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CUIDADO DE LA SALUD FÍSICA, MENTAL Y EMOCIONAL DE LOS

ESTUDIANTES

I. DESARROLLO

Durante la pandemia se incrementó el número de estudiantes que expresan tener


emociones negativas que afectan su desempeño escolar, su relación familiar y con
sus amistades. El temor por contagiarse por la enfermedad, el aislamiento social o
la pérdida de un ser querido, puede traer consigo sentimientos de angustia, estrés,
tristeza y depresión con mayor presencia entre los jóvenes. Para quienes atraviesan
situaciones similares es crucial hacerles saber que no están solos.

El bienestar físico, mental y emocional es esencial para la salud integral. Al ayudar


a los estudiantes a adoptar estrategias saludables para hacer frente a situaciones
difíciles, como maestros podemos prepararlos para que triunfen en la lucha contra
el estrés y las circunstancias difíciles en el futuro. Esta actividad ayuda a promover
la conciencia plena y enseña a los estudiantes a poner en práctica conductas que
mejoran la salud, las cuales pueden contribuir a un mejor manejo del estrés y
ansiedad.

Por tanto el bienestar de los estudiantes es resultado de procesos complejos en los


que participan múltiples agentes, mismos que van cambiando conforme el individuo
va creciendo. Mientras en edades tempranas el desarrollo emocional recae
fundamentalmente en la familia, esto cambia en la adolescencia y la juventud,
etapas en las que los círculos de amistades, el entorno escolar y los agentes que
de este participan toman un rol más determinante.

Una de las tantas enseñanzas que nos ha dejado esta pandemia es la innegable
importancia de la salud física, mental y emocional. El confinamiento que hemos
tenido que asumir puede tener un fuerte impacto en los pensamientos y
comportamientos sociales tanto de adultos, como de los más pequeños.

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Los cambios de rutina y la presión por ajustarse a esta nueva realidad, pueden
causar estrés y desmotivación en los estudiantes, además de perjudicar su salud,
autoestima y hasta la forma de ver el mundo. Los más pequeños no cuentan aún
con las habilidades socioemocionales de un adulto, por lo que es fundamental
trabajar con ellos en el control de sus emociones y ser una guía en este proceso tan
desafiante para todos.

Uno de los primeros aspectos a tomar en cuenta es la condición familiar del


estudiante, algunos deben lidiar con dificultades al interior de su núcleo familiar o
se encuentran en una situación socioeconómica complicada. Será importante
establecer límites en la ayuda que se le puede brindar, pues algunos inconvenientes
no pueden ser solucionados por los maestros o simplemente se salen de sus
manos. En este punto el maestro debe ser empático y hacerle saber al estudiante
que se encuentra a su disposición para hablar, así como estar al tanto de los
servicios de apoyo psicológicos o económicos que ofrezca la unidad educativa a la
que pertenece para poder entregar una información acertada.

Es importante comprender el miedo y la incertidumbre de algunos ante la


enfermedad o ante un posible contagio, debemos hacerles saber que la situación
actual es temporal y que en algún momento todo volverá a ser como antes para
ayudarlos a mantenerse motivados. Este tipo de situaciones pueden ser las
indicadas para incentivar actividades de cuidado personal, como el lavado de
manos, dientes y las duchas, que no solo los ayudarán a tomar conciencia de su
cuerpo y evitar enfermedades, sino a tener rutinas que hagan su día más llevadero.
Estas rutinas de cuidado personal y ejercicio son importantes para los estudiantes
más pequeños, ya que para ellos es crucial el poder compartir y jugar con otros
estudiantes. Igual de importante será incentivar los buenos hábitos alimenticios e
implementar rutinas de ejercicio de al menos una hora diaria.

Experiencias como esta pandemia pueden tener repercusiones a largo plazo en la


salud mental de los más jóvenes, pero mantener rutinas y hábitos saludables puede
ayudar a lidiar con la incertidumbre, el aburrimiento, la depresión y enfrentar los
nuevos retos escolares. Ahora más que nunca es importante enseñarles a los
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estudiantes a desarrollar técnicas de autocontrol que les permitirán llevar una vida
estable y saludable.

El desarrollo y cuidado físico, mental y emocional de los estudiantes, debe ser algo
que compartamos como maestros, sin importar si nuestras clases son teóricas,
prácticas, formativas o profesionalizantes, para lo cual comparto algunas prácticas
que podemos realizar en el aula junto a los estudiantes, entre ellos están:

1. Preguntarles ¿Cómo se sienten?

Podrá sonar muy simple, pero si al inicio de cada clase lo incluimos como parte de
nuestra rutina preguntar a tus estudiantes cómo se sienten, notaremos que poco a
poco se familiarizan con expresar su sentir; y con ello, lo que les gusta, sienten o
les molesta. Posteriormente hacer una encuesta sencilla, dando tres o cuatro
opciones de categorías de emociones comunes, por ejemplo:

1. En calma, relajación, serenidad;


2. Cansado, desanimado, con flojera;
3. Con nerviosismo, enojo, frustración o miedo;
4. Con alegría, emoción y entusiasmo.

