INSTITUTO PEDAGÓGICO DE CARACAS SUBDIRECCIÓN DE INVESTIGACIÓN Y POST GRADO COORDINACIÓN DE ESTUDIOS DE POST GRADO MAESTRÍA EN EDUCACIÓN MENCIÓN ORIENTACIÓN ORIENTACIÓN INDIVIDUAL
El orientador experto. Un modelo para la ayuda sistemática y la relación
interpersonal. (Gerard Egan). Etapa III: programas de acción. Resumen
Autor: Nayibe Berroterán
Tutor: Mariela Alejo
Caracas febrero 2023
La Etapa III, muestra la acción como meta en todo proceso de ayuda, implicando la misma, un cambio conductual constructivo, de modo que el orientador deberá aprender, amplia y vivencialmente los principios sustentadores del cambio de conducta y su sostenimiento, así como también, la Etapas I y II del proceso evolutivo de ayuda, quienes constituyen por si mismas en algunos casos programas de acción; el enfoque de análisis de campos de fuerzas como técnica sistemática para solucionar problemas y ayudar al orientado actuar de manera más efectiva; el adiestramiento como tratamiento y el empleo adecuado de la Etapa III, siendo el criterio para valorar positiva o negativamente el proceso de ayuda, la efectividad, contribuyendo o no, con el orientado en el cambio conductual. En el modelo de desarrollo, cuando el orientado observa la necesidad de actuar, frecuentemente requiere ayuda para hacerlo y aunque el orientador empleará destrezas de las Etapas I y II en la etapa III, también requerirá habilidades para el programa de acción. En relación a ello, Sherman (1973) establece algunas preguntas relevantes en los programas de cambio conductual del proceso de ayuda: Primero, para identificar los objetivos conductuales establece cinco preguntas: 1. ¿Cuál es su naturaleza y ¿cuáles son los rasgos que lo componen? 2. ¿Cuál es la relativa severidad de los mismos? 3. ¿Cuáles son en la terapia y cuál es su orden de prioridad? 4. ¿Están en función de las quejas del cliente, las teorías del terapeuta o una combinación de ambos? 5. ¿En qué medida están establecidos y acordados al principio del tratamiento? Segundo, para especificar los procedimientos del tratamiento establece seis preguntas: 1. ¿Qué procedimientos se usarán y cuál la base de su selección? 2. ¿Varían los procedimientos para los componentes de la conducta de mala adaptación? 3. ¿Cuál será el orden para aplicar los procedimientos? 4. ¿Pueden existir cambios en los procedimientos según avance la terapia y cuál es el criterio para introducirlos? 5. ¿Qué características propias del terapeuta le pueden inclinar a emplear procedimientos determinados con clientes específicos? 6. ¿Qué características del cliente pueden inclinarlo en busca de un terapeuta famoso o emplear procedimientos particulares? Tercero, para evaluar cambios conductuales siete preguntas: 1. ¿Qué instrumentos de medición y escalas de puntuación se emplearán para expresar el cambio terapéutico por cada componente de la conducta más adaptable? 2. ¿Cuál será el peso relativo que se le otorgará a los juicios de: ¿el terapeuta, el cliente incluidos sus familiares y amigos y las observaciones independientes? 3. ¿Qué criterios se emplearán para decidir si los objetivos conductuales se alcanzaron o si debe culminar el tratamiento? 4. ¿Cómo pueden ser separados los cambios derivados del tratamiento específico de los derivados por factores variables de la vida diaria del cliente? 5. ¿Hasta qué punto los cambios terapéuticos o la falta de ellos derivados de los procedimientos del tratamiento, podrían tener una parcial interdependencia con características como edad, sexo y clase social del cliente? 6. ¿Cómo podrían fijarse la estabilidad y durabilidad de los cambios terapéuticos después de completar el tratamiento y cómo podría incorporarse esta información a la evaluación total del tratamiento? 7. ¿Podrían existir cambios positivos o negativos derivados de los procedimientos del tratamiento, aun cuando los procedimientos no se dirigieron hacia ellos y cómo podrían incorporarse estos efectos a la evaluación total de la eficacia de los procedimientos del tratamiento? Respondiendo el modelo de desarrollo algunas de estas preguntas, al ser un procedimiento y no solo teoría, logra identificar en las Etapas I y II las áreas del problema, los recursos, estableciendo los objetivos conductuales, dejando el diseño de los programas de acción a la Etapa III. En este sentido, se observa un ejemplo de meta de acción, el problema: Carolina está demasiado ansiosa en su trabajo y la calidad del mismo sufre. Comete errores que podrían costarle su empleo, en la exploración del problema: ella le tiene bastante miedo a su jefe, pero por su labor, requiere contacto diario con él, en consecuencia, ella se retira emocionalmente y el reacciona volviéndose más exigente. Ella también tiene un desempeño pobre en su labor como telefonista. Las metas serían: Ayudarle a Carolina a mejorar sus destrezas interpersonales necesarias, con el fin de que sea más efectiva con la gente. Desensibilizarla a la presencia de su jefe. Adiestrarla en asertividad que la capacite para presentarse con más energía y que la presencia de su jefe no le