Está en la página 1de 4

Por conformidad o por distinción

Por Luis Hornstein *

De dos modos el adolescente obtiene el reconocimiento: por conformidad –ser como los demás–
o por distinción

–ser distinto y hacer que los demás valoren esa diferencia–. Ser como los demás representa una
garantía de

aceptación social. Buscar el reconocimiento por distinción le sirve para afirmarse y construir su
identidad.

El niño interioriza las imágenes y las propuestas que los otros tienen de él para construir ese
adulto que será.

Pero una subjetividad no es una unidad sino una multiplicidad. Sus diversos aspectos son
relativamente

autónomos los unos respecto de los otros: el profesional, el familiar, el amoroso, el político.
Pensar al sujeto

como devenir es ubicarlo en la categoría del tiempo y de la historia.

¿Cómo logra el adolescente no ser demasiado vulnerable a los cambios corporales, a las diversas
realidades

que debe habitar y a las múltiples turbulencias? ¿Cuáles son los márgenes de maniobra ante el
sufrimiento? Por

un lado, la anestesia de los fármacos, del alcohol y las drogas, la calma ficticia de ciertas corrientes
orientales y

del new age. Por el otro, la estrategia de comprometerse con vínculos y proyectos individuales y
colectivos.

Hoy “se usa” el compromiso light. Se propician el desapego emocional evitando compromisos y la
indiferencia

afectiva protege de las decepciones. Esta huida ante el sentimiento genera dependencias: drogas
diversas y

otras adicciones. ¿Por qué un joven empieza a consumir droga? Porque la sociedad valoriza el
vértigo y la

excitación y porque los narcotraficantes tienen mucho poder. Porque no se anima a ser diferente.
Porque sus
ídolos consumen. Porque padece de un tedio insoportable. Porque los padres se atracan con
ansiolíticos o

antidepresivos.

En la posmodernidad se rechazan las certidumbres de la tradición y la costumbre, que habían


tenido en la

modernidad un papel legitimante. Se han disuelto los marcos tradicionales de sentido. Frente al
estallido de las

normas tradicionales, el adolescente no cuenta con una guía unívoca. Este “politeísmo de los
valores”, esta

ausencia de brújulas éticas le exige ser exitoso en diversos registros: físico, estético, sexual,
psicológico,

profesional, social.

La clínica del adolescente ha oscilado entre enfatizar sufrimientos, violencias, duelos y una
idealización como

tiempo pleno de vida. Su padecer se manifiesta como oscilaciones de la autoestima y de la


identidad;

desesperanza; inhibiciones diversas; apatía; trastornos del apetito; ausencia de proyectos;


identidades borrosas;

impulsiones; adicciones y labilidad en los vínculos, auto y heterodestructividad.

Los adolescentes sienten incertidumbre sobre sus logros y vínculos. Idealistas, transgresores,
irreverentes,

estimulantes, en busca de consolidar la identidad confrontan con otras generaciones y reformulan


sus códigos.

Inmaduros, irresponsables, cambiantes, juguetones, reivindicadores, en última instancia


practicantes deseosos

de lograr cierta estabilidad, aunque muchas bordean el colapso, la mayoría logrará sortear este
tránsito

complejizando su subjetividad.

El desvalimiento adolescente puede proceder de defectos estructurales y/o ocasionales.


Estructurales: fisuras
en la historia afectiva e identificatoria. Ocasionales, por duelos, traumas actuales, falta de
referentes e ideales.

La sexualidad adolescente ha dejado de ser ese ámbito privado, íntimo, ligado al amor, al deseo
por otro y no

por cualquier otro. La relación amorosa se cristaliza en el “sexo express”. Estas conductas sexuales
que se

ofrecen como sinónimo de libertad, de igualdad de géneros o de diferencia generacional, en


nuestros

consultorios las vemos como confusión, angustia, aburrimiento y un sentimiento de soledad en


compañía,

envuelta por los oropeles del ruido, del alcohol, de la droga, de la violencia que lleva (no pocas
veces) a una

puesta en riesgo de la vida.Estos cambios repercuten en la sociedad en su conjunto, en la


educación, el trabajo, las empresas, la salud, el

derecho y la política. Lo colectivo deja lugar a lo conectivo. Es necesario trascender los marcos
caducos que

siguen formateando nuestras conductas.

Los adolescentes se rebelan y confrontan a los padres, a los educadores, a la sociedad. A los
padres, que no

sólo sufren esa descalificación de los hijos que buscan diferenciarse sino, también, por sus propias

inseguridades insisten en sostener una ilusoria omnipotencia que no hace más que desacreditarlos
ante la

mirada de los hijos. A los educadores, que lidian con la irreverencia, las transgresiones, los
padeceres, pero

también con esa vitalidad estimulante que transmiten los adolescentes, y cuya tarea es
posibilitarles el

despliegue de la creatividad. En síntesis: una época vulnerable por esa mezcla de omnipotencia y
desvalimiento.

Los padres, educadores y la sociedad deben en su conjunto acompañarlos en ese proceso de


encontrar cada

uno su devenir.
* Fragmento de una presentación en el Coloquio Internacional sobre Culturas Adolescentes,
organizado por

Sociedades Complejas en noviembre de 2013.

© 2000-2014 www.pagina12.com.ar | República Argentina | Todos los Derechos Reservados

Sitio desarrollado con software libre GNU/Linux.

También podría gustarte