerusalén (cfr. LG, 13 y 23; CD 6). El mismo c. 1274, de acuerdo con PO, 21,
sugiere la conveniencia de una cooperación interdiocesana (§ 4) y atribuye a la
Conferencia episcopal (§ 2) la responsabilidad de constituir un Instituto para la
seguridad social de los clérigos, «donde aún no está convenientemente organi-
zada» por el derecho, civil o canónico (por ej., en caso de que el sistema civil de
previsión social no exista o se encuentre en situación de precariedad).
La norma señala, a modo de ejemplo, varias estructuras de solidaridad entre
diócesis: cooperación, federación o asociación. La primera fórmula es la menos
centralizada: varias instituciones diocesanas de un territorio (provincial, regio-
nal, nacional o internacional) cooperan entre sí organizando conjuntamente las
prestaciones y la gestión de los servicios, contribuyendo cada una de ellas a los
gastos necesarios. Esto permite a las diócesis más «ricas» ayudar a las diócesis
vecinas más pobres. El régimen de federación supone un paso más en el proceso
de integración, ya que, en este caso, las distintas instituciones diocesanas cuentan
con órganos centrales de dirección. La tercera solución consiste en la asociación,
37. El Fondo Común Interdiocesano realiza esta función en España. Se rige principalmente
por el Reglamento de Ordenación Económica de la CEE de 1 de diciembre de 1984 (BOCEE 5
[1985] pp. 19-25). El art. 6 establece que estará constituido por todos aquellos bienes, valores,
derechos y cualesquiera aportaciones entregadas a la Iglesia en España o a la CEE para el soste-
nimiento y actividades de las diócesis, de otras entidades dependientes de la Iglesia, de la misma
Conferencia episcopal, o para las necesidades generales de la Iglesia en España, cuya distribu-
ción deba ser determinada por la misma Conferencia episcopal. Se nutre fundamentalmente de
la ayuda económica percibida a través del Estado, y de las aportaciones de las diócesis, fieles,
etc., para la intercomunicación de bienes entre todas ellas. Sobre la adquisición por asignación
presupuestaria, véase J. FERRER ORTIZ (dir.), 'HUHFKR(FOHVLiVWLFR«RF, pp. 210-213.
38. Respecto a las razones de naturaleza eclesiológica que motivaron este cambio, véase
Com 12 (1980) pp. 408-409.
203
DERECHO PATRIMONIAL CANÓNICO
39. Para matizar la obligación de constituir este Instituto, se sustituyó la expresión «quan-
tum fieri potest» por «quatenus opus sit» (cfr. Com 12 [1980] p. 408).
204
ESTRUCTURA ECONÓMICA DE LA DIÓCESIS
TXHVHVLJXHXQDJUDQÁH[LELOLGDGSDUDSRGHUEXVFDUODVROXFLyQPiVDGHFXDGD
a cada país o región40. De todas formas, conviene no perder de vista que los
trabajos preparatorios excluyeron expresamente la posibilidad de que la masa
de bienes fuese la misma para la sustentación del clero y para «las demás ne-
cesidades» de la diócesis. Nada impide, en cambio, que dentro de este fondo
común se establezcan cuentas con gestión separada o departamentos41.
(VD©GHWHUPLQDGDFRPXQLGDGGHÀHOHVFRQVWLWXLGDGHPRGRHVWDEOHHQOD
Iglesia particular, cuya cura pastoral, bajo la autoridad del Obispo diocesano,
se encomienda a un párroco como pastor propio» (c. 515 § 1) goza, por el
mismo derecho, de personalidad jurídica FDQyQLFD(cfr. § 3 del mismo canon).
3HURGHRUGLQDULRODVRODSHUVRQDOLGDGMXUtGLFDFDQyQLFDQRHVVXÀFLHQWHSDUD
que las parroquias puedan tener una efectiva autonomía patrimonial, sino que
es necesario que tengan también personalidad jurídica civil. Esta autonomía
patrimonial es indispensable, a su vez, para poder ejercer como titular todas
sus actividades, desde las propiamente pastorales hasta las que el ordenamiento
civil considera de carácter comercial –aunque se realicen sin ánimo de lucro–,
así como para recibir donaciones, herencias y legados dejados a su favor42.
¿Cuáles son los yUJDQRV del ente parroquía? La función principal se confía
al párroco (cfr. c. 517 § 1), con la ayuda de dos Consejos parroquiales, que va-
40. Según López Alarcón, la creación de un único fondo común diocesano para todas las
necesidades de la diócesis –en lugar de tres– no estaría permitida por el Código (cfr. M. LÓPEZ
ALARCÓN, &RPHQWDULRDOF, en &yGLJR«RF). Aznar Gil, en cambio, considera que el
legislador no prohíbe esta posibilidad, que admite excepciones a nivel del derecho particular. Así,
por ejemplo, sería posible constituir una sola masa común diocesana estableciendo, si fuese el
caso, distintas secciones o departamentos autónomos (cfr. F. AZNAR GIL, /DDGPLQLVWUDFLyQ«
o. c., pp. 319-320).
41. En el caso de Italia, el ente diócesis puede proveer a las finalidades de que trata el c.
1274 § 3 con un fondo común para las personas que sirven a la Iglesia distintas de los clérigos,
para las diversas necesidades diocesanas y para la ayuda a las diócesis más necesitadas. Se pre-
vén, además, cuatro posibles fondos diocesanos no autónomos: 1º) el fondo común diocesano,
en el sentido del c. 1274 § 3; 2º) el fondo de solidaridad para los sacerdotes ancianos y dis-
capacitados: constituido para completar las prestaciones de los entes públicos (estatales) y las
contribuciones de los institutos para el clero en los casos de mayor necesidad; 3º) el fondo per la
carità; 4º) el fondo para las actividades misioneras de la diócesis (incluida la sustentación de los
llamados sacerdotes «fidei donum»). Cfr. CEI, Istruzione…, o. c., n. 89.
42. Sobre la adquisición de personalidad civil de las parroquias en España, véase art. 1, 2)
del $FXHUGRHQWUHHO(VWDGR(VSDxRO\OD6DQWD6HGHVREUH$VXQWRV-XUtGLFRV. Cfr. también, J.
