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UNIVERSIDAD NACIONAL FEDERICO VILLARREAL

FACULTAD DE HUMANIDADES

DEPARTAMENTO ACADÉMICO DE HISTORIA, ANTROPOLOGÍA Y ARQUEOLOGÍA

ESCUELA PROFESIONAL DE HISTORIA

“Año del Fortalecimiento de la Soberanía Nacional”


"Decenio de la Igualdad de Oportunidades para Mujeres y Hombres"
"Año del Bicentenario del Congreso de la República del Perú"

BRASIL, SUBVERSIÓN Y MILITARISMO 80 ESCUELA LAS AMERICAS

TRABAJO DE INVESTIGACIÓN ELABORADA PARA LA ASIGNATURA DE


SEMINARIO HISTORIA DE LOS MOVIMIENTOS SOCIALES DE AMÉRICA LATINA

Presentado por el estudiante de pregrado


Jorge Alberto Puicón Figueroa

Bajo la docencia del Magister


Samuel Alcides Villegas Paucar

Lima, 2022

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Introducción

A partir de la década de 1960, Latinoamérica ha vivido profundas transformaciones en


el ámbito político y económico, es importante mencionar el gran peso que han tenido las
dictaduras y los procesos de militarización que han sufrido los distintos países de la región.
Estás se mantuvieron en el poder acaparando gran parte de los poderes del Estado utilizando
la represión y la intimidación como su principal instrumento.

La toma violenta del Estado, en cuyo seno descansaba el poder político mismo, se convirtió,
desde la década de 1960 en una práctica recurrente de las instituciones de defensa nacional,
constituyéndose no sólo en actores fundamentales del proceso de cambio que sufrió el
continente, sino en garantes del curso irreversible que este proceso adoptó en los años
siguientes. Se trata de un proceso de cambio que implicó diversos planos de la escena
nacional, y que podrían ser resumidos en la abolición de la idea tradicional de Estado y de la
centralidad de las instituciones públicas que le acompañaban en el ejercicio de articulación de
la vida política en sociedad.

En Brasil, el último gobierno militar de João Baptista da Oliveira Figueiredo terminó


menoscabando la economía nacional tras su pésima gestión en el gobierno. El presente
ensayo pretende dar un breve repaso del fin del militarismo brasileño.

Militarismo en Latinoamérica

Hablar de militarización, dentro del contexto latinoamericano, es hablar de las innumerables


intervenciones y agresiones militares efectuadas por Estados Unidos en casi todos los países
del continente americano. Como también, del peso excesivo que los militares han jugado en
la política interna del continente mediante golpes de estado e instaurando dictaduras militares
(Orteaga & Gómez, 2010).

Esta militarización proviene de dos sujetos diferentes:

 Uno, del peso específico que los militares todavía juegan en las políticas internas de
los diferentes estados, que comporta privilegios que los convierte en un poder fáctico
que condiciona y secuestra la política de los gobiernos.
 En segundo, que tiene su origen en los presupuestos militares de los estados, los
cuales en los últimos años han aumentado de manera vertiginosa.

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Durante las décadas de 1960 y 1970 del siglo pasado, América Latina vivió, de manera
sistemática y estratégica, un proceso de militarización, el cual utilizó como acto político de
expresión, como puesta en escena, la forma del golpe de Estado. Si bien la literatura política
acuñó este término para describir la irrupción de gobiernos de facto asociados a un tipo
específico de autoritarismo, en el curso de este proceso el término golpe de Estado adquirió la
particularidad de expresar la captura del Estado por instituciones militares a partir de un acto
material y simbólico (Serrano, 2009).

Estos golpes de Estados fueron posibles por el desgaste que las economías y el clima político
locales estaban viviendo, lo que llevaba a un conflicto social creciente, que no solo alarmaba
a los detentores regionales del poder, sino que, además tuvieron apoyo externo, sin el cuál no
hubieran podido realizar tal hazaña y haberse mantenido en el poder por un tiempo
prolongado.

Los Golpes de estado y las dictaduras fueron eventos de larga duración, que se enraizaron
fuertemente en las historias locales. La dictadura en Brasil, por ejemplo, mantuvo
funcionando, aunque depuradas, la mayoría de sus instituciones, como el Parlamento y La
Justicia, a la vez de elecciones controladas, para dar cierto aire de normalidad (Linz, 1978).

