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La Sociedad

Concepto

El hombre es un ser social, está inmerso en la sociedad desde que nace hasta que
muere. Pero resulta difícil dar un definición exacta de la sociedad, por eso presentaremos
primero algunas definiciones:

"Reunión permanente de personas, pueblos o naciones que conviven y se relacionan bajo


unas leyes comunes"

"Agrupación de individuos con el fin de cumplir las finalidades de la vida mediante la


cooperación mutua"

"Es un gran número de seres humanos que obran conjuntamente para satisfacer sus
necesidades sociales y que comparten una cultura común"

"Sistema o conjunto de relaciones que se establecen entre los individuos y grupos con la
finalidad de constituir cierto tipo de colectividad, estructurada en campos definidos de
actuación en los que se regulan los procesos de pertenencia, adaptación,
participación, comportamiento, autoridad, burocracia, conflicto y otros"

Consideramos más apropiada la definición que da Fichter, porque en ella se distingue


mejor la sociedad del grupo, pues este último comprende solo una parte de la sociedad y
también porque la cultura de una sociedad es más amplia que la de una persona o la de
un grupo.

Características.

En una definición mas completa podemos citar las siguientes:

a)      "Las personas de una sociedad constituyen una unidad demográfica, es decir,


pueden considerarse como una población total"

b)      "La sociedad existe dentro de una zona geográfica común"

c)       "La sociedad está constituida por grandes grupos que se diferencian entre sí por
su función social"

d)      "La sociedad se compone de grupos de personas que tienen una cultura semejante"
e)       "La sociedad debe poderse reconocer como una unidad que funciona en todas
partes"

f)        "Finalmente, la sociedad debe poderse reconocer como unidad social separada"

Estructura y funciones.

Por estructura social entendemos el orden u organización por la cual los miembros de una
sociedad ocupan en ella un lugar especial y propio en el que actúan con vistas a un fin
común. Por eso, como diría Fichter, cuando decimos "sociedad" nos referimos
directamente a una "estructura formada por los grupos principales interconectados entre
sí, considerados como una unidad y participando todos de una cultura común"

La sociedad existe para las personas y las personas también desempeñan en ella ciertas
actividades con vistas al bien común. De este recíproco influjo surge la satisfacción de las
necesidades sociales de las personas. Las funciones, que la sociedad está llamada a
realizar para el bien de las personas, algunas son genéricas y otras específicas.

Funciones genéricas:

La sociedad desempeña ciertas funciones generales, y son las siguientes:

a)          "Reúne a las personas en el tiempo y en el espacio, haciendo posibles la mutuas


relaciones humanas".

b)          "Proporciona medios sistemáticos y adecuados de comunicación entre ellas, de


modo que puedan entenderse".

c)           "Desarrolla y conserva pautas comunes de comportamiento que los miembros de


la sociedad comparten y practican".

d)          "Proporciona un sistema de estratificación de status y clases, de modo que


cada individuo tenga una posición relativamente estable y reconocible en la estructura
socia".

Funciones específicas:

a)      "Tiene una forma ordenada y eficiente de renovar sus propios miembros..."

b)      "Cuida de la socialización, desarrollo e instrucción de sus miembros..."

c)      "En sus variados grupos económicos la sociedad produce y distribuye


los bienes y servicios..."

d)      "La administración política y los diversos grupos cívicas satisfacen las necesidades


de orden y seguridad externa que sienten los hombres"

e)      "Las diversas formas de religiones, atienden socialmente las necesidades religiosas
y espirituales..."
f)       "Las asociaciones, existen grupos sociales y disposiciones sistemáticas que están
destinadas al descanso y diversiones..."

Clasificación de las sociedades.

Son muchas las maneras de clasificar las sociedades y cada una de ellas puede ser
aceptable según el punto de vista desde el que se examine la sociedad. Por ejemplo,
según su índice de crecimiento o de decrecimiento, una población que se multiplica
rápidamente responde a un tipo de sociedad muy distinto de otra que decrece
rápidamente.

"Los sociólogos están de acuerdo en que las diferencias abstractas más importantes por
la que se distinguen las sociedades es la cultura propia de cada una. Las sociedades se
distinguen entre sí más por sus diferentes culturas que por sus diferentes estructuras o
funciones. La sociedad y la cultura están íntimamente ligadas y mediante un proceso de
abstracción podemos hablar de ellas como de cosas separadas. Un ejemplo sencillo de
las diferencias culturales que distinguen a dos tipos de sociedad es el de sociedades
con escritura y sociedades sin escritura".

Clasificación según grupos dominantes.

Una clasificación más útil y significativa de las sociedades es la que está basada en el
predominio de un grupo o institución importante sobre los demás de la sociedad.
Históricamente esta tipología se ha centrado en cuatro categorías principales:

a)       "La sociedad dominada por la economía: es una sociedad en la que


el hombre de negocios y el fabricante gozan de un alto status social; los
valores comerciales y materiales ejercen gran influjo en el comportamiento de las
personas..."

b)      "La sociedad dominada por la familia: es aquella en la que hay estrechos vínculos
de parentesco y se tiene en gran honor a los mayores, ancianos o difuntos, y en la que el
status social se mide más por el criterio de la ascendencia que por cualquier otra norma
de status..."

c)       "La sociedad dominada por la religión: es aquella en la que el punto central reside
en lo sobrenatural, en las relaciones entre Dios o los dioses y el hombre, en la que todos
los otros grandes grupos se subordinan al religioso..."

d)      "El sistema dominado por la política: es el que se suele llamar "Totalitario", en el que
el poder es monofásico y el Estado interviene directamente en la reglamentación de todos
los demás grupos o instituciones"

Debemos dejar bien claro que no se puede hablar de una sociedad exclusivamente
económica, familiar, religiosa o política, sino de un predominio de una sobre las otras.
También se puede hablar de sociedades que dan mucha importancia a la educación y
también al ocio o a la actividad lúdica.
Organización y Desorganización Social

Hace unos 30 años, Alfred Chandler, el historiador de los negocios, propuso una forma de
pensar que ha sido bien aceptada por las empresas de Estados Unidos...una estructura
organizacional es un derivado lógico de la estrategia organizacional y la facilita. Con el
paso de los años, conforme los gerentes han intentado que la estructura se adecue a la
estrategia, este enfoque ha hecho que los gerentes construyan estructuras cada vez más
grandes y “semipermanentes” para sus organizaciones. Estas estructuras, por lógica, eran
resultado de estrategias diseñadas para hacer que las compañías fueran más grandes y
dominantes en los mercados. Hoy, muchos gerentes están probando con estructuras
organizacionales de aspecto muy diferente, porque están experimentando – y triunfando-
con un tipo de estrategia organizacional radicalmente diferente. James Brian Quinn llama
a estas organizaciones las empresas inteligentes, porque su producto más importante son
los conocimientos, empacados en forma de servicios valiosos. Quinn y Tom Peters
afirman que, cuando uno considera que su organización está en el “ramo de los servicios”,
uno jamás la organizará como antes lo hizo.

Tres tipos de estructuras organizacionales innovadoras han evolucionado a partir de este


nuevo enfoque estratégico:

1. la que Peters llama la “desorganización necesaria”: ...es partidario de procesos


para diseñar organizaciones que produzcan arreglos flexibles y de corta vida para
las actividades de trabajo; pronostica que la “organización”...eficaz del mañana
será conjurada de nuevo, día tras día.
2. la llamada “corporación virtual” ...red temporal de empresas que se reúnen con
rapidez para explotar las oportunidades que cambian a gran velocidad...las
empresas pueden compartir costos, habilidades y acceso a los mercados
mundiales, y cada uno de los socios contribuye con lo que hace mejor. Los
atributos fundamentales de una organización así son: tecnología... oportunidad...
excelencia... confianza... sin fronteras...
3. la que Quinn llama organización “desagregada”...un ejemplo es la costumbre de
“maquilar”...en otras épocas “maquilar” era como admitir debilidad ...ahora ...la
maquila puede ser parte fundamental de la administración de una “empresa
inteligente”...los gerentes de Nike buscan y firman contratos de maquila con tres
tipos de “socios para la producción”....los “socios desarrollados” producen los
productos de moda más modernos y caros de Nike ...los “productores de volumen”
tienen un tamaño superior a la media “70,000 y 85,000 unidades al día ...las
“fuentes en vías de desarrollo” producen exclusivamente para Nike...para
convertirlos en los proveedores de gran nivel de Nike ...dice Quinn “Nike actúa
primordialmente dentro de un rol de servicios: como centro de diseño, coordinador
de producción e interface del mercado para su sistema”... según Quinn ésta sería
la administración inteligente, porque cada una de las partes de la red que se
constituye contribuye con los conocimientos (inteligencia) que puede ofrecer.

La Sociología Criminal
La Sociología Criminal es la
ciencia, que tiene por objeto el estudio del delito en cuanto al fenómeno social, así como
el de los factores sociológicos que intervienen en su producción.

La Sociología Criminal, como disciplina criminológica, se debe al sociólogo y jurista


italiano Enrico Ferri (1856-1929), representante de la escuela positivista del Derecho
Penal quien, a partir de la tercera edición, dio ese título a su famoso libro Los nuevos
horizontes del Derecho y del procedimiento penal (Bolonia-Italia, 1881); Ferri incluyó en la
nueva ciencia, no solo a la Antropología y a la Estadística Criminales, sino a las Ciencias
Pedagógicas, la Penología, e incluso al Derecho Penal del que decía era solo un capítulo
de la Sociología Criminal.

Hoy en día, la Sociología Criminal se interesa en dos vertientes:

El conjunto de principios derivados del estudio estadístico de la masa de fenómenos


criminales, conjugados con el psicológico de los casos concretos, que permiten el estudio
del delito como hecho social y en sus relaciones con los factores criminógenos; éstos,
procedentes del mundo circundante, gravitan sobre los individuos y los estimulan a
delinquir.
Comprende también la determinación de los recursos preventivos político-sociales de los
que los Estados pueden valerse en su lucha contra la criminalidad. Todos estos estudios,
en ciertos de sus aspectos, tienen antiguos precedentes.

La Sociología Criminal, como orientadora de la lucha de la sociedad contra el crimen,


concreta sus conclusiones en la necesidad de atacar las causas generales que favorecen
su desarrollo, mediante métodos de política social preventiva, a los que Ferri llamó
substitutivos penales como medios de prevención social, y que deben comprender toda
una serie de medidas de orden económico, político, administrativo, educativo y doméstico,
que puestas en práctica por los gobiernos conducirían a disminuir y atenuar el porcentaje
y la crueldad de la conducta sociopática y de los hechos delictivos.

La Sociología Criminal se ha desarrollado en primer lugar a través del análisis de factores


de criminalidad condicionados por la cultura, el entorno o el medo; esto con un fin al
mismo tiempo descriptivo y explicativo.
Se considera a veces a la Sociología Criminal como una rama de la Sociología, pero, se
puede también identificar con una concepción amplia de la Criminología: es el caso
particular de América del Norte donde la Sociología Criminal se confunde con la
Criminología o Criminología Sociológica. Las concepciones cambian, pero no afectan de
manera fundamental al objeto de las investigaciones; en cambio las conclusiones a las
que podemos llegar pueden ser a veces muy distintas.

DESVIACIÓN Y CRIMINALIDAD

Se entiende por desviación el conjunto de conductas desviadas que ocurren en una


sociedad dada, en un tiempo determinado.

Desviada es toda conducta que se aparta de las normas o patrones comportamiento


coercitivamente impuestos por un grupo, "mediante la amenaza de una forma negativa de
reacción social, enderezada a procurar el control de tal conducta.

El delito es una especie de conducta desviada, definida como tal por las leyes penales, y
a la cual se le asigna una pena como reacción social institucional.

La criminalidad es una especie del fenómeno social cíe la desviación, consistente en la


totalidad de los delitos que ocurren en una sociedad y en un tiempo determinados; es,
como dice Rico, un "fenómeno de masas".

Los términos conducta desviada y delito son generalmente utilizados para aludir a
conductas individuales. Desviación y criminalidad se refieren a los fenómenos sociales
consistentes en la sumatoria de todas las conductas desviadas o delitos, según el caso.

Al lado del delito, existen otras especies de conducta desviada, tales como la llamada
"enfermedad mental", tenemos también una microdesviación integrado por las conductas
que contrarían las normas de las "buenas maneras o costumbres", la moda, etc.
Teorías sociales explicativas del fenómeno criminal

Las teorías explicativas en torno a las


conductas antisociales y/o delincuencia intentan buscar la causalidad de su aparición y
posterior mantenimiento. Unas teorías pueden ser más interesantes que otras, incluso
algunas pueden parecer realmente convincentes frente a otras claramente desechables,
pero todas han de ser valoradas en su justa medida de acuerdo a una adecuada
comprensión de la génesis delictiva. El intentar prevenir las conductas antisociales no es
más que tomar medidas o actuar de acuerdo a un intento de reducir o evitar la aparición
de dichas conductas, así como los problemas derivados. De forma genérica, se considera
la existencia de tres formas distintas de prevención: a) primaria (actuaciones puestas en
funcionamiento antes de que aparezcan las conductas problemáticas), b) secundaria (se
lleva a cabo después de la aparición de marcadores de riesgo en población objeto de
intervención), c) terciaria (sería la encaminada a detener la expansión y consolidación de
las conductas problemáticas así como sus consecuencias).

En concreto, para la prevención de la conducta antisocial y/o delincuencia, ha habido


una evolución notable que ha hecho cambiar radicalmente el punto de vista predominante.
Se ha pasado de la visión de los años 70 marcada por el pesimismo y desazón
(Martinson, 1974; Wright y Dixon, 1977), a una percepción en la época actual
considerable en términos de un optimismo reservado (Lösel, 1995; Mulvey, Arthur y
Reppucci, 1993; Palmer, 1991).

En este artículo, se presentan, resumidamente, aquellas teorías explicativas relevantes


para la comprensión de la génesis y/o mantenimiento de las conductas antisociales,
enfatizando especialmente en las psicosociales. Los factores que integran, constituyen los
aspectos más relevantes a tener en cuenta como base de cualquier investigación
psicológica, encaminada a la prevención de las conductas antisociales. Además, se
reflejan distintos programas predelictivos (anterior al ejercicio de conductas antisociales) y
una descripción de la intervención postdelictiva, que tiene lugar cuando el joven ha
tomado contacto con la policía o con los juzgados.

TEORÍAS EXPLICATIVAS DE LA CONDUCTA ANTISOCIAL


En este apartado, se describen de forma breve y concisa aquellas teorías que han tenido
mayor trascendencia en la investigación existente y que, en mayor o menor medida,
tienen importancia para la comprensión de los modelos de intervención existentes.

Teorías clásicas de la delincuencia

Teorías psicobiológicas

Los defensores de estas teorías tratan de explicar la conducta antisocial en función de


anomalías o disfunciones orgánicas, en la creencia de que son algo orgánico o factores
internos del individuo, los que concurren en algunas personas y llevan a una
predisposición congénita para la comisión de la delincuencia (Pérez, 1984). Dentro de
esta teoría se encuadraría la tesis clásica de Lombroso (1911) sobre la base de
sus estudios biológicos y antropomórficos realizados con presidiarios, en la que expone
que el delincuente era una especie de ser atávico, que reproduce en su persona los
instintos feroces de la humanidad primitiva y los animales inferiores, marcado por una
serie de anomalías cerebrales y corporales (mandíbula prominente, pómulos anchos,
orejas grandes, etc.); junto con una insensibilidad moral, precocidad antisocial,
vanidad, imprevisión e incorregibilidad. En esta línea, Ferri (1928; citado en Pérez-
Llantada y Gu- tiérrez, 1979) estableció su Ley de saturación criminal, según la cual el
nivel de criminalidad viene determinado cada año por las diferentes condiciones del medio
físico y social, combinado con las tendencias congénitas y con los impulsos ocasionales
de los individuos. Dentro de la concepción psicobiológica, destaca la teoría de la conducta
antisocial de Eysenck (1976), que se fundamentan en su propia teoría de la personalidad.
Eysenck (1981), en su teoría de la “condicionabilidad del delincuente”, entiende que el
comportamiento se adquiere por aprendizaje (donde interviene el sistema nervioso
central) y por condicionamiento (regido por el sistema nervioso autónomo). En este
sentido, un comportamiento antisocial obedece a un aprendizaje deficiente de las normas
sociales en forma condicionada y reconoce, por un lado, la importancia del
sistema nervioso heredado por la persona, distinguiendo varios tipos de personalidad,
desde la introversión (personas reservadas, tranquilas, pacientes y fiables) a la
extraversión (seres sociables, excitables, impulsivos, despreocupados, impacientes
y agresivos), siendo las personas extrovertidas más difíciles de condicionar que las
introvertidas. Por otro lado, destaca la calidad del condicionamiento recibido en su
ambiente familiar. De esto se deduce que la suma de los dos factores, forma la
personalidad al término de la primera infancia, y según el grado de introversión-
extraversión en la que se encuentre la persona, quedará determinada la propensión de la
misma al delito (Lamnek, 1987). Junto a esta dimensión, Eysenck (1981) propone que el
neuroticismo (preocupación, inestabilidad emocional y ansiedad) también jugaría un
importante papel en la conducta delictiva ya que actuaría como impulso, multiplicando los
hábitos que existen antisociales o socializados de los extravertidos o introvertidos. Así, un
alto grado de neuroticismo en los extravertidos reforzaría su conducta antisocial, mientras
que en los introvertidos contribuiría a su mejor socialización. Finalmente, ante la evidencia
de la existencia de delincuentes caracterizados por la baja emotividad y carentes de
culpabilidad (Hare, 1970; Hare y Cox, 1978) (psicópatas primarios), Eysenck (1977)
amplía su teoría con la dimensión de psicoticismo (insociabilidad, despreocupación,
hostilidad, impulsividad y búsqueda de estimulación), que sería el mecanismo causal de la
psicopatía primaria, mientras que una alta extraversión y un alto neuroticismo serían
los responsables de la psicopatía secundaria (delincuencia).

Como conclusión de esta teoría, resultaría por un lado la carga genética y hereditaria así
como la importancia concedida al medio ambiente en combinación con la predisposición
genética en el desencadenamiento de la delincuencia y, por  tanto, será necesario actuar
sobre él para la prevención y el tratamiento de la delincuencia (Sancha, Clemente, Tobal,
1987). Estudios posteriores en España intentan confirmar la teoría de Eysenck,
encontrando que la variable psicoticismo (muy relacionada con la necesidad de
estimulación) aparece más asociada al delito que la variable extraversión, y que la
variable neuroticismo no tiene relación con la delincuencia (Carrillo y Pinillos, 1983; Pérez,
1984; Pérez, Amado, Ortet, Pla y Simo, 1984; Valverde, 1988).

Además, Pérez (1984) encuentra que personas que tuvieran una alta necesidad de
estimulación, junto con poca susceptibilidad al castigo (personas extravertidas tal y como
indican Eysenck, 1976; Lym y Eysenck, 1961; Schallin, 1971; Barnes, 1975) serían más
susceptibles de cometer conductas antisociales. No obstante, García-Sevilla (1985)
concede mayor importancia a la baja susceptibilidad al castigo, puesto que la necesidad
de estimulación sería una consecuencia de una baja sensibilidad al castigo.

Otras investigaciones biológicas están relacionadas con la herencia y genética.


Echeburúa (1991) recoge un intento de determinar si la herencia es una parte importante
en la inducción al crimen. Buscó similitudes en los comportamientos de individuos que
estaban genéticamente relacionados unos con otros (propósito del general pedigree or
family studies), encontrándose poco a favor de que existan familias con una
herencia genética común y determinadas para el crimen. Estudios con cromosomas
sexuales, partiendo de la notación cromosómica XY para el hombre y XX para las
mujeres, encuentran una excesiva presencia de la anomalía cromosómica XYY (Jacobs,
Brunton, Melville, Brittain y Mc-Clemont, 1965). Con estos resultados se supone errónea
la creencia popular de unos individuos psicópatas supermasculinos, cuya
característica más destacable era su extremada violencia. En cualquier caso, aunque los
comportamientos violentos son más claramente numerosos en los individuos XYY en
comparación con XY de la misma edad, peso, inteligencia y clase social, sus delitos son
triviales (Witkin, Mednik, Schulsinger, Bakkestrom, Christiansen et al., 1977).

Rutter, Giller y Hagell (2000) recogen que la presencia de XYY no causaría directamente
la delincuencia, sino que junto a otros factores incrementa la posibilidad de ejercer
conductas antisociales.

Un gran eco tuvieron los estudios sobre gemelos y adopción partiendo de la


comparación entre gemelos monozigóticos (procedentes del mismo óvulo y que
comparten el 100% de los genes) con gemelos dizigóticos o fraternos (procedentes de
dos óvulos distintos y que comparten el 50% de sus genes). Lange (1929) encontró
un 77% de concordancia en la criminalidad de gemelos monozigoticos y un 12% para los
dizigoto. Christiansen (1968) estudió 3.568 pares de daneses nacidos entre 1881 y 1910,
encontrando que el 52% de los gemelos idénticos (monozigóticos) tenían el mismo grado
de conducta delictiva registrada, mientras que sólo el 22% de los gemelos dizigóticos
alcanzaban similares grados de delincuencia. Pero las limitaciones de estos estudios con
gemelos radican en la dificultad para separar causas genéticas y ambientales.
Para superar estas limitaciones, los estudios con hijos adoptivos separan más
adecuadamente las causas genéticas y ambientales. En esta línea, Crowe (1974)
encuentra un incremento significativo de la criminalidad en jóvenes adoptados que
tenían madres biológicas criminales. Estos y otros datos, encuentran que la influencia
genética apa- rece menos en los estudios de hijos adoptivos que en los de gemelos,
apoyando a la genética en la génesis de la conducta antisocial (Bock y Goode, 1996;
Carey y Goldman, 1997; Miles y Carey, 1997).

Teorías del aprendizaje

Las teorías del aprendizaje explican el comportamiento delictivo como una conducta
aprendida, bien sea basándose en el condicionamiento clásico, el operante o el
aprendizaje vicario. El condicionamiento clásico ha sido utilizado por Eysenck (1977,
1983) explicando cómo el niño es castigado a lo largo de su infancia por padres, y
maestros, lo que actuaría como estímulo incondicionado (EI); el acto antisocial castigado
como estímulo condicionado (EC) y el resultado de miedo, ansiedad y culpa como
respuestas incondicionadas. Mediante los sucesivos apareamientos EI-EC, el niño va
siendo condicionado a experimentar miedo y ansiedad ante los actos antisociales,
constituyendo estas respuestas condicionadas su conciencia, que actuará como un
poderoso disuasor de la ejecución de tales actos.

Otros autores, entre los que se situaría en gran medida Jeffery (1965, 1977), se han
centrado en el condicionamiento operante para explicar el moldeamiento y mantenimiento
de la conducta delictiva mediante refuerzo diferencial. Parten de que el comportamiento
delictivo es reforzado tanto por reforzadores positivos como mediante reforzamiento
negativo. Según Borrill (1983), los refuerzos positivos serían las ganancias materiales
derivadas del acto delictivo y la aceptación y prestigio dentro de un grupo de referencia.
Según García y Sancha (1985), el reforzamiento negativo explicaría muchos
comportamientos delictivos asociados con una reducción de estados de ansiedad y
frustración tales como, delitos sexuales y contra las personas y los asaltos a farmacias en
busca de estupefacientes. Según Sancha y Miguel Tobal (1985), la actuación conjunta
de ambos reforzamientos (positivo y negativo) hace que este tipo de conductas sean
sumamente resistentes a la extinción, unido al hecho de que la detención y el arresto se
producen de forma intermitente, dando lugar a un programa de reforzamiento parcial.

Por otra parte, la teoría del aprendizaje social, cuyo principal exponente fue Bandura
(1987), explica la conducta humana como la interacción recíproca y continua entre los
determinantes cognitivos, comportamentales y ambientales. García y Sancha (1985)
exponen que la observación de modelos incide sobre el joven en la adquisición de hábitos
de comportamiento generales y particulares (agresión), normas y juicios morales, y en el
autocontrol (entendiendo éste como la capacidad de tolerar la demora de la recompensa,
la posibilidad de renunciar al refuerzo inmediato en vistas a lograr metas a largo plazo y el
empleo de autorrefuerzos y autocastigos). Siguiendo esta línea, Bandura y Walters (1988)
intentan explicar la conducta antisocial desde los principios del aprendizaje social,
incidiendo en que el reforzamiento vicario depende de las consecuencias que para el
modelo tiene su conducta. Si el modelo es recompensado o si el comportamiento es
muy valorado por el grupo, se generan en el observador unas expectativas de obtener
recompensas semejantes al llevar a cabo la conducta, pero cuando es castigado, el
observador tenderá a devaluar tanto al modelo como al comportamiento.