FERRER ORTIZ (dir.), 'HUHFKR(FOHVLiVWLFR«RF, pp. 194-205. Para Italia, véase, entre otros,
F. FINOCCHIARO, Diritto Ecclesiastico, Bologna 1990, pp. 217 y ss. Para diversos aspectos del
derecho patrimonial en el ámbito de la parroquia, véase AA.VV., La parroquia desde el nuevo
GHUHFKRFDQyQLFR, Salamanca 1991.
205
DERECHO PATRIMONIAL CANÓNICO
1) )XQFLRQHVDGPLQLVWUDWLYDVGHOSiUURFR
43. Soluciones diversas se pueden encontrar, por ejemplo, en algunos cantones suizos (cfr.
J.-C. PÉRISSET, La paroisse, Paris 1989, pp. 108-113).
44. En caso de una mala gestión económica que haya causado grave daño a la Iglesia, si
no se puede poner remedio de otro modo, el Obispo diocesano puede removerlo de la parroquia
a norma del derecho (cfr. c. 1741, 5º).
45. Cfr. supra, cap. VI, 2.
46. Véase, por ejemplo, 9DGHPHFXPGHOOD'LRFHVLGL0LODQRSHUO·DPPLQLVWUD]LRQHGHOOH
parrocchie, Milano 1994.
206
ESTRUCTURA ECONÓMICA DE LA DIÓCESIS
JUHVRVVHDVLJQDQDODGLyFHVLVRWURVVHGHVWLQDQDORVÀQHVVHxDODGRVSRUHO
Ordinario (por ej., los estipendios en casos de misas binadas o trinadas) o se re-
servan a sacerdote celebrante (en las demás misas). Dejando aparte estas cues-
WLRQHVSDUWLFXODUHVWRGDVODVRIUHQGDVUHFLELGDVGHORVÀHOHV²VREUHWRGRFRQ
ocasión de la celebración de sacramentos y sacramentales– se deben ingresar
en la caja parroquial, a no ser que, en el caso de una limosna voluntaria, conste
la intención contraria de quien la ofrece (cfr. c. 531). También los restantes
ingresos de la parroquia (de naturaleza patrimonial o fruto de una actividad
GHWHUPLQDGD GHEHQFRQÁXLUHQOD~QLFDFDMDSDUURTXLDO$KRUDELHQODVHQ-
tradas procedentes de actividades concretas podrían conservar su autonomía,
permaneciendo siempre en el ámbito de la gestión general de la parroquia47.
Dependiendo de las normas sobre la sustentación del clero, la caja parroquial
debe proveer al sostenimiento del párroco y, si es el caso, de los otros sacerdo-
tes al servicio de la parroquia.
b’) Los registros y el archivo parroquial.– Corresponde también al párroco
cuidar de los libros parroquiales, tanto los obligatorios como los recomendados.
Según el Código, son obligatorios los libros del catecumenado, de bautismo, de
matrimonio, de difuntos y de misas, así como los libros de ingresos y gastos,
las tablas de cargas de las fundaciones pías y un registro donde se anotan cada
una de las obligaciones, su cumplimiento y las limosnas (cfr. c. 1307)48. El
conjunto de los libros se custodia, junto con otros documentos, en el archivo
SDUURTXLDOVLQTXHVHDVXÀFLHQWHVXVWLWXLUORVSRUXQDFRSLDHQVRSRUWHGLJLWDO
Entre los documentos que se deben conservar en el archivo se cuentan también
los exigidos por el derecho civil en materia de seguros (cfr. c. 1284 § 2, 1.º), por
el derecho laboral (c. 1286), así como los documentos en los que se fundan los
derechos de la parroquia sobre sus propios bienes. Hay que recordar, además,
TXHDODVXPLUHORÀFLRGHSiUURFRVHGHEHUHDOL]DUXQLQYHQWDULR GHOTXHGHEH
haber una copia en el archivo de la curia) y que hay que ponerlo al día cuando
haya variaciones en el patrimonio, prestando una especial atención a los bienes
culturales.
2) /DVIXQFLRQHVGHUHSUHVHQWDFLyQOHJDO
7RGRSiUURFRUHSUHVHQWDDODSDUURTXLDTXHOHKDVLGRFRQÀDGD\VLVRQ
varias, a cada una de ellas por separado. Si, en cambio, una o más parroquias
207
DERECHO PATRIMONIAL CANÓNICO
49. En el supuesto del c. 517 § 2, es decir, en el caso de una parroquia confiada a un diá-
cono, a un fiel no ordenado o a una comunidad de personas por escasez de sacerdotes, el Obispo
debe nombrar un sacerdote para que actúe como moderador, con la potestad y las facultades del
párroco: obviamente, este sacerdote será el representante legal de la parroquia.
Existe también la posibilidad de que la parroquia sea confiada a un Instituto religioso cle-
rical o a una Sociedad clerical de vida apostólica. En este caso, entra en juego la prohibición de
designar a una persona jurídica como párroco (cfr. c. 520 § 1). De modo análogo a como sucede
cuando la parroquia se confía in solidum, habrá que nombrar párroco o moderador a un sacerdote
del Instituto o de la Sociedad, que tendrá la doble función de administrador y representante legal
de la parroquia. Los aspectos económico-administrativos deberán regularse, junto a la labor pas-
toral que debe ejercerse, mediante un acuerdo establecido entre el Obispo diocesano y el Superior
competente. Véase LQIUD, cap. VIII, 2, g).
50. Si una persona distinta del representante legal interviene en un determinado negocio
jurídico representando a la parroquia, es necesario que cuente con un mandato procuratorio dado
por el mismo representante legal de la parroquia y válido a efectos civiles.
