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Tema 1: La intervención social: Evolución histórica y principios básicos de la

intervención en la sociedad contemporánea. Modelos de organización en


intervención social: Estado del Bienestar y organizaciones humanitarias.
Metodología de la intervención social.

Esquema:
1. Introducción.
2. La intervención social.
2.1. Concepto y características.
2.2. Evolución histórica de la intervención social.
2.3. Principios básicos de la intervención en la sociedad contemporánea.
3. Modelos de organización en intervención social.
3.1. Estado del Bienestar.
3.2 Organizaciones humanitarias.
3.3. Modelo actual: El tercer sector.
4. Metodología de la intervención social.

1. Introducción.
A lo largo del tema se van a abordar algunos conceptos clave para facilitar una visión general
de la intervención social, detallando su evolución histórica y las estructuras sociales que le
dan sentido y la sustentan. De este modo, la intervención social se configura como un
proceso que responde a las características históricas y las necesidades sociales derivadas de
las formas de organización social, a través de la creación del Estado del Bienestar y
sustentada por las políticas sociales que, con la aplicación de diferentes metodologías,
facilitan la creación colectiva de lo que se conoce como calidad de vida, concepto clave para
la intervención social.

2. La intervención social.

2.1. Concepto y características:


En el ámbito académico y teórico no existe una definición clara y consensuada del
concepto de intervención social. Por ello, para utilizar una descripción lo más ajustada
posible de lo que se considera intervención social dentro del marco del estado español se
recurre al Convenio Estatal de Intervención Social, donde se ofrece la siguiente definición
de este término:
“Por acción e intervención social, se entienden las actividades o acciones, que se realizan
de manera formal y organizada, que responden a necesidades sociales y ofrecen atención
a personas que se encuentran en especial situación de vulnerabilidad social, cuyo
propósito puede ser tanto detectar, prevenir, paliar, superar o corregir procesos de
exclusión social, como promover procesos de inclusión y/o participación social.”.
Así mismo, Fantova (2007) realiza un análisis de las características que presenta la
Intervención Social y que la diferencian de otros ámbitos relacionados, en función del
modo en que se lleva a cabo y los objetivos que persigue. En este sentido, propone
denominar Intervención Social a aquella actividad que:
- Se realiza de una manera formal y organizada: Desde este enfoque, la intervención
social, gracias a la organización formal y al empleo de metodologías, estrategias,
objetivos concretos, técnicas y profesionales, se va diferenciando del
acompañamiento informal o del apoyo natural que se produce tanto en las familias
como en las comunidades. Esta tecnificación y profesionalización tiene lugar en el
marco de unos objetivos claros de intervención y arroja resultados diferentes a los
que se consigue por medio del apoyo informal comunitario. Así mismo, la
intervención social requiere de una serie de criterios normativos que llevan
aparejados criterios técnicos, administrativos, legales o políticos que formalizan y
organizan dicha intervención.

- Responde a necesidades sociales: Aunque en Intervención social es habitual encontrar


ensayos que hacen referencia al término problemas sociales, desde el enfoque de
Fantova y por el que plantea el propio Convenio de Intervención social, resulta más
adecuado hablar de necesidades sociales. Siguiendo a Díaz , Blanco y Durán (2011),
una necesidad alude a una carencia que es vital para la vida o el desarrollo personal o
comunitario, mientras que un problema pone el énfasis en un asunto que resulta
contradictorio (problemático) e influye en muchos ciudadanos dentro de una
sociedad. Las necesidades serían el resultado de esos problemas, por lo tanto, para
poder solucionar dichos problemas hay que dar respuesta a las necesidades que los
generan. Del mismo modo que en educación no se hace alusión a la existencia de un
problema educativo, sino que se emplea, de manera más apropiada, el término
necesidad educativa, así mismo debería suceder en la intervención social.
Por otro lado, hablamos de necesidades sociales porque la respuesta a dichas
necesidades se lleva a cabo desde la comunidad, es decir, desde la sociedad. Esto
genera un paralelismo entre el concepto de necesidad sociales y el de política social,
ya que en ambos casos se opera sobre un ámbito de actividades que, en un
determinado contexo social, se consideran valiosas para los miembros de una
comunidad y, por lo tanto, que requieren de una especial protección ya que su
desarrollo implica una mejora del bienestar social.

- Fomenta la autonomía y la inclusión de las personas, impactando en la comunidad: El


término intervención social se emplea para hacer referencia a todo ese conjunto de
acciones encaminadas a desarrollar el bienestar social de una determinada
comunidad. Desde un enfoque integrador, se puede entender que la finalidad
específica de la Intervención Social es el ajuste entre la autonomía personal de los
individuos con los que se trabaja y la integración relacional en cada contexto y
momento del ciclo de dichas personas. De este modo, para que se pueda hablar de
intervención social tiene que existir una contribución identificable y significativa en lo
que tiene que ver con el ajuste entre autonomía personal e integración comunitaria.
Es precisamente este carácter interactivo y relacional por el cual en muchas ocasiones
no sólo las personas, sino también las familias y las comunidades son entendidas
como destinatarias de la intervención. Por ello, se puede afirmar que los efectos de la
intervención social no se agotan en el individuo sino que tienen, o de deben tener,
impacto y relevancia colectivos.

