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FACULTAD DE HUMANIDADES
Lima, 2022
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Introducción
La toma violenta del Estado, en cuyo seno descansaba el poder político mismo, se convirtió,
desde la década de 1960 en una práctica recurrente de las instituciones de defensa nacional,
constituyéndose no sólo en actores fundamentales del proceso de cambio que sufrió el
continente, sino en garantes del curso irreversible que este proceso adoptó en los años
siguientes. Se trata de un proceso de cambio que implicó diversos planos de la escena
nacional, y que podrían ser resumidos en la abolición de la idea tradicional de Estado y de la
centralidad de las instituciones públicas que le acompañaban en el ejercicio de articulación de
la vida política en sociedad.
Militarismo en Latinoamérica
Uno, del peso específico que los militares todavía juegan en las políticas internas de
los diferentes estados, que comporta privilegios que los convierte en un poder fáctico
que condiciona y secuestra la política de los gobiernos.
En segundo, que tiene su origen en los presupuestos militares de los estados, los
cuales en los últimos años han aumentado de manera vertiginosa.
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Durante las décadas de 1960 y 1970 del siglo pasado, América Latina vivió, de manera
sistemática y estratégica, un proceso de militarización, el cual utilizó como acto político de
expresión, como puesta en escena, la forma del golpe de Estado. Si bien la literatura política
acuñó este término para describir la irrupción de gobiernos de facto asociados a un tipo
específico de autoritarismo, en el curso de este proceso el término golpe de Estado adquirió la
particularidad de expresar la captura del Estado por instituciones militares a partir de un acto
material y simbólico (Serrano, 2009).
Estos golpes de Estados fueron posibles por el desgaste que las economías y el clima político
locales estaban viviendo, lo que llevaba a un conflicto social creciente, que no solo alarmaba
a los detentores regionales del poder, sino que, además tuvieron apoyo externo, sin el cuál no
hubieran podido realizar tal hazaña y haberse mantenido en el poder por un tiempo
prolongado.
Los Golpes de estado y las dictaduras fueron eventos de larga duración, que se enraizaron
fuertemente en las historias locales. La dictadura en Brasil, por ejemplo, mantuvo
funcionando, aunque depuradas, la mayoría de sus instituciones, como el Parlamento y La
Justicia, a la vez de elecciones controladas, para dar cierto aire de normalidad (Linz, 1978).
Este proceso de militarización que viven el Estado y la sociedad civil tuvo la particularidad
de ser época, describiendo con ello no sólo un fenómeno de coincidencias geográficas, si no,
sobre todo, un estado de época que encontró su originalidad en los golpes “cívico militares”
que irrumpieron cronológica y sintomáticamente en la primera mitad de la década de 1970.
Bolivia, en 1971; Chile y Uruguay, en 1973; Argentina, en 1976. También habría que tomar
en consideración el hecho de que las dictaduras de Paraguay (desde 1954) y Brasil (1964),
conducen, en los comienzos de la década de 1970, un cambio doctrinal del perfil represivo
que hasta entonces habían exhibido. El “golpe dentro del golpe”, en Brasil, 1968, y la
promulgación, en 1969, de la Ley de Seguridad Nacional por el gobierno de Médici. El golpe
de Estado al golpe de 1968, en el Perú, 1975 (Serrano, 2009).
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asistían a la Escuela y en los cursos que tomaban. La presencia de Cuba terminó
abruptamente después del derrocamiento de Batista, y la participación de Nicaragua terminó
20 años más tarde, con expulsión de Somoza por los sandinistas. Sin embargo, las dictaduras
respaldadas por EE. UU gobernaron hasta los años 70 en casi toda América Latina, y sus
Fuerzas de Seguridad estaban bien representadas en la SOA. Gracias a la ayuda del ejército
estadounidense. Los jefes de las fuerzas armadas podían mandar un gran número de tropas a
la SOA. La creación en 1976, de un mecanismo para subsidiar el entrenamiento de soldados
extranjeros. el programa de Educación y Entrenamiento Internacional (International Military
Education and Training -IMET). facilitó el flujo de soldados a la SOA (Gill, 2005).
"La Escuela sirve de estímulo a muchos oficiales meritorios. Van con sus familias y
se les paga en dólares. lo que es una ventaja. Además, allí se conectan con gente de
otros países".
González conocía muy bien el tema pues había asistido a la Escuela de las Américas varias
ocasiones, y en 1973 había tomado el curso CGS. "Cuando estaba en servicio activo", decía.
