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MICHELS Y SU ELITISMO SEGÚN LA “LEY DE

HIERRO DE LA OLIGARQUÍA”

Endika Tapia López


4 º C.C.P.P. Y de la Admon.
Índice de contenidos

Introducción… págs. 1 -2

Biografía… págs. 1 - 3

El pensamiento de Robert Michels: La Ley de hierro de la oligarquía… págs. 3 - 9

Conclusiones… págs. 9 – 11

Citas… Pág. 11
Introducción

La teoría clásica de las élites parte, como nexo común entre sus teóricos, de la inevitabilidad de un
pequeño grupo de élite dominante en toda sociedad. Como hemos visto en clase, sus representantes
principales, son Pareto, Mosca y Michels. En sí misma, esta corriente supone una crítica al
marxismo, ya que para el elitismo clásico “era la negación de esta desigualdad inevitable –
refiriéndose a los recursos económicos - y la creencia de alcanzar una sociedad sin clases lo que
otorgaba al marxismo el carácter de una seudocientífica que ocultaba su intencionalidad
ideológica tras una terminología científica” i, o, en palabras del propio Michels “La riqueza social
no puede ser administrada de forma satisfactoria sino mediante la creación de una burocracia
numerosa. Todo esto nos conduce, por una lógica inevitable, a la negación categórica de la
posibilidad de un Estado sin clases” ii, pero también hacia la democracia como forma de gobierno.
Esto, ha provocado que la lectura de estos autores, se asimile al fascismo, pero la realidad es más
compleja, y sería más correcto decir que simplemente ponían de relieve que en las democracias
representativas institucionalizadas, al final eran unos pocos los que tenían las riendas del poder y
por lo tanto de la toma de decisiones, y eso iba en contra del concepto rousseauniano de democracia
entendido como soberanía popular. También conviene colocar a estos autores en su contexto, que no
es otro que el del nacimiento de los partidos de masas, y del aumento del poder e influencia de los
medios de comunicación, que les llevaba a tener una visión pesimista del ser humano o, cuanto
menos, a sentir añoranza por el pasado que ellos habían conocido y que en ese momento estaba
amenazado.

En cuanto a mi motivación a la hora de centrarme en la figura de Michels, he de decir que se debe a


dos factores. En primer lugar, a que me da la sensación de que este autor está un poco más ignorado
respecto a los otros dos padres fundadores del elitismo clásico, que conforman lo que en muchos
sitios, – como por ejemplo en el Diccionario Crítico de las Ciencias Sociales -, han convenido en
llamar la escuela italiana de las élites, y por lo tanto me parece de interés indagar en esta figura más
“desconocida”. En segundo lugar, se debe a que su obra tiene un rasgo original y diferenciador
respecto a Mosca y Pareto, y es que Michels, se centra en el ámbito de las organizaciones para
formular su teoría de las élites, si bien es innegable que también tiene otros aspectos que son
influencia de ambos.

Además, también me gustaría poner de relieve que considero que algunas de las tesis de este autor
están de rabiosa actualidad en cuanto a que estamos viviendo un momento histórico en el que la
crisis de confianza en las instituciones y partidos políticos está a la orden del día y va en aumento,
ya que se percibe a los partidos como organizaciones lentas incapaces de responder a las nuevas
demandas sociales, cuyas élites están demasiado ocupadas perpetuando su poder.

Biografía

Antes de entrar en materia propiamente dicha, me parece interesante hacer un breve resumen sobre
la vida de Robert Michels para poner en contexto sus ideas.
Michels fue un sociólogo alemán que nació el 9 de enero de 1876, más concretamente en la ciudad
de Colonia, en un entorno familiar acomodado económicamente hablando, y es que sus padres
fueron unos ricos mercaderes.
Su formación académica e intelectual, en buena parte gracias a ello, fue rica en matices e
internacionalista, ya que tuvo la fortuna de poder estudiar en Inglaterra, Francia, Alemania e Italia,
recibiendo clases de los grandes, entre los que cabe destacar a Max Weber, de quien se le
consideraba un destacado pupilo.

