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Edisantiago Gutierrez 201326661

Andrés Soto 201413205


Seminario de Política Colombiana

Oriente Antioqueño: entre la violencia y la memoria. Un estudio de caso.

Dios le dijo a esta Antioquía: “Te haré arrugada y escabrosa, para que tus hijos luchen
contigo. Su vida no será en labranzas ni pastoreos apacibles: habrán de sacarte el pan
de tus propios entresijos. Mira: Tu relieve es tal, que tus mismos geógrafos habrán de
confundirse; los hombres que vuelen por sus espacios podrán darse mediana cuenta de
tu formación. Mas nunca podrán contemplarte tal cual eres en tu conjunto, ya te
estudien de soslayo, ya de plomo. Conforme lo dijo Dios, tuvo que ser. Aborígenes,
conquistadores, colonos, esclavos, hombres libres, todos, unos tras otros, han rompido
y escarbado este suelo en busca de ese Dios adorado, desde su primera revelación, y
que lo será, seguramente, hasta la consumación de los tiempos”.

Tomás Carrasquilla. Por Aguas y Pedrejones.

El precedente extracto de Aguas y Pedrejones, de Tomás Carrasquilla, pone de manifiesto


una de las características fundamentales de Antioquia: Una geografía altamente accidentada
que reúne la mayoría de pisos térmicos, y a su vez contiene grandes riquezas naturales, en
especial de fuentes hídricas y minas auríferas. Sin ser extraordinariamente grande, el
departamento ha sido históricamente de gran importancia para la consolidación política,
social y económica del país. Aún más relevante, dicha geografía, que a lo largo del siglo XIX
impidió la conexión de la región con el resto del país, fue parte de lo que forjó la idiosincrasia
paisa, caracterizada por una tradición liberal económica, pero con valores conservadores
tradicionales, y una fuerte identificación con el trabajo duro y la acumulación de riqueza.
Empero de lo anterior, esta imagen tradicional de una Antioquia unificada, homogénea, hogar
del paisa “emprendedor y verraco” es más problemática de lo que se piensa. Este esquema
clásico suele apelar a la cultura surgida en el Valle de Aburra, una de las 9 subregiones en las
cuales está dividida Antioquia por facilidad administrativa y afinidades topográficas y
culturales, y que sin embargo reúne a más de la mitad de la población departamental.
Se erige, entonces, un cuestionamiento a la idea de una Antioquia homogénea, contraria a la
realidad de 9 zonas diferenciadas con distintos patrones de poblamiento, composición racial y
demográfica, uso económico del suelo y respecto a sus relaciones con otras zonas del país.
Parte de los procesos que diferencian a las subregiones del departamento, son las distintas
dinámicas de violencia que se dieron en cada uno de estos territorios, tanto respecto al nivel
de intensidad y a los actores armados involucrados, como en las formas de victimización y las
respuestas de la población. Así, la relevancia del departamento también pasa por su papel en
los distintos ciclos de violencia que ha atravesado el país, y como territorio fundamental para
el estudio de la consolidación de distintos grupos armados.

Rutas de conflicto: Oriente Antioqueño


El oriente antioqueño es una de las 9 subregiones del departamento (dichas subregiones son
Valle de Aburrá, Bajo Cauca, Norte, Nordeste, Suroeste, Occidente, Oriente, Urabá y
Magdalena Medio) y está caracterizada por una gran diversidad económica (integración con
el Valle de Aburrá, al menos por parte del oriente cercano), una gran riqueza hidrográfica y
se distinguen cuatro clases de suelo que a su vez diferencian a la subregión en cuatro zonas
(Cornare, 1991):

Fuente: Red de medios impresos y virtuales del Oriente Antioqueño


- Altiplano: Zona de conexión económica con el centro del departamento
(Rionegro, Guarne, Marinilla, El Santuario, El Carmen de Viboral, San
Vicente, El Retiro, La Ceja, La Unión, Concepción y una pequeña parte de
Granada), se caracteriza por su alto proceso de urbanización, que no sólo se
liga con el establecimiento de industrias, sino también con la constitución del
suelo para uso recreativo, lo que desplaza la franja agrícola hacia zonas más
alejadas
- Embalses: Norte de la subregión. Corresponde a los municipios donde se
concentran la mayoría de centrales generadoras de energía y represas del
departamento (y 36% del área embalsada del país [Roldán y Ramírez, 2006, p.
165), tal sería el caso de El Peñol, Guatapé, San Rafael y San Carlos.
Igualmente, comprende zonas con una configuración histórica, más asociada a
las actividades comerciales con el Nordeste Antioqueño (San Roque, Santo
Domingo y Alejandría) .
- Bosques: Corresponde al área central de la subregión y comprende tres
municipios: Cocorná, San Luís y San Francisco y un par de veredas de
Sonsón. La mayor parte de esta zona, se encuentran grandes coberturas
boscosas, pero también se desarrollaron históricamente vertientes de pequeños
y medianos propietarios basados en los cultivos de la caña y el café
- Páramo: Zona sur (Sonsón, Abejorral, Argelia y Nariño). Se caracteriza por
explotación minera (mármol) y por la amplia variedad de productos agrícolas
debido a que cuenta con todos los pisos térmicos. Se caracteriza por ser una
región aislada de los grandes procesos de acumulación que se dan en las
demás zonas
La anterior ha sido la diferenciación subregional que ha predominado y que responde a
elementos ambientales y productivos, de integración municipal y en función al
establecimiento de grandes infraestructuras. Las cuatro subregiones han sido interiorizadas
por habitantes de la zona y por los funcionarios públicos que actúan sobre ella (v. gr.
Cornare, 1991). Sin embargo, estos no son espacialidades ya dadas, pues como cualquier
lugar inmerso en procesos políticos, económicos, sociales y de conflicto, son espacios que
constantemente están en construcción y que responden a las dinámicas diferentes de sus
procesos de poblamiento, su configuración social, las estructuras productivas que se
desarrollan, la presencia diferenciada estatal en sus distintas formas, la organización política
presente y las disputas que se desarrollan hacia ésta, así como la evolución propia del
conflicto armado.
Estos procesos moldean otras geografías de poder en el oriente antioqueño, las cuales deben
ser analizadas desde una perspectiva de largo plazo, que dé cuenta de las diferencias
históricas en la que la subregión se encuentra respecto al departamento, pero que también
muestre las distintas trayectorias que se dan al interior de la misma. Estas diferencias, en lo
que se suele considerar como el altiplano, la región de los embalses, bosques y la de páramos,
marcaron dinámicas del conflicto diferenciadas que tuvieron un impacto en distintos grado
sobre los procesos de violencia sobre las comunidades locales en sus territorios
experimentaron.
Por consiguiente, el objetivo del presente texto es el de entender la evolución de las
dinámicas de violencia en el oriente antioqueño, basáandose en el estudio teórico y empírico
de aquellas transformaciones que se han dado desde su constitución como región, al igual que
desde las diferentes experiencias políticas, económicas y sociales anteriores al conflicto, pero
que en últimas, moldearon la trayectoria que este fenómeno tendría sobre las poblaciones de
los municipios afectados.
Para cumplir con tal objetivo, la primera sección aborda los procesos constitutivos del oriente
antioqueño, así como las estructuras productivas que se desarrollaron a partir de éste;
posteriormente se analizan las dinámicas que insertaron al oriente antioqueño en la vida
política y económica nacional. En la tercera sección se da cuenta de los procesos cívicos de
movilización y protesta, que fueron fundamentales para dar razón de los primeros brotes de
violencia del conflicto armado. En la cuarta parte del texto, se comprende la evolución del
conflicto armado en su época de mayor fuerza con el fin de entender las rupturas que se
dieron a causa de sus protagonistas. Seguido de esto, se hace una recopilación de lo
anteriormente tratado, pero a la luz de distintas teorías sobre conflicto armado, que
proporcionan un mayor entendimiento de las dinámicas de violencia que se dieron en la
región del oriente. Finalmente, se realiza un estudio de caso de dos municipios de la zona,
para así, exponer las interacciones concretas de violencia que se dan en
corcondanciaconcordancia con los procesos expuestas en los que se desenvuelve la región del
oriente antioqueño.