abrume. Ayudarle a adquirir mayor auto- estima. Este ejemplo muestra un boceto de un proceso que en la realidad es más detallado, sin embargo, es un ejemplo del objetivo de la Etapa III, el cual busca ayudar al asesorado a establecer metas y medios concretos que sean viables para alcanzarlas. De manera que, la Etapa III, busca que el orientado actúe, conllevando la acción un proceso de cambio conductual pudiendo ser la conducta interna, externa, auto- orientada, intrapsíquica, interpersonal, pública, privada, individual o social. En esta etapa el orientador no ha de limitarse a considerar solo algunas conductas ya que limitaría su destreza para ayudar, pasando por alto conductas encubiertas, así que, debe ejercitarse en las destrezas de las Etapas I y II para tornarse efectivo, descubriendo y tratando conductas encubiertas y el impacto que tienen en el estilo de vida del asesorado, por tanto la conducta y el cambio conductual en el modelo de desarrollo se empiezan a tratar en las Etapas I y II, así como también, la conducta del orientador: cómo escucha, responde e inicia la relación con el asesorado, y las respuestas del asesorado, que en cierta forma es desafiado e influenciado por el orientador. El adiestramiento de las destrezas puede incluirse en cualquier parte del proceso, incorporando la Etapa III en las Etapas I y II, ya que la Etapa III hace referencia a la dimensión de acción del proceso de ayuda, integrando la acción parte del encuentro de orientación u ocurriendo en la vida cotidiana del orientado. El proceso de cambio conductual, cuenta con principios presentes en el mantenimiento y cambio de conducta, estos principios básicos del aprendizaje aplicados a la conducta humana, ayudan al orientador a responder preguntas claves: ¿Cómo estimular o promover una conducta deseable más no operante?, ¿Cómo eliminar conductas indeseables? ¿Cómo se puede mantener y fortalecer una conducta presente en una persona en la actualidad? Algunos de estos principios son: El Refuerzo: establece que una persona continuará iniciando y repitiendo conductas por las que es recompensado, de tal modo que la recompensa es un refuerzo, siendo el mismo intrínseco o extrínseco, positivo “refuerzo positivo” (cuando se gana algo por esfuerzo propio) de eliminación (limpiar el cuarto propio para evitar la reprimenda de los padres) o negativo “refuerzo negativo” pudiendo la eliminación de algo iniciar, fortalecer o mantener una conducta. En línea general: una persona tiende a repetir conductas que le parecen recompensantes de manera que, la recompensa ha de ser experimentada como tal por el individuo cuya conducta está en cuestión, dependiendo la fuerza de una recompensa otorgada del ¿cómo?, la experimenta el individuo. Los reforzadores pueden ser positivos o negativos, repitiéndose las conductas indeseables, si son reforzadas, aunque sea de manera inconsciente y desapareciendo las conductas constructivas y deseables por falta de refuerzo, funcionando mejor la recompensa si no se posterga, de postergarse, trabaja mejor si se otorga un símbolo indicativo que la recompensa será recibida. Estos principios de refuerzo son aplicables en las Etapas I y II del proceso de ayuda y en las metodologías de solución de problemas y los programas de acción de la Etapa III. El Castigo: es un estímulo desagradable que sigue a una conducta, también es una forma de control conductual. En línea general: el castigo suprime conductas sin enseñar nuevas por sí misma. El castigo, habitualmente genera un clima emocional negativo que facilita la generalización de conductas no deseables, tendiendo el castigo a satisfacer las necesidades de desahogo del castigador más que las necesidades de crecimiento del que es castigado, por último, el castigo puede ser un factor presente en todas las etapas del proceso de ayuda. Eludir: refiere a las conductas de escape con el fin de eliminar el castigo. En línea general, eludir una situación dolorosa es en si un reforzador negativo, limitando los nuevos aprendizajes ya que la situación dolorosa no se revisa o re- examina. Habitualmente la intensidad de las emociones negativas vinculadas al castigo lleva a eludir situaciones similares, siendo esta conducta resistente a la eliminación ya que siempre ofrece recompensa, evitando el castigo, de esta forma, las personas aprenden las señales del peligro, indicadores de un posible castigo, eludiendo situaciones similares, explicando así, conductas que persisten sin ser reforzadas. Moldear: implica dar forma empleando un refuerzo de manera sistemática para aumentar y fortalecer conductas deseables. En línea general, este procedimiento en la orientación, se emplea a través de los pasos para el cambio, los cuales no deben ser, ni demasiado pequeños, ni demasiado exigentes, ya que, los fracasos de motivación y fuerza de voluntad del asesorado habitualmente se deben a procedimientos inefectivos para moldear, siendo los mismos aplicables a la eliminación de conductas. El cambio conductual y la reeducación emocional puede darse como resultado liberador del manejo