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Por una gerencia social con enfoque de derechos

Ludwig Guendel

Sociólogo. Profesor de la Escuela de Sociología y Antropología de la Universidad de Costa Rica, y


Oficial de Política Social de UNICEF en Costa Rica.

http://www.iigov.org/documentos/?p=3_0108

Abstract

El artículo presenta algunos desafíos de la nueva gestión de lo social, que incorpora el enfoque de
los derechos humanos. Distingue entre diferentes propuestas de reforma de la política social que
están siendo formuladas actualmente y profundiza acerca de la especificidad de aquella que se
encuentra basada en el enfoque de derechos. Asimismo, especifica las implicaciones que para la
gerencia social tiene la implantación de un nuevo enfoque de racionalización social centrado en el
sujeto. Una de estas nuevas exigencias es la necesidad de ofrecer información apegada al enfoque
de los derechos, como un medio para interrogar nuestras prácticas sociales e institucionales y
desarrollar estrategias de sensibilización y movilización social.

Introducción

La noción derecho social es un elemento consustancial a la categoría política social. Precisamente la


diferencia entre el bienestar promovido desde el Estado y el bienestar entendido como una elección
pertinente de los consumidores en un contexto económico y social fundado en el mercado, estriba en
el reconocimiento de que hay ciertos bienes y servicios colectivos que requieren ser organizados por
el Estado en virtud de que satisfacen necesidades que no pueden dejarse al libre albedrío del
mercado. Es la solidaridad vista como un derecho y no como una caridad, tal y como se visualizaba
en el capitalismo liberal.

Este reconocimiento es sin duda alguna una realidad compleja que no se define por la visión
unilateral del éxito de las luchas sociales ni por el éxito de la visión, también unilateral, de la
pretensión de una estrategia de integración y control social construida desde el Estado. Por el
contrario, es el producto de una dinámica social en la que intervinieron múltiples factores, y que se
ha traducido en un esfuerzo por construir una gestión de la sociedad, el cual tuvo resultados
positivos y efectos negativos.

El enfoque de los derechos humanos, sin embargo, es una perspectiva reciente en las políticas
sociales, que sistematiza los alcances positivos de los esfuerzos redistributivistas y exigencias que
van más allá de la simple satisfacción de bienes y servicios y tocan desigualdades sociales
particulares que se vinculan con fenómenos asociados a la construcción de la identidad. Para este
enfoque es necesario revisar los viejos instrumentos que garantizaban los medios públicos de
solidaridad y construir nuevos instrumentos que incidan en esta realidad particular que al mismo
tiempo que es más íntima es también más social. Me refiero a una nueva gestión de lo social que
traduce una nueva ética en nuevos instrumentos de gestión social.

El presente documento tiene como propósito mostrar los desafíos de esta nueva gestión de lo social
en torno al concepto de gerencia social. Un concepto reciente que procura asociar aspectos más
operativos de los programas sociales, relacionados con su eficiencia y eficacia, con aspectos más
globales vinculados con la sistematicidad, permanencia y capacidad estratégica de las políticas
públicas. En un entorno como el latinoamericano, donde estos atributos son escasos, este concepto
contribuye a postular los requerimientos para una política pública. La discusión de la reforma de la
política social ha estado imbuida de estas preocupaciones, así como también ha estado
condicionada por perspectivas más bien contrarias a la ingerencia social del Estado. El presente
artículo llama la atención sobre esta preocupación y se esfuerza por visualizar una perspectiva
nueva de reforma basada en los derechos que vaya más allá de esgrimir una nueva ética basada en
los derechos humanos.

1. Política social y derechos humanos

La política social surgió en el marco del Modelo Intervencionista del Estado o también llamado
Estado Keynesiano. Ésta se visualizó como una actividad complementaria y compensatoria del
mercado, dirigida a contribuir con el proceso de integración social. Este enfoque produjo una
perspectiva asistencial orientada a generar una integración desde el Estado y centrada
principalmente en propiciar el acceso a ciertos bienes y servicios de consumo colectivo entendido
como derechos sociales y colectivos de observancia universal. Se organizó una infraestructura social
y se desarrolló un estilo de planificación social volcado hacia la administración del riesgo externo, el
control de "los problemas" sociales que generan desequilibrio y la prevención primaria como una
acción surgida desde el Estado. Este modelo de política social basado en el control social diseñó una
serie de instrumentos y conceptos de lo social que han sido muy valiosos para incidir en las
condiciones de vida de la población y han moldeado patrones de conducta a partir concepciones
científicamente fundadas.

El surgimiento de movimientos sociales, la urgencia de la atención selectiva de los problemas


sociales y la evolución de las concepciones políticas y culturales de "lo social" condujeron a
incorporar el tema de los derechos humanos en las políticas sociales. Se inició un proceso de
declaraciones políticas con contenidos éticos y morales basados en los derechos fundamentales y
sociales aplicados a estos grupos de manera específica, que condujo a la positivación de los nuevos
derechos mediante normativas internacionales y procesos de adecuación legislativa en el nivel
nacional. Este proceso llevó a la institucionalización internacional y nacional de las luchas de las
mujeres y posteriormente de los movimientos sociales que venían reclamando los derechos de la
niñez y de la adolescencia, de las personas adultas mayores y de otros grupos sociales con
presencia importante en las sociedades específicas. La discusión jurídica y los esfuerzos por traducir
las normas en acciones de política institucional y de control social es lo que se ha denominado como
el enfoque de los derechos. En materia de política social este enfoque está obligando a diseñar
programas y proyectos sociales, que redefinen muchas de las premisas e instrumentos de la
planificación social tradicional. Podemos decir que esta tendencia está generando un nuevo enfoque
de la política social, que requiere no sólo sistematizarse conceptualmente sino traducirse en nuevos
instrumentos y perspectivas de gestión social.

La principal diferencia que hay entre este enfoque basado en los derechos humanos y el enfoque
tradicional de la política social consiste en que hay un esfuerzo por construir una capacidad reflexiva
orientada a desarrollar un tipo de ciudadanía distinta, más consciente y global, en el sentido de que
involucra no sólo el reconocimiento político-estatal sino también el social-cultural. Ésta es una
capacidad que se procura internalizar en las personas, las organizaciones y las comunidades, de tal
manera que se establezca una relación "consciente" entre las leyes o normas morales basadas en el
reconocimiento recíproco y las prácticas sociales e institucionales. La política social tradicional se ha
configurado en torno a la satisfacción de los derechos sociales o colectivos, como una actividad
"externa" y provista por el Estado, el cual se ha visualizado como un actor situado por encima de la
sociedad. Por el contrario, para el enfoque los derechos hay que propiciar la articulación indivisible
entre los derechos sociales, las garantías jurídicas y los derechos individuales. Todos ellos
entendidos como parte constitutiva de la identidad del sujeto, definido como un ser autorreflexivo y
por ende activo.

