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llamados a la santidad”
En su reflexión previa al rezo del Ángelus en la Plaza de San Pedro, ante una
multitud de fieles congregados junto al Palacio Apostólico, el Santo Padre
afirmó que “los Santos y las Santas de todos los tiempos, que hoy celebramos
todos juntos, no son simplemente unos símbolos de los seres humanos lejanos
e inalcanzables”.
Por el contrario, “son personas que han vivido con los pies en la tierra; han
experimentado la fatiga cotidiana de la existencia con sus éxitos y sus
fracasos, encontrando en el Señor la fuerza de levantarse siempre y continuar
el camino”.
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“De ello se comprende que la santidad es una meta que no se puede alcanzar
únicamente contando con nuestras propias fuerzas, sino que es el fruto de la
gracia de Dios y de nuestra libre respuesta a ella. Por lo tanto, la santidad es
regalo y es llamada”.
El Papa Francisco explicó que la gracia de Dios “es algo que no podemos
comprar o intercambiar, sino acoger, participando así en la misma vida divina
por medio del Espíritu Santo que habita en nosotros desde el día de nuestro
Bautismo”.
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“Los Santos que hoy celebramos en la liturgia son hermanos y hermanas que
admitieron en sus vidas la necesidad de esta luz divina, de abandonarse a ella
con confianza. Y ahora, delante del trono de Dios, cantando su gloria para
toda la eternidad”.
“Es cierto, estamos cansados de las dificultades del camino, pero la esperanza
nos da la fuerza para seguir adelante. Mirando a sus vidas, nos sentimos
estimulados a imitarlos. Entre ellos hay muchos testimonios de una santidad
‘de la puerta de al lado, de aquellos que viven cerca de nosotros y que son un
reflejo de la presencia de Dios’”.
La llamada a la santidad
Categoría: Ayudas en el crecimiento espiritual
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Por el bautismo, todo cristiano está llamado a la santidad y al apostolado. Por eso, la
santidad no es está reservada para algunas almas escogidas; todos, sin excepción,
estamos llamados a la santidad, que consiste poner todos los medios necesarios para
apartarse del pecado. Como decía Santa Teresita: “La santidad no consiste en tal o cual
práctica. Consiste en una disposición del corazón que nos vuelve humildes y pequeños en
los brazos de Dios”.
Pero, sea cual sea el estado de vida para el que Dios pensó a cada uno, todos debemos
tener la disposición del profeta Samuel, que, en medio de la noche, a la llamada de Dios
respondió: “Habla, Señor, que tu siervo escucha”. Ante este llamamiento al amor,
muchas veces nos vemos tentados por el miedo, el cual se vence con la confianza en
Dios, pues él lo sabe todo, lo puede todo y nos ama. Y nunca nos va a pedir algo que
supere nuestras fuerzas. Además, como Dios no se deja ganar en generosidad, siempre
que nos pide algo Él nos da más.
Quien mejor ejemplo de esto puede darnos es Nuestra Madre, la Virgen María, que es
Modelo y Maestra. Ella, en la anunciación, dijo: “He aquí la Sierva del Señor, hágase en mí
según su voluntad”. Y ese sí lo mantuvo a lo largo toda de su vida y lo pronunció también
al ver a su Hijo Jesús morir en la cruz.
La vida del beato Carlo Acutis es un examen de conciencia para todos los jóvenes, es una
muestra evidente de que la santidad es para todos.
Él también mencionó alguna vez: “Igual que para viajar en globo hay que descargar peso,
también el alma, para elevarse al Cielo, necesita quitarse de encima esos pequeños pesos
que son los pecados veniales”.
Una frase muy conocida de Carlo Acutis es: “Todos nacen como originales pero
muchos mueren como fotocopias”. Esto es una realidad. Dios a cada uno lo piensa
con un plan diferente, para hacerle feliz, pero preferimos guiarnos por lo que el
mundo piensa, dice o hace, y al final terminamos siendo como todos y respondiendo a
Dios un NO lleno de amor propio. E inevitablemente, al dirigir la mirada hacia uno mismo,
viene la tristeza; la felicidad es dirigir la mirada hacia Dios.