Una vez acabada su formación, inició su carrera docente, para más señas en la universidad alemana
de Marburgo, dentro del Estado federado de Hesse, aunque lo cierto es que su carrera como
profesor se vio truncada en dicho país debido a su activismo político en el SPD (partido
socialdemócrata alemán), del que fue militante, apoyando al ala más radical izquierdista, y sobre el
que el elevado conocimiento organizacional – llegó a ser delegado en varios de sus congresos -,
pudo usar como base empírica para su principal contribución a la ciencia política, su obra de 1911,
titulada “Los partidos políticos: un estudio sociológico de las tendencias oligárquicas de la
democracia moderna”.
Ésta circunstancia, le llevó a dedicarse a la docencia en Italia, en la Universidad de Turín, donde
enseñó ciencia política, sociología y economía hasta 1914, para, en ese mismo año, ir a impartir
clase a la Universidad suiza de Basel.

En cualquier caso, los inconvenientes que le causó su condición de militante político no


interrumpieron su etapa activista, ya que en Italia se unió al brazo más sindicalista e izquierdista
vinculado al Partido Socialista Italiano.
Tras esta etapa, acabó por quedar desencantado con los partidos socialdemócratas, ya que fue
testigo de su derechización, y de cómo también en ellos se generaban las oligarquías que los
controlaban perpetuando su poder.
Así pues, acabó por incorporarse al Partido Nacional Fascista de Benito Mussolini, ya que “el
autodidactismo y el diletantismo de Michels se encaminan cada vez más decididamente a la
búsqueda de un hombre fuerte capaz de estabilizar el orden social y de extirpar las teorías
socialistas” iii, y vio en la figura de dicho dirigente un carisma y una conexión con la clase obrera
que, de alguna manera, consideraba que podía llevar a lograr un gobierno real de clase obrera sin
intermediación política burocrática.

Finalmente, a pesar de su marcha de Italia para enseñar economía en Suiza, los últimos años de
Michels quedaron marcados por su regreso a Italia para ser profesor de la misma materia y también
de historia de las doctrinas en la Universidad de Perugia. Su vida llegó a su fin, de hecho, en dicho
país, el 3 de mayo de 1936, en la ciudad de Roma.

El pensamiento de Robert Michels: La Ley de hierro de la oligarquía

Como ya he comentado en el apartado anterior, es en la obra dividida en dos volúmenes y titulada


“Los partidos políticos: un estudio sociológico de las tendencias oligárquicas de la democracia
moderna”, donde Michels habla sobre las élites y enuncia su famosa ley.
Antes de entrar en comentar más en profundidad el pensamiento de Michels, me parece interesante
ver cómo algunos autores resumen esta obra y su ley, con frases como “Michels pretendía
demostrar que todas las organizaciones estaban sujetas a dominación oligárquica. Para ello
examinó un caso extremo: los partidos socialistas, que teóricamente pretendían regir su actividad
por el principio de democracia interna. En el seno de toda organización existirían dos fenómenos
interrelacionados: la jerarquía y la burocracia. La complejidad de las organizaciones comportaba
la aparición de especialistas en resolver las cuestiones que las mismas generaban. Estos
especialistas gozarían de una superioridad técnica sobre la que fomentar su poder y su capacidad
de liderazgo se basaría en el manejo de datos que escaparían a los miembros de base. Junto con
esta superioridad técnica, perfiló la necesidad psicológica de las masas de tener líderes a los que
venerar. Esa conjunción llevó a Michels a negar la posibilidad de sistemas democráticos en las
sociedades de masas… y a ser conocido como el inventor de la Ley de hierro de la oligarquía”iv, o
como esta otra “El principio fundamental sobre el que finca toda su construcción se resume en el
siguiente fragmento de su obra “la organización es lo que da origen a la dominación de los
elegidos sobre los electores, de los mandatarios sobre los mandantes, de los delegados sobre los
delegadores. Quien dice organización dice oligarquía” v, expresión ésta que se conoce
académicamente como Ley de hierro de la oligarquía”.

Sería un error pensar que lo que dice Michels en el mencionado libro tan sólo lo aplicaba al SPD o a
los partidos socialistas en general, y es que, puede que Michels tome ejemplos de los que es
excelente conocedor, pero su visión pesimista y crítica se extiende a toda organización y a la
sociedad en su conjunto. Por ello, me parece más adecuadamente descriptivo el subtítulo de su libro
en la versión inglesa, que no es otro que “el estudio sociológico de la emergencia del liderazgo, la
psicología del poder y las tendencias oligárquicas de la organización”.