Esto ha implicado un gran paso para la sociedad, ya que la conciencia de esta vinculación necesaria
entre el reconocimiento recíproco y los derechos ha dejado de ser objeto de discusión filosófica entre
juristas y científicos sociales y se ha visualizado como una capacidad social que hay que desarrollar.
Es decir, un conjunto de conocimientos e instrumentos jurídicos y sociales que le permitan a las
personas o colectivos ciertos "funcionamientos" o capacidades para establecer criterios más
racionales de clasificación, jerarquización y procesamiento de los procesos de comunicación social
que se generan en la vida. El propósito de esta capacidad es desarrollar una relación transparente,
tolerante y respetuosa de las necesidades y de las individualidades de la contraparte.

Voy a resumir algunas de las características de este enfoque, para que se puedan comprender los
alcances prácticos y técnicos que tiene. Comenzaré señalando que tiene una visión más global de la
política social que los enfoques tradicionales, ya que desarrolla una doble preocupación: la atención
de las necesidades y la atención de las identidades. La política social tradicional se había
constreñido a atender exclusivamente las necesidades - como, por ejemplo, la supervivencia infantil
o la dotación de agua y saneamiento básico - sin considerar los aspectos subjetivos y específicos de
los diferentes sectores o grupos de beneficiarios1.

El reconocimiento de las ciudadanías específicas, conlleva a que se visualicen dimensiones que van
más allá del simple acceso a "derechos colectivos" y que se refieren al desarrollo de la autonomía y
de la libertad de las personas, particularmente de aquellas que no han alcanzado un reconocimiento
pleno como sujetos. El carácter de la exclusión social adquiere matices muy diferentes, que superan
los reducidos enfoques economicistas que limitan tal condición a un problema de nivel de ingresos.
Temas como la democracia en la familia, en la escuela, la vivencia de la salud sexual y reproductiva
adquieren relevancia para la política social y obligan al Estado a una toma de posición al respecto.
Igualmente muchas de la patologías sociales, que anteriormente eran comprendidas como
derivaciones de la pobreza o como atributos de condiciones marginales de ciertos individuos, se
interpretan, en este nuevo marco de referencia, como el resultado de factores socioculturales que
inducen a violaciones o prácticas violentas contra los derechos individuales, con efectos muy graves
tanto en los procesos de construcción de la identidad personal y social de las personas como en la
satisfacción de las necesidades. El tratamiento a estas víctimas de violaciones severas a los
derechos, tiende también a redefinirse, ya que no se limita a la simple reinserción en condiciones
psicosociales distintas, sino que implica "restituir" derechos, es decir, identidades, lo que obliga a las
políticas públicas a desarrollar estrategias más complejas de asistencia a la familia, relocalización en
ambientes sanos que aseguren la protección de las víctimas y asegurar la garantía de los derechos.

La atención a los derechos humanos no es un acto divergente de la atención a las necesidades. La


necesidad es una dimensión absolutamente articulada con la identidad, de modo que no tiene
sentido realizar esa separación, ni siquiera para fines analíticos. Desde la perspectiva de los
derechos, se valora críticamente "el carácter neutro" de las tecnologías que se han desarrollado para
satisfacer las necesidades y se considera que es necesario construir una visión relacional del
análisis de las necesidades para establecer el peso que tienen las relaciones de poder tanto en el
nivel global como particular en el proceso de atención de dichas necesidades. Asimismo, se
contemplan los efectos del desarrollo de las identidades en el proceso identificación y ponderación
social de las necesidades. Se ha considerado, por ejemplo, el ciclo de vida como un elemento
estratégico en el diseño de las políticas sociales, ya que éste muestra que las personas
experimentan necesidades objetivas y subjetivas diferentes en cada fase vital, las cuales tienen que
ser atendidas con esta especificidad por la política social.

Las políticas que se derivan del enfoque de derechos son políticas que articulan, en este sentido, la
atención a la vida con el empoderamiento social, procurando regenerar "el tejido social" sobre la
base de nuevos códigos fundamentados en el reconocimiento recíproco. Por esta razón, son
políticas públicas con un alto contenido político y esencialmente generativas. Estas políticas
requieren construir lo que Giddens denomina como "compromisos reflexivos" entre los diferentes
grupos sociales ( hombres, mujeres, jóvenes, niños, niñas y personas adultas mayores), para
reconstituir un proceso de integración social, cada día más erosionado y más complejo.

Este nuevo enfoque de la política social apunta, por lo tanto, a construir una nueva cultura social e
institucional que se exprese en prácticas sociales ajustadas a los aspectos normativos de los
derechos humanos y en quehaceres institucionales distintos, que redefinan los contenidos, la
organización y la implementación de los programas y proyectos sociales y contribuyan a garantizar el
acceso universal a los bienes y servicios que aseguran una vida diga. Articula esta perspectiva las
dimensiones ética, moral e instrumental. Las concepciones clásicas de los derechos humanos se
restringían a las dos primeras, mientras que la actual, más operacional y orientada a atender y
superar brechas concretas tiene una exigencia que la obliga a traducir sus enunciados filosóficos en
un enfoque de planificación social. Este reto que tiene ante sí el nuevo enfoque lo obliga a realizar un
esfuerzo por construir nuevos instrumentos de planificación social y por someter a la crítica ética
basada en la moral de los derechos humanos los instrumentos diseñados en el marco del enfoque
tradicional.

Presumo que hay tres aspectos estratégicos que deben someterse a este escrutinio ético y en los
que hay que realizar un importante esfuerzo para construir nuevos instrumentos de planificación
social o recrear los viejos. Me refiero específicamente a los temas de la información, la comunicación
y la gerencia social. No es casual que estos aspectos tengan este nivel de importancia, ya que
vienen discutiéndose profusamente en los últimos años en virtud de los procesos de reforma del
Estado y de los ajustes macroeconómicos que hemos venido experimentando en las últimas tres
décadas. Recordemos que la eficiencia y la eficacia se han transformado en objetivos primordiales
de los programas de gobierno en el ámbito social y de los programas de cooperación y de asistencia
financiera de los organismos internacionales, particularmente los de carácter financiero. El desafío
de recortar o racionalizar gastos y al mismo tiempo de atender las víctimas de los procesos de
ajuste, ha llevado a que se discuta y se propicie la innovación en el campo de la planificación social.
Estos tres aspectos adquieren en este caso un carácter estratégico, aunque por razones distintas
asociadas a un esfuerzo por dotar de una mayor racionalidad técnica a la política social con miras a
lograr impactos sociales mayores, cambiar actitudes en los beneficiarios y hacer más eficiente la
gestión de lo social.