1. Formación del Oriente Antioqueño y su estructura productiva.


A comienzos del siglo XIX, recién se habían constituido como municipios la mayoría de
localidades del oriente (Cornare, 1991). De manera que, desde 1828 el crecimiento
poblacional de Aantioquia se había caracterizado por su estabilidad y cada veintiocho años se
doblaba la población. Tal crecimiento no estuvo atado a migraciones extranjeras, pues el
exclusivismo social, religioso y de matrimonio, sumado a una fuerte barrera que otorga la
geografía de la zona impidieron grandes colonizaciones foráneas (Parsons, 1997). En cambio,
el aumento demográfico respondió a una alta tasa de natalidad que se relacionaba con
familias numerosas, pues el medio social y religioso de la zona era favorable para
matrimonios jóvenes con capacidad de tener varios descendientes. Solamente, con la
aparición de afecciones de parasitismo intestinal relacionadas con el incremento del cultivo
del café, fue que la tasa de mortalidad infantil aumentó.
Clara Inés García (2011) nos habla de procesos productivos rigen en el oriente antioqueño:
“Su característica principal fue la de ser una región rural especializada en la agricultura
campesina, que produce de manera simultánea bajo las lógicas del autoconsumo y la
comercialización” ¿Página?. Por consiguiente, el proceso de ocupación y colonización de la
región tuvo una base netamente campesina, que estructuró una economía agraria tradicional
basada en los cultivos de la papa, el maíz, los fríjoles y la yuca con técnicas agrícolas que
preceden al periodo de la Conquista. Únicamente con la introducción del café y los pastizales
a finales del s. XIX y comienzos del XX, se desarrolló una agricultura intensiva que incentivó
un alto crecimiento poblacional, al igual que la parcelación de la tierra en pequeños y
medianos latifundios (Parsons, 1997).
Esta caracterización de la región, sumada a su alta tradición religiosa y conservadora,
marcaron los procesos sociales y políticos que se dieron hasta finales de la mitad del siglo
XX en el oriente. Sin embargo, la necesidad de utensilios para la agricultura iba a forma una
pequeña industria manufacturera, la cual iba a tener un rápido desarrollo hasta convertirse en
parques industriales de grandes compañías en Medellín (Parsons, 1997). Con el desarrollo y
crecimiento de la industria en la capital del departamento, Antioquia da un salto importante
para constituirse como uno de los motores económicos y políticos de la nación, e igualmente
produjo otros procesos sociales sobre en periferia que serán posteriormente analizados.

2. Integración del Oriente Antioqueño a la vida política y económica nacional e


internacional.
Son tres los procesos que identifica Clara Inés García (2011) que hacen al oriente sobresalir
hacia la vida económica y política de la región y del país. Estos procesos se enmarcan dentro
de las dinámicas económicas basadas en el desarrollo y la acumulación de capital; al igual
que en los discursos, las políticas y el reordenamiento territorial que, desde el Estado, actúan
sobre la región; finalmente, también surgen construcciones y movilizaciones sociales que se
desprenden de los pobladores para enfrentar estas transformaciones que se daban en el
territorio.
El primero de los procesos identificados son los procesos económicos que comienzan desde
finales de los 50´s y comienzos de los 60's, los cuales son de carácter exógeno a las dinámicas
propias de los municipios que constituyen la región. Tales transformaciones vienen desde la
planeación estratégica del Estado central y a causa de procesos inherentes al desarrollo de la
producción de capital: la construcción del complejo hidroeléctrico inicialmente en Guatapé y
el El Peñol, pero posteriormente en San Carlos y San Rafael; igualmente, los procesos de
descentralización de la creciente industria de Medellín hacia sus municipios circundantes
(pues debe mantenerse conectada con el centro económico), que hace a los municipios del
altiplano en el oriente los mayores receptores de industrias basadas principalmente en mano
de obra no calificada; y por último, la construcción del aeropuerto José María Córdoba de la
autopista Medellín-Bogotá que divide por la zona de los bosques a la región.
Con tales transformaciones económicas, se inicia un proceso rápido de urbanización de los
principales municipios, se modifica la estructura agraria tradicional y los usos del suelo, al
igual que se reactiva la colonización de los municipios del oriente más periféricos (Novoa,
2009). Así pues, un ejemplo de esto son los usos de suelo de los municipios del altiplano
(Marinilla, Rionegro, Guarne, La Ceja, La Unión, El Carmen de Viboral, El Santuario, El
Retiro), los cuales habían sido predominante agrícolas en pequeñas y medianas parcelas, pero
para el año 1979 la agricultura sólo ocupaba el 17.2% del territorio mientras que se le daba
nuevos usos a un 75.9% (Arango, 1982). Aunque, bien podría afirmarse que el nuevo
desarrollo que se experimentó en el oriente de Antioquia, se refiere al desarrollo de los
municipios anteriormente mencionados, el altiplano, y no al conjunto total de localidades que
lo componen (García, 2011).
El segundo de los procesos que relocalizan la región es la creación de discursos e
instituciones que producen un reordenamiento territorial sobre la región. Mediante la creación
de un organismo de gestión político-administrativo: Corporación Autónoma Regional
Rionegro-Nare (Cornare), se inicia la planificación e institucionalización del oriente
antioqueño (Novoa, 2009), se estudian las diferencias que lo caracterizan y las subsecuentes
políticas diferenciadas que actúan sobre sus distintas zonas. Por lo que, el Estado y las élites
políticas y económicas producen una región, al originar una forma de estudiar y actuar en el
territorio que se delimita (García, 2007).
Por último, las construcciones y movilizaciones sociales también insertaron a la subregión en
la vida departamental y nacional al elaborar discursos, narrativas y fuerzas integradoras que
se enfrentan contra las transformaciones que ocurrían en la segunda mitad de siglo. Con un
pasado en las experiencias de movilización que se dieron en Guatapé y El Peñol en los años
60´s a causa de la construcción de las primeras hidroeléctricas, se constituye en los 80´s el
Movimiento Cívico del Oriente Antioqueño.
Éste movimiento cívico se unió inicialmente bajo problemas en las tarifas y las malas
prestaciones de los servicios públicos (principalmente eléctricos con la Electrificadora de
Antioquia), pero posteriormente avanzó hacia una comunidad regional con intereses que se
enfrentan con las propuestas centralizadas del gobierno nacional, lo cual a su vez, reproduce
una identificación del y con el territorio que supera los motivos de las protestas individuales
(Novoa, 2009). De este modo, se impone una nueva forma de hacer propuesta política,
alejada de las mediaciones político-institucionales tradicionales que ofrecían los gamonales
locales afiliados a los partidos políticos liberal y conservador, con la que se crea solidaridad
política y se deja un precedente que los problemas pueden ser enfrentados mediante la acción
colectiva.
En resumen, se genera una integración del oriente antioqueño a la sociedad mayor de nación
mediante distintas dinámicas: procesos económicos exógenos al desarrollo de las
comunidades al interior del oriente antioqueño; al igual que con los discursos e instituciones
que reordenan y producen territorialmente la región desde el Estado; e igualmente, desde las
construcciones y movilizaciones sociales que enfrentan las transformaciones centralizadas
que se dan en el territorio y produce una nueva forma comunitaria propia del oriente para
solucionar los problemas que le atañen.