Por tanto, las más altas tasas de conducta agresiva, se han encontrado en ambientes en
que abundan los modelos agresivos y donde la agresividad es altamente valorada. El
problema surge cuando los modelos de agresión se pueden encontrar en la familia y la
subcultura, y de forma simbólica en cine y televisión estando, por tanto, al alcance de los
jóvenes (Belson, 1978; Howe, 1977).

La aparición de la delincuencia según la teoría del desarrollo cognitivo-social o moral

Piaget (1932) mantuvo que los niños comienzan a aprender las reglas morales de los
adultos, distinguiendo, en primer lugar, un período temprano de autocentrado (período
egocéntrico), que luego era seguido de dos etapas: a) realismo moral, donde el juicio
moral del niño está dominado por los adultos, y lo bueno es referido en término de
obediencia a los roles paternos, evauando sus actos con relación a la exacta conformidad
con las reglas establecidas (normas externas; así como, b) relativismo moral donde
existe cooperación, reciprocidad y autonomía moral. Aquí, el niño internaliza las leyes y
luego emite juicios. A partir de esta idea, según Finckenauer (1984), para Piaget el
desarrollo inadecuado de la etapa del relativismo moral, implica una perturbación en el
proceso de socialización que conlleva la conducta delictiva.

La investigación llevada a cabo por Kohlberg (1958) sugiere que las ideas en torno a la
sociedad progresan a través de etapas morales (un esquema cognitivo que se relaciona a
una conducta situacional, tanto a corto como a largo plazo), situando la comprensión de la
moralidad y la justicia en la adolescencia. De aquí que la detención en el desarrollo moral
en la edad de los 13 años, debido a la existencia de un ambiente social y físico
inadecuado para poder ponerse en el lugar del otro, suponga el inicio de la delincuencia
(Finckenauer, 1984; Scharf, 1978). A partir de estas investigaciones, Hoffman
(1984), afirma que la aparición de conductas antisociales está relacionada con la
insatisfacción de ciertas necesidades del chico (seguridad, conocimiento de las fronteras
de control, dependencia con otros y desarrollo de competencias a través de experiencias
de éxito en la manipulación del ambiente) y con la imposibilidad de llevar a cabo ciertas
tareas de desarrollo (adquirir conductas socialmente responsables, preparación para
un futuro, etc.).

Teorías sociológicas en la explicación de la delincuencia

Teorías de la socialización deficiente


Este grupo de teorías intentan explicar la delincuencia a través de la deficiente
socialización de los individuos, y cómo la familia, la escuela, la comunidad y las amistades
favorecen o interfieren este proceso (Hassemer y Muñoz- Conde, 2001). De la escuela
sociológica francesa, el primer autor en hacer estudio y análisis de las estadísticas
criminales fue Quételey (citado en Garrido, Stangeland y Redondo, 1999), al formular que
la toma de conciencia de las personas de las desigualdades sociales, da lugar a
sentimientos de injusticia y resentimiento y esto puede contribuir al delito en la clase
pobre urbana. Por tanto, la sociedad prepara criminales y los culpables son los
instrumentos que los ejecutan.

Posteriormente, la escuela de Chicago y sus teorías ecológicas, relacionan el fenómeno


criminal con la estructura social en la que se desenvuelve y en función del ambiente que
la rodea (Moliné y Larrauri, 2001). La idea central fue “la hipótesis zonal”, realizada por
Burgess (1925), que divide a la ciudad de Chicago en cinco zonas concéntricas: la zona 1,
o distrito central de negocios (zona interior); la zona 2, que es la “zona de transición” que
está deteriorada y aparecen fábricas y suburbios; la zona 3. donde vive la
gente trabajadora; las zonas 4 y 5 corresponden a zonas residenciales y suburbanas. Por
ello, este autor demostró que ciertas zonas de la ciudad arrojaban delincuentes, sobre
todo la zona de transición donde había grandes problemas de integración. Otros autores
como Shaw y McKay (1942) al estudiar las estadísticas del Tribunal Tutelar de Menores
de Chicago, encuentran que la mayoría de los menores delincuentes residían en un
sector urbano particular (zona delincuencial con deterioro físico, superpoblación,
proximidad a zonas industriales...) que favorecía actitudes a favor del delito mantenidas
por la comunidad social, el vecindario y la familia.

Siguiendo esta línea argumental, surge la teoría clásica de las subculturas representada
por Cohen (1955), que muestra como la mayoría de los problemas de adaptación se
solucionan de forma normal, pero en algunos casos, las personas eligen soluciones
desviadas, basándose en los grupos de referencia. Por tanto, un joven en conflicto o
inadaptado puede optar por tres alternativas:

Incorporarse al ámbito cultural de los jóvenes de clase media, aunque suponga competir
en inferioridad de condiciones.

Integrarse en la cultura de otros jóvenes de la calle renunciando a sus aspiraciones.

Integrarse en una subcultura delincuente creada por jóvenes que se encuentran en la


misma situación social y en la que encuentran valores antisociales y normas propias, al
margen de la sociedad imperante, en donde se encuentran más cómodos para la
supervivencia.

Hasta ahora se han explicado algunas teorías explicativas de la delincuencia como


socialización deficiente, pero ¿cuáles son los mecanismos de transmisión de las pautas
de conducta antisocial? Hay dos teorías importantes: la del contagio social y la teoría de
la asociación diferencial. La teoría del contagio social fue propuesta por Park (1925) y
tiene la misma connotación negativa que “malas compañías”, refiriéndose a las
consecuencias negativas de la concentración de individuos con tendencias similares en
una determinada zona. La teoría de la asociación diferencial (Sutherland y Cressey, 1966)
propone que la conducta delictiva, al igual que cualquier otro comportamiento, se aprende
en un proceso de comunicación con otras personas y dicho proceso de aprendizaje se
produce al margen de la influencia de los medios de comunicación (prensa y
radio) impersonales. Para que un individuo se convierta en delincuente, no basta con que
haya estado en contacto con pautas de comportamiento delictivo, sino que es necesario
un exceso de dichos contactos en relación con los no delictivos.

Teorías de la estructura social defectuosa

Una de las teorías más importantes recogidas en este apartado es la de la anomia.


Durkheim (1995) se considera pionero en el concepto de anomia referido al delito, aunque
no completó su teoría. Para el autor la anomia expresa las crisis, perturbaciones de orden
colectivo y desmoronamiento de las normas y valores vigentes en una sociedad, como
consecuencia de un cambio social producido de forma súbita, llevando a los sujetos al
inconformismo, al crimen, la destrucción y el suicidio. Posteriormente, Merton
(1980) revisa y amplía la teoría de la anomia proponiendo dos proposiciones básicas:

Las contradicciones de la estructura cultural (objetivos o metas) y la estructura social


(medios institucionalizados), producen una tendencia a la anomia en la sociedad que
afecta en particular a la clase baja.

Existen cinco respuestas individuales típicas de la adaptación que son la conformidad,


la innovación, el ritualismo, el retraimiento y la rebelión. Excepto la primera, las demás
son tipos de conducta desviada (no necesariamente delincuentes).

Por tanto, se deduce que la clase baja tendría menos oportunidades de conseguir sus
objetivos por vía legal, desarrollando conductas desviadas.

Otra teoría destacable sería la del control o arraigo social propuesta por Hirschi (1960),
que a grandes rasgos viene a decir que la sociedad se esfuerza en presionar a sus
miembros con mode- los de conformidad, pero las personas que carecen de vínculos
sociales están predispuestas a delinquir, en comparación con aquéllas que tienen gran
arraigo social. La familia y la escuela son los dos sistemas convencionales de control
social.

Por otro lado, la teoría de la tensión o frustración sostiene que las relaciones negativas,
los estímulos nocivos y los sucesos vitales estresantes pueden desencadenar furia y
frustración hasta llegar al punto del crimen o la delincuencia.

Distingue tres tipos de frustración: 1) como consecuencia de un fallo en el logro de metas


se produce una gran tensión, 2) como resultado del rechazo o la eliminación de logros
positivos anteriormente alcanzados, 3) producida por la exposición a estímulos negativos
(p.e. ser ridiculizado por los compañeros). Por tanto, el comportamiento desviado sería
una solución a la frustración que algunas personas utilizan para conseguir sus logros o
evitar estímulos nocivos.
Para finalizar, destacar la teoría del autocontrol recogida por Gottfredson y Hirschi
(1990), que expone que la mejor manera de que la gente se resista a cometer delitos y a
renunciar a las satisfacciones inmediatas es tener autocontrol, siendo definido como un
rasgo individual que explica las variaciones en la probabilidad de ser atraídos por
semejantes actos. Por tanto, cuando el camino hacia la delincuencia se inicia a
edades tempranas, depende de cómo haya sido inculcado por los padres en los primeros
años de la niñez.

Teorías integradoras

Como ya se ha expuesto, han sido muchas las teorías que han tratado de explicar el
porqué de la delincuencia. Se han argumentado teorías biológicas, psicológicas y
sociales, pero ninguna ha explicado satisfactoriamente la conducta antisocial en los
jóvenes. De aquí surge la necesidad de teorías integradoras que según Moliné y
Larrauri (2001), requieren establecer factores asociados a la delincuencia, pudiendo
parecer que un fenómeno delictivo aparezca asociado a factores de diversas teorías. Una
de las teorías integradoras más relevantes en el estudio de la conducta anti- social, fue la
propuesta por Farrington (citado en Farrington, Ohlin y Wilson, 1986) que integra aspectos
vistos en otras teorías, como la teoría de las subculturas de Cohen, la teoría del control
de Hirschi, la teoría de la asociación diferencial de Sutherland, la teoría de la desigualdad
de oportunidades de Cloward y Ohlin y la teoría del aprendizaje social de Trasler. Según
Farrington (1986) los delitos se producen mediante procesos de interacción entre el
individuo y el ambiente, que él divide en cuatro etapas:

En la primera etapa, se sugiere que la motivación o el deseo de bienes materiales, de


prestigio social y de búsqueda de excitación producen actos delictivos.

En la segunda etapa se busca el método legal e ilegal de satisfacer los deseos. La relativa
incapacidad de los jóvenes pobres para alcanzar metas u objetivos mediante métodos
legítimos puede ser, en parte, porque tienden a faltar a la escuela y, por tanto, encuentran
empleos de bajo nivel.

En la tercera etapa, la motivación para cometer actos delictivos se magnifica o disminuye


por las creencias y actitudes interiorizadas sobre el significado de infringir la ley,
desarrolladas a partir de la historia de refuerzos y castigos.

La cuarta etapa supone que los factores si- tuacionales (costes y beneficios) serán los
que lleven a cometer los delitos. A modo de conclusión, el autor señala que
la delincuencia alcanza su cota máxima entre los 14 y los 20 años, porque los chicos (de
clase baja que abandonan la escuela) tienen fuertes deseos de excitación, cosas
materiales, status y pocas posibilidades de satisfacerlos; por el contrario, después de los
20 años, los deseos se atenúan o se vuelven realistas, disminuyendo la
conducta antisocial.

PREVENCIÓN Y REHABILITACIÓN DE LA CONDUCTA ANTISOCIAL


En las últimas décadas ha tenido lugar un cambio hacia el optimismo, en cuanto a lo que
se puede lograr mediante intervenciones para prevenir o reducir la delincuencia (Mulvey
et al., 1993; Palmer, 1991). Este cambio, parece derivarse de los nuevos análisis más
sistemáticos, complejos y cuantitativos de antiguos modelos de
prevención, relacionándose con los nuevos avances en la com- prensión de los procesos
causales que subyacen a la conducta antisocial (Rutter et al., 2000). Las antiguas ideas,
de que los orígenes de la delincuencia se podían reducir a un mecanismo básico, se han
desvanecido con los nuevos hallazgos empíricos comentados en el apartado de factores
de riesgo de la conducta antisocial. Pero es necesaria cierta combinación de factores de
riesgo (ambientales e individuales) como esquema causal de los procesos que conducen
a la delincuencia.

Según Rutter et al. (2000), esta cadena causal requiere empezar por una propensión del
individuo de cometer delitos, propensión que quedan relegada a los factores de riesgo
individuales, tanto de corte psicológico (impulsividad, agresividad, trastornos psicológicos,
procesamiento de la información, solución de problemas, actitudes y creencias) como de
socialización (familia, escuela y grupo de iguales). Más allá de las diferencias individuales,
existen situaciones que desencadenan ciertas emociones negativas, tales como la ira y la
frustración, ya que el contexto no proporciona los medios necesarios para la consecución
de las metas o necesidades de la persona (ver teorías explicativas sociológicas). Además,
el que tengan lugar o no actividades antisociales, se verá influido en la medida que la
situación social proporcione presión para llevarla a cabo (consumo de drogas, testimonios
de actos antisociales anteriores, modelos de conducta antisocial de su grupo de amigos)
o, por el contrario, para inhibir su aparición (apego familiar y escolar entre otros).

También, las oportunidades para delinquir son decisivas (objetivos accesibles, una falta
de vigilancia, un tiempo sin supervisión y medios disponibles para la conducta antisocial)
(Cohen, 1955). A partir de los procesos causales que llevan a la comisión de actos
antisociales surgen estrategias preventivas y de intervención de la delincuencia. Se
comentan, por un lado, las estrategias preventivas en la fase predelictiva y, por el otro,
la prevención e intervención en la fase postdelictiva.

Estrategias preventivas en la fase predelictiva

La prevención predelictiva es aquélla que tiene lugar antes de que intervengan la policía y


los tribunales. Se trataría de un tipo de prevención primaria cuyas estrategias van
encaminadas a la educación preescolar, a la mejora de las capacidades de crianza y al
tratamiento temprano de la conducta perturbadora.

La educación preescolar

La mayoría de estos programas se establecieron con el objetivo de mejorar el desarrollo


cognitivo de los niños y su rendimiento escolar. Además, el centro de atención suele
consistir en un aprendizaje activo, junto con el fomento de la independencia de los niños,
el desarrollo de la autoestima, la enseñanza de resolución de problemas, la
persistencia en tareas, la buena integración hogar-escuela con clases pequeñas, así
como con profesores formados y supervisados (modelo de Proyecto Perry High/Scope
comentado posteriormente).

La mejora de la crianza en familias de alto riesgo

Tremblay y Craig (1995) muestran que la prevención en la primera infancia para mejorar
la crianza en grupos de alto riesgo (p.e.: niños con bajo peso al nacer) es fundamental.
Típicamente, las niñeras que visitan las casas proporcionan una guía sobre el desarrollo
del niño, los cuidados en el hogar y las pautas de crianza en particular. Los hallazgos
muestran beneficios sustanciales en la prevención del maltrato infantil, la negligencia en
los niños, la mejora del desarrollo cognitivo y la reducción de las dificultades de conducta.
Las repercusiones son evidentes con respecto a la prevención de la delincuencia posterior
del niño. Un ejemplo de esto sería el Programa de la Universidad de Syracuse.

El tratamiento temprano de la conducta perturbadora

Este tipo de intervención es diferente de los anteriores, debido a que se centra en la


mejora de la conducta perturbadora en niños concretos (Patterson, 1982; Kazdin, 1997;
Webster-Stratton, 1991), en vez de en el desarrollo psicosocial temprano o en las pautas
de crianza. Estos programas enfatizan el uso del elogio para el
comportamiento adecuado, sanciones para la conducta inadecuada, negociación familiar
y resolución de problemas. Los modelos más destacados son comentados a continuación,
tales como el Programa Webster-Stratton (1984) o el del Centro de Aprendizaje Social de
Oregón (Patterson, Dishion y Bank, 1984; Patterson, Reid y Dishion, 1992).

Las intervenciones en la escuela

Los niños pasan gran parte de su vida de vigilia en el colegio. Por ello, la escuela
constituye una organización social que ejerce un considerable efecto sobre la conducta y
los logros de los niños, para controlar los cambios que se producen en los chicos de una
etapa escolar a la siguiente (Maughan, 1994). Se trata, por tanto, de mejorar la capacidad
social del niño en el medio escolar y reducir la conducta agresiva. En este sentido, la
escolarización eficaz se caracteriza por una dirección fuerte y positiva, expectativas por
parte de los alumnos, un seguimiento sistemático del progreso de los alumnos,
uso apropiado de recompensas y castigos, una adecuada implicación de los padres en las
actividades escolares de sus hijos y una atención en el aprendizaje y enseñanza de alta
calidad (Mortimore, 1995).

Las intervenciones multimodales

Muchas intervenciones han pasado de fundamentarse en un solo elemento a tener un


carácter multifacético. Tratan de fortalecer los vínculos de los niños a su familia y a la
escuela, vínculos que comprenden afecto positivo hacia los demás, compromiso y
creencia en los valores sociales. La intervención incluye enseñar a los chicos resolución
de problemas sociales y cognitivos, mejorar la comunicación, educar a los padres para
que sepan comportarse con sus hijos, y ayudar a los profesores a llevar la clase
adecuadamente. Sería una intervención en el ámbito familiar, escolar y psicológico.
Algunos modelos teóricos preventivos y sus ámbitos de aplicación

Se revisan los principales programas de prevención en función de los diferentes ámbitos


en donde se pretenda trabajar, ya sea en la escuela, en la familia o en la comunidad. Los
programas serían:

Programas de educación preescolar: la intervención más citada en relación con la


prevención de la delincuencia es el High/Scope Perry Preschool Study, que destaca por
centrar su atención en un grupo de familias de muy alto riesgo, por la calidad de su
programa, por su escaso índice de bajas y por la duración del seguimiento (hasta los 27
años) (Weikart y Schweinhart, 1992).

Los niños asistían a clases especiales de dos horas y media al día durante 30 semanas y
un profesor visitaba sus casas un día a la semana. El centro de atención se dedicaba al
aprendizaje activo, el desarrollo de la autoestima, el fomento de la independencia, la
enseñanza de la resolución de problemas y la continuidad en las tareas. También se
fomentaban las relaciones positivas con la familia, que los profesores estuvieran
bien formados y las clases fuesen poco numerosas.

Los resultados del programa muestran que el grupo High/Scope, en comparación con uno
control, tuvo menos arrestos (hasta los 27 años) que el grupo en el que no se realizó
intervención; siendo la diferencia más evidente en cuanto a delitos menores, arrestos
relacionados con las drogas e índices de embarazos adolescentes.

Programas de mejora de la crianza en familias de alto riesgo: una iniciativa de


prevención con un seguimiento adecuado fue el programa de la Universidad de Syracuse,
que se centró en chicas pobres embarazadas carentes de educación en el ámbito de
escuela secundaria (Lally, Mangione y Honig, 1988). El programa se basaba en hogares y
centros de día encaminados a fomentar la iniciativa personal, el sentimiento de
autoeficacia y la participación. Se utilizaron juegos sensoriales-motores y de lenguaje para
promover el desarrollo cognitivo. Los resultados muestran que los primeros aumentos en
CI no se mantenían, pero el índice de delincuencia disminuyó considerablemente.

Programas de tratamiento temprano de la conducta perturbadora: los programas se


han basado en un período de edad entre los 3 y los 8 años aproximadamente. El trabajo
pionero de Patterson y sus colegas en el Centro de Aprendizaje Social de Oregón
(Patterson et al., 1992).

Estos autores insistieron en el valor del seguimiento de la conducta de los niños en casa,
el amplio uso del elogio para la conducta adecuada, sanciones sistemáticas por la
conducta errónea y la importancia de la negociación familiar constructiva y de la
resolución de problemas. Otro programa es el desarrollado por Webster-Stratton (1991),
que hace hincapié en los conflictos matrimoniales en las familias de los niños con
problemas de comportamiento. Esta autora parte del modelo BASIC (una formación en
capacidades interpersonales para los progenitores que es básica), que se centraba en la
manera de jugar del niño, el uso de la alabanza y las recompensas, el dominio del enfado,
la comunicación, el control de la depresión y el dar y recibir apoyo. Además, para poder
generalizar y aumentar la duración del programa, se ayuda a los padres a contribuir a las
capacidades escolares de sus hijos mediante apoyo con los deberes, se enseña a los
niños capacidades sociales, resolución de problemas y control del comportamiento en el
aula. Finalmente, se ayuda a los profesores en el control del aula y en el fomento de la
participación de los padres. Los resultados fueron muy positivos con la combinación de la
formación de los padres, los hijos y los profesores.

Programas en la escuela: se puede hablar de varios tipos de programas. Uno,


encaminado a mejorar la capacidad social y la resolución de problemas sociales. Un
ejemplo sería el Entrenamiento en Habilidades de Vida de Botvin (Botvin, citado en
Botvin, Baker, Filazzola y Botvin, 1984), programa de competencias psicosociales, que
fomenta las capacidades de resistencia social, la toma independiente de decisiones, la
capacidad de hacer frente a la ansiedad y de cambio autodirigido de comportamiento
para prevenir el abuso de sustancias. Otro programa es el Yale-New Haven, que iría
encaminado a cómo hacer frente a los acontecimientos estresantes con éxito (Weissberg,
Jackson y Shriver, 1993). Por otro lado, el programa de Kellam, Rebock, Ialongo y Mayer
(1994) está encaminado a reducir la conducta agresiva en niños de escuela elemental,
utilizando el Juego de Buena Conducta, una estrategia de dirección del comportamiento
basada en equipos que se desarrollaba en el aula. Los beneficios fueron positivos.

Otros programas fueron el Positive Action throgh Holistic Education (acción positiva


mediante educación Holística) (PATHE), encaminado a vincular a las escuelas a los
alumnos de secundaria, utilizando la tutoría y actividades extraescolares; y el programa
Student Training through Urban Strategies (STATUS), implicando a los adolescentes en la
escuela y en organizaciones comunitarias (Gottfredson y Gottfredson, 1992). Por último,
el programa de Olweus (1993) para reducir la intimidación, tenía como objetivos
incrementar la conciencia del problema, mejorar el medio social de la escuela, establecer
límites firmes de la conducta adecuada, un grado aceptable de seguimiento-vigilancia y
una aplicación de sanciones no hostiles ni físicas por el incumplimiento de normas.

Programas multimodales: como ha quedado patente, el modelo de Webster-Stratton es un


programa multimodal, porque no se centra únicamente en un ámbito de aplicación, sino
que tiene en cuenta varios. El Programa Fast Track (Conduct Problems Prevention
Research Group, 2000), constituye una intervención a largo plazo y en múltiples
emplazamientos, desarrollada en escuelas y sirviendo para zonas de alta criminalidad.

El programa se centra en seis ámbitos: los logros escolares, la capacidad social, las


relaciones con los coetáneos, los vínculos hogar-escuela, la conducta en clase y la
crianza. Los métodos empleados son las visitas a casa, la capacitación en habilidades y
tutoría académica de los niños, padres y parejas de coetáneos. Los hallazgos parecen
alentadores, pero con efectos modestos en relación con el grado y la intensidad de la
intervención.

Hasta aquí, se han revisado programas de prevención de la conducta delictiva en fases


predelictivas, es decir, cuando todavía son niños y no han cometido ningún delito, aunque
su conducta ya sea perturbadora. A continuación, se verán algunas de las estrategias de
intervención llevadas a cabo cuando el joven ya ha delinquido.

Estrategias de intervención y prevención en la fase pos tdelictiva

En este apartado, se revisarán las intervenciones clínicas realizadas con jóvenes que ya
han recibido algún tipo de medida judicial por su conducta antisocial. Las diferencias con
los programas preventivos, radican en el hecho de incidir en adolescentes en vez de en
niños más pequeños (Rutter et al., 2000). Por tanto, la atención se centra en los
efectos que, sobre sus carreras delictivas posteriores, tiene el que los individuos
experimenten la intervención; sea esta punitiva, terapéutica o rehabilitadora.

Reducción de oportunidades para delinquir

La reducción de las oportunidades de delinquir consiste en que, para cualquier nivel dado
de propensión individual a desarrollar una conducta antisocial, habrá unos factores de
situación que influirán en si esa predisposición se traduce o no en comisión de actos
delictivos (Rutter, Maugham, Meyer, Pickles, Silberg et al., 1997). Según Clarke y Cornish
(1985), la delincuencia es una conducta intencional que sirve para satisfacer necesidades
corrientes de dinero, status o sexo, que implican tomar decisiones. Pero dichas decisiones
dependerán de parcialidades en el procesamiento de la información, por diferencias
individuales en cuanto a la medida en que las personas piensan en las consecuencias, o
sopesan líneas de actuación alternativas.