51. Cfr. cc. 539 y 540. Véase, J.-C. PÉRISSET, La Paroisse…, o. c., pp. 108-113.
52. JUAN PABLO II, Const. Apost. Sacrae disciplinae legis, en AAS 75 (1983) XI.
53. Para una presentación general del instituto, véase V. DE PAOLIS, Il Consiglio parrocchia-
OHSHUJOLDIIDULHFRQRPLFLHLEHQLSDWULPRQLDOLGHOODSDUURFFKLD, en AA.VV., La parrocchia,
&LWWjGHO9DWLFDQRSS
54. Entre los principales textos conciliares en materia, cabe referirse a AA, 10 y PO, 17c.
208
ESTRUCTURA ECONÓMICA DE LA DIÓCESIS
pertos laicos55(VUHFRPHQGDEOHSRUPRWLYRVGHFRPSHWHQFLD\HÀFDFLDTXH
el número de consejeros guarde una razonable proporción con el número de
componentes de la comunidad parroquial56. Por analogía con el Consejo dioce-
sano de asuntos económicos (cfr. c. 492), sería conveniente que los consejeros
sean nombrados por un quinquenio, quedando excluidos los consanguíneos o
DÀQHVGHOSiUURFRKDVWDHOFXDUWRJUDGR\TXHVHDQWUHVDOPHQRV DXQTXHD
tenor del c. 1280, podrían ser solo dos)57.
A diferencia del Consejo pastoral, el Consejo de asuntos económicos se
debe constituir necesariamente en toda parroquia, con independencia del núme-
URGHÀHOHV\GHODFRQVLVWHQFLDGHOSDWULPRQLRSDUURTXLDOHOFORFRQVLGHUD
obligatorio, en aplicación de la norma general del c. 1280, que establece que
«toda persona jurídica ha de tener su Consejo de asuntos económicos, o al me-
nos dos consejeros que, conforme a los estatutos, ayuden al administrador en el
cumplimiento de su función».
El c. 537 señala que este órgano se rige, además de por el derecho univer-
sal, por las normas del Obispo diocesano y que nunca puede sustituir al párroco
en su responsabilidad administrativa; tal es el sentido de la cláusula «sin per-
juicio de lo que establece el c. 532». Por tanto, no se trata de un «Consejo de
administración» (en sentido empresarial y civil, con funciones deliberativas y
vinculantes), sino de un órgano consultivo que colabora con el párroco, que es
el único administrador y responsable de la gestión patrimonial58.
Cabe preguntarse si, en estas condiciones, existe realmente la posibilidad
GHTXHORVÀHOHVSDUWLFLSHQDFWLYDPHQWHDWUDYpVGHHVWDHVWUXFWXUD3DUDTXHVHD
posible, el Consejo se debe concebir (especialmente en la normativa diocesana)
GHWDOPDQHUDTXHORVÀHOHVSXHGDQFRODERUDUHIHFWLYDPHQWHHQODYLGDGHODFR-
munidad parroquial. Encontramos aquí, como en el nivel diocesano, uno de los
OXJDUHVSULYLOHJLDGRVGRQGHORVÀHOHV²IUHFXHQWHPHQWHPiVH[SHUWRVHQODPDWH-
ria– han de poder ejercitar su derecho fundamental de manifestar a los pastores
su opinión sobre aquello que pertenece al bien de la Iglesia (cfr. c. 212 § 3). Por
otra parte, como ya hemos señalado para el ámbito diocesano, el párroco no
209
DERECHO PATRIMONIAL CANÓNICO
59. Cfr. c. 127 § 2, 2º; CEI, Istruzione…, o. c., n. 106. En el Reglamento que el Obispo
diocesano puede dar, cabría exigir, como condición previa para la concesión de las autoriza-
ciones canónicas, que el párroco haya pedido el parecer de este Consejo para realizar actos de
extraordinaria administración sobre bienes parroquiales (cfr. M. MARCHESI, Come amministrare
la parrocchia, Bologna 1989, p. 47; M. CALVI, ,O&RQVLJOLRSDUURFFKLDOHSHUJOLDIIDULHFRQR-
mici, o. c., p. 26). Por ello, parece preferible que se exija sin más la opinión del Consejo como
condición previa para la autorización para los actos de extraordinaria administración (cfr. M.
MORGANTE, L’amministrazione…, o. c., p. 121). Sin embargo, a tenor de los cc. 20 y 1279 § 1,
no se puede negar que el derecho particular no revocado puede exigir el SDUHFHUIDYRUDEOH, y, por
tanto, vinculante del Consejo.
60. Cfr. (QFKLULGLRQ 9DWLFDQXP 4 (1971-1973) pp. 1429 y 1461-1463. Sobre la génesis
del Consejo pastoral, véase G. CESCHIN, Il Consiglio pastorale parrocchiale. Genesi, natura e
IXQ]LRQDPHQWR, Roma 1992, pp. 37-106.
61. Cfr. J. ALESSANDRO, 7KHILQDQFH&RXQFLO«RF, p. 399.
62. Sobre esta cuestión, véanse P.G. MARCUZZI, Il Consiglio pastorale parrocchiale, en
Ius in vita…, o. c., p. 461; F. COCCOPALMERIO, /D ©FRQVXOWLYLWjª GHO &RQVLJOLR SHU JOL DIIDUL
HFRQRPLFLGHOODSDUURFFKLD FF , en Quaderni di diritto ecclesiale 1 (1988) pp. 60-65;
A. BORRAS, Les communautés paroissiales. Droit canonique et perspectives pastorales, Paris
1996, pp. 247-249. Para un análisis de normas concretas existentes en Alemania, G.P. MONTINI,
Il Consiglio pastorale parrocchiale nei direttori delle diocesi tedesche, en Quaderni di diritto ec-
clesiale 1 (1988) pp. 39-51; para Francia, D. LE TOURNEAU, Les Conseils…, o. c., pp. 621-627.
210
ESTRUCTURA ECONÓMICA DE LA DIÓCESIS
63. Cfr. Com 14 (1982) p. 226. Véase también, A. BORRAS, Les communautés paroissia-
les…, o. c., p. 254.
64. Nótese, a título de ejemplo, que el mencionado borrador de Regolamento de la CEI (art.
3) señala que, antes de nombrar a los fieles para el Consejo de asuntos económicos, el párroco
debe oír el parecer del Consejo pastoral (o, en su defecto, de personas maduras y prudentes).
65. Cfr. B. DAVID, Les Conseil paroissiaux, en Les cahiers de droit ecclésial, 1 (1986) pp.
32-33.
