Está en la página 1de 13

UNIDAD IV: modelos humanistas.

TERAPIA GESTALT.

PERLS, F. Cap. 4. Terapia del aquí y ahora.


Para la psicoterapia ortodoxa, el neurótico es una persona que una vez tuvo un problema y la meta de la
psicoterapia es la resolución de este problema pasado. Desde el punto de vista guestáltico, no es solo una persona
que una vez tuvo un problema, es una persona que tiene un problema continuado, aquí y ahora, en el presente.
Aunque tal vez el modo en que se comporta hoy esté relacionado con este problema pasado, sus dificultades de hoy
se relacionan con el modo en que se comporta hoy.
El objetivo de la terapia debe ser darle al paciente los medios para resolver sus problemas actuales y los que
pudieran surgir en el futuro. Esa herramienta es el autoapoyo y esto lo logra enfrentándose consigo mismo y con sus
problemas con todos los medios a su alcance en el momento inmediato. Si logra darse cuenta plenamente en todo
instante de sí mismo y de sus acciones en todos los niveles –fantasía, verbal o físico- podrá ver cómo se producen sus
propias dificultades. Podrá también ver cuáles son sus dificultades del momento y ayudarse a resolverlas en el
presente en el aquí y ahora. Cada problema solucionado hace más fácil la resolución del próximo, ya que cada solución
aumenta su autoapoyo.
El neurótico es una persona cuyas dificultades hacen que su vida presente sea un fracaso. Es una persona
crónicamente dedicada a autointerrumpirse, que tiene un sentido de la identidad inadecuado, que tiene los medios
inadecuados de autoapoyo, su homeostasis psicológica está descompuesta y su comportamiento es el resultado de
esfuerzos mal dirigidos orientados a lograr el balance.
Para el neurótico es difícil participar plenamente en el presente porque interfieren sus asuntos inconclusos
del pasado. Sus problemas existen en el aquí y ahora y, sin embargo, frecuentemente hay solo una parte de él aquí
para encararlos. Mediante la terapia gestáltica, que es una terapia del aquí y ahora, el paciente debe aprender a vivir
en el presente, debe tomar conciencia de que sus problemas son cosa del pasado, debe lograr cerrar el libro de sus
problemas pasados en el presente.
Como terapia vivencial, la terapia gestáltica exige que el paciente se vivencie en el aquí y ahora. Le pedimos
que se dé cuenta de sus gestos, de su respiración, de sus emociones, de su voz, de su expresión facial y de sus
pensamientos apremiantes. Cuando más se dé cuenta de sí mismo, más aprenderá acerca de lo que es él mismo. A
medida que vivencia los modos en que evita “ser” ahora, comienza a vivenciar el sí mismo que ha interrumpido. En
este proceso el terapeuta se guía por lo que observa del paciente.
La frase central con la cual le pedimos al paciente que empiece la terapia y que mantenga en su transcurso es
“ahora me doy cuenta”. Una vez que se usa el ahora, le será fácil usar el tiempo presente todo el tiempo. Abre nuevas
posibilidades de acción. Tanto el darse cuenta, como el contacto y el presente son aspectos diferentes de un único
proceso: la autorrealización.
¿Cómo funciona este “ahora me doy cuenta”? ¿Cómo es la terapia del “aquí y ahora” en acción? Por ejemplo,
en el caso de un neurótico cuyo asunto inconcluso es el duelo incompleto de su padre muerto, donde el paciente actúa
como si el padre estuviera vivo y lo guiara. Para poder participar plenamente del presente tiene que despedirse de
una vez por todas de su padre. Y para hacerlo tiene que ir al lecho de muerte y encarar el alejamiento. Tiene que
transformar su pensamiento del pasado en acciones en el presente. No lo puede hacer como un relato de escena,
tiene que vivirla de nuevo. Tiene que pasar por lo mismo una vez más y asimilar los sentimientos interrumpidos. No
basta con recordar, tiene que volver psicodramáticamente. Lo importante es el evento inconcluso, que espera ser
asimilado e integrado. Es aquí y ahora, en el presente, donde debe llevarse a cabo esta asimilación.

1
La técnica de concentración (el darse cuenta focalizado).
Nos da una herramienta de terapia en profundidad, más que en extensión. Concentrándose en cada síntoma,
en cada área del darse cuenta, el paciente aprende muchas cosas de sí mismo y de su neurosis. Aprende lo que está
vivenciando, cómo lo está vivenciando, cómo son sus sentimientos y comportamientos en un área y cómo en otras
áreas.
Por ejemplo, en el caso de una clásica manifestación psicosomática como “el dolor de cabeza”: les pedimos a
los pacientes en primer lugar, que localicen el dolor y que permanezcan con él. Les pedimos que se concentren en el
dolor, no que se deshagan de él. En el comienzo, solo algunos pueden soportar la tensión. La mayoría tiende a
interrumpir inmediatamente dando explicaciones, haciendo asociaciones o descalificaciones a nuestro trabajo. El
terapeuta tendrá que cambiar estas interrupciones en funciones “yo”.
Finalmente será capaz de quedarse con sus dolores. Este quedarse es una apertura a la posibilidad de
desarrollar contacto con el sí mismo. Podrá descubrir que ha estado contrayendo algunos músculos. Verá que puede
crear o intensificar sus propios dolores. En vista de sus descubrimientos puede decir: “es como si estuviera
contrayendo la cara para no llorar”. El terapeuta podría preguntar si le gustaría llorar y puede que estalle en llanto.
Aparentemente su dolor de cabeza era una interrupción de la necesidad de llorar. Mediante la técnica de la
concentración ha aprendido a participar plenamente en al menos una experiencia del ahora. Al mismo tiempo, ha
aprendido algo acerca del proceso de interrupción y de cómo estas interrupciones se relacionan con la totalidad de su
experiencia. Ha descubierto uno de sus medios de manipulación.