3. Los Inicios del Conflicto: De la protesta a la violencia

Entre los años 70´s y 80´s se da el mayor momento de agitación política en el país, las
grandes protestas y movilizaciones sociales se enmarcan en esta época. Sin embargo, en
Antioquia, y específicamente en el oriente antioqueño los sindicatos no tenían mayor
incumbencia para lograr reivindicaciones frente a las transformaciones que se analizaron
anteriormente sobre la región. Esto podría explicarse por el carácter de estos sindicatos, como
lo explica Urrutia (2016), en Antioquia predominó exitosamente la Unión de Trabajadores de
Colombia, la cual era una organización creada desde la iglesia católica y basada en los
trabajadores de la industria manufacturera, que solamente buscaba mejoras económicas en la
vida de sus afiliados sin mayores pretensiones en el ámbito político. En consiguiente, las
movilizaciones y los tres grandes paros que se desarrollaron el oriente se dieron mediante las
raíces y la evolución del Movimiento Cívico del Oriente Antioqueño, quienes en su etapa de
mayor cúspide se lanzaron hacia la propuesta política, con los efectos trágicos que esto
desencadenó.

3.1 El Movimiento Cívico del Oriente Antioqueño

Los tres procesos descritos en la segunda sección del texto, interactúan conjuntamente en los
80's en lo que sería los primeros fenómenos de violencia del conflicto armado en la región del
oriente antioqueño. Como se indicó, un largo ciclo de luchas cívicas en la región a razón de
motivos específicos y coyunturales relacionados con las transformaciones en el territorio, se
van traduciendo con el tiempo en un momento de cohesión y unidad territorial de la protesta
y la movilización del oriente, que se encarna finalmente el Movimiento Cívico.

La presencia de las instituciones del Estado no era débil y la mediación de los partidos
tradicionales, dejaban poco espacio para la participación e intervención nuevos actores
políticos con deseos de organizarse. Sin embargo, la masiva participación de las localidades
mediante procedimientos horizontales fuertemente democráticos, generó una dinámica
territorial de desplazamiento y movilidad que le dio cohesión y convergencia a la región.
Estas formas de participación de la comunidad, lentamente rompieron con el esquema
paternalista y clientelista que ostentaban los partidos tradicionales, pues ya no se necesita de
la mediación de políticos, gamonales y caciques locales para obtener los beneficios del
Estado; sino que la misma población se organiza y con su poder de facto es capaz de lograr
reivindicaciones en los problemas comunales (Novoa, 2009). De manera que, el siguiente
paso del movimiento ya hacia mediados y finales de los 80´s, fue lanzarse como propuesta
política para participar en el proceso político electoral local (recientemente abierto con la
elección de alcaldes).

No obstante, si bien fueron provechosos los esfuerzos para sacar adelante una propuesta
política basada en el poder popular, en la convergencia política de la región, y en la
constitución de una nueva alternativa; lo cierto es que la represión institucional y
parainstitucional fueron en desmedro de este empeño. El asesinato, desaparición o
desplazamiento de los principales líderes del movimiento, empezando con Julián Conrado en
San Carlos en octubre del 83, constituyó la tragedia del movimiento y reforzó nuevas
dinámicas de violencia que se presentaron en la región.
3.2. Las Guerrillas en el Panorama Histórico del Conflicto en el Oriente

La presencia histórica de guerrillas en la zona se concentró en la parte sur, principalmente en


Argelia y Nariño, donde las FARC tuvieron una establecimiento fuerte. Ahora bien, esta
presencia no fue fuerte en el tiempo, y en el oriente como región sólo habían apariciones
furtivas de pocos hombres más encaminados a extorsionar ganaderos y madereros. Se puede
concebir como la primera entrada fuerte de un grupo guerrillero, por parte del proceso
expansionista del ELN en los años 80´s.

El Ejército de Liberación Nacional (ELN) es tal vez el grupo más endógeno de la zona, se
instauró en la zona mediante la creación de una cuadrilla fundada por el sacerdote Bernardo
López Arroyave, y hace sus primeras incursiones en la zona de San Luis, San Carlos y San
Francisco. En 1985, pasan de la cuadrilla hacia el frente y el grupo usa el nombre de dos
catequistas cristianos de Cocorná que habían sido asesinados (Carlos y Alirio Buitrago) para
instituirse en el oriente. En el proceso de expansión del ELN sobre la región, se le encargó al
frente Carlos Alirio Buitrago la misión de ejercer control sobre parte del complejo
hidroeléctrico, en la autopista Medellín-Bogotá y en la zona productiva de cemento en
Rioclaro y Nare, para así, financiarse de sabotajes y extorsiones que pudieran desarrollar en
estas zonas estratégicas.