''había alumnos que habían ascendido al coroneles y generales. que lomaban el curso
conmigo. Luego. cuando llegué a comandante y viajaba, por ejemplo, a Argentina o Brasil,
ahí me encontraba con antiguos compañeros. Eso tiene más importancia estratégica y
política que las materias que aprendimos en las clases."
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tanto poco capital de negociación con las corporaciones mediáticas, que obedecen a
dictámenes más pragmáticos y menos anclados en la idiosincrasia cultural o nacional.
Todo indica que el golpe militar de 1964 en Brasil, el país más grande de América Latina y
con el más poderoso parque industrial, fungió como modelo para más de una nación vecina.
Perú en 1968, Chile y Uruguay en 1973 y Argentina en 1976, por decir algo, aunque antes la
militarización se hace presente en Guatemala en 1963, con el golpe de Peralta Azurdia al
gobierno de Miguel Ydígoras Fuentes. En efecto, son escasos los países de la región que en el
siglo XX tienen duraderos gobiernos democráticos (Albano, 2006).
El golpe de Estado en Brasil fue el primero de la región que inició el ciclo de dictaduras de
seguridad nacional. Brasil, luego del golpe de Estado, transformó su estructura represiva
según los principios de la seguridad nacional.
Lo primero que se hizo fue reestructurar y militarizar a las Direcciones de Orden Político y
Social (DOPS) y sus brazos operativos, las Secciones de Orden Público (SOPS), que ya
existían. A los fines de racionalizar la represión, en 1964 se creó el Servicio Nacional de
Informaciones (SIN), con la función de centralizar y planificar la represión. Dentro del nuevo
esquema, las DOPS adquirieron un papel más operacional y represivo. En paralelo, las
Fuerzas Armadas mantuvieron sus propios servicios de inteligencia, que actuaban
coordinadamente.
En Brasil, los ciclos represivos estuvieron signados por los llamados Actos Institucionales. El
primer ciclo represivo de importancia se produjo entre 1964 y 1966 durante la dictadura de
Castelo Branco. El segundo se desarrolló entre 1968 y 1974, y se inició con la promulgación
del Acto Institucional, que dio origen al período de mayor represión en el país, tanto es así,
que a este período los brasileños lo llaman “años de plomo”.
Como contracara, el aumento de la represión dio lugar a que muchos jóvenes pasaran a
formar parte de grupos que optaban por la acción directa, generando una espiral de acción-
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reacción. El punto de máxima tensión de la represión en Brasil fue la emprendida contra la
guerrilla de Araguaia, en 1972.
Ya en 1973, ante el fenómeno de la revisión de los precios del petróleo y del surgimiento de
los países árabes como el principal factor político internacional, comenzaban a elaborarse
profundas concepciones estratégicas de aquellas fuerzas ideológicas y políticas que
asumieron la hegemonía dentro de dicho país (Chiapa, 1995).
Sin embargo, aunque tanto el presidente como el vicepresidente querían que los actos de
violencia tuvieran fin, estos seguían teniendo lugar, pero en 1976 y 1977 los controles se
hicieron estrictos de nuevo, justo antes de la elección de João Baptista da Oliveira Figueiredo,
que sucedió a Geisel en 1979.
Los “años de plomo” representaban también las alternancias del ciclo de poder, y el mandato
del general Geisel llegó a su fin como un presagio de agitación política que viviría la nación.
Hubo disputa en los círculos militares sobre el reemplazo del presidente de la República, y la
“línea dura” jugó duro para evitar la distensión lento y gradual que Geisel y el grupo que lo
apoyaba querían antes el debilitamiento del régimen, la sociedad civil se reorganizó y
presionó para volver al estado de derecho. Todavía en un proceso indirecto, fue elegido para
el Presidencia, el General de Ejército João Baptista de Oliveira Figueiredo, quien, por Arena,
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derrotó, en el Colegio Electoral del 15 de octubre de 1978, al también general Euler Bentes
Monteiro, del MDB. Figueiredo, con un civil como suplente, el minero Antônio Aureliano
Chaves de Mendonça, fue elegido con 355 votos, mientras que el general Euler Bentes
Monteiro obtuvo 266 votos. Sin embargo, el camino recorrido tendría que atravesar el
gobierno en el campo político estaría plagado de dificultades, ya que los movimientos de
democratización estaban creciendo y la distensión parecía inevitable. Figueiredo, luego de
una notable actuación en los gobiernos militares que precedió, ya había ejerció inicialmente
como el jefe de la agencia del Servicio Nacional de Información (SNI), el mando del Estado
Mayor General del Tercer Ejército (1969), en Río de Janeiro, jefe del Gabinete Militar del
gobierno de los Medici (1969-1974) y, nuevamente, el cargo de primer ministro del SNI
durante la administración de Geisel (1974-1979), asumió la Presidencia de la República el 15
de marzo de 1979. Ministro de Finanzas fue elegido Karlos Heinz Rischbieter, luego
reemplazado por Ernane Galvêas, en enero de 1980. Para el Departamento de Planificación,
fue invitado Mario Henrique Simonsen. Posteriormente, la cartera fue ocupada por el ex
ministro de Agricultura, Antônio Delfim Netto. Mientras estuvo en ese Ministerio, Delfim
había promovido el financiamiento de la agricultura y ampliado el crédito para la
modernización, el avance de las fronteras agrícolas y el aumento de las exportaciones. Sin
embargo, en el terreno económico, el gobierno de Figueiredo estaría marcado por el
recrudecimiento de la crisis económica internacional y nacional, debido a las altas tasas de
interés internacionales y el segundo shock petrolero en 1979.
