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Esta norma consagraba a la falta en la obligación de prestar alimentos y asistencia a los hijos como causal de
indignidad, pero únicamente la limitaba a los padres; y siendo que los alimentos tienen su fundamento en la
solidaridad familiar de carácter recíproco, esta quedaba chica, dando posibilidad a que se generaran situaciones
injustas en lo que refiere a otros parientes con aptitud hereditaria.
La norma actual sobre el instituto de indignidad se encuentra en el comienzo del capítulo dos del tít. I, en el
Libro Quinto del Código Unificado, específicamente y en lo equivalente al tema del fallo en comentario en el
inc. e) del art. 2281: "Causas de indignidad. Son indignos de suceder: (...) e) los parientes o el cónyuge que no
hayan suministrado al causante los alimentos debidos, o no lo hayan recogido en el establecimiento adecuado si
no podía valerse por sí mismo".
Como vemos, la norma actual amplía la legitimación pasiva y habilita a iniciar una acción de indignidad
contra cualquier pariente que esté llamado a suceder en el proceso sucesorio de un causante al cual le debió
haber prestado alimentos.
La ampliación de la faz pasiva de la acción de indignidad a los parientes encuentra la justicia en que los
alimentos derivados del parentesco tienen su fuente en la solidaridad familiar no solo de los padres con sus
hijos, sino entre parientes que eventualmente puedan estar obligados a prestar alimentos y que, a su vez,
también puedan estar llamados a suceder, motivo por el cual es justo que dado un supuesto de incumplimiento
respecto al suministro de alimentos a una persona en grado de parentesco, el pariente que no los suministró
pueda ser declarado indigno si es llamado a suceder.
Parte de la precuela de tal ampliación de la legitimación pasiva de los deudores alimentarios estuvo dada en
las XXII Jornadas Nacionales de Derecho Civil del año 2009, en las que se sostuvo que debe comprenderse
como causal en el art. 3296 bis del Cód. Civil, el incumplimiento de la prestación alimentaria legal por parte de
todos los parientes con vocación hereditaria o del cónyuge que no haya prestado alimentos cuando debió
haberlo hecho.
El inc. e) del nuevo art. 2281 ha receptado el precedente y ha logrado que podamos excluir por indigno a un
pariente con vocación hereditaria de la sucesión de un causante del cual no se ocupó de prestarle alimentos
soslayando la base del derecho sucesorio, de familia y específicamente del derecho en materia de alimentos: la
solidaridad que tiende a la ayuda recíproca de los miembros de una familia.
IV. Indignidad vs. desheredación
La indignidad es una sanción legal operada mediante una sentencia judicial a petición de los legitimados
activos, en virtud de la cual se excluye de la herencia al heredero o legatario que haya inferido al causante,
alguna de las ofensas tipificadas por ley (2).
El Código Civil derogado ubica a la indignidad en el Libro IV, Sección Primera, Título Primero,
equivocadamente como "incapacidad para suceder". La indignidad no configura incapacidad alguna, la
incapacidad no es una sanción legal mientras que la indignidad sí lo es, sanción en virtud de la cual el heredero
que ha incurrido en determinadas ofensas contra el difunto queda privado de la herencia (3).
Entonces, es una sanción legal que no configura incapacidad alguna y que la consagra el juez a petición de
parte —legitimación activa— contra el sucesor que ha incurrido en alguna de las causales establecidas por la
ley.
Surge claramente que la declaración de indigno de un heredero requiere de la interposición de una demanda,
con todo lo que ello implica.
En este sentido, tiene dicho Ferrer que la indignidad es una sanción prevista por la ley, pero que requiere la
promoción de una demanda ordinaria por parte legitimada y la decreta el juez, si a su criterio resulta
debidamente probada la causal que se imputa al pretendido sucesor indigno (4), como es el caso bajo análisis
—padre de la causante que no le suministró alimentos en su menor edad—.