- Posee una legitimación pública o social : La definición y delimitación de las necesidades


a las que ha de dar respuesta la intervención social, entendidas como las del conjunto
de la acción encaminada a desarrollar el bienestar social, tienden a ser consideradas,
en mayor o menor medida, como un asunto de responsabilidad pública o, al menos,
social. De ello, se deriva una expectativa de regulación y sostenimiento de la
intervención social por parte de los poderes públicos y el cuerpo social. Esta
característica liga la intervención social a la acción política, y aunque la intervención
social tiene una dimensión política, ésta no es su dimensión principal o central. La
intervención social aspira a una legitimación y aceptación más amplia y compartida
que la acción política que, por definición, está sometida a la controversia partidaria. Es
precisamente esta legitimación la que permite a Esping-Andersen (2007) aludir al
término de desmercantilización de la intervención social, en tanto que se trata de dar
respuesta a determinadas necesidades que presentan los individuos con
independencia de la solvencia en el mercado de estas personas.
El enfoque comunitario propone que la intervención social se diseñe y se realice de
modo que contribuya en lo posible a fortalecer los apoyos y redes sociales y
comunitarias, presentando la necesidad de que existan sinergias entre la
responsabilidad pública y la responsabilidad social, otorgando al tercer sector un
importante papel mediador y dinamizador entre el sector público, la comunidad y el
mercado. (Vidal,2006).

2.2. Evolución histórica

a. Edad media: La previsión y la caridad.


Siguiendo a Casado y Guillen (1986), durante la Edad Media, en occidente, son diversas las
modalidades de ayuda comunitaria que se contemplan, pasando por la ayuda mutua, la
previsión, el feudalismo o la caridad.
En un primer momento, la atención a los necesitados se realizaba a través de las relaciones
familiares y de la solidaridad vecinal. Esta forma de solidaridad social se practicó sobre todo
de manera informal, sin la intermediación de reglamentos aparentes y administradores
reguladores. El plano vecinal dio lugar a hermandades o cofradías, que sí pueden ser
consideradas como instituciones formales de ayuda mutua.
Otro modelo de ayuda mutua, conocido como la previsión, se desarrolló en el ámbito
económico medieval, asociada al sistema artesanal gremial, que en un inicio constituyeron
un sector social y económico pequeño pero que acabarían logrando un mayor liderazgo, de
modo que sus instituciones de protección social irradiaron a otros ámbitos. Los gremios eran
corporaciones formadas por maestros, oficiales y aprendices de un mismo oficio, regidos por
unos estatutos u ordenanzas en los que se establecían determinados mecanismos de
protección a los afiliados, quienes aportaban una cantidad económica para dotar de recursos
al gremio de modo que pudiera hacer frente a los infortunios futuros.
Por otro lado, en la sociedad feudal medieval, la condición señorial conlleva la obligación de
proteger a los súbditos o siervos. Esta condición señorial da derecho a rentas y exacciones
como los diezmos, que proceden del pueblo y que suponen la base financiera de la
protección social feudal. Por su parte, los señores feudales proporcionaban una leve
protección social a sus vasallos, graciable, sin ningún criterio preestablecido y que dependían
de la voluntad del señor.
Así mismo, en este periodo hay que destacar la caridad, cuyos beneficiarios no eran los
miembros de una familia, de un feudo o de un gremio concreto, sino los excluidos que no
estaban sujetos a los sistemas de protección anteriores. La caridad estaba ligada a los
sentimientos religiosos y piadosos, siendo la Iglesia quien se ocupaba mayormente de la
atención a los pobres y a los marginados. La caridad podía ser ejercida por los ciudadanos
mediante las limosnas, los ayuntamientos con la creación de albergues y casas de
misericordia o por las organizaciones religiosas con la creación de hospitales eclesiásticos,
orfanatos, etc. La caridad conoció diversas regulaciones legales, entre las que destacan los
Fueros de Salamanca o el Código de las Siete Partidas del siglo XII, y dejó un enorme
rendimiento de instituciones y servicios asistenciales como hospitales, hospicios, albergues,