Es mediante este grupo armado que se insertan las experiencias individuales de las personas
perseguidas por el movimiento cívico. Así pues, muchos de los combatientes que permitieron
la expansión del ELN eran originarios de la zona, quienes habían sido perseguidos por haber
pertenecido a las distintas instancias del Movimiento Cívico del Oriente, o simplemente eran
conocidos por tener preferencias ideológicas estigmatizadas de subversivas. Tales
persecuciones y asesinatos, son atribuidas a una primera generación de paramilitares
formados en las escuelas de guerra del magdalena medio y financiadas por el narcotráfico.
Tal son el caso de escuadrones de la muerte como “Los Masetos” y las antiguas Autodefensas
del Magdalena Medio de Puerto Boyacá en las que Ramón Isaza era uno de sus comandantes,
quienes se perciben como los autores de los crímenes contra el movimiento en coordinación
y/o con el beneplácito de la fuerza pública.

En síntesis, las dinámicas de violencia que se empezaron a dar en contra de los líderes
sociales de la protesta civil y contra partidarios de ideas vistas desde la institucionalidad y la
parainstitucionalidad como subversivas, jugaron un rol fundamental en la consolidación de
grupos que surgían en la zona como es el caso del ELN. Este grupo, sin nacer propiamente de
las dinámicas de la región, sí se constituyó por cerca de una década a partir de pobladores de
la zona, por lo que los lazos afectivos y personales se mantuvieron en el conflicto. Lo
anterior, se evidenciaba en una violencia que era de baja intensidad y altamente selectiva,
pues la endogeneidad de los integrantes del ELN generaban espacios más abiertos para el
diálogo y la negociación con la comunidad en su deseo de reducir los efectos inherentes de la
guerra. A pesar de ello, el grupo nunca se instituyó como el dirimidor de los conflictos
sociales, sino más bien su alta presencia militar sumada al apego de sus integrantes con las
comunidades, jugaba a favor de una mayor capacidad de agencia de los pobladores para
concertar acuerdos con el grupo armado.

Aún así, ya se avistaba la entrada de un nuevo grupo en las dinámicas del conflicto en la
zona, pues el surgimiento endógeno de grupos paramilitares en las zonas aledañas al oriente
antioqueño, hace que esta zona se torne estratégica para los grupos armados. Particularmente,
la conformación de las Autodefensas del Magdalena Medio por parte de Ramón Isaza iba a
tener un efecto importante en cómo se transformaron las dinámicas de violencia en la región
del oriente. Igualmente, la instauración del Bloque Metro desde las Autodefensas Campesinas
de Córdoba y Urabá, y del Bloque Cacique Nutibara fueron determinantes para la trayectoria
que tendría el conflicto armado posteriormente.

4. Dinámicas del Conflicto Armado en el Oriente Antioqueño (1997-2007)


Como se puede ver en la gráfica presentada por García (2011), la violencia toma fuerza en la
región a finales de los 90´s. El control predominante que había ejercido el ELN, encuentra su
agotamiento desde el año 1997, cuando diferentes estructuras paramilitares comienzan a
disputarle el dominio. Pues bien, el Bloque Cacique Nutibara, el Bloque Metro y las
Autodefensas del Magdalena Medio, al igual que la Fuerzas Armadas Revolucionarias de
Colombia (FARC), entraron a disputar el control en la zona.

Inicialmente el Bloque Metro, hace su incursión en el oriente cercano (El Carmen de Viboral
y La Ceja) para el año 97, para posteriormente desplegarse hacia la zona de los embalses en
Granada y San Carlos. Así mismo, la presencia de este grupo se alargó hasta la zona de
páramos en Argelia y Sonsón, lo que produjo un alto número de desplazados. Igualmente, las
Autodefensas del Magdalena Medio mediante el frente José Luis Zuluaga, venían de regiones
cercanas al oriente y varios de sus integrantes eran originarios de éste (al igual a como se dió
en el ELN), por lo que sus dinámicas de violencia también fueron mediadas en parte, por los
esfuerzos de la comunidad de acercarse a estos actores armados y concertar medidas que
menguaran los efectos de la guerra, por lo que muchas veces primaron antiguos lazos de
amistad o de parentesco para así disminuir las acciones violentas.

Por su parte, la presencia de las FARC en la zona se dió mediante la entrada y creación del
frente 47 y 9 del grupo armado, los cuales provienen de subdivisiones a frentes cercanos de la
zona. La entrada de este grupo, se da como una decisión estratégica de detener el avance de
los paramilitares en la zona del oriente, al igual que buscando fuentes de financiación con
miras a la extorsión en el complejo hidroeléctrico y en la autopista Medellín-Bogotá. En
varias oportunidades, se registraron choques por el control territorial entre las FARC y el
ELN, aunque también se evidenció la complicidad y la unión de propósitos entre ambos.
Finalmente, las FARC terminarían dominando las zonas en donde el ELN había tenido una
presencia de más vieja data.

Concretamente, el Bloque Metro se consolidó como el actor predominante en la zona hasta el


2002, lo que implicó un costo humanitario alto, pues entre 1998 y 2002 se incrementaron
sostenidamente y a gran escala las masacres, los asesinatos selectivos y los homicidios
indiscriminados. (Vicepresidencia, 2003). Sin embargo, la decisión de los líderes del Bloque
(Especialmente Alias “Doblecero”) de no integrarse al proceso de negociación con las bandas
paramilitares por considerar a varios de los grupos que estaban inmersos en el proceso como
grupos de narcotraficantes, generó un enfrentamiento entre estos grupos. En últimas, el
Cacique Nutibara de la mano de Alias “Don Berna” fue quitándole el control del amplio
territorio que dominaba el Bloque Metro, y ya para 2003, esta federación de estructuras
criminales de todos los tamaños y procedencias se impuso en la mayoría de los municipios de
la zona.

Para los años de 2002 y 2003 se dan distintos procesos que transforman el protagonismo del
conflicto en el oriente antioqueño; no solamente con la desaparición del Bloque Metro, sino
también con el inicio de las desmovilizaciones por parte del Bloque Cacique Nutibara (que
era el grupo dominante territorialmente). Igualmente, mediante el inicio de la política de
Seguridad Democrática por parte del presidente Uribe, las Fuerzas Armadas empiezan a tener
un rol más activo en la búsqueda del control de la zona y la estabilización de los fenómenos
de violencia.

Así pues, al desmovilizarse los paramilitares del Nutibara, si bien se conforma el grupo
Héroes de Granada que se desprende de este, las acciones militares por parte de los actores
parainstitucionales decaen uniformemente. De esta forma, los actores principales del
conflicto desde el 2003 fueron las FARC y el ejército nacional, produciendo otro pico de
violencia en el 2004, pero se conecta con la fuerte decisión de la fuerza pública de recuperar
el control de la zona y replegar a los guerrilleros hacia las zonas más periféricas.

