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Trovadores y juglares
Durante la Edad Media, el acceso a la lectura y la escritura era
privilegio de unos pocos, generalmente intelectuales o clérigos que se
dedicaban -en los monasterios-a la conservación de textos religiosos y
de contenido filosóficos. Como en su mayoría el pueblo era analfabeto,
la tradición cultural se difundía en forma oral. Estos eran algunos de
los responsables.
• Los juglares, músicos y recitadores de origen humilde,
entretenían al pueblo contando o cantando en las plazas historias y
leyendas en forma de verso, que muchas veces acompañaban con
mímica o alguna representación alusiva. Se encargaron, a cambio del
sustento del día, de difundir un pasado heroico que merecía ser
recordado e imitado.
• Los trovadores eran nobles que, en el marco de torneos o
competiciones musicales, componían e interpretaban sus propias
poesías-de contenido amoroso en lengua romance (la lengua vulgar
que se distinguía del latín). A diferencia de los juglares, que vivían de
su profesión y consideraban la composición de poemas como una
expresión más del ideal caballeresco.
Los romances
Los romances, series indefinidas de versos octosílabos con rima
asonante en los versos pares, son poemas que los juglares y trovadores
transmitían declamando, cantando o intercalando canto y
declamación. A partir del siglo xv, comenzaron a recopilarse en
colecciones denominadas romanceros.
Los llamados romances viejos se remontan a los siglos XIV y XV, son
anónimos y narran episodios destacados de la vida de personajes
históricos, aunque también los hay de tema amoroso.
El relato épico
Sí bien la épica es un género que se origina en la Antigüedad,
encuentra en la Europa de la Edad Media -asolada por las guerras y
conflictos constantes- un contexto favorable, para resurgir.
La épica medieval, que tiene su origen en la grecolatina, adoptó,
fundamentalmente la forma de cantares de gesta, extensos poemas
anónimos cuyos versos se agrupan en unidades temáticas o de acción.
Según Menéndez Pidal, un estudioso de la literatura, de estos extensos
poemas se desprendieron algunos fragmentos que fueron reelaborados
dieron origen a los romances épicos.
El mundo exaltado en los cantares era el de la guerra y sus
protagonistas, personajes históricos o legendarios cuyas hazañas
sobrehumanas eran glorificadas. Estas composiciones poéticas no solo
narraban hechos importantes para la comunidad en la que circulaban.
Tenían además un propósito didáctico: el héroe, hombre superior,
constituía un ejemplo moral, un ideal a seguir, porque encarnaba en
forma extrema las virtudes que valoraba la sociedad de la época.
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Los griegos de la época arcaica consideraban la existencia de unos seres
intermediarios entre los dioses y los hombres a los que denominaron
semidioses. Estos héroes se caracterizan por su grandeza y virtud (areté) y
actúan en un mundo plenamente controlado por los dioses. Algunos
ejemplos son Aquiles, Héctor o Eneas.
una serie de cualidades que lo diferencian del protagonista de los
acontecimientos. Hablamos de protagonista solamente cuando
consideramos las acciones de ese personaje en relación con la obra
(poesía, teatro o narración)2. Se diferencia del héroe, cuyas acciones
contienen una valoración moral del mundo y la sociedad fuera de la
obra, en relación con el contexto de producción y, posterior, recepción.
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La etimología de la palabra nos ayuda a diferenciar el concepto héroe del
de protagonista. La palabra protagonista proviene del griego
“protagonistés”, la palabra es el resultado de la unión de “protos”, que
significa primero, y de “agonistés”, que significa actor. Así el protagonista
es “el primero en la acción”, el que más actúa, personaje principal del
relato.
Como ya hemos analizado en otras lecturas, las tragedias toman
algunos motivos míticos pero los representan en relación con el
contexto sociopolítico de la polis griega del siglo V aC. El héroe que
aparece en las tragedias clásicas no invita a que se lo imite, despierta
la desaprobación a causa de su soberbia o desmesura (hýbris). Su
castigo está visto como una lección por su audacia.
La tragedia griega nos presenta siempre un doble panorama. Por un
lado, las fuerzas enfrentadas en el conflicto trágico; por otro, el modo
en que son juzgadas esas fuerzas y la resolución del conflicto. De esta
manera, la tragedia presenta al hombre enfrentado con las más terribles
situaciones, en la soledad de las grandes decisiones, en el riesgo del
error o el triunfo y pone a la vista del espectador una interpretación a
partir de las concepciones griegas sobre el hombre, el mundo y lo
divino. Dichas concepciones dan un sentido a la acción y, de este
modo, el héroe se convierte en lección.
Rodríguez Adrados afirma que el héroe de la tragedia griega es un
espejo de la vida humana en sus momentos decisivos. Es más que un
tipo ideal directamente imitable; es el hombre mismo, tratando de
abrirse paso en situaciones no esclarecidas antes. En su búsqueda corre
el riesgo de cruzar el límite impuesto por el mundo divino. Caiga o
triunfe, se equivoque o acierte su suerte será siempre un estímulo y
una advertencia al mismo tiempo.
Por eso, este héroe se vuelve un modelo en sentido diferente al héroe
mítico: tanto su caída como su triunfo tienen lugar por medio del dolor
y a través de decisiones que desearíamos evitar.
De la Antigüedad a la Edad Media, la épica
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Los cantares de gesta son algo así como la historia al alcance y al gusto
del pueblo. El hombre culto se enteraba de los hechos del pasado leyendo
crónicas y anales en latín, y quedaba su curiosidad satisfecha con el dato
frío y escueto. El hombre iletrado precisaba de alguien que le expusiera de
viva voz la historia, de la cual lo que le interesaba era lo emotivo,
sorprendente y maravilloso y la idealización de héroes y guerreros a los que
se sentía vinculado por lazos nacionales, feudales o religiosos.
sucedió es mayor, entre otras razones porque el público que ha de
escuchar los versos conoce con más precisión el asunto y sus
personajes. Por otra parte, cuando la gesta tiene por escenario las
mismas tierras en que se desarrollaron los acontecimientos que
poetiza, suele mantener unos datos geográficos, ambientales y sociales
mucho más fieles a la realidad que aquellas gestas que transcurren en
países lejanos y exóticos.