En concreto, las estrategias serían las siguientes:

La prevención de situaciones de delincuencia: la lista de éxitos en la utilización de


estas medidas ha sido larga (Clarke, 1995; Pease, 1997). Las técnicas utilizadas hacen
hincapié en tres aspectos: incrementar el esfuerzo que requiere cometer un delito,
aumentar el riesgo que acompaña al acto delictivo y reducir la recompensa que sigue al
delito.

El incremento en la vigilancia comunitaria y otras medidas en la comunidad: es poco


probable que la policía pueda aportar más vigilancia de la que ofrece a nivel de
comunidad, por razones evidentes. Tanto en el Reino Unido como en Estados Unidos se
han introducido plantes de vigilancia por los residentes de barrios, pero los testimonios
indican pocos éxitos (Bennett, 1990).

La dificultad estriba en llevar a cabo estas medidas y que se mantengan después por los
integrantes de cada barrio. Además, la desorganización social de ciertos barrios (con alta
criminalidad) se caracteriza por baja estabilidad del vecindario, pobreza, elevado
desempleo, etc., resultando difícil la vigilancia y control de la delincuencia.

Esta opinión subyace a distintos proyectos, como el Chicago Area Project iniciado por
Shaw en 1932 (Schlossman, Zellman y Shavelson, 1984), o al mucho más reciente British
Priority EstatesProject (Foster Hope, 1993). No obstante, otros proyectos tendrían como
objetivo el desarrollo de planes para fomentar el uso positivo del tiempo libre, animando a
los jóvenes a participar en actividades constructivas (Graham y Bennett, 1995;Utting,
1996). Un ejemplo serían los grupos de Scouts (Quinn, 1995) en Estados Unidos. No
obstante, los resultados hasta la fecha sugieren no mucha influencia en los índices de
delincuencia, por deseables que sean todos estos proyectos.

Los efectos disuasorios en la población

Hay gran multitud de estudios que demuestran que la conducta de los jóvenes se ve
influida por recompensas y castigos (Blackburn, 1993; Patterson, 1982). Por tanto, parece
lógico que un medio eficaz de prevenir la delincuencia, fuese el incrementar la
probabilidad de aprehender a los delincuentes y que se elevase el nivel de castigo de los
condenados. No obstante, muy pocos de los actos delictivos tienen como
consecuencia una condena y, por tanto, los delincuentes tienen la expectativa de que es
probable que se libren del castigo (Rutter et al., 2000). Por tanto, si el castigo no es
inmediato y es poco probable, pierde todo su poder disuasorio (McGuire y
Priestley, 1995). En definitiva, los hallazgos relativos a la disuasión general y de la
severidad del castigo son muy poco concluyentes hasta el momento (Rutter y Giller,
1983), a pesar de las considerables reducciones en el recurso de la custodia y
un aumento en el uso de sentencias comunitarias por parte de los tribunales de menores
en el Reino Unido (Allen, 1991; Morris y Giller, 1987).

Otras respuestas a la delincuencia

En este apartado se van a tener en cuenta algunas de las diferentes respuestas a la


delincuencia.

Éstas aparecen recogidas a continuación:

Políticas de desviación: parten de la preocupación de que los jóvenes que delinquen por
primera vez y son llevados a los tribunales, pudieran acelerar el inicio de sus carreras
delictivas (Farrington, Osborn y West, 1978). Por ello, se utilizó el sistema de
amonestaciones para los primeros delitos. Otra forma de desviación es la que ofrece la
discreccionalidad del denunciante acerca de si continuar o no con el
procedimient (Gelsthorpe y Giller, 1990). Finalmente, los programas más activos fueron
los llamados Programas de Tratamiento Inmediato (TI) (en el Reino Unido), cuya meta era
proporcionar una alternativa a la custodia que combinase la supervisión del delincuente (a
través de la participación en programas recreativos) y apoyo en las tensiones del hogar
(Bottoms, Brown, McWilliams, McWilliams y Nellis, 1990). Los resultados fueron buenos,
aunque aumentaba su eficacia si se aplicaban conjuntamente con los padres.

Justicia restauradora: consiste en que el delincuente se enfrente con la víctima y se


haga cargo de las pérdidas (materiales, mentales o sociales) causadas (Bazemore y
Umbreit, 1995). Las víctimas pueden ser individuos, grupos o incluso una comunidad
entera. Según Rutter et al. (2000), las técnicas utilizadas serían las siguientes: a) la
mediación: comunicación estruc- turada entre el delincuente, la víctima y un intermediario
para ver cómo se puede remediar el delito; b) la reparación: que consiste en
hacerse cargo del daño o el agravio emprendiendo un acto de reparación por la víctima; c)
la compensación: resarcir las pérdidas mediante pago a la víctima; d) servicios a la
comunidad; e) enfrentamiento con las consecuencias del delito en la víctima (dolor y
sufrimiento por la pérdida) y; f) vergüenza y reinserción: la víctima avergüenza al
delincuente y negociando actos de compensación.

El castigo: las investigaciones hacia los efectos disuasorios del castigo no son
concluyentes. 

Según Rutter et al. (2000), alguna forma de sanción es deseable para indicar la
desaprobación de la sociedad, pero parece improbable que aumentar la severidad del
castigo, establezca una gran diferencia en cuanto a su efecto disuasorio sobre el
delincuente concreto.

Los enfoques de “choque corto y agudo”: fueron llevados a cabo a mediados de la


década de 1980 en Estados Unidos, y eran programas de encarcelamiento de choque o
campamento de reclutas, donde los delincuentes tenían que llevar a cabo actividades a
modo militar (gimnasia y trabajos forzados). Los resultados muestran que estos
programas no producen ni efectos positivos ni negativos sobre los jóvenes delincuentes,
ni en los índices de nuevas condenas, ni en la posterior adaptación comunitaria tras la
puesta en libertad (Mackenzie y Souryal, 1994, citados en Rutter et al., 2000). Sin
embargo, los reclutas del campamento en comparación con los prisiones de cárceles,
afirman encontrarse más sanos y fuertes (físicamente) y libres de drogas.

La custodia: como se ha comentado anteriormente, se ha producido una disminución


del recurso a sentencias de custodia, en los EE.UU y en el Reino Unido, de manera
paralela con una reducción en el número de niños en establecimientos de acogida. Sin
embargo, las cuestiones relativas a la tutela institucional no se han desvanecido con la
reducción en la proporción de jóvenes en estos establecimientos, trasladando la atención
hacia un enfoque más específico en las personas que parecen necesitar un
alojamiento seguro (Rutter et al., 2000). Las conclusiones más relevantes sobre la
custodia, parten de la dificultad existente a la hora de observar la amplia variedad de
instituciones tales como hogares de acogida, instituciones terapéuticas,
hogares comunitarios y custodia de seguridad. Los primeros estudios realizados por
Rutter y Giller (1983) supusieron que la principal influencia de la custodia de seguridad en
las instituciones, se daría por un cambio personal y, por tanto, los enfoques terapéuticos
tendrían más éxito. Pero los resultados mostraron que no era así y que los
jóvenes volvían a las mismas conductas una vez regresaban a los mismos entornos
adversos. No obstante, parece que las instituciones tienen más probabilidades de producir
efectos benéficos si la ética es general, así como si las actividades educativas son buenas
y facilitan el desarrollo de un grupo social positivo, capaz de desempeñar trabajos
responsables y de tomar decisiones personales (Rutter et al., 2000). Por el contrario, en
las cárceles el consumo de droga es muy alto, los lazos familiares son frágiles, predomina
la cultura carcelaria que es contraria a la institución, así como las repercusiones negativas
que la cárcel provoca en el empleo tras salir de ella , originando una conducta antisocial
crónica (Morgan, 1994).
Los tratamientos psicológicos: un informe de un estudio de investigación del Ministerio
del Interior de Londres (Venard, Sugg y Hedderman, 1997), concluyó que los programas
que utilizaban métodos cognitivos-conductuales producían mayores efectos en la
reducción de la conducta antisocial. Los autores afirmaron que los resultados eran
óptimos cuando el objetivo era trabajar factores de riesgo de la génesis de la conducta
delictiva, así como métodos de resolución de problemas. Algunos programas son el de la
Capacitación en Dirección Paterna/Materna (CDPM) basado en el modelo de coerción de
Patterson (1982), y el de Capacitación en Habilidades de Solución de Problemas (CHRP)
menos utilizado.

Elementos de los programas eficaces de intervención a través de estudios de


metaanálisis

A través de los hallazgos encontrados a partir de meta-análisis, McGuire y Priestley


(1995) han identificado seis principios, que sustentan el diseño de los programas de
intervención de la conducta delictiva. Son los siguientes:

Clasificación del riesgo: ajustar los niveles de riesgo del delincuente y el grado de
intervención.

Receptividad: un ajuste adecuado entre los estilos de los trabajadores y los estilos de


los clientes; aunque los estilos de aprendizaje de la mayoría de los delincuentes requieren
métodos activos y participativos de trabajo, en vez de métodos imprecisos y carentes de
estructura.

Base en la comunidad: los programas que establecen estrechos lazos con la comunidad


del adolescente son más eficaces.

Modalidad de tratamiento: los programas multimodales (influyen en múltiples problemas) y


están orientados a destrezas sociales, siendo más eficaces y basándose en principios
conductistas.

Integridad del programa: los objetivos guardan relación con los métodos que se han de
utilizar; los recursos son adecuados, hay capacitación del personal y un buen
seguimiento.

Necesidades criminogénicas: consiste en fijar la atención en rasgos y actitudes que


conducen a la delincuencia. Andrews y Bonton (1994) han identificado algunas de estas
necesidades: cambios en actitudes antisociales, cambios en sentimientos antisociales,
reducción de asociaciones de coetáneos antisociales, fomento del afecto y la
comunicación familiar, identificación con modelos antidelictivos, fomento de habilidades
de solución de problemas, reducción de la dependencia a drogas, etc.

Cuello Blanco
 GENERALIDADES

  Edwin H. Sutherland concentró sus esfuerzos para explicar teóricamente el


fenómeno de la criminalidad de denominado "Delito de cuello blanco“.
 Morris, en 1934 focalizó sus investigaciones en personas que por su posición
social y técnica para el crimen, podían moverse dentro de la sociedad, inmunes a
toda consideración o condena".
 Veblen, desarrolló “la teoría de la clase ociosa”, relación entre el hombre
adinerado y el delincuente ideal, ambos se valían de métodos eficaces e ilegítimos
para obtener el resultado esperado, pero el primero tenia menos riesgo porque se
mantenía más alejado del conflicto legal.
 La influencia más destacada fue la de Veblen, quien se caracterizó por mantener
un discurso anticapitalista centrado en la cuestión social.

DELINCUENTE DE CUELLO BLANCO CONCEPTO:

 Fue ideado y presentado por Sutherland en reunión antela Sociedad Americana de


Sociología, en Filadelfia (1939).Lo presento de la siguiente manera:El delito de
cuello blanco: “Son aquellos ilícitos penalescometidos por sujetos de elevada
condición social en elcurso o en relación con su actividad profesional”.Esta
concepción genero una serie de problemas de fondo de la criminología, entre las
cuales destacaba la real distribución de la conducta desviada entre las distintas
capas sociales, y echa por tierra la teoría que consideraba al delito como
patrimonio exclusivo de las “clases bajas”.

DELINCUENTE DE CUELLO BLANCO EN VENEZUELA:

 Venezuela es un país que no escapa al fenómeno de la delincuencia de cuello


Blanco, delitos donde personas de estratos sociales altos y de influencia social
significativa abusan de su posición política, social y económica para favorecer sus
intereses económicos o de clase.
 Delitos entre los que generalmente se destacan corrupción administrativa de alto
nivel, el dumping de los productos farmacéuticos, la contaminación ambiental, el
fraude de alimentos, la delincuencia empresarial, contrabando, monopolio o peor
aun la impunidad del delito como tal.
 Estas conductas no se generan por crisis moral o ausencia de instrumentos
jurídicos, sino por normas jurídicas creadas que no poseen eficiencia y que en
muchos de los casos el legislador no toca aspectos importantes haciendo presumir
la no afectación de intereses creados.

DELINCUENTE DE CUELLO BLANCO EN VENEZUELA

 Las definiciones sobre el delito de cuello blanco y convencional que posee nuestra
sociedad se encuentran francamente diferenciada, lo que proporciona otro matiz y
percepción.
 Los medios de comunicación social le proporcionan estereotipos al delincuente al
momento de propagar el hecho, dándole tratamiento diferente a las noticias entre
un delito de cuello blanco y uno común.
 Los delitos de cuello blanco previsto en nuestra legislación, generalmente quedan
impune porque nuestra sociedad persigue solo los “falsos delitos de cuello blanco”
cometidos por funcionarios o profesionales de clase intermedia, obviando los
sujetos de clase alta y con influencias de poder.

DELINCUENTE DE CUELLO BLANCO EN VENEZUELA

 En Venezuela según los análisis y estudios de la criminología, se infiere que no


existen delitos de cuello blanco, sino delincuentes de cuello blanco, ya que su
apreciación depende de las características socioeconómicas de quien realiza la
acción.
 En Venezuela generalmente las sanciones penales y administrativas para estos
hechos irregulares, son flexibles aunado a los vacíos legales que estas presentan
y que le proporcionan herramientas al mismo sistema para hacerlos impunes ante
cualquier instancia.
 La estructura que posee la delincuencia de cuello blanco, se encuentra sustentada
entre las articulaciones que posee con la infraestructura económica, la estructura
política y la súper estructura ideológica de una sociedad que estigmatiza,
estereotipa como un hecho aislado al delito común y que no se percibe su lesión a
la misma sociedad.

El delito de cuello blanco o el de corrupción, tiene la virtud de disolver las barreras que
siempre separaron el crimen de la política y revela la esencial ambigüedad del discurso de
la criminología en general”.

Anomia y Estructura Social


Este texto  de Merton es importante en la medida que permite entender el papel que juega
tanto los objetivos como los medios institucionales en una sociedad, y nos permite
comprender situaciones que se dan en nuestra sociedad. Como se ve los valores
culturales erróneamente dirigidos hacia metas superfluas como el llamado éxito sirve más
como elemento desintegrador que como elemento integrado de la sociedad, porque el
incidir en el llamado éxito hará que en determinado momento las estructuras sociales
deban ser reemplazadas, ya que esas mismas estructuras no permiten ese llamado éxito.
El capitalismo como sistema social vende el hecho de que se debe crecer como
empresario, en el caso peruano lo que la llaman emprendedor, pero la misma estructura
social no permita a muchos avanzar, por la misma lógica de reproducción del sistema,
que tiende a estar en poca manos. 

Hasta hace algunas décadas atrás se plateaba que el funcionamiento defectuoso de las
estructuras sociales se debía a fallas en el control de los impulsos biológicos del hombre.
Y con el avance de las ciencias sociales esas ideas fueron siendo modificadas. 

Veamos dos aspectos: i) ya no se plantea que el individuo se levanta contra la sociedad


en una guerra incruenta entre los impulsos biológicos y la coacción social, y ii) las
perspectivas sociológicas han entrado cada vez más en el análisis de la conducta que se
desvía de normas establecidas. 

Pero sigue existiendo una pregunta fundamental: ¿Cómo las estructuras sociales
producen las circunstancias para que la infracción de códigos sociales se constituya como
algo normal? Ligado a ello surge otra interrogante: ¿Cómo algunas estructuras sociales
ejercen una presión sobre ciertas personas de la sociedad para que sigan una conducta
inconforme y no una conducta conformista? 

Entre los diversos elementos de las estructuras sociales y culturales, tenemos dos que
son de importancia inmediata: i) Objetivos, propósitos y fines culturalmente definidos,
sustentados como legítimos por todos los individuos de la sociedad. ii) Acoplamiento de
los objetivos culturales y sociales a reglas, normas e instituciones, relativos a los
procedimientos para avanzar hacia dichos objetivos. 

Ver la relación entre objetivos culturales y las normas institucionalizadas. Puede darse el
caso que haya un interés pequeño por los medios institucionalizados y en contraparte un
enorme interés por alcanzar los objetivos culturales. El caso extremo seria que todo y
cada uno de los procedimientos que permitan llegar al objetivo sean permitidos. Otro caso
extremo sería el de una sociedad donde se carece de objetivos ulteriores, y que la
conducta institucional se rija solo como un rito, y no como un medio para alcanzar un
objetivo. Se desarrolla así una sociedad unida en la tradición. Pero entra estos dos
extremos se encuentra la sociedad con equilibrio ente sus objetivos y practicas
institucionales, y constituye por ello sociedades unificadas y relativamente estables. 

Así se conserva un equilibrio efectivo resultado de la relación entre estos dos aspectos de
la estructura social, al cual los individuos se sujetan a esas dos presiones culturales, los
procedentes de la consecución de los objetivos y los medios institucionales para
alcanzarlos. 

Ver que debe haber incentivos positivos para que los diversos sectores sociales se
adhieran a las obligaciones de la situación social, sino se da ello se producen anomalías.
Así ¿Qué es una anomalía? Desde el punto de vista de la sociología se la comprende
como un síntoma de disociación entre los objetivos culturales y los caminos institucionales
para llegar a ellos. 

Tomemos el primer caso: sociedades donde se da enorme importancia a los objetivos


culturales sin una importancia proporcional a los procedimientos institucionales. Entender
que ninguna sociedad carece de normas que gobiernen la conducta, claro que se
diferencian en el grado de cómo las costumbres, tradiciones e instituciones se relacionan,
y están unidas con los objetivos. 

Con esta diferencia los procedimientos institucionales pueden viciarse tanto por la presión
de los fines, que la conducta de muchos individuos se vuelve incorrecta según la
normativa de esa sociedad. Así la sociedad se hace inestable, y produce lo que Durkheim
llama “anomia” (falta de normas). 

Ejemplo: en competencias se centra en “ganar el juego” y no en “ganar de acuerdo con


las reglas del juego”, y se premia en forma implícita el uso de medios ilegítimos pero
eficaces desde el punto de vista técnico. No es el que las reglas no se conozcan, los
participantes las conocen pero las subvierten en aras de alcanzar sus objetivos. Y en esta
sociedad existe una exageración del éxito como meta. Así ocurre una
desinstitucionalización de los medios para lograr los objetivos. Por ejemplo tomar la
cultura norteamericana. 

En la cultura Norteamérica se concede demasiada importancia al éxito sin dar igual


importancia a los medios institucionales. Uno de las señales del éxito es de acumular
dinero. El dinero se le consagra como un valor en sí mismo, se le ve como un signo de
prestigio. Y estas ideas son mantenidas e impulsadas por la familia, la escuela, el trabajo,
en síntesis por los elementos de esa sociedad. 

¿La idea de mantener altas ambiciones en las personas a pesar de que a las personas les
va mal, a que se debe? A que centren en algo lejano y no vean su propia realidad, y a la
par para que se sientan identificados con los estratos altos. Ver que además se da el
castigo a quienes abandonan sus ambiciones. 

Así se impone tres exigencias culturales: 


i) Todos deben esforzarse hacia las mismas metas elevadas.
ii) El aparente fracaso no es sino una estación de espera para el éxito futuro. 
iii) El verdadero fracaso esta en reducir la ambición o renunciar a ella. 

¿Sociológicamente como se ve ello? I) Desviar la critica desde la estructura hacia uno


mismo, ii) conservación de una estructura de poder social mediante la existencia de
estratos sociales más bajos, donde los individuos se identifican no con sus semejantes
sino con los individuos de la cumbre, y ii) la amenaza de no ser considerado parte de esta
sociedad a quienes desistan de sus ambiciones para lograr el éxito. Ante todo ello surge
una interrogante ¿Cómo actúan los individuos que viven en ese ambiente cultural’ se
plantea cinco tipos de adaptación social: conformidad, innovación, ritualismo, retraimiento
y rebelión. 

Conformidad. Se refiere a la conformidad con las metas culturales y los medios


institucionalizados. 

Innovación. Debido a la importancia del llamado éxito los individuos muchas veces usan
medios institucionalizados proscritos por la sociedad, pero eficaces para lograr el éxito. Se
da así que el individuo interioriza las metas sin interiorizar los medios para conseguirlo.
Ver que grandes riquezas son producto de la innovación institucionalmente dudoso. Así
se va dando una sociedad donde el fin justifica los medios. Tener en cuenta otra situación:
los estratos bajos es donde se da el más alto índice de vulneración de las instituciones, y
ello debido a la propia estructura social. Profundizando tenemos las siguientes
situaciones: i) los incentivos para el éxito la proporcionan la cultura, ii) las vías disponibles
para avanzar hacia esas metas están limitadas por la estructuras de clase. Y esta
combinación hace que la presión por vulnerar la institucionalidad sea cada vez más fuerte.
Así se cae en una contradicción palpable: la cultura orienta la conducta hacia la obtención
de éxito, esto es de riqueza y poder, pero por otro lado niega la oportunidad efectiva para
hacerlo de acuerdo con sus instituciones. Por ello no es raro que en sociedades como
EE.UU surja la mafia como un triunfo de la inteligencia amoral sobre el fracaso moral de
esta sociedad. 

Ritualismo. Implica el abandono o reducción de los altos objetivos culturales, pero en el


cual si rige las normas institucionales. 

Retraimiento. No comparte la tabla común de valores, es decir, están en la sociedad pero


no son parte de ella. ¿Qué implica? Renuncia tanto de objetivos como de los medios
institucionales, se encuentran ahí a los psicóticos, vagabundos, drogadictos, etc. Pero
entender que estos también son producto de esta sociedad, ya que al vender el éxito y
poner el obstáculo para conseguirlo lleva a muchos a querer “escapar” de esa situación,
de las exigencias de esta sociedad. Se rompe con las metas y los medios, y a la vez el
individuo rompe con la sociedad. Se eliminan el conflicto eliminándose el individuo como
ser social. 

Rebelión. Implica que los individuos que están fuera de la estructura social busquen
imponer una nueva estructura social. Consideran los objetivos y los medios como algo
arbitrario. Y se diferencia del resentimiento, el cual solo implica odio, envidia y hostilidad,
es decir, no implica un verdadero cambio de valores, lo que si lo ve el rebelde. 
Producto de todo esto se produce la tendencia a la anomia. Así vemos que las estructuras
sociales que se presentan inducen a la anomia. Cuando la importancia cultural para
satisfacer los objetivos en desmedro de las instituciones entonces se favorece la
destrucción del sistema. Pero ver que la tendencia a la anomia no es igual en toda la
sociedad. ¿Se reduciría la anomia por el solo hecho de cambiar de objetivos culturales sin
que haya un cambio en las mismas estructuras sociales? Esto es algo que Merton deja
flotando

La subcultura delincuente

Cohen desarrolló su teoría de las Subculturas Delictivas colocando como objeto de


su análisis a la delincuencia juvenil, específicamente el grupo integrado por jóvenes
de sexo masculino cuyas familias pertenecen en su mayoría a la clase obrera. Su
actividad en el grupo se va a caracterizar porque el delito es para ellos una actividad que
les produce placer, satisfacer el ocio y les permite elevar su status dentro de su grupo
(Delincuencia Expresiva); ese placer es originado en el daño que ocasiona al semejante
(Delincuencia Maliciosa), y en producir temor a los otros grupos en vista de desafiar el
orden jurídico establecido (Oposición a las Normas Dominantes). Por otro lado, los delitos
que comete el grupo serán de la más variada índole (Versatilidad); todos ellos ejecutados
sin mucha planificación (Búsqueda de Placer a Corto Plazo), pero caracterizados por una
plena solidaridad con los otros miembros del grupo (Énfasis en la Autonomía del Grupo),
contrariamente a las relaciones con los otros grupos con los cuales tienden a ser hostiles
y resistiéndose a toda la gama de instituciones, como la escuela y la familia, que
perseguirán regular su comportamiento.

Según Cohen la subcultura criminal se caracteriza por:

 1) Es gratuita (no lucrativa; en el sentido de que los propios hechos criminales no
persiguen la obtención de un beneficio económico sino otros objetivos), maliciosa
(por cuanto la satisfacción deriva precisamente de la disconformidad de los otros),
destructiva (porque se enorgullece de hacer aquello que es incorrecto según los
estándares de las clases medias).
 2) Una actitud valorativa ambivalente, cuando menos respecto a las normas de la
cultura oficial. Hedonismo inmediato porque la subcultura propugna una
satisfacción inmediata frente a la postergación del placer que caracteriza la actitud
de las clases medias. Espíritu de grupo en cuanto intolerancia de toda restricción o
limitación que trate de ejercerse desde el exterior de la propia subcultura.
 3) La subcultura criminal es una subcultura de grupo y no una solución privada,
individual.