prácticas de socorro ambulatorio, etc.
b. Edad moderna (1500-1800): Beneficencia
Siguiendo a Sanz (2001) el origen de la asistencia social surge en un entorno religió-caritativo
y, en España, sienta su mayor precedente en la obra de Luis Vives (1526) en la que reclama
la responsabilidad de las autoridades en lo que concierne a la situación y atención de los
pobres, propugnando por una intervención pública positiva que no solo incluya acciones
asistenciales sino también medidas de prevención, de rehabilitación y de inserción social y
profesional.
En la Edad Moderna, por tanto, se ponen las bases para una organización pública de
atención a los pobres y de la progresiva asunción por parte del Estado de la asistencia,
relegando, paulatinamente, la asistencia social de la iglesia, fundamentada en la caridad,
para dar lugar a la beneficencia pública, basada en los ideales de la ilustración y del
liberalismo.
A diferencia de la caridad, la beneficencia pública no es ejercida por la Iglesia o por
ciudadanos con medios económicos, sino que el protagonismo principal pasa a ser ocupado
por los ayuntamientos. Sin embargo, no se debe olvidar que la beneficencia está basada en
el altruismo o generosidad del benefactor, es decir, que no se configura como un derecho
del propio ciudadano sino como una acción graciable.
Esta modalidad de ayuda social se cristaliza con las leyes de beneficencia, siendo el
ayuntamiento de Brujas en 1526 el primer organismo público en Europa que desarrolla un
plan municipal de beneficencia pública. España, por su parte, asume tardíamente la
beneficencia y no es hasta 1849 cuando se decreta la Ley General de Beneficencia. Esta ley
daba responsabilidades públicas en materia de intervención social a los diferentes
estamentos de gobierno. Con ella, se fijaron los servicios sociales mínimos a nivel nacional y
se desmorona la protección social gremial y se dificulta la acción social de la iglesia.
c. Edad contemporánea (1800-1939): La asistencia social y los seguros
sociales.
A partir de la Revolución Francesa, con el surgimiento los principios de igualdad, fraternidad
y libertad comienzan a considerarse a los marginados como ciudadanos con derechos y
deberes. De este modo, aparece la Asistencia Social como un segundo sistema de protección
social.
El Estado empieza a ocuparse de los problemas de los pobres y los marginados como una
obligación a su propia concepción y no como una tarea residual, por lo que progresivamente
se va desplazando la acción de la Iglesia en beneficio de la acción pública.
La asistencia social aparece como un conjunto, más o menos sistematizado, de principios,
normas y procedimientos para ayudar a individuos, grupos y comunidades para que
satisfagan sus necesidades y resuelvan sus problemas. La consolidación del concepto de
asistencia social es parejo al nacimiento del Estado Liberal y refleja el inicio de la
preocupación de los poderes públicos por la acción social.
Sin embargo, esta asistencia social da respuesta a necesidades de tipo material de primera
necesidad, es decir, no intenta mejorar la situación de amplios sectores ni cambiar las
estructuras para que abandonen la marginación.
Con la revolución industrial aparecen los primeros seguros sociales, con el objeto de eliminar
las causas de descontento de la clase trabajadora y propiciar la estabilidad del Estado. En
España, el origen se encuentra en la creación de la Comisión de Reformas para la mejora de
la clase trabajadora (Moret, 1883), que supondría el germen para la creación del Instituto
Nacional de Previsión en 1908.
El seguro social se fundamenta en el ahorro colectivo que realizan los trabajadores para
poder atender a causas imprevisibles, como la enfermedad, la incapacidad laboral, el
desempleo, etc; o previsibles, como la vejez o la jubilación. En ellos, se da una prestación
dineraria por parte del individuo y una contraprestación en forma de subsidio económico,
pensión o servicio cuando sobreviene un riesgo.
En sus inicios, los seguros sociales solo aseguraban a determinados beneficiarios, como
trabajadores de la industria o de los servicios, extendiéndose paulatinamente a los
trabajadores del campo y grupos de trabajadores independientes. De este modo, los seguros
sociales se van transformando progresivamente de Previsión Individual al sistema de
Seguridad Social.