66. Véase C. REDAELLI, Il rapporto tra i due Consigli parrocchiali, en Quaderni di diritto
ecclesiale, 1 (1988) p. 36. Sin embargo, resulta difícil comprender cómo un Consejo podría ser
una comisión de otro Consejo conservando su independencia institucional (cfr. R. PAGÉ, Les
Églises particulières, II, Montréal-Paris 1989, p. 133).
67. Cfr. A. SOUSA COSTA, &RPHQWDULRDOF, en P.V. PINTO (ed.), Commento al Codice
di Diritto canonico&LWWjGHO9DWLFDQRS
211
CAPÍTULO VIII
1. Cfr. Com 2 (1980) p. 392. Además de los cc. 634-670, respecto a los institutos seculares,
el c. 718 señala que el derecho propio debe definir las obligaciones, sobre todo económicas, que
corresponden al instituto frente a los miembros que trabajan en él. Por lo que se refiere a las so-
ciedades de vida apostólica, el c. 741 § 1 establece que se aplican a ellas los cc. 636, 638 y 639 de
la normativa relativa a la administración de los bienes de los institutos religiosos.
213
DERECHO PATRIMONIAL CANÓNICO
2. En este apartado del cap. VIII, nos referiremos tanto a los institutos de vida consagrada
como a las sociedades de vida apostólica. Es sabido que las sociedades de vida apostólica no
son parte de la vida consagrada. Por lo tanto, a la hora de hacer referencias generales a ambas
realidades se hablará genéricamente de estos entes y de sus miembros. En cualquier caso, hemos
preferido hablar principalmente de la vida consagrada y especificar lo referente a las sociedades
de vida apostólica cuando parecía necesario.
3. Cfr. JUAN PABLO II, ex. ap. postsinodal 9LWDFRQVHFUDWD, 25 de marzo de 1996, nn. 89-90,
en AAS 88 (1996) pp. 465-466.
4. Esta afirmación requiere un matiz en el caso de las sociedades de vida apostólica, dado
que los miembros de estas sociedades no abrazan necesariamente el voto de pobreza (cfr. cc. 731
§ 2 y 732).
5. Cfr. Y.M.-J. CONGAR, L’application à l’Église comme telle des exigences évangéliques
FRQFHUQDQWODSDXYUHWp/HVFRQGLWLRQVHWOHVPRWLIV, en AA.VV., Église et pauvreté, o. c., pp.
135-155.
6. Cfr. JUAN PABLO II, ex. ap. postsinodal 9LWDFRQVHFUDWD, o. c., n. 90.
7. El c. 600 tiene como fuente el n. 13 del decreto 3HUIHFWDH&DULWDWLVdel Concilio Vaticano
II. Este canon se refiere también a los institutos seculares, porque forma parte de las normas co-
214
/$$'0,1,675$&,Ð1'(/26%,(1(6(1/26,167,78726'(9,'$&216$*5$'$
munes a todos los institutos de vida consagrada. Sin embargo, para los religiosos, no es necesario
recordar la existencia de un voto público de pobreza, ya que están obligados a un preciso testi-
monio público (cfr. cc. 607 §§ 2 y 3). Cfr. a este respecto T. RINCÓN-PÉREZ, La vida consagrada
HQOD,JOHVLDODWLQD(VWDWXWRWHROyJLFRFDQyQLFR, Pamplona 2001, pp. 159-160.
8. Cfr. F.G. MORRISEY, &RPHQWDULRDOF, en Comentario exegético…, o. c.
215
DERECHO PATRIMONIAL CANÓNICO
o limitada por las constituciones» dice el c. 634 § 1. Puede ser una exclusión
total o parcial: la exclusión, por ejemplo, puede afectar solo a las casas. Puede
consistir también en una limitación en el ejercicio de la capacidad o del dere-
cho9.
Obviamente, es necesario que las constituciones sean claras y precisas so-
bre estos aspectos, como recomienda el c. 635 § 2. Está en juego la autenticidad
de la vida religiosa y el testimonio de pobreza evangélica que la caracteriza.
&RQ IUHFXHQFLD OD H[SHULHQFLD KD FRQÀUPDGR OD LPSRUWDQFLD GH OD FODULGDG
Baste pensar en el derecho de hacer cuestaciones que corresponde a los lla-
mados «mendicantes»10. Es un derecho que todavía se reconoce, después de
haber dado lugar a algunos excesos, pero ahora sujeto a la normativa de las
Conferencias episcopales. La capacidad patrimonial debe, por tanto, adaptarse
a la autenticidad de la vida religiosa, en conformidad con los carismas propios
de cada instituto11.
El § 2 del c. 634 subraya este principio: «han de evitar, sin embargo, cual-
quier apariencia de lujo, lucro inmoderado y acumulación de bienes». No se
trata solo, como es obvio, de evitar estas situaciones negativas, sino también de
evitar incluso su apariencia. Este aspecto se explica ulteriormente en el c. 640,
que recuerda el deber de dar testimonio colectivo de caridad y de pobreza que
corresponde a los institutos religiosos. Una manifestación de este testimonio
colectivo puede consistir en destinar, en la medida de lo posible, una parte de
sus propios bienes a las necesidades de la Iglesia y al sustento de los pobres. Se
incluye dentro de este deber la solidaridad entre los mismos institutos, a nivel
nacional e internacional12.
¿Debe aplicarse todo lo que hemos expuesto, a tenor del c. 640, acerca
de los institutos religiosos a los institutos seculares y a las sociedades de vida
DSRVWyOLFD"/DUHVSXHVWDQRSXHGHVHUVLQRDÀUPDWLYDSHURmutatis mutandis,
es decir ateniéndose al derecho propio. Así, por ejemplo, las sociedades cuyos
miembros no hacen profesión de los consejos evangélicos no tienen las mis-
9. Así, respecto a la posesión, los Hermanos Menores capuchinos pueden disponer de los
propios bienes, pero dejando la propiedad a la Sede Apostólica; los Hermanitos y las Hermanitas
de Jesús, en cambio, no poseen nada (cfr. V. MOSCA, Povertà e amministrazione dei beni negli
Istituti religiosi, en Quaderni di diritto ecclesiale, 2 [1990] p. 241; J.J. PIÑEDA FASQUELLE, La
FDSDFLGDGHFRQyPLFDGHORV,QVWLWXWRV\VXVOLPLWDFLRQHV>F@, Roma 1993).