apropiado de las destrezas de las Etapas I y II por parte del orientador, logrando abordar efectivamente la problemática del orientado y aunque por sí mismas, estas etapas puedan ser suficientes en algunos casos, no se puede esperar, aporten una solución completa a todos los problemas del orientado ya que muchos son motivados por fallas o inefectividad en sus actos, requiriendo una metodología para solucionar sus problemas, tratándolos de manera sistemática a fin de buscar caminos viables de acción. En este sentido, el método: Enfoque del análisis de campo de fuerzas en la resolución de problemas cuenta con pasos concretos: 1. Identifica y clarifica el problema, aquí el orientado con la ayuda del orientador presenta su problemática de manera que pueda ser solucionable, admitiendo que la problemática le pertenece, concretándola y dividiéndola en unidades. 2. Establece prioridades seleccionando los problemas que serán atendidos, buscando que: sean problemas controlables pudiendo manejarse con relativa facilidad, aportando un mejoramiento general, avanzando de las problemáticas menores a las más complejas y priorizando las situaciones de crisis. 3. Establece metas funcionales describiendo la meta como al orientado le gustaría que fuera, planteando la meta general y dividiéndola en sub- metas de manera específica, concreta, práctica y funcional siendo proporcional a los recursos del orientado, quien debe apropiarse de las mismas. Por último, las metas, al estar determinadas a la medida del orientado le permiten percibir sus progresos. 4. Hace un censo de los medios disponibles por el asesorado para alcanzar la meta, enumerando todas las fuerzas que le alejan de la meta y las que le acercan a la misma subrayando en cada lista las más importantes, enumerando también los posibles pasos de acción que puedan reducir o eliminar las fuerzas que le restringen o alejan de la meta. 5. Elige los medios más efectivos para alcanzar las metas establecidas, aquí el orientado recibe ayuda para elegir los programas de acción que serán los medios para alcanzar sus metas, estos deben: estar de acuerdo a los valores del orientado, ser prácticos con alta probabilidad de éxito y estar ordenados de manera que los pasos estén divididos de los más simples y manejables a los más complejos cuidando que ningún paso sea demasiado complicado de ejecutar. 6. Establece criterios que determinan la efectividad del programa de acción planteando la problemática con concreción de manera que, pueda ser medido y evaluado tanto por el orientador como por el orientado, ya que los resultados son la columna vertebral del proceso de refuerzo en la orientación. 7. Implementa los métodos que se eligieron para alcanzar las metas establecidas, en este punto las destrezas de la Etapa I continúan siendo el centro del modelo de desarrollo en la Etapa III, puesto que el orientado empieza actuar y con este movimiento se desvelan nuevos problemas u otras dimensiones de problemáticas ya exploradas y asociadas a este movimiento, experimentando los cambios de forma tanto benéfica como dolorosa, siendo importantes la escucha y atención de la Etapa I como instrumentos de refuerzo y apoyo. Por su parte, la Etapa II por medio de sus destrezas (empatía precisa avanzada, auto- compartir del orientador, proximidad y confrontación) engranada en la Etapa III, ayuda al orientado a entenderse pudiendo ver su necesidad de cambio impulsándole a formular e implementar programas de acción, por tanto, adiestrar al orientado en la metodología de solución de problemas complementa la labor en la Etapa III capacitándole para vivir de manera efectiva, adiestrándolo en el autocontrol y el manejo adecuado de lo que le sucede tanto en lo interno como en lo externo (sus antecedentes), así como los reforzadores positivos o negativos, el castigo que recibe (las consecuencias), aprendiendo la forma constructiva de controlar o relacionar sus antecedentes y consecuencias. Por último, existen precauciones ante los procesos de la Etapa III, donde el orientador ha de cuidar no ser dominado por el método, siendo demasiado metódico perdiéndose en los detalles sin avanzar a la acción, manteniéndose atento al accionar del orientado ya que el mismo, pudiera generar reacciones en su medio ambiente, requiriendo un cambio de las estrategias planteadas en aras de establecer un dialogo productivo entre lo planteado y la acción, sin descartar, que existen orientados que eligen no cambiar incluso después de haber presentado un buen desempeño en las Etapas I y II, expresando de manera directa o indirecta que no desean pagar el precio de la acción. En conclusión, el modelo de desarrollo es acumulativo, de manera que, todas las etapas incluyendo la fase de pre ayuda, suman y aportan los cimientos para que el orientado logre accionar de manera efectiva en la Etapa III, siendo un proceso complejo y demandante tanto para él, como para el orientador, donde el eje central es ayudar al orientado. Referencias
Egan, G. (1981). El orientador experto, un modelo para la ayuda sistemática la relación