Admite la existencia de una pluralidad de tipos de delincuentes juveniles, algunos de los


cuales vendrían determinados no ya por factores subculturales, sino psicogenéticos. Pero
su enfoque es sociológico, a Cohen no le preocupa por qué un joven pasa a formar parte
de una determinada subcultura, sino por qué existen las subculturas criminales y cuál es
la génesis de las mismas.

El problema en definitiva es cómo y por qué surgen las subculturas, y cómo se relacionan
éstas con la sociedad oficial o mayoritaria. Para Cohen, una y otra clase social tienen sus
respectivos códigos de valores. La clase media, por ejemplo, pone un especial énfasis en
la movilidad social, en la eficiencia y en la responsabilidad individual, en la racionalidad
para perseguir sus objetivos, en el respeto a la propiedad, en la constructividad en el uso
del tiempo libre y, sobre todo, en el ahorro y en la postergación o aplazamiento del placer.
La clase social baja, por el contrario, concede mayor significación a la fuerza física y a la
colectividad y mucho menor que las clases medias al ahorro y a la posposición del placer.

El joven de las clases sociales bajas participa en buena medida de ambos sistemas de


valores. Aunque pertenece a la clase trabajadora, sus propios padres se sienten atraídos
por el estilo de vida y modelos de la clase media, actitud reforzada por el sistema
educativo que promueve los estándares de ésta y responde a sus exigencias. Un continuo
bombardeo institucional le sugiere la aceptación de la cultura convencional como requisito
imprescindible del éxito y estima sociales. Pero al enfrentarse con los valores de las
clases medias, se encuentra en una situación de desventaja porque no sólo no se aplican
a su status, sino que disminuyen la estima de sí mismo.

Según Cohen, dicho conflicto admite tres opciones:

 Adaptación (college boy): El college boy trata de asumir valores culturales y


sociales de las clases medias, a pesar de las insalvables carencias escolares,
sociales e incluso lingüísticas para adaptarse al estilo de vida de aquellas.
 Transacción o pacto (corner boy): El corner boy representa la respuesta más
común, de acomodación social.. No rompe frontalmente con la sociedad oficial,
pacta y convive con ella. Acepta las limitaciones que derivan de su pertenencia de
clase y trata de aprovechar las oportunidades del medio. Es fiel a los valores de su
grupo, pero no opta de modo manifiesto por la vía del delito.
 Rebelión frente a los valores de las clases medias (delinquent boy): El delinquent
boy resuelve su frustración de estatus enfrentándose de forma abierta a los
valores convencionales de las clases medias. Como dice Cohen, la subcultura
delincuente no acepta "pactar". No tolera ninguna ambigüedad.

Estigma Social

El término “estigma” tiene su origen en Grecia, se denominaba así a la marca que les
hacía con hierro candente a los esclavos que intentaban huir o a quien hubiese cometido
algún crimen para identificarlos del resto de personas.

En Psicología Social, uno de los pioneros en acuñar el término de “estigma social” fue
Erving Goffman quien lo describió como “un atributo especial que produce en los demás
un descrédito amplio”.Para Jones el concepto de estigma social es una marca percibida o
inferida que supone una desviación de la norma. El portador de dicha marca le define
como desviado, imperfecto, limitado y, en general, como indeseable.

Estos autores defienden que el individuo que estigmatiza no solo ve en el otro una
condición desviada sino que además su estigma está directamente relacionado con sus
rasgos o características disposicionales. Tampoco sería necesaria una internalización del
estereotipo negativo para que la persona se sintiera estigmatizada.

Otra definición de estigma social es la propuesta por Crocker, Major y Steele en la que “la
persona estigmatizada posea o crea poseer algún atributo que provoque una devaluación
de su identidad social en un contexto social particular”.Para ellos, puede que el sujeto
estigmatizado no sea visto o no se vea él mismo como miembro de un grupo social,
enfatizan el relativismo cultural del estigma y su concepto de “estigma” diferiría del de
“desviación”.

Según Goffman, el estigma social se divide en 3 categorías:

a) Tribales: etnia, religión…

b) Deformaciones Físicas: obesidad, minusvalías…

c) Estigmas individuales asociados al comportamiento o la personalidad: delincuencia


juvenil, homosexualidad…

Por otro lado, Jones se centró en identificar las dimensiones que hacen diferente la
interacción social con las personas estigmatizadas estableciendo 6 dimensiones:

Visibilidad. Se refiere al grado en que el estigma puede ser ocultado

Evolución Estabilidad/Inestabilidad del estigma.

Disruptividad Carga y dificultad que el estigma pueda añadir a la interacción.

Cualidad Se estigmatiza a la persona que no cumple con el canon de belleza.


Estética.

Origen Asociado al concepto de responsabilidad. Dependiente o no de la


(controlabilidad) conducta.
.

Peligro Estigmas que conllevan peligro de contagio para la persona que no la


posee.

Como aplicación hemos seleccionado por una parte una imagen  en la que aparece una
mujer africana, esta foto nos lleva a pensar  por ejemplo, la forma en la que esta persona
estaría estigmatizada por su etnia en nuestra sociedad o la manera en que ella se vería o
no a si misma como miembro de un grupo social determinado. Por otro lado adjuntamos
un enlace de una campaña publicitaria en contra del estigma social en las enfermedades
mentales.

Política Criminal

Objeto

Su objeto es la política que lleva a cabo el Estado y la Sociedad para enfrentar tanto la
criminalidad convencional como la no convencional, así como la nacional, internacional y
transnacional, ya que entre ellas se da una interdependencia creciente que es preciso
tener en cuenta en los procesos de criminalización y descriminalización; también entraña
la consideración de la comunidad, el delincuente y la victima, así como las llamadas
políticas penitenciarias y otras que tengan relación con el tema criminal, las cuales deben
estimarse como parte de la misma.

Los principales objetos de la Política Criminal pueden resumirse como sigue:

 La máxima eliminación de las penas cortas de prisión y el frecuente uso de la


multa;
 La aplicación de la condena condicional donde fuere practicable;
 La ejecución de medidas educativas para jóvenes delincuentes;
 La atención primordial a la naturaleza del criminal y de sus motivaciones;
 La consideración del Estado Peligroso;
 La profilaxis de la inclinación criminal en desarrollo (habitualidad y aprendizaje
criminal);
 Formación profesional del personal penitenciario y del de la administración del
Derecho Penal;
 La recepción de medidas de seguridad para aquéllos supuestos en que lo
aconseje el estado mental o la posibilidad de readaptación o corrección del
delincuente.

Definición

Cualquier definición que se tome como referencia de la Política Criminal, parte de una
premisa; debe entenderse fundamentalmente como política del Estado y por tanto de los
grupos dominantes, por lo que siempre está ideologizada y representa los intereses y
puntos de vista de las fuerzas hegemónicas, sin por ello dejar de estar vinculada
estrechamente al desarrollo histórico del Derecho, al contenido científico de lo jurídico y
de otras disciplinas como: la Criminología, la Filosofía del Derecho o la Sociología
Criminal.

Por Política Criminal se entiende la política que persigue el gobierno de un país en


lo que concierne a:

 Aplicación del Derecho Penal,


 Revisión del Derecho Penal,
 Prevención de la delincuencia.
 Administración de la justicia criminal (comprendiendo la policía),
 Tratamiento al delincuente.

Ciencia

Entendida como ciencia, la Política Criminal pretende la exposición sistemática y


ordenada de las estrategias, tácticas y medios de sanción social para conseguir un control
óptimo del delito. Por lo tanto, apunta sobre todo al análisis científico de las
correspondientes reflexiones y procesos de formación de la voluntad del legislador, en
especial a la renovación del concepto del delito y del sistema de sanciones.

Medios

Sirven como medios de la Política Criminal, tanto el concepto del delito en cuanto
instrumento de control de la conducta, como las sanciones, es decir, las penas y las
medidas de corrección y seguridad, así como las multas y medidas administrativas de la
legislación sobre infracciones del orden.

Política Criminal y Política Social

La política social se define como la política de los gobiernos con relación a la acción que
tiene un directo impacto en el bienestar de los ciudadanos, proveyéndole de seguridad
social, asistencia pública, vivienda, educación y tratamiento del crimen.

Existe una importante relación entre Política Criminal y Política Social; la cooperación se
efectúa de tal modo que la Política Social trata de influir en los factores sociales
reconocidos como criminógenos. Con esta colaboración, no desaparece el delito, pero es
posible mantenerlo bajo control. La política social general puede influir en la modificación
de las relaciones en la estructura social que fomentan el nacimiento del delito.

Planificación

La Planificación de la Política Criminal es un aspecto importante que debe ser entendida


como la preparación racional de los objetivos y de los medios necesarios para llevar a
cabo una política criminal de justicia, socialmente eficaz y justa, por tanto, es el conjunto
coordinado de esfuerzos, técnicas y medios deliberadamente emprendidos por el
Gobierno con la cooperación de una pluralidad de servicios, instituciones, organizaciones,
y expertos para formular la política criminal exigida en un período y país dado, sobre la
cual ha de basarse la organización y funcionamiento del sistema penal.

Características

Esta planificación debe ser pluralista y multidisciplinaria. Debe tomar en cuenta varios
caminos, varios acercamientos, varios métodos. No puede ser estática, constantemente
debe tomar en cuenta los cambios sociales y las valoraciones que surgen tanto en la
naturaleza como en el volumen de la delincuencia y debe ser multidisciplinario, por ser
una obra colectiva de politólogos, economistas, sociólogos, médicos y juristas.
Aspectos del desarrollo a tener en cuenta

Los aspectos del desarrollo que principalmente han de tenerse presente en la


planificación de esta política son los siguientes:

Situación, medios y fines socioeconómicos, políticos y culturales, entre ellos, los tipos y
niveles de producción, distribución, consumo, ingreso y educación, la organización de las
principales funciones estatales y regionales, protección de los derechos humanos,
participación comunitaria, así como los aspectos presupuestarios y funcionales del
sistema de justicia penal.

Política Criminal, Criminología y Derecho Penal

Las relaciones entre ellas deben verse de forma integradora donde cada una de ellas
tiene una función que cumplir y donde las tres están fuertemente interrelacionadas:

La Criminología investiga el fenómeno criminal bajo todos sus aspectos, elige sus


objetivos de estudio por si misma, autónomamente, aunque tomando en consideración los
asuntos actuales que tienen que ver con el tema de la delincuencia, su prevención y los
problemas del funcionamiento de los órganos que componen el sistema penal.

Los resultados quedarán a disposición de las instancias políticas- criminales; en este


sentido es misión de la Política Criminal el adoptar decisiones político-criminales con base
al material criminólogo, sin embargo la decisión política-criminal nunca es resultado
inmediato del resultado empírico de investigación, sino que necesita para la realización
político criminal una decisión generalmente de las instancias políticas entre diversas
alternativas.

Aunque la Política Criminal no puede ser ajena a las aportaciones de las ciencias
sociales, es ineludible para una Política Criminal que, a la hora de decidir sobre la reforma
de las leyes, debe tenerse en cuenta los efectos reales del sistema de Derecho
Penal sobre la realidad.

La Política Criminal en cuanto disciplina que suministra a los poderes públicos las
opciones científicas concretas más adecuadas para el eficaz control del crimen, ha
servido de puente entre el Derecho Penal y la Criminología, facilitando la recepción de las
investigaciones empíricas y su transformación en preceptos normativos.

El camino acertado sólo puede consistir en dejar penetrar las decisiones valorativas
político-criminales en el sistema del Derecho Penal, en que su fundamentación legal, su
claridad y legitimación, su combinación libre de contradicciones y sus efectos no estén por
debajo del sistema positivista formal. La vinculación del Derecho y la utilidad político
criminal no pueden contradecirse, sino que tienen que compaginarse en una síntesis.

Nuevas tendencias criminológicas


TENDENCIAS CONTEMPORANEAS EN CRIMINOLOGIA

1.   NUEVA CRIMINOLOGIA

Contemporáneamente vemos que en relación a la criminología se presentan dos


tendencias: a) La primera de ellas se refiere a la necesidad de suprimir o reducir el
sistema pena, vemos que se rechaza al sistema penal y cae dentro de esta tendencia
la nueva criminología, la perspectiva abolicionista, la del derecho penal mínimo entre
otras.

b) La otra tendencia se refiere a la necesidad de mantener y ampliar el sistema penal, se


admite al derecho penal y vemos dentro de esta tendencia al nuevo realismo

1.1  CONCEPTO

Obs: vemos aquellas corrientes contemporáneas que buscan de una u otra manera
disminuir o suprimir el derecho penal tal como existe en nuestros días.

Con el nombre de nueva criminología se conoce al  amplio movimiento de izquierda,


casi siempre marxista, que se ha caracterizado por romper con la criminología tradicional
o positivista. La nueva criminología se trata de un conjunto de iniciativas político culturales
y obras científicas que desde los años 60 en Estados Unidos y luego en Inglaterra y en
otros países de Europa oriental, ha desarrollado los lineamientos de la sociología del
conflicto y de la reacción social o etiquetamiento hasta llegar luego de una crítica  a un
enfoque materialista de la cuestión criminal.

1.2  ANTECEDENTES

Sus antecedentes mas lejanos lo encontramos en: Tomas Moro: con la delincuencia
conectada con los social, en especial con la propiedad privada y la crítica al sistema
penal, Godwin: con su estudio de la relación entre el delito y el orden social que le permite
a algunos vivir en abundancia y a otros en una extrema miseria.Owen destaca la
corrupción en el carácter del hombre debido a la influencia de un medio ambiente
desfavorable. Los más importantes son los aportes de Bogner que intento realizar una
explicación marxista de la criminalidad, para este el comportamiento antisocial era
producto del determinismo, la delincuencia era producto de un pensamiento criminal que
era generado por las tendencias del capitalismo que llevan a las personas a ser egoístas.

Los orígenes inmediatos de la nueva criminología tienen que ver con la crisis de la
criminología tradicional, y en especial con el hecho de que se pone en duda el alcance de
la ley.
Según: Rosa de Olmo, el nacimiento de la criminología critica en EEUU está relacionado
a varias razones fundamentales:

–          El impacto de la guerra de Vietnam donde vemos que se pone en duda la


autoridad del Estado y sus leyes.

–          El surgimiento de la contracultura de la droga que produce una reflexión sobre la


noción que tiene el estado sobre la persona del delincuente y la manera en cómo se lo
define y sanciona.
–          Los movimientos de protesta política y específicamente vemos la acción ilegal e
injusta de la policía para reprimir estos movimientos.

–          Asesinato de personas destacadas como Malcom X y Kennedy, esto lleva a la


creencia de que los delitos eran cometidos por las altas esferas de poder y por poderosas
organizaciones ocultas. La justicia pierde credibilidad ya que los ciudadanos creen que la
justicia solo se dirige a los chivos expiatorios, y resulta en que los poderosos no sean
castigados.

–          Escándalo de Watergate, resulta en que la justicia penal pierda credibilidad


En la primera fase de la nueva criminología vemos los aportes de: a) Sutherland: realiza
un aporte con su trabajo sobre la asociación diferencial y sobre el delito de cuello blanco
así vemos como se va rompiendo el mito de que el delincuente era el pobre el que vive en
la miseria, el enfermo, ahora vemos que la criminalidad también se refiere a los delitos
cometidos por las personas jurídicas, por los poderosos, por las corporaciones. b) se
centra la desviación en definiciones sociales, c) vemos en la teoría del etiquetamiento
señala es trasfondo político de la conducta desviada, se entiende por conducta desviada
aquella que es definida como tal por la sociedad, además vemos que el proceso de
criminalización demuestra y reproduce la selectividad que hace el sistema penal.

1.3  PRINCIPIOS

a) La criminalidad no es una  realidad ontológica (estudio de las propiedades


trascendentales de las cosas); de ciertos comportamientos e individuos, la criminalidad es
un estatus asignado a unas personas por aquellas que tiene en sus manos el proceso de
criminalización. El poder político es el que define, rotula y ejecuta la delincuencia.

b) El análisis de la desviación y de la criminalidad debe estar insertado en el estudio de la


estructura general de la sociedad y de sus contradicciones políticas, económicas,
culturales etc. La criminalidad no se da ni se explica aisladamente.

c) El derecho penal no protege por igual a todos los bienes y no es igual para todos los
ciudadanos, la criminalidad es un status producto de la selectividad y el derecho penal no
ofrece una alternativa al conflicto social sino más bien tiende a encubrir el conflicto social.

d) El compromiso principal de la nueva criminología es la abolir de las desigualdades


sociales, el problema del crimen se puede solucionar si se elimina la explotación
económica y la opresión política de las clases sociales.

e) Se busca aliviar en todo sentido la presión que ejerce el sistema penal sobre las clases
subalternas y busca abrir mayores espacios para aceptación de la desviación. Para aliviar
la presión del sistema penal se impone una reducción máxima de este sistema

f) Busca que la criminología no preste atención solo a la criminalidad de los pobres, al


carácter patológico de la conducta desviada por razones biológicas, psicológicas,
sociológicas. Y quiere suprimir la separación que se hace entre la el estudio de la
criminalidad y el funcionamiento del estado, y la ideología de la clase dominante.
g) La criminología, en vez de ocuparse de las causas del delito, debe concentrarse en el
examen del proceso de criminalización, estudiando el porqué y como ciertas personas son
consideradas como delincuentes

h) Su actual y máxima aspiración es la situación, parcial o total, del sistema penal por
medidas que, más adecuadas humanamente, que consulten los intereses del los grupos
sociales mayoritarios y al mismo tiempo respeten el derecho de la diversidad.

1.4  VERTIENTES

1.4.1        PARAGIMA MARXISTA

Aunque Marx nunca se ocupo específicamente de la delincuencia, su referencia al crimen


y a la pena ha servido para la elaboración del paradigma marxista  a partir del análisis de
algunos de los escritos de Marx, como el capital, la ideología alemana, la sagrada familia,
los debates sobre la ley contra el hurto de leña y  otros.

Principios:
a) el uso de la violencia estatal y por ende la del derecho penal, cumple la función de
garantiza el control de la fuerza de trabajo. El delito es funcional al sistema capitalista de
producción
b) la existencia del derecho debe estar subordinada al cambio de la estructura económica
c) la criminalidad no puede ser objeto de una ciencia singular, porque es expresión de la
condición humana bajo el dominio del capital
d) el modo de producción capitalista genera valores egoístas y no altruistas y
comunitarios. Por ellos se busca el enriquecimiento a toda costa, aun a costa de la vida,
salud y los bienes de los demás.
e) el sistema capitalista produce una alienación rompe con la naturaleza del hombre
donde su fuerza de trabajo es vendida como una mercancía y no tiene una utilidad para el
mismo hombre

1.4.2        ECONOMIA POLÍTICA DEL CRIMEN

Chambliss se baso en la tesis marxista. La delincuencia emana del conflicto que se


origina dentro del capitalismo entre quienes poseen los medios de producción y quienes
solo tiene su fuerza de trabajo. La lucha entre las dos clases (poseedores y desposeídos)
se vuelve general en la sociedad.  Con respecto al contenido y el funcionamiento del
derecho penal; sostiene que los actos calificados como crímenes son conforme al interés
de la clases dirigente, así también la clase dirigente puede violar la ley pero la clase
dirigida está sujeta a la sanción, el derecho penal tiene la función de someter por violencia
al proletariado a los intereses de la burguesía. Con relación a la conducta criminal
sostiene que la conducta humana sea o no criminal depende de la posición que la
persona ocupa dentro de la estructura de la sociedad, el crimen va a varias de una
sociedad a otra dependiendo de la estructura económica y política de la sociedad, y por
ultimo en la sociedades socialista el índice de crimen en más bajo porque es menos
intensa la lucha entre las clases sociales.

1.4.3        CRIMINOLOGIA DE LOS DERECHOS HUMANOS


Dirige a la criminología hacia un nuevo objeto, compatible con la lucha contra el sistema
político dominante, que concretan en los derechos humanos. Se propone estudiar la
vulneración o puesta en peligro de ciertos derechos o garantías, que constituirán materia
de la criminología: a) garantías de las condiciones fundamentales de bienestar, entre ellas
alimento, techo, vestimenta, trabajo estimulante y posibilidades de recreación

b) protección de la colectividad contra los individuos rapaces y codiciosos así como


también contra las elites sociales imperialistas

c) derecho a la vida e igualdad sexual, racial y económica

d) posibilidad de política social referida a la regulación de relaciones sociales o sistemas


sociales con el fin de evitar el imperialismo, la discriminación racial, la miseria.

La alternativa humanista busca que los derechos humanos sirvan para formular
comportamientos criminales de manera diferente a como formula este tipo de
comportamiento el derecho penal. Corresponde al pueblo re-apropiarse del poder de
criminalizar, se mira al crimen no desde la moral de aquellos que detentan el poder sino
desde la moral del pueblo.

1.4.4        CRIMINOLOGIA DEL MOVIMIENTO OBRERO

Varios criminólogos utilizan esta terminología para aludir a una vertiente desligada de las
restricciones de la criminología “oficial”, para referirse a una vertiente lanzada hacia una
comprensión total, filosófica, histórica, económica y política  de los problemas sociales
que culminan en una criminología colocada a lado de la clase operaria.
Busca crear una ciencia criminológica integrada, donde lo  jurídico sea un aspecto técnico
y subordinado y donde el proceso de la criminalización debe dirigirse a  la protección de
los intereses mayoritarios. El movimiento obrero busca superar la visión utilitarista del
derecho penal  y de la delincuencia. Busca sobre todo la lucha contra las causas de toda
criminalidad y eso se puede concretar cuando se superan las condiciones sociales y
económicas que impone el capitalismo.

1.4.5        CRIMINOLOGIA CRITICA

Tiene por objeto el análisis de los procesos de criminalización, mirados dentro del amplio
control social (formal o informal), y opta por la búsqueda de medidas alternativas (política
criminal alternativa) teniendo en cuenta los aportes que han hecho otras criminologías que
le preceden.

1.4.6        CRIMINOLOGIA RADICAL

Se identifica con la finalidad del movimiento de la nueva criminología, es decir que la


criminología radica anhela la suspensión del sistema penal.  A diferencia de la
criminología crítica no acude a medidas alternativas previas a la desaparición del sistema
político económico. Para comprender el crimen es necesario, ante todo reconocer que el
fenómeno decisivo no es el delito sino el desarrollo histórico y la forma cómo actúa la
sociedad capitalista: únicamente con el derrumbe de la sociedad capitalista y la creación
de una nueva sociedad basada en principios sociales habrá una solución para el
problema del crimen.
1.4.7        SOCIOLOGIA DEL CONTROL PENA

Es el nombre que se ha propuesto, para el estudio de las explicaciones sociológicas que


tiene como fin entender, a partir de las realidades socioculturales y políticas económicas,
todo aquello que el Derecho Penal siempre ha presentado  como inmueble (el delito, la
pena, la culpabilidad y la criminalidad). Es necesario remontarse al conocimiento
sociológico del derecho y de su aparato explicativo. Se busca robustecer el estado de
derecho, juridizar al máximo la intervención punitiva y reconstruir la legalidad penal con
base en los intereses reales de quienes necesiten protección penal.

1.4.8        CRIMINOLOGIA DE LIBERACION

Con este nombre se hace referencia a aquel pensamiento que pretende utilizar a la
criminología como un instrumento político que se orienta a la emancipación de los pueblos
para que posteriormente se cree una sociedad libre de diferencias entre los hombres. La
liberación es el objetivo final de la criminología. La criminología comprendería: a) un
estudio crítico del derecho penal en sus tres momentos; la aplicación, interpretación y la
producción b) vemos un apoyo permanente de la sociología y de la ciencia política c)
vemos un análisis crítico de la dogmatica penal, del sistema penologico, de tratamiento y
de las alternativas al sistema penologico d) vemos también el estudio de los valores y los
estereotipos, de los portadores del control, sus agentes, destinatarios.

1.4.9        CRIMINOLOGIA DE LAS CONTRADICCIONES

Fue diseñada para América Latina, sus propuestas: a) la criminología latinoamericana


debe partir de un análisis dialectico que busque comprender como las contradicciones
inherentes a la economía política están vinculadas con la frecuencia y la distribución de la
criminalidad en periodos históricos determinados.

b)      La criminología debe demostrar el conjunto de relaciones que no pueden resolverse


dentro del orden social existente en nuestros países

c)      La criminología debe establecer un paradigma para considerar al delito como un


proceso que comprende en conjunto de contradicciones e intentos de resolución, lo que
no implica la negación de un orden social en abstracto

d)     Se interesa por buscar y lograr un nuevo orden social para todos, antes de elaborar
una política criminal alternativa.

