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En términos de la escala de complejidad social estimada para las sociedades del continente
americano para el año 1501, las comunidades indígenas istmeñas se encontraban a nivel
medio. Estaban reunidas en un buen número de socieda- des agrícolas que comprendían
desde cientos hasta varios miles de habitantes liderados por parentelas o «linajes»,
encabezados por caciques –hasta donde lo sabemos, siempre de sexo masculino–, que se
valían de sus habilidades políticas o guerreras para mantener su precario y a menudo
efímero poder. Los antropólogos suelen llamar «cacicazgos» a los territorios más
populosos. Andagoya y Oviedo, por su parte, destacaron la productividad de la agricultura y
la abundancia de la caza en «Burica». Se supone que los pueblos «muy fortalecidos... de
cavas y palenques de unos cardos muy fuertes y espi- nosos, entretejidos que hacían una
pared muy recia» estuvieron en la cordillera occidental de Chiriquí, arriba de los 1,000
metros, porque a Andagoya le llamaron la atención las «bellotas» de los encinos típicos de
los bosques montanos. Si se aplica un estimado de 2,500 m2 para una vivienda y su jardín,
habrían cabido allí 180 casas, las cuales de acuerdo a los resultados de las excavaciones
estaban bastante apiñadas. un promedio conservador de cinco personas por casa arrojaría
una población de 900 personas. A juzgar por los datos de campo arqueológicos citados
atrás, el curso bajo del río Santa María, que estaba controlado por Escoria, habría
albergado unas trece aldeas localizadas a intervalos de 3 km.
Aunque todas las sociedades humanas hagan ver su singularidad cultural o étnica a través
del idioma, la vestimenta, los adornos, las creencias religiosas y la conducta social, el
engranaje de estos factores es más complejo de lo que aparenta, siendo especialmente
difícil de reconstruir con datos arqueológicos y etnohistóricos en un área como Panamá,
donde se desconocían los sistemas de escritura antes del año 1501. Si bien las
comunidades precolombinas de Coclé, Veraguas y Azuero compartían la misma cultura
material, plasmada en la cerámica policromada del área cultural de «Gran Coclé», los
cronistas españoles observaron que cada territorio, o cacicazgo, dentro de esta zona
geográfica –por ejemplo, «Chirú», «Natá», «Escoria» y «Parita»– tenía lengua propia. Dicha
diversidad lingüística, conforme a lo que observaron los españoles, prevaleció, también, en
Chiriquí y en la costa del Caribe de «Veragua».
Al momento de su descubrimiento por los españoles, no es cierto que todo Panamá estaba
cubierto de «montes intransitables y de difícil acceso jamás hollados por la planta humana e
infestados de leopardos, tigres, leones, osos, monos multiformes y otros monstruos», como
nos quisiera hacer pensar Pedro Mártir. Ahora bien, es probable que, en 1501 sectores
amplios de las estribaciones del Caribe central, así como las cimas de las cordilleras y
trechos largos de la costa atlántica, fueran plenamente selváticos, como sucedía quinientos
años después, en 1901. La «tierra rasa y de sabanas» comenzó en «Comogre», cuya
ubicación y envergadura territorial dilucidamos atrás. Desde aquí hasta «Guararí» en la
costa sureste de Azuero, las tierras bajas eran «toda sábana sin montes más de las
arboledas que hay en las riberas de los ríos».
Agricultura, caza y pesca
Los campos cultivados y las huertas mantenidas por las aldeas y los caseríos en ambas
vertientes incluyeron una gran variedad de especies de plantas utilizadas, tanto para la
alimentación, como para hacer condimentos, medicinas, ungüentos, pintura vegetal y
muchas clases de utensilios.
Cultura Material
Materiales imperecederos, el barro, la piedra y el metal, dormían en hamacas, su forma de
vestir algunos hombres usaban cubrepene y los otros iban desnudos completamente, las
mujeres iban con un vestido de algodón tallado que les llegaba hasta los pies, sus casas
eran de madera, de cala y de hierva fuerte, las casas de los caciques eran muy bien
talladas arquitectura mente, los caciques usaban El Oro para distinguirse.
Los cronistas describieron varias categorías sociales de orden jerárquico. Tres términos en
el área donde se usaba la «lengua de cueva» –que ví, tiba y saco, y son traducidos al
español como «señor» o «principal». Es probable que los tres vocablos sean sinónimos en
tres idiomas diferentes. Otra categoría social de menor rango, cabra, se reservó para los
guerreros sobresalientes, los que podían aspirar a este título gracias a sus propias
habilidades e independientemente de su posición en la jerarquía hereditaria.
Guerra
Trueque
Oviedo destaca otro aspecto fundamental de la sociedad prehispánica al comentar que
«cuando los indios no tienen guerra, todo su ejercicio es tratar y trocar cuanto tienen uso
con otros...». Es importante medir objetivamente la envergadura geográfica de este trueque,
recordando que muchos territorios cacicales comprendieron franjas que se extendieron
desde costa a costa, o desde la cordillera hasta uno de los dos mares, por lo que los que
participaban en aquel no proceden necesariamente de grupos sociales foráneos, o
extranjeros. Mayor incertidumbre trae cualquier intento de determinar el nivel de
reciprocidad que gobernaba las relaciones comerciales descritas por los Colón en
«Veragua», donde, como señalamos atrás, hay evidencia de colonias de mercaderes
procedentes de Mesoamérica.
Areytos y memoriales
Desde luego, el asumir, por un lado, que se celebraba únicamente la balsería en Sitio
Conte, El Caño y Barriles, y, por el otro, el aseverar que un área cultural, cacicazgo, sitio
arqueológico o conjunto estilístico de artefactos cualesquiera, pertenecía específicamente a
las estirpes históricas de los doraces, buglé, ngäbe, teribe, guna o wounaan, sobrepasa con
creces el potencial de las disciplinas académicas que investigan sobre la historia profunda
de las sociedades originarias del istmo de Panamá.