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PADRES EN APUROS

Ejercer la autoridad como padres


sin perder los nervios
edebé
S.O.S. PADRES EN APUROS

Brigitte Langevin es un referente


en el mundo de la pedagogía
en Canadá. Su interés por la calidad
de vida de los niños, de los padres
y de las personas que intervienen
en el proceso educativo,
así como su experiencia personal
como madre, la han convertido
en una conferenciante y coach
de proyección internacional.

También es articulista en las revistas


Enfants Québec, Montréal pour
enfants. La Culbute y Cóté
Mómes (Francia) y se la puede
seguir en su página web:
www.brigittelangevin.com.
cómo marcar
los límites
.0.5. PADRES EN APUROS

cómo marcar

Ejercer la autoridad como padres


sin perder los nervios

BRIGITTE LANGEVIN

edebé
Título original: Une discipline sans douleur
Autora: Brigitte Langevin
© 2010 Les Éditions de Mortagne. Todos los derechos reservados.

© para la lengua española: Edebé, 2011


Paseo de San Juan Bosco, 62
08017 Barcelona
www.edebe.com

Directora de Publicaciones Generales: Reina Duarte


Editora: Marta Sans
Diseño: Hans Geel
Ilustración: Dawn Hudson
© traducción: Raquel Sola

1.® edición, septiembre 2011

ISBN: 978-84-683-0308-6
Depósito legal: B. 23914-2011
Impreso en España - Printed in Spain
EGS - Rosario, 2 - Barcelona

Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta


obra solo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por
la ley. Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos) si necesita fotocopiar
o escanear algún fragmento de esta obra (vmw.conlicenda.com; 91 702 19 70 / 93 272 04 45).
A mi hija Karelle, por su amor incondiciona
que me anima a ser cada día mejor madre
k

) •

Wkil A
índice
INTRODUCCIÓN. 11

Capítulo 1
TESTIMONIO PERSONAL. 15

Capítulo 2
EL PAPEL DE PADRES. 19
Un duro trabajo. 19
Ser padres. 21
Necesidades y deseos. 24

Capítulo 3
PERDER EL CONTROL. 29
El azote. 30
Se escapa una bofetada. 32
Rojo de rabia. 34
La negociación mal entendida. 37
La injerencia de nuestros padres. 42
Los abusos verbales. 44

Capítulo 4
EDUCAR SIN DOLOR. 51
Poner límites con firmeza. 51
Ordenar sin culpabilizarse por ello. 54

Aceptar que os detesten. 58


Aceptar que el niño se frustre. 60
Dejar llorar. 64
Resistirse a las ganas de ceder. 67
•L

Expresar el enfado. d9

Dejar que el niño se exprese. 72

Escuchar y poner nombres. 75

Animar y felicitar. 77

Decir te quiero. 80

Perseverar con los adolescentes. 82

Capítulo 5
ESTRATEGIAS DE INTERVENCIÓN 89

Consecuencia natural. 92

Consecuencia lógica. 92

Refuerzo positivo. 94

Adaptar el entorno. 95

El fuera de juego. 96

i1...,2...,3!. 97

La distracción. 98

El ejemplo. 99

Capítulo 6
POR EL FUTURO DE NUESTROS HIJOS 103

Evitar el camino a la delincuencia. 103

Tener o no tener hijos. 105

Nunca es demasiado tarde. 108

CONCLUSIÓN. 111

AGRADECIMIENTOS. 113

ANEXO. 115

Apuntes. 115

BIBLIOGRAFÍA. 119
En todo niño hay una persona única y maravillosa
que sencillamente espera que un adulto
tenga fe en él, le trate como un ser digno,
le enseñe a comportarse bien y a desarrollarse
cuando esté en contacto con otras personas.
En todo padre hay una persona
que aspira profundamente a dar lo mejor de sí mismo
y a ser un modelo de realización para su hijo.

Brigitte Racime
La disciplíne, un jeu d'enfant
INTRODUCCIÓN n———WMBWBWgBB—aw—*W*wtsx-'orw.-A'.w v > -f.sTO'i''o>.v<»?g-yrw