Este proceso de militarización que viven el Estado y la sociedad civil tuvo la particularidad
de ser época, describiendo con ello no sólo un fenómeno de coincidencias geográficas, si no,
sobre todo, un estado de época que encontró su originalidad en los golpes “cívico militares”
que irrumpieron cronológica y sintomáticamente en la primera mitad de la década de 1970.
Bolivia, en 1971; Chile y Uruguay, en 1973; Argentina, en 1976. También habría que tomar
en consideración el hecho de que las dictaduras de Paraguay (desde 1954) y Brasil (1964),
conducen, en los comienzos de la década de 1970, un cambio doctrinal del perfil represivo
que hasta entonces habían exhibido. El “golpe dentro del golpe”, en Brasil, 1968, y la
promulgación, en 1969, de la Ley de Seguridad Nacional por el gobierno de Médici. El golpe
de Estado al golpe de 1968, en el Perú, 1975 (Serrano, 2009).

La Escuela de las Américas

A medida que la guerra fría se intensificaba en las Américas, después de la revolución


cubana, diferentes países y sus fuerzas armadas fueron cayendo en desgracia o granjeándose
la amistad de los EE.UU. La dinámica de estos cambios se reflejaba en los alumnos que

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asistían a la Escuela y en los cursos que tomaban. La presencia de Cuba terminó
abruptamente después del derrocamiento de Batista, y la participación de Nicaragua terminó
20 años más tarde, con expulsión de Somoza por los sandinistas. Sin embargo, las dictaduras
respaldadas por EE. UU gobernaron hasta los años 70 en casi toda América Latina, y sus
Fuerzas de Seguridad estaban bien representadas en la SOA. Gracias a la ayuda del ejército
estadounidense. Los jefes de las fuerzas armadas podían mandar un gran número de tropas a
la SOA. La creación en 1976, de un mecanismo para subsidiar el entrenamiento de soldados
extranjeros. el programa de Educación y Entrenamiento Internacional (International Military
Education and Training -IMET). facilitó el flujo de soldados a la SOA (Gill, 2005).

Alberto González Herrera, un general retirado comentó:

"Sería un error no mantener la Escuela de las Américas".

"La Escuela sirve de estímulo a muchos oficiales meritorios. Van con sus familias y
se les paga en dólares. lo que es una ventaja. Además, allí se conectan con gente de
otros países".

González conocía muy bien el tema pues había asistido a la Escuela de las Américas varias
ocasiones, y en 1973 había tomado el curso CGS. "Cuando estaba en servicio activo", decía.
''había alumnos que habían ascendido al coroneles y generales. que lomaban el curso
conmigo. Luego. cuando llegué a comandante y viajaba, por ejemplo, a Argentina o Brasil,
ahí me encontraba con antiguos compañeros. Eso tiene más importancia estratégica y
política que las materias que aprendimos en las clases."

Los años de la dictadura brasileña

El elemento que caracterizó la existencia de los regímenes militares en Brasil fue la


dependencia. Los principios de la macroeconomía política fueron traducidos en los proyectos
de las élites nacionales en las instituciones del Estado, con previa negociación con los
rectores de los medios de comunicación, que debieron adaptar esos proyectos a sus sistemas
expresivos a fin de legitimarlos frente a la sociedad. Es decir, un gobierno autoritario
necesitaba encontrar una manera de que sus contenidos programáticos fueran reproducidos en
clave ideológica y la condición era el establecimiento de un consenso comunicativo entre la
razón política y la razón de los medios. En la actualidad ese consenso se advierte más difícil
de lograrse, más aún en naciones con poca tradición en tecnología de la información y por

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tanto poco capital de negociación con las corporaciones mediáticas, que obedecen a
dictámenes más pragmáticos y menos anclados en la idiosincrasia cultural o nacional.

Todo indica que el golpe militar de 1964 en Brasil, el país más grande de América Latina y
con el más poderoso parque industrial, fungió como modelo para más de una nación vecina.
Perú en 1968, Chile y Uruguay en 1973 y Argentina en 1976, por decir algo, aunque antes la
militarización se hace presente en Guatemala en 1963, con el golpe de Peralta Azurdia al
gobierno de Miguel Ydígoras Fuentes. En efecto, son escasos los países de la región que en el
siglo XX tienen duraderos gobiernos democráticos (Albano, 2006).

El golpe de Estado en Brasil fue el primero de la región que inició el ciclo de dictaduras de
seguridad nacional. Brasil, luego del golpe de Estado, transformó su estructura represiva
según los principios de la seguridad nacional.

Lo primero que se hizo fue reestructurar y militarizar a las Direcciones de Orden Político y
Social (DOPS) y sus brazos operativos, las Secciones de Orden Público (SOPS), que ya
existían. A los fines de racionalizar la represión, en 1964 se creó el Servicio Nacional de
Informaciones (SIN), con la función de centralizar y planificar la represión. Dentro del nuevo
esquema, las DOPS adquirieron un papel más operacional y represivo. En paralelo, las
Fuerzas Armadas mantuvieron sus propios servicios de inteligencia, que actuaban
coordinadamente.

