Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
¿Sabía usted que la Biblia habla acerca de algo llamado transformación? Esta palabra se
encuentra en estos dos versículos del Nuevo Testamento:
2 Corintios 3:18: Mas, nosotros todos, a cara descubierta mirando y reflejando como un espejo la
gloria del Señor, somos transformados de gloria en gloria en la misma imagen, como por el Señor
Espíritu.
Romanos 12:2: No os amoldéis a este siglo, sino transformaos por medio de la renovación de
vuestra mente, para que comprobéis cuál sea la voluntad de Dios: lo bueno, lo agradable y lo
perfecto.
Entonces, ¿qué significa ser transformados para nosotros los creyentes? ¿Cómo podemos
experimentar la transformación en nuestra vida cristiana?
Lo que la transformación no es
La transformación no es un cambio que surge simplemente al hacer el bien o mejorar nuestro
comportamiento. Por ejemplo, una mujer malnutrida que se ve enfermiza y pálida puede tratar de
mejorar su apariencia poniéndose maquillaje. Aunque pareciera estar más saludable, el cambio es
sólo cosmético, algo externo.
Si esta mujer, en cambio, comiera comida saludable y nutritiva, ocurriría un cambio muy notable y
duradero. Su complexión mejoraría y su cuerpo sería fortalecido. Finalmente, su apariencia
saludable no sería el resultado de algo que hizo externamente, sino de un cambio desde adentro
como resultado de un proceso orgánico y metabólico.
Intentar comportarse como Cristo es como aplicar maquillaje: nuestra condición interna permanece
igual, pero intentamos cubrirla al hacer buenas obras o al mejorar nuestra conducta. Como
resultado, lo que las personas ven no es a Cristo mismo expresado en nuestro vivir, sino a
personas malnutridas espiritualmente esforzándose por imitarlo a Él.
La transformación genuina es diferente. Un cambio interno toma lugar en nuestro ser a medida que
tomamos a Cristo como nuestro alimento y bebida espiritual. Mientras comemos, permitimos que la
vida divina en nosotros opere, y nuestra “apariencia” mejora gradualmente hasta que
espontáneamente comenzamos a expresar a Cristo más en nuestra vida diaria.
No podemos transformarnos simplemente al tomar la decisión de hacerlo. Pero como nos dice
Romanos 12:2, podemos ser transformados. Es decir, podemos cooperar con el Señor para permitir
que este proceso de transformación se lleve a cabo en nosotros.
A fin de cooperar con este proceso metabólico de transformación, necesitamos tomar a Cristo como
nuestro alimento y nuestra bebida. Éstas son algunas maneras en que podemos hacer esto:
Por medio de invocar Su nombre durante el día, diciendo: “Oh, Señor, Jesús” o “Señor
Jesús, te amo”. Romanos 10:13 - porque: TODO AQUEL QUE INVOQUE EL NOMBRE DEL
SEÑOR SERA SALVO. Juan 14:13 - Y todo lo que pidáis en mi nombre, lo haré, para que el
Padre sea glorificado en el Hijo.
Por medio de cantar con nuestro espíritu al Señor. Salmo 59:16 - Pero yo le cantaré a tu
poder, y por la mañana alabaré tu amor; porque tú eres mi protector, mi refugio en
momentos de angustia.
Por medio de orar lo que leemos en la Biblia. Hebreos 4:12 nos dice que dentro de nuestro
ser “La palabra de Dios es viva y eficaz”. Cuando leemos la Biblia de forma consistente y
en oración, la Biblia se convierte en una parte subjetiva y práctica de nuestra vida diaria. Es
decir, revela la persona de Dios y nos llena con la vida, la verdad y la luz.
Por medio de dar gracias a Dios. Daniel 2:23 - A ti, Dios de mis padres, te doy gracias y
te alabo, porque me has dado fuerza y sabiduría, y ahora me has revelado lo que te
pedimos: ¡nos has dado a conocer el asunto del rey! (Da 2:23).
Por medio de alabar a Dios. Salmos 100:4 - Entremos por sus puertas y por sus atrios
con alabanzas y con acción de gracias; ¡Alabémosle, bendigamos su nombre! (Sal
100:4).
Por medio de predicar el evangelio o hablarle a otros acerca de Cristo. Marcos 16:15 – y les
dijo: Id por todo el mundo y predicad el evangelio a toda criatura.
Éstas son algunas de las maneras en que podemos comer a Cristo como el pan vivo y beberle
como el agua viva. Al hacer esto regularmente, somos fortalecidos espiritualmente y somos
transformados espontáneamente cada vez más en la imagen de Cristo.