Dicho ésto, es innegable que Michels está influenciado al menos en lo esencial por los dos grandes
del elitismo clásico, Mosca y Pareto. Concretamente, se trataría de la creencia en la inevitabilidad
de las élites y en la circulación de las mismas, la crítica al socialismo y a la democracia, e incluso el
menosprecio por las masas – el grado del mismo dependerá de según cuál de los tres elitistas
clásicos tratemos - salpicado todo ello con tintes de darwinismo aplicados al ámbito de las ciencias
sociales. Sin embargo, pararse aquí, sería quedarse en lo superficial, y resulta conveniente rascar en
su pensamiento, que es ahí cuando afloran las diferencias. Podría ponerse de ejemplo de ésto, antes
de analizar más detenidamente la Ley de hierro de la oligarquía, la mención a que para Pareto, las
élites equivalen a los mejores, los más capaces, y, por lo tanto, tienen un carácter positivo, mientras
que para Robert Michels, el autor que he elegido, que se refiere a ellas como oligarquía, tienen un
carácter opuesto, negativo, ya que serían un lastre para la democracia.

Como punto de partida, resulta interesante cuestionarse por qué Michels, a diferencia de Pareto o de
Mosca, no toma como eje a las élites en sí mismas, sino que lo hace con las organizaciones. La
respuesta a esa pregunta se encuentra en la influencia de Max Weber, para quien los seres humanos
necesitan estructuras organizativas para actuar en cualquier esfera de la vida. , y esa influencia, no
es de extrañar teniendo en cuenta que éste fue su profesor.
Si Michels eligió el PSD para la escritura de su obra, fue, aparte de por su conocimiento de primera
mano del mismo, porque los partidos socialistas le parecían el ejemplo por excelencia para dar
credibilidad a sus tesis, y es que, si en los partidos socialistas que se supone que buscaban acabar
con la burocratización y con las élites y aspirar a una sociedad justa, igualitaria, sin clases e
internacionalista, acababan dándose los fenómenos de jerarquía y burocratización – ambos
antidemocráticos en el sentido estricto -, ¿qué tipo de organizaciones se van a librar de este
fenómeno? Para Michels, la respuesta, es que ninguna (como ya había señalado al principio de este
apartado a través de citas de otros autores o de él mismo.

Por supuesto, todo ésto, tiene un proceso concreto que Michels detalla, y es que, de entrada, para él,
las organizaciones no son anti democráticas, si no que nacen aglutinando una serie de valores y
buscan alcanzar determinados fines, y los dirigentes son elegidos de forma democrática. El
problema vendría más adelante, cuando éstas van creciendo en tamaño, ámbitos de actuación, etc,
que es cuando se vuelven más complejas, y por lo tanto se empieza a dar una división del trabajo,
una especialización, la conformación de una élite que tiende hacia la casta cerrada y que se vuelve
conservadora y busca permanecer en el poder de las mismas.

Este autor, explica el porqué del surgimiento de una oligarquía en toda organización – minoría
organizada que domina a la la mayoría desorganizada - en base a causas técnicas y psicológicas.
En cuanto a las primeras, Michels dice que lo que sucede es que toda organización acaba teniendo
una especialización de funciones, y por lo tanto necesita de los líderes y burócratas expertos “A
medida que se desarrolla una organización, no sólo se hacen más difíciles y más complicadas las
tareas de administración, sino que, además aumentan y se especializan las obligaciones hasta un
grado tal que ya no es posible abarcarlas de una sola mirada” vi. Estos expertos serían los
dirigentes, que controlan tanto el ámbito interno del partido y el externo, además de desarrollar
habilidad políticas y una amplia circulación de prensa. Mientras tanto, las bases, no tienen el tiempo
ni los recursos de conocimiento especializado que tienen esos dirigentes, y por lo tanto, les es
imposible ejercer una función de control sobre ellas “... tanto menos eficiente el control ejercido por
la masa y tanto más reemplazado por el poder creciente de las comisiones” vii. Ante esa situación,
los que se han convertido en dirigentes, pueden beneficiarse de esa ventaja respecto a las bases para
perpetuar su poder político.