10. Cfr. c. 1265 § 2. Para el estudio de las colectas practicadas de puerta en puerta por los
religiosos mendicantes, remitimos al cap. V, 1, b), 2).
11. La invitación a una mayor solicitud por los pobres no debe ir en detrimento de los fines
y carismas propios del instituto: por ej. la tradicional contribución de los religiosos al estudio y
la docencia de las ciencias sagradas (cfr. J. BEYER, Il diritto della vita consacrata, Milano 1989,
p. 291).
12. Cfr. COMITÉ CANONIQUE DES RELIGIEUX, 'LUHFWRLUHFDQRQLTXH9LHFRQVDFUpHHWVRFLp-
tés de vie apostolique, Paris 1986, pp. 231-235.
216
/$$'0,1,675$&,Ð1'(/26%,(1(6(1/26,167,78726'(9,'$&216$*5$'$
13. Sin embargo, el c. 718 se refiere de manera explícita al testimonio que deben ofrecer,
en este aspecto, los institutos seculares.
14. Cfr. J. BONFILS, Les sociétés de vie apostolique, Paris 1990, pp. 129-134. Para una pre-
sentación general de las sociedades de vida apostólica, véase J.L. GUTIÉRREZ, Le società di vita
apostolica, en IE 6 (1994) pp. 553-569.
Otro aspecto relevante es la supresión de un instituto de vida consagrada o una sociedad
de vida apostólica y sus consecuencias patrimoniales [cfr. LQIUD, cap. VIII, 2, f)]. Aunque en ese
apartado se hace referencia a la vida religiosa, en esta materia, la regulación es común para todos
los institutos de vida consagrada y las sociedades de vida apostólica.
15. Como ya señalamos, en España, esta materia se rige por el art. 1 del Acuerdo de 3
de enero de 1979 sobre asuntos jurídicos, la Ley Orgánica 7/1980, de 5 de julio, de Libertad
Religiosa y el RD 142/198 (cfr. J. FERRER ORTIZ [dir.], 'HUHFKR(FOHVLiVWLFRGHO(VWDGR(VSD-
xRO, Pamplona 2004, pp. 194-205). En Italia, según los Acuerdos de 1984, conviene distinguir
entre los entes eclesiásticos civilmente reconocidos y otros entes religiosos que pueden adquirir
la personalidad jurídica sin servirse del estatuto de entes eclesiásticos civilmente reconocidos.
Sobre esta materia, véase G. DI MATTIA, *OLLVWLWXWLVHFRODULHODTXDOLILFDGLHQWLHFFOHVLDVWLFL
civilmente riconosciuti, en Ap 63 (1990) pp. 655-679; P. PICOZZA, L’ente ecclesiastico civilmente
riconosciuto, Milano 1992. Para la práctica habitual en Estados Unidos, cfr. J.F. HITE, T.O.R.,
7KH 7HPSRUDO *RRGV RI 5HOLJLRXV ,QVWLWXWHV, en K.E. MCKENNA-L.A. DINARDO-J.W. POKUSA
(eds.), Church Finance Handbook, o. c., pp. 46-47.
16. El c. 718 establece que la administración de los bienes temporales de los institutos
seculares se regirá también por las normas del libro V del Código.
217
DERECHO PATRIMONIAL CANÓNICO
1) El régimen universal
En el contexto latino, por «régimen universal» entendemos el libro V del
CIC, a no ser que se establezca otra cosa (cfr. c. 635 § 1 LQÀQH). Con esta sal-
vedad, el legislador abre las puertas a normas contrarias, diversas o peculiares
respecto a las contenidas en el libro V del CIC: cobran así especial relevancia
los cc. 634-640, que forman el artículo tercero (De bonis temporalibus eorum-
que administratione), del capítulo II (De institutorum regimine), del título II
sobre los institutos religiosos.
2) El régimen propio
Además de las normas codiciales ya mencionadas, se prevé la posibilidad
de una normativa propia de los institutos religiosos sobre el uso y la adminis-
tración de los bienes. Estas normas propias deben asegurar una efectiva vida de
pobreza, ya que su testimonio personal y colectivo es un elemento esencial de
la vocación religiosa. En concreto, el § 2 del c. 635 prescribe que «cada insti-
tuto debe establecer normas convenientes sobre el uso y administración de los
ELHQHVFRQODVTXHIRPHQWHGHÀHQGD\PDQLÀHVWHODSREUH]DTXHOHHVSURSLDª
Por tanto, en cuanto HFOHVLiVWLFRV, los bienes de los institutos siguen el régimen
universal del libro V; además, en cuanto pertenecientes a un instituto religioso,
VHULJHQSRUORVFF\RWURVFiQRQHVHVSHFtÀFRV\WDPELpQSRUHOGHUH-
cho propio, que debe subrayar, más en concreto, la pobreza que se profesa.
Después de habernos referido a la capacidad patrimonial de los institutos
(con las limitaciones propias de la vocación religiosa) y de haber mostrado
las relaciones entre régimen universal y régimen propio del instituto, podemos
DKRUDSUHVHQWDUHOFRQWHQLGRHVSHFtÀFRGHODQRUPDWLYDSDWULPRQLDOUHODWLYDD
los institutos religiosos. Para alcanzar este objetivo, habremos de afrontar su-
218
/$$'0,1,675$&,Ð1'(/26%,(1(6(1/26,167,78726'(9,'$&216$*5$'$
219
DERECHO PATRIMONIAL CANÓNICO
22. En este caso, el Consejo puede desarrollar las funciones del Consejo de asuntos eco-
nómicos.
23. El derecho propio debe tener en cuenta también el c. 1280, previendo que asista al admi-
nistrador un Consejo de asuntos económicos –como hemos señalado– o al menos, dos consejeros.