En 1970, luego de la puesta en marcha de la Operación Bandeirantes, una forma más


racionalizada y centralizada de ejercicio de la represión, se crearon los Centros de
Operaciones de Defensa Interna/ Destacamentos de Operaciones internas (CODI/DOI). Se
trataba de espacios de coordinación, bajo mando único, de representantes de las fuerzas
militares y de seguridad que actuaban contra la “subversión”, tanto la interna, como de los
extranjeros que se encontraban en Brasil.

En Brasil, los ciclos represivos estuvieron signados por los llamados Actos Institucionales. El
primer ciclo represivo de importancia se produjo entre 1964 y 1966 durante la dictadura de
Castelo Branco. El segundo se desarrolló entre 1968 y 1974, y se inició con la promulgación
del Acto Institucional, que dio origen al período de mayor represión en el país, tanto es así,
que a este período los brasileños lo llaman “años de plomo”.

Como contracara, el aumento de la represión dio lugar a que muchos jóvenes pasaran a
formar parte de grupos que optaban por la acción directa, generando una espiral de acción-

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reacción. El punto de máxima tensión de la represión en Brasil fue la emprendida contra la
guerrilla de Araguaia, en 1972.

El modelo brasileño se basó en la represión selectiva, el uso generalizado de la tortura y la


prisión política. Por primera vez, se planificó y llevó a cabo una política oficial de
exterminio, desaparición forzada y masiva de personas.

En 1974 la economía brasileña se encontraba en una situación bastante difícil. En el plano


internacional, el pensamiento y la acción política del país que ejercía el poder hegemónico
sobre el sistema económico mundial político e ideológico, Estados Unidos, buscaba una
nueva política que pusiera en jaque a la dictadura militar brasileña.

Ya en 1973, ante el fenómeno de la revisión de los precios del petróleo y del surgimiento de
los países árabes como el principal factor político internacional, comenzaban a elaborarse
profundas concepciones estratégicas de aquellas fuerzas ideológicas y políticas que
asumieron la hegemonía dentro de dicho país (Chiapa, 1995).

El 15 de enero de 1974 el general Ernesto Geisel, presidente de Petrobras, el monopolio


nacional de combustibles, se convirtió en presidente. Al principio, desarrolló políticas de
signo liberal, relajando la presión de la censura y dando considerables libertades a los
partidos de la oposición.

Sin embargo, aunque tanto el presidente como el vicepresidente querían que los actos de
violencia tuvieran fin, estos seguían teniendo lugar, pero en 1976 y 1977 los controles se
hicieron estrictos de nuevo, justo antes de la elección de João Baptista da Oliveira Figueiredo,
que sucedió a Geisel en 1979.

Militarismo del 80: João Baptista da Oliveira Figueiredo

Los “años de plomo” representaban también las alternancias del ciclo de poder, y el mandato
del general Geisel llegó a su fin como un presagio de agitación política que viviría la nación.
Hubo disputa en los círculos militares sobre el reemplazo del presidente de la República, y la
“línea dura” jugó duro para evitar la distensión lento y gradual que Geisel y el grupo que lo
apoyaba querían antes el debilitamiento del régimen, la sociedad civil se reorganizó y
presionó para volver al estado de derecho. Todavía en un proceso indirecto, fue elegido para
el Presidencia, el General de Ejército João Baptista de Oliveira Figueiredo, quien, por Arena,

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derrotó, en el Colegio Electoral del 15 de octubre de 1978, al también general Euler Bentes
Monteiro, del MDB. Figueiredo, con un civil como suplente, el minero Antônio Aureliano
Chaves de Mendonça, fue elegido con 355 votos, mientras que el general Euler Bentes
Monteiro obtuvo 266 votos. Sin embargo, el camino recorrido tendría que atravesar el
gobierno en el campo político estaría plagado de dificultades, ya que los movimientos de
democratización estaban creciendo y la distensión parecía inevitable. Figueiredo, luego de
una notable actuación en los gobiernos militares que precedió, ya había ejerció inicialmente
como el jefe de la agencia del Servicio Nacional de Información (SNI), el mando del Estado
Mayor General del Tercer Ejército (1969), en Río de Janeiro, jefe del Gabinete Militar del
gobierno de los Medici (1969-1974) y, nuevamente, el cargo de primer ministro del SNI
durante la administración de Geisel (1974-1979), asumió la Presidencia de la República el 15
de marzo de 1979. Ministro de Finanzas fue elegido Karlos Heinz Rischbieter, luego
reemplazado por Ernane Galvêas, en enero de 1980. Para el Departamento de Planificación,
fue invitado Mario Henrique Simonsen. Posteriormente, la cartera fue ocupada por el ex
ministro de Agricultura, Antônio Delfim Netto. Mientras estuvo en ese Ministerio, Delfim
había promovido el financiamiento de la agricultura y ampliado el crédito para la
modernización, el avance de las fronteras agrícolas y el aumento de las exportaciones. Sin
embargo, en el terreno económico, el gobierno de Figueiredo estaría marcado por el
recrudecimiento de la crisis económica internacional y nacional, debido a las altas tasas de
interés internacionales y el segundo shock petrolero en 1979.

