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Épica

Parte 1: El cantar de gesta – Poema de Mío


Cid
El medioevo, época de señores feudales y
caballeros
Con la caída del Imperio romano de Occidente en el año 476 d. C.,
Europa entra en una grave crisis. Roma ya no es más el centro político
y cultural, y su autoridad imperial se distribuye entre los jefes militares
de los ejércitos regionales, quienes luchan entre sí por fijar su
territorio, mientras avanzan los primeros invasores germánicos.
Como no había un gobierno unitario que dominara las distintas
entidades políticas, durante los tres siglos posteriores se formaron
reinos gobernados por una aristocracia guerrera que se vinculaba a
partir del parentesco y ejercía sobre los campesinos un régimen
señorial. Ese régimen los transformaba en siervos que, a cambio de
ocuparse de las tierras de su señor y entregar parte de su propia
cosecha, recibían una humilde vivienda con un pequeño terreno y
protección ante los forajidos y demás señores.
En el siglo IX Carlomagno (descendiente de un terrateniente) expande
su reino hasta incluir las actuales Francia, Alemania, Austria, Suiza,
los Países Bajos y el norte de Italia. Solo treinta años después de su
muerte, en el año 843, el imperio se subdivide entre sus herederos y
comienza el declive.
Tras el hundimiento del Imperio carolingio y la amenaza de nuevas
invasiones bárbaras, surge a finales del siglo ix el régimen feudal, que
suponía un contrato de fidelidad entre el vasallo y su señor. El primero
se comprometía a servir a su señor político-militar y entregarle un
tributo económico, a cambio de la concesión de feudos (casi siempre
en forma de tierras y trabajo).
En armonía con la profunda religiosidad cristiana que caracteriza al
pensamiento medieval, única institución que ejerce un poder
"universal” en esa Europa fragmentada es la Iglesia, y la guerra —que
cobra un sentido trascendente— se transforma en una cruzada contra
los infieles.

Trovadores y juglares
Durante la Edad Media, el acceso a la lectura y la escritura era
privilegio de unos pocos, generalmente intelectuales o clérigos que se
dedicaban -en los monasterios-a la conservación de textos religiosos y
de contenido filosóficos. Como en su mayoría el pueblo era analfabeto,
la tradición cultural se difundía en forma oral. Estos eran algunos de
los responsables.
• Los juglares, músicos y recitadores de origen humilde,
entretenían al pueblo contando o cantando en las plazas historias y
leyendas en forma de verso, que muchas veces acompañaban con
mímica o alguna representación alusiva. Se encargaron, a cambio del
sustento del día, de difundir un pasado heroico que merecía ser
recordado e imitado.
• Los trovadores eran nobles que, en el marco de torneos o
competiciones musicales, componían e interpretaban sus propias
poesías-de contenido amoroso en lengua romance (la lengua vulgar
que se distinguía del latín). A diferencia de los juglares, que vivían de
su profesión y consideraban la composición de poemas como una
expresión más del ideal caballeresco.

Los romances
Los romances, series indefinidas de versos octosílabos con rima
asonante en los versos pares, son poemas que los juglares y trovadores
transmitían declamando, cantando o intercalando canto y
declamación. A partir del siglo xv, comenzaron a recopilarse en
colecciones denominadas romanceros.
Los llamados romances viejos se remontan a los siglos XIV y XV, son
anónimos y narran episodios destacados de la vida de personajes
históricos, aunque también los hay de tema amoroso.

El relato épico
Sí bien la épica es un género que se origina en la Antigüedad,
encuentra en la Europa de la Edad Media -asolada por las guerras y
conflictos constantes- un contexto favorable, para resurgir.
La épica medieval, que tiene su origen en la grecolatina, adoptó,
fundamentalmente la forma de cantares de gesta, extensos poemas
anónimos cuyos versos se agrupan en unidades temáticas o de acción.
Según Menéndez Pidal, un estudioso de la literatura, de estos extensos
poemas se desprendieron algunos fragmentos que fueron reelaborados
dieron origen a los romances épicos.
El mundo exaltado en los cantares era el de la guerra y sus
protagonistas, personajes históricos o legendarios cuyas hazañas
sobrehumanas eran glorificadas. Estas composiciones poéticas no solo
narraban hechos importantes para la comunidad en la que circulaban.
Tenían además un propósito didáctico: el héroe, hombre superior,
constituía un ejemplo moral, un ideal a seguir, porque encarnaba en
forma extrema las virtudes que valoraba la sociedad de la época.