El proceso de interrupción.
El neurótico es un autointerruptor. Lo que corresponde abordar en terapia no es el material censurado, sino,
el acto mismo de censurar, la forma que toma la autointerrupción. No se puede trabajar desde dentro hacia afuera,
sino desde afuera hacia adentro.
¿De qué manera el neurótico ha llegado a convertirse en un autointerruptor? Los mecanismos neuróticos de
la introyección, la proyección y la retroflexión son mecanismos de introyección y muchas veces se desarrollan en
respuesta a interrupciones provenientes del mundo exterior. En el ser humano, la transición del apoyo externo (la
madre) al autoapoyo, es más complicado que en los animales.
Debido a que nos vemos forzados a aprender tanto a través de la educación como usando nuestros instintos
heredados, nos falta gran parte de la intuición animal respecto de lo que es el procedimiento adecuado. En lugar de
esto, el procedimiento adecuado se establece por fantasías compuestas que se van pasando modificadas de
generación en generación. Son más que nada funciones de apoyo para el contacto social, como los modales y los
códigos de conducta. Estos procedimientos son interrupciones del proceso en transcurso que, si lo dejáramos a su
propio destino, llevaría al autoapoyo.
¿Debiéramos entonces seguir una política de total no interrupción? No, pero sí aprender a enfrentar las
interrupciones. El problema más serio comienza cuando los padres interfieren con la maduración del niño, ya sea
mimándolo o interrumpiendo sus intentos de comenzar su propia orientación, o siendo sobreprotectores,
destruyendo con ello su confianza en su propia capacidad de sostenerse a sí mismo dentro de los límites de su
desarrollo.
Introyección. Nuestros pacientes llegan a nosotros habiendo incorporado las interrupciones de sus padres en sus
propias vidas, y esto es introyección (ej. dicen “los hombres grandes no lloran”).
Proyección. Llegan hasta nosotros habiéndose despojado de las partes ofensivas de sí mismos y esto es proyección
(ej. dicen “estos malditos dolores de cabeza, ¿por qué tendré que sufrir yo de ellos?”).
Retroflexión. Puede que conviertan las cualidades que sus padres consideraban y las manifestaciones que acarreaban
en contra de sí mismos, y esto es retroflexión (ej. dicen “debo controlarme, no debo llorar”).

2
Confluencia. Puede que hayan llegado a tal grado de confusión con las interrupciones de sus padres que renuncian
completamente a su identidad y se olvidan de la diferencia y la relación existente entre sus necesidades internas y los
medios externos de satisfacerlos, y esto es confluencia (ej. dicen “siempre que me gritan me da dolor de cabeza”).

El proceso terapéutico.
Es el establecimiento del sí mismo mediante la integración de las partes disociadas de la personalidad. Debe
llevar al paciente al punto en que ya no se siga interrumpiendo a sí mismo, es decir, hasta el punto en que ya no es
neurótico. ¿Cómo podemos llegar a esto sin interrumpir? Lo que corresponde hacer es percatarnos y tratar con los
cómo de cada interrupción, antes que, con el censurador, es decir, con el porqué de la interrupción. No hay necesidad
de adivinar o interpretar. Escuchamos la interrupción de una frase o nos percatamos de que el paciente contiene el
aliento o empuña una mano o mueve sus piernas como para patear.
A medida que el paciente se da más y más cuenta de cómo se interrumpe a sí mismo, se dará más cuenta de
lo que está interrumpiendo. En el ejemplo del dolor de cabeza, concentrándose en las interrupciones, el paciente llega
a darse cuenta de que se está interrumpiendo a sí mismo y de lo que está interrumpiendo (la necesidad de llorar).
También llega a ser capaz de disolver sus interrupciones y a vivir y concluir una experiencia inconclusa (llora por un
duelo).
Consiguiendo que nuestros pacientes se den cuenta, en el aquí y ahora, que están interrumpiendo y cómo
estás interrupciones los afectan, podemos llevarlos a verdaderas integraciones. Les podemos dar la oportunidad de
ser ellos mimos. Esto les dará una verdadera apreciación de ellos mismos y de los demás y les permitirá hacer un buen
contacto con el mundo, porque sabrán dónde está el mundo. Entender significa ver la parte en relación con el todo.

PERLS. F. Cap. 5. Pelando la cebolla.


La técnica del “darse cuenta” por si sola produce valiosos resultados terapéuticos. Si el terapeuta se viera
limitado en su trabajo a hacer solamente tres preguntas (y dos más), tendría éxito con todos, menos con los más
perturbados de sus pacientes. Estas tres preguntas, que son reformulaciones de la afirmación “ahora me doy cuenta”
son:
- ¿Qué estás haciendo?
- ¿Qué es lo que sientes?
- ¿Qué es lo que quieres?
- ¿Qué estas evitando?
- ¿Qué es lo que esperas?
El terapeuta con una mayor área del darse cuenta, puede ver el comportamiento como una función de la
personalidad total. Puede ayudar la paciente en el descubrimiento de sí mismo actuando como un espejo ampliador.
El terapeuta no puede hacer descubrimientos para la paciente. Por medio de sus preguntas, puede llevar al paciente
a ver su comportamiento con más claridad y puede ayudarle a determinar por sí mismo lo que su comportamiento
representa.
Todo lo que el paciente hace, obvio o escondido, es una expresión de sí mismo, estos son los únicos elementos
verdaderos con los cuales el terapeuta tiene que trabajar. Sus ideas preconcebidas no ayudaran en absoluto al
paciente. Las preguntas del terapeuta estarán basadas en su observación y dirigidas a traer ciertos factores dentro
del campo del darse cuenta del paciente. Se trata de hacer preguntas en lugar de hacer afirmaciones, de modo que el
peso del reconocimiento y la acción sea colocado donde corresponde, en el paciente. Sus preguntas son traducciones
de sus observaciones.
La gran mayoría de las preguntas que hace el paciente son reducciones del intelecto, relacionadas con la
noción de que las explicaciones verbales son un sustituto del entender. Hay que frustrar las preguntas del paciente y
devolvérselas, con el fin de devolverle al paciente sus propios recursos. Nuestra técnica es pedirle al paciente que
transforme sus preguntas en proposiciones o afirmaciones (que derivan en nuevas preguntas).