Además de la crisis internacional, el restrictivo escenario interno y la inflación, agravada por


la crisis de la balanza de pagos, trajo la imposibilidad de proceder con la estrategia del
gobierno anterior, basada en un nuevo ciclo largo de crecimiento y postergación de las
políticas de ajuste de la recesión macroeconómica, monetaria, fiscal y cambiaria, apuntando a
gravedad de la crisis, el ministro de Planificación, Mario Henrique Simonsen, desde una
perspectiva que diagnosticaba el déficit externo como consecuencia del exceso de absorción
interna, presagiaba, al inicio del nuevo gobierno, un conjunto de medidas en los campos
fiscal y monetario que implicaron la reducción de las tasas de crecimiento del PBI. Ante la
imperiosa necesidad de obtener saldos comerciales positivos, Simonsen también anunció un
profundo ajuste medidas fiscales y de contracción crediticia para el sector privado, no
agradan sólo la comunidad empresarial nacional sino también una parte significativa del
gobierno. Aislado, menos de seis meses después de haber sido elegido para el puesto,
Simonsen fue sustituido, en agosto de 1979, por Antonio Delfim Netto. Este, con el prestigio

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logrado durante el “milagro”, trasladado del Ministerio de Agricultura a la Secretaría de
Planificación.

El empeoramiento del escenario internacional, a fines de la década de 1980, llevó al gobierno


a abandonar la heterodoxia y entregarse a la necesidad de un ajuste recesivo. Por tanto, el
“segundo delfinato” no reprodujo los prósperos resultados del primero. Con una política
monetaria fuertemente contractiva, cuyo objetivo era generar de superávits comerciales para
aliviar la situación del tipo de cambio, y un fuerte ajuste en términos de la contracción del
empleo y del ingreso nacional, sacrificando el conjunto de trabajadores y el consumo, el
gobierno trató de recuperar su reputación con los mercados financieros internacionales y
garantizar el refinanciamiento de la deuda externa.

Durante este período, buscando paliar el creciente endeudamiento externo, el gobierno trató
de acelerar proyectos provenientes del II PND, que por su escala también se volcó a la
exportación de materias primas y productos primarios. Carajás es uno de esos ejemplos en los
que hubo apoyo a inversiones para la exploración de enormes reservas de hierro, manganeso
y bauxita en las montañas, en el sur del estado de Pará. Poco tiempo después, ante su
inviabilidad, el gobierno tuvo que invertir más recursos, como señaló Marcos Vianna en
entrevista con BNDES: “Para el año 1982, por ejemplo, se comprometieron los desembolsos
necesarios en 1979, 1980 y 1981, y se están desembolsando ahora. Entonces no podrías,
excepto con cierta audacia irresponsable, comprometiendo o aprobando proyectos”

Ciertamente, para el BNDE, 1980 y 1981 fueron los años más graves del cuatrienio en la
agenda. La fase inicial del gobierno de Figueiredo correspondió, al período caracterizado por
la “heterodoxia” del ministro Delfim Netto. Fue a partir de 1980, cuando la política
económica sufrió una fuerte inflexión promovida por un ajuste típicamente ortodoxo, que el
BNDE sintió en particular la gravedad de la crisis, que implicó una reducción real de recursos
de 18% en el primer año y 12% en el segundo. En 1982, año lo que parecía ser una lenta
recuperación de la economía brasileña, cuando el PIB creció 0,8%, hubo una expansión en
términos reales de los recursos del Banco. A pesar de que, antes de significar la reanudación
de cualquier aspiración de desarrollo, este el movimiento debe entenderse en el contexto de la
imposibilidad de continuar recortando sus recursos, ya reducidos drásticamente en el bienio
anterior.

