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Caso H.

H. tiene 5 años. Es el menor de dos hermanos. En este momento no va al kínder


porque tuvo problemas en su escuela y está en trámites para ingresar a otra
institución.

Este es el motivo de consulta. H. es agresivo con sus compañeros. Especialmente con


A., a quien encerró en el baño y le dijo que ahí se quedaba con chuky, y se salió. El otro
niño se asustó tanto que ya no quiere ir a la escuela. Debido a sus antecedentes, la
maestra solicita a la mamá de H. que se cambie de escuela y que asista a servicio de
psicología.

La madre asiste a regañadientes. Considera que la maestra exagera la situación y que


prefiere al otro niño, de manera que las sanciones responden a motivos personales
tanto de la madre del otro niño como de la maestra.

Respecto a la historia del niño, la madre comenta que el embarazo fue feo, porque se
sentía mal constantemente, todo el tiempo estaba cansada y con malestares físicos:
dolores en la espalda, piernas, fatiga y escalofríos. No realizó el control perinatal
estrictamente, debido a problemas económicos originados por la ausencia del padre.
Recuerda que al anunciar el embarazo, su esposo se mostró sorprendido. No fue un
embarazo planeado pero sí deseado por ambos. No obstante, el esposo continuó con
altos consumos de alcohol de manera que para los últimos meses, la relación volvió a
ser violenta como siempre. Él le pegaba aunque se “detenía” por el bebé.

Cuando H. iba a cumplir un año, sus padres se separaron debido a que el padre fue
infiel. A partir de este momento, prometieron no volver y la madre limitó las visitas al
padre, sin solicitar pensión o acudir a algún trámite legal.

Esta condición duró hasta el tercer año. Se limitó ya que el padre amenazó a la mamá
de levantar una demanda para adquirir la custodia del infante. En respuesta, la mamá
solicitó apoyo económico, condición que el padre aceptó y cumplió progresivamente.

Debido a este nuevo acuerdo, comenzaron a frecuentarse nuevamente y decidieron


reanudar la relación. Cuando decidieron volver a vivir juntos, H. tenía ya poco más de 4
años cumplidos.

Una vez juntos, a consideración de la madre, la relación mejoró. Acordaron ciertas


reglas, entre ellas, que él debía dejar de beber y que ella limitaría las visitas a la familia
de su madre. Actualmente tienen 8 meses con ese acuerdo y H. ha cumplido ya 5 años.
El acuerdo se ha cumplido medianamente, ya que ocasionalmente el padre bebe, pero
ya no le pega, sólo discuten y para desquitarse, ella se va con su mamá durante unos
días.
H. es un niño de complexión delgada. A la entrevista, ambos acuden con ropa informal.
Él luce desaliñado: lleva la cara sucia, sus uñas están largas y la ropa está mal
acomodada. La playera está más arriba de un lado que del otro y el pantalón lleva un
lado metido en el tenni. Su pronunciación es entrecortada, parece que hablara como si
se le fuera acabando el aire de a poco. Se le dificulta pronunciar la R.

Conmigo al principio se muestra desconfiado, se acerca a la pierna de su mamá y la


abraza, mirándome con miedo. La madre lo empuja del hombro y le dice que se queda
conmigo, que luego va por él y que si quiero me lo regala. H. gesticula a modo de
llanto y le digo que no tiene nada que temer, que pronto volverán por él porque solo
estaremos un rato.

A regañadientes, H. cede. Al principio es renuente, habla poco y solo contesta sí y no.


Para la siguiente sesión, está más tranquilo, se acuerda de mí y me saluda efusivo. Me
cuenta que de grande quiere ser jinete y montar toros, por lo que pedirá a su padrino
un par de botas para montar. Hace ademán de brincar por el espacio. Se acerca a la
mesa y sin mirarme, empuja por la mesa una basurita que no sé dónde la encontró. Le
pregunto a qué juega y dice que nada, por lo que le sugiero que juguemos futbol de
dedos y nos aventamos la basurita con las manos, despacito para que podamos
alcanzarla. Al principio se ríe y parece que disfruta, pero interrumpe, aplasta la pelotita
y dice que ya fue suficiente, ahora debe morir porque ya fue mucho por hoy.
Respondo que seguramente la pelotita debía estar contenta de jugar con nosotros por
lo que deberíamos darle otra oportunidad. Mira la pelotita, se ríe, la vuelve a formar y
la guarda en su bolsa del pantalón. Ahora dice que la pelota está cansada. Le respondo
que entonces hay que llevarla a dormir para que descanse.

Se retira de la sesión y antes de marcharse pregunta si seguiremos jugando para la


otra ocasión. Asiento y le pido cuidar a la pelota.

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