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Pero la física también recibe ese tipo de críticas. En su libro de 2004, Las dudas de la física
en el siglo XXI: ¿Es la teoría de cuerdas un callejón sin salida?, Lee Smolin reprochó a la
profesión de la física haberse dejado seducir por teorías hermosas y elegantes (en particular,
la teoría de las cuerdas) más que por aquellas que pueden ser contrastadas mediante la
experimentación. De manera similar, en su libro de 2007, Not Even Wrong: The Failure of
String Theory and the Search for Unity in Physical Law (Ni siquiera un error: el fracaso
de la teoría de las cuerdas y la búsqueda de la unidad en la ley física), Peter Woit acusó a
los físicos de un pecado muy similar al atribuido a los economistas matemáticos.
Creo que la economía es un tanto más vulnerable que las ciencias físicas a los modelos
cuya validez nunca será clara, porque la necesidad de aproximaciones es mucho mayor que
en las ciencias físicas, especialmente porque los modelos describen personas en vez de
resonancias magnéticas o partículas fundamentales. La gente puede cambiar de idea y
comportarse en forma completamente distinta. Incluso tienen neurosis y problemas de
identidad, fenómenos complejos que desde el campo de la economía conductual se
consideran relevantes para entender los resultados económicos.
Robert J. Shiller
Robert J. Shiller, a 2013 Nobel laureate in economics, is Professor of Economics at Yale University
and the co-creator of the Case-Shiller Index of US house prices. He is the author of Irrational
Exuberance, the second edition of which predicted the coming collapse of the real-estate bubble,
and, most recently, Finance and the Good Society.
NOV 6, 2013
¿Es la economía una ciencia?
NEW HAVEN – Soy uno de los ganadores de este año del Premio en Ciencias Económicas
en memoria de Alfred Nobel y, por ello, agudamente consciente de la crítica a este galardón
por quienes afirman que la economía –a diferencia de la química, la física o la medicina,
para las cuales también se otorgan Premios Nobel– no es una ciencia. ¿Están en lo cierto?
Un problema que tiene la economía es que necesariamente se centra en la política, más que
en el descubrimiento de aspectos fundamentales. Nadie se preocupa demasiado por los
datos económicos, excepto para usarlos como guía para la política: los fenómenos
económicos no tienen para nosotros la misma fascinación intrínseca que las resonancias
internas del átomo o el funcionamiento de la vesícula y otros orgánulos de una célula viva.
Juzgamos a la economía por lo que puede producir. Así, la economía se parece más a la
ingeniería que a la física: es más práctica que espiritual.
El problema que una vez que nos centramos en la política económica, entra en juego mucho
de lo que no es ciencia. Se involucra la política y los gestos políticos son ampliamente
recompensados por la atención pública. El Premio Nobel está diseñado para recompensar a
quienes no buscan de atención mediante trucos y a quienes, en su sincera búsqueda de la
verdad, podrían de otra manera resultar desairados.
Los campos de acción que usan «ciencia» en sus títulos tienden a ser aquellos que logran
que las masas se involucren emocionalmente y en los cuales los lunáticos suelen tener
cierta influencia sobre la opinión pública. Estos campos incluyen la «ciencia» en sus
nombres para distinguirlos de sus primos de dudosa reputación.
La denominación ciencia política ganó popularidad por primera vez a fines del siglo XVIII
para marcar diferencias respecto de los tratados partidistas cuyo propósito era ganar votos e
influir, en vez de buscar la verdad. La expresión ciencia astronómica era común a fines del
siglo XIX, para marcar diferencias frente a la astrología y el estudio de los mitos antiguos
sobre las constelaciones. La ciencia hipnótica también se usó el siglo XIX como expresión
para distinguir el estudio científico del hipnotismo de la brujería o el trascendentalismo
religioso.
Esos términos eran necesarios en aquel entonces porque sus lunáticos homólogos ejercían
un influjo mucho mayor sobre el discurso general. Los científicos tenían que anunciarse sí
mismos como tales.
De hecho, incluso la expresión ciencia química disfrutó cierta popularidad en el siglo XIX
–una época en que ese campo buscaba distinguirse de la alquimia y la propaganda sobre
panaceas de charlatanes. Pero la necesidad de usar ese término para distinguir a la ciencia
verdadera de la práctica de los impostores ya estaba diluyéndose para cuando se
implementaron los Premios Nobel, en 1901.
Pero la física también recibe ese tipo de críticas. En su libro de 2004, Las dudas de la física
en el siglo XXI: ¿Es la teoría de cuerdas un callejón sin salida? , Lee Smolin reprochó a la
profesión de la física haberse dejado seducir por teorías hermosas y elegantes (en particular,
la teoría de las cuerdas) más que por aquellas que pueden ser contrastadas mediante la
experimentación. De manera similar, en su libro de 2007, Not Even Wrong: The Failure of
String Theory and the Search for Unity in Physical Law (Ni siquiera un error: el fracaso
de la teoría de las cuerdas y la búsqueda de la unidad en la ley física) , Peter Woit acusó a
los físicos de un pecado muy similar al atribuido a los economistas matemáticos.