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14/10/2014

¿PUEDE PRODUCIR LA MEDITACIÓN EFECTOS


ADVERSOS?
Ponencia presentada, por mi, en Ávila el Congreso Satélite del XV Congreso Mundial de Psiquiatría: "Espiritualidad, Cultura y Salud Mental",  el 19
de septiembre de 2014

Autora: Maribel Rodríguez

En las últimas décadas se ha extendido de forma exponencial el uso de la


meditación y derivados (como el Mindfulness) en el tratamiento de algunos
trastornos mentales. La meditación está de moda dentro y fuera de contextos
científicos, se aplica para el manejo del estrés, para fomentar el autocontrol
emocional, retirarse del mundanal ruido, para encontrar remedios a los males
del alma, superar síntomas de ansiedad, depresión, angustia existencial, etc.

Si indagamos un poco sobre los orígenes de la meditación nos encontramos con


ella desde los comienzos, en las diversas tradiciones espirituales y en algunos
contextos de tipo filosófico. En Occidente tenemos la Contemplación cristiana
(como la de Santa Teresa), el Quietismo (de Madame Guyon), la Imaginatio
Vera (de los alquimistas), a los neoplatónicos, a los pitagóricos, etc. En Oriente
hay diversos métodos dentro del Budismo (de los que quizás sean más
conocidos el Vipassana y el Zen) y en el Hinduismo (en el que hay numerosas
prácticas meditativas como en el Raja Yoga, el Kriya Yoga, el Nada Yoga, etc.).

En todos los caminos espirituales, ligados a tradiciones antiguas, la meditación


se enseña solo a personas con un compromiso espiritual y que cumplen ciertos
requisitos (como, por ejemplo, tener un adecuado comportamiento ético en su
vida cotidiana). No se enseña a la ligera a cualquiera e incluso se pide al
discípulo atravesar algunas pruebas, para comprobar si está o no preparado
para el camino que va a iniciar. Parece que no se quiere sembrar sobre un
terreno que no esté convenientemente abonado y asentado.

De las escuelas de meditación oriental han derivado ciertos métodos, más


accesibles para la mentalidad occidental, como son la Meditación
Trascendental, el Mindfulness o el Big Mind, entre otros. Un tema para
reflexionar sería sobre si estos métodos son o no auténticos métodos de
meditación o meros artilugios de control mental, introspección, relajación,
sugestión, etc.

En la actualidad, las técnicas más utilizadas en contextos científicos derivan de


un tipo de meditación budista que se llama Vipassana, que ha recibido el
nombre de Mindfulness, y que en castellano se ha traducido como “atención
plena”. El Mindfulness es el “método” con el que se han desarrollado más
trabajos de investigación, habiéndose producido un crecimiento exponencial de
publicaciones en los últimos años.

Estos trabajos de investigación nos muestran los efectos beneficiosos


del Mindfulness en numerosos trastornos psiquiátricos, como los trastornos de
ansiedad, la depresión, el TOC, en algunos trastornos de personalidad, en la
hiperactividad, en trastornos de la conducta alimentaria, en el insomnio, el
estrés, etc. (McGee, 2008).

Cuando, además, la meditación va ligada a un camino espiritual, como es el


caso del Budismo, el Dalai Lama nos cuenta que el meditar produce más
empatía, más compasión, más consciencia y el desarrollo de la capacidad de
amar incondicionalmente. De hecho, hay algunos estudios que afirman que
Matthieu Ricard[1],  un monje budista de origen francés, es el “hombre más
feliz del mundo”..
 
Por otro lado, nos encontramos con pocos datos, en publicaciones científicas,
sobre los posibles riesgos y contraindicaciones de estas técnicas, cuando hay
numerosos testimonios acerca de dificultades psicológicas sufridas en retiros de
meditación y complicaciones más graves, como cuadros psicóticos o incluso
suicidios. Además, ya nos han advertido acerca de posibles peligros los
maestros de las diferentes tradiciones espirituales. Por estos motivos,
intentaremos recopilar datos sobre los posibles “efectos adversos” que pueden
estar asociados a la práctica meditativa.
 
“EFECTOS ADVERSOS” ASOCIADOS A LA PRÁCTICA DE LA
MEDITACIÓN

Para facilitar su comprensión, en el presente artículo diferenciaremos tres tipos


de “efectos adversos” relacionados con la práctica de la meditación (ver Tabla
I):

1)    Efectos psicológicos negativos.


2)    Alteraciones psicopatológicas.
3)    Efectos espirituales “negativos”.