d. Siglo XX: La asistencia social pública y el Estado del Bienestar.


El concepto de Asistencia Social Pública, en España, aparece en el primer tercio del siglo XX.
En la Constitución de 1931 ya se diferencia entre el seguro social y la asistencia social,
desmarcando esta última de la beneficencia particular de periodos anteriores.
En este sentido, la asistencia social queda definida como una actividad de naturaleza pública,
financiada con cargo a los Presupuestos Generales del Estado, en base al principio de
solidaridad de quienes viven en una comunidad organizada y como complementaria de los
seguros sociales. Así mismo, la asistencia social se realiza en favor de las personas en
situación de precariedad económica, y no únicamente en favor de los indigentes, como sí
ocurría con la beneficencia. En un inicio, las prestaciones de la asistencia social aún no tienen
un carácter de derecho público, sino que éste se va desarrollando conforme avanza el Siglo
XX.
Paralelamente al desarrollo de la asistencia social, la iniciativa social del movimiento obrero
de principios y mediados del Siglo XX, genera una forma propia de protección social para los
trabajadores, basada en el principio de previsión social frente a los riesgos derivados del
trabajo. De este modo surgen, en el siglo XIX los primeros seguros sociales cuya evolución
desemboca en el Sistema de Seguridad Social.
La Seguridad Social de tipo contributivo se lleva a cabo en paralelo a la beneficencia, por un
lado los pobres y marginados son atendidos por la beneficencia, por el otro lado los
trabajadores se encuentran protegidos por la seguridad social.
Así mismo, durante el Siglo XX, se produce progresivamente el tránsito de una seguridad
social para trabajadores, a una seguridad social para todos los ciudadanos, que se configura
gracias a la consolidación del Estado del Bienestar.
El Estado del Bienestar desarrolla los derechos de seguridad social, es decir, las pensiones, la
sanidad, el desempleo, los servicios sociales, el derecho a la educación, a la cultura y otros
servicios públicos, aplicados de manera horizontal al conjunto de la ciudadanía, y no
únicamente a los trabajadores, y serán estos derechos los que definirán la política de
bienestar social como sello de identidad de las democracias europeas más avanzadas.
El Estado del Bienestar, consolidado a lo largo del Siglo XX y que se mantiene durante el Siglo
XXI, considera que todos los ciudadanos tienen los mismos derechos a la hora de lograr unas
determinadas cotas de bienestar. Por ello, cuando existen colectivos que no pueden acceder
a esas cotas, se ponen en marcha mecanismos correctores que tratan de paliar y solucionar
estas situaciones. Es en este ambiente donde se desarrolla y consolida el concepto actual de
intervención social, como una acción con la que se interviene para modificar el medio social
y mejorar las condiciones de vida que resultan negativas o perjudiciales para determinados
grupos humanos, poniendo en marcha una acción transformadora de un modo sistemático y
técnico, considerando la participación activa de los ciudadanos como una parte
fundamental.
En el ámbito concreto de España, el siglo XX presenta dos contextos bien diferenciados: la
época de la dictadura franquista y la época de la democracia, que se mantiene en la
actualidad.
Durante el franquismo, la acción social se divide en dos ámbitos. Por un lado, la iniciativa
privada, encabezada por la iglesia y por la acción social empresarial, ambas afines a la
estructura y a los modos del régimen de Franco.
Por otra parte, el régimen de Franco hereda las instituciones tradicionales de protección
social pública y las desarrollan con la creación de los Fondos Nacionales para la aplicación
social del Impuesto y el Ahorro (FONAS) que se inspiran en la idea de justicia social, que
destinaban fondos para centros y programas privados sin ánimo de lucro, servicios y
actividades de organismos públicos en sentido estricto o fondos para la Protección del
Trabajo y la Asistencia Social, que tuvieron una fuerte incidencia en el sector de los servicios
sociales. Así mismo, destaca la Ley de Bases de 1963, que amplía notablemente el cuadro de
prestaciones y el colectivo de beneficiarios, con coberturas económicas, sanitarias, de
protección a las familias y se crea el Servicio Social de la asistencia a los pensionistas,
configurándose de este modo el Sistema de Seguridad Social.
La llegada de la Democracia y la aprobación de la constitución de 1978, con la ordenación
del territorio en Comunidades Autónomas, supone un importante hito en la configuración de
la acción social actual. La Constitución, en su artículo 148, atribuye a las Comunidades
Autónomas competencias exclusivas en materia de asistencia social, con la excepción de las
de la Seguridad Social. Si bien es cierto que la Constitución no determina cual debe ser el
papel de la Administración Local en materia de asistencia y servicios sociales, el pensamiento
renovador en materia de servicios sociales postula una mayor vinculación de las
administraciones a nivel local, especialmente de los ayuntamientos.
Por otra parte, el artículo 41 de la Constitución hace una mención especial a la Seguridad
Social, estableciendo un nivel básico de cobertura económica de los servicios sanitarios y de
los servicios sociales con financiación fiscal para todos los ciudadanos. Un segundo nivel
profesional adicional con la financiación contributiva para los trabajadores. Un tercer nivel
de asistencia y prestaciones complementarias de régimen privado, como por ejemplo los
fondos de pensiones. De este modo, el artículo 4º apunta hacia una Seguridad Social de tipo
universalista, introduciendo en nuestro país instituciones de protección social propias del
Estado del Bienestar en su forma desarrollada.
2.3. Principios básicos de la intervención en la sociedad contemporánea.
a. Principio de responsabilidad pública: Los poderes públicos serán garantes
del derecho a los servicios sociales, así como de llevar a cabo distintos
programas de intervención con el objetivo de atender las necesidades
sociales que puedan surgir en el ámbito territorial de su competencia.
b. Principio de descentralización: La intervención social atiende a las
necesidades sociales de un lugar concreto, por ello, las comunidades
autónomas y los municipios se configuran como los agentes principales o
más importantes en la gestión de los servicios sociales y el desarrollo de
programas de intervención.
c. Principio de igualdad o universalidad: Todos los ciudadanos tienen
derecho a ser atendidos tanto por los servicios sociales como por los
distintos programas de intervención que se ponen en marcha, siempre
que se reúna el perfil para el qué fueron creados, sin que pueda existir
discriminación por motivo de raza, sexo, religión, etc.
d. Principio de integración: Preferencia por que los usuarios atendidos por
los servicios sociales o por los programas de intervención que se
desarrollen, se mantengan dentro de su propio medio social y familiar.
e. Principio de planificación: La intervención social debe estar planificada y
dirigida a unos objetivos para poder crear planes efectivos y eficientes que
permitan mejorar la situación de los usuarios atendiendo a las
necesidades de la comunidad.
f. Principio de solidaridad: Entendido como la determinación firme y
perseverante de empeñarse por el bien común. Tanto los programas de
intervención social como los servicios sociales persiguen atender
necesidades sociales que, en caso de ser superadas repercuten en el
beneficio de toda la comunidad.
g. Principio de prevención: La intervención social persigue, en la medida de
lo posible, actuar sobre determinados factores de riesgo social (consumo
de sustancias, el juego, conductas de sexuales de riesgo, etc.) adoptando
las medidas de vigilancia y previsión para evitar las posibles consecuencias
negativas.
h. Principio de participación ciudadana: La actividad en la intervención
social no se agota únicamente con la actuación de los profesionales que la
llevan a cabo, sino que de manera concomitante, los miembros de una
determinada comunidad también deben formar parte activa del cambio
social que se persigue desde la intervención comunitaria.
i. Principio de Globalidad: La intervención social no se postula como un
tratamiento sobre problemas parciales, sino que para atender a las
necesidades sociales se interviene de manera integral, tratando de
generar un cambio a nivel comunitario y no sobre un único ámbito de
actuación