24. Para las funciones del ecónomo y de los administradores, reenviamos a los caps. VI y VII.
25. El c. 741 § 1 prevé la misma norma para las sociedades de vida apostólica.
26. Cfr. D.J. ANDRÉS, El derecho de los religiosos, o. c., pp. 213-214.
220
/$$'0,1,675$&,Ð1'(/26%,(1(6(1/26,167,78726'(9,'$&216$*5$'$
El c. 637 establece una doble competencia del Ordinario del lugar sobre la
administración de algunos institutos religiosos. Se trata de los monasterios sui
iuris, en el sentido del c. 615, y de las casas religiosas de derecho diocesano. En
seguida veremos que le corresponde también intervenir para autorizar determi-
nados actos que exceden la administración ordinaria.
27. No se trata ni de las casas sui iuris, a las que se refiere el c. 613, ni de los monasterios
femeninos, de los que habla el c. 614.
28. No caen tampoco bajo esta prescripción los monasterios sui iuris dependientes de una
federación o confederación, siendo competentes estos organismos para organizar la necesaria
vigilancia (cfr. V. MOSCA, Povertà e amministrazione…, o. c., pp. 245-246).
29. Quedando a salvo siempre el requisito de una posible licencia de la Santa Sede (cfr. c.
638 § 2).
221
DERECHO PATRIMONIAL CANÓNICO
30. Los institutos de derecho pontificio no están sujetos al Ordinario del lugar en materia
patrimonial. Sin embargo, pueden tomar la iniciativa de informar al Obispo diocesano, si lo
consideran oportuno (por ej., con el fin de recibir una posible ayuda financiera). Véase F.G. MO-
RRISEY, &RPHQWDULRDOF, en Comentario exegético…, o. c.
31. Cfr. V. MOSCA, Povertà e amministrazione…, o. c., p. 246.
32. Cfr., entre otros, D.J. ANDRÉS, El derecho de los religiosos, o. c., pp. 219-220.
33. Cfr. L. CHIAPETTA, &RPHQWDULRDOF, en Il codice…, o. c.
34. A salvo siempre el posible requisito de una licencia de la Santa Sede.
35. Sobre esta importante cuestión, véase la síntesis realizada por F.G. MORRISEY, Comen-
WDULRDOF, en Comentario exegético…, o. c.
222
/$$'0,1,675$&,Ð1'(/26%,(1(6(1/26,167,78726'(9,'$&216$*5$'$
1) /DGHWHUPLQDFLyQGHORVDFWRVGHRUGLQDULDDGPLQLVWUDFLyQ
223
DERECHO PATRIMONIAL CANÓNICO
para otorgar este consentimiento: con qué mayoría dentro de dicho Consejo se
alcanza, si el voto debe ser escrito (secreto o no), etc.
2.º) Para la validez de las enajenaciones que superen la suma determinada
para cada región por la Santa Sede41, se requiere, además, una licencia de la
misma Santa Sede(QODSUiFWLFDPLHQWUDVOD6DQWD6HGHQRÀMHWDOVXPDHVWD
es la de la cifra máxima establecida por las Conferencias episcopales42 y apro-
bada por la Santa Sede43. Esta regla (también expresada en el c. 1292 § 2) se
aplica igualmente a las enajenaciones que tienen por objeto exvotos donados a
la Iglesia y cosas preciosas por su valor artístico o histórico (sin referencia a su
valor económico). Aunque ya hubiera obtenido la licencia (por medio de comu-
nicación epistolar), el instituto puede desistir y no realizar el negocio.
3.º) Para la validez de los actos de enajenación o que exceden los límites
de la administración ordinaria, si son realizados por monasterios sui iuris, en el
sentido del c. 615, o por institutos de derecho diocesano, se requiere además,
como ya hemos indicado, el consentimiento escrito del Ordinario del lugar. Al
LJXDOTXHHO&yGLJRDQWHULRUHODFWXDOQRÀMDXQDVXPDPtQLPDDSDUWLUGHOD
cual se exige este requisito44. De ahí que pueda surgir la pregunta sobre si es
realista y oportuno pedir el consentimiento escrito del Ordinario del lugar para
una enajenación de poco valor. Sería deseable que las respectivas Conferencias
HSLVFRSDOHVÀMDVHQXQDVXPDPtQLPDDSDUWLUGHODFXDOVHUHTXLHUDHOFRQVHQ-
timiento del Ordinario del lugar. Obviamente, debería tratarse de un minimum
inferior a la suma determinada por la Santa Sede para el requisito de la propia
licencia. Se ha propuesto que sea la quinta parte de dicha suma45.
Cuando, en aplicación de las reglas mencionadas, se requiere la licencia de la
Santa Sede y el consentimiento escrito del Ordinario del lugar, conviene obtener
primero este último46. Además, se deben tener en cuenta las normas comunes
sobre los actos de enajenación y asimilados, que ya hemos estudiado en los ca-
pítulos VI y VII. Aquí recordamos solo la necesidad de señalar, en la petición de
la licencia, las deudas, si las hay, y la obligación de adjuntar una tasación escrita
hecha por peritos de los bienes que se quieren enajenar (cfr. c. 1293).
hacerlo, al menos, para resolver la igualdad de votos. La respuesta del 14 de mayo de 1985 (en
AAS 77 [1985] p. 771) fue negativa en ambos casos. De esta forma, se quiere resaltar la distinción
entre el Superior y su Consejo, que debe gozar de una efectiva autonomía y tomarse en serio su
responsabilidad administrativa.
41. Cfr. Com 15 (1983) p. 71.
42. En Italia, 1.000.000 euros. En España son 1.500.000 euros.
43. En este sentido, hay que atenerse a las disposiciones del decr. Cum admotae, n. 9, en
AAS 59 (1967) pp. 375-376. Véase también V. DE PAOLIS, I beni…, o. c., p. 190.
44. Cfr. T. RINCÓN-PÉREZ, La vida consagrada…, o. c., pp. 205-206.
45. Cfr. COMITÉ CANONIQUE DES RELIGIEUX, Directoire…, o. c., p. 243.
46. Cfr. D.J. ANDRÉS, El derecho de los religiosos, o. c., p. 229; J. BEYER, Il diritto della
vita consacrata…, o. c., p. 287.
224
/$$'0,1,675$&,Ð1'(/26%,(1(6(1/26,167,78726'(9,'$&216$*5$'$
47. Para evitar cualquier dificultad, se aconseja añadir en el rescripto con el que se otorga
la licencia, una cláusula en la cual se declina cualquier asunción de responsabilidad (cfr. E. GAM-
BARI, I religiosi nel Codice. Commento ai singoli canoni, Milano 1986, p. 207).