A continuación desarrollamos una explicación detallada de estos tres tipos de


efectos adversos:
 
1) Efectos psicológicos negativos:

Consistirían en reacciones psicológicas que producen malestar en el individuo,


en sus relaciones interpersonales, o en la forma de afrontar los problemas
cotidianos, pero no necesariamente desencadenan alteraciones psicopatológicas.

Por ejemplo, Shapiro (1992) encuentra en un estudio aumentos paradójicos en la


tensión emocional, aburrimiento, dolor, alteración del sentido de la realidad,
confusión y desorientación, ser más juzgador, tener menor motivación por la
vida, aumento o aparición de dolor y adicción a la meditación.
Epstein (2007) nos habla de una mayor obsesividad, dolores musculares,
aumento de la rigidez psicológica y mayor intelectualización como
consecuencia de la práctica de la meditación. Epstein (1988) también encuentra
intensas reacciones de transferencia hacia el maestro que suponen una
expectativa de fusión con el mismo (Epstein, 1988) o una excesiva “fijación
emocional” en el gurú (Chaudhuri, 1994), que pueden llevar a la sumisión,
dependencia emocional, dinámicas sectarias, etc.

Las reminiscencias narcisistas de etapas infantiles también pueden generar


sentimientos de superioridad y grandiosidad u otras fantasías, o sentimientos
de vacío por no conseguir llegar a la deseada perfección (Epstein, 1988).
Walsh & Roche (1979) hacen referencia a disociación y tensión muscular. Parece
ser que la disociación de las emociones puede dificultar la conexión con las
emociones ajenas, perdiéndose empatía hacia los estados emocionales de otros.

Otros efectos negativos pueden ser una excesiva introversión y aislamiento,


ensimismamiento, regresión a etapas más infantiles, o represión de la
sexualidad (Chaudhuri, 1994).

También se hace referencia a intensas reacciones emocionales (sollozar, gritar,


“ponerse histéricos”) y a la emergencia de recuerdos infantiles desagradables o
incluso traumáticos (Myers Owens, 1994)

Otro efecto psicológico negativo tiene más que ver con lo que se ha llamado by-
pass espiritual (Tart & Deikman, 1991), que consiste en recurrir a la
espiritualidad y sus prácticas para evadir los problemas de la vida cotidiana,
autoengañarse o no resolver los conflictos mediante métodos más adecuados
(como un tratamiento psicoterapéutico). En esta línea, Engler (1984, citado por
McGee, 2008) ha encontrado que algunas personas con estructuras de
personalidad narcisista o borderline pueden usar la meditación para llegar a ser
“puros” o para identificar los sentimientos de vacío y fragmentación con la
vacuidad o el desapego de la iluminación.
 
2) Alteraciones psicopatológicas.

En algunos casos se han detectado alteraciones psicopatológicas relacionadas


con la práctica de la meditación, como cuadros de ansiedad, e incluso crisis de
pánico (Walsh & Roche, 1979; Epstein & Lieff, 1981, McGee, 2008). También se
han dado reacciones de despersonalización, desrrealización, disociación,
alteraciones perceptivas y agitación (Walsh & Roche, 1979; Epstein & Lieff,
1981).

A otras personas se les ha desencadenado una intensa angustia por emergencia


de recuerdos traumáticos (Myers, 1994) o de emociones intensas negativas
(McGee, 2008), que quizás podrían llegar a desencadenar cuadros de estrés
agudo y posteriormente estrés postraumático.

Hay también datos de recaídas en pacientes esquizofrénicos o personas con


antecedentes de psicosis por drogas, al desencadenarse episodios psicóticos,
delirios o alucinaciones durante una práctica intensiva de meditación (Walsh &
Roche, 1979, McGee, 2008) y algunos psiquiatras hemos detectado en la práctica
clínica primeros brotes en personas en las que no se han detectado previamente
alteraciones psicóticas.

También se han producido una exacerbación de síntomas depresivos con algún


caso de intento de suicidio (Epstein & Lieff, 1981) o incluso algún  suicidio
consumado después de algún retiro intensivo de meditación.

La exacerbación de trastornos mentales o la aparición de alteraciones


psicopatológicas en personas que están realizando una práctica intensiva de
meditación podría deberse a dos motivos: por una parte, a una mayor
autoconsciencia por la práctica de la auto-observación (más en la meditación
tipo Mindfulness) y, por otra, a una reducción de las barreras mentales mediante
la relajación que produce la meditación. Ambos motivos podrían favorecer la
emergencia de problemas latentes en el sujeto que practica meditación y, como
consecuencia, desencadenar la aparición de los problemas psíquicos ya
mencionados (ver gráfico 1).
 
Gráfico 1

Hay que señalar explícitamente que hablamos de “problemas latentes” y no de


problemas que la meditación genere, aparentemente, por sí misma.

