Está en la página 1de 7

Clase 15/03/2023- Instituto Kennedy 5to “A”

Texto N3- El mundo antes de la guerra


Hasta 1914, las potencias europeas habían logrado imponer su modelo de
desarrollo a gran parte del mundo. Ya fuese a través de la influencia política,
proyecto económico o control militar directo, todos los países del mundo habían
adoptado estructuras estatales que buscaban asemejarse a los países como
Inglaterra, Francia o Alemania. El desarrollo económico y tecnológico del siglo XIX
favoreció la imagen de estas potencias imperiales que en menos de 100 años
habían transformado a sus países en centros de producción cultural y científica. La
era del imperialismo estaba en su punto más alto y los escritores franceses
contemporáneos le llamaran, en años posteriores, como “La Belle Epoque” en una
referencia a que nunca antes en la humanidad, algunas sociedades, habían gozado
de semejantes comodidades materiales.

A nuestro parecer para entender este mundo hay que tener claro dos estructuras
básicas del funcionamiento de los estados. Ambas estructuras se formaron en los
siglos previos a este momento histórico y tuvieron cambios radicales a lo largo del
siglo XIX que desembocaron en esta época:

- El Capitalismo Industrial: Durante el siglo XVIII y XIX en Europa se vivió un


proceso de cambio profundo en la forma de organizar la economía, este proceso se
conoce como “Revolución Industrial” (Normalmente dividida en dos fases). Esta
Revolución dio origen a una nueva forma de producir y sustentarse. Desde ese
momento las empresas serán las que se encarguen de producir todos los bienes,
pensando en la rentabilidad que estos puedan conseguir en un mercado de
consumidores que, a su vez, deben trabajar en esas empresas para ganar salarios
con los cuales comprar los productos que necesitan. Este cambio tiene el nombre
de “industrial” ya que es aquí donde aparecen las fábricas o industrias, grandes
edificios llenos de máquinas que concentran la elaboración de uno o más productos
en concreto. Podemos imaginarnos cualquier galpón de Ford donde se producen
autos o talleres textiles que producen ropa para las principales marcas.
Esto cambió la forma de elaborar los productos. Hasta ese momento, antes
de la revolución, los objetos de uso común eran elaborados a pedido por artesanos
o hechos en el marco de los hogares para uso familiar. Con la revolución industrial
los productos serán elaborados de manera sistemática para un mercado, generados
estos en grandes cantidades para venderselos a consumidores anónimos que los
encuentran en negocios o tiendas. Esto quiere decir que se produce para el
mercado (obtener ganancia) y no como forma de subsistencia (para darle un uso).
Estos productos manufacturados se vendían a lo largo de los países que se
fueron integrando paulatinamente al mercado mundial.