3
Lo que el paciente hace a través de esos mecanismos es evitar la responsabilidad que le cabe por su
comportamiento. Equipara “responsabilidad” con culpa: teme ser culpado y, a la vez, está listo para culpar, parece
que estuviera diciendo “yo no soy responsable de mis actitudes, es mi neurosis”. Pero “responsabilidad” en realidad
significa habilidad de responder, responsa – habilidad, la habilidad para elegir las reacciones propias.
El terapeuta siempre puede trabajar con los eventos del presente, ya sea en la actualidad física o en fantasía.
Puede integrar inmediatamente lo que surge en el curso de la sesión y no debe permitir que las situaciones inconclusas
se vayan acumulando. El terapeuta puede trabajar con vivencias y no tan solo con verbalizaciones y recuerdos.
Sin embargo, hay un problema en la terapia gestáltica, dificultad que también está presente en las demás
terapias: y es que el paciente se adapta a nuestra técnica, entonces, puede que empiece a manipular al terapeuta con
experiencia fabricadas e irrelevantes solo para agradar y, al mismo tiempo, evitar el encararse con sus propias
dificultades. Entonces, el énfasis de la terapia tiene que trasladarse del tener vivencias al inventar vivencias. El
terapeuta tendrá entonces que encarar esa actitud de invención. No hay que perder de vista que la tarea consiste en
revisar cada sesión en términos de una aplicación sistemática de la técnica del darse cuenta.
El objetivo de la terapia es darle al paciente una herramienta – autoapoyo- con lo cual pueda resolver sus
propias dificultades. Sin embargo, podemos abrir solamente una puerta a la vez, podemos pelar la cebolla quitándole
solamente una tela a la vez: cada capa es arte de la neurosis y en la medida en que es tratada, el problema se modifica,
y a medida que cambia el problema, también cambian las necesidades específicas. Tras cada uno de los pasos del
camino, el paso siguiente se hace más fácil de dar, esto debido a que en cada sesión el autoapoyo ha aumentado un
poco. Las capas de la neurosis son:
Estrato falso:
 Se juega a representar roles. Desaparee la espontaneidad.
 Es el estrato del “como sí”, actuar en función de la fantasía creada por sí mismo.
Estrato fóbico:
 Se toma contacto con los “no debo” internos, que impiden ser realmente como se es.
 Se evita tomar riesgos para evitar las fantasías catastróficas.
Estrato del impasse:
 Se vivencia el estado de “nada” (nadidez).
 Aparecen sensaciones de vacío y desconcierto.
Estrato implosivo:
 Primacía del estado de parálisis, vivencia de irse hacia adentro.
 Se implota la energía vital contraída al interior.
Estrato explosivo:
 La persona ya puede expresar sus emociones en forma honesta y auténtica.
 Hay 4 modos de explosión: estallidos de alegría, estallidos de tristeza, estallidos de orgasmo, estallidos de ira.

PERLS. F. Cap. 6. Ir y venir, sicodrama y confusión.


Habiendo reconocido la relación entre fantasía y realidad, podemos aprovechar de lleno la fantasía entre
terapia. Trátese de fantasía verbalizada o una fantasía escrita, o una fantasía actuada como el sicodrama. Podemos
jugar al sicodrama con nuestros pacientes y también les podemos pedir que juegue por si solos, juego que
denominamos “monoterapia”.
En la monoterapia el paciente crea su propio escenario, sus propios actores, sus bastidores, su dirección y su
expresión. Esto le da la oportunidad de percibir que todo lo que fantasea está en él, y además le da la oportunidad de
ver los conflictos que hay dentro de él.
En el IR Y VENIR, por ejemplo, se le pide al paciente que ponga atención alternadamente en su respiración y
luego en sus músculos, hasta que la relación entre ambos se hace manifiesta y el paciente puede nuevamente respirar
libremente. El ir y venir nos ayuda a destruir configuraciones de confluencia. El tiempo en la sesión siempre se