En este nuevo contexto político y conceptual, la información, la comunicación y la gerencia social


adquieren un contenido y un desafío muy diferente a los que tienen para las políticas tradicionales.
En primer término, se agregan nuevos temas que nunca había sido tratados por los planificadores y
comunicadores sociales. Se requieren, por consiguiente, nuevas aproximaciones a lo social, un
ámbito que se ha enriquecido y se ha ampliado significativamente en virtud del "redescubrimiento" de
las identidades, nuevos enfoques de atención y precisiones discursivas que establezcan la interfase
entre el discurso y la práctica social. En segundo término, se generan exigencias movilizadoras de
nuevo cuño, que requiere un sujeto distinto: informado, reflexivo y activo, dispuesto a participar
activamente en los procesos de configuración social. En tercer término, se exige un tipo de
planificador social que asuma un rol de facilitador y conductor de procesos, ajustado a la
perspectiva del Estado como medio y como organizador de un sistema de protección integral, que
articule una amplia red de responsabilidad del cumplimiento de los derechos compartida por la
comunidad, las organizaciones corporativas, la persona y el mismo Estado.

2. La información para la toma de decisiones

La producción y el uso óptimo de la información es una preocupación común para todos los enfoques
de política social, sobre todo en condiciones de escasez de recursos y de ajustes fiscales, como el
que está experimentando el mundo contemporáneo. Por esta razón, hay consenso absoluto en la
urgencia e importancia de invertir en estrategias, sistemas y metodologías que provean información
adecuada. La información es un insumo vital para mejorar la efectividad, la eficiencia y la eficacia de
las políticas y programas sociales. Más y mejor información contribuye a diseñar políticas y
programas sociales pertinentes. Provee un mejor conocimiento de la realidad social que permite
identificar de una manera más aproximada "el problema que orientará" la intervención social y
coadyuva con objetivos y estrategias políticas y operativas adecuadas. Gracias a ello puede
aumentarse el impacto social de "la intervención", mejorarse la relación costo/beneficio y evitar la
práctica del profetismo. La producción de información debe ser pertinente, sistemática,
fundamentada científicamente y, en la medida de lo posible, que contribuya a la transparencia del
proceso de intervención. Ésta debe acompañar todo el proceso de configuración de una política,
desde el diseño, pasando por el seguimiento a los programas y proyectos hasta la evaluación técnica
y social de los resultados. Es a raíz de ello que se requieren sistemas y metodologías adecuadas de
diagnóstico, de seguimiento y de evaluación. Carácter que lo establecerá la comunidad de expertos,
el nivel costos y la factibilidad técnica.

El enfoque de los derechos humanos comparte esta aspiración de alcanzar una mayor racionalidad
técnica y por consiguiente visualiza la producción de información necesaria como instrumento
estratégico para el diseño, el seguimiento y la evaluación de los resultados de las políticas sociales.
No obstante, para este enfoque, la información tiene adicionalmente un valor político, ya que él
propósito de la política social no consiste solamente en "atender" los problemas sociales, para
alcanzar una sociedad más integrada en la cual se "controle el conflicto social" como lo hace el
enfoque tradicional, sino que procura redefinir la estructura y la cultura de poder vigente, reconstituir
el tejido social con miras a desarrollar un sistema político y social más inclusivo, en el cual las
personas puedan actuar reflexivamente. En otras palabras, está dirigido a propiciar el
empoderamiento social. De acuerdo con este enfoque, las políticas sociales son concebidas como
políticas de empoderamiento social y por tanto están dirigidas hacia la modificación de prácticas y
valores sociales. La información tiene, en este sentido, el propósito de desarrollar una capacidad
reflexiva en relación con los DDHH. La funcionalidad técnica de la información se redefine en este
contexto, pues se visualiza no sólo como una estrategia de evaluación social sino como un
instrumento para destacar aquellos aspectos de la vida social relacionados con el cumplimiento de
los derechos humanos, que requieren de políticas sociales con una naturaleza distinta y de un
cambio cultural.

La información y la dimensión política

Desde el punto de vista político, la información es clave para la política social con enfoque de
derechos, en dos sentidos:

1. El lobby o la advocación ante los tomadores de decisión para propiciar procesos de cambio social,
institucional y jurídico. La información constituye uno de los insumos principales para impulsar
acciones tendentes a modificar procesos institucionales, estructuras jurídicas y concepciones de
política pública, que adquieren cuerpo en coaliciones de poder. Se trata de desarrollar estrategias de
convencimiento y de generar mecanismos de aprendizaje social, que conduzcan al cambio
institucional. El nuevo enfoque de los derechos humanos posibilita amplias alianzas políticas, ya que
no incide, al menos directamente, en los procesos de desigualdad generados por el antagonismo de
clase, sino que se centra en la desigualdad provocada por la condición de edad, género o de
carácter étnico, lo que le permite darle un sentido transversal a la política. La producción de
información tiene un carácter eminentemente político. Se requiere para estos efectos que la
información sea muy bien seleccionada y suficientemente fundamentada, de modo que "los datos"
sustenten una posición ética incuestionable e improrrogable. El dato es la primera avanzada política,
constituye la columna de "choque" que va a permitir crear espacios para la discusión política
relacionada con las estrategias para abordar el tema elegido. Nunca antes como ahora, la política
social le había otorgado al advocacy un papel tan importante.
2. La generación de una corriente de opinión pública que promueva el cambio cultural y político. El
enfoque de los derechos humanos se propone ensanchar el espacio público construyendo una
reflexión más totalizadora de la vida social que propicie la ciudadanía activa basada en sujetos
reflexivos que inciden calificadamente en los procesos de toma de decisiones en los niveles familiar,
comunitario y nacional. Esto implica un cambio cultural orientado a conseguir la democratización de
la sociedad en todos los ámbitos que permita alcanzar que los hechos de la vida cotidiana e
institucional se transformen en objetos de discusión pública dirigida a garantizar el reconocimiento
recíproco. Este propósito requiere de dos tipos de insumos: una estrategia de comunicación
envolvente, de la cual nos ocuparemos en el siguiente apartado, y la producción de información con
capacidad de transformar los "datos" en hechos sociales, que motiven una discusión argumentativa
de la cual puedan surgir reglas colectivas dirigidas a construir una institucionalidad democrática. En
consecuencia, se trata de no limitar el intercambio al mundo de los expertos, con el propósito de
garantizar la eficiencia y la efectividad de la política social, sino de "tematizar" la vida social en
general.