Las dinámicas de violencia enfocadas en los actores armados en la zonas anteriormente


descritas, pueden verse mediante la gráfica elaborada por Clara Inés García (2011) para el
caso del oriente antioqueño mediante los datos del CERAC, en donde da cuenta de las
diferencias en la capacidad militar de los distintos actores involucrados a lo largo de una
década de un intenso conflicto en la región:
En síntesis, existieron distintas etapas en el conflicto armado colombiano que se vieron
reflejadas en el oriente antioqueño, con semejanzas al igual que especificidades y tendencias
diferenciadas respecto a las demás zonas del país. El siguiente es un esfuerzo teórico para
entender la complejidad de las dinámicas de violencia que hasta ahora se han presentado, y
así, poder dilucidar más a fondo las experiencias violentas que vivieron los municipios del
oriente en función de dos estudios de caso.

5. El Oriente Antioqueño: ¿En qué contexto se insertaron los grupos armados?

Como se expuso al inicio del texto, existen diferentes procesos en un territorio que
configuran cómo se piensa y cómo se actúa sobre éste. El oriente antioqueño ha estado
inmerso en procesos políticos, económicos, sociales y de conflicto, que moldean las
diferentes trayectorias que experimentan. Por ende, distintas dinámicas afectan el desarrollo
de las subregiones y de los municipios, tales son los diferentes procesos de poblamiento, la
conformación socioespacial de la zona, la estructura agraria y productiva que se
desenvuelven, las distintas formas de presencia estatal y su variación en el espacio y el
tiempo, las disputas que se dan al poder político existente y las trayectorias de conflicto
experimentadas (González, Bolívar y Vásquez; 2003). Sin embargo, tampoco se puede
considerar a la región como uniforme u homogénea en el desarrollo de estos procesos, pues
han habido también diferencias históricas en el estado de cada una de estas dinámicas.
Este trabajo se enmarca en el estudio de tales dinámicas en función de un marco conceptual
de la presencia diferenciada del Estado en tiempo y espacio a largo del territorio nacional.
Igualmente, se basa en la concepción de distintas trayectorias que se experimentan en un
territorio en función de la relación histórica con el Estado por parte de los pobladores, así
como en distintas dinámicas espaciales y de violencia que se dan en el desarrollo de un
conflicto armado.

A partir de lo anterior se dará cuenta del conjunto de fuerzas que actúan sobre el oriente
antioqueño, iniciando en primer medida, con el estudio de las formas de poblamiento y de
configuración socioespacial y su relación con la presencia estatal diferenciada, y las
subsecuentes dinámicas de conflicto experimentadas. Las formas de poblamiento en
Antioquia, y en especial del oriente, se dieron mediante una colonización de ya hace más de
200 años en la que la base era completamente agrícola. Esto marcó la tradicionalidad y la
tendencia conservadora de la región, que hasta los 50´s mantenía en buena parte su estructura
agrícola de pequeños y medianos latifundios. Sin embargo, al darse una nueva configuración
territorial mediante procesos exógenos de desarrollo centralizado desde el Estado en función
de la acumulación de capital, se alteran las configuraciones sociales y espaciales tradicionales
que estuvieron arraigadas en las comunidades. Así pues, se da una primera presencia estatal
en la subregión, pero esta se enfoca en generar grandes megaproyectos productivos (complejo
hidroeléctrico, autopista, etc.) para los intereses del país, sin prestar mucha atención a las
comunidades que habitaban en la zona y en generar un desarrollo en conjunto con estas.

La configuración política de la región del oriente era similar a muchas regiones del país, en
donde los gamonales y caciques locales adscritos a los partidos tradicionales, especialmente
el partido conservador, eran quienes administraban los recursos provenientes del Estado. Por
lo que, solamente mediante su intermediación, las comunidades podían aspirar a obtener los
beneficios de los recursos estatales. No obstante, se da endógenamente en la región, un nuevo
proceso de configuración socioespacial basada en la construcción y movilización social, que
mediante procesos altamente participativos y democráticos le da una oportunidad a la
comunidad de saltarse la tradicional mediación partidista. Por ende, mediante la acción
colectiva se comenzaron a dar reivindicaciones comunales, y posteriormente, se empezó a
generar una propuesta política alternativa basada en las localidades y en el accionar comunal.

A pesar de esto, tal movimiento amenazaba con a loas intereses y la configuración que los
poderes tradicionales habían construido en la zona desde hace décadas, por lo que se
empiezan a dar fenómenos de violencia institucional y parainstitucional en contra de estos
levantamientos cívicos. Lo anterior, daría cuenta de que el control del monopolio de la
violencia y de la justicia no estaba enteramente en las manos de las instituciones estatales,
sino que en cierta medida, el orden de la región lo ostentaba poderes tradicionales del
conservadurismo antioqueño de vieja data. Por ello, habría la necesidad de comprender al
oriente antioqueño en su momento, como una región controlada indirectamente por el Estado
(González, 2015, pp. 61), pues a pesar de la presencia de las instituciones estatales, el orden
aún debía ser negociado con los poderes locales de los partidos.

Finalmente, estos primeros hechos de violencia que buscaban proteger el status quo de los
poderes tradicionales, tuvieron repercusiones para la posterior incursión de grupos armados;
inicialmente, el ELN recibiendo en sus líneas muchos de los casos de persecución política
que se dieron en el oriente. Tal hecho, es muestra de un contexto violento en el que la vía
armada es la única salida para algunas personas de preservar su vida. De esta forma, se va
configurando un control territorial, medianamente endógeno a las comunidades por la alta
presencia de personas originarias de la zona, pero con un grupo que en ningún modo controló
las relaciones sociales de las comunidades, pues el oriente ya había experimentado los
procesos de configuración política, económica, social y de relación con el Estado.

Hacia 1997, es cuando el panorama cambia en la zona, y de ser una zona con un control
territorial medianamente marcado, se pasa a una zona en constante disputa. Debido a la
contigüidad con zonas donde grupos guerrilleros y paramilitares sí fueron endógenos, y a los
beneficios que el oriente ofrecía, las decisiones estratégicas nacionales se direccionan hacia
una disputa por el control territorial y poblacional en los municipios del oriente. Es en este
momento, en donde se constituye como un territorio en disputa (Vásquez, Vargas, Restrepo;
2011), pues ninguno de los grupos armados logra tener una inserción efectiva en los
conflictos sociales, económicos y políticos de las comunidades, y se generan dinámicas de
violencia con una alta intensidad e indiscriminada desde cada una de las partes hasta que
alguno de los grupos logre consolidarse (Kalyvas, 2012), al menos territorial y militarmente.
Esto último, sólo se generó hasta el final de la década de violencia, cuando finalmente es la
fuerza pública la que logra ejercer el control de la mayor parte del territorio para el año 2007.