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logrado durante el “milagro”, trasladado del Ministerio de Agricultura a la Secretaría de
Planificación.
Durante este período, buscando paliar el creciente endeudamiento externo, el gobierno trató
de acelerar proyectos provenientes del II PND, que por su escala también se volcó a la
exportación de materias primas y productos primarios. Carajás es uno de esos ejemplos en los
que hubo apoyo a inversiones para la exploración de enormes reservas de hierro, manganeso
y bauxita en las montañas, en el sur del estado de Pará. Poco tiempo después, ante su
inviabilidad, el gobierno tuvo que invertir más recursos, como señaló Marcos Vianna en
entrevista con BNDES: “Para el año 1982, por ejemplo, se comprometieron los desembolsos
necesarios en 1979, 1980 y 1981, y se están desembolsando ahora. Entonces no podrías,
excepto con cierta audacia irresponsable, comprometiendo o aprobando proyectos”
Ciertamente, para el BNDE, 1980 y 1981 fueron los años más graves del cuatrienio en la
agenda. La fase inicial del gobierno de Figueiredo correspondió, al período caracterizado por
la “heterodoxia” del ministro Delfim Netto. Fue a partir de 1980, cuando la política
económica sufrió una fuerte inflexión promovida por un ajuste típicamente ortodoxo, que el
BNDE sintió en particular la gravedad de la crisis, que implicó una reducción real de recursos
de 18% en el primer año y 12% en el segundo. En 1982, año lo que parecía ser una lenta
recuperación de la economía brasileña, cuando el PIB creció 0,8%, hubo una expansión en
términos reales de los recursos del Banco. A pesar de que, antes de significar la reanudación
de cualquier aspiración de desarrollo, este el movimiento debe entenderse en el contexto de la
imposibilidad de continuar recortando sus recursos, ya reducidos drásticamente en el bienio
anterior.
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la creación, el 25 de mayo de 1982, de Finsocial, constituida del 0,5% de los ingresos brutos
de las sociedades públicos y privados, incluidas las instituciones financieras y las compañías
de seguros. El BNDE fue acusado para administrar la aplicación de este fondo, cambiando su
nombre a Banco Nacional do Desarrollo Económico y Social (BNDES).
Luego de las medidas autoritarias y algunos roces entre gobierno y oposición, entre aliados
del propio gobierno en la discusión de la política salarial, se dio el aumento de la presión
popular, especialmente a través de demostraciones de fuerza del movimiento sindical, como
la huelga en julio de ese año, contra la política salarial, y la creación de la CUT en el mes
siguiente.
La oposición luchó vigorosamente por pasar una enmienda constitucional para permitir
elecciones populares en noviembre de 1984, pero Figueiredo estuvo en contra de este deseo y
en 1984 el Congreso rechazó el retorno de las elecciones directas. Pero la oposición,
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encabezada por Tancredo Neves, ganó la elección presidencial de 1985 en el colegio
electoral, poniendo fin al régimen militar en 1985.
Bibliografía
Chiapa, A. (1995). Evolución histórica de Brasil: De la Colonia a la crisis de la Nueva República. Brasil:
Editorial Vozes.
Gill, L. (2005). Escuela de las Américas: Entrenamiento militar, violencia política e impunidad en las
Américas. Chile: LIBROS ARCES-LOM.
Orteaga, P., & Gómez, J. S. (2010). Militarismo en América Latina. Justícia i Pau.
Serrano, F. (2009). Estados, golpes de estado y militarización Latinoamérica: Una reflexión histórico
política. Universidad Atónoma de México, 176.
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