En aquellas sociedades donde la esfera pública tiene un peso en el desarrollo político, la información
valora el desempeño de organismos y funcionarios en el cumplimiento de los derechos, posibilitando
el fortalecimiento de prácticas y políticas en este campo. En aquéllas en donde esta "cultura" de la
rendición de cuentas no se ha desarrollado suficientemente hace una contribución para ampliar tal
esfera. De cualquier modo, la producción de información está vinculada al ensanchamiento de los
ámbitos de discusión pública y a la activación de los mecanismos de exigibilidad de los derechos. En
este sentido, coadyuva a desarrollar una acción ciudadana más participativa en las definiciones
públicas.

La producción de la información deja de ser entendida como un insumo para fundamentar los planes
de acción institucionales para transformarse en un instrumento para una planificación social
democrática, en la que las metas y las estrategias son formuladas de una manera amplia y
participativa y en la que la evaluación social ha dejado de constituir un reporte técnico para el
mejoramiento de la gestión del proyecto o programa para convertirse en un proceso de rendición de
cuentas para el control político ciudadano de la inversión social.
La información y la dimensión técnica

Con el enfoque de los derechos humanos la naturaleza de la información también cambia. Ésta deja
de estar orientada únicamente hacia las necesidades como objetivaciones de la vida social, y se
enfila también a mostrar lo conflictivo del desarrollo de las identidades, o sea la manera como se
estructuran las relaciones sociales en los ámbitos de la cotidianeidad y de la vida institucional con el
objeto de estimular "políticas de atención a la vida" y de generar nuevos patrones de comportamiento
en las relaciones sociales. El dato que se deriva de este nuevo tipo de información debe expresar la
articulación entre la lógica de la subjetividad y la lógica de la satisfacción de las necesidades y
reflejar la otra dimensión de la realidad social que se está explorando con los DDHH. Ello requiere,
desde el punto de vista de la producción de la información, dos actividades concomitantes: 1- la
interrogación a la información tradicional, procurando "reconstruir" los encadenamientos existentes
entre "la necesidad objetiva"2 y la identidad y; 2- la elaboración de un tipo de dato capaz de cristalizar
en un indicador fiable como la problemática social obedece a una particular forma de configuración
de las relaciones intersubjetivas.

Se modifican los acentos en el análisis de situación social, visualizándose las dimensiones etáreas,
de género y étnica, las cuales siempre habían estado presentes pero que habían sido desdeñadas
por las perspectivas racionalistas, patriarcales y adultocéntricas que ponen el énfasis en la razón
objetiva, es decir, han negado la subjetividad, y en la cosmovisión masculina, adulta y occidental.
Estos nuevos énfasis ponen al descubierto una faceta de la diversidad social que no había sido
considerada por los paradigmas vigentes en los últimos dos siglos y presentan una nueva dimensión
de la realidad social que recrea las visiones gnoseológicas y epistemológicas predominantes. Es
como si una persona viese en blanco y negro y a partir de un determinado momento pudiese ver a
colores: miraría el mismo mundo pero con nuevos elementos que le permitirían construirse una idea
mucho más completa, rica e intensa de éste. Los datos producidos desde los enfoques
epistemológicos vigentes muestran una visión unilateral de la realidad social, que requiere
completarse, ampliarse o redefinirse con la nueva información nacida del marco político y
metodológico del enfoque de los derechos humanos. El análisis de situación con enfoque de
derechos es muy diferente al análisis de la situación tradicional y está orientado a eliminar "el velo de
la ignorancia".

La información, en este sentido, tiene además del valor técnico, de describir una determinada
situación, una connotación ética, expresada en "un dato" que deja de ser neutro y procura mostrar
los efectos de una manera particular de organización de la relación social. El "dato" se convierte así
no sólo en el medio para presentar la realidad social de los sujetos, sino que, además, es el
fundamento de una específica visión del mundo desde los sujetos, otorgándole a ese discurso "meta
político" un basamento empírico. De esa perspectiva discursiva se deriva el fundamento de la política
social basada en los derechos humanos. Hay que recordar que el principio de este enfoque lo
constituye la construcción del sujeto y por ende sus intereses y problemas son los insumos
primordiales de la política pública.

La política social con enfoque de derechos es una política de garantías de derechos en el sentido de
que debe propiciar el acceso al cumplimiento de los derechos y estar atenta a establecer el vínculo
entre la ley, los derechos y las exigencias societales. Esta constituye el medio por el cual el Estado
garantiza los derechos colectivos y promueve el cumplimiento de los derechos individuales. La
atención de desigualdad o violación de los derechos implica una atención especial dirigida a proteger
y a garantizar que se restituyan los derechos "secuestrados". Para el primer tipo de política social la
información tiene un sentido preventivo: mostrar los riesgos de la exclusión social. Para el segundo
un carácter curativo: reinsertar a "las víctimas" en el tejido social.

La planificación social con enfoque de derechos da cuenta de ambos desafíos y requiere, por lo
tanto, de datos que expresen la integralidad del sujeto y su particularidad.

¿Qué significa este cambio de enfoque en la naturaleza, los objetivos y el proceso de acopio y
procesamiento de la información? Hay algunas dimensiones del proceso de planificación social como
la toma de decisiones que tiene modificaciones sustanciales en virtud de estos cambios de enfoque
de las políticas públicas. En el pasado el policy making se concebía como un experto con capacidad
para leer el entorno y la problemática y arrojar decisiones racionales en cada uno de los sectores o
ámbitos de intervención social. Hoy desde el enfoque de los derechos la toma de decisión es un
producto integrado, ya que abarca al mismo tiempo la atención a las dimensiones objetivas y
subjetivas. Consecuentemente, la toma de decisiones es un producto que debe ser compartido con
otros tomadores de decisión algunos que se localizan en otros ámbitos del sector social o público y
otros que se ubican en diferentes espacios de la sociedad civil.

Esto significa que los policy maker deben abrirse a los colectivos o instancias de decisión integrada,
tanto en el nivel nacional como en el nivel local. Un concepto que últimamente es muy usado es el de
gobernabilidad, pues bien, entre otras acepciones, ésta se refiere a la búsqueda de consensos que
contribuyan a reducir o gestionar la complejidad social. Por esta razón, cada día con más frecuencia
se escucha la palabra "validación" entre los políticos y los planificadores sociales, hecho que está
relacionado con una voluntad estratégica de construir legitimidad a sus propuestas. El hecho de que
esta voluntad sea formal o real es otro asunto, simplemente indica que la toma de decisiones ya no
puede hacerse o al menos aparentarse a puerta cerrada.