La necesidad de recaudar fondos para el desarrollo de programas para las agencias


gubernamentales en las áreas de producción agrícola, educación, salud y vivienda llevaron a

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la creación, el 25 de mayo de 1982, de Finsocial, constituida del 0,5% de los ingresos brutos
de las sociedades públicos y privados, incluidas las instituciones financieras y las compañías
de seguros. El BNDE fue acusado para administrar la aplicación de este fondo, cambiando su
nombre a Banco Nacional do Desarrollo Económico y Social (BNDES).

En 1983 la situación económica se deterioró significativamente. El ministro de Planificación,


Delfim Netto, comenzó a personalizar la crisis económica. Su paso por esta carpeta fue
marcado por un descontento generalizado de diferentes segmentos de la sociedad, que
buscaba su partida. "Estamos en la cabeza del delfín" fue una las frases más proclamadas en
todas las manifestaciones políticas de ese período. La política económica de El gobierno de
Figueiredo tuvo como resultados más visibles los cuatro años consecutivos de una inflación
de aproximadamente el 100%. La gran recesión acompañó el empeoramiento de la pobreza,
además de la mayor visibilidad que asume el peso de la deuda externa. Política economía sin
credibilidad, gobierno sin credibilidad. Aun así, Delfim permaneció en el cargo hasta el final
del mandato presidencial, recibiendo pleno apoyo de Figueiredo y otros sectores militares,
como el grupo vinculado al ex presidente Médici.

Las críticas a su desempeño provinieron de opositores históricos, como sindicatos y partidos


de oposición, pero también surgieron de aliados tradicionales, como empresarios y
parlamentarios del gobierno. En mayo 1983, Delfim fue citado por el propio PDS para aclarar
al Congreso, ya que Brasil había acumulado una deuda de 88 mil millones de dólares en años
anteriores. Además de las críticas a conducción de la política económica, Delfim también
estuvo involucrado en denuncias, como la nefasta gestión de la deuda polaca con Brasil,
conocida como Caso Polonetas, acompañado del colapso de Montepio Capemi y del
conglomerado financiero Coroa-Brastel. En septiembre de 1983, Delfim también fue acusada
de haber recibido encargos para facilitar negocio de empresas francesas.

Luego de las medidas autoritarias y algunos roces entre gobierno y oposición, entre aliados
del propio gobierno en la discusión de la política salarial, se dio el aumento de la presión
popular, especialmente a través de demostraciones de fuerza del movimiento sindical, como
la huelga en julio de ese año, contra la política salarial, y la creación de la CUT en el mes
siguiente.

La oposición luchó vigorosamente por pasar una enmienda constitucional para permitir
elecciones populares en noviembre de 1984, pero Figueiredo estuvo en contra de este deseo y
en 1984 el Congreso rechazó el retorno de las elecciones directas. Pero la oposición,

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encabezada por Tancredo Neves, ganó la elección presidencial de 1985 en el colegio
electoral, poniendo fin al régimen militar en 1985.

La transición a la democracia fue un proceso complejo y largo, debido a la existencia de al


menos tres desafíos que formaron parte de los temas incluidos en la agenda política. El
problema económico era uno de ellos y aparecía como el más urgente. El segundo era la
necesidad sentida por importantes segmentos de la sociedad de una nueva Constitución que
sustituyese a la existente, cuyas claras características autoritarias eran herencia de los
gobiernos militares. El tercer desafío era enfrentar la pesada deuda social en términos de
distribución de los ingresos que había dejado la política económica aplicada en las dos
décadas de poder militar, deuda que debía abordarse para corregir los ásperos contornos de la
realidad social del Brasil. Cabe resaltar que la clase obrera tuvo un papel significativo en el
impulso del proceso democrático, gracias a su alto grado de organización y poder, que no
podía ser ignorado por la clase política brasileña.

Bibliografía

Albano, S. (2006). Musas transitorias, dictaduras, industria cultural y conocimiento en Brasil.


Universidad de Brasilia.

Chiapa, A. (1995). Evolución histórica de Brasil: De la Colonia a la crisis de la Nueva República. Brasil:
Editorial Vozes.

Gill, L. (2005). Escuela de las Américas: Entrenamiento militar, violencia política e impunidad en las
Américas. Chile: LIBROS ARCES-LOM.

Linz, J. (1978). Una interpretación de los regímenes autoritarios. Revista de Sociología de la


Universidad Autónoma de Barcelona n° 8.

Orteaga, P., & Gómez, J. S. (2010). Militarismo en América Latina. Justícia i Pau.

Serrano, F. (2009). Estados, golpes de estado y militarización Latinoamérica: Una reflexión histórico
política. Universidad Atónoma de México, 176.

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