En lo que respecta al factor psicológico, me parece aún más interesante que el técnico. Para
empezar su lectura, en cuanto a las bases o la mayoría, Michels dice que son incompetentes – por lo
tanto un pilar sobre el que el líder afianzaría su autoridad - e incapaces de gobernarse, y que, por lo
tanto, el liderazgo no les es algo impuesto, sino que lo necesitan a modo de apoyo, pero también se
da porque necesitan reconocer la superioridad de un líder (lo que él llamará “culto a la veneración
de los líderes”) y mostrar gratitud “Hay otro factor, de aspecto moral más importante, que
contribuye a la supremacía del líder: es la gratitud que experimenta la multitud hacia quienes
hablan o escriben en su defensa” viii. También dice de la masa que es es esencialmente
conservadora, y por eso tienden a afianzar a la minoría en sus puestos de dirección.
Además, señala que dentro de la masa, pocos se preocupan por la res pública en la sociedad en
general, y que eso tiene similar reflejo en el interior de los partidos democráticos, y lo señala
diciendo “Cuando terminan su jornada de trabajo, los proletarios sólo piensan en descansar, y en
meterse a la cama temprano. Quienes ocupan sus lugares en las reuniones son los pequeño
burgueses, los empleados, los intelectuales jóvenes y que no se han hecho aún una posición dentro
de su propio círculo, gente gustosa de que se la considere como auténticos proletarios, y miembros
de la gloriosa clase del futuro” ix.
Sin embargo, la psicología juega en los dos sentidos, es decir, que no sólo incumbe a la parte de la
masa, sino también a la parte de la minoría que, una vez en sus puestos de dirigentes electos
democráticamente, cambia. Las palabras que usa el propio autor para definir la nueva psicología de
esta minoría serían las siguientes: “Cuando en cualquier organización la oligarquía ha alcanzado
un estado avanzado de desarrollo, los líderes comienzan a identificarse consigo mismo, no sólo las
instituciones partidarias, sino también la propiedad del partido” x y “El burócrata se identifica
completamente con la organización, y confunde sus propios intereses con los de ella. Toma toda
crítica objetiva como una afrenta personal. Esta es la causa de la incapacidad evidente de todos los
líderes partidarios para prestar una atención serena y justa a las críticas” xi. En otras palabras, los
líderes se comienzan a creer los amos del partido y creen que sus intereses personales y los del
partido coinciden, y a partir de ese momento, no saben encajar las críticas. Michels también apunta
que los líderes sufren una fuerte carga en los partidos democráticos de las sociedades de masas, que
no llevan una vida tranquila, y que además, se tienen que hacer cargo de guiar a esa masa
irresponsable y enfrentarse a su opinión fluctuante.
Para perpetuar su poder, entre otras cosas, lo que hacen estos líderes, es desmovilizar a la masa, así
como valerse de la ideología para defender sus intereses.
También destaca que no cualquiera puede ser un líder, una parte de esa minoría dirigente, ya que la
masa espera encontrar ciertas cualidades en sus líderes. Cabe destacar en primer lugar la
popularidad (celebridad es el término exacto que utiliza), y después otras cualidades como la
oratoria, una firme voluntad, un conocimiento que impresione a la masa, el poder de convicción y,
en último lugar y de forma excepcional, el desinterés y la bondad de corazón.
En este nuevo estado psicológico, añade Michels que la relación entre líderes y masas de la
organización, se transforma. Lo que sucede, es que “el representante, orgulloso de su condición de
indispensable, se transforma con facilidad de servidor en amo de su pueblo” xii, lo cual lo aplica
también al ámbito del partido y su militancia, diciendo que la dependencia es aún más aguda, por lo
que “Las masas están mucho más sujetas a sus líderes que a sus gobiernos, y soportan abusos de
poder de los primeros, que nunca tolerarían a estos últimos” xiii.