El Cantar de Mío Cid


El único texto escrito que se conserva de este poema es el llamado
Manuscrito de Per Abbat (juglar o copista). Este manuscrito está
fechado en 1307, aunque se cree que la composición del poema debió
realizarse hacia 1207.
La obra se divide en tres cantares:

1. El Cantar del Destierro: narra cómo el Cid es injustamente


desterrado de Castilla por el rey Alfonso VI. Antes de marchar, deja a
su mujer e hijas en el Monasterio de Cardeña. Para mantener a su
pequeño ejército, su lugarteniente Martín Antolínez consigue dinero
de manera más o menos fraudulenta de los judíos. Se encamina hacia
la frontera de Castilla y establecen su plan para derrotar a los moros.

2. El Cantar de las Bodas: narra cómo el Cid marcha sobre Valencia


logrando colocar su estandarte en el alcázar. El rey le concede el
permiso para que su familia se reúna con él. Los Infantes de Carrión,
atraídos por la riqueza del Cid, piden a sus hijas, Elvira y Sol en
matrimonio.

3. El Cantar de la Afrenta de Corpes narra cómo los infantes, para


vengarse de los insultos de los hombres del Cid, se muestran cobardes
y brutales agrediendo a sus esposas en el robledo de Corpes a su
regreso a Castilla. El Cid demanda venganza a Alfonso VI quien
convoca las Cortes de Toledo. Los infantes son vencidos en un duelo
y las hijas del Cid se vuelven a casar con los Infantes de Navarra y
Aragón. El Cid muere en Valencia cubierto de gloria.
El Cid, como todo héroe épico, reúne en su figura las virtudes más
apreciadas por la comunidad en la que surge el cantar de gesta. Sus
hazañas son prueba de lo que el hombre es capaz, sus facultades son
las mismas que las de cualquier persona, sólo que las tiene en grado
superlativo. En el mundo épico, no hay lugar para las ambigüedades:
los buenos son claramente buenos y los malos son despreciablemente
malos.
El Cid aparece como un personaje virtuoso, caracterizado por la
mesura (es decir la prudencia y el buen sentido). No es un héroe épico
definido por la ferocidad guerrera o la rebeldía, sino un personaje que
enfrenta las desgracias y se lanza al combate con prudencia y sensatez:
en eso reside su grandeza. El Cid asume con resignación las injusticias
que sufre y evita responder de manera violenta y airada. Pese al
destierro injusto que sufre, no desea enfrentarse con su rey y sigue
respetando el vínculo de vasallaje (aunque en esa época se permitía
romper esta relación sin ser considerado un traidor).
Otros detalles que muestran su sensatez son su preocupación por el
bienestar de los integrantes de su tropa y su generosidad con los
vencidos.
Dos aspectos más ayudan a configurar ese perfil: su piedad religiosa
y su amor por la familia. Cuando debe iniciar su destierro, saliendo de
Burgos, en el momento de mayor desgracia, mantiene su fe religiosa
rezando antes de su partida y confiando en que todo va a cambiar si se
sigue la voluntad de Dios. En cuanto al amor familiar queda de relieve
en tres aspectos: lo dramático de su despedida, la alegría del
reencuentro en Valencia y el hecho de que la peor deshonra recibida
es la afrenta a sus hijas,
La superioridad de su figura y la dimensión mítica que alcanza se
hacen muy evidentes en el episodio del león: El animal se humilla ante
la grandeza del Cid, ante quien hasta la naturaleza se rinde, hecho que
contrasta con la cobardía de los infantes.
La trama del Cantar se traza como un doble proceso de pérdida y
recuperación de la honra por parte del héroe (traición de los cortesanos
y afrenta de sus hijas), que vence ambas pruebas y alcanza la cumbre
de toda buena fortuna.
Actividades parte 1

1)Sintetizá las características principales de la época medieval,


según el texto leído.

2)¿Qué hacían los trovadores y los juglares? ¿Cuál era su función?


¿Qué diferencias hay entre ellos?

3)¿Qué son los cantares de gesta? ¿Cuál es su objetivo?

4)¿Qué origen tiene el Poema de Mío Cid?

5)¿Qué características tiene El Cid como héroe?