48. Conviene aclarar que el legislador contempla el supuesto de miembros que han conser-
vado la propiedad y el uso de los propios bienes patrimoniales. Sobre este punto, el CIC 17 era
más preciso: el c. 536 § 2* distinguía entre religiosos de votos solemnes y de votos simples. Al
omitir esta distinción, la regla del vigente § 3 del c. 639, en cambio, parece aplicarse a todos los
religiosos, también a los que, según el c. 668 §§ 4 y 5, han pasado a ser incapaces de adquirir y
poseer. Algún autor ha hablado de un contrasentido, ya que no se ve como podría responder de
estas obligaciones precisamente quien no posee nada (cfr. V. MOSCA, Povertà e amministrazio-
ne…, o. c., p. 251).
225
DERECHO PATRIMONIAL CANÓNICO
3) /DUHVSRQVDELOLGDGMXUtGLFDGHODVSHUVRQDVItVLFDVTXHKDQFRQWUDtGR
REOLJDFLRQHVVLQQLQJ~QPDQGDWRROLFHQFLDGHO6XSHULRU
4) /DSRVLELOLGDGGHDFFLyQFRQWUDHQULTXHFLPLHQWRVLQGHELGRV
49. Como ejemplo de la responsabilidad de los institutos sobre los contratos contraídos
con mandato por los propios miembros, puede verse la sentencia definitiva de segundo grado del
Tribunal Apostólico de la Rota Romana, coram Palestro, de 15 de junio de 1988, en IE 1 (1989)
pp. 587-614, con nota de J. LLOBELL, $VSHWWLGHOGLULWWRDOODGLIHVDLOULVDUFLPHQWRGHLGDQQLH
altre questioni giurisdizionali in alcune recenti decisioni rotali (ibid., pp. 587-611).
50. Sobre esta cuestión, remitimos a lo que dijimos sobre la responsabilidad jurídica de los
administradores: supra, cap. VI, 2, c).
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/$$'0,1,675$&,Ð1'(/26%,(1(6(1/26,167,78726'(9,'$&216$*5$'$
51. Cfr. D.J. ANDRÉS, El derecho de los religiosos, o. c., p. 241. Para las autorizaciones
relativas a las pías fundaciones, remitimos al cap. V, 1, a), 6).
52. Esta parte de nuestro estudio se encuentra principalmente en el Título I, Sección I,
Parte III del libro II. Por lo tanto, se refiere a las normas comunes de todos los institutos de vida
consagrada. De todas formas, algunas de las conclusiones a las que llegamos hacen referencia
solo a los institutos religiosos.
53. En este epígrafe, como ya habíamos anunciado, se contienen también algunas normas
comunes a todos los institutos de vida consagrada. No hemos querido, sin embargo, incluirlo en
el apartado primero de este capítulo por la existencia de otras normas referidas solo a los insti-
tutos religiosos.
54. Sobre las nuevas posibilidades de estructuras jurídicas ofrecidas por el derecho mo-
derno a los institutos con actividades en el sector hospitalario, véase R. TORFS, Congregationele
JH]RQGKHLGVLQVWHOOLQJHQ7RHNRPVWLJHVWUXFWXUHQQDDUSURIDDQHQNHUNHOLMNUHFKW, Leuven 1992.
227
DERECHO PATRIMONIAL CANÓNICO
([LVWH KR\ OD WHQGHQFLD D FRQÀDU FDGD YH] PiV HQFDUJRV \ RÀFLRV D ORV
religiosos y religiosas en el ámbito de las Iglesias particulares. El § 2 del c.
681 recoge un importante aspecto de esta creciente colaboración: además de la
doble exigencia de sumisión a la autoridad y dirección del Obispo, y de respeto
55. Tanto si es de derecho pontificio como de derecho diocesano: «Sancta Sedes manus
suas iam apposuit» (Com 18 [1986] pp. 201-202).
56. Cfr. T. RINCÓN-PÉREZ, La vida consagrada…, o. c., pp. 121-122.
57. Cfr. D.J. ANDRÉS, El derecho de los religiosos, o. c., p. 190.
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/$$'0,1,675$&,Ð1'(/26%,(1(6(1/26,167,78726'(9,'$&216$*5$'$
58. Para un estudio de la concesión de una parroquia a un instituto religioso, o a una socie-
dad de vida apostólica clerical, en el cuadro normativo del derecho eclesiástico italiano, véase A.
MONTÁN, I religiosi e il sostentamento del clero: applicazione del nuovo sistema nelle parrocchie
DIILGDWHDJOL,VWLWXWLUHOLJLRVL, en Quaderni di diritto ecclesiale, 1 (1989) pp. 71-81. Un modelo de
acuerdo para confiar una parroquia a religiosos, puede verse en los proyectos preparados por la
Oficina Legal del Vicariato de Roma y publicados en la Rivista Diocesana di Roma 6 (1984) pp.
1299-1303 y 4 (1985) pp. 843-846. Sobre esta materia, véanse también los comentarios de D.J.
ANDRÉS, De Paroeciarum commissione Institutis et Societatibus clericalibus, en Commentarium
pro religiosis et missionariis 67 (1986) pp. 156-167.
En determinados casos, conviene establecer dos acuerdos respecto a los bienes: uno entre el
instituto y la diócesis, para el encargo de la parroquia (cfr. c. 520 § 2); y otro entre el instituto y la
parroquia. Sobre la competencia exclusiva del Obispo para dirimir posibles controversias sobre
las transmisiones de bienes, véase F. FINOCCHIARO, Diritto Ecclesiastico, o. c., p. 218.
