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EL SISTEMA ACUSATORIO DE LA ROMA REPUBLICANA

Material preparado para el Curso de Actualización


sobre Sistemas Jurídicos Penales
por Diego Cuarezma Zapata

El sistema griego se extendió con prontitud al derecho romano en la época

de los comicios y en los periodos siguientes de las quaestiones perpetuae. En esa

época solo existía el proceso si había un acusador que representara al ofendido o a

la comunidad ofendida, y una vez hecha la

acusación, el acusado tenía derecho a su

defensa. El juez tenía carácter de árbitro

con libertad para apreciar o valorar las

pruebas que las partes aportaban y

aunque inicialmente el testimonio fue casi

la prueba exclusiva se admitieron después los documentos, el juramento el

reconocimiento personal por el juez y los indicios. El juicio se desarrollaba con

intervenciones orales de las partes y en él se debatían las pruebas a favor y en

contra, de tal manera que el veredicto lo emitía un tribunal del pueblo y la

sentencia la profería el juez (Bernal, Acevedo, G., 2014).


Durante la época republicana, el sistema acusatorio romano contemplaba la

quaestio, o acusación, que estaba en manos de un particular 1, el cual era a la vez

encargado de realizar la investigación inicial 2 (Ferrajoli, 1989)

La carga de la prueba recaía sobre el acusador, quien interrogaba a los

testigos y solicitaba la lectura de los documentos presentados por él. El debate era

dirigido por el quoestor con el objetivo de mantener el orden, el jurado resolvía el

litigio y un magistrado disponía la ejecución de lo resuelto. Si el acusador no

comparecía, implicaba desistimiento (Velez Mariconde, 1982)

La acusación en el proceso penal romano se volvió requisito indispensable

para iniciar el proceso, y una vez presentada ante el quoestor, este decidía sobre su

competencia para intervenir en el asunto, analizaba si el hecho es un delito y

aseguraba la inexistencia de cualquier otro obstáculo 3.

Cuando los acusadores eran varios, el Magistrado elegía a quien ofreciera

mayores garantías. Una vez admitida la acusación, el acusador prestaba juramento

de sostenerla hasta el final y formulaba la nominis delatio que era una querella

1
Nos dice FERRAJOLI, que es precisamente de esta naturaleza privada de la acción penal, de
donde derivan, en el proceso romano ordinario, los caracteres clásicos del sistema acusatorio,
es decir, la discrecionalidad de la acción, la carga acusatoria de la prueba, la naturaleza del
proceso como controversia basada en la igualdad de las partes, la atribución a éstas de toda
la actividad probatoria y hasta de la disponibilidad de las pruebas, la publicidad y oralidad
del juicio, el papel de árbitro y espectador reservado al juez. FERRAJOLI (Luigi). “Derecho y
razón”. 1989, p.565.
2
Era un procedimiento muy similar al sistema griego.
3
Es un procedimiento muy similar al seguido en el sistema griego, donde la denuncia era
analizada y valorada por el arconte.
donde se identificaba al acusado, se calificaba el delito y se planteaba lo relativo al

proceso. Esta acusación también se inscribía en el Registro del Tribunal para que el

acusador no pudiera sustraerse de la responsabilidad de su acción, y a la vez se le

otorgaba la potestad de investigar el hecho.

El debate era oral y público, y estaba presidido por el quoestor. El presidente

y los jurados tenían un papel de

espectadores de la discusión entre

partes, mientras que el acusador dirigía

el debate pues era quien formulaba los

cargos, hacía comparecer a los testigos,

los interrogaba y planteaba otras cuestiones. Después de escuchar a los testigos, el

jurado recibía los documentos, actas y declaraciones extraoficiales proporcionadas

por el acusador, y luego el quoestor ordenaba dictar sentencia, que se resolvía

según mayoría simple de votos y en caso de empate se absolvía al acusado.

Otros antecedentes del sistema acusatorio también se encuentran en el

derecho germano y el derecho español antiguo. Los germanos contaban con una

justicia administrada por una asamblea de hombres libres presidida por el jefe o

príncipe; la justicia española experimentó un modelo acusatorio, oral, público y

contradictorio, continuo y sin la existencia de una investigación preliminar.


Los delitos también eran clasificados en públicos y privados: en los primeros

la persecución pertenecía al clan, y en los segundos pertenecían al ofendido o sus

familiares, quienes ejercían el derecho de venganza, acordaban con el ofensor una

indemnización pecuniaria (composición), o pedían castigo ante los Tribunales. El

proceso requería acusación previa para iniciar, el juicio era oral y público con

predominio de facultades de las partes, quienes tenían poder sobre el contenido

sustancial del proceso y disponían de la pretensión represiva.

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