Parte 2: Los héroes.

A lo largo de la historia de la literatura, el público se ha encontrado


frente a diferentes personajes que encarnan el lugar del héroe en los
acontecimientos representados. Podemos encontrar estos personajes
tanto en obras narrativas, dramáticas o líricas. En sus diferentes
manifestaciones, el héroe encarna una forma de actuación y, al mismo
tiempo, una propuesta moral para la sociedad donde ejerce su
protagonismo. Actúa desde una motivación moral. El héroe interviene,
en ocasiones, en contra de un estado de la sociedad y, otras veces, sus
acciones transforman el contexto social precedente.
La literatura, desde sus inicios en los mitos, siempre ha contado con
los héroes. Los griegos de la época arcaica consideraban la existencia
de unos seres intermediarios entre los dioses y los hombres a los que
denominaron semidioses. Estos héroes míticos se caracterizan por su
grandeza y virtud (areté) y actúan en un mundo plenamente controlado
por los dioses. Algunos ejemplos son Aquiles, Héctor o Eneas.
Héroe mítico, héroe trágico, el héroe épico, y, finalmente, el héroe
moderno1.¿Por qué nos encontramos con diferentes héroes a lo largo
de la literatura? La variedad de héroes se relaciona estrechamente con
los cambios que se producen en la sociedad y la manera en que la
literatura representa las figuras heroicas. Cuando nos encontramos
frente a la figura de un héroe en literatura debemos preguntarnos
cuales son valores individuales y cuáles valores colectivos en la
sociedad que se representa. El héroe es siempre una propuesta. La
condición de héroe, por tanto, resulta tanto de sus acciones como del
valor que los demás le otorgan. Esto permite que la dimensión heroica
varíe en cada situación histórica dependiendo de los valores
dominantes y los valores esperados.
La condición heroica siempre está un paso adelante de la necesidad.
El heroísmo representa una demostración de poder, cuestiona el límite
del mundo en el que se vive y de los valores que lo sostienen. El héroe
se concentra en hacer de su querer poder, aunque no siempre se
relacione con la acción más esperada o virtuosa. Por eso, el héroe tiene

1
Los griegos de la época arcaica consideraban la existencia de unos seres
intermediarios entre los dioses y los hombres a los que denominaron
semidioses. Estos héroes se caracterizan por su grandeza y virtud (areté) y
actúan en un mundo plenamente controlado por los dioses. Algunos
ejemplos son Aquiles, Héctor o Eneas.
una serie de cualidades que lo diferencian del protagonista de los
acontecimientos. Hablamos de protagonista solamente cuando
consideramos las acciones de ese personaje en relación con la obra
(poesía, teatro o narración)2. Se diferencia del héroe, cuyas acciones
contienen una valoración moral del mundo y la sociedad fuera de la
obra, en relación con el contexto de producción y, posterior, recepción.

El héroe en la Antigüedad Clásica

En un primer momento, los héroes griegos eran aquellos engendrados


por hijos de una divinidad y de un ser mortal, y debido a esa singular
genealogía, los antiguos veían en ellos una suerte de naturaleza mixta
héroe mítico). Con el paso del tiempo, el concepto de héroe adquirió
un sentido más amplio y sirvió también para designar a determinado
tipo de mortales. Aristóteles sostiene que los héroes eran superiores a
los hombres, tanto física como moralmente. Sin embargo esta
definición debe tomarse con cuidado, ya que encontramos aspectos
grotescos, salvajes, violentos e incluso sanguinarios en los héroes
desde la Antigüedad.

