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“Las personas consagradas son signo de Dios en los diferentes ámbitos de vida, son
levadura para el crecimiento de una sociedad más justa y fraterna, son profecía de
intercambio con los pequeños y pobres. Entendida y vivida así, la vida consagrada
aparece como realmente es: Un don de Dios, un don de Dios a la Iglesia, un don de
Dios a su Pueblo. Cada persona consagrada es un don para el Pueblo de Dios en
camino.”
Guía:
Te adoramos y te bendecimos, Señor en esta tarde…
Eres digno de recibir nuestra adoración.
Nos rendimos y nos postramos delante de ti.
Eres digno de recibir nuestra adoración.
Yo soy el barro y tú el alfarero, moldéame a tu voluntad.
Levanto mis manos y mi corazón en adoración.
Quiero estar en tu presencia, oh Señor.
En el reposo de tu presencia yo te alabo y te adoro.
En ti confío, Señor.
Quiero contemplar la belleza de tu santidad.
Tú eres mi refugio, mi amparo y fortaleza, mi roca…
No hay nadie como tú,
Hazme tuyo, oh Señor. Que nunca me aparte de ti, oh Señor.
CANTO.
SIGNOS
COFRE
“La vida consagrada, se constituye en un verdadero tesoro para la Iglesia. Es un
llamamiento que el Señor hace a algunas personas para que por medio de la
práctica de los consejos evangélicos, dediquen toda su vida a cultivar la santidad en
sus vidas y a proclamar el Reino de Dios y a sembrarlo en el corazón de los
hombres.”
Presentamos este cofre del tesoro con los nombres de los consagrados y
consagradas del ramal.
PERFUME
“La presencia de vida consagradas es una realidad que llena la Iglesia y la sociedad
de un perfume insólito, “el buen olor de Cristo, justamente porque esa presencia es
una memoria viva de su acción, de su amor, de su perenne presencia y de su
actualidad. Jesús es el Amado cuyo perfume embriaga y enamora, que invita a
responder con el perfume de la vida: Si, una vida que se entrega para agradar al
amado se convierte en una vida de amor intensamente vivida, se transforma en
misión, puesto que no pude mantenerse oculta ni puede tenerse en secreto, pues
está destinada, de un modo u otro, a perfumar el ambiente”.
FLOR Y AGUA
Esta plantita para crecer bella y fuerte necesita por ejemplo del agua. Esta flor
representa a los consagrados y consagradas Nos preguntemos: ¿Cuánto rezamos por
ellos?, ¿por su fidelidad?, ¿por las vocaciones? Estamos a tiempo. Acompañemos
con el agua de nuestra oración a tantos hermanos y hermanas que dedican su vida
a Cristo y a su pueblo.
Guía:
Creo, Jesús, que estás presente en el Santísimo Sacramento del altar; Te adoro
y te amo como mi Señor, mi Amigo y mi Salvador. Ven espiritualmente a mi alma y a
mi corazón y no permitas que jamás me separe de Ti.
Mira, Señor, nuestra humanidad, que camina buscando y no encuentra. La
vida de muchos sigue marcada fuertemente por el odio, la violencia, la opresión, la
guerra, el abandono, la pobreza y la desesperanza. Necesitamos testigos del amor y
de la paz, de la justicia y de la verdad. Necesitamos mensajeros animosos del
Evangelio, siervos generosos de esta humanidad sufriente. Envía a tu Iglesia santos
operarios, numerosos consagrados y consagradas que con su vida, su palabra y su
acción apostólica, lleven tu amor y tu salvación al corazón de todos. Amén.
Guía: Todos los bautizados hemos recibido la vida nueva en Cristo y somos
llamados a seguirlo. Los consagrados, sostenidos por la acción del Espíritu Santo, se
comprometen a seguirle más de cerca y con mayor radicalidad a Cristo Jesús casto,
pobre y obediente.
¡Gracias, Señor por la vocación que pones en el corazón de muchos jóvenes.
Concédeles ser fieles y perseverantes!
CANTO
Lector 2: “La llamada a seguir a Cristo con una especial consagración, es un don de
la Trinidad para todo un pueblo de elegidos. Viendo en el bautismo el común origen
sacramental, consagrados y consagradas comparten con los fieles la vocación a la
santidad y al apostolado. En el ser signo vivo de esta vocación universal manifiestan
la misión específica de la vida consagrada”. (CdC 8)
Señor, no permitas que faltan en nuestras comunidades cristianas hombres y
mujeres consagrados, que con su estilo de vida nos recuerden a todos nuestra
vocación a la santidad y nuestra misión de construir el Reino de Dios.
CANTO
Guía: Convencidos de que la oración es la fuerza más poderosa para que el Dueño
de la mies envíe los obreros que la Iglesia y el mundo necesitan, elevemos nuestras
súplicas al Señor de la cosecha.
Lector 1: Llama, Señor a muchos para que sigan a Tu Hijo Jesús, en la Vida
Consagrada.
Lector 2: Señor, Tú que has dicho: Si alguno quiere seguirme, que se olvide de sí
mismo, tome su cruz y me siga…
Lector 1: Concédenos la gracia de escuchar con valentía tus llamados y abrirnos a
los planes y proyectos que tienes para nuestras vidas.
Lector 2: Señor, Tú que has dicho: mi yugo es suave y mi carga ligera…
Lector 1: Haz que todos los consagrados y consagradas encuentren en Ti descanso
y aliento en seguir su misión de testigos de tu Evangelio.
Lector 2: Señor, Tú que has dicho: Si la sal pierde su sabor, ¿con qué se salará?
Lector 1: Recuérdanos que nos has llamado a ser testigos tuyos y que debemos vivir
plenamente nuestra vocación, siendo sal y luz en nuestro ambiente.
Lector 2: Señor, Tú que has dicho: Ustedes son mis amigos, yo los escogí a ustedes
para que vayan y den mucho fruto…
Lector 1: Concede voluntad recia, entrega valiente y fidelidad incansable a todos
aquellos jóvenes a quienes estás llamando.
Lector 2: Señor, Tú que has dicho: Si quieres ser perfecto, anda, vende lo que
tienes, dáselo a los pobres, y luego ven y sígueme…
Lector 1: No dejes de llamar con insistencia y con los dulces silbidos de tu amor a
muchos jóvenes a la vida consagrada en los varios carismas de nuestra Iglesia.
Lector 2: Señor, Tú que has dicho: Marta, Marta, ¿por qué te preocupas de tantas
cosas? María ha escogido la parte mejor…
Lector 1: Aumenta, Señor, las vocaciones a la vida contemplativa, para que no falte
nunca a la Iglesia la riqueza de muchas personas, consagradas totalmente a tu
amor y a la oración.