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La evaluación conductual implica la recogida y análisis de la información y los datos con el fin de identificar
y describir los objetivos comportamentales (comportamientos a mejorar en los programas de modificación de
conducta), especificar las causas probables del comportamiento, elegir las estrategias de intervención más
adecuadas para modificarlo y evaluar los resultados del tratamiento.
Un programa satisfactorio de modificación de conducta suele incluir cuatro fases durante las cuales se
identifican, definen y registran los objetivos comportamentales:
a. Fase inicial de criba y recogida de datos para clarificar el problema y determinar quién debe realizar
el tratamiento.
b. Una línea de base o evaluación previa al tratamiento.
c. Una fase de tratamiento.
d. Una fase de seguimiento.
Las interacciones iniciales entre clientes y profesionales o instituciones pueden consistir en rellenar un
formulario de ingreso o historial personal, en que se solicitan datos generales: nombre, dirección, fecha de
nacimiento, estado civil, además de una breve exposición de la razones por las que se acude a la clínica o
servicio.
Hawkins (1979) comenta que cuando los clientes o los estudiantes acuden a una clínica o institución
académica, los profesionales suelen preguntarse si el centro es adecuado para el tratamiento del caso. De ahí
que en esta primera fase se realice una criba para determinar qué instituciones o terapeutas son idóneos para
intervenir el problema concreto planteado y decidir si se va a tratar el caso o se va a remitir a otros
profesionales. Una segunda función es informar a los clientes acerca de las normas y política del centro en
relación con la prestación de servicios. Una tercera función es dilucidar si se trata de una crisis o pone en
peligro a las personas, como sucede en los casos de abuso infantil o riesgo de suicidio, que requieren una
intervención inmediata. Para algunos terapeutas, la cuarta función de esta fase es recoger suficiente
información, a partir de la entrevista a los clientes y de pruebas psicológicas, como para establecer un
diagnóstico conforme a las categorías normalizadas de trastornos psicológicos recogidas en el DSM-IV-TR
de la Asociación Estadounidense de Psiquiatría (Diagnostic and Statistical Manual of Mental Disorders, 4.ª
ed. Revisada; American Psychiatric Association, 2000). Como indicamos en la Nota 1 del Capítulo 1, en
ocasiones son las clínicas, hospitales, colegios y otras instituciones quienes requieren estos diagnósticos antes
de comenzar cualquier tratamiento, y también las compañías de seguros médicos que cubrirán el coste del
mismo. Aunque el diagnóstico conforme al DSM-IV-TR es útil para planificar un abordaje en sentido amplio,
hay que tener presente que aporta información muy distinta a la obtenida en la evaluación comportamental.
Una quinta función de esta primera fase es determinar qué conductas se registrarán durante la línea de base.
Por ejemplo, un centro de orientación comportamental para alumnos con problemas de aprendizaje, podría
evaluar a una niña para determinar si sus habilidades académicas son tan inusuales que se beneficiaría de algún
programa que la escuela no proporcionara habitualmente. En este examen inicial, la institución podría
considerar diversos indicadores preliminares, desde los informes de los profesores hasta el cociente intelectual,
aunque por supuesto los terapeutas de conducta consideran estos datos como estimaciones poco refinadas de
la conducta y no como índices de rasgos subyacentes. Las pruebas tradicionales de inteligencia y otros rasgos
también se utilizan en el ámbito de la modificación de conducta, sobre todo para la criba y evaluación inicial,
pero los resultados no se interpretan en el sentido tradicional. También se emplean otros instrumentos de
evaluación que ayudan a descubrir comportamientos particularmente interesantes para la posterior
intervención, que comentaremos más adelante en este capítulo.
Durante la fase de línea de base, los profesionales evalúan el comportamiento de interés para determinar su
nivel y magnitud antes de la introducción del programa o tratamiento, además de analizar el entorno actual de
los clientes con el fin de identificar posibles variables que controlan la conducta a modificar. Se denomina
evaluación conductual a este examen de las posibles variables controladoras y lo comentaremos en más detalle
en el Capítulo 22.