La normativa de fondo vigente ha mejorado y ampliado el instituto de la indignidad siendo conteste a las
críticas dadas por el arduo trabajo jurisprudencial y doctrinario al respecto. Sin embargo, y pese a tal
mejoramiento, este no anula el error, a nuestro parecer, de haber eliminado de raíz la desheredación.
La desheredación puede conceptualizarse como la exclusión de la sucesión de un heredero forzoso dispuesta
por el causante en su testamento, fundada en una causa legal que debe expresarse en este (5).
La desheredación conllevaba la ausencia de vocación hereditaria y, en consecuencia, hacía que el
desheredado careciese de título hereditario por la voluntad expresamente dada por el propio causante, con base
en injurias graves que estaban previstas en la normativa que nos precede, si en alguna de ellas hubiera incurrido
el heredero forzoso.
La importancia está dada en que el propio testador y futuro causante era quien excluía a un heredero forzoso
de su herencia por haber incurrido en faltas graves. Esto significaba que quien desheredaba a un heredero
forzoso tuvo que haber padecido injurias graves por parte de este y era el propio causante quien, al momento de
evaluar con sus propios sentidos premios y sanciones respecto a su futuro acervo sucesorio, tenía herramientas
para hacerlo.
El Código Civil y Comercial de la Nación ha traído numerosos y bienvenidos cambios que han redundado
en una mayor autonomía de la libertad, como lo es el cambio de la porción legítima, que le otorga directamente
al testador actual un mayor dominio de su patrimonio. Ahora bien, a nuestro entender, la eliminación del
instituto de la desheredación ha coartado en alguna medida la libertad de un testador.
Como puede diferirse, ambos institutos tienen puntos en común; en definitiva, son sanciones civiles que
tratan de la exclusión o privación de los derechos a suceder, ambas podían ser dejadas sin efecto y finiquitaban
en el pariente que había incurrido en la causal que le dio origen, sin extenderse a su estirpe. Sin embargo, todos
estos puntos en común no significaban que surtieran los mismos efectos y por sobre todo no significan lo mismo
para quien tiene la voluntad de excluir a uno de sus herederos forzosos.
La diferencia más importante era su legitimación activa. La indignidad encuentra su legitimación activa en
quien pretenda los derechos atribuidos al indigno. La faz activa de la desheredación era singular, el único
legitimado activo era el propio futuro causante, aquel a quien la ley le imponía un heredero forzoso que había
incurrido en graves injurias contra él, y él mismo como ofendido tomaba acciones a fin de que no lo herede.
La eliminación de la desheredación debilita la libertad sobre el patrimonio. En un sistema que impone
porciones legítimas y herederos forzosos, se necesita tener una herramienta legal y expresa para que, en el caso
que corresponda, el causante pueda hacer valer su dolor sin la necesidad de recurrir a otros herederos (como es
el caso de la indignidad).
El nuevo articulado que norma la indignidad ha mejorado como instituto, pero aunque tengan puntos en
común, no suple la falta de la desheredación.
La indignidad la efectiviza la propia ley por iniciativa de alguien que no sufrió la causal que dio origen a la
acción, es valorada en juicio y en definitiva de acuerdo con las pruebas producidas, es el juez quien sentencia
sobre la exclusión del heredero indigno.
En cambio, el instituto de la desheredación le otorgaba el poder al propio causante en momento de organizar
su patrimonio post mortem y evaluar las conductas de sus herederos forzosos, y con esto no quiere decirse que
haya estado librado al azar, sino lo contrario. El propio sujeto, ante las injurias graves cometidas por un
heredero forzoso, evaluadas y calificadas por él mismo, podía sancionarlo justamente excluyéndolo de su
herencia y cuidando su patrimonio para el resto de los herederos ante alguien que no merece sucederlo.
La desheredación, sin duda alguna, fortificaba la autoridad de un futuro causante, reconociéndole autonomía
sobre su patrimonio y dándole la posibilidad de evaluar en vida las conductas de sus parientes más cercanos.