4
considera como perteneciente al aquí y ahora, darse cuenta sólo puede transcurrir en el presente (aunque al revivir y
visualizar un recuerdo quede la sensación de que es algo pasado).
Hay que destacar que las cuestiones temporales no son válidas para lo que llamamos las propiocepciones, las
sensaciones internas, las sensaciones musculares kinestésicas, etc. Las sensaciones propioceptivas no tienen tiempo y
únicamente pueden vivenciarse en el aquí y ahora. Por lo tanto, si hacemos el ejercicio de “ir y venir” entre una
visualización y una propiocepción, podremos llenar los espacios en blanco y completar los asuntos inconclusos del
pasado. El terapeuta bien entrenado, también tomará en cuenta cualquier movimiento de los pies, brazos, manos,
etc., y le llamará la atención a la persona sobre ellos (vamos viendo cómo, de qué manera se autointerrumpe). Luego,
podremos dar el paso siguiente e “ir y venir” entre los sentimientos del paciente y sus proyecciones.
Tomemos un ejemplo para este ejercicio de “ir y venir”: el caso del hombre maduro relativamente exitoso que
parece estar requiriendo un “muro de los lamentos”. Comenzará quejándose incesantemente ante el terapeuta de su
esposa, de sus hijos, de sus empleados, de sus competidores, etc., pero no le permitiremos seguir esta expresión
indirecta. Le pedimos que se visualice a si mismo hablándoles, o que le hable en forma sicodramática al terapeuta
como si este fuera la esposa, hijos o lo que fuere. Le aclaramos que no debe esforzarse al punto de tener éxito, solo
se trata de no autointerrumpirse y de tomar conciencia de los diversos modos en que se bloquea a sí mismo. Le
explicamos que queremos que convierta sus áreas bloqueadas o represiones, en expresiones. Aquí podemos observar
tres posiciones entre las cuales ir y venir: las quejas del paciente (su manipulación del terapeuta para lograr apoyo),
su autoexpresión inadecuada (que es una falta de buen contacto y autoapoyo), y sus inhibiciones (que son las
autointerrupciones del paciente).
Vale la pena recalcar que este es el concepto de la Terapia Gestáltica. El paciente se siente obligado a repetir
en la vida diaria todo lo que no logra concluir en forma satisfactoria. Estas repeticiones son sus asuntos inconclusos.
Pero no puede llegar a la solución creativa de ellos, porque junto con sus repeticiones trae sus interrupciones, vale
decir su actuación. Por lo tanto, si en su vida extraterapeútica está actuando una tendencia neurótica, le pedimos que
durante la sesión repita deliberadamente en fantasía, lo que ha estado haciendo en la actualidad. De esta manera
podemos descubrir el momento en que interrumpe su flujo de vivencias impidiéndose darse una solución creativa a
su problema.
En el SICODRAMA se le pide al paciente que vaya representando diferentes roles, representar, por ejemplo:
desde un niño apabullado hasta la madre criticona. De ese modo el paciente puede darse cuenta de que su superego
criticón es su madre fantaseada (su introyecto), en realidad es él mismo quien se está criticando, no le basta con tener
que escuchar las críticas, sino que, al mismo tiempo, crítica y es culpado. La significación terapéutica de este ejercicio
es facilitar el desenlace del click en el paciente, la riña constante entre perro de arriba y perro de abajo.
La idea de la repetición ha sido usada extensamente. El repetir una y otra vez las órdenes, lemas significativos
del pasado (lo que nos han dicho), que de hecho constituyen en la actualidad gran parte los introyectos, también
puede tener un efecto terapéutico.
En la APROXIMACIÓN A LAS ÁREAS DE CONFUSIÓN vía las interrupciones manifiestas, se observa que la
confusión es un mal apoyo del contacto y es muy frecuente que los problemas del paciente se pongan en evidencia en
sus zonas de confusión. Gran parte de la lucha contra la neurosis se gana con el solo hecho de ayudarle al paciente a
darse cuenta de su confusión, a tolerarla y a quedarse con ella y su correlativo (los momentos en blanco). A pesar de
que la confusión es desagradable, su único verdadero peligro es interrumpirla porque no dejamos que se exprese para
poder vivenciarla positivamente y que se convierta en algo rutinario (que pierda su novedad).
Una vez que el paciente aprende a aceptar el hecho de que tiene áreas de confusión, entonces estará dispuesto
a colaborar con el terapeuta. Vivenciada la confusión, se la vive como algo maravilloso que denominamos “retraerse
al vacío fértil” que es una especie de trance, pero acompañada de una total capacidad de darse cuenta sin especular.
El objetivo de consultar el vacío fértil es básicamente el de deshacer la confusión. En el vacío fértil la confusión se
transforma en claridad, el interpretar en vivenciar. El vacío fértil aumenta el autoapoyo, mostrándole a quien lo
experimenta que tiene muchas más cosas en la mano de las que él se imagina.

5
El comportamiento del paciente aquí y ahora es un corte transversal microscópico de su conducta global. Si
logra ver su comportamiento en la terapia como estructura, podrá ver como estructura también su
comportamiento en la vida cotidiana.

PERLS. F. Cap. 7. ¿Quién está escuchando?


Por lo general encontramos en los pacientes que la necesidad dominante es la de obtener la seguridad y la
aceptación del terapeuta. El paciente viene en busca de ayuda y para él ayuda significa apoyo ambiental, ya que carece
de autoapoyo. El objetivo, entonces, debería ser liberar en el paciente su capacidad y libertad de acción usando todo
su potencial más allá de lo que espera de los demás.
En este sentido, lo ideal sería que el terapeuta actuase en concordancia con las exigencias de los sabios
orientales: “vacíese para que pueda ser llenado”. Sin embargo, no existe tal terapeuta ideal porque de existir alguno
así sería una máquina registradora y no un ser humano. El terapeuta real de carne y huesos, inevitablemente, mostrará
su propia personalidad y sus propios prejuicios en la situación terapéutica, pero debe saber que, mientras más se
confíe en sus propias convicciones y prejuicios, más tendrá que depender de sus propias especulaciones para descubrir
qué es lo que está ocurriendo dentro del paciente.
Si el terapeuta es demasiado dominante, no ayudará al paciente hacia su autoafirmación, al contrario, la
impedirá. Si el terapeuta se apoya en teorías rígidas para compensar su falta de autoapoyo, terminará aplastando al
paciente denominando “resistencias” a cualquier punto de vista en que difieran. Si el terapeuta está profundamente
retraído, hablará de relaciones interpersonales, pero no llegará hasta el paciente. Por lo general, el terapeuta puede
escoger uno de los tres caminos disponibles (cualquiera sea el marco teórico al que adhiera):
1) Simpatía o compromiso con el campo total, un darse cuenta de sí mismo y del paciente.
2) Empatía, una especie de identificación en la que el terapeuta se excluye a sí mismo del campo y, por ende, elimina
la mitad del mismo (se centra sólo en el paciente y sus reacciones).
3) Apatía, un desinterés que no conduce a ninguna parte.
Si el terapeuta se queda sólo con la simpatía, tenderá a darle el apoyo ambiental que quiere el paciente y
nunca se logrará el autoapoyo, por eso debe frustrar los intentos de búsqueda de dicho apoyo externo. Si el terapeuta
se queda sólo con la empatía, está privando al campo de su instrumento más importante: su intuición y sensibilidad.
Si el terapeuta se queda con la apatía, no llegará a nada. Por lo tanto, de lo que se trata es de poder trabajar tanto con
simpatía como con frustración de manera necesariamente combinada.
El enfoque terapéutico de la Gestalt requiere de poder frustrar aquellas expresiones del paciente que apunten
a la manipulación o sean de corte neurótico y, a la vez, debe satisfacer todas aquellas expresiones del paciente que
son verdaderamente expresiones del sí mismo. Esto muestra cómo, en la medida que progresa la terapia, la sesión
terapéutica se hace cada vez más parecida a la vida cotidiana ideal: donde hay buen contacto con los demás a partir
de expresar el sí mismo autoapoyándose (sin requerir del apoyo ambiental para ser).