¿Cómo afectó este cambio a la sociedad? En primer lugar hay que destacar que
la revolución industrial fue fruto de la presión de una clase social en ascenso para
imponer su forma de producir al mundo y así acumular tanto ganancias como poder
político. Esta clase social es la de los empresarios o burgueses, se les definen
como los dueños de los medios de producción o sea de las herramientas para
producir. Son los dueños de las fábricas y por lo tanto del producto de ellas.
Controlan la forma en que se produce, ósea quienes contratan la fábricas, horarios
de trabajo y que posición ocupa cada obrero en la misma. Su objetivo es acumular
“Capital” que puede ser en forma de dinero o otros bienes de capital (Objetos que
sirven para aumentar la producción como tierras, maquinaria o hasta acciones de
otras empresas). Esta clase social moldeo a los países a su gusto para aumentar
sus ganancias, cambiando así no solo la forma en la que trabajamos sino en la que
comemos, vivimos y nos vestimos. Estos existían desde el siglo XIII en Europa
Occidental donde vivían al lado de los castillos (lugares llamados burgos) pero
cobraron una especial relevancia en la sociedad a partir de la revolución en el siglo
XVIII.
El resto de la sociedad tuvo que acomodarse a los intereses de esta nueva
clase de poderosos. La mayoría de la población antes del siglo XVIII era campesina
y vivía de lo que cultivaba ósea de la subsistencia. Si bien la vida de estos tenía una
menor confort material que el del ciudadano promedio de la actualidad controlan
muchos aspectos de la vida que hoy las personas comunes no. Eran en su mayoría
poseedores de pequeñas parcelas de tierra que podían producir según lo necesiten,
controlaban de qué manera quieren trabajar, eran dueños del fruto de su trabajo y
vivían en comunidades campesinas en las que se compartían lazos sociales fuertes.
Los empresarios mediante sus nuevas maneras de producir, necesitaban
cada vez más tierras para sus negocios y más mano de obra barata para sus
fábricas. Iniciaron un proceso en inglaterra por el cual arrebataron a los campesinos
sus tierras, a veces ofreciéndoles dinero y otras por la fuerza, obligando a la
descendencia de estos a migrar a las ciudades. Las nuevas generaciones no
tuvieron otra opción que trabajar en las fábricas por un salario que les permitiera
comprar lo que ya no podían producir para sí mismos. Así nacieron los Obreros o
Proletarios, clase social a la que pertenece la gran mayoría de la población y que
se define por no poseer otra cosa que su fuerza de trabajo y debe venderla a
cambio de dinero que poseen los burgueses.
La sociedad del capitalismo industrial era por lo tanto estructuralmente
desigual. Mientras la clase de los capitalistas era dueña de las fábricas y conseguía
un nivel de vida extremadamente alto, la mayor parte de la población vivía en
condiciones miserables. Hasta 1914 el trabajo en la mayor parte del mundo no
estaba regulado por leyes, se consideraba que era una actividad privada y el
liberalismo (ideología burguesa) proponía que el estado no debía intervenir en las
actividades económicas. Esto hacía que el control social que ejercía la burguesía
fuese despiadado lo que se tradujo en condiciones de trabajo pésimas para los
obreros: Bajos salarios, Jornadas laborales de más de 12 horas, sin descansos los
fines de semana, no había derechos previsionales, tampoco seguros sociales.
Este modelo tuvo éxito en aumentar la producción de los países europeos,
sobre todo Inglaterra que se transformó en el taller del mundo, que ahora se
convirtieron en los principales proveedores de productos manufacturados. Pero a
estos no les bastaba su mercado interno para satisfacer la necesidad de venta de
estos productos. Necesitan incluir en este sistema al resto de los países para
cumplir dos funciones: Proveedores de materias primas baratas para elaborar sus
productos y mercados para venderles los productos ya fabricados. Eso llevó a que
todos los países del mundo se acomodaran a la economía europea, transformando
sus formas de vida tradicionales para ocupar un rol en esta nueva “División
internacional del trabajo”. Adoptando así el sistema de burgueses y proletarios en
todo el mundo. Pero dejando a la mayoría de los países en un lugar subordinado
como colonias informales o hasta a veces colonias formales.
El aumento de la producción se transformó en una preocupación para los
estados. A finales del siglo XIX los países europeos, hambrientos de mercados y
proveedores, iniciaron una competencia imperialista para quedarse con los
territorios más provechosos para su economía. Este proceso, que se conoció como
“nuevo imperialismo”, mostraba a comienzo de siglo XX la peligrosa posibilidad de
que dos centros imperiales entraran en una guerra de dimensiones desconocidas
por el control del mercado mundial.

- El Estado Nacional:

De forma paralela al ascenso de la burguesía en términos económicos, los estados


europeos vivieron un proceso de transformación política durante el siglo XIX que dio
lugar a problemáticas clave.

A finales del Siglo XVIII y prácticamente desde el comienzo de los tiempos, los
estados estaban controlados por Reyes. En Europa el poder de estos
gobernantes absolutos provenía de dios y de su pertenencia a una familia real
del cual heredaban su puesto. Estos conservaban para ellos el derecho tanto a
hacer las leyes como a ejecutarlas y enjuiciar a quienes no las cumplieran. Sin
embargo debían respetar los valores y derechos tradicionales de las comunidades
que gobernaba. Este sistema de Monarquía Absoluta entendía a la sociedad como
un cuerpo del que ellos eran la cabeza. A la vez los habitantes de estos reinos eran
entendidos como súbditos pertenecientes a grupos sociales con deberes y
obligaciones. Por lo tanto no existía el “derecho” como lo entendemos hoy, lo que
había eran privilegios y favores concedidos por el rey a algunos sectores de la
sociedad.

La Burguesía se veía así mismo como un sector no privilegiado, ya que a pesar


de tener poder económico sus representantes carecían de los derechos políticos y
no podían intervenir en los organismos políticos del estado. La burguesía debía
respetar la tradición que la subordinaban al rey y a la nobleza. La expresión más
evidente de esta dominación que sufrían era la obligación de pagar impuestos,
frente a la inmunidad que tenían las clases dominantes.

Este sector social se alzó entonces en una lucha política para reformar los distintos
estados que comenzó con la Revolución Francesa en 1789 y que se extendió a lo
largo de todo el siglo XIX afectando a la mayor parte de los reinos de Europa y a las
colonias americanas. La Burguesía triunfó, a veces temprano y otras tarde, en todos
los países de Europa y logró imponer a los reyes las condiciones para el nuevo
gobierno. El nuevo sistema político se basaba en dos pilares:
- El constitucionalismo: por el cual se garantizaban una serie de
derechos a todos los ahora ciudadanos de un reino, respetando la
igualdad ante la ley para todos los habitantes
- La representación: los nuevos gobiernos debían respetar y garantizar
la representación de una parte de la población para elegir a los
gobernantes de un territorio. Esto se lograba mediante el voto de
candidatos para una asamblea que tenía miembros de todo el país.
Esto significaba que el poder del gobernante no venía de dios sino del
mismo pueblo que lo elegía.