En cuanto a la circulación de élites, Caparrós explica de forma concisa y clara qué significa para
este elitista en la siguiente cita: “La lucha entre élites, por lo demás, nunca termina con la total
derrota de una de ellas. Como el propio Michels señala “el resultado del proceso no es tanto una
circulación de élites -como sostiene Pareto-, cuanto una reunión de las élites, una amalgama de
élites” xiv.
Michels creía en que el liderazgo, era en sí mismo dentro de estas organizaciones, algo estable, y
sobre todo en el caso de los funcionarios por encima de los líderes en general.
El tema financiero no pasó desapercibido para este elitista clásico, y es que, al reflexionar sobre
ello, vio que era necesario una buena retribución para los dirigentes, tanto porque lo merecen por su
trabajo, como por que no se puede confiar únicamente en el idealismo desinteresado de las
personas. Sin embargo nos advierte de que la dependencia financiera del partido es una traba a la
organización, ya que los que dependen de ese salario serán los más conservadores y “fiscalizan las
fuerzas económicas del partido” xv, siendo esto algo que, por lo tanto, fomenta la burocratización de
la organización.
Por supuesto, Michels reconoce que todo no va a ser una amalgama de élites, sino que también
puede haber conflicto abierto. Según él, puede darse una lucha entre líderes y masas, y los primeros,
tienden a aparcar diferencias, estar unidos y resistir contra las masas. Añade que estas revoluciones
suelen ocurrir cuando los líderes fuerzan la política hasta un punto de ruptura social.
Lo relevante, para él, es el enfrentamiento entre líderes – por motivos ideológicos y de medios, o
motivos personales, que pueden confundirse -, que se valen de las masas en su lucha.
En ese conflicto, Michels dirá que los adversarios pueden adoptar técnicas de desprestigio de su
oponente, o bien reconciliatorias, éstas últimas consisten en ofrecer “altos cargos y honores”, en
puestos de segundo nivel, para apaciguar al rival.
Sea como sea, insiste en que en estas situaciones, cuando hay un cambio de liderazgo, en ciertas
ocasiones “vemos que sufren una transformación que los hace muy semejantes a los tiranos
destronados” xvi.
Debido a estos conflictos por el poder, dice en su obra que en el interior de las organizaciones hay
una lucha latente y una desconfianza recíproca entre líderes.
Este teórico del elitismo clásico, advierte que, si bien es cierto que se da tendencia a la
descentralización burocrática con el fin de tener una única oligarquía demasiado poderosa, esto
supone la aparición de muchas oligarquías pequeñas no menos poderosas dentro de su ámbito de
actuación y que, por lo tanto “el predominio de la oligarquía en la vida partidaria, sigue siendo
indestructible” xvii. En cualquier caso, añade que las organizaciones políticas que aspiran a
conseguir el poder, necesitan de una estructura burocrática fuerte, un esquema centralizado que no
deja de ser una reproducción a pequeño tamaño del modelo de Estado que aspiran a derrocar en un
principio, pero que acaba quedando en una meta de introducir personas del partido en los cargos
institucionales y a introducir ideas del partido en el mismo.

Finalmente, en cuanto al liderazgo, Michels dice que, en efecto, es antidemocrático, pero que, en
cualquier caso, es necesario en cualquier forma de vida social, ya que para él, como se ha
comentado antes, la masa tiene unas causas psicológicas de necesidad de liderazgo, y además, los
líderes tendrían como medio de dominio principal las mentes mejor construidas. Dicho esto, cabe
señalar que, para este autor del elitismo clásico, la democracia no se interpreta en clave ideológica,
sino que es en sí misma una forma de elección de liderazgos, reproduciendo sus palabras
literalmente “El asunto estriba en que la democracia es sólo una forma de organización, y en
cuanto deja de ser posible armonizar la democracia y la organización, es preferible abandonar ésta
y no aquella” xviii , pero si bien critica sus debilidades, no está en contra de ella, y, es que, al final de
su obra, anima a profundizar en la búsqueda de la democracia como una vía para evitar el retorno de
la aristocracia y para “lograr fértiles resultados en el sentido democrático” xix.

Por ello, considero que, durante esta etapa, es claro que Michels no se abstiene de ser crítico con la
calidad democrática de las organizaciones en las sociedades de masas, pero no es en absoluto anti
demócrata.