2.   NUEVO REALISMO

            2.1 CONCEPTO

El nuevo realismo es una corriente contemporánea que nace de las entrañas de la


criminología crítica y la criminología radical, busca analizar la criminalidad partiendo de un
estudio de todos los aspectos de la criminalidad con una perspectiva socialista. Vemos
una observación total tanto de la víctima, como del agresor, de la reacción y del
comportamiento delictivo.

            2.2 ORIGEN
El Nuevo Realismo nace como respuesta a varias situaciones:

a) al realismo de derecha que en la década de los 80 protagonizo una fuerte represión


contra las clases obreras y las minorías étnicas, de ahí que al nuevo realismo también se
lo conoce como realismo de izquierda.

b) al idealismo de la criminología critica ya que al interpretar la criminalidad la explica a


partir de de los problemas de clase y la criminología tradicional por que pretende explicar
a la criminalidad como un problema de patología social

c) al idealismo de la criminología critica que se contenta con plantear la necesidad de un


cambio de sistema para acabar con los conflictos, y que considera que el delito tiene un
origen politizo además de considerar que el aumento de la delincuencia es solo el
resultado de la actividad selectiva del sistema penal, de ahí su realismo.

d) al análisis particularizado que hace la criminología que se ocupa de la víctima del autor
de la reacción social o de la conducta desviada, dando una importancia mínima a los
demás aspectos. Por esto el nuevo realismo propone un análisis total del fenómeno
criminal donde se atiende simultáneamente al agresor, la víctima, la reacción social y al
comportamiento delictivo.

            2.3 PRINCIPIOS

Sobre las causas del delito

Vemos que el delito se conduce de acuerdo al malestar social, al descontento, a la


inconformidad, a las subculturas y al abatimiento: para estos la criminalidad es más un
problema dentro de las clases sociales que entre diferentes clases sociales, el crimen es
un fenómeno que expresa los conflictos que se dan dentro del ámbito de una clase social,
en su interior. Las causas del delito se deben estudiar para así poder denunciar la
injusticia estructural que expresa el delito. La condición económica en la que vive la
mayoría de la población en las sociedades capitalista no es la única causa del delito ya
que las estadísticas demuestran que el delito también se presenta en los niveles más
altos de la sociedad, pero aun cuando el número de infracciones cometidas por los pobres
refleja la mala situación económica de estos, no se puede hacer una correlación entre el
grado de pobreza con el porcentaje de delitos. Al bajo nivel económico también hay que
sumarle otros valores como el individualismo, la competitividad, el machismo y el deseo
de bienes materiales.

Sobre el delito

Para el nuevo realismo el crimen es una realidad que debe ser tomada en serio, el delito
es un problema real padecido especialmente por los sectores desprotegidos que resultan
siendo las principales víctimas. Debido a que el delito es más un problemas que se
presenta dentro de las clases sociales vemos que los desvalidos se enfrentan entre si y
se olvidan del verdadero enemigo o problema que es la injusticia que provoca el
capitalismo. El delito produce efectos políticos desfavorables por una parte genera miedo
en los desprotegidos y por la otra contribuye a la desintegración de la clase obrera así
disminuyendo su capacidad de lucha. La gente concibe al delito como un problema real y
esta de acuerdo con la mayor parte de los comportamiento que de describen o se tipifican
como punibles para la ley penal es por eso que es sumamente importante realizar una
investigación de los problemas tal como los vive la gente.

Sobre la victima

El nuevo realismo hace un énfasis en la necesidad de volver a la victimologia que has


sido abandonada por la criminología crítica. Resalta a la víctima y de acuerdo a sus
investigaciones llega a las siguientes conclusiones: que los sectores sociales
desprotegidos con los que con mayor frecuencia padecen y soportan el delito y estos
sectores sufren la criminalidad con mayor impacto. Que el temor a ser víctima de un delito
golpea y desorganiza a la clase trabajadora de cualquier sector social y que este temor o
la amenaza del delito los lleva a solicitar que aumente el cuerpo policial.

Sobre la política criminal

Propone la reducción del sistema penal para solucionar algunos problemas. La


prevención del delito se basa en la disuasión, la política criminal básicamente consiste en
permitir a la comunidad resolver sus problemas antes de recurrir a la policía. Se busca
organizar a la comunidad en grupos de cooperación integrado por la policía, patrullas
juveniles, vemos un aumento de la vigilancia nocturna y diurna. También contribuyen a la
prevención del delito las contribuciones voluntarias del público, un mayor respeto a la
libertad, mayor acceso de los ciudadanos a la policía etc.

Sobre la pena

Debido a que el delito es mas in fenómeno que se da dentro de las clases sociales
entonces vemos que exterioriza los problemas dentro de estos grupos, la pena entonces
debe buscar la recuperación del sentido de recriminación moral ya que el crimen
demuestra la falta de solidaridad entre los miembros de las clases débiles. El lugar de
marginar y excluir a los criminales llevándolos a las cárceles se deben buscar alternativas
como el arresto de fin de semana, se debe apuntar a reintegrar a los delincuentes a la
sociedad que estos sirvan a la sociedad que reparen el daño causado. Las cárceles y
penas extremas de deben mantener para aquellos delincuentes que representan un
peligro para la sociedad pero aun así estos deben vivir lo mas normalmente posible dentro
de estas instituciones. La función de la pena es de moralizar, el autor del crimen se debe
arrepentir y avergonzar de haber agredido a un miembro de su propia clase social y así
esto ayudara a que se organice la clase obrera.

Criminología socialista

 Objeto de la Criminología Socialista

Desde los primeros días del triunfo de la revolución cubana, el Estado y el Gobierno
dictaron las primeras medidas encaminadas a proporcionar la base legal y jurídica de
acuerdo con las transformaciones económicas y sociales del país. El desarrollo del
sistema socialista en Cuba establece las premisas para liquidar las raíces del delito, pues
reduce las posibilidades para la comisión de delitos y actividades antisociales. El
establecimiento de la PS/MP valida el aumento de los bienes materiales y su utilización
por las grandes masas del pueblo. La elevación de la conciencia jurídica de los
trabajadores, la cultura y la educación se presentan como formas nuevas que se
relacionan con el aumento de la criminalidad.

En nuestra sociedad cubana se parte del criterio de que la criminalidad es evitable, no


condicionamos su existencia a fenómenos inherentes a la propia naturaleza humana. El
fenómeno delictivo dentro del socialismo están bajo una red de indicadores sociales,
educacionales, culturales y jurídicos que coadyuven a la supresión del delito y de las
conductas antisociales.

El tratamiento criminológico no penal de la transgresiones de los menores de edad,


crearon el cuerpo legal necesario, lo que facilita la construcción de una criminología
socialista.

La criminología socialista, por su objeto y finalidad, es la ciencia que contribuye a


esclarecer los determinantes criminógenos que propician la delincuencia, favorecen el
cumplimiento de las principales líneas contra tales actividades, elevando a un nivel más
alto la tarea de enfrentamiento a las conductas antisociales.

 Objeto de la Criminología Socialista:

 Estudia la delincuencia en general como fenómeno socio - histórico.

 Estudia los determinantes generales y específicos que generan la delincuencia


como conjunto de influencias negativas.

 Estudia la actividad del delincuente, sus particularidades y características


criminológicas de su conducta.

 Estudia la elaboración de una red de medidas preventivas, que permiten conocer


las influencias nocivas, para liquidar los vestigios de delincuencia en el país.

 La Criminología contrarresta las esferas de influencia negativas y propicia el


aporte positivo de construcción de indicadores para la destrucción de las
conductas delictivas.

 Estudia el enriquecimiento del sistema de la legalidad socialista.

 Examina los indicadores preventivos, tanto sociales general como criminológicos


especiales.

 Estudia además los indicadores sociales y su relación con el hombre que viola la
ley.

 Controversia teórica actual sobre el objeto de la Criminología Socialista.


Al estudiar el objeto de estudio de la criminología socialista es necesario superar los
puntos de vistas burgueses que se resumen los planteamientos siguientes:

 Explicar totalmente la criminología por medio del objeto y método de cualquier


ciencia particular.

 Considerar la criminología como una ciencia ecléctica, donde convergen diferentes


ramas del conocimiento, sin prevalencia de ninguna de ellas.

 Reducir el quehacer criminológico al examen del hombre delincuente, sustituyendo


la explicación social general de la criminalidad por el análisis del hombre concreto.

 Considerar a la criminología como una ciencia causal explicativa, tal definición


restringe el campo de la criminología sólo a la descripción de los hechos delictivos
y sus causas.

Los autores socialistas, examinan este problema considerando a la criminología


fundamentada sobre dos ciencias: el derecho y la sociología. Otros expresan que la
criminología sólo existe a partir de las regulaciones que la ley penal establece, siendo por
tanto una ciencia jurídica.

Nuestra posición teórica considera a la criminología como una ciencia independiente,


aunque reconocemos que su relación mayor depende de dos ciencias: la Sociología y el
derecho. Es una ciencia social, pues estudia los mecanismos sociales.

El sistema de la criminología. Lugar que ocupa en relación con otras ciencias.

La criminología recepciona todos los conocimientos acerca de la sociedad global y del


hombre como tal.

La criminología socialista es una ciencia activa y viabiliza soluciones para reducir el lado
negativo de ciertas contradicciones sociales, que abandonados pueden conducir a un
conflicto social.

La criminología es una ciencia social puesto que estudia los mecanismos sociales, la
relación de la delincuencia con el lado regresivo de algunas contradicciones sociales que
pueden condicionar su aparición y desarrollo.

Principios de la criminología:

 Recepciona los conocimientos acerca de la marcha del desarrollo objetivo social y


del ser humano y su relación con la criminalidad.

 Utiliza el marco de análisis de diferentes ramas del conocimiento.

 Es una auténtica ciencia independiente que decide y determina con sus métodos
propios el momento en que otras ciencias aportan un material útil.
 La criminología se relaciona con el Derecho Penitenciario, cuando aporta
elementos de resocialización del delincuente.

 Con el Derecho Administrativo y Laboral al facilitar y regular la actividad subjetiva


de organismos estatales.

 Con la psicología social ofreciendo los fundamentos para descubrir la esfera


psicológico - social de las tradiciones y costumbres negativas, que puedan surgir
en la sociedad.

 Con la sociología pues ofrece un análisis de las condiciones sociales donde está
inserta el comisor.

 Con las ciencias pedagógicas ya que el conjunto de normas y medidas


educacionales de esta ciencia se pone en función de los menores transgresores
de la ley.

La complejidad de la criminología radica en:

 Su principal tarea es descubrir cuales mecanismos sociales se han tornado


criminógenos.

 Demostrar con el examen e investigación criminológico los elementos sociales


positivos.

 Delimitar el papel que desempeñan las contradicciones sociales en el socialismo.

 Desarrollar la iniciativa creadora y crítica efectiva en la búsqueda de soluciones.

 Utilizar el marco social analizando los procesos que se tornan criminógenos.

 Elaborar las recomendaciones a los organismos que puedan modificar la realidad


criminológica.

 La Criminología Socialista estudia las estrategias sociales a seguir para evitar que
las contradicciones sociales generen un conflicto o un delito.

Metódica de la Criminología.

El fundamento general de la criminología descansa en los principios de la teoría marxista -


leninista y en la utilización del método dialéctico que se expresa en el estudio del
movimiento de la delincuencia, en el desarrollo dentro del marco de las contradicciones
antagónicas o no, según se trate, de diferentes sistemas sociales

El método científico es la reunión de elementos idóneos que ayudan a descubrir la verdad


científica y se aplica a la solución de problemas científicos.
La criminología socialista requiere de un método especial de acción que se diferencia del
método del positivismo criminológico. Este método debe estar iluminado por el método
filosófico general de la teoría marxista - leninista.

El conjunto de medios técnicos y procedimientos particulares que se utilizan para la


elaboración científica de la lucha contra el delito es lo que se denomina metódico de la
criminología.

La criminología socialista debe enriquecer, mediante la investigación criminológica, el


aparato conceptual, ofreciendo líneas metodológicas a seguir para probar su eficacia en la
solución de determinados problemas criminológicos. Nuestra consideración criminológica
es construir fines que se proponga al alcanzar la criminología y los problemas que
necesite solucionar.

La delincuencia está sujeta al movimiento histórico.

 El análisis de las determinantes sociales que engendra la delincuencia responde a


las diferentes esencias sociales que la determinan.

 Los hábitos, tradiciones y puntos de vistas antisociales, el reflejo del modo de ser
en la conciencia del hombre delincuente aparecen también regulados como parte
del proceso histórico social.

 La forma de realización o cumplimentar la esencia socio - histórico de grupos de


individuos e individuos aislados está ligada en última instancia a las condiciones
objetivas del desarrollo social.

 Las condiciones objetivas del desarrollo social están engendradas con el proceso
de formación de cada miembro de la sociedad influyendo en el reflejo individual y
de grupo.

Fundamento general: Teoría Marxista - Leninista.

Crítica al positivismo criminológico.

La vieja denominación positiva reproduce un esquema de explicación a partir de las


definiciones penales planteadas y describe el fenómeno delictivo basándose en una
realidad finita y parcelada. Esta definición restringe el campo de la criminología y evita el
aporte de la solución social criminológica a los determinantes nocivos encontrados. Esta
conspira a favor del quietismo, de una pasividad ante las reformulaciones sociales y
oscurece el verdadero papel de la criminología socialista.

Tareas actuales de la criminología socialista.

Estas dimanan de la propia esencia de las grandes directrices que las transformaciones
revolucionarias obligan a su cumplimiento.

Estas tareas son las plasmadas en la Constitución `como a educación de la niñez y la


juventud en el espíritu comunista”. “Todos los ciudadanos gozan de iguales derechos y
están sujetos a iguales deberes”. En el Código Penal se plantea “la necesidad de
contribuir a formar en los ciudadanos la conciencia del respeto a la legalidad socialista”.
Estas tareas vienen dadas en la criminología cuando está contribuye a revelar el
mecanismo de la conducta delictiva y establece las bases sociales psicológicas donde se
formaron los puntos de vistas antisociales de los comisores. Otra tarea es “Sobre la
formación de la niñez y la juventud”, a tenor de la preocupación del Estado Cubano por la
correcta formación de las nuevas generaciones.

Otra tarea es coadyuvar a la resocialización del delincuente, pues la criminología


socialista ofrece un marco adecuado con el resultado de sus investigaciones para lograr la
neutralización de las conductas no acordes con la sociedad socialista.

 Elementos criminógenos que inciden en la formación de los menores de edad.

 Resocialización del delincuente.

 Contribuye a revelar el mecanismo de conducta delictiva.

 Establecer las bases sociales psicológicas donde se formaran los puntos de vistas
antisociales de los comisores.

 Establecer con criterio científico el pronóstico criminológico o delincuencia


esperada para un período determinado.

 Remodelación de los factores negativos y medidas para evitar la proliferación de


las conductas antisociales.

La nueva criminología o criminología crítica o radical


Entrado el siglo XXI, el eje central de la discusión continúa girando alrededor del control
social. Sin embargo, los planteamientos sustentados por diferentes autores discrepan en
cuanto al contenido del mismo1, evidenciándose nuevamente la heterogeneidad de
criterios que han complejizado la elaboración teórico-conceptual del problema criminal.

Tal como afirma Cohen (1988), el concepto de control social es un concepto problemático,
cuyo significado puede abarcar ámbitos tan dispares como la política y la sicología; por lo
cual resulta difícil determinar las dimensiones en las que se restringe el concepto y por lo
tanto, otorgarle un sentido específico.

La complejidad de sus referentes tiene una correlativa incidencia en la delimitación


epistemológica de la Criminología, tanto en lo que refiere al objeto de estudio propiamente
dicho, como en relación con las interpretaciones que del mismo puedan verificarse al
interior de sus planteamientos.

El problema de la elaboración de una teoría sobre el control social pareciera haber dado
lugar a un agotamiento del discurso crítico en los momentos en que se ha intentado
delinear propuestas para el ejercicio del control social, en el sentido de que lo que está al
centro de la discusión criminológica es básicamente la problemática de la fundamentación
y la estructuración de mecanismos alternativos para la resolución de los conflictos.

Así, algunos autores afirman que la Criminología Crítica no ha logrado superar los
postulados cognitivo-instrumentales que conducen al positivismo científico:

“Un cierto retorno positivista lo constituye(...) el garantismo y las posiciones que desde el
derecho penal revalorizan los principios primigenios del liberalismo y que, por la crisis de
los grandes relatos, acaparan la atención de la llamada Criminología Crítica” (Delgado,
1999:6).

En este sentido, se cuestiona la idea del interés general seguida por los enfoques
progresistas de política criminal, donde se destaca la teoría garantista de Ferrajoli, a los
cuales se adscribe la Criminología Crítica, como “una idea incestuosa” del consenso
derivada del contrato social. La aparente contradicción que suscita el haber tomado los
principios demo liberales del derecho penal (que constituyen las premisas del garantismo
penal) como estrategias de racionalización del control social puede fundamentarse en los
siguientes aspectos:

1. La consideración de que la visión del contrato social como producto del consenso
supone la aceptación de la violencia burocrática. El control social formal, materializa la
burocracia estatal a través de la violencia, materializando el mandato autoritariamente.
Así, el asentimiento social sólo es posible ante el peligro de la exclusión, lo que convierte
al sistema y a sus postulados en un sistema terrorista (Delgado, Ob.cit.).

2. El principio de legalidad, entendido como el principio de la unidad de la razón jurídica,


sería inadmisible para un modelo alternativo de control social por cuanto parte de la
abstracción del ser humano como individuo portador de conductas catalogadas
arbitrariamente como desviadas o criminales (Delgado, Ob.cit.), sin entrar a considerar las
situaciones de vulnerabilidad de los individuos concretos o la propia fenomenología social
que incide en ciertas situaciones problemáticas como, por ejemplo, el caso del
narcotráfico.

3. La referencia al derecho penal, a sus limitaciones y a la posibilidad de darle un nuevo


significado, pareciera agotar el tema de la regulación social en el plano estrictamente
jurídico penal, a pesar de estar al corriente de que el ejercicio del poder penal no se agota
en los sistemas punitivos formales, (ya que existe un amplio espacio de actuación
subterránea) ni cada una de las agencias que lo conforman se apegan a la misma lógica
funcional. Es importante recordar que la tendencia crítica latinoamericana, desarrolla su
análisis principalmente en las consecuencias de la violencia institucional, en cuanto éstas
se dirigen a la fractura entre los mecanismos de control social y los valores éticos y
jurídicos, que sustentan la legitimidad del control dentro de una sociedad organizada
políticamente en el modelo democrático, y que origina en gran medida la irracionalidad del
sistema penal; lo que permitió aclarar la recurrente contradicción entre los supuestos
jurídicos constitucionales (que consagran las garantías individuales e informan la
seguridad jurídica de los ciudadanos) y las prácticas concretas de política criminal
violatorias de tales principios. Esto constituye un indicador no sólo del carácter ideológico
de las justificaciones políticas y jurídicas, sino también, de la falta de coherencia del
sistema penal. La complejidad en la que se desenvuelven los sistemas penales deriva en
una participación caótica de las distintas agencias penales y extrapenales cuyos límites e
intenciones no siempre son los declarados por el orden jurídico (Leal y García, 2004).

En este orden de ideas, observamos que, en efecto, el garantismo penal admite la


justificación del Estado en los mismos términos en que lo hacen las teorías iusnaturalistas
clásicas bajo la ficción del “contrato social”, dándole un carácter óntico a lo que es
reconocido como una invención útil2 para explicar las relaciones sociales, sin considerar
las relaciones de poder que subyacen en la formación histórica del ente público.

Al mismo tiempo, justifica la expropiación de la acción de la víctima y el monopolio del


ejercicio del poder punitivo por parte del Estado, como un proceso “civilizador” del
conflicto social, a pesar de admitir la deslegitimación de los sistemas penales que hasta el
momento subsisten en el ámbito histórico concreto. No obstante, toma la venganza
privada como un dato antropológico que implica un estado de barbarie cuyos escollos
salva la intervención del Estado mediante la pena.
En términos generales, la teoría Garantista está basada en un utilitarismo penal
reformado según el cual, la pena debe contener una doble significación, esto es, que la
pena no sólo debe asumir como finalidad la prevención de los “injustos delitos”, sino
igualmente la finalidad de prevenir “las injustas penas”, es decir, minimizar la reacción
violenta hacia el delito (Ferraioli, 1997).

Tal fundamentación del derecho a castigar merece el siguiente cuestionamiento:

Desde la perspectiva garantista, la pena no representa para la víctima un resarcimiento


del daño causado sino que implica una garantía de “protección” que otorga el Estado al
ofensor, pero que en última instancia conlleva un mal que coercitivamente se inflinge a
quien ha causado un daño3.

Si se toma en cuenta que esta propuesta sobre los fines de la pena se concreta sobre una
negación de la venganza, ¿cuál sería su fundamento como forma de evitar un mal mayor
en contra del agresor, sino el propio carácter vindicativo derivado del derecho primitivo de
defensa, si al mismo tiempo que la pena se admite como aflicción, no se elabora ningún
argumento en el que se considere la necesidad de reparación de la situación jurídica
infringida por la agresión que da lugar al delito?

Resulta innegable -a pesar de que el garantismo toma el derecho penal como un sistema
formado por axiomas y reglas que puede legitimarse por una congruencia interna- que la
necesidad de su validación como forma de control social no puede explicarse recurriendo
únicamente a la metáfora de la “pacificación de los conflictos” para prevenir la
barbarización de la sociedad, sin tomar en consideración las expectativas legítimas de
quienes se ven eventualmente afectados por una agresión.

De tal forma, la doctrina de justificación penal garantista se enfrenta a la paradoja de


aceptar un carácter vindicativo de la pena en cuanto sugiere que la aflicción impuesta
dentro de ciertos límites “pacifica” las expectativas de la mayoría no desviada mediante la
satisfacción de la venganza sin resolver el cuestionamiento sobre la naturalidad del
castigo o de admitir, que el sustrato histórico por el que se legitima la existencia del
derecho penal es simplemente un recurso teórico que poco tiene que ver con la realidad.

En este sentido, otras propuestas como la del Abolicionismo, parecieran satisfacer con
mayor pertinencia las premisas de deslegitimación de la intervención pública penal,
mediante su sustitución por un sistema de compensaciones y la privatización del conflicto
delictivo. Sin embargo, tales propuestas comportan el peligro de una latente
desproporción de las reacciones, la incertidumbre de las definiciones extralegales y la
extensión de la vigilancia social.

Por otra parte, en cuanto la deslegitimación del sistema penal supone, tanto la
incongruencia de los fines declarados con sus funciones reales y la perversión de sus
mecanismos, como el cuestionamiento de los criterios de “normalidad” que definen las
desviaciones; es de considerar que su abolición estaría condicionada a la transformación
de la sociedad hacia estadios de igualdad en los que emerja una normalidad alternativa y,
consecuentemente, a la extinción del Estado, lo cual se enmarca en una utopía, que si
bien es considerada por las teorías críticas sobre la sociedad y el Estado y que sin dejar
de ser valiosa para la comprensión y la explicación de los conflictos sociales, resulta
incierta, especialmente si es impulsada únicamente en función del cuestionamiento del
control social formal y de la construcción de modelos alternativos de justicia penal.

En este sentido, dejando a salvo las críticas hechas a la justificación de la pena de la


teoría Garantista, no podemos obviar que la realidad histórica concreta nos obliga a
reconocer la existencia del Estado y del monopolio del poder punitivo, que no por azar
está sometido a una serie de límites impuestos como garantías de la libertad ciudadana.
Tomando en consideración que la delimitación del poder penal comienza a sostenerse a
partir de la modernidad, desde un punto de vista normativo, adquiriendo el status de
derecho monopolizado por el poder público y regulado mediante los principios
demoliberales recogidos en las legislaciones positivas, generalmente con rango
constitucional.

Esta circunstancia no ha garantizado su racionalidad, pero sí comporta la posibilidad de


identificar los sistemas penales paralelos y de adecuar la función punitiva a la sujeción de
dichas regulaciones. En este sentido, es de considerar que la teoría Garantista asume su
carácter inevitablemente ideológico como una doctrina que es impuesta por su
correspondencia humanista pero que es siempre contingente; es decir, que
necesariamente, para lograr su legitimidad, el derecho penal debe proveer a los sistemas
penales concretos la posibilidad de adaptación a criterios cada vez más cerrados de
intervención punitiva frente a las agresiones a bienes jurídicos, especialmente desde el
punto de vista de la definición de los delitos; y contraer la pena a sus postulados
minimizantes.

