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Hiperpapalismo y Mutación Litúrgica: El Caso

Contra el Novus Ordo


Texto completo del discurso del Dr. Kwasniewski

https://rorate-caeli.blogspot.com/2019/07/hyperpapalism-and-liturgical-mutation.html

Rorate se complace en presentar el texto completo del discurso dado por el


Dr. Kwasniewski en la Conferencia Lepanto llevada a cabo en Nueva York el
16 de febrero de 2019. El texto ha sido editado para su publicación.

Hiperpapalismo y Mutación Litúrgica: El Caso Contra el Novus Ordo


Peter A. Kwasniewski
Hace poco más de cincuenta años ocurrió uno de los acontecimientos más trascendentales
y fatídicos en la historia de la Iglesia Católica –la promulgación del nuevo Orden de la Misa, o
Novus Ordo Missae, por Pablo VI en su Constitución Apostólica Missale Romanum del 3 de
abril de 1969. Medio siglo después, es bastante usual encontrarse con clérigos conservadores
diciendo cosas como las siguientes. “La reforma de la liturgia no es lo que propició la crisis
posconciliar en la Iglesia; antes bien, fue el relativismo doctrinal y moral lo que llevó al caos
litúrgico. La liturgia está en ruinas porque la doctrina y la moral están en ruinas. Dicho en criollo,
no culpes al auto, sino al conductor borracho. El Novus Ordo Missae y, ya que estamos, todos
los ritos sacramentales reformados, las bendiciones, los exorcismos, la Liturgia de las Horas –
todo están bien en sí mismo, y si los acogemos con la actitud correcta y seguimos las ‘mejores
prácticas,’ podemos tener una verdadera vida litúrgica católica, a pesar de las aberraciones
doctrinales y morales que todos condenamos con razón. Podemos, en otras palabras, tener
nuestro pastel y comerlo, también: Novus es lo que hacemos, Vetus es cómo lo hacemos.”
A mí, esto me parece un caso de ingenuidad severa. Joseph Ratzinger remarcó
señaladamente que “la crisis en la Iglesia que estamos experimentando hoy es en gran medida
debida a la desintegración de la liturgia.”1 Y esta última crisis proviene directamente de varios
aspectos problemáticos de la reforma litúrgica misma, y de los resultados que de ella se derivan.

1“Ich bin überzeugt, daß die Kirchenkrise, die wir heute erleben, weitgehend auf dem Zerfall der Liturgie beruht.”
Milestones, Memoirs 1927–1977 (San Francisco: Ignatius Press, 1998), 148.
El Costo del Cambio Súbito y Radical
El simple hecho de que, después de más de un milenio de estabilidad en la forma litúrgica,
hubo cambios súbitos y radicales a la liturgia en cada aspecto, transmitió un mensaje: “Incluso
las cosas más importantes del Catolicismo –las cosas que parecen permanentes y sólidas como
roca– pueden cambiar en un abrir y cerrar de ojos, tan pronto como lo quiera el Papa.”
Sí, la liturgia siempre se había desarrollado lentamente y con pequeños pasos, pero jamás,
en toda la historia de la Cristiandad Oriental u Occidental, se había producido nada
remotamente comparable con la cantidad y calidad del cambio atestiguado en la década de
1963 a 1973. Esto, en y por sí mismo, independientemente de si ciertos cambios eran
probablemente buenos o malos, tuvo un efecto catastróficamente desestabilizador en la
mentalidad de los católicos. Algunos dejaron la Iglesia directamente, escandalizados,
desmoralizados, desilusionados. Otros se mordieron los labios y soportaron una cantidad de
sinsentidos. Todavía otros, colgaron el hábito (como si dijéramos) y abrazaron la
experimentación litúrgica, el pluralismo, y el subjetivismo, con salvaje abandono. Todos los
católicos fueron profundamente dañados –un daño que es acumulativo y durable, como las
hondas heridas que afectan a una familia por generaciones, o los defectos genéticos que se
pasan a la prole. Debido a su ritmo y escala de cambio, la reforma litúrgica desató la agitación,
la confusión, y la anarquía. Una fractura o herida fue introducida en el Cuerpo Místico que no
sólo no ha sanado, sino que empeora con cada década que pasa.
Nuestra facultad de razonar, mirando a través de los lentes de la filosofía, la psicología, y la
sociología, nos dice que un cambio colosal en la manera en que los católicos rinden culto sólo
podía significar una cosa –a saber, que lo que habíamos estado haciendo antes era defectuoso,
incorrecto, insalubre, incluso desagradable a Dios. Esto, en efecto, es todavía la postura de
aquellos que se oponen a la liturgia tradicional en latín: ellos la consideran como una forma de
culto inherentemente mala y no dudan en decirlo abiertamente. Pienso que quienes amamos el
clásico Rito Romano les debemos la cortesía de la total transparencia al admitir, con igual
candor, que nosotros consideramos al Novus Ordo como una forma de culto inherentemente
arruinada.
He oído a no pocas personas decir: “Hemos dejado atrás la época de tonterías y ahora,
décadas más tarde, estamos llegando al balance correcto. El Novus Ordo ha sido aceptado por
la vasta mayoría de los católicos y está aquí para quedarse, mientras que los males del caótico
posconcilio ha sido dejados atrás por un clero joven con mejor teología y entrenamiento.”2
Esto es leyenda rosa.3 Nada puede estar bien en el Cuerpo de Cristo mientras la liturgia
predominante de la Iglesia Occidental exista en un estado de novelera, arqueologística e
ideológica ruptura con la tradición latina como realmente se desenvolvió durante los dos
primeros milenios de cristianismo. No se trata de “alcanzar el balance correcto” –esa es una
manera de hablar newtoniana. Se trata acerca de la diferencia entre un organismo y una
máquina. No es que solamente hubo una ruptura; es que estamos viviendo en un estado de
ruptura. Es como la diferencia entre la Revolución Francesa, que tuvo lugar durante un cierto
número de años en el pasado, y el liberalismo de la laicidad, que nos ha perseguido y
perjudicado desde entonces.
Alguna podrá objetar: Si volvemos al culto tradicional católico romano ahora, en 2019, ¿no
seríamos culpables del mismo crimen, infligiendo un cambio súbito y radical al Pueblo de Dios?
¿No tendría esto, también, el efecto de agitación, confusión, y anarquía? Mi respuesta es que
los dos casos son muy diferentes. No niego que la grandeza de la liturgia católica heredada fue
de muchas maneras oscurecida o dejada de lado antes del Concilio, y que el Movimiento