Tal importancia está dada también en la actualidad de los tiempos en los que vivimos, de una mayor
prolongación de la vida de los seres humanos, en donde debemos atinar a vigorizar las instituciones de este tipo
y no a suprimirlas, porque es un modo eficaz de proteger a las personas de tercera edad y de brindarles la
posibilidad de que se respete su dignidad, sus sentimientos (6) y su propia visión y calificación de las injurias
que hayan padecido.
Probablemente con la nueva normativa de fondo el futuro causante ante el agravio y las injurias graves
sufridas buscará la forma de eludir la vigencia de la legítima, ya sea realizando actos legales que le permitan
disminuir su contenido o bien recurriendo a actos que eviten que a su muerte aparezcan bienes a su nombre que
integren la herencia, buscando por todos los medios eludir la legítima para que, al fallecer, quien lo ofendió no
encuentre bienes en la herencia (7).
V. Conclusión
Los sustanciales cambios traídos por el Código unificado han sido en su mayoría muy bien valorados; sin
embargo, la eliminación de raíz del instituto de la desheredación pareciera un grave error que solo coarta la
libertad de disponer del propio patrimonio ante una ley que correctamente y en virtud del orden público y
nuestros precedentes legislativos impone un heredero forzoso, pero no permite sancionarlo civilmente ante
situaciones de injurias graves.
La desheredación configuraba un instituto que fortalecía la autoridad de un futuro causante que, ante el
maltrato o destrato de sus parientes más cercanos, tenía la posibilidad de pensar que no merecían heredarlo y
actuar en consecuencia. Su eliminación solo trae desprotección ante quien quiere organizar su patrimonio post
mortem, no solo en lo relativo a las cuestiones patrimoniales, sino a las cuestiones personales y familiares que
están detrás.
La desheredación supo configurar la gran defensa de un futuro causante que se disponía a ordenar su
patrimonio teniendo en cuenta cuestiones tales como agresiones, conductas impropias y/o injurias graves
impartidas por sus propios herederos.
Tal como nos enseña el Dr. Gabriel Rolleri, "[s]i se mantiene la regulación de las legítimas, también debería
haberse mantenido la desheredación, pues esta es la única herramienta para sancionar al heredero forzoso que
ofendió gravemente al causante por parte del causante mismo, ya que, al eliminar dicho instituto, al causante
agraviado solo le quedará la esperanza de contar con la buena voluntad de un coheredero que decida plantear la
acción de indignidad" (8).
(1) CNCiv., sala F, 01/08/2016, "Ortega, Liliana P. c. Rosas, Joaquín A. s/ excusión de heredero".
(2) BORDA, Guillermo, "Tratado de Derecho Civil - Sucesiones", Ed. Abeledo-Perrot, Buenos Aires,
1994, 6ª ed., t. I, p. 76.
(3) POVIÑA, Horacio, "Indignidad y Desheredación", Universidad Nacional de Tucumán, 1965, ps. 77-78.
(4) FERRER, Francisco A. M., "La Desheredación y el Proyecto de Código", LA LEY 2013-F-956.
(5) POVIÑA, Horacio, ob. cit.
(6) FERRER, Francisco - CÓRDOBA, Marcos - NATALE, Roberto, "Observaciones al Proyecto de Código
Civil y Comercial en Materia Sucesoria", Revista de Derecho de Familia y de las Personas, 9, año IV, oct. 2012,
p. 133.
(7) AZPIRI, Jorge O., "La Legítima en el Anteproyecto de Código Civil" en Primeras Reflexiones en
materia de Sucesiones en el Anteproyecto de Código Civil, JA Número Especial, 2012-III, p. 79, Ed.
Abeledo-Perrot, Buenos Aires, 2012.
(8) ROLLERI, Gabriel, "La Exclusión Hereditaria en el Nuevo Código Civil: fortalecimiento de la
indignidad y supresión de la desheredación", Revista de Derecho de Familia y de las Personas, 13/05/2015, 105.
Cita online: AR/DOC/1086/2015.