PERLS. F. Segunda Parte. ¿Qué es Gestalt?


La idea de terapia gestáltica es convertir a las personas de cartón en personas de verdad. Conseguir que el
hombre de nuestro tiempo vuelva a la vida y enseñarle a usar su potencial innato, que pueda ser un líder sin ser un
rebelde, que tenga un centro en lugar de vivir apoyándose en cosas.
En las décadas anteriores el hombre de la sociedad vivía para lo que era correcto, y cumplía su tarea sin
importarle si realmente quería su trabajo, o si era adecuado para él. La sociedad entera estaba regida por el “debe-
ismo” y el puritanismo, uno hacía sus cosas le gustaran o no. Ahora, el medio social ha cambiado y el puritanismo se
ha vuelto hedonismo, comenzamos a vivir para divertirnos, para disfrutar, para estar incitados, cualquier cosa es
aceptable siempre que sea agradable. Sin embargo, nos hemos tornado fóbicos hacia el dolor y el sufrimiento, todo

6
aquello que no es divertido o agradable, debe evitarse. Ante cualquier frustración dolorosa, tomamos un atajo, pero
a costa de impedir el crecimiento.
Todo esto está muy relacionado con el enfoque gestáltico, es decir, con la idea central de que “gestalt” consiste
en un todo, algo completo en sí mismo. Por ello, es preciso darnos cuenta de lo obvio, si logramos entender lo obvio
veremos que esta todo ahí. Todo neurótico es una persona que no ve lo obvio. Lo que estamos tratando de hacer en
terapia Gestalt es entender la palabra “ahora”, el presente, el darse cuenta y ver lo que ocurre en el ahora. Esto puede
tomar un tiempo indefinido, para algunos puede ser de 4 semanas, para otros hasta 20 años.
El “ahora” es un concepto tan interesante y a la vez difícil porque solo se puede trabajar y lograr algo si se
trabaja en el ahora y el presente. Si se trata de agarrar el ahora, ya se ha ido. Es una paradoja poder trabajar en el
ahora y ser incapaz de aferrarse a él e incluso focalizarlo. Por otro lado, el “cómo” también es importante ya que antes
andábamos preocupados por los “por qué” a la siga de causas, razones, excusas y racionalizaciones, pensando que
cambiando dichas causas podíamos cambiar los efectos.
En nuestra era electrónica, ya no preguntamos por qué, preguntamos cómo. Investigamos la estructura, y al
entender la estructura, solo entonces podemos cambiar la estructura. Y una estructura que nos interesa muchísimo
es la estructura de nuestro argumento vital -también llamado karma o destino-, que por lo general está compuesto de
autotortura, juegos fútiles de automejoramiento, realizaciones y cosas por el estilo. Así, vemos en el encuentro de dos
personas que tienen argumentos vitales diferentes toda una gama de problemáticas: tratan de imponernos
mutuamente su guion vital o uno quiere agradar al otro olvidando sus necesidades propias por lo que luego vienen los
compromisos, la confusión y las peleas, etc. Las personas se quedan pegadas entre ellas y todo el guion vital se enreda.
De modo que lo que queremos hacer desde terapia Gestalt es re-organizar nuestro argumento vital.

C. NARANJO. La vieja y novísima Gestalt. Cap. 4-7.

Cap. 4: introducción a las técnicas de la terapia gestáltica.


En el enfoque de la terapia gestáltica se busca vivenciar, pero no mediante la estimulación, sino que a través
de la sensibilización. La terapia Gestalt es más un enfoque fenomenológico existencial de la persona, que un conjunto
de técnicas de psicoterapia. Se trata de recursos experimentales, en el sentido amplio de la palabra experimento: todo
lo que sirva para vivenciar “aquí y ahora” más que hablar de. Implica sentir, vivenciar e integrar en la experiencia
personal (TG: aprender es descubrir que algo es posible).
Existen dos formas en que las técnicas pueden ser de ayuda para que el paciente se contacte con su
experiencia: detener la evitación (supresión) y atención intensificada o exageración deliberada (expresión); a ellas
habría que unir una forma de síntesis (integración).

SUPRESIVAS EXPRESIVAS INTEGRATIVAS


¿qué hay en el fondo? ¿qué hace figura? ¿cómo se relacionan para ser + yo?
Evitar la evasión del aquí y ahora y Exteriorizar lo interno. Maximizar el Reintegrar a la personalidad las
su experiencia. Experimentar el sentir, detectar las situaciones partes alienadas. A partir de un
vacío, animarse a sentir y no a inconclusas, llevar al plano verbal diálogo explícito con esas partes.
hablar, ser lo que uno es. las conductas no verbales.

Cap. 5. Técnicas supresivas.


En la conversación común hay poco lugar para el “ahora”. Gran parte de lo que decimos son anécdotas, ideas,
planes, creencias, opiniones. La visión del gestaltista es que todas estas actividades mentales o verbales, en lugar de
percatarse del presente, constituyen una forma de evitarlo. La supresión de las evitaciones generalmente conduce a
la experiencia de la “nada”. Las principales técnicas supresivas son: Historiación (contar historias); Anticipación;

7
Acercadeismo (buscar explicaciones, pedir diagnósticos, racionalizaciones); Debeismo (ajustarse a lo que debiera hacer
y ser según otros) y Manipulación.