2 Mi crítica es más fundamental que la cuestión de los “abusos litúrgicos,” pero como cuestión de hecho, tales
abusos continúan todavía en muchos casos y ampliamente difundidos en el mundo católico. Una cantidad de
documentados abusos recientes son presentado en el artículo de John Monaco “The ‘Other’ Abuse Crisis in the
Catholic Church that No One is Talking About,” publicado en el sitio Medium el 21 de febrero de 2019. [“La ‘otra’
crisis de abusos en la Iglesia Católica de la que nadie habla,” artículo que no hemos traducido ni conocemos
traducción al español, NdT]
3[El autor usa la expresión “Pollyanna speaking” que hace referencia a un fenómeno psicológico por el cual las
personas tergiversan la realidad para “quedarse sólo con lo bueno” negando o minusvalorando “lo malo” en un
optimismo subjetivo que influye incluso en la memoria del pasado, NdT]
Litúrgico original hizo algunas proposiciones legítimas para restaurar esa grandeza, tal como
privilegiar la Misa cantada sobre la Misa recitada, y alentar a los fieles a cantar las respuestas
de la Misa. Sin embargo, la violencia hecha a la liturgia en las reformas de Pío XII y
especialmente [en la de] Pablo VI, marcaron una transición de la salud a la enfermedad, de la
riqueza a la pobreza. Al redescubrirse y reintroducirse la auténtica liturgia romana, pasamos de
la malaria al bienestar, de la penuria a la abundancia. Ambas transiciones sólo pueden tenerse
por enormes cambios, pero una de ellas fracturó e hirió, y la otra venda y sana. El movimiento
tradicional desea, a imitación de Cristo, “buscar y salvar lo que estaba perdido.” Por más
incómoda y esforzada que sea para algunos, la restauración de la tradición católica es saludable,
inevitable, necesaria para la paz de la Iglesia, e incluso, si puedo decir, para su supervivencia.
¿Sobre qué base hacemos tales afirmaciones? Ya que mi tiempo es limitado y estos son
temas amplísimos, enfocará mi crítica hoy sobre tres problemas –los males de la arbitrariedad,
el hecho del contenido aguado, disminuido, y los peligros del hiperpapalismo –y luego hablaré
de lo que podemos hacer para sanar el cuerpo herido.

Los Males de la Arbitrariedad


Todas las tradiciones litúrgicas, a medida que crecían bajo la influencia del Espíritu Santo,
adquirieron la fijeza del lenguaje y del ritual. Cualquier improvisación que pueda haber sido
característica de la liturgia cristiana temprana rápidamente dio lugar, por obvias razones
teológicas y pastorales, a formas definidas expresadas en lenguaje sagrado, transmitido y
venerado como la encarnación de la sabiduría apostólica y patrística. Se ve en la historia de
cada rito litúrgico: no hay excepción a esta regla.
La decisión, por tanto, de re-introducir una gran variedad de elección y opciones en la liturgia
neo-romana fue un golpe mortal dirigido directamente a las tradiciones comprensión y práctica
de la liturgia, un golpe contra la oración formal, pública, objetiva, eclesial, y una confirmación de
los modernos voluntarismo y liberalismo.4 En otras palabras, no enfrentó la soberbia del hombre
moderno, sino que capituló ante sus proclividades. No es sólo una liturgia designada para “el
hombre moderno,” visto como una especie de objeto exótico de evangelización, con poco en
común con sus predecesores; también es una liturgia desde la modernidad, permeada con los
principios del Modernismo que fueron condenados por San Pío X en Pascendi Dominici Gregis.
Estos principios incluyen lo siguiente: que la religión es una cuestión primariamente de
sentimiento individual, una intuición del corazón, un impulso inmanente de “necesidad” por lo
divino; que cada época debe descubrir por sí misma el significado de la religión, la cual refleja
la evolución del hombre en la conciencia; que la idea de doctrinas fijas y estables, reglas de
comportamiento, y acciones rituales, no puede ser reconciliada con el progreso de la ciencia y

4Semejante opcionalismo es en perfecta sintonía con, por un lado, el pluralismo religioso de Abu Dhabi, donde
encontramos que Dios quiso muchas religiones, y por otro lado, con el movimiento homosexual/transexual que
hace de la actividad sexual una cuestión de preferencia personal e inclinación subjetiva. La reforma litúrgica
pavimentó el camino para el triunfo, entre los católicos, de esas antinaturales e irracionales ideologías.
la filosofía; que lo milagroso y lo sobrenatural deben ser purgados o al menos minimizados; que
el propósito de la Escritura es provocar en nosotros nuevas experiencias de ser tocados por
Dios, y que el propósito de los Sacramentos es recordarnos a nosotros mismos una visión ética
del mundo y para despertar la conciencia de nuestro valor personal. Estos principios no son
sólo diferentes de los principios del Catolicismo; van en contra.
¿Cómo se desarrolla el voluntarismo litúrgico en la práctica? El lunes, uno puede rezar la
Plegaria Eucarística II, porque el lunes es un día ocupado; el martes, vayamos con la PE III, así
podemos mencionar en voz alta a un par de santos conmemorados opcionalmente; el miércoles,
por qué no arriesgarnos con la avant-garde PE IV; y, si uno siente la inclinación, el jueves
podemos arreglárnosla con el antiguo Canon Romano, que tiene un pintoresco encanto por sí
mismo. De este modo, la liturgia reformada eleva a nivel de principio del culto público la voluntad
arbitraria y los sentimientos del celebrante. Digo “arbitraria” en sentido estricto: sean las que
sean sus buenas o malas razones para escoger esta o aquella opción, sigue siendo algo que
viene de él mismo, y en tal sentido menoscaba la liturgia como obra de Dios y de la Iglesia, cuyo
humilde ministro está llamado a ser el sacerdote. Emerge entonces la paradoja de una lex orandi
que vincula a su usuario a estar desvinculado de una ley de moción y dicción; que le requiere
no tener requerimientos para actuar o hablar de una u otra manera; que lo compele a una
libertad impropia, en un reino donde el alma y el cuerpo deberían estar más obviamente sujetos
a su celestial Maestro.5
En el Oriente Cristiano, los días en que se usan anáforas diferentes están usualmente
escritos en piedra; no hay ninguna elección involucrada. La misma práctica prevaleció en el
Occidente: al margen de la particular variante regional de la liturgia latina que uno estuviera
usando, siempre había una regla fija de culto que todos los creyentes, clérigos y laicos al mismo
tiempo, recibían con reverencia de la tradición. En este sentido eso reflejaba la doctrina de la
fe, que es recibida de Cristo, los Apóstoles, y la Iglesia, no fabricada o modificada para encajar
con las conveniencias, caprichos, o teorías de ninguna persona, lugar, ni época.
Entonces, así como aceptamos de Nuestro Señor Jesucristo que tomar otra pareja mientras
el cónyuge sigue vivo es adulterio, y de San Pablo que los adúlteros no pueden inocentemente
acercarse al Santísimo Sacramento o heredar el reino de los cielos, también, aceptamos que el
Sacrificio de la Cruz fue transmitido a nosotros en el misterio de la Santa Eucaristía, y que los
Apóstoles fueron los primeros sacerdotes, ordenados para perpetuar este misterio. No tenemos
más razón para reverenciar el matrimonio o el don de la vida humana que la que tenemos para
reverenciar la Eucaristía o la Misa de la cual Ella es el centro; dicho de otra manera, alguien
que piensa en la liturgia como un artefacto humano con el que podemos experimentar en el
taller, tratará tarde o temprano la moralidad como un constructo social que podemos manipular
a discreción. En este sentido, Amoris Laetitia del Papa Francisco es perfectamente consistente
con Missale Romanum de Pablo VI; la abolición de la pena de muerte armoniza con la abolición
de los exorcismos en el rito del Bautismo.