Este bebé encantador que tenemos en nuestros brazos es


el amor de nuestra vida. Le brindamos todo nuestro afecto
y respondemos a sus necesidades y a sus menores deseos.
¡Es tan pequeño y nos necesita tanto a nosotros, sus padres!
Y luego los días pasan y esta relación padres-hijo tan ideali¬
zada se convierte a menudo en una pesadilla. Entonces los
padres se dan cuenta de que sus expectativas no se corres¬
ponden con la realidad.
Varios padres me han confesado que, antes del nacimien¬
to de su primer hijo, se imaginaban sentados alrededor de la
mesa con sus hijos, comiendo casi silenciosamente, intercam¬
biando impresiones tranquilamente, divirtiéndose. En lugar
de esta estampa, ahora se ven obligados a lanzar órdenes;
«Siéntate bien... No comas con la boca abierta... No hagas
ruido con los cubiertos...». Por supuesto sí que se habían
dado cuenta de que en casa de los hijos de los demás ha¬
bía momentos de crisis, desavenencias y comportamientos
desagradables, pero se engañaban a sí mismos con la dulce
ilusión de que con sus hijos no sucedería todo eso y que,
para calmarles, evitarían recurrir a los gritos, las amenazas y
las azotainas. En consecuencia, se sienten muy decepciona-
CÓMO MARCAR LOS LÍMITES

dos por las artimañas de su bebé y por sus propias reac¬


ciones. Por otra parte, al ver el comportamiento tranquilo y
respetuoso de algunos niños, se imaginan que los demás
padres lo están haciendo mucho mejor que ellos.
En primer lugar, debemos aclarar un punto importante: el
progenitor perfecto no existe. Sin embargo, en lo más pro¬
fundo de mi ser, creo que es posible que una persona se
convierta en un padre excelente. La palabra perfección es
aplastante, porque no deja ningún margen para el error. No
obstante, aspirar a la excelencia es permitirse el derecho al
error, ser al mismo tiempo responsable y hacer todo lo posi¬
ble para desarrollar las habilidades paternas en materia de
disciplina o de educación. Por otra parte, esto es lo que pre¬
tendo poner de relieve con el testimonio personal que relato
en el capítulo 1.
Por desgracia, «hacer» un hijo no nos da automáticamen¬
te la sabiduría ni la eficacia necesarias para el arte de ser pa¬
dres. Cuando los padres tienen «buenos» hijos se sienten
competentes, pero cuando estos se resisten a su autoridad,
12
se cuestionan sus actuaciones y dudan entonces de su com¬
petencia. El capítulo 2 aborda la función crucial y exigente de
los padres y la importancia de diferenciar bien las «necesida¬
des» de los «deseos» de los hijos.
Cuando los hijos desafían la autoridad de los padres y
transgreden los límites impuestos, en un momento u otro,
todos los padres corren el riesgo de reaccionar respecto a la
educación de sus hijos con más intensidad de la deseable.
Las amenazas, los gritos, los abusos verbales, los arrebatos
de cólera, etc. pueden escapársenos de las manos. El capítu¬
lo 3 describe estas actitudes, estas palabras y estos gestos
que distan mucho de basarse en el amor y la compasión,
y que es preciso evitar. El azote y la negociación también
constan en el banco de los acusados para suscitar con ello
una reflexión respecto a su uso.
Pero tranquilos, puesto que una educación sin dolor es
INTRODUCCION

posible, aunque es preciso saber cómo aplicarla. El capítu¬


lo 4 detalla los principios esenciales para lograrlo. En el lugar
de honor se encuentra un gran sentido común. Tal vez inclu¬
so os reconoceréis y os confirmará en vuestra manera de ser
y de actuar.
Para apoyaros en vuestra manera de actuar, el capítulo 5
presenta un abanico de eficaces estrategias tanto con los jó¬
venes como con los más pequeños.
Tanto si sois padres desde hace poco o desde hace ya
varios años o estáis a punto de serlo, este libro va dirigido
a vosotros e igualmente a cualquier adulto interesado por los
progresos realizados en educación.
Si vuestros motivos para convertiros en padres o en tener
otro hijo se basan en el placer de tener un bebé en vues¬
tros brazos o en la esperanza de salvar vuestra relación de
pareja o para no sentiros tan solos, el capítulo 6 os proporcio¬
nará una reflexión contundente acerca de la inmensa respon¬
sabilidad que incumbe a todo padre y educador respecto a
los niños.
Con mucha frecuencia se cree que la educación de los 13
hijos es demasiado compleja. Además, la mayoría de los li¬
bros que tratan del tema transmiten esta impresión debido al
número exagerado de páginas que contienen. Al escribir
este libro, he querido hacerlo eminentemente práctico y con¬
ciso para que los padres encuentren rápidamente las res¬
puestas a sus preguntas. Por otra parte, en los apuntes del
anexo encontraréis una serie de enunciados que os servirán
de recordatorio. Podéis colgarlos con un imán en la nevera.
Igual que los niños, ¡los adultos también necesitamos recor¬
datorios!
Para terminar, este libro, como todos los que tratan del
tema de la educación, no pretende ser más que una obra
general en relación a vuestro hijo. Un padre conoce mejor a
su hijo que nadie. Por esta razón, si leéis algunos fragmentos
que chocan con vuestros sentimientos de padre o madre.
CÓMO MARCAR LOS LÍMITES

olvidaos de lo que dice este libro y seguid vuestro instinto.