La integralidad de la política social que exige el enfoque de derechos humanos obliga a una mayor
integración de acciones, lo cual provoca que la toma de decisiones sea un asunto cada día más
interdependiente. La necesidad de construir "consensos técnicos y políticos" en instancias de
decisión compartida es un reto que tienen que asumir los planificadores sociales de nuevo cuño. De
hecho la incorporación de otros ha dejado de ser una operación meramente técnica para
transformarse también en un proceso político. Tal cambio en el concepto de "Estado Social" requiere
de procesos de planificación diferentes, más selectivos, desconcentrados, quizás descentralizados, y
participativos. La información contribuye, en este sentido, en tres ámbitos diferentes:

El desarrollo de una selectividad positiva que fortalezca la universalidad de los derechos. El principio
fundamental de los derechos humanos es el carácter universal del reconocimiento jurídico y moral,
que le otorga los mismos atributos a todas las personas por igual. Esta universalidad significa la
garantía de la igualdad formal como una aspiración de la sociedad en su conjunto. La especificación
de los derechos humanos nos ha mostrado que la universalidad se construye aceptando que existe
diversidad. La política social tradicional olvidó este principio básico y tendió a estandarizar u
homogenizar la población, de modo que por su afán de garantizar los derechos sociales colectivos
no reconoció los específicos. La selectividad positiva contribuye así a fortalecer la igualdad social
mediante el impulso de políticas sociales basadas en el principio de la equidad o de la diferencia, tal
como ha sido expresado por el filósofo y jurista estadounidense Rawls. Se trata de garantizar un
trato justo para todo el conglomerado social mediante la atención preferencial de aquellos grupos
sociales que venían siendo excluidos o no incorporados en idénticas condiciones que la mayoría en
los derechos sociales colectivos. La información, en este caso, constituye "un faro" que orienta la
política social hacia la atención de "las brechas o disparidades sociales" y conducen a las políticas
universales hacia enfoques selectivos que restituyan o reconozcan derechos sociales no aplicados.

El desarrollo de una política social que garantice los derechos individuales de los grupos excluidos.
La contribución más determinante de la especificación de los derechos humanos ha consistido en
mostrar cómo los derechos individuales de una serie de grupos sociales como la niñez, la
adolescencia y las mujeres, entre otros, no son reconocidos socialmente ni garantizados
jurídicamente. Esto ha venido conduciendo a que la política social se preocupe por desarrollar un
cambio cultural en la sociedad que alcance a internalizar en la conciencia de la gente estos
derechos, de modo que se desarrolle una práctica social apegada al reconocimiento recíproco. Las
implicaciones de esta iniciativa son de una significación que va más allá del simple acceso a la
satisfacción de necesidades, e involucra el cambio de las instituciones sociales (familia, sexualidad,
matrimonio, paternidad, maternidad). La información está orientada a mostrar los aspectos que
generan exclusión en tales instituciones, así como la naturaleza y los efectos de esta exclusión social
(el drama de las víctimas), de modo que las políticas sociales vayan transformándose en actividades
“más reflexivas o racionales” desde la perspectiva de garantizar y proteger los derechos humanos
individuales.

El desarrollo de una ciudadanía activa. La base del enfoque de derechos humanos es la


construcción del sujeto. Este sujeto debe formarse en los dos sentidos: como un sujeto individual y
como un sujeto social. La realización de la persona humana implica construir ambas dimensiones.
Los aportes del enfoque de derechos nos dicen que la ciudadanía debe ser al mismo tiempo cultural,
política y social. La política social orientada a atender las identidades, es una política de
empoderamiento social. La información en este caso debe estar centrada en mostrar los problemas
que impiden el empoderamiento social particularmente de los grupos excluidos, las consecuencias
sociales e individuales de la dominación y la evolución del éxito del empoderamiento social. También
es importante que arroje información sobre las consecuencias "desintegradoras" del
empoderamiento social.

La información valora los resultados de estas políticas con enfoque de derechos. A diferencia del
enfoque tecnocrático, los resultados no están centrados exclusivamente en el problema del
costo/efectividad o el costo/beneficio, sino en algo más sublime: el cumplimiento de las metas éticas
que colectivamente se ha trazado la sociedad por medio del reconocimiento de los derechos
humanos. Desde la perspectiva de los derechos humanos, el Estado es un medio, o en otras
palabras, un instrumento para construir un sujeto pleno. Los derechos constituyen metas colectivas
que establecen "los ideales" hacia donde la sociedad desea encaminarse. Estas metas son relativas
ya que expresan una voluntad histórica y una determinada correlación de fuerzas sociales. Por tal
razón, los derechos evolucionan con arreglo al desarrollo humano y sintetizan concepciones y
prácticas sociales que ya han venido configurándose en las zonas más avanzadas de la sociedad.
Los derechos no son estándares, son metas. Las políticas públicas deben ser evaluadas desde la
perspectiva del cumplimiento de estas metas. En este sentido la información contribuye al desarrollo
de una gerencia social con enfoque de derechos humanos, que es el punto que a continuación se
desarrollará.

3. La gerencia social y los derechos humanos

A partir de los años ochenta, América Latina inició un proceso de reforma del Estado Social, en el
contexto de la aplicación de políticas de ajuste macroeconómico que implementaron estrategias de
racionalización y reasignación de la inversión social. En virtud de ello se incorporó el concepto de
gerencia en la institucionalidad pública social, el cual denota la intencionalidad de construir una
gestión optimizadora del Estado. Algunos enfoques de la gerencia han propugnado por reproducir en
el Estado la perspectiva del "management" privado. Otros simplemente buscan una mayor
racionalidad en las políticas públicas que incrementen las capacidades institucionales y fomenten la
equidad.

La gerencia social ha sido definida como la capacidad estratégica para desarrollar políticas públicas
que sistemáticamente atiendan una determinada "cuestión social". Esto implica, por un lado, un
conocimiento adecuado del entorno y de la problemática que se desea intervenir, para definir
instrumentos y mecanismos pertinentes que aseguren la optimización del "proceso de intervención
social" y, por otro lado, alcanzar la viabilidad y legitimidad política necesaria que asegure la
integración social. Este conocimiento junto a la construcción de la legitimidad de las acciones deben
encarnarse en liderazgos institucionales y sociales, capaces de construir redes de coordinación de la
acción social e institucional, desarrollar valores centrados en el cambio social, en la concertación y
en el desarrollo de un sentido de largo plazo de los procesos expresados en la configuración de la
institucionalidad.