Después de hacer este sencillo sondeo contaremos con información relevante sobre
el estado de ánimo del grupo, tendremos la oportunidad de preguntarles la razón de
sus emociones, y descubriremos si la situación es por un buen día o mal día, o tiene
que ver con algo repetitivo que puede afectar el desarrollo de nuestra clase. Por
ejemplo: que lleguen con hambre, el horario de clase o que tengan una clase antes
que de nosotros que les deja agotados. Lo importante es tener información que nos
permita emprender acciones para mejorar el estado de ánimo del grupo para
nuestra clase, y sobre todo que los estudiantes perciban que nos interesa realmente
saber cómo se sienten y hacer algo al respecto.

2. Mostrarles que nos interesa conocerlos

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Desde los primeros días de clase es recomendable invertir un tiempo para hacerles
saber que nos interesa conocerlos. No esperemos todo el semestre para descubrir
quiénes son y qué les importa, ya que esto puede ser fundamental para detonar el
compromiso de los estudiantes con nuestra clase. Preguntarles cómo les gustaría
que nos dirijamos hacia cada uno de ellos, identificar quienes son foráneos, de qué
lugares son, e incluso, cuándo es su cumpleaños. Conocer esta sencilla información
nos permitirá entablar una relación más cercana con ellos, fortaleciendo su vínculo
con el grupo. Tenemos que dedicar un momento de nuestra clase para felicitar a los
cumpleañeros de la semana, lo que les hace saber que estamos al tanto de quienes
son y que esto es importante para nosotros.

3. Considerar sus necesidades

Un error en el que solemos caer es creer que los estudiantes son quienes deben
adaptarse a nuestros tiempos y nuestras agendas de forma exclusiva, cayendo en
un grado de incomprensión de sus necesidades y posibilidades. Recordemos que
los estudiantes no tienen únicamente nuestra clase, por lo que debemos respetar
sus propios procesos de distribución de tiempo y agenda de actividades. Para este
punto, es recomendable que nuestro curso esté lo más estructurado posible desde
el inicio del semestre, que planteemos las reglas de forma clara y que los
estudiantes sepan qué actividades realizarán en el periodo y cuando son las fechas
de entrega. En mi caso, no es raro que haya estudiantes que adelanten tareas o
evidencias en las primeras semanas del semestre, buscando prevenir aquellos
momentos en que se les carga el trabajo en otros cursos. Con este tipo de acciones,
los estudiantes podrán adaptar sus entregables a sus tiempos, respetando límites,
pero pudiendo programarse según sus necesidades.

4. Promover que se conozcan entre los compañeros

Si algo nos ha quitado la pandemia, es la oportunidad del contacto humano.


Recordemos que las unidades educativas son espacios de aprendizaje y también
son entornos de socialización, por lo que es muy importante que, dentro de una
visión integral, promovamos que los estudiantes se relacionen, platiquen,
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interactúen y construyan diálogos sociales. Una práctica que llevo a cabo en mis
grupos es que al inicio de la clase dos personas se pregunten algo sobre sus
hobbies, gustos o intereses, así como promover que los primeros minutos de los
trabajos colaborativos, se dediquen a conocerse un poco. Una competencia
relevante para todo profesionista es poder entablar relaciones sociales saludables,
por lo que nuestras aulas pueden ser espacios idóneos para desarrollar estas
habilidades.

5. Promover momentos de retroalimentación

Una parte fundamental de toda clase son los momentos de retroalimentación que
tenemos con nuestros estudiantes, sin embargo, debemos promover que estos
espacios de diálogo no sean únicamente para dar información sobre un entregable
o una tarea, sino que también, sean parte de un entorno de charla e interacción
entre nosotros como maestros y nuestros estudiantes. No es extraño que los
estudiantes sientan confianza con algunos maestros para preguntarles cosas sobre
su futuro o platicarles algo que les está pasando, exponiendo la necesidad que a
veces tienen de expresar cómo se sienten y hablar con alguien con quien sienten
seguridad.

Es importante señalar que con esta práctica no se pretende promover que nos
metamos en la vida de nuestros estudiantes y sus problemas, sino más bien, que
tengamos apertura de escuchar lo que tienen que decirnos y si es necesario
derivarlos con alguien que pueda ayudarles en sus necesidades. Personalmente
mis estudiantes saben que pueden pedirme tutoría cuando ellos gusten, las cuales
pueden ser sobre la clase o para platicarme lo que quieran. De esta práctica he
podido apoyar a estudiantes derivándolos con especialistas del área de bienestar
estudiantil para temas de orientación vocacional, situaciones de violencia de género
y atención emocional.

II. CONCLUSIÓN

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En conclusión la salud física, mental y emocional usualmente se relaciona con la
labor que realizan los psicólogos, sin embargo, agentes sociales como la familia y
las unidades educativas son un gran apoyo. Es por ello por lo que, los maestros
debemos ser una pieza fundamental para el desarrollo integral de nuestros
estudiantes, ya que pasan gran parte del tiempo en los centros educativos. Lo que
sucede en el aula es determinante para la percepción que tienen los estudiantes de
su entorno y cómo interactúan como parte de este. Sumando el esfuerzo de todos
podemos contribuir a mejorar el bienestar de los estudiantes.

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