En ocasiones, algunos padres han superado una etapa difícil
en la educación de sus hijos luchando contra viento y marea
con unos resultados extraordinarios y por ello merecen toda
nuestra admiración.
Ojalá que la lectura de este libro marque la diferencia
en el seno de vuestra familia, en vuestras relaciones y en
vuestra vida.
Nota: Cuando escribo «el hijo», «el niño» o «el bebé» me
refiero tanto al niño como a la niña. Cuando escribo «el pa¬
dre», «los padres» me dirijo tanto a la madre como al padre.
Incluso si los dos padres difieren en materia de autoridad, me
parece evidente que esta reflexión les concierne por igual.

14
TESTIMONIO
PERSONAL

Soy la hija mayor de una familia de tres hijos. Mi hermana


solo es once meses menor que yo y el benjamín llegó ocho
años después de mi nacimiento. En mi familia, para educar a
los hijos lo normal era pegar.
La costumbre mandaba que fuese el padre quien, ai re¬
gresar del trabajo, pegase a los hijos, después de que la ma¬
dre hubiese explicado las «faltas atroces» cometidas por
estos a lo largo del día. Durante la cena y alzando mucho el
tono, mi padre enumeraba las acciones que merecían un cas¬
tigo y después de bajarnos los pantalones nos administraba
por turno una zurra.
De vez en cuando, mi madre también ponía algo de su
parte durante el día. Sin embargo, su función se limitaba a
propinarnos un pellizco, a darnos un golpe con el matamos¬
cas o a castigarnos arrodillándonos en un rincón. En aquellos
momentos, no solo no me sentía querida, sino que aque¬
lla forma de administrar disciplina me hacía creer que mi pa¬
dre era un ser malvado y sin corazón. Por otra parte, de niña.
CÓMO MARCAR LOS LÍMITES

no quería desempeñar el papel de madre cuando fuese ma¬


yor, ya que no me parecía tan interesante como el de padre.
Ya desde una edad muy temprana, hacia los cuatro o cin¬
co años, entendía que estos métodos de educación eran in¬
justos y sobre todo humillantes. Puesto que mis padres me
daban mucho miedo, me era imposible expresarles lo que
sentía y, aún menos, hablar de ello a cualquier otra persona.
Durante toda mi infancia acepté los bofetones y los castigos
sin protestar jamás, y lloraba en silencio.
Cuando empecé la escuela no entendía por qué los de¬
más niños eran tan descarados. ¿Cómo se atrevían a discutir
las directrices de un adulto o, lo que era aún peor, a desobe¬
decerles? ¿No les daba miedo que les zurrasen? Por otra
parte, veía a padres tan cariñosos con sus hijos, ¡que me ha¬
bría gustado ser su hija! ¡Llegué hasta el punto de creer que
me habían adoptado!
Con el tiempo, tuve que rendirme ante la evidencia; ver¬
daderamente era su hija. Mi parecido físico con uno de mis
padres me lo recordaba cada día. Por consiguiente, me hice
16 la promesa de no actuar de aquella forma si algún día me
convertía en madre.
Al cabo de los años me hice funcionaria en un municipio,
conocí a un hombre, me casé y, cinco años después, me
quedé embarazada. Entonces tenía 25 años.
Consciente de que iba a ser madre, me invadió un senti¬
miento de angustia. Empecé a tartamudear y perdí la con¬
fianza en mis capacidades. Llevar a cabo tareas sencillas se
convertía en un desafío cada vez más difícil de superar. Los
únicos momentos de regocijo de mi embarazo fueron cuan¬
do me enteré de que estaba embarazada y lo comuniqué a
todo el mundo y cuando di a luz, es decir, cuando constaté
que un ser tan pequeño y tan perfecto había podido ser crea¬
do en mi interior y salir sano y salvo.
Así, a los nueve meses me convertí en mamá. Incapaz de
afrontar esta realidad, me inscribí a cursos en un cégep (cen-
1 TESTIMONIO PERSONAL