5 Para que nadie me acuse de exagerar el problema, podemos leer en un artículo publicado en National Catholic
Register, “St. Paul VI’s ‘Missale Romanum’ Turns 50,” una perfecta expresión de la mentalidad que aquí critico:
“Las expandidas partes opcionales de la Misa mencionadas en Missale Romanum han también permitido una
mayor amplitud pastoral al celebrar la liturgia. El padre Samuel Martin… dijo a Register que las variaciones en la
anáfora le permiten adaptar la liturgia a las necesidades de sus parroquias. ‘Por ejemplo, uso la Plegaria
Eucarística nº 2 durante los días de semana,’ dice, ‘la nº 3 para los funerales y bodas, y la nº 1, el Canon Romano,
para los dines de semana’… A pesar de la variedad, dijo el padre Martin, la continuidad entre la Misa y el rico
patrimonio eclesial de fe y Tradición sigue brillando, especialmente cuando él reza la Primera Plegaria Eucarística,
el Canon de la Misa. ‘Alguna gente se emociona con el Canon,’ dijo. ‘Les gusta escuchar todos esos nombres de
santos y mártires primitivos de la Iglesia. Ese es uno de los momentos en que retenemos la continuidad –esas
oraciones han sido dichas por siglos, y habrá alguien más de pie en el altar de St. John’s o Christ the King orando
esas mismas plegarias siglos más tarde.’” Marquen las palabras: “se emocionan…”; “ese es uno de los momentos
en que retenemos la continuidad” –¿oponiéndolo a los demás momentos donde no lo hacemos? Uno difícilmente
podría inventar tales cosas. Es como si el Catolicismo actual estuviera atrapado en las páginas de Calvin & Hobbes,
de Dilbert. [“Calvin&Hobbes” es una tira cómica de finales del siglo XX, muy popular en el mundo angloparlante;
sus protagonistas principales deben sus nombre al heresiarca francés Juan Calvino, del siglo XVI, y al filósofo
inglés Tomás Hobbes, del siglo XVII; Calvin es un niño de 6 años con propensión a vivir en un mundo imaginario
evadiendo la realidad, y Hobbes es su tigre de peluche, qué él cree es un tigre real; la tira cómica bebe de muchas
fuentes literarias, y el autor reflexiona además libremente sobre arte, cultura, política, filosofía… se puede pensar
en una comparación con Mafalda, NdT]
Para quienes tienen ojos para ver y oídos para oír, la Divina Providencia está poniendo frente
a nosotros el pasado medio siglo como la prueba más dramática jamás dada en la historia de
la Iglesia, de la verdad del axioma Lex orandi, lex credendi, lex vivendi. El curso de nuestra
oración no puede sino afectar el curso de nuestra doctrina, y el curso de nuestra doctrina
necesariamente desbordará en el reino de la conducta. No es por nada que los profetas del
antiguo Israel compararon la idolatría y la violación del culto del templo, con la fornicación y el
adulterio. El cambio masivo en la lex orandi anunció al mundo la posibilidad y de hecho la
probabilidad del cambio masivo en la lex credendi, para ser seguido por el cambio masivo en la
lex vivendi.

Contenido aguado, disminuido


Entonces está el notorio hecho de que mucho del contenido del nuevo Misal sólo puede ser
descrito como doctrina, música, y ceremonial aguados, y, en comparación con el antiguo, como
un plato ligero o un menú limitado.
La obra de Lauren Pristas ha demostrado con avergonzante detalle que las Colectas del
Misal fueron sistemáticamente reescritas para minimizar o incluso eliminar elementos
dogmáticos, morales, y ascéticos, considerados amargos para “el hombre moderno,” a fin de
inculcar nuevos principios, más de acuerdo con los tiempos. Así, las menciones del ayuno, la
mortificación corporal, y el desprecio del mundo, prominentes en el tiempo de Cuaresma, fueron
purgadas y remplazadas con inofensivas generalidades. Es como si los reformadores, tal vez
cansados de la creciente desarmonía entre la tradición y la modernidad, quisieron remplazar el
ayuno y la abstinencia literales con un metafórico ayuno del banquete del ceremonial católico y
abstinencia de la carne de las oraciones tradicionales.
Consideremos por un momento esta estadística asombrosa: de las 1182 oraciones en el
Misal Romano tradicional, sólo el 36% pasó al nuevo Misal; y la mitad de ésas fueron alteradas.
Como resultado, sólo el 17% de las antiguas oraciones permaneció intacto desde el Misal de
1962 al de 1969. 6 Cómo puede esto ser considerado aceptable para cualquier católico
consciente me supera completamente.

6Véase [el artículo de] Fr. Zühlsdorf, http://wdtprs.com/blog/2019/01/wdtprs-2nd-sunday-after-epiphany-liturgical-