Jesús dice: “Mira que estoy a la puerta y llamo”. Y TÚ, que ¿vas a responder? Para
responder a Dios hay que estar apasionado por ÉL. Pídele suplicante que te apasione
por Él.
Carlo tuvo un modo concreto en el que Jesús le pidió santificarse. Nosotros debemos
encontrar el nuestro, el que Dios quiere para nosotros y, sea cual sea nuestro camino,
debemos trazar el programa de CARLO: “Estar siempre unido a Él es mi proyecto de
vida”. Y, cuando conozcas el camino, ¡CAMINA!
Dios siempre va a hacer el 99% y nos pide a nosotros colaborar un 1%, que, aunque es
mínimo, a veces cuesta mucho dárselo. Por eso hay que luchar, no bajar los brazos y, si
Dios viene a buscarnos, aunque no nos encuentre perfectos, ojalá nos encuentre
luchando. Porque nadie sabe ni el día ni la hora. A Carlo lo llamó a los 15 y lo encontró
ofreciéndose por la Iglesia y por el Papa.
Tu manera de vivir, ¿te está ayudando a convertirte en la persona que estás llamada a
ser?
El Papa: La santidad no está hecha de
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En una mañana soleada en la plaza San Pedro el Papa Francisco presidió la celebración
Eucarística y el rito de canonización de diez beatos. De cada uno, el cardenal Marcello
Semeraro, prefecto de la Congregación para las Causas de los Santos, presentó una
breve hagiografía. Ellos son: Titus Brandsma, Lázaro conocido como Devasahayam, César
de Bus, Luigi Maria Palazzolo, Justin Maria Russolillo, Carlos de Foucauld, Marie Rivier,
María Francisca de Jesús Rubatto, Maria di Gesù Santocanale y Maria Domenica
Mantovani.
"Amar significa servir y dar la vida, -dijo Francisco en su homilía- servir es no anteponer los
propios intereses, desintoxicarse de los venenos de la avidez y la competición, combatir el
cáncer de la indiferencia y la carcoma de la autorreferencialidad… Dar la vida, es salir del
egoísmo para hacer de la existencia un don. El Señor tiene un proyecto de amor para cada
uno de nosotros, cada uno tiene que seguir ese camino de santidad".
Además, el Papa afirmó que "la santidad no está hecha de algunos actos heroicos, sino de
mucho amor cotidiano. Cada uno de nosotros, podemos amar al otro como Cristo nos ha
amado. Es tan simple el camino de la santidad".
«Así como yo los he amado, ámense también ustedes los unos a los otros»
Así mismo, en su homilía el Papa Francisco, recordando el Evangelio de hoy manifestó
que Jesús entregó “a los suyos antes de pasar de este mundo al Padre, palabras que
expresan lo que significa ser cristianos: «Así como yo los he amado, ámense también
ustedes los unos a los otros» (Jn 13,34)”.
Este es el testamento que Cristo nos dejó -dijo el Papa- el criterio fundamental para
discernir si somos verdaderamente sus discípulos o no: el mandamiento del amor:
“Consideremos dos elementos esenciales de este mandamiento: el amor de Jesús por
nosotros —así como yo los he amado— y el amor que Él nos pide que vivamos —ámense
los unos a los otros”.
Y repasando esas palabras de Jesús que dice: “como yo los he amado”, el Papa nos
recordó que Jesús nos ha amado “hasta el extremo, hasta la entrega total de sí. Impacta
ver que pronuncia estas palabras en una noche sombría, mientras el clima que se respira
en el cenáculo está cargado de emoción y preocupación”:
“No son nuestros talentos y nuestros méritos los que están en el centro, sino el amor
incondicional y gratuito de Dios, que no hemos merecido. En el origen de nuestro ser
cristianos no están las doctrinas y las obras, sino el asombro de descubrirnos amados,
antes de cualquier respuesta que nosotros podamos dar”.
El Papa indicó que esta verdad nos pide una conversión en relación con la idea que a
menudo tenemos sobre la santidad. A veces, -dijo- insistiendo demasiado sobre nuestro
esfuerzo por realizar obras buenas, hemos erigido un ideal de santidad basado
excesivamente en nosotros mismos, en el heroísmo personal, en la capacidad de
renuncia, en sacrificarse para conquistar un premio. Es una visión a veces demasiado
pelagiana de la vida, de la santidad, afirmó.