Aunque los relatos históricos de la burguesía tienden a poner este triunfo como un
logro del pueblo la realidad es que la representación política solo fue para los
sectores más ricos de la población. El voto en los países europeos durante el
siglo XIX fue, en su mayoría, censitario y no democratico. Esto quiere decir que
quienes votaban para el gobierno no eran la mayoría de la población, sino la minoría
de personas mas ricas que accedían al censo de riqueza suficiente para poder
participar, en otras palabras la mismísima burguesía. Los pobres y campesinos que
quedaban se vieron excluidos de la participación policia

Por otro lado, la lealtad al rey como unidad de la comunidad política fue
reemplazada con la idea de nación. La nación es una identidad construida por un
pueblo que se basa en la idea de que las personas de un mismo territorio comparten
una serie de valores que pueden ser culturales, étnicos , políticos o religiosos. La
idea era simple: uno debía respetar la autoridad política por ser parte de una misma
comunidad imaginada. Así se conseguía que la mayor parte de la población
obedeciera a los gobiernos y sintiera como propios los valores de la fracción
gobernante. Posteriormente la burguesía dominante inventó métodos para extender
estos valores nacionales al resto de la población.
Esta idea de Nación, que nació con la revolución francesa, se volvió un peligroso
instrumento para los estados. Los sectores dominantes de cada país buscaron
identificar los valores nacionales con una serie de características étnicas, religiosas
y culturales, buscando que el estado impusiera esta ideología a todos los habitantes
de un territorio. El problema es que los países nunca son, ni fueron, unidades
culturales, sino que están compuesto por miles de identidades diversas y a veces
contradictorias. Este choque con la realidad dio como resultado que las minorías
étnicas que controlaban los estados empezaron a tener actitudes despreciativas con
el resto de la población, haciendo aparecer el concepto de “Racismo” del que
fueron víctimas las poblaciones que no se adecuaban a las necesidades ideológicas
de los estados. Lo que empeoraba en los territorios coloniales donde una minoría
blanca convivía con una mayoría local.

Los estados extraeuropeos que se formaron durante estos años, como los países
latinoamericanos, buscaron replicar este modelo de representación de una minoría
blanca y rica en el gobierno que dio lugar a la exclusión racista de la mayor parte de
la población. Los estados latinoamericanos nacieron así controlados por la
oligarquía, forma que adoptó la burguesía local, como un instrumento de las
minorías blancas para garantizar su estatus económico y social.

La tensión democrática:

El mundo para 1914 era pues contradictorio para la mayoría de la población. La


burguesía necesitaba a los obreros para producir y decía gobernar en nombre del
pueblo sin embargo excluía a este de las decisiones políticas y de los beneficios
económicos. Esta obviedad iba aparejada al malestar social que implicó la
revolución industrial, que en sus primeros años y hasta entrado el siglo XX dejaba a
gran parte de la población en una situación de marginalidad. La respuesta de gran
parte de la población fue organizarse en movimientos políticos para exigir mayor
democracia en los gobiernos y que estos se encarguen de regular la distribución del
ingreso que se quedaba la burguesía.
El malestar social se hacía visible a finales del siglo XIX y la aparición de
movimientos políticos democráticos, radicales y socialistas daba a la burguesía de
cada país el mensaje de que no podían seguir ignorando las demandas de la
mayoría de la población. Cada estado afrontó el debate de la “cuestión social”
mediante los medios que tuvo y la lucidez con la que la clase gobernante pudo
divisar el problema, sin embargo la respuesta más común fue recurrir a la violencia
para atacar al movimiento obrero. El debate se había inaugurado la burguesía debía
elegir reformar el estado para incluir a los trabajadores o enfrentarse a una
revolución por parte de los mismos, tal cual ellos se habían levantado contra los
reyes un siglo antes.

Finalmente en 1914 estalló una Guerra Mundial, el control del mundo se puso en
juego dos bloques de potencias industriales y coloniales (El de Gran Bretaña y
Francia contra Alemania) se enfrentaron entre sí para saber quién iba a dar forma al
siglo que comenzaba. La guerra duraría 5 años y en ella se vió el horror del que era
capaz la maquinaria industrial, murió en ella más gente de la que había muerto en
todas las guerras anteriores. El mundo no volvió a ser el mismo. La respuesta que
dio cada país al problema de la democracia estuvo dado por su lugar en la guerra y
las consecuencias que la misma tuvo para la población. Comenzó el siglo XX.

También podría gustarte