unicorn/: “A pesar de que los Padres Conciliares dijeron que, en la reforma litúrgica que mandaban, nada debía
ser cambiado que no fuera por el verdadero bien del pueblo y que los cambios debían fluir orgánicamente de lo
que era antes (SC 23), la edición, re-arreglo, transformación y completa creación de nuevas oraciones fue de
magnitud tectónica. El tradicional Misal Romano tenía 1182 oraciones, de las cuales el 36 por ciento pasó al nuevo
Misal y, de ellas, la mitad fueron alteradas. Sólo el 17 por ciento de las oraciones permaneció sin cambios. Más
aún, muchas fueron cambiadas a otros tiempos del año.” ¿Esto quiere decir que el 83% de las oraciones eran
Lo que la profesora Pristas mostró acerca de las Colectas de los Domingos puede y ha sido
mostrado con respecto a todas las otras áreas de la liturgia. Uno podría mirar al ciclo de
Evangelios del usus antiquior, sobre el cual tenemos homilías de San Gregorio Magno y otros
del primer milenio, que atestiguan su gran antigüedad y universalidad. Este ciclo nos fue quitado
por los reformadores, para ser remplazado con sus propias ideas originales. El Prefacio de los
Apóstoles fue transformado de deprecatorio en texto declarativo: donde antes la Iglesia rogaba
que el Señor, a través de la intercesión de los Apóstoles, no abandonara a Su Iglesia, ahora
ella arrogantemente asume que Él no lo hará, a pesar de cuán mal se comporten los pastores.
El Rito del Bautismo, de hecho los Ritos de todos los Sacramentos, fueron modificados hasta
hacerlos casi irreconocibles. La lista sigue y sigue. Dondequiera que uno mire, se ve la tradición
suprimida, el desarrollo rechazado, la novedad alegremente perseguida. ¿Cómo puede alguien,
confrontado con este Everest de evidencia, afirmar que no ha habido ruptura?
Nuestro mundo está obsesionado con bajo en grasas esto y bajo en calorías aquello; Pablo
VI, al parecer anticipado el Zeitgeist,7 nos dio una dieta litúrgica baja en grasas y calorías.
Prácticamente cada cambio significativo en la liturgia fue en la dirección de simplificar, suprimir,
abreviar, amputar. Pero Dios Omnipotente piensa muy diferentemente sobre el tipo de culto que
le debemos dar a Él, y el tipo de sustento que Él quiere proveer para nosotros. En el libro de
Ezequiel, Él nos dice: “Los sacerdotes levitas… ellos se acercarán a Mí para servirme, y estarán
en mi presencia para presentarme la grosura y la sangre…” (Ez 44,15). En el Levítico,
sucintamente: Omnis adeps, Domini erit (Lev 3,16), “Toda la grasa pertenece al Señor.” Deo
optimo maximo, “para Dios, lo mejor, lo más grandioso,” nada debería ofrecerse sino eso. El
Salmista dice: “Acuérdese de todas tus ofrendas y séale grato tu holocausto,” holocaustum tuum
pingue fiat (Sal 19,4), y de nuevo en el libro de Daniel: “Como el holocausto de los carneros y
toros, y los millares de gordos corderos, así sea hoy nuestro sacrificio delante de Ti, para que
te sea acepto” (Dan 3,40). Cuando damos a Dios lo mejor del sacrificio, Él nos alimenta en
retorno con lo mejor de Sí mismo: “Yo le daría a comer la flor del trigo y lo saciaría con miel de
la peña” (Sal 80,17) –un versículo que suplementa el Introito de la Misa de Corpus Christi:
“Cibavit eos ex ádipe frumenti.” Uno de los grandes salmos cantados en Laudes lo explicita
bien: Sicut adipe et pinguedine repleatur anima mea, et labiis exsultationis laudabit os meum,
“Mi alma quedará saciada como de médula y gordura, y mi boca te celebrará con labios de
exsultación” (Sal 62,6).
La grasa del sacrificio no es solamente Nuestro Señor Jesucristo, Hijo de Dios e Hijo de
María, que es el mejor y más grandioso regalo de Dios; son también nuestros esfuerzos
inspirados por Dios y unidos con Cristo, la totalidad de nuestras oraciones y alabanzas, bellas
artes y artes serviles, nuestros movimientos físicos y elevaciones espirituales. El desarrollo de
los ritos litúrgicos tradicionales del Oriente y el Occidente es el más especial patrimonio que da
la Divina Providencia a la Iglesia, porque Él merece, demanda, y se goza en los ricos
ofrecimientos que nosotros los hombres podemos hacerle, y por tanto Él nos provee con el
sacrificio –no sólo en los desnudos elementos de pan y vino, sino también en el acto de culto
lujosamente vestido, regiamente adornado, simbólicamente denso que Él hizo aparecer en
medio de Su templo por una larga historia de concentración y refinamiento cultural. Este es el
holocausto. Nuestros ritos litúrgicos deberían en verdad ser como “millares de gordos
corderos.”8
Cuando miramos con celo y piedad, encontramos que lo que la tradición nos ha dado es
mucho mejor que cualquier cosa que se nos haya ocurrido por nuestra cuenta, no importa
cuántos “expertos” juntemos en un comité ni cuánta autoridad papal le pongamos encima. El
Oficio Divino –digamos, Laudes y Vísperas– proporciona un ejemplo irrefutable de la

defectuosas o necesitaban ser actualizadas? Un hombre verdaderamente religioso nunca piensa de esta manera;
es el proceso mental de una persona irreligiosa.
7 [Palabra alemana que, básicamente, designa la mentalidad, o “espíritu de época”, NdT]
8 Un aspecto moral de esta cuestión es cómo nosotros “gastamos” nuestros recursos personales. Guardando el
principio nihil operi Dei praeponatur [“no se anteponga ninguna obra a Dios”, NdT], deberíamos dar lo mejor de
nosotros mismos y de nuestro día a Dios en la liturgia, como los sacerdotes y los religiosos solían hacerlo (y todavía
lo hacen si adhieren a los ritos tradicionales). El hombre posconciliar, en cambio, se ha guardado el grueso de su
tiempo, su trabajo, su energía, para sí mismo, en un frenesí de activismo antropocéntrico o, francamente, en una
perezosa autoindulgencia, que priva a Dios del sacrificio que le debemos por derecho divino.
magnificencia sobrehumana de la lentamente madurada manera de cantar las grandes
alabanzas de Dios. Los versos ondulados de los Salmos, cantados en los ocho tonos
gregorianos con sus sutiles cadencias variantes, las amables antífonas que los enmarcan; la
gentil estructura de un capítulo, un himno, un versículo, las antífonas Benedictus y Magnificat,
el cántico del Evangelio, y las oraciones conclusivas… Nada que pudiéramos inventar sentados
alrededor de una mesa sería jamás comparable con eso en atrayente musicalidad, coherencia
estructural, aptitud de contenido, saturación escriturística, e integración con la Misa. Y eso que
ni siquiera he empezado a hablar sobre las indescriptibles riquezas de las incontables piezas
polifónicas del Oficio, la Misa, y textos devocionales; la sublime arquitectura de los edificios
hechos para acoger estos rituales y reverberar con su música; los frescos, esculturas, y
ventanas que los llenan con silenciosos compañeros y narradores mudos; las innumerables
vestimentas, vasos, y muebles realizados para el Altar del Sacrificio, donde el Rey y Centro de
Todos los Corazones reina victorioso desde Su Cruz.
La liturgia latina asimiló y absorbió las riquezas intelectuales y artísticas que encontró en su
triunfante marcha por el mundo, dominando cada cultura con su propia atractiva gravitas. La
liturgia reformada, por el contrario, en nombre de la accesibilidad y adaptabilidad a las varias
culturas, indonesia y polinesia, californiana y nebraskiana, despojó a la liturgia de sus propios
distintivos ornamentos, vestimentas, y símbolos de autoridad, dejándola como esclava desnuda
de cualquier agenda que desee ponerla a su servicio. Con razón podemos llamar a esto un
ejercicio de exculturación, ya que el resultado no fue un enriquecimiento o renovación, sino una
destitución, una evacuación. En palabras del profeta Jeremías: “¿Olvídase acaso una doncella
de sus atavíos o una novia de su ceñidor? Pero mi pueblo se ha olvidado de Mí desde días sin
cuento” (Jer 2,32). Cualquiera que hayan sido los problemas anteriores al Concilio, cuando este
espacio de culto público fue barrido, limpiado y puesto en orden racional, fue infestado con siete
demonios peores que el primero (cf. Mt 12,43-45).
Tales maniobras representan nada menos que un ataque frontal a la verdad de la tradición
cristiana y su credibilidad ante los hombres de toda condición y época. Hubiera sido diferente
si el Misal Romano hubiese sido meramente aumentado con algunos nuevos Propios de Misa
para nuevos Santos, o lecturas feriales para el Adviento. Pero los revisores desmantelaron y
reconfiguraron la totalidad del Misal, Breviario, Rituale, Pontificale, reteniendo, reescribiendo, o
descartando material ad libitum, de acuerdo con sus opiniones teológicas privadas. La
centonización extrema, 9 o la reconfiguración de antiguos textos en nuevas oraciones, se
convirtió en un deporte de riesgo al cual los reformadores se abandonaron alegremente.
La divergencia entre los ritos clásico y moderno es tan grande que es posible celebrar la
Nueva Misa, asumiendo sus nuevas lecturas, nuevas antífonas, el uso de una Plegaria
Eucarística que no sea el Canon Romano, etc., de una manera que sólo involucraría un 10%
de coincidencia con el antiguo rito. ¿Puede imaginarse a un cristiano bizantino pensando que
ha adorado a Dios correctamente si usó una liturgia que sólo contiene el 10% de las formas
transmitidas de la Divina Liturgia? ¡Imposible!
Continuemos con este experimento mental por un momento. Imagínese la Divina Liturgia de
San Juan Crisóstomo como punto de partida. Ahora, quítense la mayoría de las letanías;
introdúzcase una anáfora de novedosa factura (con sólo las palabras de la consagración
permaneciendo las mismas); cámbiese los kontakia, prokeimen, troparia, y las lecturas;
redúzcase grandemente las oraciones sacerdotales, las incensaciones, y los signos de
reverencia; y ya que estamos, entréguese la copa y la cuchara a los laicos, para que ellos
puedan comer solos como adultos.
¿Diría alguien en su sano juicio que esto es todavía la Divina Liturgia bizantina en algún
sentido razonable del término? Seguro, puede ser “válida,” pero sería un rito diferente, una
liturgia diferente. Sólo por si acaso, digamos que también quitamos el iconostasio, damos vuelta
al sacerdote, quitamos algunas de sus vestimentas y las sustituimos por otras horribles, y