tro de formación técnica y preuniversitaria quebequés) para


huir de mi papel de madre y, sobre todo, para salir de casa,
aunque mi hija solamente tenía un mes y yo estaba de baja
por maternidad. Mis padres la cuidaban durante el día y su
padre o yo la íbamos a buscar por la tarde. Cuando empezó
a pronunciar sus primeras palabras, ella nos llamaba papá a
su padre y a mí; para ella no había mamá en su familia.
Seguro que lo adivinaréis enseguida: empecé a educar¬
la como me educaron a mí. Cachete en el pompis, pellizco,
tirones del brazo, castigos de rodillas en un rincón también
formaron parte de la vida cotidiana de mi hija hasta el día
que, irritada por la afrenta que la niña acababa de cometer
al contestarme, le di un bofetón en toda la cara. Mi hija tenía
poco más de 4 años. Este gesto inaceptable fue uno de los
desencadenantes que me impulsaron a consultar a una psi-
cóloga. Por suerte, todavía me quedaba un poco de cons¬
ciencia y, sin lugar a dudas, mucho amor por mi hija.
Seis meses después tomé una firme decisión: nunca ja¬
más se utilizaría la violencia ni en mi vida ni en la vida de mi
familia. Entonces me separé, no porque el padre de mi hija
17

fuese alguien amenazador, sino porque me había casado con


él por motivos equivocados, es decir, para abandonar la tira¬
nía de mi entorno familiar. Recha¬
Seis meses después tomé una
zar la violencia me obligaba tam¬
firme decisión: nunca jamás
bién a elegir. También impliqué
se utilizaría la violencia ni en
a mi hija en esta nueva evolución
mi vida ni en la vida de mi
informándola de que, de ahora
familia.
en adelante, me prohibía a mí
misma pegarla, castigarla e incluso gritarle. Entonces ella se
me quedó mirando desde la altura de sus cinco años, con los
brazos en jarras y me dijo: «¿Y entonces qué vas a hacer?».
A su edad ella ya había comprendido que mis estrategias
educativas solo tenían por objetivo demostrar mi poder para
recuperar el control de una situación. ¡Me quedé sorprendi¬
da! Entonces le expliqué que si se comportaba de manera
CÓMO MARCAR LOS LÍMITES

censurable habría consecuencias para ella, pero también


consecuencias relacionadas directamente con su falta. Mi hija
asintió con la cabeza: lo había comprendido. Ahora solo me
quedaba poner mi decisión en práctica.
En el momento de escribir estas líneas, mi hija ya tiene
casi 17 años. Aún me emociono cuando pienso en sus pri¬
meros años de vida. Desde entonces, una certeza se ha in¬
crustado en mi cabeza y en mi corazón: no todo está decidi¬
do antes de los cinco años, siempre es posible subsanar los
errores. Si yo no me hubiese esforzado con tanta intensidad
para modificar mi actitud, mi comportamiento y mi manera
de pensar, es muy probable que mi hija, que tiene una fuerte
personalidad, hoy fuese una delincuente desenganchada,
sin duda luchando contra alguna dependencia (drogas, al¬
cohol o sexo).
Este trabajo, muy exigente en las primeras etapas (¡no lo
vamos a ocultar!), me requirió una enorme dosis de valor,
paciencia y tolerancia. Sin embargo, el amor que siento por
mi hija me ha dado, día tras día, la fuerza para perseverar. La
18 recompensa es grandiosa, puesto que cada vez que escucho
que me llama mamá, me invade un sentimiento de orgullo y
de éxito. Finalmente me he convertido en esta mamá, esta
mamá que todo hijo aspira tener. ¡Os deseo sinceramente
que podáis vivir esta profunda felicidad!
Ahora, pasad a la siguiente página y veréis cómo voso¬
tros también podéis actuar.
EL PAPEL DE PADRES

Un niño que viene al mundo es un universo de sonrisas, ges¬


tos tiernos y, sobre todo, una vida que ocupa su lugar en el
círculo familiar. Un niño que viene al mundo es una invitación
a dar lo mejor de uno mismo. Sin embargo, enseguida es
preciso demostrar que sabemos discernir adecuadamente
entre las necesidades del niño y los deseos del niño.

