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¿Cómo se renueva una vida?

Renovar tu vida es renovar lo que piensas, a qué dedicas tu atención, que


lees, escuchas, miras y en qué usas tu tiempo. Deja un espacio en tu vida para
fortalecer tu fe, para la meditación, hacer ejercicio físico para mejorar tu salud,
para la buena alimentación.

Ser transformados por medio de la renovación de nuestro entendimiento


(Romanos 12:1-3)

Darle vida al aspecto comunal de la salvación implica una reorientación de nuestra


mente y voluntad, del egoísmo al servicio a la comunidad.

Y no os adaptéis a este mundo, sino transformaos mediante la renovación de


vuestra mente, para que verifiquéis cuál es la voluntad de Dios: lo que es bueno,
aceptable y perfecto. Porque en virtud de la gracia que me ha sido dada, digo a
cada uno de vosotros que no piense más alto de sí que lo que debe pensar, sino
que piense con buen juicio, según la medida de fe que Dios ha distribuido a cada
uno. (Ro 12:2–3)

Comencemos con la segunda mitad de este pasaje, en donde Pablo hace explícito
el aspecto comunal. “Digo a cada uno de vosotros que no piense más alto de sí
que lo que debe pensar”. En otras palabras, piense menos de usted mismo y más
alto de otros, más sobre la comunidad. Más adelante en el capítulo 12, Pablo lo
amplía agregando, “sed afectuosos unos con otros con amor fraternal” (Ro 12:10),
“contribuyendo para las necesidades de los santos”, “practicando la hospitalidad”
(Ro 12:13), “Vivan en armonía los unos con los otros” (Ro 12:17) y “estad en paz
con todos los hombres” (Ro 12:18).

La primera parte de este pasaje nos recuerda que somos incapaces de poner a
otros primero, sin la gracia salvadora de Dios. Como Pablo señala en Romanos 1,
las personas son esclavizadas a una “mente depravada” (Ro 1:28), “vanos en sus
razonamientos”, oscurecidos por “su necio corazón” (Ro 1:21), lo que resultó en
que hacen toda clase de mal unos a otros (Ro 1:22–32). La salvación es la
liberación de esta esclavitud de la mente, “para que verifiquéis cuál es la voluntad
de Dios: lo que es bueno, aceptable y perfecto”. Si tan solo nuestras mentes son
transformadas del egoísmo al interés por los demás —imitando a Cristo, quien se
sacrificó a Sí mismo por otros—, podremos poner la reconciliación, la justicia y la
fidelidad por encima de nuestros objetivos egoístas.

Con la mente transformada, nuestro propósito cambia y ya no justifica nuestras


acciones egoístas sino que trae nueva vida para otros. Por ejemplo, imagine que
usted es un supervisor de turno en un restaurante y se vuelve candidato para un
ascenso a administrador. Si su mente no está transformada, su meta principal será
derrotar a los demás candidatos. No parecerá difícil justificar (a usted mismo)
acciones tales como ocultar información de los demás candidatos acerca de
problemas con los proveedores, ignorar problemas de higiene que se volverán
visibles solo en los turnos de los demás, esparcir disensiones entre trabajadores o
evitar la colaboración para mejorar el servicio al cliente. Esto no solo perjudicará a
los otros candidatos sino también a sus trabajadores de turno, el restaurante como
un todo y sus clientes. Por otra parte, si su mente es transformada para cuidar
primero a otros, entonces ayudará a los demás candidatos a desempeñarse bien,
no solo por el bien de ellos sino también por el beneficio del restaurante, sus
trabajadores y clientes.
Nuestra necesidad de ser renovados día tras día
Normalmente las personas consideran el año nuevo como un
nuevo comienzo, un tiempo para dar vuelta de hoja. De modo que
hacemos todo tipo de resoluciones de año nuevo e intentamos
dejar atrás el bagaje del año pasado.
¿Por qué sentimos esa necesidad de querer ser nuevos?
Los seres humanos en su interior, anhelan tener un nuevo
comienzo. Nos sentimos “viejos” y acabados, y probamos
diferentes cosas con el fin de sentirnos nuevos. Buscamos nuevos
pasatiempos, nos apuntamos en un programa nuevo de ejercicio,
probamos una nueva dieta, un estilo de corte de pelo diferente o
compramos ropa nueva, y lo más probable es que nos sintamos
nuevos, sin embargo esto es algo momentáneo.
Tarde o temprano, descubriremos que en realidad nada permanece
y nos hace genuinamente nuevos. Al final, todo llega a ser viejo y
regresamos al mismo lugar donde comenzamos, sentimos que
tanto nuestra situación como nosotros mismos somos viejos.
La única manera de realmente ser nuevos es que seamos
renovados. El Nuevo Testamento habla mucho acerca de ser
renovados.

¿Qué significa ser renovados?


La vejez no es solamente una función de tiempo o edad. Incluso la
persona más joven se puede sentir vieja. La vejez no tiene que ver
con nuestra edad, sino con un elemento que nos hace falta;
necesitamos un nuevo elemento y solamente un nuevo elemento
en todo el universo es nuevo: Dios.
Dios es eterno, pero nunca se vuelve viejo. Siempre esta fresco,
nuevo y viviente. A fin de que seamos renovados, necesitamos que
Dios, quien es nuevo, se añada a nosotros.