En resumen, han existido varias dinámicas en la región que han moldeado los diferentes
procesos de violencia a lo largo de su territorio. Por ello, es necesario un esfuerzo a nivel
municipal, que proporcione las experiencias concretas que se dan en una localidad que está
envuelta en las dinámicas subregionales del oriente antioqueño. De esa forma, se espera
evidenciar de manera más profunda cómo se dan los procesos de violencia en las
interacciones concretas de los grupos armados, la población y los actores políticos y sociales
como lo proponen los trabajos de Kalyvas (2012).

6. Estudios de caso: San Carlos y Granada.

San Carlos y Granada, ambos municipios del Oriente, reflejan las dinámicas descritas
anteriormente: Poblamiento agrícola en terrenos montañosos-que “forjaron el espíritu de
trabajo” antioqueño-, tradición conservadora, predominancia de minifundios e integración
económica similar con el centro económico. Ambos municipios también contaron con el
surgimiento de movimientos cívicos bajo las mismas condiciones, como reacción a los
procesos de desarrollo de infraestructura que se imponían desde el nivel nacional. Las
demandas de la población en relación a la baja calidad en la prestación de servicios públicos,
demandas para la agricultura y especialmente su inconformidad con la negociación de
desalojo de los territorios para las represas (principalmente precios muy bajos o negativa a
comprar el terreno) tuvieron como resultado protestas sociales y paros cívicos ante la poca
disposición al diálogo del gobierno nacional y las empresas, lo que generó un ambiente de
malestar colectivo que le brindó a las guerrillas una oportunidad de entrada como actor para
canalizar dichas demandas.

En ese contexto, el ELN es pionero en la inserción en la comunidad y el establecimiento de


un control social efectivo, a través de incursiones en los territorios con militantes de la zona,
que empiezan a preguntarse por los problemas de la comunidad y por buscar los mecanismos
para resolverlos desde una lógica de autogobierno. Así, dicho grupo armado busca
legitimarse dentro de la población a través de una suplantación directa del Estado. El ELN
empieza a regir la vida comunitaria, solucionar problemas de linderos, organizar bazares y
construir escuelas; sin embargo, también comienza con amenazas, asesinatos selectivos,
destierros con el visto bueno de la población. Empieza a eliminar a los “indeseables”:
cuatreros, prostitutas, homosexuales, personas adictas, consolidando el primer ciclo de
violencia, que a su vez le significa la aprobación completa de la comunidad.

Este periodo es conocido por ser el principio de los ciclos de violencia (con índices bajos,
debido a los altos niveles de selectividad), no sólo por las acciones de control del ELN, sino
por el asesinato de líderes de movimientos cívicos y sociales, que empezaron a poner en
riesgo el status quo de la élite regional (representada en el “Villeguismo”, el ala conservadora
del oriente antioqueño dirigida por Álvaro Villegas Moreno [CNMH, 2011, p. 59]),
atribuidos a miembros del MAS y a alianzas de los políticos locales con grupos paramilitares
del Magdalena Medio.

El fin de la etapa expuesta coincidió con la llegada de los frentes 9 y 47 de las FARC a la
zona (en 1987 para Granada y finalizando la década en San Carlos), como parte de la
estrategia definida en la VII conferencia del grupo guerrillero, que contemplaba la expansión
hacia zonas de potencial económico y colonización interna. El oriente cumplía con dichos
requerimientos, además de facilitar conexión hacia el oriente cercano y de allí al Valle de
Aburrá.

A pesar del modo de relacionamiento militarista que entabló las FARC con la población
(contrario a las relaciones sociales que logró establecer el ELN), la población recuerda el
periodo entre el 80 y mediados del 90 como la hegemonía guerrillera. Así, al no constituirse
como un territorio en disputa, la violencia era selectiva y correspondía a las pocas personas
que se manifestaban explícita y públicamente en contra de los grupos guerrilleros.

El comienzo de la violencia más cruda se dio con la llegada de los paramilitares. Es en


este punto donde ambos municipios se vuelven comparables en tanto ambos, con rutas
de poblamiento, inserción económica, surgimiento de movimientos sociales y dominio de
grupos guerrilleros; tuvieron dinámicas de conflicto distintas. Es decir, no se afirma que
la intensidad haya sido mayor en uno que en otro municipio (esto no se podría afirmar ya que,
como muestran los informes de MH, el número de víctimas que ellos contabilizan no es
exacto al no tener cifras excluyentes), ni tampoco que en uno de ellos la violencia haya sido
más gráfica, ya que en ambos municipios hubo actos de sevicia y tuvieron la finalidad de
crear terror en la población. Se pretende mostrar cómo en uno de los municipios (San
Carlos), las distintas clases de actos violentos estaban atados unos a otros, mientras que
en Granada estos eran excluyentes. En palabras de los autores: “(...)[Se] concluye que
las modalidades de violencia referidas son simultáneas; en ello reside su poder de
desestabilización y su alta capacidad expulsar de población.” (CNMH, 2011, p. 145).

Las diferencias referidas en los métodos de violencia (simultánea o excluyente) se explican a


través de las diferencias de información que tienen los actores, así como a los vínculos de
apoyo poblacional que crean con dicha información respecto a territorios específicos. Así, en
Granada había procesos de estigmatización en el imaginario colectivo mucho más marcados y
violentos; como las relaciones que tenían los paramilitares con los habitantes del
corregimiento de Santa Ana, los cuales fueron víctimas de violencia indiscriminada, sólo por
el hecho de pertenecer al corregimiento. Dicho proceso no tuvo las mismas características en
San Carlos, donde la violencia no estaba restringida en función de restarle base social al
grupo armado enemigo, sino también como una forma de mostrar poderío, evitando el
enfrentamiento directo. En palabras de los autores: “[...]Fue como si la guerra de combates
pusiera en la guerra contra la población civil las condiciones determinantes de su desenlace.
Los guerreros decidieron evitarse y comunicarse entre sí mediante la saña contra la población
civil, exhibiendo su poder en la cobardía de explotar la indefensión de sus víctimas.”
(CNMH, 2011, p. 89).

Con ello en mente, se explicarán los modos de violencia en cada municipio para mostrar la
relevancia que tomaron los estigmas hacia la población en Granada, y cómo ello puede
explicar parcialmente la diferencia entre violencia simultánea o excluyente en un contexto tan
similar.

6.1 San Carlos

Como ya hemos visto, la historia de San Carlos refleja los distintos momentos del conflicto
del país: el florecimiento de los movimientos sociales en los ochenta junto a la
instrumentalización que las guerrillas hicieron de las demandas sociales, el mutilamiento de
la democratización política, perpetrada por una alianza entre élites y grupos armados de
derecha, y la convivencia colaborativa entre estos últimos y las fuerzas armadas. El
municipio ha padecido muchas de las expresiones violentas que tuvieron lugar en el conflicto
armado, en un intento de todos los grupos armados de consolidar un orden social (vía
armada) y articular a la población a sus intereses. (CNMH, 2011, p. 93).