Cap. 6. Técnicas expresivas.


En terapia Gestalt podrían ser consideradas como instancias de algunos de estos tres principios: iniciación de
las acciones (expresar lo inexpresado); completar las acciones (completar lo expresado); búsqueda de lo directo
(expresar directamente).
 El expresar lo inexpresado se puede hacer maximizando la expresión (minimizando la acción no expresiva,
suministrando acciones no estructuradas, etc.), o con prescripciones individuales, es decir, invitando al
paciente a hacer algo que está evitando.
 Completar lo expresado se puede hacer a través de cuatro procedimientos: la repetición simple, la
exageración y el desarrollo, la explicitación o traducción, y la identificación y la actuación.
 Expresar directamente es una técnica que se utiliza cuando a través de la minimización de los hechos (dar
rodeos, ser parcos o vagos en los datos, utilizar el “pero”, el “ello” o el “nosotros”, etc.), entorpecemos la
autoexpresión de nuestras vivencias. Las retroflexiones son otras maneras de bloquear la autoexpresión, para
ello se utilizan técnicas para desbloquear las retroflexiones.

Cap. 7. Técnicas de integración.


En términos generales, toda técnica expresiva es una técnica de integración. Al expresarnos traemos a nuestra
mente lo que estaba disociado, ya sea un pensamiento, una imagen o un sentimiento. Este tipo de técnicas se utilizan
con mayor frecuencia para estimular la integracion de voces conflictivas internas por medio de dos tipos de técnicas:
 El encuentro interpersonal, es un de las más originales y extendidas en la terapia gestáltica. La idea es que
hacer que dos o más lados de la persona se relacionen entre sí de modo que se establezca un diálogo,
habitualmente se la llama “silla vacía” o “silla caliente”. Algunas cuestiones a tener en cuenta son: que no se
haga de forma prematura, sino, cuando el paciente reconoce que hay dos lados de sí mismo y buscar que el
encuentro se haga a nivel de sentimientos.
 La otra técnica es la asimilación de proyecciones, que consiste en incorporar en nosotros mismos aquello que
hemos ido colocando fuera de nosotros, para ello es necesario que el paciente identifique sus proyecciones y
esto se hace por medio de preguntas (¿es éste tu propio pensamiento/sentimiento?, ¿te reconoces en esto?),
a través de reformaulaciones o convirtiendo los diálogos interpersonales en intrapersonales.

SCHNAKE, A. Cap. 3. De la praxis a la teoría. La voz del síntoma.


¿Habrá una técnica que nos devele el mensaje de los síntomas y las enfermedades? Cuando le damos voz al
síntoma, la mayoría de las veces la relación que podemos descubrir nos sorprende y no podemos decir que se nos
haga fácil aceptarla. Ese “otro” que nos habló y que es una parte nuestra, tiene una estructura, una forma y una
función que no podemos cambiar según nuestros deseos y tampoco nos es fácil aceptar que es una parte mía y que
nació conmigo: aunque esa característica no me guste, algo de eso tengo que tener.
La pregunta es: ¿se producirá un cambio caracterológico cuando lleguen a conocer y aceptar esas
características que no conocían de sí mismo y que brotan al darle voz a la parte o al síntoma? Esto, en parte, dependerá
de la sencillez con la que el terapeuta facilite el diálogo entre la persona y sus síntomas, dependerá de una clara y
adecuada relación con la persona afectada. El terapeuta tiene que representar “una parte” de la persona. No importa
cuánto sepa de la persona y de su relación con el resto, debe actuar como mero informante y no olvidar en ningún
momento que no puede existir fuera de ese cuerpo que es el paciente, cuerpo del que se queja, que no conoce o
niega, o le exige que sea lo que no puede ser.

8
En el diálogo con órganos, lo primero es tener la seguridad de que la persona confía en que cualquier
información que le entreguemos es válida. Si le hablamos como lo haría una parte de él mismo, es desde un
conocimiento verdadero, que tiene que ver con el cómo es y con lo que hace ese órgano y lo que podría decir si tuviera
voz. Este método es casi un juego, en el que nosotros “somos” el órgano –cómodamente instalado en la persona- y
hablamos de cómo somos, de lo que hacemos y para qué lo hacemos.
Los que facilitamos el encuentro de una persona con sus propios órganos, con lo que le duele, con lo que la
perturba, incluso con lo que tiene que ser sacado de sí porque amenaza a la persona entera, nos aventuramos en un
terreno seguro. Lo que le mostraremos a la persona es verdad, es parte de sí que no conoce o no cree conocer o no
quiere conocer.

EJEMPLO DE UN CASO: várices dolorosas.


