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Resumen:

El texto nos hace un breve recorrido por las formas de Estado europeas de la época
moderna, concretamente de las monarquías compuestas. Comenzando por planteamientos
actuales para definir este tipo de monarquías, el autor establece dos tipos de unión:
accessory union, donde un reino al anexionarse a otro pasa a ser igual jurídicamente; y
aeque principaliter, que se anexionan entre reinos, pero no pierden su independencia
jurídica.

El accessory union, según especialistas en época moderna, podría resultar algo


complicada para la Corona principal, ya que en la práctica el sistema administrativo podía
resultar insuficiente para las características internas de cada territorio. El principal
problema que acarrean las monarquías de accessory union sería el notable protagonismo
del reino asimilador, como en el caso del Reino de Castilla dentro de la corona castellana,
lo que podía -y en ocasiones repetidas lo hizo- llevar a graves problemas de rebeliones
internas. Por ello, el autor nos indica -basándose en los ideales de Elliott- que el sistema
de adhesión territorial ideal en la época moderna debía ser el aeque principaliter, ya que
permite la gobernación individual de cada reino mientras que se haya bajo gobernación
de la corona.

Las monarquías compuestas podían darse por diversos motivos, concretando los
tres que argumenta el autor: por herencia dinástica, por conflictos bélicos o por voluntad
de los súbditos. Un ejemplo de este último caso podría ser el de Irlanda, queriendo formar
parte de Inglaterra por una mejora de las condiciones socioeconómicas y judiciales; o el
Reino de Cataluña que, mediante la sublevación y negación de Felipe IV como su
monarca, ofrecieron su trono al rey Luis XIII.

Se establecen además una serie de características que pudieran garantizar -o al


menos intentar- la fructífera anexión de un reino a otro. El primer factor a tener en cuenta
será la lealtad hacia la figura del monarca, teniendo que ser reconocido y respetado por
todos los súbditos, incluidos los recientes. De hecho, se considera que el hecho de dirigir
la mirada a una sola figura como es el rey incentiva el respeto de los habitantes, pues
infunda más confianza en la época moderna que un grupo conformado por gobernantes.
El segundo elemento para asegurar la unión será mantener en medida de lo posible los
privilegios con los nuevos reinos para no perder su confianza.
A continuación, se hace un breve desarrollo de cuatro ejemplos prácticos de
Estados compuestos en la Europa de la época moderna: Escandinavia, Polonia-Lituania,
la monarquía británica y la monarquía hispánica. La monarquía escandinava se
caracteriza por la Unión de Kalmar, formada en el siglo XIV al unificarse los reinos de
Noruega, Dinamarca y Suecia en la misma figura: el rey Olav. Se considera esta unión
como aeque principaliter, ya que al darse la anexión cada reino mantuvo sus propias leyes
e instituciones. El Tratado de la Unión de Kalmar se firmó en 1397 y tuvo cierta
estabilidad y potencia hasta el año 1523, tras los intentos centralizadores de Christian III;
que más que dar sus frutos, consiguieron una ruptura.

Tras el fracaso, se formó la corona danesa-noruega y la corona sueca, con la


Dinastía Vasa al mando de esta última durante largos años. La nueva monarquía danesa
y noruega adhirió a sus dominios los ducados de Schleswig y Holstein, pasando a ser una
curiosa monarquía de doble unión. En esta monarquía, Noruega mantendría sus propias
leyes e instituciones, separadas de las danesas con Christian III, pudiendo aplicarse el
caso de aeque principaliter; pudiendo añadir a este caso los ducados, que gozaron de
menor asimilación institucional aun que el reino noruego. Como suele pasar en los
Estados compuestos, la parte que más pesaba en cuanto a poder fue Dinamarca que, aun
intentando centralizar los reinos, fracasó en su empeño, pero consiguiendo la lealtad de
todos.

La unión de Polonia y Lituania comienza en el año 1385, mostrando su débil


arraigo desde sus inicios, llegando a romperse en más de una ocasión. En este caso, el
reino predominante sería el polaco, pero se trató de buscar una adhesión más fuerte
mediante la Unión de Lublin de 1569, con objetivo de asemejar más los privilegios de
Lituania a los de Polonia. Por esta, se mantuvo una política exterior común, pero cargos
separados en los reinos, por lo que no es una accessory union al completo. El fin de esta
unión llegó en el siglo XVIII por las divisiones del territorio polaco.

La monarquía británica unió a su corona los reinos de Irlanda, Gales y Escocia;


cada uno con sus propias características de enlace. El caso de Gales fue mediante los
Laws in Wales Acts, unos actos de integración que supondrían la unificación jurídica de
ambos, pero siendo Gales la que quedaba subordinada a Inglaterra. Con el señorío de
Irlanda se dan los Crown of Ireland Act, pasando mediante aeque principaliter a formar
parte de la corona inglesa, no del reino en sí.

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