Las personas con una estructura de personalidad más frágil pueden ser más
susceptibles a sufrir diversas complicaciones como producto de la práctica
meditativa, pues como dice Engler (1983) (citado por McGee, 2008) “tienes que
llegar a ser alguien antes de no ser nadie”, es decir, hay que tener un yo
estructurado antes de buscar el vacío, la disolución del yo, etc. A todo esto
podemos añadir las dificultades que personas con una estructura de
personalidad límite pueden sufrir ante los rigores de una práctica de
meditación intensiva (Epstein y Lieff, 1981)
 
3) Efectos espirituales “negativos”

En todas las tradiciones se habla de los problemas que pueden surgir en el


camino espiritual o más específicamente en la práctica de la meditación.  Estos
“efectos espirituales negativos” nos señalan bien momentos difíciles, bien
situaciones que provocan o movilizan emociones negativas en relación con la
práctica espiritual, pero que pueden ser parte de un proceso en sí positivo, por
lo que entrecomillamos la palabra “negativos”.

Tenemos en cuenta este tipo de experiencias en el presente escrito porque


conviene hacer un adecuado diagnóstico diferencial entre problemas
psiquiátricos y alteraciones de tipo espiritual, que son compatibles con los
contenidos simbólicos y religiosos de las diversas culturas.

Algunos ejemplos en esta línea son: la “noche oscura del alma” de la que habla
San Juan de la Cruz, el tomar consciencia del mal que hay dentro de nosotros
(como señalan Santa Teresa y otros místicos de diversas tradiciones), “la
emergencia de la Kundalini”, la soberbia o vanidad espiritual (en la que uno
siente que está por encima de otros por haber llegado a un cierto nivel de
pericia espiritual o meditativa), las visiones (que hay que diferenciarlas de los
fenómenos alucinatorios), las crisis de fe, la adicción al trance (que algunos han
llamado “enfermedad del yogui” o que Santa Teresa llamó “pasmos largos”), la
“muerte” del ego (para mirar más allá de uno mismo y superar el
egocentrismo), la sensación de vacío, la “glotonería espiritual” (que tiene que
ver con la búsqueda compulsiva de experiencias paranormales, etc.
 

   Tabla I
 

Contraindicaciones de la práctica de la meditación

Ante las diferentes alteraciones que pueden surgir durante la práctica de la


meditación parece pertinente hablar de contraindicaciones, que serían, según
Shapiro (1994), las siguientes:

-       Antecedentes de cuadros psicóticos.


-       Vulnerabilidad a la psicosis (aunque en este caso tenemos el problema de
saber hasta qué punto es fiable la detección de dicha vulnerabilidad).
-       Personalidad esquizotípica.
-       Personalidad esquizoide.
-       Trastornos disociativos.
-       Trastornos somatoformes (hipocondriasis y somatización).

Este tipo de pacientes es posible que experimenten distrés o se vean


sobrepasados por lo que puede emerger en la experiencia de meditación.
Aunque por otra parte tenemos a personas con graves trastornos de
personalidad que refieren haber experimentado alivio de su sintomatología
mediante el Mindfulness, como cuando se aplica para pacientes con Trastorno
límite de la personalidad la Terapia Dialéctico-Comportamental de Marsha
Lineham. Quizás lo adecuado sea aplicar estas técnicas con una adecuada
supervisión psicológica y/o psiquiátrica y dentro de un programa de
tratamiento más amplio que la mera aplicación de técnicas de meditación.
 
Otros temas a tener en cuenta
La meditación se está aplicando en un contexto de psicoterapia que es
occidental, cuando la meditación tipo Mindfulnesssurge en una cultura oriental
con una finalidad distinta a la de un tratamiento de psicoterapia. La meditación
oriental tiene como finalidad principal el alcanzar la iluminación y no el alivio
de problemas psicológicos. Ante esto nos surge la pregunta de hasta qué punto
se puede trasplantar un método de una cultura a otra.

Por otra parte nos encontramos con duras críticas desde escuelas
psicoterapéuticas occidentales, como el psicoanálisis, que considera que la
meditación principalmente lleva a estados regresivos preedípicos, por lo que
nos dirige a encontrarnos con residuos narcisistas que convendría trabajar en el
ámbito de la psicoterapia (Epstein, 1988).