3. Modelos de organización de la intervención social.


Un eje que ha estado presente en las últimas décadas en la configuración de las políticas
sociales en España ha sido el de la vinculación entre los actores públicos y privados para el
desarrollo de prestaciones y programas de intervención social.
Esta interacción, tendería a producirse con un fuerte protagonismo de las organizaciones de
la sociedad civil, aunque es el sector público quien concentra la administración de los
recursos económicos que en una medida relevante sostienen el funcionamiento de la esfera
privada que implementa las iniciativas.
Por ello, y a pesar de que, como se ha señalado, existe una interacción entre la intervención
pública y la privada, podemos diferenciar, de manera teórica, entre un modelo de
organización de la intervención social centrado en el Estado del Bienestar y otro modelo
donde las Organizaciones humanitarias y el tercer sector son los protagonistas, aunque
como se verá, en la realidad la intervención social se realiza a través de un modelo mixto
entre estas dos formas de organización
3.1. El estado del bienestar.
A partir de la crisis de los años treinta y, más específicamente después de la Segunda
Guerra Mundial, se puso en marcha en los países europeos un sistema de solidaridad
social que aspiró a corregir las injusticias derivadas del capitalismo, en el cual el Estado
sería considerado como responsable del progreso social de la población.
Aunque sus orígenes ideológicos están muy entremezclados y son heterogéneos,
desde fuentes socialistas hasta católicos conservadores, el Estado del Bienestar implicó
algo más que una mera actualización de las políticas sociales vigentes en el mundo
industrial avanzado. En lo económico, se apartó de las ortodoxias de los mecanismos
de mercado y apuntó a la ampliación del nivel de ingresos y de la seguridad laboral
como derechos de los ciudadanos. En lo político, formó parte de un proyecto de
construcción nacional que procuraba reafirmar la democracia liberal contra los peligros
de otros movimientos como el fascismo o el comunismo.
Por ello, el Estado del Bienestar se define como una serie de disposiciones legales que
dan derecho a los ciudadanos a percibir prestaciones de seguridad social obligatoria y
a contar con servicios estatales organizados, en una amplia variedad de situaciones
definidas de necesidad y de contingencia. Los medios a través de los que interviene el
Estado del Bienestar son reglas burocráticas y disposiciones legales, financiación y
puesta en servicio de profesionales especializados en sus ámbitos de intervención
(salud, educación, dependencia, etc.)
En esta línea, es posible identificar en el Estado del Bienestar, desarrollado en las
democracias capitalistas industrializadas después de la Segunda Guerra Mundial, una
orientación específica basada en el consenso sobre determinados principios y valores:
 El apuntalamiento esencial del sistema de seguridad social, avanzando
de una cobertura únicamente para trabajadores asalariados a los
sistemas actuales de cobertura para toda la ciudadanía.
 La provisión pública de servicios sociales universales, con un acceso
libre y universal para toda la población en su calidad de ciudadanos.
 El mantenimiento de un nivel mínimo de calidad de vida, es decir, la
legitimación de un estándar mínimo asegurado por el Estado a través
de una legislación específica para aquellas personas que se encuentran
en situaciones de especial vulnerabilidad, como pueden ser situaciones
de enfermedad, vejez o exclusión social.
 Una nueva concepción del aparato del Estado vehiculizada a través de
la centralización y una mayor racionalidad administrativa.
Sin embargo, desde principios de los años ochenta, se comenzó a reflexionar de
manera crítica sobre los límites del Estado del Bienestar, coincidiendo con el auge de la
crisis económica y el estancamiento de este modelo. El incremento del gasto público,
así como el debate de si el Estado del Bienestar es capaz de modificar sustancialmente
la estratificación producida por el mercado, eliminar la pobreza o reducir la separación
entre unas capas sociales y otras, ha llevado a la crisis de este modelo.
Así, la crisis del Estado del Bienestar, obligó a un replanteamiento del papel del Estado,
en el que no solo está en juego la necesidad de reducir el gasto público, sino el
convencimiento de las dificultades, por parte del Estado, de atender unas demandas
ciudadanas de bienestar crecientes, de calidad y muy diversificadas. De este modo, sin
salir del sector público, se ha considerado que muchos servicios se pueden ofrecer con
más eficacia desde el tejido social, sin dejarlas completamente en manos del mercado,
ya que la regulación y el control de los resultados se mantiene bajo el control de los
poderes públicos. Todo ello nos acerca, como veremos más adelante, al modelo actual
de intervención social, donde es el Tercer Sector y las organizaciones humanitarias
quienes desarrollan los servicios, generalmente financiados y supervisados por las
administraciones públicas.