2
La etimología de la palabra nos ayuda a diferenciar el concepto héroe del
de protagonista. La palabra protagonista proviene del griego
“protagonistés”, la palabra es el resultado de la unión de “protos”, que
significa primero, y de “agonistés”, que significa actor. Así el protagonista
es “el primero en la acción”, el que más actúa, personaje principal del
relato.
Como ya hemos analizado en otras lecturas, las tragedias toman
algunos motivos míticos pero los representan en relación con el
contexto sociopolítico de la polis griega del siglo V aC. El héroe que
aparece en las tragedias clásicas no invita a que se lo imite, despierta
la desaprobación a causa de su soberbia o desmesura (hýbris). Su
castigo está visto como una lección por su audacia.
La tragedia griega nos presenta siempre un doble panorama. Por un
lado, las fuerzas enfrentadas en el conflicto trágico; por otro, el modo
en que son juzgadas esas fuerzas y la resolución del conflicto. De esta
manera, la tragedia presenta al hombre enfrentado con las más terribles
situaciones, en la soledad de las grandes decisiones, en el riesgo del
error o el triunfo y pone a la vista del espectador una interpretación a
partir de las concepciones griegas sobre el hombre, el mundo y lo
divino. Dichas concepciones dan un sentido a la acción y, de este
modo, el héroe se convierte en lección.
Rodríguez Adrados afirma que el héroe de la tragedia griega es un
espejo de la vida humana en sus momentos decisivos. Es más que un
tipo ideal directamente imitable; es el hombre mismo, tratando de
abrirse paso en situaciones no esclarecidas antes. En su búsqueda corre
el riesgo de cruzar el límite impuesto por el mundo divino. Caiga o
triunfe, se equivoque o acierte su suerte será siempre un estímulo y
una advertencia al mismo tiempo.
Por eso, este héroe se vuelve un modelo en sentido diferente al héroe
mítico: tanto su caída como su triunfo tienen lugar por medio del dolor
y a través de decisiones que desearíamos evitar.
De la Antigüedad a la Edad Media, la épica

Durante la Edad Media, el papel de los caballeros en las batallas


cambió debido a los movimientos políticos de los diferentes reinos
para avanzar territorialmente. El enemigo dejó de estar cerca, se
encontraba en territorios alejados y desconocidos que despertaban el
espíritu de aventura. El período de los caballeros medievales empezó
en el siglo VIII y continúo hasta finales del siglo XV. El caballero
medieval era un ser noble y de gran corazón, guerrero a caballo que
servía al rey o a un señor feudal a cambio de tierras o dinero. Antes de
ser caballero servía como paje y escudero, después ceremonialmente
era ascendido. Durante la ceremonia, el aspirante prestaba juramento
de ser valiente, leal y cortés, así como proteger a su rey y a la iglesia.
Los caballeros conformaban el ideal humano de la época, personajes
gloriosos que se entregaban al bien común del pueblo. Sus acciones
a capa y espada estaban al servicio de la recuperación de la patria
perdida. Honor, coraje y excelencia eran atributos indispensables de
este tipo de héroe, cuyas acciones estaban guiadas por una voluntad
casi sobrehumana, dispuestos a entregar su cuerpo a la manera de los
héroes griegos míticos. Esta nueva cosmovisión origina la épica
medieval, género conformado por relatos de hazañas heroicas
llamados cantares de gesta.
La gesta era una hazaña. El vocablo se deriva del latín gero (hacer) y
alude a cosas hechas o sucedidas, en contraposición con la lírica que
se nutre de cosas imaginadas o sentidas por el autor. Estas gestas se
las llama cantares por estar destinados a la recitación.
Los cantares de gesta no se componían para ser leídos, sino para ser
escuchados. Todos estos relatos épicos circulaban de manera oral. La
mayoría de la población que los escuchaba era analfabeta, por lo que
los juglares, artistas de la época, se encargaban de transmitirlos de
memoria, acompañados de instrumentos musicales.
Justamente debido a la transmisión de boca en boca (a esto se debe
su estructura sencilla, que se pudiera recordar) los cantares sufrían
variantes en sus diferentes recreaciones y se considera una
composición colectiva tradicional3 .
El cantar de gesta genuino tiene un fondo histórico cierto, al que es
más o menos fiel. Esta fidelidad a la exactitud histórica de lo narrado
reviste una serie de matices, que van desde aquellos cantares que casi
son una crónica rimada hasta aquellos otros cuya historicidad queda
tan reducida que casi parecen una obra de pura imaginación. Por lo
general, cuanto más remoto es el asunto de una gesta, más pesan en
ella las versiones tradicionales y legendarias de los hechos y más se
aparta de la realidad histórica, al paso que, cuando relata hechos
sucedidos en un pasado próximo, la fidelidad a lo que realmente

3
Los cantares de gesta son algo así como la historia al alcance y al gusto
del pueblo. El hombre culto se enteraba de los hechos del pasado leyendo
crónicas y anales en latín, y quedaba su curiosidad satisfecha con el dato
frío y escueto. El hombre iletrado precisaba de alguien que le expusiera de
viva voz la historia, de la cual lo que le interesaba era lo emotivo,
sorprendente y maravilloso y la idealización de héroes y guerreros a los que
se sentía vinculado por lazos nacionales, feudales o religiosos.
sucedió es mayor, entre otras razones porque el público que ha de
escuchar los versos conoce con más precisión el asunto y sus
personajes. Por otra parte, cuando la gesta tiene por escenario las
mismas tierras en que se desarrollaron los acontecimientos que
poetiza, suele mantener unos datos geográficos, ambientales y sociales
mucho más fieles a la realidad que aquellas gestas que transcurren en
países lejanos y exóticos.