Ser renovados comienza cuando fuimos regenerados


Tito 3:5 dice lo siguiente:
“Nos salvó, no por obras de justicia que nosotros hubiéramos
hecho, sino conforme a Su misericordia, mediante el lavamiento
de la regeneración y la renovación del Espíritu Santo”.
Antes de ser salvos, perteneciamos a la vieja creación, la creación
creada por Dios, sin embargo, esta creación no tiene a Dios
mismos en ella. Luego, un día recibimos al Señor Jesús como
nuestro Salvador. Dios, Aquel que es nuevo, ¡vino a ser vida en
nuestro espíritu! Este fue el primer paso de nuestra renovación.
Cuando nacimos del Espíritu en nuestro espíritu, la vida eterna de Dios se
añadió a nosotros, lo cual nos hizo una persona nueva con una
vida nueva, incluso una creación nueva así como el apóstol Pablo
nos dice en 2 Corintios 5:17.

Aun después de ser regenerados, la renovación


continúa
Por un lado, somos una creación nueva en Cristo, pero por otro
lado, estamos en el proceso de ser renovados. Esto se debe a que
Dios vino como el Espíritu para vivir en nuestro espíritu, logrando
así que nuestro espíritu sea nuevo. Pero, ¿Qué sucede con el resto
de nuestro ser?
Este pasaje de la nota 4 de Tito 3:5 en el Nuevo Testamento
Versión Recobro nos ayuda a mirar la relación que existe entre ser
nacidos de nuevo o ser regenerados y la renovación:
“El lavamiento de la regeneración comienza con nuestro nuevo
nacimiento y continúa con la renovación del Espíritu Santo, la cual
es el proceso de la nueva creación, un proceso que nos hace un
nuevo hombre. Es como restaurar, hacer algo nuevo, reconstruir
algo con la vida. El bautismo (Ro. 6:3-5), el despojarse del viejo
hombre, el vestirse del nuevo hombre (Ef. 4:22, 24; Col.3:9-11), y la
transformación por medio de la renovación de la mente (Ro.12:2;
Ef. 4:23) están relacionados con este proceso maravilloso. El
lavamiento de la regeneración elimina todas las cosas de la vieja
naturaleza de nuestro viejo hombre, y la renovación del Espíritu
Santo imparte algo nuevo — la esencia divina del nuevo hombre —
a nuestro ser. En esto hay un traslado de un estado viejo a un
estado totalmente nuevo, del estado de la vieja creación a la
nueva. Por consiguiente, tanto el lavamiento de la regeneración
como la renovación del Espíritu Santo están operando en nosotros
continuamente a lo largo de nuestra vida hasta la culminación de
la nueva creación”.
Nuestra regeneración fue una vez y para siempre; ¡Nuestro espíritu
ya nunca más será viejo! no obstante, el resto de nuestro ser debe
de pasar cada día por el proceso de ser renovados, remodelados
con la vida de Dios. Esta nueva vida en nuestro espíritu necesita
extenderse a nuestra alma y especialmente a nuestra mente, la parte
principal de nuestra alma.

Cómo ser renovados cada día


Debido a que todo envejece rápidamente y nuestras
circunstancias externas nos desgastan, ¿De qué manera podemos
ser renovados en una forma práctica y diaria?
La clave es nuestro espíritu. Para ser renovados, debemos
volvernos a nuestro espíritu, donde el Espíritu divino mora.
Mientras hacemos esto, Él imparte vida al resto de nuestro ser.
Cuando ponemos nuestra mente en nuestro espíritu, prestamos
atención a nuestro espíritu y ejercitamos nuestro espíritu, damos
la oportunidad al Espíritu a que se extienda a nuestra mente,
emoción y voluntad.
Ciertamente, volvernos a nuestro espíritu es un desafío,
especialmente cuando pasamos por circunstancias difíciles. Sin
embargo, podemos ejercitar nuestro espíritu por medio de dos
prácticas útiles.

Invocar Su nombre
Uno de los dones más preciosos que el Señor nos dió es Su
nombre 1 Corintios 12:3 nos dice: “Nadie puede decir: ¡Jesús es
Señor!, sino en el Espíritu Santo”. Cuando invocamos: “Señor
Jesús”, o “Oh Señor Jesús”, o le decimos al Señor: “Señor Jesús,
te amo”, nos volvemos y contactamos al Espíritu Santo que nos
renueva en nuestro espíritu. Conforme nos renueva, le permitimos
extenderse un poco más en nuestro ser. Cuando invocamos al
Señor en todas las situaciones de nuestra vida diaria, recibimos
más de Su vida en nuestro ser. De esta manera, el Señor nos
remodela internamente con Su vida.

Recibir al Espíritu en la Palabra


No solamente tenemos el nombre del Señor sino también Su
Palabra. Efesios 6:17-18 dice: “Y recibid…la espada del Espíritu, el
cual es la palabra de Dios; con toda oración y petición”. Cada día,
especialmente en la mañana, podemos ejercitar nuestro espíritu por
medio de la oración para así recibir al Espíritu en la Palabra. mientras
oramos con la Palabra de Dios, somos reavivados con un fresco
suministro de vida. Y no sólo eso, también somos renovados un
poco más conforme la vida divina se extiende a nuestra alma.
Entre más recibimos al Espíritu viviente divino en la Palabra, más
se renovarán nuestras partes internas. la vejez de nuestros
pensamientos naturales, nuestros sentimientos naturales y
nuestras decisiones naturales son purificados y el nuevo elemento
de Dios se añade a nosotros, renovando cada parte de nuestro ser
hasta que llegamos a ser una nueva creación.
Que este año podamos disfrutar más del rico suministro de esta
vida nueva de Dios a fin de ser reacondicionados, renovados y
remodelados en nuestro ser. Mientras permanecemos en este
proceso de ser renovados, nuestra mente, emoción y voluntad
serán tan nuevas como nuestro espíritu, y expresaremos plenamente a
Dios como ¡Aquel que es nuevo!

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