Con el surgimiento de la dinámica política y social dirigida a reivindicar derechos humanos


específicos y a otorgarles vigencia institucional y cultural las estrategias optimizadoras de la
inversión social se vieron atravesadas de cabo a rabo por la exigencia de una nueva gestión social.
En algunos aspectos, como el fortalecimiento de los criterios de selectividad, la reforma institucional
o el robustecimiento de la comunidad en la gestión social, estas dos dinámicas tienen coincidencias
aparentes, no obstante sus perspectivas tienen puntos de partida epistemológicos y gnoseológicos
muy diferentes. Como consecuencia, se delimitan dos corrientes de racionalización de la gestión
pública de lo social: una conservadora que procura una reforma de la política social con un
enfoque productivista y centrada en la eficiencia económica y en la gobernabilidad. Y una
progresista orientada a incorporar el enfoque de los derechos humanos y a revisar la estructuración
misma de las instituciones para construir una institucionalidad pública democrática, instituciones
sociales inclusivas y una institucionalidad en la sociedad civil con capacidad para generar
autogobierno. Los desenvolvimientos de las nuevas realidades sociales y jurídicas están obligando
de facto a la clase política a inaugurar nuevos enfoques de intervención, que en definitiva parecieran
condensar instrumentos o perspectivas de ambas corrientes.

No es el propósito de este artículo ahondar en las diferencias entre estos enfoques de gerencia
social, basta señalar que entre las muchas diferencias que tienen la principal estriba en el contenido
que se le otorga al concepto de participación ciudadana: mientras la primera concibe la participación
ciudadana tan sólo como un insumo para lograr la optimización política y financiera de la política
pública, para la segunda significa la esencia de la gestión pública.

Para la gerencia social con enfoque de derechos el sujeto es el centro de lo social. Por lo
tanto, la política pública debe potenciar la participación reflexiva de éste, de modo que las decisiones
públicas sean el resultado de acciones mancomunadas entre los niveles del Estado, de la sociedad
civil organizada y de la comunidad. Las figuras gerenciales deben estar enfocadas hacia la
construcción de capacidades humanas, que permitan democratizar el saber y otorgar poder a las
personas, a las comunidades y a las familias en el proceso de gestión social. En este sentido: son
políticas de empoderamiento social. Tal operación implica poner al revés la institucionalidad, es
decir, transformarla de un fin a un medio para un desarrollo humano basado en el sujeto. Por esta
razón, la gerencia social con enfoque de derechos es un instrumento que trasciende la limitada
injerencia de la gerencia tradicional, pues implica el impulso de cambios normativos y culturales y su
operacionalización en una nueva institucionalidad pública, que favorezca la redefinición de las
instituciones sociales en general.

Mientras los enfoques administrativistas de la reforma se limitan a la racionalización de los recursos


y su focalización, este nuevo tipo de gerencia social va más allá promoviendo y gestionando
procesos de movilización social orientados a un cambio cultural con un enfoque institucional3. La
gerencia social tradicional limita los cambios legales e institucionales a lo gubernamental: es una
propuesta de mejoramiento de los servicios de atención. Mientras que la gerencia social con enfoque
de derechos propugna por una reforma integral, que abarca los ámbitos legales, institucionales y
culturales al mismo tiempo. Es decir, se propone mejorar los servicios de atención reenfocándolos
hacia una visión integral de atención de lo social, pero al mismo tiempo procura modificar las reglas
que operan en la sociedad y la cultura. Con respecto a este ámbito cultural me referiré en el
siguiente apartado, en el contexto de las políticas y procesos de comunicación social. En este
apartado me centraré en lo jurídico-institucional.

La gerencia de la reforma

La reforma jurídico institucional implica la revisión de las instituciones que integran el sistema de
protección legal (las leyes y el acceso a la justicia) y el sistema de protección social (reglas de
organización de la regulación de lo social). En el primer caso, la reforma consiste en incorporar el
derecho humano en el derecho. En el segundo caso, en incorporar el enfoque de los derechos
humanos en la gestión programática de lo social. Idealmente este proceso de reforma debe
comenzar con el establecimiento de las nuevas leyes, para otorgarle legitimidad política a la
segunda. No obstante, no siempre ocurre así y el proceso ocurre de manera concomitante.

El establecimiento de un marco jurídico que garantice el cumplimiento y la exigibilidad de los


derechos humanos implica la reformulación del paradigma moderno de la gestión de lo social
formulado por parte del Estado y de la sociedad en los últimos cuarenta años, orientado hacia el
concepto de "regulación" como control de lo social y el diseño de uno nuevo basado en la
concepción de los derechos humanos, que visualiza al sujeto como el centro de lo social. Ello se
traduce en dos desafíos, a saber:

1. una gestión judicial que traduzca la reformulación de las concepciones tradicionales y positivistas
del derecho en acciones que garanticen un acceso universal y efectivo a la justicia, estableciendo
procedimientos especializados, reorganizando las entidades que la administran 4 y promoviendo el
uso de los mecanismos de exigibilidad de la vigencia del derecho. Todo ello conduce a un nuevo
enfoque jurídico de los derechos y de la gestión del derecho, más centrado en la inclusión social que
en el control social, y por consiguiente con una mayor voluntad para aunar esfuerzos en la
construcción de un sistema de protección integral de los derechos.
2. una modalidad de planificación o programación para los derechos que someta a la crítica
sistemática los conceptos de lo social basados en el enfoque del control social y construya una
perspectiva pertinente capaz de articular la atención a las identidades con el de la atención a las
necesidades. Esto significa el diseño de instrumentos de planificación social dirigidos a propiciar el
desarrollo de capacidades humanas y del empoderamiento social, tanto en los campos de la
asistencia inmediata como de la prevención de la exclusión social.

La nueva gestión judicial así como la nueva modalidad de planificación derivada de esta propuesta
de reforma, se encuentra orientada hacia la construcción de una nueva institucionalidad que debe
establecer el entrelazamiento entre las formas de coordinación funcional y social de cara a garantizar
el protagonismo del sujeto en la gestión de lo social y en la estructuración de mecanismos de
movilización y de comunicación social que desarrollen la "auto-gestión" de la sociedad civil en el
nivel nacional y local. Esta es una gerencia social del cambio y como tal tiene un reto político y
técnico que cumplir.

En lo político implica algunos desafíos como la construcción de un liderazgo de dos procesos


concomitantes: 1. El desarrollo de un proceso de toma de decisiones en las instituciones y las
organizaciones corporativas orientado a generar un programa nacional de construcción de
ciudadanía política y cultural 2. La movilización y articulación social de los movimientos en favor del
reconocimiento y del cumplimiento de los derechos humanos de grupos específicos.

En el ámbito técnico está orientada hacia la construcción de un nuevo enfoque de gestión de lo


social, que obliga al diseño e implementación de instrumentos de políticas que doten a la sociedad
civil, a la comunidad y a las personas de conocimientos y aptitudes para asumir reflexivamente la
gestión de lo social de manera colectiva e individual. Se trata de fomentar el desarrollo de un Estado
Social que garantice una nueva idea de regulación basada en la capacidad de facilitar procesos, más
que en sustituir a la ciudadanía, en el fomento del cambio cultural y en una atención inmediata
integral y restitutiva. Estas iniciativas que materializan tal voluntad de facilitación al mismo tiempo
deben reforzar la observancia de los derechos colectivos.