Aún resulta más duro en sus afirmaciones John Rowan (1996, p.119) cuando
dice:

 "Originalmente, la meditación formaba parte de un modelo único de individual


de desarrollo. En la actualidad, sin embargo, se la ha aislado de su contexto
original y se ofrece como un producto más de consumo, como si fuera una
especie de panacea universal, irrisoriamente barata y carente de efectos
secundarios. Tal vez quienes utilicen de ese modo la meditación consigan
aumentar su tranquilidad, su alegría e incluso su eficacia pero lo cierto es que
difícilmente alcanzarán la sabiduría. También es posible, por otra parte, que
estemos tratando de disfrazar de espiritualidad la introversión esquizoide, la
megalomanía, la vanidad y la dependencia.”
 
¿Estaremos los occidentales pervirtiendo la práctica de la meditación al servicio
de nuestros deseos egoístas? Quizás merezca la pena reflexionar acerca de ello.

En vista del boom que hay con la práctica de diferentes técnicas de meditación y
específicamente con la práctica del Mindfulness y la avalancha de publicaciones
mostrándonos sus bondades podemos preguntarnos:¿Por qué se habla tan poco
de estas experiencias negativas o de las complicaciones que puede generar la
meditación? ¿Hay personas que han de ser evaluadas previamente antes de
iniciar estas prácticas? ¿O se generan los efectos adversos por la aplicación, a la
ligera, de técnicas de contextos culturales diferentes al nuestro?

En este texto nos planteamos estas cuestiones con el objetivo de que nuestra
práctica psicopatológica tenga en cuenta estas posibilidades, para
diagnosticarlas, tratarlas y prevenirlas adecuadamente; estableciéndose un
adecuado diagnóstico diferencial  con las experiencias de tipo espiritual, que
más bien están relacionadas con el sistema de creencias y cultura del sujeto que
las vive, que con auténticas alteraciones psiquiátricas. De hecho, en el DSM V
ya aparece una categoría que se llama “problema religioso o espiritual” que se
ha de diferenciar de los diferentes trastornos mentales.
 
CONCLUSIONES

En relación con los datos recopilados en el presente texto, consideramos


pertinente llegar a las siguientes conclusiones:

- En algunas personas,  la práctica de la meditación puede tener riesgos para la


salud mental,  que parecen tener factores predisponentes que les hacen más
vulnerables ante dicha práctica.
- Es importante que quién enseña meditación tenga suficientes conocimientos
acerca de lo que está haciendo, experiencia y madurez, en relación con la
práctica meditativa y la práctica psicoterapéutica. Por lo que conviene que se
prescriba de forma cuidadosa y sea adecuadamente supervisada.

- Quien la practica (y obviamente quien la enseña) es importante que tenga un


yo mínimamente estructurado. En algunos casos podría ser preciso un trabajo
previo de maduración psicológica, que puede facilitarse mediante tratamiento
psicoterapéutico.

- Es importante tener en cuenta indicaciones, contraindicaciones y riesgos en


cada caso, lo que nos muestra la conveniencia de desarrollar más investigación
al respecto sin dejarnos cegar por las modas y por los prometedores resultados
de ciertos trabajos de investigación.
 
BIBLIOGRAFÍA

Chaudhuri, H. (1994). Psicología Yoga. En Tart C.T.: Psicologías transpersonales.


Paidós: Barcelona, p. 221-265.
Epstein, M. (1988). Meditation and the dilemma of narcissism. Journal of
Contemplative Psychotherapy, 5, 3-19.
Epstein, M. (2007). Psychotherapy without the Self: A Buddhist perspective. Yale
University Press, New Haven.
McGee (2008). Meditation and Psychiatry. Meditation and
Psychiatry. Psychiatry, 5(1), 28-41.
Myers Owens, C. (1994). El Budismo Zen. En Tart C.T.: Psicologías
transpersonales. Paidós: Barcelona, p. 149-193.
Rowan, J. (1997). Lo Transpersonal. Psicoterapia y Counselling. La Liebre de Marzo:
Barcelona.
Shapiro, D.H. Jr. (1992). Adverse effects of meditation: a preliminary
investigation of long-term meditators. Int J Psychosom, 39(1-4), 62-67.
Shapiro, D.H. Jr. (1994). Examining the content and context of meditation: a
challenge for psychology in the areas of stress management. Psychotherapy and
Religion Values, 34(4), 101-135.
Tart, C.; Deikman, A.J. (1991). Mindfulness, Spiritual Seeking and
Psychothrapy. The Journal of Transpersonal Psychology, 23, 1, 29-52.
Walsh, R., Roche L. (1979). Precipitation of acute psychotic episodes by
intensive meditation in individuals with a history of schizophrenia). Am J
Psychiatry 136(8): 1085-1086.
 

[1]  Noticia en el diario “El Mundo”: “Declarado el hombre más feliz del
planeta” por David Jiménez. Link a la
noticia: http://www.elmundo.es/magazine/2007/395/1176906666.html

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