"Dios nos ha amado primero, nos ha esperado, Él nos ama. Continúa amándonos, esta es
nuestra identidad: amados por Dios. Esta es nuestra fuerza: amados por Dios".
“El amor que recibimos del Señor es la fuerza que transforma nuestra vida, nos ensancha
el corazón y nos predispone para amar. Por eso Jesús dice —y he aquí el segundo
aspecto— «así como yo los he amado, ámense también ustedes los unos a los otros».
Este así no es solamente una invitación a imitar el amor de Jesús, significa que sólo
podemos amar porque Él nos ha amado, porque da a nuestros corazones su mismo
Espíritu, Espíritu de santidad, amor que nos sana y nos transforma”. Por eso, podemos
amar, en cada situación y con cada hermano y hermana que encontramos, porque somos
amados y tenemos la fuerza de amar. Así como soy amado, puedo amar. Siempre, el amor
que doy unido al de Jesus por mi: así como Él me ama, puedo amar. es simple la vida
cristiana, ¡Es simple! nosotros la complicamos, con tantas cosas, pero es simple. No
olvidemos la primacía de Dios sobre el yo, del Espíritu sobre la carne, de la gracia sobre
las obras. Y a veces damos más peso, más importancia al yo, a la carne que a las obras.
No: la primacía de Dios sobre el yo, del Espíritu sobre la carne, de la gracia sobre las
obras".
Dar la vida, que no es sólo ofrecer algo, como por ejemplo dar algunos bienes propios a
los demás, sino darse uno mismo, -afirmó- es salir del egoísmo para hacer de la existencia
un don, estar atentos a las necesidades de quienes caminan a nuestro lado, gastarnos por
quienes tienen necesitad, tal vez también de ser escuchados, de nuestro tiempo, de una
llamada.
"Me gusta preguntar a las personas que me piden un consejo: Dime ¿das la limosna? -si
Padre, doy la limosna a los pobres
Y cuando das la limosna ¿tocas la mano de la persona? o le botas la limosna y haces así
para limpiarte?... ¿Cuando das la limosna miras a los ojos a la persona que ayudas o
miras para otra otro lado? y sonrojando dicen: No, no lo toco. No, no lo miro.
Tocar y mirar, tocar y observar la carne de Cristo que sufre en nuestros hermanos y
hermanas. esto es muy importante. esto es dar la vida".
Este es el camino de la santidad, ¡es tan sencilla! dijo, pero siempre mirar a Jesus en los
demás. Es así como todos estamos llamados a servir al Evangelio y a los hermanos y a
ofrecer nuestra propia vida desinteresadamente, sin buscar ninguna gloria mundana, por
último, recordando a los nuevos santos, el Pontífice señaló que vivieron la santidad de este
modo: se desgastaron por el Evangelio abrazando con entusiasmo su vocación —de
sacerdote, de consagrada, de laico—, descubrieron una alegría sin igual y se convirtieron
en reflejos luminosos del Señor en la historia. Intentémoslo también nosotros, afirmó,
porque todos estamos llamados a la santidad, a una santidad única e irrepetible. Sí, el
Señor tiene un proyecto de amor para cada uno, tiene un sueño para nuestras vidas.
Soy la hna. Karla Jiménez y soy novicia de las Siervas del Hogar de la Madre.
Conocí el Hogar de la Madre a los 13 años en un campamento y, desde esa semana, mi
vida cambió drásticamente para siempre: empecé a ir a Misa diaria, a rezar el rosario, en
fin, a ser el bicho raro de la clase.
Jesús se enamoró de mi miseria y Él me enamoró de su misericordia. Me dijo que quería
que fuera totalmente suya y acepté. Tuve muchas caídas y levantadas, pero su mano firme
siempre estuvo junto a mí; su fidelidad nunca acaba y por eso le daré eternamente gracias.
Ahora solo quiero vivir para Él, no negarle nada, ser el consuelo de su Corazón y, cogida
de la mano de Nuestra Madre, llegar al Cielo; no sin antes haberles ayudado en esta tierra
a que las almas se conviertan, amen la Eucaristía y conozcan el amor maternal de la
Virgen.