3.2. Las organizaciones humanitarias.


Las organizaciones humanitarias son, en su origen, entidades cuya misión principal
radica en proporcionar asistencia y protección a individuos afectados por desastres
naturales, conflictos armados y otras emergencias humanitarias. Se fundamentan en
los principios de humanidad, imparcialidad, neutralidad e independencia para tratar de
garantizar la dignidad y el respeto a los derechos humanos de las personas afectadas.
(Minear, 1996).
La evolución histórica de las organizaciones humanitarias, ha dado como resultado que
éstas se involucren, además de la ayuda ofrecida en desastres naturales y conflictos
bélicos, en tareas de promoción y desarrollo de los ámbitos territoriales en los que
actúan. Durante las últimas décadas, las organizaciones de ayuda humanitaria y de
cooperación al desarrollo han alcanzado un importante protagonismo en la escena
mundial aumentando significativamente el número, tamaño y alcance de las mismas,
pasando de algo más de 150 en 1909 a las casi 30000 registradas en la década de los
90.
Las organizaciones humanitarias no plantean su concepción de ayuda y cooperación de
forma anárquica, sino que tienden a establecer una jerarquía de prioridades y a
enfatizar alguno de los aspectos que constituyen y articulan su visión. Por ello, se
pueden organizar en función de los destinatarios a quien va dirigido, su concepción de
la ayuda y la cooperación, las estrategias que emplean para llevarlas a cabo y sus
modelos de financiación. Así, Izquieta, J.L y Callejo J.J (2006) propusieron la siguiente
clasificación de estas organizaciones: METER EJEMPLOS
a. Organizaciones de atención y ayuda a personas con carencias básicas:
Este grupo de organizaciones se preocupan preferentemente por ofrecer apoyo y
asistencia a personas que sufren carencias básicas. Desde su concepción, la ayuda y
la cooperación consisten en una actividad dirigida a facilitar bienes de primera
necesidad.
Se trata de organizaciones fundadas por instituciones (religiosas, sindicatos, etc.)
que no se dedican de manera específica a la cooperación internacional ni a la
atención social, pero que deciden crear en su seno una organización de ayuda para
aprovechar las oportunidades de proyección social que estas tareas han adquirido
en las últimas décadas.
Obtienen los recursos empleando diversas estrategias, muestran y hacen
publicidad de la situación en que se encuentran las personas a las que ayudan y
ponen especial empeño en la captación de socios y de “padrinos”, a los que se les
pide que aporten periódicamente una determinada cantidad de dinero. Así mismo,
se sirven también de los medios de comunicación social para la captación de
nuevos socios o la realización de “maratones solidarios” y aprovechan las
subvenciones de las administraciones públicas y de las empresas privadas.
b. Organizaciones de promoción y desarrollo comunitario:
Estas organizaciones están preocupadas principalmente por la cooperación y el
desarrollo de comunidades o colectivos considerados subdesarrollados. El objetivo
de su trabajo es facilitar a dichas comunidades los medios necesarios,
principalmente técnicos, para que puedan desarrollarse.
Tienden a plantear objetivos de trabajo a medio y largo plazo, pues consideran que
lo importante es capacitar a los colectivos para que sean ellos mismos los
responsables de su propio bienestar.
En cuanto a su financiación, son proclives a utilizar fuentes de financiación pública,
ya que consideran que las administraciones públicas tienen la obligación de
conceder subvenciones para la cooperación y, aunque son recelosas de la
financiación privada por considerar que se puede producir una mercantilización de
la cooperación, también pueden aceptar la esponsorización por parte de empresas
privadas.
c. Organizaciones de rehabilitación y de prevención social:
Existe también otro sector de organizaciones que ponen un énfasis especial en el
socorro de víctimas de catástrofes naturales o de conflictos bélicos y en la
rehabilitación y la prevención de sus efectos. Desde su visión, la ayuda, además de
servir para garantizar la subsistencia inmediata, debe estar destinada a contribuir a
detener la descomposición del tejido económico y social de la comunidad en la que
operan. Al igual que en el grupo anterior, se trata de una concepción técnica de la
ayuda y de la cooperación, limitando su campo de acción y su responsabilidad a la
realización eficiente de programas sociales.
Para la consecución de sus objetivos, se sirven tanto de financiación pública como
privada. También recurren a la financiación a través de sus socios, aunque ésta
suele ser limitada e insuficiente y no permite afrontar los grandes proyectos y la
intervención en las situaciones de emergencia. Por ello, acuden a las subvenciones
gubernamentales y solicitan la esponsorización de empresas que avalen sus
programas de ayuda.
d. Organizaciones de concienciación y de transformación social:
Este tipo de organizaciones, que suelen ser de pequeño tamaño y de reciente
creación, tienden a estar preocupadas por la identificación de las causas que
producen la pobreza y la desigualdad en los países a los que pretender apoyar, y
ponen el foco de interés en suscitar en las sociedades una movilización por el
cambio de las estructuras económicas y políticas que favorecen la desigualdad,
tratando de poner en marcha un nuevo modelo de desarrollo basado en la
interdependencia y la equidad. Su visión de la ayuda y de la cooperación es muy
diferente al de los grupos de organizaciones expuestos anteriormente.