6.1.1 El primer desplazamiento: 1965-1977.

En ese mismo sentido, las causas y la consolidación de los grupos armados en el municipio
tuvo las mismas alicientes que en el resto del país. El ingreso de la guerrilla al municipio se
explica en parte por la negativa del gobierno local y nacional al reconocimiento de demandas
de movimientos sociales y cívicos: las guerrillas intentaron canalizar tal frustración y muchos
habitantes terminaron aceptando la presencia de los grupos subversivos, en reemplazo del
Estado, que no lograba llegar de forma eficiente con servicios a la cabecera municipal, y
mucho menos a las comunidades veredales.

A pesar de ello, los conflictos vienen de más atrás. Como se mencionó anteriormente, la
integración del Oriente Lejano a la economía departamental y nacional se dio a través de la
construcción de la vía Medellín-Bogotá y el complejo de represas e hidroeléctricas. Sin
embargo, dicha integración fue profundamente violenta y colonialista en relación Estado
central-región. Los conflictos que generó los bajos precios de compra de los predios
inundados, la negativa a ofrecer vivienda a las familias despojadas de sus terrenos, e incluso
el desplazamiento violento de las familias que se oponían a desalojar dejaron heridas
profundas en la población, que catalogaron dichos procesos como el “primer desplazamiento”
o “desplazamiento negociado”. Más aún, de manera silenciosa se rompieron los vínculos y
las formas de organización de la población, al privilegiar la negociación individual de predios
(y no la colectiva, como se dio en los municipios de El Peñol y Guatapé), lo que puso
obstáculos para las redes de apoyo comunitarias una vez los campesinos eran desplazados.

Adicionalmente, las consecuencias en la tierra para los campesinos que no fueron desalojados
tampoco fueron tenidas en cuenta:

“En la comunicación era manifiesta la inconformidad por las injusticias de los


funcionarios que demarcaban los predios a inundar, que delimitaban para la compra
sólo una estrecha franja de terreno a lado y lado del río Guatapé, sin considerar los
problemas que se ocasionarían a las fincas que iban a quedar alrededor del espejo de
agua, en las que la humedad, el frio y la incomunicación, por la destrucción de
puentes y caminos, crearía notorios inconvenientes.” (Olaya, 2012, p. 74).

6.1.2 Formas de violencia.

Ya habíamos dicho que las distintas dinámicas del conflicto en el municipio se presentaron de
tal modo que un evento violento se ató a otro: violencia simultánea. Más en detalle, el
mecanismo funciona a través de hechos violentos “aislados” que se unen en una ruta definida
y que terminan coincidiendo en el tiempo. Al mirar el histórico de denuncias en el municipio,
se observa como el grupo armado perpretrador deja una “estela de muerte” a su paso, al
cometer una masacre en una vereda, dirigirse a la vereda al sur para realizar un asesinato
colectivo, amenazar de manera directa a los pobladores de dicha zona, amenazar de manera
indirecta a las veredas alrededor de los actos de violencia, y finalizar con la extorsión de un
campesino (CNMH, 2011, p. 135). En especial, la relación se da entre masacre y asesinato
selectivo, lo que habla acerca de los vasos comunicantes que han entre ambas modalidades de
violencia, y el efecto de desplazamiento que traen consigo (parte de esta “estela o rastro de
muerte”) como síntoma del terror generalizado en la población, que no encuentra más
alternativa para proteger su vida, que el abandono de su territorio.

A la relación entre asesinato colectivo y masacre, debe añadirse la desaparición forzada.


Entre 1998 y 2005 tuvieron lugar 32 masacres, de las cuáles se registraron 32 personas
desaparecidas que hasta hoy permanecen desaparecidas (una tercera parte de las víctimas de
las masacres). Es decir, los eventos violentos se tornaron no sólo una oportunidad de
asesinato de masas, sino que además de la persecución (a través de las tristemente famosas
“listas de la muerte), permitieron crímenes relacionados con secuestro y silenciamiento a
través de la desaparición.

Por último, se condensa a esta triste mezcla de formas de violencia las minas antipersona, que
constituyeron la forma de terror permanente para el abandono definitivo de los territorios por
parte de la población civil. El accidente de un menor que falleció al coger el fruto más jugoso
de un naranjo, el cual estaba conectado a un dispositivo explosivo, prendió las alarmas de la
comunidad, que terminó de reforzar los miedos presentes acerca de la violencia. Al punto que
es de San Carlos la idea de tanta resonancia que compara la mina antipersonal con el
“soldado perfecto”.

6.2 Granada

Contrario a San Carlos, Granada tuvo una mayor integración económica (aunque incipiente)
con el departamento. A pesar de contar con bajos niveles de tecnificación agropecuaria, el
municipio ha sido reconocido como una de “las despensas” más importantes con las que
contaba Medellín.

La violencia se vio caracterizada por la forma de relacionamiento determinada que los grupos
armados tuvieron con la región. La cuenca del río Calderas fue la base de los principales
asentamientos guerrilleros en la región, lo que repercutió en que el municipio se consolidara
como territorio de control y no zona de paso. Esto tuvo dos consecuencias a largo plazo: 1.
Aumento de hostilidades una vez empieza la estrategia antisubversiva, ya que los grupos
guerrilleros decidieron replegarse y concentrarse en sus retaguardias, y 2. como consecuencia
de lo anterior, las guerrillas acudieron masivamente a las minas antipersonales como
mecanismo defensivo de sus territorios (CNMH, 2016, p. 41-44).

6.2.1 Formación de bases

Así como San Carlos, Granada también recuerda el periodo anterior a la llegada del
paramilitarismo como un orden social que ellos consolidaron junto al ELN. La formación de
las bases elenas en el corregimiento de Santa Ana se logró gracias al objetivo primario de
permear las dinámicas sociales y políticas. Los guerrilleros se insertaron en la comunidad
como simples jornaleros, que prestaban su conocimiento o su mano de obra en la resolución
de problemas técnicos de siembra o la construcción de una casa. Poco a poco los militantes
fueron mezclándose con la ciudadanía, al punto de establecer amistades y consolidar nuevos
miembros para la organización.

Las características de Santa Ana eran idóneas para este proceso:

Su ubicación geofísica y boscosa, sumado a una precaria presencia de Fuerzas


Militares que se agudiza con la retirada de la estación de Policía del corregimiento en
1983, más la existencia de un sistema vial que se había construido durante el proceso
de colonización y expansión que comunicaba el municipio con San Carlos, San Luis y
Cocorná fueron factores que facilitaron este asiento.

