Mi identidad: ¿Quién soy?
La construcción de la identidad
es un proceso que inicia en el nacimiento
y podríamos decir que nunca llega a su fin
ya que estamos en continuo cambio.
Cada uno de nosotros somos
personas valiosas y no podemos ser
definidos completamente por algo o por
alguien porque somos un misterio.
Sin embargo, muchos
especialistas reconocen que al fin de la
adolescencia la identidad debería
definirse en su mayoría. ¿Por qué?
En la adolescencia dejamos de ser
niños y los cambios en ocasiones nos
sorprenden. Estos cambios en nuestro
cuerpo, nuestra forma de pensar, las
personas con las que nos relacionamos (y
en muchos otros aspectos) hacen que nos
preguntemos ¿Quiénes somos? ¿Qué
queremos ser? Esto es esencial para
construir nuestra identidad.
Pero, ¿Qué tenemos que alcanzar
para decir “he construido mi identidad”?
Debemos reconocernos como distintos a
los demás e idénticos a nosotros
mismos.
Distintos a:
● Nuestra imagen de la infancia.
● Nuestros padres.
● Nuestros ídolos.
● Lo que los otros quieren que
seamos.
Identico a:
● Lo que queremos.
● Lo que nos gusta.
● Lo que necesitamos.
● Cómo nos vemos a nosotros
mismos.
¿Soy el mismo de antes?
Actividad n° 1
Luego de vernos a nosotros mismos, te
invito a que le escribas una carta.
Pensá:
¿Qué me gustaría decirle? ¿Me siento
como él? ¿Algo cambió? Ese niño,
¿Tenía algo que lo preocupaba, se
sentía feliz, se divertía? Y vos, ¿Qué le
contarías de lo que haces ahora?
¿Qué tenemos que conocer para
saber quienes somos?
Para saber quién soy, primero
tengo que mirarme a un espejo; pero no
solo un espejo real, físico, sino uno que
me permita ver todo lo valioso que soy,
con mis virtudes y defectos. Luego de
mirar en este espejo estaré listo para
saber cuál es mi autoconcepto, es decir,
aquello que yo digo de mi. Pero este
autoconcepto puede estar construido con
palabras que otros también me han
mostrado y yo reconozco como propios.
“El espejo de Matsuyama”
En Matsuyama, lugar remoto de la
provincia japonesa de Echigo, vivía un
matrimonio de jóvenes campesinos que
tenían a su pequeña hija como centro y
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alegría de sus vidas. Un día, el marido
tuvo que viajar a la capital para resolver
unos asuntos y prometió a su esposa
traerle algunos regalos.
-Para ti -le dijo el marido a su
mujer- te he traído un regalo muy extraño
que sé que te va a sorprender. Míralo y
dime qué ves dentro.
Era un objeto redondo, blanco por
un lado, con adornos de pájaros y flores,
y, por el otro, muy brillante y terso. Al
mirarlo, la mujer, que nunca había visto un
espejo, quedó fascinada y sorprendida al
contemplar a una joven y alegre
muchacha a la que no conocía. El marido
se echó a reír al ver la cara de sorpresa
de su esposa.
-¿Qué ves? -le preguntó con
guasa.
-Veo a una hermosa joven que me
mira y mueve los labios como si quisiera
hablarme.
-Querida -le dijo el marido-, lo que
ves es tu propia cara reflejada en esa
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lámina de cristal. Se llama espejo y en la
ciudad es un objeto muy corriente.
La mujer quedó encantada con
aquel maravilloso regalo; lo guardó con
sumo cuidado en una cajita y sólo, de vez
en cuando, lo sacaba para contemplarse.
Pasó el tiempo y la niña se había
convertido en una linda muchacha, buena
y cariñosa, que cada vez se parecía más
a su madre; pero ella nunca le enseñó ni
le habló del espejo para que no se
vanagloriase de su propia hermosura. De
esta manera, hasta el padre se olvidó de
aquel espejo tan bien guardado y
escondido.
Un día, la madre enfermó y, a
pesar de los cuidados de padre e hija, fue
empeorando de tal manera que ella
misma comprendió que la muerte se le
acercaba. Entonces, llamó a su hija, le
pidió que le trajera la caja en donde
guardaba el espejo, y le dijo:
-Hija mía, sé que pronto voy a
morir, pero no te entristezcas. Cuando ya
no esté con ustedes, prométeme que
mirarás en este espejo todos los días. Me
verás en él y te darás cuenta de que,
aunque desde muy lejos, siempre estaré
junto a vos.
Al morir la madre, la muchacha
abrió la caja del espejo y cada día, como
se lo había prometido, lo miraba y en él
veía la cara de su madre, tan hermosa y
sonriente como antes de la enfermedad.
Con ella hablaba y a ella le confiaba sus
penas y sus alegrías; y, aunque su madre
no le decía ni una palabra, siempre le
parecía que estaba cercana, atenta y
comprensiva.
Un día el padre la vio delante del
espejo, como si conversara con él. Y, ante
su sorpresa, la muchacha contestó:
-Padre, todos los días miro en este
espejo y veo a mi querida madre y hablo
con ella.
Y le contó el regalo y el ruego que
su madre la había hecho antes de morir,
lo que ella no había dejado de cumplir ni
un solo día.
El padre quedó tan impresionado y
emocionado que nunca se atrevió a
decirle que lo que contemplaba todos los
días en el espejo era ella misma y que, tal
vez por la fuerza del amor, se había
convertido en la fiel imagen del hermoso
rostro de su madre.
Actividad n° 2
Ahora me dibujo en este espejo y
escribo en él aquellas cualidades que
veo en mí.
Luego me pregunto: Estas cualidades
¿Son reflejo de alguien más?
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¿Cómo me veo?
Ahora que conozco cómo me veo a mi
mismo, debo reconocer cuál es mi
autoconcepto y saber si éste es positivo,
es decir si tengo una buena autoestima.
¿Cómo me veo? ¿Qué concepto; qué
opino de esto que veo en el espejo?
¿Qué quieren los otros de mí?
¿Qué ven los otros en mí?
A veces lo que queremos nosotros
(autodefinición) y lo que quieren los otros,
es decir sus expectativas, no condicen.
Nuestra identidad también va a estar
marcada por lo que decidimos hacer
luego de escuchar lo que quieren de
nosotros.
Actividad n° 3
Luego de recibir el caso que me toca
analizar, charlamos y reflexionamos en
grupo.
● ¿Qué me parece?
● ¿Alguna vez viví una situación
parecida o conozco a alguien que
le pasó?
● ¿Qué consejo le darías a este
adolescente?
*Es importante que tomes nota en tu
carpeta de las conclusiones a las que
lleguen en grupo.
¿Qué pasa con lo que los otros
dicen de mí?
 Muchas veces escuchamos que
los otros opinan sobre nosotros pero no
siempre les prestamos atención, Para la
siguiente actividad te propongo que
recuerdes estas situaciones.

Actividad n° 4
Completá los carteles con estos
comentarios (positivos y negativos).
Como tarea, completá algunos más
preguntándoles a otros ¿qué pensas de
mi?