El nuevo enfoque de gestión de lo social ha venido traduciéndose en un tipo de planificación social


que apunta a desarrollar un marco de coordinación entre la política judicial y la política
socioeconómica. De hecho, el tratamiento terapéutico o preventivo de algunas de las patologías
sociales reconocidas en los últimos años pareciera que han obligado al desarrollo de programas
conjuntos o al menos coordinados. El diálogo entre juristas y planificadores sociales es hoy no sólo
intenso sino también fructífero. Existen cuatro aspectos generales que se vienen abordando de
manera asistemática y que requiere de una articulación en propuestas programáticas más sólidas
que ayuden forjar este nuevo enfoque de la gerencia social, a saber:

1. El desarrollo de una política de información, que estandarice el conocimiento y propicie una


comunidad dialogica, sobre la base de la discusión de los prejuicios, estereotipos y "supuestos
razonamientos científicos" que promueven la discriminación y la arbitrariedad y de la identificación de
"las brechas de cumplimiento de derechos".
2. El fortalecimiento de la política pública social como sistema de protección integral, que establece
una interacción entre Estado y Sociedad Civil como dos poderes con la misma jerarquía. Las
funciones del Estado Social centradas en velar porque se cumplan los derechos humanos, mediante
la implementación de políticas universales y selectivas que garanticen los derechos colectivos a toda
la ciudadanía y la atención especial a los excluidos con el objeto de restituir sus derechos y de lograr
la equidad. Las funciones de la Sociedad Civil con la responsabilidad de la evaluación
permanente del accionar del Estado mediante el funcionamiento y la demanda de mecanismos y
prácticas de exigibilidad de los derechos, el desarrollo de acciones de autogestión social que
fortalezcan esas políticas universales y selectivas en virtud del establecimiento de mecanismos y
prácticas de autocontrol social.

El desarrollo de una política pública social de promoción de las identidades, que incorpore el derecho
"en" los ámbitos de racionalización social como la educación, la salud y la protección y asistencia
social. Se trata de desarrollar instrumentos de política pública que promueva y fortalezca el
empoderamiento individual y social de las personas, de modo que se erradiquen las relaciones de
dominación por razones de género, edad y etnia en las relaciones interpersonales.

La promoción de un concepto integrado de lo local y de lo nacional, que ordene y oriente las


funciones de los distintos niveles de gestión de lo social, enfatizando en que la ejecución deber ser
patrimonio de lo regional y de lo local y la dirección estratégica objeto del Estado Social en el nivel
central.
Todos ellos se traducen en instrumentos de programación social específicos y tienen alcances e
implicaciones significativas que trascienden los objetivos exploratorios de este artículo. Baste señalar
que cada uno de ellos conduce a una manera de abordar "lo social" y como ocurre con los
fenómenos nuevos aún se está en un momento de experimentación y de discusión, sin embargo
avisora perspectivas novedosas para política social del futuro.

4. La comunicación para el cambio cultural y los compromisos reflexivos

La comunicación también ha sido un instrumento muy valioso para la política social, sobre todo en
algunas áreas como la de salud, en la cual se ha buscado inducir cambios en los estilos de vida para
prevenir o disminuir los riesgos e informar al público acerca del uso de ciertas tecnologías que
contribuyen a mejorar la situación sanitaria de las poblaciones, particularmente de las más pobres.
La comunicación ha facilitado la configuración de "nuevas culturas" sociales que sin la menor duda
han contribuido a mejorar las condiciones de vida de amplios sectores de la población. Así como ha
sido una práctica social implícita entre los planificadores, quienes han moldeado culturas sin que
haya sido realizado de manera intencional, ya que la política social no sólo ha contribuido con el
acceso a ciertas condiciones de vida sino, también, ha asignado valores. El uso de la comunicación
no ha sido una práctica sistemática y consciente para la planificación social. Los logros más
importantes en esta materia han nacido de los enfoques radicales de los años setenta que
propugnaban los seguidores de las corrientes pedagógicas y los salubristas críticos de "los modelos
biomédicos".

La mayoría de las veces se ha confundido con propaganda o con construcción de imagen y ha sido
utilizada por parte de los gobiernos de turno más con fines políticos que con el propósito de procurar
un cambio cultural. Ello por supuesto, ha disminuido la potencialidad pedagógica y de movilización
social de los recursos técnicos que en este campo disponen los planificadores sociales y ha
conducido, en consecuencia, al uso ineficiente y deficiente de los limitados fondos que normalmente
se asignan a las actividades de atención social.

Con el surgimiento de los movimientos en procura del reconocimiento y cumplimiento de los


derechos específicos ( mujeres, niñez y ambiente) el cambio cultural dejó de ser un elemento
implícito en la gestión social y se transformó en su propósito principal. A partir de este momento, ha
comenzado a recurrirse a la comunicación social como una herramienta para el cambio social.

El aporte de la comunicación social es la asignación explícita de valores mediante la construcción de


un discurso con sentido, que provoca una identificación en el receptor del mensaje y genera una
acción social. La comunicación social con enfoque de derechos va más allá de un discurso mediático
con sentido y procura generar una actitud reflexiva en el receptor. Se trata de que el mensaje y la
acción generadora se traduzcan no sólo en la internalización de un valor social sino en una
recalificación de las interacciones con las otras personas basada en la ética del reconocimiento
recíproco.

La comunicación social se visualiza como un medio para que las reglas basadas en los derechos
humanos sean internalizadas como mecanismos de autocontrol social. Es el instrumento por
excelencia que debe transmitir toda la potencialidad ética de la nueva moral de los derechos
humanos. Como tal, debe transmitir los datos generados por ciencia social y transformarlos de un
hecho social en un hecho político, que sea tematizado ampliamente por la ciudadanía y que genere
movilización social.

Información, comunicación y movilización social es la tríada instrumental de la que dispone la nueva


gerencia social con enfoque de derechos para propiciar los acuerdos políticos, transmitir y masificar
las nuevas tecnologías de intervención social y generar una cultura política basada en "los
compromisos reflexivos" en todos los niveles, desde lo cotidiano, pasando por los acuerdos
"burocráticos" y los grandes acuerdos políticos que se derivan de la macropolíticas públicas.