9 [En música, se llama centonización (del Latín cento o remiendo) a una técnica de composición de melodías o
piezas a partir de material melódico ya existente. Una pieza creada mediante centonización se conoce como
"centonato". El concepto de centonización se tomó de la teoría literaria y fue aplicado por primera vez al canto
gregoriano en 1934 por Dom Paolo Ferretti. La centonización es una técnica muy antigua y extendida parecida a
un collage, NdT]
remplazamos todos los tonos comunes de los cantos ordinarios con nuevas melodías que
recuerdan a los shows de Broadway y la música folk pacifista. Ahora, tendríamos no sólo un rito
diferente, pero una totalmente diferente experiencia. No es el mismo fenómeno; no es la misma
idea (en el sentido en que Newman le daba a la palabra “idea”); no es la expresión de la misma
cosmovisión; de hecho, no es la misma religión, ya que religión significa la virtud por la cual le
damos honor a Dios a través de [actos] externos, palabras, acciones, y signos.

El Peligro del Hiperpapalismo


Ese extraño escenario, el cual (que yo sepa) nunca ha tenido lugar en el Este, 10 es,
trágicamente, exacto lo que tenemos que enfrentar en el Oeste. No es posible sostener que el
Misal de Pablo VI es una “forma” del Rito Romano. Es un rito nuevo y diferente que lleva algunas
dispersas conexiones con el Rito Romano. Esta es la razón de que Klaus Gamber lo haya
llamado “el rito papal moderno.”
¿Debería esto molestarnos? ¡Absolutamente! Por supuesto, si la liturgia es sólo un servicio
improvisado por un grupo de hombre y subsecuentemente actualizado en validez por el golpe
de una pluma papal, no deberíamos molestarnos porque, en ese supuesto, la liturgia es una
pura construcción, una pura creación artística que está totalmente sujeta a nuestras teorías y
caprichos, mientras las intocables palabras de consagración queden invioladas. 11 En las
inquietantes palabras de Charles De Koninck, hablando de la urgencia constructivista en la
filosofía moderna: “Todos los originales imitables debían estar ante el genio del hombre y ser
reducidos a la condición de materia operable.”12
Esta nunca fue ni puede ser la visión de los cristianos ortodoxos. Expresa un hiperpapalismo,
un neo-ultramontanista positivismo legal que hace al Papa el creador de la tradición ex nihilo en
lugar del guardián de la continuidad cristiana o paradosis o la “transmisión” de lo que hemos
recibido, como realmente ha venido a nosotros, no como debería o pudo o podría haber existido
en el pasado lejano o como debería o podría o puede existir en el futuro lejano. La visión
hiperpapalista, popular desde más o menos el tiempo del Primer Concilio Vaticano,
metamorfosea al Papa en una “combinación de oráculo délfico, superestrella trotamundos,
dínamo de desarrollo social, y medida estándar de la ortodoxia,”13 cuya mente y voluntad son,
en y por sí mismas, siempre correctas, verdaderas, santas, y laudables. Esta visión del Papado
no sólo es contradictoria por la doctrina real del Vaticano I mismo, sino también y más

