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CLASE II: La organización de la educación argentina: el normalismo sarmientino

Profesora, Oviedo Silvina.

Alumna: Carina Rosas.

Ciclo Lectivo: 2023.

El inicio de la educación formal en la Argentina se remonta a fines del siglo XIX. Durante los más
de cien años siguientes de desarrollo de nuestro sistema educativo se pueden distinguir distintos periodos,
el primero de ellos fue el denominado Normalismo.
¿Por qué es importante presentar el normalismo? Porque éste es el dispositivo con el que el
proyecto pedagógico sarmientino se volvió una política educativa efectivamente implementada en la nación
naciente y cuyo éxito posterior arrasó con cualquier otra expectativa, manteniendo vigencia aún mucho
tiempo después de su desaparición formal e irradiándose en América Latina. Para Tedesco (2012) el
paradigma en el que se basaron las ideas del incipiente sistema estuvo fundado en la función político-
cultural de la educación en la sociedad; y se llevó a cabo a través de dos estrategias principales: la
universalización de la enseñanza primaria (la cual respondía a la necesidad de generar una identidad
nacional con el fin de garantizar la cohesión social y estabilidad política) y, la organización y el impulso a la
escuela secundaria y a la universidad (que tenía como fin formar a las clases dirigentes). Precisamente esa
construcción es un claro ejemplo de proyecto hegemónico. Logró articular la demanda vigente en su
momento de producción y organizó una respuesta, una propuesta que interpeló a todos los sujetos, en
mayor o menor medida, por su aceptación sin más, su rechazo rotundo o su articulación. Organizó una red,
una trama en la que todas las voces estuvieron incluidas.
El normalismo argentino fue la forma en la que se organizó, a fines del siglo XIX, la formación
de los maestros a partir de la creación de la Escuela Normal de Paraná en 1870 y, desde allí, la
educación básica y común. Hasta entonces, personal con escasa formación -como capataces de
estancia, dependientes de pulpería, procuradores o extranjeros sin profesión- se ocupaba de la
enseñanza elemental (Diker y Teriggi, 1997). Era necesario, desde el modelo sarmientino, luchar contra el
“maestro espontáneo”, contra los curas, contra los educadores influidos por ideas anarquistas, contra los
maestros extranjeros. Había que imponer una lengua, una forma de relación con la religión, con el Estado
y con el aparato productivo (Puiggrós, 1994).
Así, la escuela se convierte en un valioso dispositivo para el proyecto modernizador y los docentes
ocupan el lugar de agentes del Estado, encargados de implementar la política educativa con los niños que
formaban. Civilización y barbarie son los dos componentes de la estructura social argentina, según
Sarmiento. Sostiene Pablo Pineau:
[...]…el primer término articula lo europeo y el desprecio por lo americano, pero también se refiere
a la democracia, la alfabetización, el antidogmatismo y el minifundio. La barbarie condensa lo americano y
lo autóctono, así como el analfabetismo, el dogmatismo, el autoritarismo y el latifundio. (Pineau, 1997:27)
El proyecto sarmientino, expresado en el normalismo, tuvo sus herederos. Dejó un mandato que sus
referentes trataron de expresar en política, prácticas y experiencias. Pero no todos lo entendieron de la
misma manera. Puiggrós nos relata las tendencias que pudo relevar al analizar esas herencias. Les
contamos aquí las más destacadas. Una de ellas, la de los normalistas normalizadores, fue la que
hegemonizó el campo de la educación y la formación docente. La otra, la de los democráticos