Desde su visión, diferencian entre ayuda y cooperación, señalando que la ayuda
implica y supone una posición de superioridad mientras que la cooperación
establece relaciones de igualdad en la que las partes que colaboran salen
mutuamente beneficiadas.
De manera general, se inclinan por la financiación a través de los propios socios o
siguiendo cauces alternativos, como la venta de artesanía o la realización de
mercadillos solidarios que dejan un pequeño margen para cubrir gastos. A pesar de
sus recelos, en determinados momentos pueden llegar a aprovechar subvenciones
gubernamentales para sus proyectos de ayuda y cooperación, pero ésta no suele
ser su principal vía de financiación.
3.3. Modelo actual de organización de intervención social: El Tercer Sector
La crisis del Estado del Bienestar, que se manifestó de manera aguda en la última
década del siglo XX y se prolongó en el siglo XXI, puso de manifiesto las limitaciones y
deficiencias del modelo tradicional de intervención social, centrado en gran medida en
la provisión de servicios públicos por parte del Estado. La reducción de los recursos
públicos, los recortes presupuestarios y la incapacidad del Estado para hacer frente a
todas las demandas sociales generaron un vacío que el Tercer Sector comenzó a
ocupar de manera progresiva.
El Tercer Sector, conformado por empresas y organizaciones que adoptan diversas
formas y estatutos jurídicos, siendo las más comunes las cooperativas, las
asociaciones, las mutuas y las fundaciones, emergió como una respuesta a la creciente
necesidad de intervención social ante la crisis. Estas organizaciones, muchas de las
cuales tenían sus raíces en movimientos sociales y voluntariado, se convirtieron en
actores clave en la prestación de servicios sociales, complementando e incluso
sustituyendo en algunos casos la labor del Estado.
Con el tiempo, el Tercer Sector ha ido asumiendo un papel cada vez más relevante en
el diseño, implementación y gestión de programas de intervención social en España. Su
flexibilidad, capacidad de innovación y cercanía a las comunidades les han permitido
adaptarse mejor a las necesidades cambiantes de la sociedad y ofrecer respuestas más
eficaces y personalizadas a los problemas sociales.
El concepto de tercer sector se fundamenta en la idea de que, además del mercado y
del Estado, existe una tercera esfera de organización que se identifica como una forma
de propiedad ubicada entre la privada y la estatal, que no persigue el lucro y su función
se dirige a la producción de servicios sociales en el sentido amplio del término, sin
incluir el control sobre los mismos. En ocasiones, también ha sido denominada por
algunos autores como “pública no estatal”.
En la definición de este concepto, se destaca la dicotomía público-privada, el carácter
no lucrativo y el rol de productoras de servicios sociales de las organizaciones que
pertenecen al tercer sector. Se considera como una forma de complementar la función
social del Estado, constituyéndose como una vía para producir criterios de eficiencia,
competitividad y flexibilidad en la función social del Estado.
Los límites de esta definición son difusos, ya que en muchos casos el Estado y el Tercer
Sector se apoyan complementariamente en la prestación de servicios sociales, como
por ejemplo en la ejecución de programas sociales que son financiados y supervisados
por el Estado (o la Unión Europea) y ejecutados por las organizaciones del Tercer
Sector. Así mismo, ubicar el Tercer Sector como oposición al mercado omite considerar
que en algunos casos estos servicios son ofrecidos también por la empresa privada, así
como que el sector privado, en algunas ocasiones, brinda financiación a las
organizaciones del Tercer Sector.
Por tanto, la separación del Tercer Sector tanto del Estado como del Mercado es más
una consideración teórica que una realidad en la práctica. Sin embargo, Campella et al
(2000) describe cinco características que comparten las organizaciones del Tercer
Sector y que permiten considerarlas como un ámbito diferenciado de los dos
anteriores:
 Son entidades estructuradas, con cierto grado de formalidad y
permanencia en el tiempo, aunque no todas las organizaciones de este
sector cuenten con un status jurídico común.
 Tienen un carácter privado, en tanto no forman parte de la estructura
estatal, aunque puedan recibir financiación pública para el desarrollo
de sus actividades y programas.
 Son autogobernadas, capaces de tomar sus propias decisiones y de
dirigir y controlar sus actividades.
 Son organizaciones sin ánimo de lucro, que no distribuyen los
beneficios generados de sus actividades entre sus miembros, sino que
los utilizan en el cumplimiento de sus objetivos.
 Son entidades voluntarias cuya afiliación de los miembros es
espontánea y libre.
En conclusión, la evolución del Tercer Sector en España, refleja una transformación
profunda en la organización de la intervención social, especialmente como respuesta a
la crisis del Estado del Bienestar. Desde sus inicios como respuesta a las carencias del
sistema público, el Tercer Sector ha emergido y se ha consolidado como un actor clave
en la prestación de servicios sociales, la defensa de los derechos humanos y la
promoción del bienestar comunitario. Su flexibilidad, innovación y compromiso con los
valores de solidaridad y justicia social lo convierten en un componente indispensable
del entramado social, contribuyendo de manera significativa a la construcción de una
sociedad más inclusiva, equitativa y participativa.