(CNMH, 2016, p. 65).

Con la consolidación del ELN en la región, este proporcionó ayuda estratégica y militar para
que las FARC pudiera hacer su entrada, como parte de los acuerdos que se establecieron en la
CGSB. Sin embargo, al igual que en San Carlos, no hubo énfasis en establecer lazos con la
población, sino en la imposición de un orden militar, lo que a fin de cuentas significó luchas
incluso entre las mismas guerrillas.

6.2.2 Rutas de violencia y estigmas

La vía Medellín-Bogotá se erigió como el principal motivo de la disputa entre guerrilleros y


paramilitares. El acceso a las capitales económicas más importantes del país, así como los
recursos frutos de la extorsión y la facilidad para el transporte de armas y cultivos ilegales se
tornó una condición vital para la supervivencia de los grupos armados. Aún más
problemático, con el control efectivo no sólo de la vía Bogotá-Medellín, sino de las vías
secundarias (e incluso algunas terciarias) los grupos armados ejercieron control armado sobre
la población con el supuesto fin de presionar al actor armado contrario. Con ese motivo,
grupos paramilitares prohibieron el comercio entre veredas, desde Medellín y hacia la
cabecera municipal, con el fin de cortarle la alimentación a los grupos guerrilleros, con lo
cual se terminó restringiendo la vida económica de la población y condenando a cientos de
familias a hambrunas y escasez por la falta de comercio.

Los grupos paramilitares no establecieron bases en los corregimientos (a nivel Santa Ana
como las guerrillas, o como Doble Cero en el Jordán, Juanes, Antioquia), lo cual reforzó el
estigma de que la población de la cabecera municipal era todo el apoyo municipal que
necesitaban. Así mismo, que los campamentos guerrilleros se ubicaran en Santa Ana, generó
un estereotipo a la población proveniente de esa zona, haciendo que toda persona que viniera
de Santa Ana, fuera catalogada inmediatamente como guerrillero.

6.3 Estigmas como facilidad de información


Con todo lo anterior en mente, las diferencias en formas de violencia pierde el carácter
aleatorio que parece tener. Entendiendo los estigmas como un atajo mental, los grupos
armados consolidaron mecanismos distintos de relacionamiento violento con la
población, dependiendo del conocimiento que tuvieran de la misma. Así, la violencia en
San Carlos atraía diversas manifestaciones, en medida que esta era perpetrada en procesos
más estrictos, debido a que no había una catalogación tan radical de veredas “guerrilleras” o
“paracas”. En otras palabras, las masacres, amenazas y asesinatos selectivos correspondían a
una aplicación juiciosa de las “listas de la muerte”: no se podía matar a todo mundo, porque
no todo mundo era culpable, por lo que había diversos repertorios de violencia en un mismo
episodio. En Granada, por el contrario, los estigmas eran muy generalizados (y erróneos) lo
que implicaba que no era necesaria una aplicación estricta de las “listas de la muerte”, sino
que la zona de residencia o de origen, dictaminaba en gran medida la supervivencia.

7 Conclusiones

A lo largo del texto se trató de exponer un modelo teórico conen base a la región del oriente
antioqueño. La idea de la presencia diferenciada del Estado como un lente analítico y
metodológico nos posibilitó entender las diferencias en relación al tiempo y el espacio que ha
tenido el departamento de Antioquia, lo que a su vez permite consolidar análisis más
profundos acerca de sus diferencias culturales marcadas más no visibilizadas, los contextos
geográficos que determinaron la conectividad de la región a lo largo de la colonia, y del siglo
XIX en adelante, así como la integración económica parcial y basada en la industrialización
del Valle de Aburrá. Tal integración económica explica así mismo los intentos de proyección
nacional que se llevaron en la región del Oriente, y que implicaron el inicio de la vida
económica y de violencia de la región.

Entendiendo la región en sus múltiples dimensiones, se mostró cómo las dinámicas de la


violencia estuvieron atadas a la configuración de un orden social por parte de los actores
armados, lo que desencadenó distintas aproximaciones a las organizaciones sociales, líderes
comunitarios, élites regionales y comunidades veredales. La consolidación o no de dicho
orden social se erige como una comprobación empírica de la teoría de Kalyvas (2012), en
cuanto la violencia inició siendo selectiva mientras un actor ejercía control sobre las
relaciones sociales, contrario a cuando los paramilitares entraron al territorio a disputar el
control a los grupos guerrilleros, momento en el que la violencia se tornó indiscriminada y se
alcanzaron los mayores picos de asesinatos selectivos, masacres y desplazamiento.
Así mismo, se encontraron diferencias significativas en los repertorios de violencia que
los actores armados implementaron, dependiendo de las concepciones que tenían de los
pobladores. Se encontró como los eventos de violencia y los repertorios que se usan en
estos están en relación con el conocimiento (real o no) que se tiene de la población, por
lo que el municipio de San Carlos sufrió eventos de violencia con repertorios más
variados al tener menos “estigmas” hacia la población.

El estudio del Oriente Antioqueño ofrece luces acerca de las múltiples formas en que el
conflicto armado se reprodujo, integró a la institucionalidad y afectó a la población. La
población San Carlitana y Granadina optó mayoritariamente por el desplazamiento como
última forma de protección de la vida, pero su retorno a la región no es sencillo de ninguna
manera, en especial teniendo en cuenta la crisis de legitimidad en que se encuentra la
institucionalidad estatal a causa de la colaboración de las Fuerzas Armadas con los grupos
paramilitares, y los abusos contra la población civil. En ese sentido, el principal reto para el
posconflicto está no en términos de garantizar la no repetición, procesos que la comunidad ya
ha venido estableciendo, sino en el fortalecimiento y la recuperación de la confianza de la
población en el Estado.
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Comentarios:

Es un muy buen trabajo que evidencia una revisión adecuada de la bibliografía y un diálogo
con los principales conceptos y enfoques desarrollados en clase.

A veces la descripción se torna repetitiva por una cuestión de escala: primero abordan el
aspecto subregional y luego el municipal pero se trata de historias de configuración muy
similares.

También habría valido la pena arrancar con la apuesta conceptual del texto y, a partir de
ahí, delimitar la descripción del proceso de configuración regional.

Descriptivamente es muy bueno y tiene un potencial analítico que, sin embargo, no se


desarrolló adecuadamente. Las caracterizaciones entre violencia “simultánea” y
“excluyente” puede ser útil y debían entenderse en el sentido en que se anotó en uno de los
comentarios hechos al margen. El tema de los repertorios de la violencia es un aspecto
clave para comprender las dinámicas del conflicto armado colombiano. Y el tema de la
información es clave como lo anotan. Señalamos esto pues consideramos es una ruta que
podrían seguir explorando.

NOTA: 4.5

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