La comunicación social a favor de los DDHH es un instrumento de cambio cultural, que procura
construir una nueva cultura política, basada en el reconocimiento de que las relaciones sociales en
todos los niveles son relaciones de poder que deben ser autorreguladas y reguladas externamente
por el Estado. Es el medio por el cual se puede llegar a los espacios más íntimos de la sociedad ( la
identidad, familia, la sexualidad), provocando un cambio institucional global.
Aquí queda claro que este cambio institucional no se limita a lo estatal sino que se tiene una
perspectiva más amplia centrada en la institucionalidad social en general. Esto significa que los
cambios sociales que debe propiciar esta nueva gestión social se encuentran no sólo en el ámbito de
los aspectos formales sino principalmente en el área de los valores y de las reglas que fundamentan
el edificio social. Recordemos que la institución social, como han señalado, Berger y Luckman es un
producto relacional, que supone procesos de rutinización, objetivación y racionalización de la
sociedad, los cuales le otorgan un sentido de perdurabilidad a las prácticas sociales y expresa una
relación específica de poder entre las personas, los grupos y las clases sociales. Esto significa que
reconfigurar o refundar la institucionalidad social, tal y como se lo propone el enfoque de derechos,
implica la redefinición de las reglas sociales que organizan la sociedad y que se expresan en leyes y
en la cultura o representación simbólica. No basta con aprobar una ley para transformar la
conciencia de la gente.

Por esta razón, la comunicación social debe formar parte de la política pública con enfoque de
derechos. Es decir, transformarse en una actividad sistemática que apoye el empoderamiento social
y fortalezca el tejido social. Es una política pública con un sentido pedagógico y dirigida, en primer
término, a dar a conocer los derechos, en segundo término, a fortalecer la autoestima del sujeto y en
último término a transmitir los valores presentes en la concepción de los derechos humanos. Este es
un tipo de comunicación social de carácter eminentemente programático que forma parte integrante
del accionar de los institutos de promoción de los derechos humanos y de los programas sociales.

Conclusión

Las exigencias a la política social contemporánea son mayores. Por un lado, nuestras sociedades se
han vuelto complejas. Por otro lado, nuestros Estados se han hipertrofiado y requieren de cirugía
mayor para satisfacer las demandas crecientes. La reforma de la política social a diferencia de las
reformas ocurridas en el pasado encuentra una doble exigencia: la reforma social, que exige nuevos
patrones de conducta social basados en una ética del reconocimiento recíproco y la construcción de
una nueva idea de estatalidad en la sociedad civil orientada a fortalecer el autogobierno al mismo
tiempo que el sentido de colectividad. La reforma de las instituciones, que obliga a redefinir los
conceptos de política social, diseñar y reajustar instrumentos que propicien el autogobierno social al
mismo tiempo que fortalezca la solidaridad como un medio público e impulsar la coordinación e
integración funcional en un contexto donde el poder presiona a la feudalización.

Este es un enfoque distinto de la reforma de la política social que se plantea concomitantemente tres
grandes desafíos: 1. el viejo, centrado en la atenuación de las desigualdades materiales; 2. el
desafío de extender la modernidad hacia el mundo de lo privado, interviniendo conscientemente en
los valores y prácticas que gobiernan lo cotidiano y lo íntimo, pero basado en el concepto jurídico de
la garantía que establece como condición sine qua non el respeto del derecho individual. 3. el
empoderamiento de la sociedad civil y de las personas, para propiciar la participación activa y el
poder social como marco para conseguir la negociación y no como instrumento de dominación.

El esfuerzo por reconstruir la gerencia social desde la visión de los derechos requiere algo más que
una simple operación administrativa: revisar los principios fundadores de la política social. En efecto,
una política social que asume estos desafíos es una actividad con funciones y propósitos diferentes
a los que motivaron su fundación y por consiguiente implica una nueva institucionalidad, asentada en
nuevas relaciones entre el Estado y la sociedad. Asimismo esta perspectiva radical de la reforma,
requiere de la revisión de los conceptos tradicionales de planificación social. El enfoque de los
derechos humanos entrega un marco conceptual que permite construir un enfoque de política social
alternativo al viejo concepto keynesiano y desarrollista de política social basado en el
estadocentrismo y al mismo tiempo a la perspectiva conservadora de la atención social basada en el
minimalismo y en la victimología, que ha venido adquiriendo forma en las estrategias de focalización
de la política social y en las propuestas centradas en la atención a "los marginales".

El reto que los militantes por los derechos humanos presenciamos actualmente consiste en traducir
los fundamentos éticos de los derechos humanos en instrumentos operacionales que otorguen
factibilidad a nuestras posiciones en la difícil discusión sobre el futuro de la política social ante los
tradicionalistas y los conservadores. Esto implica, por un lado, bajar de las escarpadas pendientes
del derecho y de los derechos, que constituyen idealizaciones, al mundo de la teoría de la
planificación social, construyendo ese vínculo entre el mundo de la norma jurídica y legal y el mundo
de la racionalización científica de lo social. Este vínculo no es más que la reconciliación entre la
teoría social y la teoría jurídica y entre la teoría del sujeto social y la teoría del sujeto de derecho.
Vínculos todos que deben traducirse en cuestiones prácticas y formulaciones técnicas capaces de
ofrecer perspectivas de integración social donde el control juegue tan solo el papel del autocontrol.

Referencias bibliográficas

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Noguera, José A. Et al Las relaciones entre política social y estructura social En Revista
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Corvalán, Jaime R Los paradigmas de lo social y las concepciones de intervención en la sociedad,


En: estudios sociales, no 92, trimestre 2, 1997

____________________________
Notas:

1 Sus propósitos son muy claros: 1. asistir a los que no tienen la capacidad económica o los conocimientos suficientes para acceder a
ciertos satisfactores; 2. asegurar la salud pública y niveles básicos de productividad que garanticen un funcionamiento adecuado de la
sociedad y de la economía en un contexto competitivo en el nivel mundial; 3. garantizar en la medida de lo posible la integración y la
cohesión social. El logro de estos objetivos ha tenido implicaciones positivas para el desarrollo social en la medida en que les ha
permitido a las poblaciones excluidas el acceso a los derechos sociales y con ello el reconocimiento social como personas que
pertenecen a la sociedad.

2 La satisfacción de necesidades se refiere al acceso a los bienes y servicios necesarios para garantizar las condiciones materiales
para la vida, pero este acceso no es un asunto de preferencias, como lo plantea la economía neoclásica, sino, principalmente, de
desarrollo de capacidades.

3 Esto establece una diferencia con respecto al cambio social impulsado por el marxismo, el cual se basaba en la negación de las
instituciones vigentes por considerarse instituciones burguesas. En este caso, se plantea un cambio que al igual que en el enfoque
anterior tiene como punto de partida el sujeto, pero que visualiza la institución como un producto de la condensación social y por
consiguiente no se niega de facto, aun cuando se reconoce que expresa una relación específica de poder. Esta relación de poder, sin
embargo, no se limita a la relación de producción, de ahí que el dominante y el dominado no está determinado por la ubicación en la
estructura productiva, sino por los roles y discursos.

4 Me refiero en este caso al impulso de la desjudicialización y el desarrollo de mecanismos societales de resolución de conflictos.

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