4. Metodología de la intervención social.

En el ámbito de la intervención social, donde confluyen necesidades, problemáticas y


objetivos de transformación, la metodología emerge como un componente
fundamental que orienta la acción hacia la mejora de las condiciones de vida de
personas, grupos y comunidades.

Más que una simple herramienta, la metodología se configura como un mapa


conceptual, un marco de trabajo reflexivo y crítico que dota de sentido a la acción y la
articula con un conjunto de características fundamentales. Autores como Miguel
Beltrán (2002) la definen como "el conjunto de técnicas, procedimientos y recursos
que se utilizan para llevar a cabo la intervención social de forma ordenada y
sistemática". Por su parte, Hombrados (2003) destaca que la metodología "no es un
conjunto de recetas mágicas, sino un marco flexible que permite adaptar la
intervención a las necesidades específicas de cada caso".

En este contexto, comprender las características de la metodología en intervención


social se convierte en una tarea fundamental para llevar a cabo programas eficaces de
acción social. A continuación, se describen en detalle los principios fundamentales por
los que se debe regir la metodología en intervención social:.

 Carácter científico: La metodología en intervención social se cimienta sobre un


sólido corpus teórico que permite comprender las causas de los problemas
sociales, formular estrategias de intervención basadas en evidencia y contrastar
su eficacia. Este componente científico se nutre de diversas disciplinas, como la
sociología, la psicología, la economía o la antropología, brindando un marco
analítico sólido para la toma de decisiones.
 Sistematicidad: La metodología se caracteriza por su rigor y orden, siguiendo
un proceso secuencial que abarca desde la identificación de necesidades hasta
la evaluación de resultados. Esta estructura organizada facilita la planificación,
implementación y seguimiento de la intervención, asegurando su coherencia
interna y maximizando su impacto.
 Participación: La metodología en intervención social reconoce a los sujetos de
la intervención como actores protagónicos, no como meros objetos de la
acción. Se promueve su participación activa en todas las fases del proceso,
desde la definición de objetivos hasta la evaluación de resultados. Esta
participación empodera a las personas, fortalece su capacidad de acción y
genera un sentimiento de pertenencia sobre la intervención.
 Contextualización: La metodología se debe adaptar a las peculiaridades del
contexto social, económico y cultural donde se desarrolla la intervención. Se
consideran las necesidades específicas de cada comunidad, las características
socioculturales del entorno y los factores históricos que configuran la realidad
social. Esto permite una intervención más precisa y efectiva, evitando
soluciones estandarizadas que no responden a las particularidades de cada
caso.
 Flexible y adaptativa: No se limita a un conjunto rígido de técnicas, sino que se
ajusta a las características y necesidades de cada caso particular, evitando
recetas mágicas y apostando por soluciones personalizadas. Esta flexibilidad
permite abordar la complejidad de los problemas sociales y responder de
manera eficaz a las diferentes situaciones que se presentan.
 Evaluación: La evaluación se configura como un componente esencial de la
metodología, permitiendo medir el impacto de la intervención, identificar sus
fortalezas y debilidades, y realizar los ajustes necesarios para optimizar su
eficacia. Se implementa un sistema de seguimiento y evaluación que utiliza
diferentes instrumentos y técnicas para obtener información precisa y confiable
sobre los resultados de la intervención.
 Ética: La metodología en intervención social debe basarse en principios éticos
como la justicia social, la equidad, la no discriminación y el respeto a la
diversidad. La intervención debe ser diseñada e implementada de manera que
no cause daño a las personas o grupos con los que se trabaja.
 Eficaz: La metodología debe ser eficaz en la consecución de los objetivos de la
intervención. Esto implica utilizar estrategias y técnicas que hayan demostrado
ser efectivas en la resolución de los problemas sociales que se pretenden
abordar.
 Eficiente: La metodología debe ser eficiente en el uso de los recursos
disponibles. Esto implica optimizar el uso de los recursos humanos, financieros
y materiales para obtener el mayor impacto posible con la menor inversión
posible.
Por otra parte, en función de los objetivos de la intervención, las características de la
población objetivo o del contexto social, se pueden aplicar distintos tipos de
metodologías, cada una con sus ventajas y sus limitaciones, que se adecúan en mayor
o menor medida a los objetivos que se persiguen:
 Metodología de caso: se centra en la atención individualizada a personas o
familias que atraviesan situaciones de dificultad. Su objetivo es comprender su
contexto personal y familiar, identificar sus necesidades y desarrollar un plan
de intervención personalizado que responda a sus particularidades. Sus
principales limitaciones pasan porque puede ser un proceso lento y laborioso
que requiere una gran inversión de tiempo y recursos por parte del profesional,
así como que no siempre es posible generalizar los resultados a otros casos.

 Metodología de grupo: trabaja con grupos de personas que comparten una


problemática común, con el objetivo de promover el desarrollo personal, la
cohesión social y el aprendizaje mutuo. Se basa en técnicas como la dinámica
de grupos, el trabajo en equipo, la educación popular y la animación
sociocultural. Como principales inconvenientes se encuentran la dificultad de
mantener la cohesión del grupo y la participación activa de todos sus
miembros, por lo que requiere de un profesional con experiencia en la
dinamización de grupos.

 Metodología comunitaria: se orienta a la intervención en el ámbito


comunitario, con el objetivo de mejorar las condiciones de vida de toda la
comunidad. Implica la participación activa de los diferentes actores sociales en
la identificación de problemas, la planificación de estrategias, la ejecución de
acciones y la evaluación de resultados. Los principales obstáculos a superar
tienen que ver con el alto grado de coordinación y colaboración que requiere
entre los distintos actores sociales, lo que lleva a dificultades a lograr un
consenso sobre los objetivos y las estrategias más adecuadas de intervención

 Investigación-acción es una metodología que combina la investigación social


con la acción, generando conocimiento y transformándolo en acciones
concretas para la mejora social. Se caracteriza por su carácter cíclico y reflexivo,
donde la teoría y la práctica se retroalimentan mutuamente. Sus principales
dificultades residen en que se trata de un proceso lento y complejo, que
requiere una formación específica en investigación-acción y que no siempre es
posible generalizar los resultados a otros contextos.

Es importante destacar que esta clasificación no es exhaustiva, y que existen otras


metodologías que no se ajustan perfectamente a ninguna de estas categorías.
Además, en la práctica, la intervención social suele combinar diferentes tipos de
metodologías para lograr un mayor impacto. La comprensión profunda de estas
herramientas permitirá a los profesionales de la acción social seleccionar la
metodología más adecuada para cada caso particular para alcanzar los resultados
esperados.
5. Bibliografía:
- Fantova, F. (2007). Repensando la intervención social. Documentación social, 147, 183-
198.

 J.M.ª García Roca: Intervención social: bases históricas y


epistemológicas (2008)

 M. Pastor: Las organizaciones no gubernamentales de desarrollo: una visión


crítica (2004)

 L.M.ª de la Puerta: Las organizaciones no lucrativas en España (2010)

 I. Hombrados Meneses: Metodología de la intervención social (2003)

 Esping-Andersen, Gosta: Los nuevos desafíos del estado del bienestar (2009)

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