10 Con la excepción de los Maronitas, quienes estúpidamente dieron vuelta sus altares y sacerdotes.
11De hecho, ni siquiera estas palabras fueron preservadas por Pablo VI, quien removió la frase mysterium fidei de
la fórmula sobre el cáliz y la puso como un fragmento aislado al cual los fieles responden con la llamada
“aclamación memorial” –una invención falaz de sabor protestante.
12Charles de Koninck, On the Primacy of the Common Good; see p. 79 of this online version of the text. [Texto que
no hemos traducido ni conocemos traducción al español, NdT]
13“When will Catholics wake up and see the ‘mess’ Pope Francis has made?” [artículo que no hemos traducido ni
conocemos traducción al español, NdT]
obviamente, por los pecados, ofensas, y negligencias de los Papas posconciliares. Será
suficiente con mencionar unas pocas palabras: Ostpolitik; Bugnini; Asís; Corán; Kasper; Maciel;
McCarrick.14
La idea de liturgia que sigue al hiperpapalismo –es decir, que la forma y el contenido de la
liturgia está totalmente sujeto a la voluntad papal– es no menos errónea. Así como recibimos la
doctrina católica de nuestros ancestros, también recibimos nuestro culto; y aunque podemos
realzar o aumentar este culto mientras exponemos la doctrina católica en sermones, catecismos
y tratados, no podemos modificarlo de tal manera que deje de ser reconociblemente el mismo.
Como diría San Vicente de Lerins, podemos tener profectus, crecimiento, pero no permutatio,
mutación. La tradición eclesiástica es aumentativa o acumulativa: mientras se desarrolla nuestro
culto, su sentido es más claramente articulado y manifestado. El auténtico desarrollo litúrgico
en la era del Espíritu Santo –esto es, el tiempo desde Pentecostés hasta la Parousía– es
teleológico: logra una expresión más completa, más llamativa, más adecuada de los misterios.
En breve, la liturgia es perfeccionada en el tiempo, y a menos que queramos decir que
Nuestro Señor habló falsamente cuando prometió estar siempre con Su Iglesia hasta el fin del
mundo, o a menos que queramos decir que el Espíritu Santo no condujo a la Iglesia hacia la
plenitud de la verdad, sino que le dejó para que se perdiera seriamente y se confundiera durante
siglos, no nos atreveremos a abolir o alterar radicalmente la liturgia. Tal abolición o alteración
radical contradeciría el sentido que la Iglesia ha entendido y expresado en esos ritos, en toda
su particularidad.15 La expresión litúrgica de la fe no es, en otras palabras, como un set de
ladrillos LEGO premanufacturados que pueden ser ilimitadamente reconfigurados según las
ideas o gustos de cada uno que juega con ellos. Como el Credo que recitamos, es algo fijo y
estable; y aunque podemos expandir un Credo (como el de Nicea fue expandido en el de
Constantinopla), no podemos reducirlo o abolirlo.
Diez años después del motu proprio Ecclesia Dei, el Cardenal Ratzinger hizo esta fina
observación en un discurso que dio a los obispos de Chile:
«Es bueno recordar aquí lo que observó Newman, que la Iglesia, a través de su historia,
nunca ha abolido ni prohibido las formas litúrgicas ortodoxas, lo que sería bastante ajeno
al Espíritu de la Iglesia. Una liturgia ortodoxa, es decir, una que exprese la verdadera fe,
nunca es una compilación hecha acorde con los criterios pragmáticos de diferentes
ceremonias, manipuladas de forma positivista y arbitraria, de un modo hoy y de otro
mañana. Las formas ortodoxas de un rito son realidades vivientes, nacidas del diálogo
de amor entre la Iglesia y su Señor. Son expresiones de la vida de la Iglesia, en las cuales
se destilan la fe, la oración y la vida misma de enteras generaciones, y que encarnan en
formas específicas tanto la acción de Dios como la respuesta del hombre».16

14 Fr. Hunwicke ha comentado expertamente sobre estos temas. [“Ostpolitik”: política exterior del Vaticano con relación
al comunismo, al cual no condenó en el CVII por arreglos políticos; hoy reeditada en la traición de Roma a los católicos chinos.
“Bugnini”: máximo referente de la “reforma litúrgica”. “Asís” se refiere a los encuentros de oración ecuménica, plagados de
apostasías y sacrilegios por parte de los jerarcas católicos, encuentros, por cierto, condenados por el Magisterio de la Iglesia
anterior al CVII. “Corán”: el famoso beso del Corán por Juan Pablo II, siendo así que el libro de los musulmanes contiene
muchas de blasfemias contra Cristo y doctrinas heréticas y prácticas morales repugnantes. “Kasper” es uno de los Cardenales
alemanes que promueve toda clase de interpretaciones heréticas y novedades contrarias a la Fe; “Maciel” y “McCarrick”:
clérigos abusadores, de los casos más sonados de la crisis de abusos que sacude a la Iglesia Católica, NdT]
15La abolición por San Pío V de las Secuencias que sólo habían entrado recientemente en la liturgia romana está
en un plano totalmente diferente de los cambios radicales introducidos en los 1960s y 1970s.
16Joseph Ratzinger, “Diez años del Motu Proprio Ecclesia Dei,” dado el 24 de octubre de 1998, en el Palacio Ergife
en Roma. Ratzinger continua: “Tales ritos pueden morir, si quienes solían usarlos en una época particular
desaparecieran, o si la situación vital de esa misma gente cambiara. La autoridad de la Iglesia tiene el poder de
definir y limitar el uso de tales ritos en situaciones históricas diferentes, ¡pero nunca puede pura y simplemente
prohibirlos! Entonces, el Concilio ordenó una reforma de los libros litúrgicos, pero no prohibió los antiguos libros.”
Incidentalmente, todavía me pregunto por qué este importante discurso de 1998, que contiene una rica reflexión
sobre la liturgia, fue omitido en el volumen XI de las Obras Completas de Ratzinger editadas por el Cardenal Müller
y publicadas en inglés por Ignatius Press. Es una omisión peculiar, como cualquiera puede ver por sí mismo
estudiando el texto, que está disponible online. Uno nota, más aun, el énfasis que pone Ratzinger en “el diálogo
de amor entre la Iglesia y su Señor.” Esto es lenguaje matrimonial, esponsal, no homosexual. El vicio de la sodomía
invierte y pervierte la eclesiología desde sus cimientos; por lo tanto no puede evitar invertir y pervertir la liturgia,
que es eclesiología en movimiento, palabra hecha carne.
¿Nos permitirían las leyes de la lógica o la metafísica invertir estas afirmaciones de Newman
y Ratzinger? ¿Podríamos decir que, si una forma litúrgica ortodoxa es abolida o prohibida,
entonces no puede ser la Iglesia quien lo ha hecho, sino hombres de iglesia abusando de su
autoridad? ¿Podríamos decir que una liturgia que es una “compilación hacha acorde con
criterios pragmáticos… manipulada de una manera positivista y arbitraria” no es, por esa misma
razón, una liturgia ortodoxa? ¿Podríamos decir que una liturgia que no es “nacida del diálogo
de amor entre la Iglesia y su Señor,” sino en cambio armada por expertos académicos y obispos
avant garde en docenas de grupos de estudio orquestados por un secretario con ideas
decididamente anti-tradicionales, no es una “realidad viviente,” un “expresión de la vida de la
Iglesia” que “destila la fe, la oración, y la vida misma de generaciones enteras”?17 ¿Podríamos
decir, en fin, que esta forma de culto, cualquiera que sea, está muy lejos de ser “una
encarnación de la acción de Dios y la respuesta del hombre”?
Sí, podemos decir todas esas cosas. Esto sólo muestra la magnitud del problema. Uno no
puede crear un viviente a partir de montones de piezas escolares pegadas entre sí. No se puede
asignar a una “fabricación ad hoc” una compleja, sutil historia de siglos de formación, sólo
deseando que sea así, no más que no se puede mágicamente producir una nación llamada
Esperanza, hogar de la raza de los esperantos, quienes han tenido el esperanto como lengua
nativa por siglos. El Novus Ordo es como el esperanto: una organización perfectamente racional
de funciones lingüísticas, hablada vernáculamente por nadie y carente de historia o cultura
excepto la de su intencional comunidad de especialistas. Mientras, el verdaderamente bello,
irregular, y rico lenguaje latino y su incomparable canto gregoriano fueron dejados a un lado.
Nunca se ha probado más cierto que los expertos son como pozos –profundos en un sentido,
pero estrechos y oscuros– mientras que la tradición, hogar del hombre común, es como el
océano –irresolublemente vasto, incomparablemente profundo, atemorizante, sublime,
rebosante de fertilidad y alimento, llamando a interminables viajes.
En su discurso al Parlamento Alemán en el Reichstag en Berlín el 22 de setiembre de 2011,
el Papa Benedicto XVI distinguió entre mero éxito, que puede ser alcanzado por la técnica, y
sabiduría, que sólo viene de la asimilación de la tradición. El Papa cita la descripción de San
Agustín del gobierno sin justicia como una “banda altamente organizada de ladrones,” en la cual
el poder está separado del derecho. El mismo juicio puede ser aplicado sobre Bugnini y el
Consilium: ellos acumularon una cantidad de experiencia técnica, y su producto final fue
aprobado por el poder del Papa reinante; pero carecieron –de hecho, repudiaron– la sabiduría
de la tradición, y por tanto perdieron el derecho de administrar la sagrada liturgia de la Iglesia.
Al final, el Consilium fue una banda altamente organizada de ladrones.