Los rasgos anti-heroicos

A diferencia de lo que veíamos anteriormente sobre el héroe mítico, el


antihéroe es un hombre o una mujer que nada tiene que ver con lo
divino; es un ser absolutamente terrenal, en todo el sentido de la
palabra. Tiene defectos, virtudes y bien podría parecerse a cualquiera
de nosotros, pues el protagonista moderno no está por encima de los
hombres, sino a su mismo nivel. Es uno más entre los humanos aunque
es posible que destaque, bien por determinadas características propias
(físico, nivel social) o por los actos que realiza, pero no suele partir de
una posición distintiva con respecto al resto de los hombres. Esto viene
ligado a la falta de poderes sobrenaturales, algo que solía caracterizar
a los héroes de la mitología, como Heracles, y que aún sobrevive en la
narrativa de superhéroes. Se trata, por tanto, de tipos corrientes,
desprovistos de cualquier atributo que los eleve y los divinice.
La decadencia de lo físico

Vivimos una época de absoluto enaltecimiento de la belleza, de


obsesiva adoración y culto al cuerpo, así como somos parte de una
sociedad en la que el deporte es glorificado y aupado hacia esos altares
donde antes solo podrían estar los míticos.
Creamos héroes nacionales cuyos méritos, por lo general, no traspasan
la barrera de lo físico; sin embargo, paradójicamente, la ficción actual
funciona a contracorriente. Lo físico se debilita. La pura acción no es
suficiente para deslumbrar. El héroe moderno no se forja por sus
logros materiales sino por la sacudida que estos provocan a su mundo
interior. Poco importa que consiga el tesoro ansiado si con esto no
logra resolverse a sí mismo. Esto es, no alcanzar el objetivo físico no
supone una derrota si al menos durante el trayecto se produce un viaje
interno, una batalla mental que pueda acabar por
erradicar los fantasmas del héroe.
Mientras en la etapa clásica el referente representaba fielmente los
cánones de belleza, actualmente hay una tendencia a lo opuesto, con
la intención de restar importancia a la apariencia del héroe y sumársela
a aspectos más profundos de su persona. En realidad, el físico del
héroe moderno dependerá en gran parte del género cinematográfico al
que pertenezca la película, siendo la comedia el ámbito donde más
enfatizada queda la falta de belleza del protagonista (el estereotipo del
feo gracioso). Así mismo, según el tipo de antihéroe, teniendo en
cuenta la división que haremos más adelante, la apariencia física
jugará un papel mayor o menor en la atracción hacia el personaje.
Algunos “canallas”, como Jack Sparrow, mantienen un equilibro entre
belleza y descaro que resulta magnético, pero igualmente los kilos de
más de una “perdedora” como Bridget Jones hacen especialmente
atractivo a su personaje. No se trata de sentirse abducido sexualmente
(en algunos casos es influyente) sino de que la combinación entre el
físico del protagonista y el resto de cualidades que posee resulte
convincente. Por ello la industria tiende a calibrar con precisión las
características de sus personajes, de manera que, si el pirata se presenta
como un manipulador sin escrúpulos, el atractivo físico no resultará
sobrante, mientras que en el caso de la chica, cargada de agradable
espontaneidad, un “corriente” aspecto físico constituirá un acertado
contrapunto para el personaje. Si el héroe goza de un físico
inmejorable, pero además actúa altruistamente y bajo buenas
intenciones, es más que probable que espectador sufra una especie de
indigestión ante el exceso de perfección.
A modo de resumen, en la ficción, el físico del héroe tiende a
desvalorizarse en favor de su personalidad y actitud, aunque en
ocasiones Hollywood sigue haciendo uso del atractivo envoltorio
como arma de seducción para determinado tipo de personajes.

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