La referencia jurídica de la pena y los límites del derecho a castigar, se deben vincular
entonces tomando como concepto central a la pena en su sentido negativo: como todo
acto de poder que implica la inflicción de un dolor fundado en el derecho vigente o
realizado fuera de él por agencias del poder público o por iniciativas privadas (Zaffaroni,
1990: 2000). De tal forma, que frente a la expansión de mecanismos informales o
subterráneos o abiertamente contrarios a las garantías y derechos ciudadanos, pueda
activarse la normativa limitadora del derecho penal y argumentarse la irracionalidad de
aquellas reacciones.

Por lo tanto, mas allá de tomar el Estado de Derecho como una cubierta ideológica que se
legitima a sí mismo, es preciso valorarlo como un programa normativo fundamental y
concreto, útil para alcanzar la vigencia efectiva de los derechos humanos.

Lo anterior es pertinente, tomando en cuenta que además del sistema de garantías que
se imponen como obligaciones del Estado, la introducción de los derechos sociales,
económicos y culturales en las constituciones contemporáneas, impone igualmente
obligaciones de actuación en la distribución equitativa de bienes y servicios.

No obstante, no es posible desconocer la persistencia de las desigualdades materiales ni


pretender que el camino para superarlas se agota en las expresiones formales de la ley,
por lo que, si bien el modelo penal garantista constituye una referencia ética y política
para una interpretación más racional de las funciones y fines del derecho penal, así como
del ejercicio del poder punitivo, su relación con el modelo analítico crítico involucra su
inserción dentro de un esquema de control social que abarque también aquellas políticas
e iniciativas que se relacionen con toda intervención social de distribución de la seguridad.
La investigación criminológica en Venezuela y Latinoamérica

LA CRIMINOLOGÍA LATINOAMERICANA
En Latinoamérica siendo menos influidos por la tradición criminológica, se ofrece una
menor resistencia a los descubrimientos que vienen desde Europa y así, llegó con mucha
fuerza y aceptación el positivismo criminológico hacia finales del siglo XIX siendo
importantes las figuras de César Lombroso, Enrico Ferri y Rafael Garófalo, los tres
Evangelistas, como los denominó Jiménez De Asúa por su similitud a las figuras
religiosas; así, tenemos a Lombroso como centro y origen de todas las ideas partiendo del
delincuente nato y a sus lados a Ferri y a Garófalo, que vienen a completar el trío
criminológico.

Con la llegada de la Criminología a Latinoamérica, comenzaron a surgir estudiosos


interesados en ella y que se encargaron de darle distribución, además de investigaciones
propias, dándole grandeza a la Ciencia Criminología. De manera breve se pueden
mencionar algunos datos importantes en las siguientes líneas limitándose a obras
publicadas, sociedades y cátedras fundadas y estudios realizados.

En 1878, se publica en Argentina la obra de José María Ramos Mejía “Las neurosis de los
hombres célebres en la historia Argentina”. En 1888 se funda la Sociedad de Antropología
Criminal en Buenos Aires, gracias a la iniciativa de Drago, Pinero y Ramos Mejía como
directores además de un boletín que publicó los primeros estudios de la misma,
posteriormente también se publica la primera revista de Criminología en América Latina
“Criminología moderna”, muy influida por elementos revolucionarios y se comienza a
enseñar Criminología en la cátedra de Derecho Penal de la Universidad de Buenos Aires.

En 1898 se publica “Los hombres de presa”, del argentino Luis María Drago, y tal fue el
éxito de la obra que al paso de apenas dos años, aparecía en Italia con Prólogo escrito
por Lombroso.

Francisco Veyga funda en Buenos Aires en 1898 el curso de Antropología Criminal y Luis
Montané hace lo mismo en La Habana, en 1899, mientras, en ese mismo año en
Venezuela, se publica la obra de Ochoa “Estudios sobre la Escuela Penal Antropológica”.

Otro país que también desarrolló Criminología fue Bolivia, con la publicación en 1901 de
la obra de Bautista Saavedra, “Compendio de Criminología”.

En 1902, José Ingenieros funda en Buenos Aires la revista “Archivos de Psiquiatría y


Criminología” y en 1913 publicará el primer “Tratado de Criminología Clínica” en el
Continente. En 1905 Cornelio Moyano Garcitúa funda la cátedra de Criminología en la
Universidad Colonial de Córdoba y en el mismo año publica “La delincuencia argentina
ante algunas cifras y teorías”, este autor, junto con Pinero, Ramos Mejía y otros forman la
Comisión encargada de elaborar el Código Penal Argentino de 1906, con cargadas
influencias de las nuevas teorías sobre la criminalidad.

En 1906 el cubano F. Ortíz publica “La criminalidad del negro en Cuba”, en la revista
Archivo de Psiquiatría y “Los negros brujos”, primer trabajo de una serie sobre la
ladronería afrocubana. En este mismo año, el costarricense Alfaro, publica Arqueología
Criminal, revisión de antiguos casos criminales con mención a las nuevas orientaciones
criminológicas. Un año después, en 1907, aparece en Uruguay la obra de Miranda “El
clima y el delito”.

En 1912 se realiza la primera recopilación bibliográfica sobre Criminología, en la obra del


argentino Eusebio Gómez “Criminología Argentina” quien publicó en 1908 “Mala vida en
Buenos Aires”.

En 1919, Óscar Miró Quesada funda la primera cátedra de Criminología en la Universidad


de San Marcos en Perú. En 1921 volvería a ser editada la obra de 1898 “Los hombres de
presa”, pero ésta vez, con el título de “Antropología Criminal”. En Chile, Israel Drapkin
funda el Instituto de Criminología a semejanza del que José Ingenieros crea en la
Penitenciaría de Buenos Aires.

En 1964, el brasileño Roberto Lyra Filho escribe “Criminología”; en 1966, el venezolano


Elio Gómez Grillo escribe “Introducción a la Criminología”; y en 1968, el colombiano
Alfonso Reyes Echandía escribe “Criminología”. También la obra Eugenio Zaffaroni, con
su libro desde 1987 “Criminología, Aproximación desde un margen”, siendo este tratadista
uno de los autores más críticos contra el sistema penal. La venezolana Lola Aniyar; con
sus diversas obras y sus Criminologías Específicas. Cabe señalar también a Rosa Del
Olmo con “América Latina y su Criminología” de 1987. Así como la psicóloga argentina
Hilda Marchiori con su Criminología de la Víctima, “Criminología: estudio de la víctima del
delito” y “Criminología, Teorías y pensamientos”, “La personalidad del delincuente”,
“Psicología Criminal” y “El estudio del delincuente”, “Tratamiento penitenciario”, a Carlos
Elbert con “Criminología Latinoamericana”, a Elías Neuman con “Prisión abierta”, “Pena
de muerte”, “Criminología y dignidad humana”, “Sida en prisión”, entre otras obras y
autores que se pueden agregar a la lista interminable.

Lo anterior ha sido un brevísimo resumen de los impulsores de la Criminología en


Latinoamérica y en el siguiente tema se muestra la reseña mexicana.

LA CRIMINOLOGÍA MEXICANA
Sin que México deje de ser un país más de Latinoamérica se hace aquí otro tema por
separado por la importancia que México tiene para la Criminología, a continuación
veremos el motivo.

En 1893 se publica la obra de Martínez Baca y Vergara “Estudios de Antropología


Criminal” en Puebla (similar a la labor de José Ingenieros), además de ser los primeros
creadores en México del verdadero tratamiento penitenciario con estudios integrales y
rehabilitación, lo que les valió ganar una felicitación del mismo César Lombroso, pero que
desafortunadamente estos le respondieron a Lombroso que sólo trataban de hacer las
cosas de manera correcta y que no colaboraban sus teorías.

En 1929, el Dr. José Gómez Robledo y su grupo de colaboradores crearon la Criminología


Clínica en el Consejo Supremo de Defensa y Prevención Social. En el mismo año Mariano
Ruiz Funes publica “Endocrinología y criminalidad” que le hizo ganador al Premio
Lombroso. En 1938 Francisco Valencia publica “El crimen, el hombre y el medio:
Principios de Geografía Criminal para la República Mexicana”.

También el Dr. Alfonso Quiroz Cuarón como el más reconocido iniciador e impulsor de la
Criminalística y la Criminología publica “Tendencia y ritmo de la criminalidad en México”,
“El costo social del delito en México”, “Psicoanálisis del magnicidio”, “Medicina Forense”.
Mismo que se encargaría de fundar la carrera de Criminología en la Universidad Nacional
Autónoma de México en la Facultad de Derecho, labor que no se logro.

Siendo necesaria la enseñanza de forma institucional de la Criminología y la


Criminalística, por otra parte se fundó el Instituto Nacional de Ciencias Penales (INACIPE)
por decreto presidencial, en el cual hasta la fecha imparte cursos, Maestrías y Doctorados
en las áreas de las ciencias penales como la Política Criminológica, el Derecho Penal.

Rodríguez Manzanera escribe diversas obras “Criminología”, “Victimología”, “Clásicos de


la Criminología”, “Criminalidad de menores”, “Penología”, “La crisis penitenciaria y los
sustitutivos penales”, “Criminología Clínica”, entre otras que sirvieron de texto durante
muchos años.

También el psicólogo expresidente fundador de la “Sociedad Mexicana de Criminología”,


Roberto Tocavén con sus obras “Criminología Infanto-Juvenil”, “Criminología” e “Higiene
mental” entre otras, Héctor Solís Quiroga con “Sociología Criminal”, Orellana Wiarco con
su “Manual de Criminología”, “Curso de Derecho Penal”, “Grafología”, entre otras, Lima
Malvido con “Criminalidad femenina”, “Manual de atención a víctimas del delito”, Marquez
Piñero con “Criminología”, también se reconoce al Dr. Raúl Carrancá Y Trujillo con
“Derecho Penal Mexicano”, entre otros autores.

Se ha hecho un brevísimo tema dedicado exclusivamente a México por lo siguiente: se


tiene la concepción de que fue (sin que aquí se asegure el dato) el que se fundó la
Licenciatura en Criminología en la ciudad de San Nicolás De Los Garza en la Universidad
Autónoma de Nuevo León. Por tal motivo nos debemos sentir orgullosos de ser los
primeros en contar con esta licenciatura, aunque por desgracia sus alcances no han sido
del todo obtenidos, pues es difícil encontrar Doctores en Criminología (mexicanos),
Políticas Públicas preventivas, Legislaciones sobre estudios de criminalidad, Códigos
Penales positivistas, entre tantas lagunas que quedan pendientes por atender…

A pesar de ello, en los últimos años se han venido creando más licenciaturas y más
facultades que abordan los temas criminológicos y criminalísticos; por ejemplo, la
Licenciatura en Seguridad Pública y el Licenciado en Criminología, Criminalística y
Técnicas Periciales, así como más Licenciaturas y Maestrías en Criminología en diversas
instituciones.

LA LICENCIATURA EN CRIMINOLOGÍA (EL CASO MEXICANO)


Siendo el Director de la antigua Facultad de Derecho y Ciencias Sociales el Lic. Neftali
Garza Contreras, se programo que durante su administración, la Facultad tuviera un
cambio significativo, el cual concluyó con la creación de tres Colegios; el primero, de
Ciencias Políticas; Colegio de Ciencias de la Comunicación; y el tercero, el Colegio de
Criminología.
El Director buscó a una persona cuyos conocimientos pudieran orientar la implementación
de tan anhelada carrera: la Criminología. Se obtuvo satisfactoriamente la participación del
Lic. Héctor González y éste a su vez se encomendó al tratadista del momento más
conocedor de las complicadas ciencias y técnicas de la Criminología y la Criminalística, el
Dr. Alfonso Quiroz Cuarón, quien siempre se preocupó de que en México se llevara a
cabo el estudio de la personalidad del delincuente y del material sensible significativo, así
como de que el Agente del Ministerio Público contara con personal seleccionado y
capacitado para realizar el examen del criminal y de las evidencias físicas.
Juntos comenzaron a trabajar sobre lo que sería la Licenciatura en Criminología, siempre
hablando en un lenguaje visionario, diciendo que se sembraría una semilla en el surco
universitario para que no muy remoto dé resultados positivos.

En el año de 1974, después de una reunión de catedráticos, y con las consideraciones del
Consejo Universitario y el consentimiento del rector Luis Eugenio Todd, se iniciaron las
clases de la carrera bajo la supervisión del Lic. Héctor González, colaborando
conjuntamente con los licenciados Guillermo Urquijo y Marco Antonio Leija. Y así
comenzaron lo que alguna vez LOMBROSO, un nuevo trío de evangelistas, en ese
entonces encabezado por Quiroz Cuarón como fuente principal de toda idea y a su lado
Héctor González y Leija Moreno.

Se formó un grupo de 30 alumnos, de los que egresaron 24, las clases a esa primera
generación se iniciaron en el turno en la noche y en una aula ubicada en el tercer piso de
nuestro primer edificio, iniciaban a las 19:00 para terminar a las 22:00 horas, la primer
clase de la primera generación fue el 01 de septiembre de 1974 y fue de Derecho Penal
(parte general) impartida por el Lic. Leija Moreno.

En el primer semestre se inscribieron alumnos como abogados, normalistas, un psicólogo


y personas de diferentes ocupaciones; ese día, a esas horas y en ese lugar, tenía efecto
el arranque inicial de la carrera de Licenciado en Criminología, con lo anterior surgió la
necesidad de aulas y ante tal problemática, se decidió ver la posibilidad de construir un
nuevo edificio con aulas para las clases del Colegio de Criminología y las que quedarían
en la parte norte de nuestra Facultad.

Junto con la nueva carrera era necesario crear un logotipo, el cual fue propuesto por
estudiantes de la primera generación, quienes no estaban de acuerdo en llevar el mismo
símbolo de la carrera de Derecho ya que éste solo representaba lo relacionado con la
ciencia jurídica y la impartición de justicia, condición que es diferente a lo relacionado con
la ciencia criminológica.

En efecto, los fines de la carrera de Criminología, parten del estudio del criminal, la
investigación múltiple y exhaustiva de las diversas formas del delito y de ello la aplicación
de métodos para la investigación, conocimiento, prevención y tratamiento de la
antisocialidad, lo que hace diferir del estudio de la abogacía.

El logotipo sería elaborado por tres inquietos estudiantes; a saber, Roberto Pedraza,
Jorge Martínez Valencia y Montes De Oca y que junto con el entonces coordinador de
Criminología, el Lic. Leija Moreno y el cofundador de la carrera Héctor González se dieron
a la labor de realizarlo. En este símbolo determinaron incluir a manera de interrogantes
las siete preguntas de oro:

1. ¿Qué?: se refiere a la descripción de la acción en el fenómeno a estudiar, describiendo


de manera específica y evitando la generalidad de hechos;
2. ¿Quién?: se refiere a la descripción de la relación que guardan los protagonistas
directos e indirectos con el fenómeno de estudio, al grado de poder identificarlos
completamente entre sí;
3. ¿Por qué?: se refiere a los motivos que generan, alteran o retardan la acción del
fenómeno;
4. ¿Con qué?: indica los objetos que tomaron parte en la acción, sean éstos físicos,
mecánicos, químicos o biológicos;
5. ¿Cuándo?: es la relación del tiempo en forma cronológica de los acontecimientos
presentados antes, durante y después de la acción estudiada;
6. ¿Cómo?: constituye la parte fundamental de la investigación, indica la forma en que se
realizó o presentó el problema (fenómeno). Aquí se describen las situaciones internas,
externas y los antecedentes de la acción o acciones presentes en el transcurso de la
investigación; y
7. ¿Dónde?: nos indica el lugar en que sucedió la acción presentada, abarcando el lugar
de origen hasta el final de los acontecimientos estudiados, incluyendo la influencia de este
fenómeno con los espacios inmediatos al lugar de estudio.

Estas interrogantes son en base a lo que se pregunta el criminólogo y el criminalista


cuando ya se ha consumado el crimen; asimismo, conjuntamente a las preguntas
anteriores, se incluyeron los dibujos que representan las evidencias y los instrumentos
que sirven para realizar la investigación criminológica y criminalística, como son: un
cráneo; la mancha de sangre; la lupa; el microscopio, los tubos de ensayo y la huella
dactilar (pulgar derecho del director Neftali Garza), poniéndose en el centro del logotipo
las palabras Criminología y Criminalística, ya formado el logotipo se le hizo llegar al Dr.
Alfonso Quiroz Cuarón, quien se encargo de difundirlo en la primera revista de la
Sociedad Mexicana de Criminología (fundada por Quiroz Cuarón y actualmente presidida
por Rodríguez Manzanera) junto con el relato de la fundación de ésta así como su
escudo, que es la cabeza de un murciélago
El escudo de la Sociedad Mexicana de Criminología está inspirado en un sello
prehispánico encontrado en la zona de la ciudad de México, es un murciélago con un
tocado de plumas y esmeraldas; en el centro de un aro que representa los puntos
cardinales. El murciélago, dadas sus especiales facultades para orientarse en la
oscuridad, fue considerado un Dios menor del mundo de las tinieblas, un guardián
nocturno de los bienes de los templos, las casas y las tumbas.

La interpretación de este mexicanísimo símbolo ha sido para nosotros, por lo que hace a
los fines de la Criminología, esa función de ver en la oscuridad, prevenir los delitos,
profundizar en sus causas, estudiarlas y analizarlas. Al ser un pequeño dios, nuestro
murciélago tiene relación con las autoridades, los dioses mayores, de manera igualmente
simbólica, los que deben aprobar las medidas profilácticas para evitar la comisión de los
actos antisociales, y en su conocer la motivación real, aplicar los correctivos adecuados y
las soluciones sociales necesarias.

Pero el estudio criminológico debe trascender, debe difundirse para que las experiencias
locales sean útiles en todos los grupos sociales; de ahí el aro que rodea al dios
murciélago siga siendo la rosa de los vientos que intenta llevar el conocimiento
criminológico a todos los puntos cardinales. Esta finalidad quizá exceda nuestras
posibilidades actuales, pero todos los que formamos parte de la Criminología y la
Criminalística, con el esfuerzo sano y libre de colaborar a ella, hacemos votos de lucha
limpia, honesta y desinteresadamente para lograrla.
Dentro de este tema cabe también señalar brevemente a la Sociedad Internacional de
Criminología presidida por Tony Peters cuyo objetivo es promover acciones e
investigaciones con la finalidad de mejorar el conocimiento del fenómeno criminal en el
plano internacional. Contribuye también a la prevención de la criminalidad en sus diversas
manifestaciones, así como a la mejora de los procedimientos de los diversos sistemas de
justicia penal. Sus actividades son, a la vez, de tipo científico y de alcance práctico.
Fundada en 1938, la Sociedad Internacional de Criminología es una organización no
gubernamental que cuenta aproximadamente con mil socios de alto nivel, dotada de un
status consultivo ante la ONU, participa en los trabajos de la UNESCO y está
representada por un delegado nacional en unos cincuenta países. La Sociedad
Internacional de Criminología tiene su sede social y su secretaría general en París.

De ahí, el entusiasmo en la celebración de los cursos que traen personas de todos los
lugares en que se desarrollan conocimientos, experiencias, éxitos y fracasos,
investigaciones sobre la realidad para proponer soluciones y orientar la opinión pública y
¿por qué no? la legislación respectiva.

Está abierta la brecha, los iniciadores son nuestros guías, ellos, como Quiroz Cuarón,
Piña Y Palacios, Solís Quiroga, Tocavén García, Gómez Robledo, Moreno González,
entre otros, que lucharon por años, dándonos muestras de una tenacidad ejemplar, fe y
honradez a toda prueba y señalando el camino para que podamos ser los continuadores
de su lucha, sus eternos alumnos, por el bien social y de su pensamiento.

Al paso de los años, este logotipo fue plasmado en una placa que se colocó afuera del
Laboratorio de Criminalística ante la presencia de los maestros ya mencionados, así como
con los alumnos creadores y la compañía de Luis Rodríguez, María De La Luz Lima y
Antonio Sánchez Galindo el 15 de mayo de 1993. El Laboratorio de Criminalística es
orgullo del pasado Colegio de Criminología, ahora Facultad; que lleva el nombre de: Dr.
Alfonso Quiroz Cuarón.

Al crearse el Colegio de Criminología, y no existir ninguna otra institución universitaria


parecida en toda América Latina, se dio inicio a la ciencia criminológica. Ahora a más de
más 30 años de su creación, ha pasado de ser el Colegio de Criminología a formar parte
de la hoy Facultad de Derecho y Criminología, importante empresa, creadora de otras
escuelas, pues como dice el Lic. Marco Antonio Leija: la Facultad de Derecho y
Criminología es el faro que ilumina a toda América Latina, todas las escuelas de
Criminología son hijas de nuestra Facultad.

También ha florecido el Instituto de Investigaciones Criminológicas, inaugurado el 26 de


junio de 2003, siendo Director de la facultad el Lic. Helio Ayala Villarreal y fungiendo como
Coordinador en ese entonces del Instituto de Investigaciones Criminológicas, el Lic. Juan
García Rodríguez, quien junto con otros profesores interesados en la materia, dieron
brillantes aportaciones para que se conformara lo que actualmente es la base para los
lineamientos de las investigaciones en el instituto. Actualmente se encuentra como
investigador el excoordinador de la carrera de Criminología, el Dr. Ramiro Ramírez Pérez,
además de ejercer influencia a sus alumnos con su pensamiento revolucionario y
visionario de la Criminología.

Dato importante en la vida de todo Criminólogo mexicano es cuando se le festeja, “el 16


de noviembre es considerado el día del Criminólogo” en memoria al Dr. Alfonso Quiroz
Cuarón que falleció ese día en 1978 dando clases en la Universidad Autónoma de México
alrededor de las 10 a.m por un paro respiratorio, al cual lo asistieron sus alumnos de clase
y Luis Rodríguez Manzanera.

EL MOMENTO ACTUAL: CRIMINOLOGÍA Y CRIMINALÍSTICA


La Criminología nace con el objetivo de estudiar las causas antropológicas de la
criminalidad, con el tiempo se agrego la interdisciplina con los aspectos sociológicos y
posteriormente los psicológicos; por otra parte, la Criminalística, nace para determinar si
un hecho tenía relación penal o no, su reconstrucción, la mecánica con la que sucedió y
determinar la participación e interacción de determinados actores en el mismo.

Trágicamente a estas intenciones se le han interpuesto una serie de pensamientos y


actos contrarios a los científicos y a los políticos criminológicos, el morbo social que han
provocado los medios de comunicación y la necrofilia de muchos receptores ha venido a
torcer la perspectiva de la Criminología y la Criminalística. La sociedad percibe a éstas
como ciencia que estudian los muertos o que se estudian los crímenes con placer
patológico, así mismo, se ha perdido el objetivo de la Política Criminológica, pues en su
mayoría los legisladores sienten un hueco científico para cubrir dicho aspecto.

Se tiene la concepción que el término “Forense” anticipa un hecho de muertos, contrario a


ello, el término hace referencia a detallar los hechos y fundamentar su relación con la ley,
aplica para diversas ciencias; por ejemplo, Psicología, Psiquiatría. Fotografía, Química,
Odontología, entre otras.

La participación activa de los medios de comunicación en los hechos criminales ha creado


la cultura del interés público patológico, hoy en día, cualquier medio: televisión, radio,
periódico, Internet y cualquier otro que de momento quedará ausente, adorna sus noticas
de encabezado con hechos criminales y de victimización, la sociedad y las víctimas se
convierten en jueces, testigos, criminalistas, y en general analistas de la información.
Además de lo anterior, el fenómeno criminal y patológico de muchos ha logrado que de
los hechos delictuosos se hagan series y programas en televisión, revistas de lectura
corriente, libros, imágenes, entre otros hechos que además de afectar la perspectiva
científica de éstas, ha alterado la perspectiva de los estudiantes de la Criminología, pues
éstos ingresan al nivel de Licenciatura con la intención de ser Policías investigadores,
persecutores, Médicos Forenses e incluso analistas y críticos de la realidad.

De todos estos hechos puede ser motivo del porqué no se tiene una Policía adecuada,
leyes un tanto irreales, legisladores desorientados, Políticas ineficientes, programas
preventivos inestables, tratamiento penitenciario deficiente y sobre todo falta de
credibilidad científica y laborar criminológica.

La visión del Criminólogo debe transcender de lo que los medios de comunicación y el


desinterés Político han accidentado, habrá que lograr crecimiento científico con miras a la
Criminología Aplicada con sus áreas Clínica y Política Criminológica.