Es una vena la que está quejándose, tiene várices. Le empezaron en el primer embarazo, pequeñas varices que
avisaban que el sobrepeso y el ajetreo excesivo eran demasiado para ellas. Teresa no acepta estar quieta, no puede
permitir que nada ocurra sin su intervención. Todo tiene que ir en la dirección que ella determina. Sin embargo, no se
da cuenta que, más de una vez, tendría que haber sido como sus venas: permanecer más quieta de lo habitual y dejar
que las cosas ocurrieran como tenían que ocurrir sin intervención.
El diálogo.
Cuando logra aceptar ser como la vena que le mostramos, la vemos tendida, relajada y quieta. Y ante su
sorpresa, el dolor desaparece. Esas son las características que rechaza, el estar relajada y quieta y son las que, a la vez,
le molestan de su marido. Se da cuenta que rechaza de sí misma estas características y que tampoco tolera verlas
expresadas abiertamente en su pareja. El camino seguido es el siguiente:
1) Identificamos que duele. Generalmente la persona ya lo sabe o es el médico el que se lo dijo.
2) Le explicamos a la persona que para entender algo del posible mensaje, lo que “esto” que duele quiere decirle,
necesitamos identificar al que se “queja”. Para esto tenemos que “sacarlo”, por así decir, de dentro de ella. Situarlo
“fuera” de ella.
3) Le pedimos a la persona que imagine frente a ella a ese órgano que duele. Usar cojines/almohadones y no sillas
porque es importante que la persona represente con su postura a esa parte, con la forma y situación en que se
encuentra. Ella tiene que ser con todo su cuerpo ese órgano, cómo es y para qué es en ella. No importa lo mucho o
poco que la persona conozca el órgano o la parte que representa, lo básico es que hable y se dirija al que tiene al
frente, a la persona misma.
4) Cambiamos de lugar a la persona, ahora tiene que ser ella misma hablándole a aquella parte de sí (al órgano) de la
que se queja. Es importante observar las actitudes, el tono de voz y el contenido de lo que la persona expresa.
5) El terapeuta toma el sitio del órgano, avisándole a la persona, “ahora yo seré tu vena” y le describe corrigiendo los
errores que la persona cometió o agregando las cosas que no mencionó. Es en este momento que se hace necesaria
la actitud fenomenológica del mediador.
6) Volvemos a cambiar de asiento, para que la persona sea de nuevo el órgano y chequear si incorporó las
características que le apostamos. En este caso es preciso insistir para que la persona corrija la información.
7) Cuando la persona ha aceptado que el órgano o la parte que le habla es como se le dijo, intentamos establecer un
verdadero diálogo. Preguntamos a la persona cómo es ella y en qué se parece a él (al órgano). Hablamos desde asientos
distintos y es en este momento que tenemos que tener una capacidad de estar en el “aquí y ahora” muy grande. Uno
como terapeuta, en el rol de órgano, tiene una escucha del órgano y no puede engancharse en otros discursos.
8) En este diálogo donde se hace imprescindible tener todas las posibilidades de expresarnos con la amplitud
suficiente, buscando palabras y analogías que permitan a la persona darse cuenta cuál es el aspecto, la característica
de ese órgano que se le hace inaceptable, y buscando conectarla con ese aspecto y cómo alguna vez tener esa cualidad
fue positivo.

9
9) La persona instalada ahora como vena, se relaja. El terapeuta en el rol de la persona insiste en preguntar y afirmar
a la vez ¿así es que tú estás moviéndote siempre, dejas que la sangre fluya, eres blanda, relajada y estas en un mismo
sitio siempre? Si.
10) Nos quedamos generalmente en el sitio de la persona y reforzamos lo aprendido. Realmente la paciente pudo
aceptar que sus venas le estaban pidiendo un poco de quietud y enseñándole a ser menos controladora y activa.
El dolor desapareció y, desde su “veneidad”, la hacemos trabajar una “polaridad” impensada para ella: su lado quieto,
con un camino trazado, capaz de aceptar las cosas como son, sin ambición. Le sugerimos que en los momentos de sus
llamadas crisis asuma la posición que adoptó como vena y, además, que se permita un par de minutos de quietud
antes de levantarse en las mañanas.

SCHNAKE, A. Ficha 5.5: piel.

10
TOBIN S. El proceso de despedirse.
La mayoría de los pacientes fracasa de algún modo en el proceso de despedirse o concluir alguna relación, sea
por muerte, ruptura (ej. de la conyugalidad) o por alguna otra razón. La reacción de “agarrarse” se presenta ante la
pérdida de personas emocionalmente significativas.
La reacción adaptativa a la pérdida de una persona amada es un período bastante largo de pena y dolor,
seguido por un renacer del interés por las personas vivas y las cosas en general. La reacción de agarrarse tiene por
objeto inhibir las emociones suscitadas por la pérdida y mantener presente a la persona en la fantasía.

Causas de la reacción de agarrarse.


Una de las causas es la presencia de gran cantidad de asuntos incompletos entre las dos personas, con
anterioridad al término de la relación, es decir, se trata de una emoción vivenciada una o más veces durante la relación
que no fue expresada por diversos motivos. La persona podría intentar enfrentar esta situación inconclusa de maneras
indirectas, como fantasearla o desquitarse con otros, pero al no encontrar una forma directa de dar curso a su
emoción, se vuelve incapaz de relajarse o de comprometerse totalmente con otra persona u actividad. Pueden ser una
o varias situaciones inconclusas las acumuladas.
La mayoría de las personas comienzan desde la infancia a suprimir emociones dolorosas o arrolladoras
mediante la contracción crónica de la musculatura lisa y esquelética y la inhibición de la respiración, lo que produce el
entumecimiento de sus cuerpos y, cuando llegan a ser adultos, su sensibilidad corporal está seriamente disminuida
(junto con sus sentimientos que están localizados también en el cuerpo). Esta falta de capacidad para darse cuenta les
imposibilita concluir situaciones emocionales. Incluso si llegan a percatarse de sus emociones, su tendencia es
suprimirlas. Desde sus mentes reciben órdenes que dictan que no deberían enamorarse/enojarse/estar tristes, y así
van silenciando los mensajes que su cuerpo emite y van transformando la excitación emocional en dolor físico, tensión
y ansiedad.
Suele ser particularmente corriente en aquellos pacientes que evalúan todos los conflictos entre ellos y los
demás en términos de bueno-malo, correcto-incorrecto (pacientes normativos), que piensen que la única manera de
resolver el conflicto para una persona es admitir que es culpable, malo o estúpido, ya que admitir estos juicios es
humillante y degradante. Mucha gente se agarra de sus resentimientos con la esperanza de que la otra persona vea la
luz y se humille admitiendo que estaba equivocado.
Aún mucho antes que una relación termine suele haber una gran cantidad de asuntos inconclusos. Las cosas
se complican aún más cuando una de las personas se aleja por cualquier razón y la relación termina.

Agarrarse después del término de una relación.