Sanación del Cuerpo Herido


Como dijo elocuentemente el Obispo Athanasius Schneider, el Cuerpo Místico de Cristo
sobre la tierra está sufriendo de heridas autoinfligidas. ¿Cómo restañamos esas heridas?
¿Pueden ser sanadas? El único camino para hacerlo es abordar la condición subyacente. Las
heridas pueden ser vendadas, pero no sanarán hasta que el cuerpo sea sano de nuevo. Ya que
la vida misma del Cuerpo Místico es expresada y edificada en la liturgia, ninguna salud es
posible hasta (y en el grado que) la liturgia misma sea saludable –cuando el Santo Sacrificio de
la Misa, las alabanzas del Oficio Divino, y todos los demás ritos sacramentales y litúrgicos sean
como deberían ser. ¿Y cómo deberían ser? De la manera en que fueron antes de la moderna
pasión por el manoseo dominara las mentes de los hombres de iglesia del siglo 20.

17 “En los confusos tiempos en que vivimos, toda la competencia teológica científica y la sabiduría de aquel que
debe tomar las decisiones finales me parece de vital importancia. Por ejemplo, pienso que las cosas habrían sido
diferentes en la Reforma Litúrgica si las palabras de los expertos no hubieran sido las últimas, sino que, aparte de
ellas, una sabiduría capaz de reconocer los límites de un aproximamiento ‘simplemente’ escolar hubiera dado su
veredicto.” Benedicto XVI al Cardenal Müller: https://rorate-caeli.blogspot.com/2018/01/for-record-benedict-xvis-
letter-to.html#more.
Romano Guardini, en su libro de 1918 El Espíritu de la Liturgia, habla de la importancia de
recibir una objetiva, impersonal, estable liturgia de “la Iglesia.” En el momento en que escribió,
él podía dar por supuesto que todos sus lectores entenderían de lo que estaba hablando:
cuando usted va a Misa o a otra liturgia, siempre ve al clero realizando los ritos confiados a ellos
y determinados para ellos por la Iglesia. Si miramos al Novus Ordo, podemos ver que lo que
nos dio Pablo VI no es ya algo objetivo, impersonal, y estable, sino una mixtura artificial de
elementos objetivos y subjetivos, una suerte de tira y afloja de impersonal y personalizado, una
liturgia que no puede ser estable porque está prisionera de la obligatoria opcionitis y la invasiva
inculturación.18
No se puede y no se debe identificar a un determinado Papa con “la Iglesia.” Pablo VI no es
la Iglesia; de hecho, Pío V ni Pío X son la Iglesia. El argumento de Guardini, que coincide con
las realidades de la teología e historia católicas, tiene sentido sólo si “la Iglesia” significa el
cuerpo de Cristo dotado con el depósito de la fe y la plenitud del Espíritu Santo, que preserva
la Tradición con amor y la transmite con autoridad. Evidentemente hay una esfera sobre la cual
los Papas tienen dominio, pero no puede extenderse a los maduros miembros y órganos del
cuerpo litúrgico. Si ellos tocan esas partes orgánicas, amputando o realizando una cirugía
plástica o intercambiando por miembros biónicos, su obra será ofensivo ante Dios y el hombre,
y condenada al fracaso.19
Una vez más, no se puede enfatizar lo suficiente que el método de reforma adoptado después
del Concilio, con sus presunciones y resultados, deriva de la praxis modernista de la teología
tal como fue descrita por el Papa Pío X en su Encíclica Pascendi. Este modernismo moderado
permea la liturgia reformada y, más aun, inculca un inconsciente desprecio por la tradición entre
los fieles que oran de acuerdo a ella [la liturgia reformada]. Así como las personas que beben
agua contaminada del grifo o ingieren trozos de amianto o pintura de plomo sufren de la ingesta,
sepan o no lo que sucede, el católico que recibe una lex orandi mutilada está sufriendo de la
falta de nutrición y la presencia de químicos extraños.
Entonces, a pesar de que la mayoría de los católicos de hoy están es un estado de ignorancia
invencible acerca de la reforma litúrgica, ellos soportan demasiado pasivamente la
vandalización de la tradición, rezando con ritos que son defectivos en su transmisión de ella.
Esta es la razón de por qué, cuando Dios concede a un católico la gracia de despertar a los
problemas de la reforma litúrgica y la gracia de sufrir a causa de ellos, Él le pide a ese católico
al mismo tiempo, que se vuelva y se reconcilie con la tradición, haciendo el principal compromiso
de recobrar y usar la liturgia tradicional. El católico que rechaza esta graciosa invitación cesa