La actualidad criminológica en América Latina

En el marco del Programa de Investigación en Criminología de la UNSAM, el pasado 10


de agosto se realizó un seminario internacional con los mayores referentes de la
criminología crítica latinoamericana, entre ellos la venezolana Lola Aniyar de Castro, que
llegó especialmente al país para recibir el título de Doctora Honoris Causa de la
Universidad.
El encuentro, que comenzó poco antes de las 11 y se extendió hasta cerca de las 18,
convocó el viernes 10 a unas 150 personas y tuvo dos mesas interdisciplinarias de debate
en las que se abordaron las principales problemáticas de la criminología contemporánea.

El primero de los paneles, Criminología y seguridad pública en el contexto


latinoamericano, se abrió con la disertación de Máximo Sozzo. “Estamos en un
renacimiento de la prevención del delito. Pero no en el sentido en el que se pensaba a
fines del siglo XIX y principios del XX, cuando hacer prevención era trabajar para remover
las causas que llevan al delito, sino en el sentido de una transformación del ambiente para
evitar que en determinados lugares haya delito. Entonces se colocan cámaras, o se pone
más vigilancia, se ilumina, etc.”, criticó el profesor titular y director de la Maestría en
Criminología de la Universidad Nacional del Litoral. Y concluyó: “Uno de los efectos de la
imposición de penas en la vida de las personas es que la justicia se preocupa mucho por
ser eficaz, en el sentido de actuar rápido y producir muchas sentencias, y se preocupa
poco por hacer justicia”.
Luego Ignacio Anitua, doctor en Derecho y docente de la UBA, expuso sobre la necesidad
de crear una verdadera política de seguridad pública. “Un modelo que se oriente a la
emancipación y al bienestar general, no a los privilegios de pocos. Solo así se puede
encarar una legítima y verdadera política de seguridad pública, que es una seguridad de
los derechos fundamentales de todos los seres humanos”. La disertación central fue la del
brasileño Nilo Batista, que tituló su aporte “Criminología sin seguridad pública”. El
fundador del Instituto Carioca de Criminología y profesor de la Universidad de Rio de
Janeiro apuntó al hecho de que la seguridad se haya convertido en el concepto supremo
de la sociedad civil  y que se lo entienda como la aseguración de la propiedad. “Un
gobierno progresista no tiene una política de seguridad pública, sino una política de
promoción y defensa de los derechos humanos (…). Debería cambiarse el nombre de
Secretaría de Seguridad Pública a Secretaría de las Garantías Individuales”, cerró el
brasileño.

La última exposición de la mesa fue la del juez y director del Programa de Investigaciones
en Criminología de la UNSAM,  Eugenio Raúl Zaffaroni, quien se refirió a la realidad del
delito en la Argentina. “Tenemos, con Uruguay y Chile, los índices de delito más bajo de la
región. La concentración de los homicidios se da en las zonas precarias de las grandes
ciudades del país y observamos que el predominio no es de homicidio en ocasión de
robo, sino entre conocidos. Esa es la realidad, pero el discurso político va por otro lado.
Eso no es nuevo: tenemos una larga historia de manipulación del discurso mediático y
político sobre la violencia”, dijo el magistrado de la Corte Suprema de Justicia de la
Nación. Y agregó: “Lo que se manipula a través del crimen es el miedo. Siempre tiene que
haber algún miedo. Y el delito común es el que mejor funciona como mecanismo de
control de los miedos de la sociedad. Sólo desaparece cuando hay algún otro miedo en la
tapa de los diarios, como la Gripe A, el dengue o algún escándalo resonante”, dijo antes
de abrir la mesa a las preguntas del público. El primero en tomar la palabra fue Ángel, un
estudiante de Sociología del CUSAM, el centro universitario que la UNSAM tiene en la
Unidad 48 del Penal de José León Suárez, que logró el permiso judicial para salir y
participar del seminario. El joven, que participó del seminario junto a otros compañeros del
CUSAM que ya se encuentran en libertad y continúan sus estudios de grado en el
Campus Miguelete, habló sobre las malas condiciones de encierro, la superpoblación, la
falta de perspectivas y el discurso que se genera sobre ellos desde la política y los
medios.
Después de un intervalo, cerca de las 15 comenzó el segundo panel. Bajo el
títuloCriminología, poder y pobreza en América Latina, la mesa se abrió con la exposición
de  la brasileña Vera Malaguti, profesora de la Universidad de Río de Janeiro, que habló
sobre los pobres y excluidos que no cuentan con ninguna garantía ni derecho frente a las
fuerzas de seguridad. “La policía mata oficialmente en nombre de la pacificación y de la
guerra contra el narcotráfico. A los habitantes de las favelas se los puede torturar y matar
libremente”, destacó. La siguió el sociólogo Juan Pegoraro, director de la revista Delito y
Sociedad, y profesor de criminología en universidades nacionales y del exterior, que
reflexionó sobre la función social del sistema penal. Luego Julio Virgolini, titular de
Derecho Penal de la UBA y profesor de Criminología en la especialización en Ciencias
Penales, habló sobre los sectores vulnerables a la criminalización y a la cárcel: “En
Europa, el enemigo es el narco o el inmigrante; en Latinoamérica es el excluido”, dijo. A
continuación el docente de la UBA y actual fiscal general integrante de la Unidad de
Asistencia para causas por violaciones a los Derechos Humanos Alejandro Alagia,
historizó la idea instalada en las últimas décadas de que “no hay sociedad posible sin
coerción penal” y puso en crisis la tesis de “la pena como disuasión y resocialización”.
Concluyó: “Hoy sabemos que no es el delito la causa de la pena, sino la vulnerabilidad
selectiva del poder político”.

El esperado cierre de la exposición estuvo a cargo de la venezolana Lola Aniyar de


Castro, a quien estuvo dedicado el seminario. La flamante Doctora Honoris Causa de la
UNSAM habló sobre las muertes en las cárceles de Venezuela, la victimización de los
vulnerables en todo el mundo y la necesidad de abandonar el panpenalismo o punitivismo
que hoy hegemonizan las políticas de Estado actuales en todo el mundo. La especialista,
referente regional e internacional de la criminología crítica, destacó en su exposición la
posibilidad que le dio la UNSAM de visitar el Penal de José León Suárez. “Fue una
experiencia muy fuerte y enriquecedora. Uno de los alumnos del CUSAM me dijo: La
Universidad me abrazó y yo me abracé a ella. Me conmovió lo que están haciendo allí.
Porque no van a hacerles ‘tratamiento’ ni a decirles que son delincuentes o enfermos; sino
que van a enseñarles quiénes son, por qué están ahí… La Universidad los está ayudando
a recuperar su identidad”, contó Aniyar de Castro, que dijo haberse impresionado con el
testimonio de un detenido analfabeto. “¿Cómo se puede poner preso a alguien que no
sabe leer y escribir? ¿Cómo puede ser?”, dijo ante un aplauso general del público.

Criminología y Sistema de Derecho Penal en Latinoamérica


Si se ha de convenir, en
principio, que desde un prisma epistemológico y a nivel meramente definicional, la
criminologia plantea muchas más incógnitas que certezas, también deberemos asumir
que la pretensión de trascender el trance de mera delimitación de su objeto para asumir el
desafío histórico- político-ideológico de conformar desde la disciplina nada menos que un
aporte en función de (la flexibilización) los organismos de control social en la región,
depara muchas más dificultades todavía.
Este intento se profundiza en su incertidumbre, a poco que se revisen las formas
multifacéticas que asume la criminalidad en las sociedades postmodernas, que ha llevado
a muchos investigadores, cada vez con más fuerza convictiva, a afirmar que ya no se
puede hablar de la criminología como una unidad, sino que es preciso atender,
inexorablemente, a las particularidades regionales y aún zonales que el fenómeno
irresuelto (en sus causas y consecuencias) de la delincuencia adquiere. Recuerdo que la
Escuela de Chicago ya había anotado algo similar durante las primeras décadas de este
siglo.
Con todo, habiendo admitido explícitamente este objetivo, bueno es consignar que, como
bien lo explica Pavarini, al menos el horizonte de proyección de la disciplina (y del
desafío) se encausa por carriles netamente históricos y casi excluyentemente ideológicos,
lo que en alguna medida facilita, o al menos direcciona con mayor certidumbre la tarea. 
Con una nota obligada al pie: la criminología (crítica) en Latinoamérica debe ser sincrética
y en ese sincretismo radica -y hacia él convergen- la mayoría de los aportes que pueden
realizarse en torno a un saber esquivo y heterogéneo orientado históricamente a la
obtención de instrumentos que garantizaran el orden de las sociedades.
En ese marco, entonces, al menos una referencia, liminar, introductoria, debemos dedicar
al perfil de la disciplina en el Continente y a la propia realidad del Continente mismo.
Si bien, como lo resume Habermas, la sinonimia confusional entre "globalización" y
"diversidad cultural/fraccionamiento simbólico" alcanza su mayor expresión en la
tendencia irrefrenable de la "exclusión del otro", esta misma tendencia excluyente se hace
mucho más patente y brutal en nuestro margen, como consecuencia de la condición
dependiente de nuestros países. 
Pareciera a esta altura una verdad de perogrullo,
de plena y entera comprobación empírica cotidiana, que el fraccionamiento y la fractura
de las sociedades latinoamericanas son no ya el reflejo de un modelo económico, sino el
producto de las nuevas relaciones de fuerza de la humanidad en este -también novedoso-
mundo unipolar, que ha determinado hondas e inéditas mutaciones en el mapa social
(sud) americano.
En efecto, y como ejemplo elocuente, si hay un dato objetivo de la conciencia subjetiva de
las mayorías populares, ese es el de que "ya no se vive en un mundo justo", sobre el que
inexorablemente volveremos a recalar.
En otros términos, que por primera vez en la historia de nuestras comunidades el viejo
axioma del positivismo sociológico, basado en la esperanza supuesta de una correlación
más o menos coincidente entre metas y medios, entre esfuerzos individuales y logros, ha
sido puesto fuertemente en crisis.
El exilio a la desocupación y al subconsumo, la retirada desprolija de un estado en pleno
proceso de desintegración no ya del escenario político sino también de la prestación de
servicios esenciales históricamente asumidos, que priva a un número cada vez mayor de
personas del acceso a la salud, a la educación, a la vivienda y, también a la posibilidad de
competir con mediano éxito en un mercado saturado de ofertas, ha generado la
conciencia plena de que la realización de las metas personales va a depender de factores
extraños al esfuerzo consecuente individual. 
Asistimos a la caída, al parecer irreversible, del "orden" como presupuesto y garante del
"progreso" con que el positivismo disciplinara a generaciones enteras de compatriotas.
Esta suerte de nihilismo reciente, por supuesto, incide decisivamente en el orden, en las
conductas que se alejan o desvían de ese "orden" y en el acatamiento a la promesas de
respuestas estatales represivas que son dable esperar de resultas de la ruptura de
aquella situación de equilibrio. Tanto gravita, que es perfectamente posible que, respecto
de la etiología delictual, bien llegáramos ahora a preguntarnos "por qué no ha delinquir la
gente", en sustitución del dilema histórico de "por qué la gente delinque".
Por supuesto, este cuadro apretado de situación no puede dejar de completarse con el
aditamento esencial de la nueva, descomunal, descarnada e inédita relación de fuerzas
sociales vigente. Este es un extremo que no puede ni debe perderse de vista un sólo
instante para la acabada comprensión del planteo intentado.
Con lo que, por una parte, tenemos así una suerte de relajamiento del "orden", custodiado
por los organismos destinados al control social -formal o informal- y por el otro, un modelo
que sigue necesitando de la reproducción de las pautas de ordenamiento social que
disciplinen al conjunto mientras la globalización produce su milagro en los mercados
"emergentes" latinoamericanos mediante la inyección ocasional de volátiles capitales. 
Si, como hemos dicho, el saber criminológico se propone en definitiva, aunque
aluvionalmente, relevar las respuestas y garantías a la preservación de ese orden, la
relación entre ambos términos se revela francamente indisoluble y coloca en el centro de
la escena al sistema penal, en tanto aparato represivo del Estado por excelencia, y dentro
de aquel a la criminología. 
Me parece que, acaso sin proponérnoslo, podemos ahora sí entrar de lleno en el análisis
de una criminología alternativa al paradigma etiológico o biologicista, que sí posee todavía
adeptos no ya en las cátedras universitarias, el Poder Judicial o las agencias encargadas
del control, sino también entre la gente común, que sigue a la espera de que el sistema
penal le resuelva sus problemas ante el nuevo fenómeno, de intencionada y exagerada
divulgación cuanto de innegable existencia, del crecimiento cuali-cuantitativo de la
criminalidad en la región. Pruebas al canto: la noción de "peligrosidad" ha sido exhumada
y a su influjo se condicionan y articulan políticas y discursos y normas (vgr. las leyes
22.278/22803, que regulan el Regimen Penal de la Minoridad, engendro atávico
agudamente criticado por Zaffaroni en su Manual, que han explicitado nociones tales
como "riesgo" moral y social) de tan cuestionable lógica interna como previsible
procedencia ideológica.
En este contexto, entonces, debe plantearse la factibilidad (y validez) posible de una
criminología fuertemente crítica al "statu quo", y por ende el aporte que desde esta
perspectiva superadora y alternativa podríamos efectuar respecto de su utilidad en orden
a los problemas del control social formal en nuestras sociedades. Nada más y nada
menos, que la construcción de un nuevo paradigma (entendido éste como la interacción
de formulación de cuestiones y búsqueda de respuestas). 
El desafío no es fácil, por cierto, para los criminólogos críticos (sobre todo cuando algún
sector autoral afirma que la suerte de la criminología crítica quedó sellada desde la caída
del Muro de Berlín y la disolución de la ex Unión Soviética, hallazgo éste dudosamente
compatible con el nuevo mapa social de la humanidad).

En primer lugar, debemos partir del


reconocimiento liso y llano de que el discurso crítico a la criminología tradicional es,
todavía, ampliamente minoritario, cualquiera sean los términos en que se lo acierte a
formular. 
Más aun, pareciera que asistimos a una suerte de marcado divorcio entre lo que se
genera en los ámbitos académicos y doctrinarios y lo que a nivel masivo se profesa y
reclama frente al fenómeno de la nueva criminalidad en nuestras sociedades "de riesgo".
Mayor benignidad por un lado, mucha mayor dureza por el otro (podríamos señalar en
este último caso, que asistimos a una virtual "huída hacia el derecho penal", como bien se
lo ha caracterizado).
En modo alguno, este reconocimiento importa convalidar que en nuestra región la
criminología crítica se halla en crisis, a no ser que esa crisis pueda ser entendida,
paradojalmente, como crisis de crecimiento.
Por el contrario, extraña pero auspiciosamente, entiendo que existe espacio para una
criminología crítica, y que ese espacio se avizora con una nitidez que tal vez no
reconozca precedentes.
Es que la crisis macrosocial que nos distingue, ha dejado una impronta de tal magnitud en
la conciencia de nuestras sociedades que lo que parecía una utopía (regresiva, en el
parecer de Ferrajoli), se proyecta ahora como una posibilidad concreta de construcción de
un discurso alternativo fuertemente crítico, con profundo anclaje en nuestra realidad
histórico-política, que necesariamente debe partir de un diagnóstico certero de esta
última. Porque para pretender cambiar la realidad, primero hay que conocerla, fatalmente.
Y ese es, quizás, el primero y más importante eslabón en la tarea de construcción de una
criminología alternativa.

¿POR QUE ES POSIBLE ESPERAR UN CAMBIO EN LA CRIMINOLOGIA


LATINOAMERICANA?

Deberíamos señalar ya que muchos y


muy fuertes son los embates que la criminología alternativa ha debido recibir y todavía
soporta casi a diario. 
Uno de los más frecuentes y gravitantes, por su descarado aunque agudo oportunismo,
es asociar al discurso criminológico crítico con debilidad, inoperancia, o tolerancia
insoportable e irracional frente al delito y la delincuencia, o aún como una rémora utópica
impracticable.
Los criminólogos críticos somos los únicos responsables de habernos colocado en una
situación francamente desventajosa al momento de sostener el debate, mediante
afirmaciones dogmáticas que potenciaron las disidencias antes que las convergencias y
que propiciaron una acientífica suerte de "glorificación" de los delincuentes comunes de la
que bien da cuenta Elbert; o, por caso, exhibieron una negativa pertinaz e insensata en
admitir el crecimiento de la delincuencia y las manifestaciones cada vez más violenta de
la misma; o la defensa genérica y fundamentalista de los "menores en conflicto con la ley"
-cualesquiera hayan sido los bienes jurídicos cuya afectación haya desatado ese conflicto-
sin plantear cuál es el fundamento histórico de la creación de un derecho penal de
menores, debatir sobre su autonomía científica o denunciar el mayor nivel de exposición
que los menores ya tienen frente a la ley penal (sobre todo en momentos en que se clama
por mayor rigurosidad para con ellos, por ejemplo disminuyendo el límite de la edad para
la imputabilidad plena); o, en definitiva, la preocupación sobreactuada de la protección de
otros grupos sociales vulnerables, olvidando que en nuestro margen -y he aquí lo esencial
para el aporte de una teoría crítica- la principal clientela de nuestro sistema penal y la casi
totalidad de los habitantes de nuestros establecimientos de encierro generales son los
pobres (me refiero genéricamente tanto a los que poseen ingresos insuficientes como a
los pobres de capacidades). Que además no constituyen un grupo social, sino que
conforman la mayoría excluyente (y excluída) de nuestra población y atraviesan con su
extracción social verificable las divisiones que en razón de género, edad, identidad sexual,
etc., pudieran hacerse (lo que, según Margalit, definiría una sociedad "indecente",
caracterizada por la humillación de sus ciudadanos y la percepción de éstos de la
humillación de que son objeto). 
Por supuesto -me apresuro a aclararlo por si ello hiciera falta- parece harto plausible la
defensa de otros grupos sociales con algún nivel (importante) de exposición frente al
control. Pero creo que es mucho más lógico situar el problema en sus justos términos.
Como lo hace la propia sociedad, acuñando el axioma (de impecable exactitud) de que en
nuestro país "van presos únicamente los ladrones de gallinas", el que traduce
explícitamente la aptitud criminogenética de la pobreza y la marginalidad, como así
también el carácter profundamente selectivo del sistema/derecho (en sentido lato) penal.
Esta evolución de la conciencia colectiva no debería asombrarnos, porque lo único que
hace es marcar exactamente de qué manera, las superestructuras jurídico- políticas no
son sino -en todos los casos- un mero fenómeno de lo económico y social. Un apéndice
de la realidad objetiva. Y cuando esa realidad objetiva experimenta cambios, y esas
transformaciones son de una hondura tal que modifica los puntos básicos del consenso
( entendiendo al consenso como la aptitud para generar tendencias que se arraiguen en
las masas), es perfectamente entendible que esas mutaciones se trasladen primero a la
percepción de los sujetos y luego a las estructuras del poder/control. Por eso es que la
frase ha ganado la calle con inusual recurrencia justamente en esta etapa de nuestra
historia.
Lo que equivale a señalar que no debería asombrarnos si esta nueva realidad económica
(marco objetivo) pudiera también generar cambios en las tendencias doctrinarias y
legislativas predominantes, de una forma tan coactiva como esos mismos cambios se
imponen en las sociedades. Ahora bien, cuándo y cómo esas transformaciones han de
producirse (si es que finalmente acontecen) es imposible de prever. Dependerán, en
definitiva, del estado de desarrollo de las fuerzas productivas, que eventualmente
generarían una contradicción dialéctica con las fuerzas productivas preexistentes, que
transformarán primero las estructuras macroeconómicas y recién allí extenderán esas
mutaciones a las estructuras culturales del pensamiento. Con lo que me afilio a la idea
(que ya he expresado antes) de que "no es la conciencia de los seres humanos lo que
determina su existencia sino que, por el contrario, es su existencia social variable lo que
determina el avance de la conciencia y por conclusión, los cambios sociales" ("Ensayo de
criminología crítica argentina", prólogo de Elena Larrauri, Scotti Editora, La Plata, 1999).
Entre esos cambios sociales, es perfectamente esperable una reformulación de los bienes
jurídicos que se dice protege el sistema penal. Señalo esto porque, en última instancia,
esos bienes no encarnan sino valores socialmente compartidos, se obtenga ese consenso
de forma consensual o conflictiva, lo que implica otra y más sustanciosa discusión.
Por ende, si los cambios en la estructura aparejan modificaciones en las conciencias,
cierto es que los valores aparecen cada vez más asimilables a entes también variables y,
por supuesto, subjetivos.
Resulta harto difícil aceptar, por eso mismo, que la dogmática tradicional -al menos en la
Argentina- haya escamoteado desde siempre, y por mera casualidad, la discusión acerca
del sistema penal en tanto segmento excluyente y coactivo del control social, como así
también la escala axiológica tutelada y las formas brutales mediante las que ese rol
pretendidamente protectivo se ejercita.
Sistema penal, control social formal y bienes jurídicos tutelados penalmente, han sido
desde siempre arrojados de la discusión teórica nacional. Las verdaderas razones no
deben buscarse sino en la ideología de los operadores y reproductores del sistema.

¿QUE ES LO QUE SE QUIERE CAMBIAR Y POR QUE?


