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Otro efecto psicológico negativo tiene más que ver con lo que se ha llamado by-
pass espiritual (Tart & Deikman, 1991), que consiste en recurrir a la
espiritualidad y sus prácticas para evadir los problemas de la vida cotidiana,
autoengañarse o no resolver los conflictos mediante métodos más adecuados
(como un tratamiento psicoterapéutico). En esta línea, Engler (1984, citado por
McGee, 2008) ha encontrado que algunas personas con estructuras de
personalidad narcisista o borderline pueden usar la meditación para llegar a ser
“puros” o para identificar los sentimientos de vacío y fragmentación con la
vacuidad o el desapego de la iluminación.
2) Alteraciones psicopatológicas.
Las personas con una estructura de personalidad más frágil pueden ser más
susceptibles a sufrir diversas complicaciones como producto de la práctica
meditativa, pues como dice Engler (1983) (citado por McGee, 2008) “tienes que
llegar a ser alguien antes de no ser nadie”, es decir, hay que tener un yo
estructurado antes de buscar el vacío, la disolución del yo, etc. A todo esto
podemos añadir las dificultades que personas con una estructura de
personalidad límite pueden sufrir ante los rigores de una práctica de
meditación intensiva (Epstein y Lieff, 1981)
3) Efectos espirituales “negativos”
Algunos ejemplos en esta línea son: la “noche oscura del alma” de la que habla
San Juan de la Cruz, el tomar consciencia del mal que hay dentro de nosotros
(como señalan Santa Teresa y otros místicos de diversas tradiciones), “la
emergencia de la Kundalini”, la soberbia o vanidad espiritual (en la que uno
siente que está por encima de otros por haber llegado a un cierto nivel de
pericia espiritual o meditativa), las visiones (que hay que diferenciarlas de los
fenómenos alucinatorios), las crisis de fe, la adicción al trance (que algunos han
llamado “enfermedad del yogui” o que Santa Teresa llamó “pasmos largos”), la
“muerte” del ego (para mirar más allá de uno mismo y superar el
egocentrismo), la sensación de vacío, la “glotonería espiritual” (que tiene que
ver con la búsqueda compulsiva de experiencias paranormales, etc.
Tabla I
Por otra parte nos encontramos con duras críticas desde escuelas
psicoterapéuticas occidentales, como el psicoanálisis, que considera que la
meditación principalmente lleva a estados regresivos preedípicos, por lo que
nos dirige a encontrarnos con residuos narcisistas que convendría trabajar en el
ámbito de la psicoterapia (Epstein, 1988).
Aún resulta más duro en sus afirmaciones John Rowan (1996, p.119) cuando
dice:
En vista del boom que hay con la práctica de diferentes técnicas de meditación y
específicamente con la práctica del Mindfulness y la avalancha de publicaciones
mostrándonos sus bondades podemos preguntarnos:¿Por qué se habla tan poco
de estas experiencias negativas o de las complicaciones que puede generar la
meditación? ¿Hay personas que han de ser evaluadas previamente antes de
iniciar estas prácticas? ¿O se generan los efectos adversos por la aplicación, a la
ligera, de técnicas de contextos culturales diferentes al nuestro?
En este texto nos planteamos estas cuestiones con el objetivo de que nuestra
práctica psicopatológica tenga en cuenta estas posibilidades, para
diagnosticarlas, tratarlas y prevenirlas adecuadamente; estableciéndose un
adecuado diagnóstico diferencial con las experiencias de tipo espiritual, que
más bien están relacionadas con el sistema de creencias y cultura del sujeto que
las vive, que con auténticas alteraciones psiquiátricas. De hecho, en el DSM V
ya aparece una categoría que se llama “problema religioso o espiritual” que se
ha de diferenciar de los diferentes trastornos mentales.
CONCLUSIONES
[1] Noticia en el diario “El Mundo”: “Declarado el hombre más feliz del
planeta” por David Jiménez. Link a la
noticia: http://www.elmundo.es/magazine/2007/395/1176906666.html