radicalizados, habilitó una posición crítica con algunos de los postulados pero se mantuvo en los contornos
de las formas, ya que nunca puso en cuestión el fondo del pensamiento pedagógico normalista. ¿Quiénes
eran y qué pensaban? Normalistas normalizadores: estaban divididos en varias fracciones que
respondían a formas diferentes de inserción en el aparato educativo, a historias regionales y personales
distintas, a posiciones políticas y a particulares articulaciones de las influencias ideológicas europeas.
Sostuvieron la educación laica y estatal como una forma de controlar la irrupción de inmigrantes y la
posibilidad de surgimiento de discursos pedagógicos provenientes del naciente bloque popular que
asimilaron a la “barbarie”. El aparato escolarizado debía formar al ciudadano, siguiendo la concepción
sarmientina de sujeto pedagógico. El vínculo pedagógico tendría la forma de la instrucción pública. Para
los normalizadores el educador era portador de una cultura que debía imponer al sujeto negado,
socialmente inepto e ideológicamente peligroso. Eran esencialmente positivistas, y claramente fue la
tendencia que hegemonizó la organización educativa a fines del siglo XIX y principios del siglo XX en la
Argentina y, como veremos, también en los otros países de Latinoamérica.
Democráticos radicalizados: aunque no llegaron a organizarse como grupo o corriente formal,
algunos intentaron articular sus propuestas con el discurso político radical o socialista. Incluso tuvieron
relaciones con el anarquismo. Esta tendencia estuvo integrada por normalistas, católicos y laicos, pero la
Iglesia no influyó en sus posiciones. Aceptaron el sistema de educación pública y fueron liderados por
figuras relevantes del aparato educativo de la época: Vergara, Zubiaur, Berruti y otros maestros de ese
tiempo. Todos ellos eran normalistas y discípulos de Pedro Scalabrini y José María Torres. Consideraban
a la educación, especialmente a la educación moral, como el medio más idóneo para producir una
“revolución pacífica” y al sistema educativo escolarizado la vía para la consecución de tal tarea.
Reclamaban una mayor participación democrática de los sectores de la comunidad educativa y la
promoción del papel docente de los sectores populares. Impulsaron decisivamente la participación de la
comunidad educativa en las escuelas y experimentaron formas de cogestión. Se opusieron a cualquier
opción que transformase la educación en una empresa económica o en una forma de manipulación política
o ideológica. Rechazaron la acumulación de poder por parte de la burocracia educacional que nacía en la
época. Consideraron que la escuela pública debía integrar a los inmigrantes respetándolos, por lo cual
rechazaron la imposición ideológica y cultural indiscriminada a estos sectores. Otorgaron gran importancia
a la metodología de enseñanza para democratizar la relación docente–alumno y para transformar el proceso
de enseñanza–aprendizaje en un vínculo más igualitario. La actividad de esta tendencia se realizó
mayormente dentro del sistema escolar.
Los normalizadores, representantes del discurso pedagógico oficial, combatieron a los
democráticos radicalizados sin expulsarlos del sistema.
Negaron algunos de sus enunciados por considerarlos “caducos” o “adelantados al tiempo”,
incorporaron otros pero los subordinaron a una lógica que cambiaba su sentido original. La lucha fue
desigual porque los normalizadores estaban insertos en la base del poder mientras que los democráticos
radicalizados sólo podían aspirar a que su proyecto fuera incluido en las políticas del radicalismo o el
socialismo que en ese período eran contestatarias.
Para sintetizar