Hay muchos asuntos inconclusos en una relación mientras ésta dura, por lo que, cuando se termina, la relación
en si misma queda inconclusa. El individuo se halla aun cargado con mucha emoción acumulada y no expresada, viejos
resentimientos, frustraciones, heridas, culpas e incluso amor y aprecio que no han sido expresados. La presencia de
estas emociones inexpresadas dificulta poner término a la relación, debido a que la otra persona ya no está cerca para
escucharlas. Para resolver esto puede proponerse que la persona exprese sus sentimientos en fantasía a la persona
que se ha alejado.
Sin embargo, suele haber una serie de razones de por qué no lo han hecho:
- porque las cosas que usan las personas para evitar concluir vínculos sirven para evitar concluir la relación y
despedirse.
- porque se obtienen una serie de beneficios al no despedirse.
- porque en lugar de expresar sus sentimientos de ira y dolor, la persona tiende a guardarlos para no darle a la otra
persona ninguna satisfacción por rechazarle.

11
- porque prefieren seguir enganchados, por ejemplo, la reacción adaptativa al divorcio y a la separación sería que cada
uno expresara sus resentimientos remanentes y cada cual partiera por su camino, sin embargo, en lugar de esto,
muchos divorciados continúan en una especie de guerrilla que los mantiene unidos.
- porque hay una falta de disposición a sentir el dolor que sentirían si soltaran las amarras (en vez de soltar las
relaciones muertas, mucha gente evita el vacío y soledad manteniéndose ocupado).
- porque sienten que dejar ir, especialmente a los muertos, es un deshonor para ellos.

Resultados del agarrarse.


Síntomas físicos: algunos pacientes han identificado partes de sus cuerpos como representativas de personas que se
han ido (manos frías por un muerto, úlceras, etc.). Otras personas se identifican enteramente con personas fallecidas
y tienen el aspecto de cadáveres ambulantes (inexpresivos, mecánicos, entumecidos).
Síntomas emocionales: aquellos que se han identificado con personas fallecidas, están emocionalmente muertos, no
sienten nada. También hay personas que, a causa de no haber completado su proceso de duelo, presentan una forma
atenuada de depresión crónica (aspecto abatido, apatía, poco interés en la vida), han estado deprimidos por tanto
tiempo que no se percatan de su depresión. Otro resultado emocional común es una actitud auto-compasiva y
quejumbrosa hacia sí mismo y, hacia la persona que se ha ido, una actitud quejosa y culpante.
Síntomas de incapacidad para establecer relaciones estrechas con otras personas: el que está continuamente
fantaseando con el pasado o con las relaciones que se han ido, tiene poco tiempo para los que están cerca. No ve, oye
ni siente lo que ocurre en el presente.
Mientras mayor es la capacidad de una persona para concluir situaciones en una relación, más auténtica es la
relación. Sin embargo, sucede que, en la mayoría de las relaciones íntimas, después de un tiempo se han acumulado
tantos resentimientos y desengaños inexpresados que las personas cesan realmente de ver, escuchar o sentir al otro
en el presente. Las personas que pueden despedirse con un buen adiós cuando se van temporalmente, son más
capaces de comprometerse totalmente con el otro de una forma realista, fresca y significativa cuando se encuentran
nuevamente.
Así, resulta muy importante destacar que el despedirse del fallecido o del divorciado es un proceso idéntico al
expresar sentimientos a otra persona y a dejarlo ir durante una ausencia temporal.

Trabajando la despedida con pacientes.


El primer paso para ayudar a un paciente a despedirse es hacerlo tomar conciencia de su “estar agarrado” y
de cómo hace esto. Por lo general es algo que el paciente dice o hace en terapia, lo que hace sospechar que está en
conflicto respecto a algún asunto incompleto.
Se le pregunta al paciente si tiene algún asunto inconcluso con alguien que se ha marchado, y si la respuesta
es afirmativa, se le pregunta si quiere despedirse. Si abiertamente afirma que no desea soltarse, se trabajará lo
suficiente como para que se percaten de sus objeciones a despedirse. Si después de descubrir sus objeciones aun
insisten en que no quieren desprenderse y que no tienen conflicto en ello, se detiene el proceso. Si un paciente desea
trabajar en despedirse, se procede al siguiente paso.
Como segundo paso se toma una “silla vacía”, se la ubica frente al paciente y se le pide que imagine a la
persona fallecida/perdida sentada en ella. Luego se le pregunta que está vivenciando mientras la imagina, y sea cual
fuere la emoción o el pensamiento, se le pide al paciente que se lo diga directamente a la persona.
Luego que ha dicho lo que quiere decir, se le pide que cambie de silla y sea la persona muerta/perdida,
vivenciando lo que sucede en el papel de esa persona. Luego se le pide que se diga eso a si mismo sentado en la otra
silla.
Después de que la persona muerta haya dicho lo suyo, se le pide al paciente que cambie de asiento y vuelva a
ser el mismo en la primera silla, y que responda al muerto imaginado. Cuando el paciente se ha metido completamente
en los dos roles, se le sugiere que cambie de sillas tantas veces como quiera.

12
En casi todos los casos se expresa mucha emoción. Cuando ya el paciente aparenta no tener más asuntos
inconclusos, se le pregunta si se siente preparado para despedirse. Frecuentemente los pacientes dicen estarlo, pero
son incapaces de hacerlo directamente frente al imaginado ser querido. En otras ocasiones, su despedida no es
convincente. En ambos casos, se los ayuda a que se percaten que aún no están listos para soltar; no se empuja ni
alienta al paciente en tanto esté dispuesto a hacerse responsable de su agarrarse.
Si el paciente está dispuesto y listo para concluir la relación, por lo general se produce una explosión
emocional; lo habitual es que el paciente complete su proceso de luto y llore, aunque a veces se presenta un
sentimiento de gran alivio y alegría por haber eliminado un peso muerto.
Al parecer, los resultados son duraderos. Lo habitual es que el paciente piense poco o nada en la persona
desaparecida, y adquiera un sentimiento de mayor energía y un mayor interés por la vida y las demás personas.

13

También podría gustarte