La necesidad de llevar a cabo una línea de base se deriva de la importancia que se concede en modificación
de conducta a la medida directa del comportamiento de interés y al uso de los cambios en estas estimaciones
como el mejor indicador de que el problema se está resolviendo (véase Capítulo 1). Por ejemplo, si una niña
tiene problemas escolares, los terapeutas estarán más interesados en trazar una línea de base de excesos y
déficit comportamentales concretos que pudieran consistir en problemas de lectura, falta de atención o
agresividad con los compañeros, que en sus puntuaciones en pruebas de inteligencia, aunque tampoco se
desdeñe conocer estos datos.
Fase de tratamiento
Después de trazar una evaluación precisa durante la línea de base, los terapeutas diseñarán el programa para
lograr el cambio deseado de la conducta. En ámbitos educativos, estas intervenciones se denominan programas
de entrenamiento o de formación y en ámbitos comunitarios y clínicos, suelen denominarse estrategias de
intervención o programas terapéuticos.
Fase de seguimiento
Por último, la fase de seguimiento sirve para determinar si se mantienen las mejoras conseguidas en el
tratamiento una vez finalizado éste, ya que los modificadores de conducta consideran que el problema no está
resuelto si los logros no son permanentes.
En casos en que las intervenciones han manipulado varias conductas en un grupo es aconsejable y necesario
recoger información válida de seguimiento, que puede consistir en la observación precisa del comportamiento
en el ambiente natural o las circunstancias en que esperamos que ocurra. Si embargo, en otros casos, no es
posible hacer un seguimiento, quizá porque el programa se ha aplicado a todo un grupo escolar y se ha
prolongado durante meses, con lo que al terminar, los alumnos pasan a otro curso, dejan el colegio o
simplemente no están disponibles para participar en la evaluación de seguimiento. Dadas las circunstancias,
habría que renunciar a esta fase y sólo se podría registrar la comparación de los cambios producidos antes y
después del tratamiento.
La observación
intervalo parcial
Persistentes en el tiempo: intervalo momentáneo
Muestreo de situaciones:
Naturales (reduce la reactividad) o artificiales.
Preparación de observadores participantes.
Procedimiento e instrumentos
El registro continuo: recoge todas las apariciones del comportamiento durante un periodo de tiempo
específico.
El registro por intervalos. Aquí, se selecciona un bloque específico de tiempo:
Registro de intervalo parcial, en que se registra la aparición de la conducta de manera
dicotómica (se ha producido o no se ha producido), sin tener en cuenta la cantidad de veces
que haya ocurrido durante el intervalo, ni su duración.
Registro de intervalo completo. Con este acercamiento, se registra la conducta de interés sólo
si persiste durante el intervalo de tiempo completo.
El registro de muestreo temporal, en que se puntúa una conducta como presente o ausente durante
intervalos de tiempo muy breves que están separados entre sí por periodos de tiempo mucho más
largos.
El muestreo temporal momentáneo y consiste en el registro dicotómico (ocurre o no ocurre) de la
actividad en momentos concretos como, por ejemplo, a las horas en punto.
1. La definición de la respuesta puede ser vaga, subjetiva o incompleta, de forma que los observadores
tendrían problemas para hacer registros precisos.
2. La situación observacional podría dificultad la detección de la actividad debido a distractores u otras
obstrucciones al proceso, o debido a que la conducta sea demasiado sutil o compleja para ser analizada
con precisión en esa situación.
3. Los observadores pueden estar poco entrenados, poco motivados, mal predispuestos o ser
incompetentes. Se podrían añadir dos posibles fuentes de error: hojas de registro mal diseñadas o un
procedimiento de registro demasiado engorroso.
Debido a que una o la combinación de varias fuentes de error pueden estar presentes en cualquier proyecto de
modificación de conducta, los investigadores suelen llevar a cabo estimaciones de fiabilidad entre
observadores o jueces (FIO). Dos observadores independientes podrían registrar observaciones de la misma
conducta de la misma persona durante una sesión concreta, y ser cuidadosos para no influir ni enviarse señales
entre sí mientras registran, o copiarse mutuamente las observaciones.
Objetivo
Establecer relaciones de funcionalidad entre variables privadas y públicas que explican el mantenimiento de
la conducta, con el propósito de establecer metas terapéuticas y diseñar el plan de intervención.
Tareas