Sarmiento fue uno de los principales referentes en el período de organización nacional y el


hacedor indiscutido de la organización del sistema educativo argentino. Su principal preocupación
estuvo en “civilizar” y encontró en la escuela moderna el dispositivo indicado para lograr ese
objetivo y eliminar la “barbarie”, entendida como el factor de atraso y obstáculo para el progreso
que la nación se merecía. La educación debía ser laica, obligatoria y gratuita. Los maestros debían
ser apropiadamente formados. Tenían una misión que cumplir: educar al soberano. En sus
referencias, mudó el horizonte europeo por el norteamericano e importó las Escuelas Normales y
la estructura escolar normalista para organizar el sistema educativo nacional. Trajo maestras
protestantes que creyeron en su palabra tanto como para acompañarlo en la maratónica tarea de
educar una nación de “bárbaros”. Con el transcurso del tiempo, el normalismo dejó una huella
imborrable en la trayectoria formativa argentina. Y aunque las políticas sucesivas fueron
interviniendo su programa y los paradigmas pedagógicos mutaron, el peso y lugar que tuvo el
normalismo, su herencia y legado aún hoy resultan visibles.

ACTIVIDAD

1. Justificar la siguiente afirmación “Había que imponer una lengua, una forma de relación
con la religión, con el Estado y con el aparato productivo (Puiggrós, 1994). Así, la escuela se
convierte en un valioso dispositivo para el proyecto modernizador y los docentes ocupan el lugar
de agentes del Estado, encargados de implementar la política educativa con los niños que
formaban.

2- Leer el material e identificar huellas, herencias de las primeras tendencias pedagógicas


mencionadas en las escuelas del presente.
3- Investigar sobre procesos pedagógicos contemporáneos al normalismo en otros países
de América Latina.
4- Elaborar una reflexión final de los aportes de la clase.

Respuestas:

1)En referencia a la afirmación dada, se puede destacar la importancia de la homogenizacion,


para así poder ver reflejado el proyecto modernizador el cual se encaminaba a eliminar las
desigualdades geográficas y sociales, hacer más eficiente y de mejor calidad la enseñanza, integrar el
proceso educativo al desarrollo económico, emplear modalidades no escolarizadas para ampliar la
educación y restructurar la organización del sistema.

De esta manera los docentes eran los encargados de trasmitir a través de la educación los
modelos de civilización, que para la época sólo era apta para la cuidad, el campo y gauchos eran
excluidos; debido a que representaban la barbarie y el atraso.

2) En el presente, podemos encontrar huellas pedagógicas al visualizar el uso del guardapolvo


blanco. A su vez cuando participamos de actos académicos o efemérides, podemos oír el himno patrio,
cuyo inicio fue 1813. También el uso de nuestra bandera patria, creada por nuestro prócer Manuel
Belgrano en 1812. Fueron muchas las huellas que dejaron los iniciadores del sistema educativo y que
en la actualidad siguen implementandose en las escuelas actuales.

Cabe considerar, por otra parte, la ingerencia del estado en el presente y en la época de inicio
del sistema educativo, el cual es el que lleva a cabo toda la administración respecto a que enseñar en
las escuelas.

3) En función de lo planteado sobre procesos pedagógicos contemporáneos al normalismo en


otros países de América Latina destacamos en México, la primera revolución mundial (1910), donde
participan Emiliano Zapata y Pancho Villa, estos luchaban en contra del procurador Perfirio Diaz, pedían
su destitucion. Por otra parte la promulgación de la ley Saenz Peña en 1912, voto secreto y obligatorio .
Otro suceso importante fue el proceso de democratizacion argentino, con el triunfo de Yrigogen en 1916.
Cabe considerar, por otra parte, el surgimiento de la reforma universitaria, en 1918, por
jóvenes progresistas, que dejan un gran impacto en el régimen educativo. Así mismo también, la
revolución rusa, en 1914, impactan en el sistema educativo, podemos verlo en la escuela nueva. Cabe
resaltar la influencia de la revolución del 18 en Perú, que esto y todo lo demás genera cambios en el
normalismo y en la relación con el sujeto pedagógico.

4) En función a lo planteado anteriormente el cambio educativo viene para mejorar la calidad de


aprendizajes para las actuales y nuevas generaciones, que influyen en su vida personal, social,
profesional y cultural.

El sistema educativo ha sido organizado desde sus inicios y en la actualidad por el estado. En
mi opinión el papel del Estado como principal actor es fundamental para garantizar los derechos de cada
persona, atacar la inequidad y las desigualdades, y resignificar el lugar social de la educación y su
importancia en materia productiva así como de artífice de una sociedad democrática y justa.

Bibliografía

[1] Puiggrós, Adriana Historia de la Educación Argentina, Tomo 1: “Sujetos, disciplina y


currículum en el sistema educativo argentino”, Buenos Aires, Galerna,
1990
[2] Terán, Oscar, Para leer el Facundo. Civilización y barbarie: cultura de fricción,
Buenos Aires, Capital Intelectual, 2007
[3] Puiggrós, Adriana, Qué pasó en la educación argentina. Breve historia desde la
Conquista hasta el presente, Buenos Aires, Galerna, 2002.
[4] Puiggrós, Adriana De Simón Rodríguez a Paulo Freire. Educación para la integración
iberoamericana, Buenos Aires, Colihue, 2005
[5] Rodríguez, Simón Escritos de Simón Rodríguez, 3 vols. Caracas, Imprenta Nacional,
1954.

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