Más tarde, si bien es cierto que acabó siendo miembro de los fascistas italianos y mantuvo estrecha
relación con Mussolini, considero que se debe más a que Michels se sentía fascinado por la
personalidad y cualidades de liderazgo de dicho personaje, además de por su experiencia de
desencanto con los partidos socialistas, que por el hecho de estar en contra de la democracia.
Además, Michels tenía la utópica esperanza que, por la cercanía que tuvo Mussolini con la clase
trabajadora y por la simpatía que levantaba, su liderazgo supusiese la forma más factible de lograr
lo más cercano posible a un gobierno del proletariado sin una férrea burocracia.
En cualquier caso, es innegable que el régimen uso a este sociólogo como teórico oficial para
justificar muchas de sus acciones y opiniones, y, de hecho, Michels acabó por ser nombrado rector
de la Universidad de Perugia por el propio Mussolini en persona.
Como señalan distintas fuentes, en la etapa fascista de Robert Michels, éste hacía énfasis en la
autoridad – que como ya se ha comentado, para él surge por la mezcla de factores que se dan con el
liderazgo moral de unos pocos y la necesidad de la masa de ser guiada -, y en el carisma. En cuanto
a éste último, cabe decir que “De la misma forma, el concepto weberiano de carisma, definido
originalmente en términos no ideológicos, fue interpretado por Michels con el objeto de legitimar
la dictadura de Mussolini” xx.
Por lo tanto, podríamos decir, que en esta etapa, Michels es cuando más deja entrever un lado
antidemocrático, recuperando sus influencias de Pareto y de Mosca, así como tomando y adaptando
a los intereses de la causa fascista algunos conceptos de su antiguo tutor, Weber, y haciendo una
auténtica apología del darwinismo social que legitimaría la dictadura del líder fascista.
Sin embargo, a mi juicio personal, si bien en su etapa de su obra los partidos políticos invitaba a
ahondar en la mejora de lo democrático, tampoco acaba de sorprender este cambio en él, y es que en
ella ya hablaba en términos darwinistas cuando hablaba de la élite, y del liderazgo y sus cualidades,
por no mencionar el hecho de que en una parte de ella, también contempla lo que él llama ideología
bonapartista, que, en sus palabras, es “la teoría del dominio individual originado en la voluntad
colectiva, pero que tiende a emanciparse de esa voluntad y volverse, a su turno, soberano … Es la
síntesis de dos conceptos antagónicos: la democracia y la autocracia” xxi. Es cierto que en éste
momento Michels no defiende un liderazgo de tipo autocrático, pero admite la posibilidad de que se
dé, y eso es lo que en cierta forma ocurrió con el fascismo, que Mussolini, por su capacidad de
liderazgo carismático y su oportunismo político, logro atraer la aceptación de diversos sectores
sociales y la no oposición de otros. De hecho, es innegable que asumió el poder porque el Jefe de
Estado de ese momento se negó a firmar el decreto por el que permitía al gobierno sacar al ejército
a las calles para luchar contra los milicianos fascistas, y de hecho, le traspasó el gobierno a su líder,
por lo que la dictadura como tal, no adquiriría forma ipso facto, si no que se concretaría con una
serie de acciones de represión y con la aparición de leyes que no hacían si no ampliar los poderes de
Mussolini y crear órganos y estructuras que beneficiasen a sus partidarios, que sería el momento en
el que se da esa emancipación de la voluntad colectiva a la que se alude en la ideología
bonapartista. Ésto, precisamente, cuaja con el hecho de que el propio sociólogo dijese del Duce que
emanó de la voluntad del pueblo y que luego, en base a eso, extendió su legitimidad a todo el
sistema político italiano.

Conclusiones

Resultaría absurdo negar que, mayoritariamente, las etiquetas de fundadores y la fama dentro de lo
que es la escuela elitista clásica, se la quedan Pareto y Mosca, quedando Michels relegado.
Esto ocurre porque, por una parte, la obra de Michels es menos amplia en cuanto a lo que abarca
respecto a los otros dos autores, pero por otra parte, también por el hecho de que su apoyo explícito
y militancia en el partido fascista italiano ha repercutido negativamente a la difusión de su obra.
En mi opinión, si bien es condenable su apoyo a la causa fascista y me parece de poco interés la
parte de su obra encargada de legitimar el régimen de Mussolini, me parece una lástima que no se
haya tenido en cuenta la obra de este sociólogo previa a esa etapa, aunque afortunadamente parece
que en los últimos años se ha estado recuperando su legado académico, como por ejemplo hace el
politólogo Linz.

Por lo general, la visión de las élites (oligarquía como las denomina Michels) esbozada en su obra
de los partidos políticos, si bien es pesimista, me parece muy interesante y bastante realista, además
de ser vigente hasta un punto que llega a resultar preocupante.
En lo interno, si se es militante de una organización política de la sociedad actual, se reproducen
exactamente punto por punto los análisis de este sociólogo. Existe un aparato central que controla
todo, y también existen las élites territoriales, con igual poder dentro de su ámbito de actuación, y la
toma de decisiones corresponde a esas élites de los niveles superiores, y, de forma puntual, a los
congresos o comités (eso sí, cómo no, a través de delegados, por lo que quedan bastante al margen
las bases), y, efectivamente, se ve cómo esa oligarquía partidaria se obceca en mantener el poder a
toda costa, incluso aunque suponga un peligro de muerte para la organización. Además, se observa
la clara profesionalización a la que alude Michels – no hay más que ver que se pueden encontrar
expertos en manejo y conocimiento de los estatutos, expertos en materia de campaña electoral, etc -
, así como la “adoración” a la figura del líder, o la elevada dependencia económica de los dirigentes
y su cohorte del partido.
Por otra parte, la circulación de élites es claramente escasa, y cuando se da una oposición a los
dirigentes de turno, se ve cómo, efectivamente, el desprestigio del opositor mediante diversas
técnicas o la cooptación, son los mecanismos seguidos para quitarse del medio esos obstáculos para
la conservación del poder, que no es otra cosa que lo que él llama una amalgama de élites.