Cuando los críticos tan sólo esbozamos, tímidamente, la necesidad de un cambio en las
estructuras del control, y fundamentalmente de la transformación de una criminología
históricamente complaciente y "ad-hoc" a las estructuras de la explotación y la
dependencia, los acólitos del statu-quo no ahorran adjetivaciones ni ingeniosos sofismas
para oponerse a tamaña herejía.
Para colmo de males, las divisiones internas de nuestros teóricos (en Latinoamérica y en
el mundo entero) embretados en polémicas de dudosa urgencia y nulo sentido táctico,
han debilitado y retrasado la factibilidad de la construcción de una nueva criminología. 
Tanto es así, que hoy por hoy, esa multiplicidad de enunciaciones que de manera
aluvional y confusa constituyen esa entidad de inescrutables límites epistemológicos
denominada convencionalmente "criminología crítica", se sincretiza y se sintetiza en una
fórmula de pretendida simplicidad: mayor tolerancia social (estatal) frente a ciertas
conductas desviadas (integren éstas o no nuestros catálogos discontinuos de ilicitudes) y
menores niveles de sufrimiento institucionalmente diseñado frente a los sujetos de mayor
vulnerabilidad frente a la ley penal.
De tal suerte que criminología del control social, nuevo realismo de izquierda,
abolicionismo, reduccionismo, minimalismo penal, garantismo, etc., no resuenan en este
margen sino como un enorme instrumento que desafía la brutalidad de los aparatos
represivos de los Estados, representantes éstos, a su vez, de los sectores más
concentrados del capital en la Nación Latinoamericana inconclusa (la noción de que el
estado ya no representa los intereses del conjunto al que sí en cambio disciplina, se ha
convertido también en una percepción masiva cercana a la unanimidad).
Frente a este -por ahora- módico arsenal, se yerguen, al menos, cuatro descomunales
estructuras jurídico-políticas: 
a- una Constitución oligárquica, de clara filiación racional normativa, inspirada en las ideas
iluministas con la expectativa expresa de que su importación y vigencia, en nuestra
región, hiciera que la realidad fuera tal como las normas lo determinaban a priori (sin
importar quién generaba esas normas); esto, es, con prescindencia absoluta de nuestra
realidad y, lo que es peor aún, de nuestros intereses nacionales. 
Resumiendo, un sustento formal destinado a reproducir la condición clasista y excluyente
del país, y a defender a sangre y fuego uno de los valores emergentes de las nuevas
relaciones de producción consolidadas en Europa décadas antes: la propiedad privada
(cuya afectación constituye más del 50% de los delitos que se denuncian en la Argentina,
sumida en un proceso de creciente pauperización y expropiación). 
b- un código penal cuyo análisis dogmático nos ha distraído de su verdadera connotación
de gigantesca compilación de normas de dudosa compatibilidad con democracias
populares reales. Obsérvese, si no, la irracionalidad de que normas de indiscutible perfil
realizativo como las relativas a la acción penal (CP, 71,72 y 73) integren un Código de
fondo, decretando de un plumazo la publicidad y oficialidad de la mayoría de los delitos y
su persecusión, por oposición a todo criterio de oportunidad que contemple, no ya las
particularidades regionales de la criminalidad, sino la conveniencia de la penalización de
ciertas conductas y ciertos autores. Tampoco ello puede ser casual. Un sólo ejemplo vale
más que mil palabras: si en nuestro país es cierto que el Código Penal otorga respuestas
suficientes a la problemática de la criminalidad (sofisma del que participan,
lamentablemente, dogmáticos y criminólogos progresistas) con su actual estructura, cómo
se explica que fuera un Proyecto neopositivista como el de Peco, el que hace más de
medio siglo previera el perdón judicial y el error de derecho, dos ideas fuerzas por la que
vienen infructuosamente pugnando los sectores más progresistas del pensamiento
jurídico en aras de una sistema más justo, cuya única conquista verificable en esa lucha
desigual lo constituye la incorporación reciente del instituto de la suspensión del juicio a
prueba (Ley 24.316).
Curiosidades del sistema, neutro como es éste para la dogmática tradicional argentina. 
c- sistemas de persecusión y enjuiciamiento penal de neto corte autoritario, con
excepciones recientes que confirman la regla, diseñados para que el/los Estados "no
pierdan el juicio" y logren una mediana eficacia en la "lucha contra el delito", que poseen
una particularidad adicional: son aplicados por los miembros del poder menos
democrático del Estado, cuyos miembros, también con honrosas excepciones, son
portadores de una ideología acorde con el control social en los términos de
disciplinamiento ya abordados. 
d- Un sistema de ejecución penal que tanta agua hace, que ha contribuído con sus
resultados a una suerte de abrogación de los denominados "paradigmas RE" entre los
ciudadanos de este margen. Inquiérase, si se duda de esa afirmación, si cualquier
persona cree, por ventura, que la cárcel rehabilita, resocializa, reinserta, etc. 
Por el contrario, y con Rutherford, creemos que más bien estas cárceles, herederas
lejanas del disciplinarismo fabril inglés, des-habilitan y des-socializan. 
En un mundo donde se calcula existen ocho millones de personas presas, donde los
índices de prisionización se incrementan año a año, el consenso que el positivismo
sociológico y filosófico había logrado instalar entre nuestros connacionales respecto de la
necesidad de la instauración de encerramientos como respuestas estatales tendientes a
generar mero retribucionismo, o aún para lograr prevención especial o general son
rediscutidas como nunca antes, y en especial por sus propias víctimas. El descreimiento
masivo, naturalmente, se potencia cuando se observa que mientras estos verdaderos
resumideros multitudinarios de "almas" revelan cotidianamente su inutilidad y barbarie, la
impunidad más descarada se obtiene de parte de quienes cometen enormes negociados,
violentan sin pudor elementales deberes de cuidado que derivan en tragedias otrora
impensables, lavan dinero, incurren en actos de corrupción de alarmante envergadura,
trafican drogas y armas, etc. 
Un nuevo ejemplo: la nueva ley de ejecución penal N 24.660, en nuestro país, además
de prever formas alternativas de cumplimiento de los castigos (no alternativas a éstos), lo
que ha sido saludado en general con beneplácito por la doctrina y los operadores del
sistema, encierra el germen inquietante de una nueva forma de retirada del Estado que
vuelve a desnudar la inutilidad hipócrita del encierro y su verdadera naturaleza selectiva:
la privatización, por ahora de los servicios, carcelarios (art. 199). Dicho en otros términos,
el umbral de la privatización de las prisiones que grafica Wacquant.
Con todo, y a pesar de lo desfavorable de la relación de fuerzas ya enunciada, sigo
sosteniendo que la criminología de los sectores populares en Latinoamérica debe ser
necesariamente crítica y puede serlo.
Y creo que la importancia de esa tesitura, si es que la tiene, reside en que ese criticismo
debe dirigirse, inicialmente, contra el plexo axiológico que el sistema penal dice proteger,
y que en realidad no encierra sino contenidos ideológicos de meridiana claridad.
Habiendo adelantado ya que me determina la intención de debatir la cuestión del control
social en su correlación con los bienes jurídicos tutelados por el mismo, corresponde al
menos hacer una escueta mención respecto de estos últimos.
En primer lugar, y ex-profeso, me voy a sustraer de la discusión de neto corte dogmático
acerca de si los bienes jurídicos son entes que preceden a la norma o si son las normas
las que crean a los bienes jurídicos porque, precisamente, con ser ella provechosa, poco
aporta a la temática que interesa en este caso concreto.
Sí, en cambio, me interesa señalar y denunciar esa suerte de subversión axiológica que
es el resultado de la interacción entre las agencias del control y los bienes jurídicos
resguardados en una región capitalista dependiente.
Ese revulsivo acaba fatalmente colocando -esto no es novedad, lo que es inusual es que
no se insista en su formulación- al derecho de propiedad en el pináculo de todos los
bienes jurídicos, sobredimensionando su tutela hasta límites impensables y totalmente
irracionales; lo que no hace más que desenmascarar el fuerte contenido clasista que
informa al derecho y en especial al derecho penal, siempre entendido lato sensu y el
sórdido maridaje entre escala de valores dominante y el derecho a castigar.
No resisto la tentación de manejarme con ejemplos, que casi siempre son más claros que
cualquier especulación teórica:
Hace algunos años (muy pocos) la Cámara de Diputados de la Provincia de La Pampa
sancionaba la Ley N 1152 (luego derogada), que introducía modificaciones en el Código
Procesal Penal, y que tornaba virtualmente inexcarcelable el hurto de dos o más cabezas
de ganado (tengo entendido además que otras provincias argentinas padecieron
regímenes semejantes). Este macabro hallazgo de nuestra política criminal, hacía posible
que quien resultara acusado de la sustracción de dos ovejas fuera inmediatamente
privado de su libertad, pero que en cambio un sujeto procesado por abuso deshonesto de
un niño, o un desaprensivo "homicida culposo" de nuestras sociedades riesgosas, o un
funcionario acusado de peculado esperaraban seguramente el juicio en libertad. Una de
dos: o la norma reconocía una clara inspiración en las tradiciones milenarias hindúes, o el
sistema penal no hacía sino subrayar su condición de brutal mecanismo de control social
formal, definitivamente afectado a la reproducción de las condiciones de producción y
explotación de nuestra sociedad. A cada lector podrá ocurrírsele, seguramente, al menos
un ejemplo que corrobore esta conclusión.
Como estimo, en última instancia, que esta realidad puede ser percibida y este cuadro de
situación compartido total o parcialmente, el planteo que ahora se impone es, si en
nuentro marasmo talional, con una sociedad obsesionada por la "falta de seguridad
urbana" (confieso que la sóla mención de la "seguridad" me recuerda inmediatamente las
cosas que el Estado fue capaz de hacer en la Argentina y en otros países del Continente
en nombre de la "seguridad", en ese caso "nacional"), con un reclamo masivo de
respuestas eficientes al sistema penal, es posible al mismo tiempo rediscutir esta tríada
de factores ya enumerada: sistema penal, control social, bienes juídicos.
A mi modesto entender, y por extraño que ello resulte, la respuesta es afirmativa.
Intentaré fundamentar semejante aserto.
Así como creo que deviene urgente priorizar entre los críticos las coincidencias antes que
las disidencias, creo también que es posible articular un discurso crítico coincidente, no
sólo con la necesidad de un pensamiento criminológico democrático y progresista, sino
también con las expectativas y percepciones sociales mayoritarias.
En efecto, de la misma forma en que decimos que el delito carece de entidad ontológica,
que es una creación histórica y cultural del hombre ( o mejor dicho, de aquellos hombres
con poder de deinición respecto de ciertas conductas) y que por lo tanto es variable
porque variables son los bienes jurídicos y valores que se dice proteger mediante el
sistema penal, la mayoría de la gente percibe de manera parecida este fenómeno cuando
actualiza la idea de que "nadie" va preso en este país. Por supuesto, ese "nadie" no alude
a los muchos que van presos, sino a que no van presos los que realizan conductas
disvaliosas trascendentes, situación ésta que se ponde en evidencia cotidianamente.
Cuando advertimos que el/los sistemas realizativos penales en la Argentina no cumplen
con el mandato constitucional de la instauración del juicio por jurados, o cuando
admonizamos contra la oficialidad de las acciones penales o criticamos las ideologías
dominantes en un poder autoritario y elitista del estado, la visión ciudadana coincide,
aunque no lo exprese formalmente en los mismos términos, en un descreimiento total
respecto del sistema de justicia. 
También a los críticos nos cabe la responsabilidad de clarificar que lo que se vive como
un sentimiento de desconfianza en relación con las formas en que se administra justicia,
no hace sino aludir en realidad a la falta de legitimación del sistema penal así como está
planteado.
Lo que es total y absolutamente cierto, vale reiterarlo.
Ahora bien, si se aceptan estos postulados -consignados mediante trazos tan gruesos
como lo resiste el propio objeto de una ponencia acotada- es necesario al menos delinear
los límites del criticismo que proponemos.
El umbral inicial, como ya quedara esbozado, sitúa el problema en términos de desajuste
intencional de los bienes jurídicos y la intensidad y rigurosidad de su tutela por parte del
sistema penal.
Por ende, la crítica apunta (sin descartar la factibilidad de radicalizar el pensamiento hasta
los límites mismos del cuestionamiento al castigo como respuesta estatal, y aún
aceptando la conceptuación de que el delito importa, de hecho, una situación social
problemática, como lo señala el abolicionismo escandinavo), al redescubrimiento de los
estrechos márgenes que nuestra realidad objetiva nos marca. 
El cuestionamiento explícito de la protección penal a la propiedad privada, sobreactuada,
sobredimensionada, insólitamente cruel en Latinoamérica, es un punto de partida
ineluctable e insoslayable. 
Más específicamente, en la protección penal del derecho de propiedad (privada) cuando
esta es afectada en bienes nimios, absolutamente irrelevantes. Los denominados "hurtos
de bagatela", sin ir más lejos.
He reflexionado -tan profundamente como me ha resultado posible- acerca de la
cavilación ensayada por Bergalli en el sentido de que el capitalismo decimonónico era
menos excluyente y por lo tanto menos injusto que el que corresponde a este estadio de
evolución del sistema a escala mundial. No me resulta para nada difícil compartir ese
punto de vista.
Pero sí, en cambio, me apareja no pocas tribulaciones encontrar idéntica justificación
dikelógica y racional a una protección penal de la propiedad privada en el mismo
momento en que (a diferencia de ese capitalismo temprano) los bienes se reproducen por
millones y saturan los mercados, despertando en incógnita medida la "revolución de las
expectativas crecientes" en los sujetos desposeídos, factor criminogenético éste
insuficientemente explorado.
Por eso es que, en síntesis, se me representa de toda oportunidad el planteo,
perfectamente posible, de una despenalización de los pequeños hurtos y de las demás
afectaciones insignificantes al celoso derecho de propiedad privada. Y con ello no me
refiero a soluciones que se agotan en mecanismos tales como la suspensión del juicio a
prueba, que procede únicamente en determinadas circunstancias y respecto de
determinados sujetos. Me refiero a alternativas extrapenales (o intra-penales, conforme al
carácter punitivo o no punitivo que se confiera a instrumentos tales como la composición o
la reparación del daño) que funcionen en todos los casos y no únicamente por cuestiones
utilitarias que coadyuven al descongestionamiento de los engranajes judiciales. No se
trata, en este caso, de preservar el sistema; se trata, por el contrario, de preservar del
sistema a personas de mayor vulnerabilidad frente a la ley penal. 
Si lográramos sostener el planteo frente a la realidad, el criticismo habría conseguido
apuntalar la existencia (no la legitimación o convalidación) de un sistema penal más justo
y equitativo en la distribución de los castigos. Porque, en definitiva, si esta sociedad
quiere seguir penalizando, con toda seguridad que, aún así, no habría de faltarle clientela.
Por cierto que distinta, lo que no es un dato menor.

PENAS Y PENAS (LA UTOPIA PROPOSITIVA)

Si, por convención, pudiéramos efectivamente definir a la penología como el "estudio


sistemático del castigo y, en especial, de las penas impuestas a los criminales" (conf.
Garrido Genovés- Gómez Piñana: "Diccionario de Criminología", Tirant lo blanch, Valencia
1998), esa definición no importaría sino un intento de aproximación, con algún nivel de
fiabilidad, al objeto de conocimiento al que aludimos con ese rótulo.
Planteado de esa forma, las penas serían neutras y encerrarían nada más que una
respuesta ocasional (estatal) frente al delito.
Desde esta perspectiva, grafican sin duda la predilección por el paradigma del
"tratamiento" (en prisión) al que se afilia con fervor el autor de marras y que tiñe con ese
sesgo toda su obra "criminológica". Por supuesto, la definición en estos casos no aborda
para nada el "qué" y el "para qué" de la prisión.
Pero hay otra visión de las penas, entendida como la respuesta de un estado con
autonomía relativa, que apela a aparatos ideológicos (como el derecho penal, entendido
en sentido amplio) y represivos (como la cárcel) para disciplinar al conjunto social y
reproducir las condiciones del satu quo.
Este abordaje, pleno de subjetivismo crítico, nos plantea el sentido del encierro
institucional y aún la temática irresuelta e insuficientemente explorada de la justificación
ética del castigo.
Lo que en otros términos pero con sentido análogo Ribera Beiras dividiera en principios
de a) legitimación, y b) funciones de las penas (conf.: "La carcel en el sistema penal (un
análisis estructural); M.J. Bosch, Barcelona, 1995).
Aceptada que fuera la imposibilidad de sostener la abolición de la pena de prisión en
razón del desequilibrio de la relación de fuerzas sociales existentes, cabría entonces
indagar si, al menos, no resulta factible una reformulación de la certidumbre en la
aplicación de las penas privativas de libertad sobre la base de una depuración de las
conductas sancionables en orden a una escala de valores de una lógica medianamente
aceptable. Lo que seguramente en no poca medida contribuiría a devolver gran parte de
la confianza perdida al sistema penal, aunque quedara en pie la sinrazón del fundamento
tradicional del castigo.
De lo contrario,la composición de la población carcelaria seguirá inexorablemente
compuesta por los grupos más vulnerables de la sociedad, con absoluta e irracional
prescindencia de los bienes jurídicos afectados por las conductas que determinaran las
sanciones en cada caso. Y lo verdaderamente novedoso de este cuadro de situación
estriba en la cotidiana crítica que al sistema se efectúa desde sus propias víctimas: los
reclusos. 
De esta manera, se advierte cómo, en los recientes y cada vez más frecuentes motines
en las prisiones las demandas tienen casi siempre que ver con una protesta sistemática a
las formas del castigo y la selectividad del sistema. Elbert, en el segundo tomo de su obra
"Criminología Latinoamericana", de reciente aparición, hace un pormenorizado relato de
las protestas carcelarias y sus funestas consecuencias para internos la mayoría de las
veces secuestrados institucionalmente por afrentar el derecho de propiedad y
encarcelados no tanto de resultas de un juicio como de la voluntad de un juez, a través
del instituto de la prisión preventiva, como bien lo destaca Ferrajoli, y sin sentencia
condenatoria firme.

ACERCA DE LA NATURALEZA DEL SISTEMA PENAL.

He connotado una perspectiva del sistema penal, indisolublemente ligada a la escala de


valores y bienes jurídicos reputados relevantes en un contexto social en el que la
propiedad privada asume en tal sentido una preponderancia irracionalmente excesiva
(alrededor del 53% de los delitos en la Argentina son delitos contra la propiedad).
Desde esa mirada, entonces, pocas dudas podrían albergarse al menos de tres
presupuestos: a- el carácter selectivo del sistema penal y su creciente deslegitimación; b-
su condición de aparato ideológico y represivo del estado, destinado a reproducir las
condiciones de inequidad de la sociedad; c- el dudoso privilegio de las doctrinas
represivas, consistentes en ser el único segmento de la política institucional que sigue
generando el drenaje de ingentes fondos públicos hacia la "seguridad", al mismo
momento en que ese estado se retira de funciones que le competieron históricamente,
adonde anida un porcentaje determinante de la criminogénesis y que son esenciales
además para el mantenimiento de cierta cohesión social; d- el abandono colectivo de la
idea de vivir en "un mundo justo", como punto de partida para la averiguación y análisis de
la criminogénesis.
Ahora bien, si se coincidiera en estos puntos de partida, igualmente la pregunta obligada
debería fundarse en estos (otros) términos: ¿el sistema penal es nada más que esto?. O,
si mejor se lo prefiere ¿podría de otra manera aceptarse al derecho/sistema penal como
un instrumento de lucha política, cuando esa lucha encolumne tras de sí la voluntad
mayoritaria del pueblo en defensa de intereses tan altos como su propia emancipación o
la defensa lisa y llana de la misma?
Si mal no lo he entendido, así lo han expresado personalidades tales como el Profesor
Ramón de la Cruz Ochoa en el Congreso Internacional "La criminología del siglo XXI en
Latinoamérica", para referirse concretamente a la situación cubana (ver sobre el particular
la primera edición de las ponencias del Congreso, coordinada por Carlos Elbert, Rubinzal
Culzoni, Santa Fe, 1999, p. 95). No se trata en el caso de una diferencia menor, por
supuesto: se pone en crisis nada más ni nada menos que la categoría históricamente
esgrimida por la criminología crítica, por ejemplo, para asimilar cárcel y fábrica, sistema
penal y disciplinarismo burgués, etc.
Confieso que, desde que escuchara esa categoría alternativa, me he sentido
irrefrenablemente tentado a reflexionar sobre la misma, sensación ésta que, espero, haya
embargado a cuantos escuchamos y leímos al eminente colega.
Luego de mucho cavilar, y con las limitaciones de espacio aceptadas para la formulación
de este trabajo, me inclino por insistir en la dialéctica apasionante de la rediscusión de los
bienes jurídicos tutelados por el sistema penal como única instancia para dirimir el
conflicto teórico, si es que este existiera en última instancia.

EL ETERNO RETORNO

Creo que, acaso sin saberlo, una respuesta aceptable, o al menos un punto de partida
dinámico para formular otros interrogantes, los había transitado ya antes de plantearme
formalmente a la naturaleza del sistema penal como un espacio potencialmente polémico.
En efecto, no alcanzo a advertir por qué no podría afirmarse que las sociedades pudieran
elegir libre y democráticamente la construcción de un sistema punitivo que castigue la
afectación de una escala de valores racional y verificadamente compartida por el
conjunto, sin operar como un instrumento brutal de reproducción de un estado de cosas
injusto cuyo rigor se hace notar casi siempre sobre casi los mismos.
Con lo que el sistema penal podría ser ambas cosas a la vez, dependiendo del ámbito
tempo-espacial de su pretensión de validez pero, lo que es más importante, de los
distintos valores cuya defensa se propusiera (lo que equivale a indicar que ello a su vez
dependería de la naturaleza de las relaciones de producción de una sociedad, de las
formas de distribución de la riqueza y del consenso social alcanzado, entendido éste,
claro está, como la aptitud para generar tendencias con arraigo en las mayorías
populares).
Pero hete aquí que, de manera casi concéntrica, estaríamos discurriendo una vez más, de
forma recurrente, en derredor de los bienes jurídicos protegidos por la ley y los
operadores penales.
Expresado en otros términos: ¿las dos cabezas de ganado cuyo apropiación ilegítima
confinaran al presunto autor a la inexcarcelabilidad, son un equivalente o al menos
reconocen algún punto de contacto con los cinco años de máximo que en abstracto prevé
el código cubano (art. 322.4) para el hurto de un vehículo de motor y apoderamiento de
cualquiera de sus partes componentes o algunas de sus piezas?
Esta es la discusión vigente, en última instancia.
Para intentar sostenerla, y evitar caer en una aporía, es ineludible a esta altura bosquejar
un concepto de la significación del bien jurídico/penal.
Sobre este particular, bien señala Reyna Alfaro (Revista Electrónica de Derecho Penal)
que la puja por la configuración de su contenido encierra en principio una disputa para
controlar el desmedido avance del derecho penal a partir del establecimiento preciso de
normas que tipificaran las conductas jurídicamente relevantes de las que la sociedad o el
estado debían protegerse. Esto encierra, naturalmente, una discusión de neto perfil
ideológico y por eso mismo, alrededor de diferentes posturas filosóficas se han
configurado distintas teorías tendientes a desentrañar el concepto penal de bien jurídico y
su alcance. Una de esas vertientes, la conforman las teorías relativas al "perjuicio social".
Abstracción hecha del funcionalismo sistémico de Jakobs, e intentando por el contrario
centrar el análisis en las concepciones interaccionistas que acuñan el contenido material
del bien jurídico desde la "importancia social" de los mismos, Bustos Ramírez discurre a
mi entender imparmente sobre esta temática expresando que el bien jurídico es "una
síntesis normativa concreta de una relación social determinada y dialéctica" ("Control
social y sistema penal", PPU, Barcelona, 1987, p. 33). Explayándose además de manera
reveladoramente aguda contra una dogmática que ha actuado como reaseguro
permanente del stato-quo, al punto de lograr que generaciones enteras pensaran en
términos de identidad engañosos las nociones de dogmática y derecho penal.
Abundando respecto de la idea del bien jurídico/penal, en lo que aquí interesa, el maestro
trasandino arroja no poca luz al afirmar que la teoría del mismo es la que con mayor
fuerza ha puesto en crisis a la dogmática penal y muy especialmente a la categoría
iluminista de igualdad formal en el campo penal. "Una teoría crítica del bien jurídico viene
a poner de relieve precisamente el carácter discriminatorio e injusto del derecho penal. Y
si la teoría del delito ha de fundamentarse sobre el objeto de protección del derecho
penal, esto es, los bienes jurídicos, ciertamente, el revelar la ideología encubridora del
planteamiento dogmático implica también poner de manifiesto la injusticia del llamado
injusto penal" (op. cit., 28). "Dentro del sistema social, la pena ha sido y es una
autoconstatación del Estado..." "Con lo cual entonces en un sistema democrático los
bienes jurídicos se convierten en la base de fundamentación y legitimación de la pena,
pero por ello mismo en una condición sine qua non de la pena..."..."En otros términos, un
sistema penal democrático aparece abierto en su base de legitimación, que son los bienes
jurídicos, ya que éstos aparecen como relativos y en constante desarrollo, por su carácter
comunicativo, participativo y dialéctico. La pena (la autoconstatación del sistema) no es
una realidad cerrada, axiomática, un fiat autoritario, sino todo lo contrario, en razón de que
su base de legitimación y límite son los bienes jurídicos. El bien jurídico resulta así una
categoría crítica del propio sistema, está en el sistema, pero también más allá de él, es
siempre final, y su fin está siempre por alcanzar, que es lo propio de una sociedad abierta,
en que es la participación de sus miembros en todos los procesos culturales, sociales,
económicos, políticos, los que van configurando el sistema" (ibíd, 33).
En tanto categoría crítica dinámica y mutable del sistema y atendiendo a la connotación
final que lo define en un devenir social dialéctico, debe entendérselo como interés social
relevante merecedor de tutela jurídica/penal por resultar el emergente del consenso
general de una sociedad y no por pertenecer o responder al interés de clase de un sector
de la misma, como bien lo consigna Reyna Alfaro (op. cit).
Si esto es así, cabría indagar entonces acerca de las formas participativas reales de una
democracia en manos de las mayorías, en comparación por ejemplo al devaluado perfil de
un sistema transformado en un mero mecanismo de selección de liderazgos, conforme lo
advierte Habermas respecto de las democracias del denominado "capitalismo tardío".
En virtud del peso específico de las formas deorganización sociales, está claro que las
dos ovejas y las piezas del automotor no son asimilables desde la perspectiva del bien
jurídico. El abigeato inexcarcelable, en nuestras democracias módicas, representa el símil
de una justicia clasista ejemplificada por Marx refiriéndose a la construcción definicional
del hurto de leña por la Dieta en cuanto esa conducta perjudicaba los interes de la
burguesía alemana (Bustos, p. 17), mientras que la pieza del automotor podría
conceptuarse como la elevación del mismo a la categoría de bien jurídico/penal en razón
del esfuerzo colectivo que demanda su reparación en un país bloqueado económicamente
y en lucha por la preservación de su independencia.
En consecuencia, obviada que sea su mirada desde las relaciones de poder (porque
incluso para ello deberíamos distinguir entre poder estatal y poderes supra-estatales), el
sistema penal podría ser tanto un instrumento en manos de una clase dominante, cuanto
una herramienta de lucha política. Lo único que mutaría sería, va de suyo, la legitimación
de cada uno de los sistemas penales en función de su aptitud para sostenerse en base a
consensos perdurables. Lo que da la pauta que la muerte de las ideologías es una suerte
de iatrogenia sociológica y por ende la crisis de la criminología crítica bien podría
constituir un llamativo yerro diagnóstico.

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