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Lucho Bermúdez
y la música moderna
Darío Ruiz Gómez
H
acia 1946, Lucho Bermúdez está en excepcional, Efraín Orozco, y aparece como un
Buenos Aires. Recordemos que para mecenas receptor inmediato del talento de
estas fechas ya ha comenzado la ambos, Eduardo Armani, pintor, músico de la
fulgurante definición de esta ciudad como una sinfónica, un hombre de gran cultura. El
de las urbes cosmopolitas más decisivas del conocimiento profundo de Lucho Bermúdez de
siglo XX, y que para esta época, mientras las los diferentes sones de la música costeña, la
luces de un nuevo capitalismo estallan con las gaita, la cumbia, el merengue, la puya, lo llevan
burbujas de champagne en los grandes cabarets a componer basándose en estos ritmos
de la ciudad, el crecimiento de la vida nocturna folclóricos bajo una gran exigencia; por un
definiría la música que la acompaña, su propio lado, convertir las premisas de esa música
voudeville, su fashion, a la vez que el cine, la nativa en un ritmo universal y, por otro, cumplir
industria editorial alcanzarán un auge con el debido rigor el reto de instrumentar estos
vertiginoso que hará de Buenos Aires el centro ritmos con las síncopas propias de una música
de la inteligencia mundial. Detrás de ese fulgor donde la percusión africana se había fundido
y como contraste, estarán también el con la gaita, la flauta de millo, sonoridades
sufrimiento de las víctimas de ese capitalismo, esencialmente indígenas. Para dar este paso es
la prostitución en gran escala, la extrema decisiva, como lo señaló Pacho Galán, la
pobreza en las villas miseria que cierto tango, saludable influencia de Glenn Miller y de
cierta milonga, reflejan fielmente. Benny Goodman.