En lo que respecta al ámbito exterior, Michels tampoco anda muy desencaminado, aunque quizás sí
que convenga matizar ciertos aspectos dentro de nuestro contexto. Es bien cierto que, la sociedad,
está desencantada con la “élite política”, e incluso puede decirse que con los políticos o
involucrados en la esfera política , y en mi opinión, eso no es sino el reflejo de los casos de
corrupción y de la incapacidad de los partidos de masas por su compleja estructura y elevada
burocratización, que sea casi imposible dar satisfacción a las nuevas demandas ciudadanas, ya que,
por una parte los partidos parecen haber perdido el rumbo ideológico y, por otra parte, su
complejidad les hace ser lentas maquinarias que van a rebufo de la sociedad en lugar de llevar la
delantera, lo cual se pone especialmente de relieve en una era donde las TIC permiten a la
ciudadanía informarse, opinar e interactuar de manera instantánea.
Sin embargo, sí que discrepo con él en cuanto a la masa, ya que cada vez ésta está más involucrada,
o al menos interesada, por seguir de cerca los asuntos políticos, lo que creo que puede explicarse
como resultado de lo anterior, y porque la clase política ha llegado a forzar hasta un punto crítico la
cohesión social – recordemos que Michels decía que es en ese caso cuando puede darse una
verdadera revolución por parte de la masa en contra de los líderes -.
Para acabar, también discrepo en este contexto con la afirmación de Michels sobre que los líderes
se unen para evitar su caída. En nuestro contexto, al menos, da la sensación de que están más en un
sálvese quien pueda, y que están ante una situación que no saben bien cómo encarar, y es que tienen
en contra a la sociedad en general, pero también a buena parte de la militancia que no comprende
cómo no reaccionan ante una situación tan grave y cómo han podido consentir ciertas aberraciones
que incluso atentan con la supuesta línea ideológica de los partidos y que son indignas de un Estado
de Bienestar.

Citas

i
Varios autores “Manual de Ciencia Política”, Tecnos, Madrid, 1996.
ii
Michels, Robert “Los partidos políticos. Un estudio sociológico de las tendencias oligárquicas de la democracia
moderna”, Amorrortu editores, Buenos Aires, 1991.
iii
Rodríguez Zúñiga, Luis, “Élites y democracia”, Fernando Torres (editor), Valencia, 1976.
iv
Varios autores “Manual de Ciencia Política”, Tecnos, Madrid, 1996.
v
Hernández, María del Pilar, “Democracia interna: Una asignatura pendiente para los partidos políticos en México”, en
Hernández, María del Pilar, “Partidos políticos: Democracia interna y financiamiento de precampañas”, VII Congreso,
México D.F, UNAM, 2002, 102.
vi
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xiii
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xiv
Caparrós Valderrama, Rafael (2008): "Robert Michels y las teorías elitista-competitivas de la
democracia". Entelequia. Revista Interdisciplinar, 06, Primavera 2008. Págs. 207-242.
xv
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xix
Michels, Robert “Los partidos políticos. Un estudio sociológico de las tendencias oligárquicas de la democracia
moderna”, Amorrortu editores, Buenos Aires, 1991.
xx
Losito, Marta y Segre, Sandro, “Acerca de la relación entre la sociología italiana y el fascismo”, en Estudios
sociológicos. México, D.F.: El Colegio de México, Centro de Estudios Sociológicos. ISSN 0185-4186. v. 6, no. 18
(sept.-dic. 1988), p. 491-516
xxi
Michels, Robert “Los partidos políticos. Un estudio sociológico de las tendencias oligárquicas de la democracia
moderna”, Amorrortu editores, Buenos Aires, 1991.

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