59. Por ejemplo, la capacidad de adquirir bienes está limitada por las disposiciones de los
cc. 285 y 286 que, según el c. 672, prohíben a los religiosos –clérigos o no– asumir determinados
oficios con participación en el ejercicio del poder civil; asumir, sin la licencia del propio Superior
mayor, la administración de bienes pertenecientes a laicos y oficios seculares que comporten la
carga de rendir cuentas; salir fiadores, incluso con sus propios bienes, y firmar documentos en los
que se asuma la obligación de pagar una cantidad de dinero sin concretar la causa, «sin haber con-
sultado al Ordinario propio», y, sobre todo, ejercer la negociación o el comercio sin licencia de la
legítima autoridad eclesiástica (cfr. c. 286). Sobre esta materia, véase V. DE PAOLIS, La proibizio-
QHGHOFRPPHUFLRDLUHOLJLRVL FIUFF\ , en IE 7 (1995) pp. 693-712. Véase también, el
caso especial al que se refieren los cc. 705-707 (los religiosos elevados al episcopado).
60. Ya nos hemos referido a la responsabilidad del miembro del instituto que actúa a título
personal: véase supra, 2. e).
229
DERECHO PATRIMONIAL CANÓNICO
C) EL TESTAMENTO
61. Podría sorprender esta forma de expresarse «disponer del uso y del usufructo de sus
bienes a favor de sí mismos». Como señala D.J. Andrés, aunque, en la práctica, disponer a favor
de sí mismo coincida con la no disposición a favor de otros, por ley canónica se debe disponer
expresamente y positivamente, a pesar de que se haga a favor de uno mismo (cfr. D.J. ANDRÉS,
El derecho de los religiosos, o. c., p. 450).
62. En algunos ordenamientos jurídicos, como por ejemplo el italiano, el religioso solo
puede disponer según su arbitrio de los bienes que ya poseía antes de la profesión y de aquellos
230
/$$'0,1,675$&,Ð1'(/26%,(1(6(1/26,167,78726'(9,'$&216$*5$'$
SDUD PRGLÀFDU ODV GLVSRVLFLRQHV GHO WHVWDPHQWR ²R WDPELpQ ODV UHODWLYDV D OD
cesión de la administración de los bienes propios o la disposición de su uso o
de su usufructo– se necesita, junto a una justa causa, la licencia del Superior
competente según el derecho propio (c. 668 § 2)63.
El § 3 del c. 668 hace una distinción que permite diferenciar tres supuestos
de hecho:
1.º) Los bienes adquiridos por un miembro mediante su propio trabajo y
actividad64, o en consideración del instituto65, corresponden al instituto mis-
mo.
2.º) Los bienes que llegan al religioso como pensión, subsidio o seguro
–por cualquier título– corresponden también al instituto, pero con una posible
excepción: «a no ser que establezca otra cosa el derecho propio».
3.º) Finalmente, se deduce que todos los demás bienes contribuyen a acre-
centar el patrimonio del religioso, el cual conserva la capacidad de adquirir y
de poseer (salvo en ciertos casos de renuncia radical establecidos en el § 5 del
mismo canon).
Dicho de otro modo, las ofrendas de misas y la remuneración debida a un
encargo docente o a publicaciones personales, en cuanto derivadas del propio
trabajo o ministerio, corresponden siempre al instituto; sin embargo, una suma
que le llegan después por herencia de sus padres. Sobre la herencia que el religioso recibe de sus
padres se distinguen, además, dos hipótesis: si está todavía vivo en aquel momento puede dispo-
ner como desee; si, en cambio, ha fallecido ya, no puede heredar y el instituto no concurre en su
lugar a menos que en el testamento se especificase que, en el caso de su muerte, lo que le corres-
pondiese fuese para el instituto. Cfr. V. MOSCA, Povertà e amministrazione…, o. c., p. 255.
63. Cfr. V. DE PAOLIS, 7HPSRUDO *RRGV RI WKH &KXUFK LQ WKH QHZ &RGH ZLWK SDUWLFXODU
UHIHUHQFHWR,QVWLWXWHVRIFRQVHFUDWHGOLIH, en TJ 43 (1983) pp. 257-258. Véase también, la norma-
tiva general: supra, cap. V, 1, a), 3).
64. Una vez visto que los bienes adquiridos por un miembro corresponden al instituto mis-
mo, el c. 702 § 1 considera la hipótesis de huidas o abandonos. Como no se trata de un contrato
de prestación de obra, no hay ningún derecho a la compensación por el trabajo realizado en el
instituto. Sin embargo, si se diera el caso, el instituto estaría obligado a entregar la dote consig-
nada al ingresar y, en su caso, los incrementos posteriores a la misma. El § 2 de mismo canon
completa la norma, invitando al instituto a «observar la equidad y la caridad evangélica con el
miembro que se separe de él».
65. Sobre el concepto de bienes adquiridos en consideración –o con motivo u ocasión– del
instituto, véase D.J. ANDRÉS, El derecho de los religiosos, o. c., pp. 458-460. A título compara-
tivo, el c. 741 § 2 establece que los miembros de las sociedades de vida apostólica son capaces,
según el derecho propio, de adquirir, poseer y administrar bienes temporales. Al mismo tiempo,
señala que todos los bienes recibidos en consideración de la sociedad son adquiridos por la so-
ciedad misma.
231
DERECHO PATRIMONIAL CANÓNICO
66. Según E. Gambari, este canon no se refiere a los bienes destinados a un determinado
fin, para el cual el religioso es solo un «trámite», ni tampoco a aquellos para los cuales el miem-
bro del instituto puede elegir los destinatarios o beneficiarios (cfr. E. GAMBARI, I religiosi nel
Codice, o. c., p. 296, nota 70). En cualquier caso, conviene que el derecho propio regule este
supuesto de hecho como juzgue más oportuno. En el caso de bienes recibidos a título de fiducia,
para la determinación del Ordinario competente, se aplica el c. 1302. Véase supra, cap. V, 1, a),
5), f’).
67. Cuando la ley civil no reconoce la renuncia completa al derecho de adquirir y de po-
seer bienes –situación cada vez más frecuente–, el profeso que ha adquirido válidamente bienes
según el derecho civil debe realizar los actos de desposesión que la ley civil permita (por ej., una
donación o una remisión de deuda). Véase M. COLRAT-R. SOULLARD, La vie religieuse, en RDC
41 (1991) p. 27.
68. Obviamente, en caso de dimisión o de salida voluntaria, el fiel vuelve a adquirir la
capacidad patrimonial.
69. Cfr. T. RINCÓN-PÉREZ, La vida consagrada…, o. c., pp. 229-230.
232
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