18Tal vez el caso más poderoso de atomización y naturaleza desestabilizadora de los nuevos ritos es su polimorfa
vernacularización en cientos de lenguas modernas. Esto, en y por sí mismo, ha asestado un golpe mortal al Rito
Romano como tal, a pesar de la fantasía de “hermenéutica de la continuidad” de Liturgiam Authenticam. Cualquiera
sea el caso con las liturgias orientales, en el Oeste, la sagrada liturgia es latina, y su latinidad, luego de 1600 años,
no es un mero accidente, sino una propiedad de su ser. No puede haber un Rito Romano en vernáculas más de lo
que puede haber un Rito Bizantino sin letanías, pan levado, y “¡las puertas, las puertas!”
19Podríamos modificar para nuestro propósito la advertencia de Southwest Airlines: “Una liturgia sin corazón es
sólo una máquina.”
de ser un simpatizante pasivo y se convierte en un activo contribuyente a la incoherencia y el
colapso de la Iglesia Católica. Tal compromiso con el usus antiquior no significa necesariamente
que él jamás ore con los ritos reformados y deba rezar exclusivamente con los preconciliares.
Sí implica, no obstante, que él estaría poniendo en peligro su propia alma, y dañando el bien de
la Iglesia, si no abrazara la liturgia tradicional tanto como sea posible y avanzara su causa, si
está en su poder hacerlo.
La reforma no necesita reforma; necesita repudio con arrepentimiento. No es suficiente
apartar los abusos o reintroducir elementos tradicionales al tuntún –un poco de incienso aquí,
una casulla de violín allí, un introito hoy, ad orientem mañana. Esto es como apilar yesos en
una herida gangrenosa, o tratar un cáncer con multivitaminas. No, algo mucho más radical es
necesario.
El relato del becerro de oro en el Libro del Éxodo termina con un versículo muy peculiar.
Usualmente parafraseado al ser traducido, el versículo dice: “Así hirió el Señor al pueblo por
haber hecho el becerro por manos de Aarón” (Ex 32,35).20 Este versículo iluminado una verdad
sobre la complicidad: incluso si Aarón fue responsable por la hechura del becerro de oro, el
pueblo consintió con lo que él hizo, y por tanto comparte su culpa. Similarmente, el laicado que
adhiere al Novus Ordo que hizo Montini está, en mayor o menos medida, dando su aprobación
a las deficiencias de éste. Es cierto que la vasta mayoría no se da cuenta de que existe una
alternativa; pero tampoco lo hacen los incrédulos que nunca han escuchado sobre Cristo, y aun
así los incrédulos sufren de la carencia de gracias que recibirían si fueran miembros del Su
Cuerpo Místico. De semejante manera, los católicos corrientes sufren de la carencia de muchos
bienes y cosas importantes de las que la reforma litúrgica los ha privado. Cuando un laico se
hace consciente de estas buenas cosas, tiene la obligación de buscarlas, análogamente a la
obligación que tiene un incrédulo de buscar ser miembro de la Iglesia. Porque la Iglesia misma
se encuentra en su forma más concentrada en la sagrada liturgia.
Durante los pasados cincuentas años y más, siempre hubo voces gritando en el desierto
sobre las desviaciones y defectos de la reforma. No ha habido mucha excusa para la ignorancia
de los instruidos. Pero hoy, estamos en una fase de lo que Louis Bouyer una vez se refirió como
“la descomposición del Catolicismo,” es decir, el pontificado del Papa Francisco, el cual ha
tenido el efecto de las sirenas de alerta de Londres durante los bombardeos aéreos alemanes,
urgiendo a los ciudadanos a correr por refugio y ocultarse en lugares seguros. La Iglesia está
siendo bombardeada por muchos de sus líderes, y nosotros también debemos correr a
resguardo y ocultarnos en un sitio seguro –la tradicional doctrina, moralidad, y liturgia de la
Iglesia Católica, que ningún hombre, ni siquiera un Papa, tiene el derecho a quitarnos. Por eso
este pontificado es verdaderamente un momento de gracia, un momento para despertarse, un
momento para reconocer lo que hemos hecho con nuestra herencia, arrepentirnos de nuestra
insensatez, y tomar la acción necesaria.

Bruegel. ¿Está el hombre moderno atrapado en una burbuja?

20 [La cita traducida del inglés del artículo, dice: “Y el Señor envió una plaga sobre el pueblo, porque ellos hicieron
el becerro que hizo Aarón.” El sentido es obviamente el mismo, pero hemos quitado el “literalmente” del cuerpo del
texto, NdT]
Conclusión
El error fundamental del hombre moderno es su concepción de sí mismo como diferente de
lo que el hombre ha sido en otras épocas de la historia, de modo que se considera impedido de
someterse humildemente a la tradición. Suscribiendo este error, el católico moderno se otorga
a sí mismo un “pase libre” para salirse de la herencia común de la Iglesia y crear sus propias
estructuras peculiares, siempre inflando su ego y satisfaciendo sus pasiones. Su pretendida
diferencia, que es de hecho no otra cosa sino una carencia de autoconocimiento sostenido por
un andamio de eslóganes, se convierte con el tiempo en un estado de alienación y aislamiento
debido a la habitual indulgencia de la concupiscencia desordenada. Llegar a estar convencidos
de nuestra invariable naturaleza humana, caída pero redimida, requiere un esfuerzo sostenido
de autocontrol, meditación silenciosa y entrega a la oración ritual –en otras palabras,
exactamente lo que la liturgia tradicional latina provee abundantemente. Por tanto, nos
enfrentamos a la inevitable paradoja de que el Novus Ordo, a pesar de haber sido creado para
el hombre moderno, no desafía su vanidad y soberbia, mientras que la liturgia antigua,
verdaderamente remota en sus orígenes y desarrollo, provoca a la gente moderna a una
confrontación con Dios y consigo mismos a través de su disciplinado régimen de oración, gesto,
canto, y símbolo. Su misma densidad, opacidad, e indiferente solemnidad provoca una
respuesta en aquellos que están hastiados de entretenimiento y educación.21
Los jóvenes de hoy día bien puede que estén confundidos sobre muchas cosas. Pero
aquellos que desean ser católicos serios son claros sobre una: no hay futuro para una religión
futurística que ya parece anticuada e insulsa. Esta es la razón de que quieran la antigua,
hermosa, y llena de sentido liturgia de la Iglesia. En un mundo donde nada parece seguro, esta
liturgia es una roca estable, de hecho una montaña coronada con un templo, sobre la cual
edificar la propia vida espiritual, social, y familiar. Es una roca en el desierto de la cual fluyen
incesantemente las frescas aguas espirituales.
Visto histórica y teológicamente, la así llamada “Forma Ordinaria de la Misa” es el indulto, la
excepción a la que se le ha permitido ocupar un territorio que de derecho le pertenece a otro.
La así llamada “Forma Extraordinaria” es, en realidad, la costumbre constante que nunca fue ni
podría ser abrogada. La una es una advenediza, con un tenue contrato en su estatus; la otra es
un rito inmemorial, con una sujeción inconmovible a nuestra alianza. Qué privilegio, qué
bendición que hayamos sido conducidos, por la inescrutable Providencia, a conocer y amar este
tesoro inestimable, por ningún mérito de nuestra parte, sino sólo “[para] alabanza de su gloria”
(Ef 1,12). “A Él la gloria en la Iglesia y en Cristo Jesús, por todas las generaciones de la edad
de las edades. Amén” (Ef 3,21)

Gracias por su amable atención.

[Las citas bíblicas no ha sido traducidas desde el inglés, sino tomadas de La Santa
Biblia, traducción de Mons. Straubinger, conocida también como “Biblia Platense”, NdT]

21 Como he argumentado en mi libro Noble Beauty, Transcendent Holiness, especialmente en el cap. 1.

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