Un duro trabajo

Nuestra sociedad apenas nos ofrece ocasiones para apren¬


der el oficio de padre. A nadie se le ocurriría introducir de
golpe a un higienista bucal en una consulta de dentista sin
haberle enseñado correctamente el manejo de los utensilios
bucales. Sin embargo, cuando una pareja se convierte en
padres, es como si la sociedad le dijese de buenas a prime¬
ras: «Sois padres, no os hemos enseñado gran cosa de este
oficio, pero adelante, ¡hacedlo lo mejor que sepáis!»
En todos los campos profesionales las personas traba¬
jan de media unas ocho horas diarias y cuentan con días
regulados destinados al descanso: son las vacaciones. ¡Pero
CÓMO AAARCAR LOS LÍMITES
♦ k

nosotros, los padres, no! No hay trabajo más ingrato en


nuestra sociedad que ser padres ya que se trabaja veinticua¬
tro horas al día, siete días a la semana. La llegada del primer
hijo, y después mucho más la del
La llegada del primer hijo, y
segundo, es un terremoto que
después mucho más la del se¬
sacude a la pareja que debe pro¬
gundo, es un terremoto que
seguir su camino en terreno des¬
sacude a la pareja que debe
conocido. Quedarse en la cama
proseguir su camino en terre¬
por la mañana, sorber tranquila¬
no desconocido.
mente el café, los momentos ro¬
mánticos junto al hogar, las prolongadas comidas en el res¬
taurante dejan paso a la alocada carrera de los preparativos
para la mañana siguiente, a la planificación y preparación de
las comidas, los deberes, las discusiones interminables con
los niños para conseguir su colaboración en las tareas case¬
ras, la repetición de las instrucciones para conservar la armo¬
nía y el respeto en el seno de la familia, etc.
El primer objetivo de ios progenitores es pues concien¬
ciarse acerca de las exigencias que comporta desempeñar el
20 papel de padres. Al tener, como padres, que poner límites,
nosotros los adultos desempeñamos nuestro papel y el niño,
protestando, juega el suyo. Por lo tanto, no os sorprendáis
si a veces tenéis ganas de abandonarlo todo y marcharos.
¡Sois perfectamente normales!
Algunos fragmentos de este libro os harán pensar: «Me
habría gustado haber leído este libro hace algunos años.
Ahora comprendo todas las tonterías que he cometido. He
hecho esto o aquello y ahora veo que no fue lo mejor que
podía hacer». Por favor, no os sintáis culpables. Ningún pa¬
dre que hace todo lo que puede merece ser culpado (¡tanto
si soy yo, como vosotros, mis padres o los vuestros!). Todos
intentamos educar a nuestros hijos de la mejor manera que
sabemos. Si consideramos que la mayoría de nosotros tiene
poco o nulo conocimiento del oficio, ¡no cabe duda de que
estamos haciendo un trabajo correcto en conjunto! Espero
EL PAPEL DE PADRES

también que seáis indulgentes respecto a vosotros mismos y


por lo que se refiere a los errores que pensáis que habéis
cometido. Y, sobre todo, olvidaos de esta frase que se ha di¬
vulgado con demasiada frecuencia durante los últimos veinte
años; «Todo se decide antes de los seis años». Muchas cosas
se deciden antes de los seis años, pero ciertamente no todo.
Es posible rectificar un montón de cosas. Sin embargo, es
preciso saber que cuanto más espera un padre antes de cam¬
biar sus métodos educativos, mayor será la resistencia de sus
hijos. ¡Empezar a disciplinar a un hijo en la adolescencia es
un desafío que roza la locura!

Ser padres

Ser padre es ser responsable de otra persona (además de


uno mismo) así como de un ser en proceso de aprendizaje y
en busca de autonomía. ¿Qué representa esta responsabili¬
dad tan grande? A continuación se relacionan las cinco líneas
principales;

Ser padre, en primer lugar, es educar, enseñar buenos mo¬


dales según los usos y las tradiciones de la sociedad, pero también
responder a las necesidades de los niños. Las necesidades prima¬
rias son:

— de orden físico, sea atender sus necesidades de comida, de


bebida o de sueño;

— de orden relacional, que implica las distintas interacciones


entre el niño y su entorno;

— de orden de seguridad, en particular en el plano emocional.


El niño necesita estabilidad para construir su personalidad
de forma armoniosa. La disciplina colma este deseo, puesto
que le proporciona un marco de referencia en el que puede
apoyarse, a fin de saber cómo debe actuar.
CÓMO MARCAR LOS LÍMITES

Ser padre es encontrar el término medio entre el autoritarismo


y la libertad absoluta. No hace mucho tiempo, cuanto más autorita¬
rios eran los padres y más poder tenían sobre su progenie, más
competentes se les consideraba. Y después, se produjo un cambio
de tendencia. Actualmente, la tendencia social es dejar hacer todo
lo que les place a los niños, además de responder a sus menores
deseos, por temor a que su autoestima resulte perjudicada. El resul¬
tado es lamentable. De este modo hemos creado la generación de
niños-rey, estos niños que hacen lo que quieren con sus padres y les
traen de cabeza. Y ahora acaba de aparecer una nueva generación
de niños, la de los niños explosivos, los que no dudan en pegar a
sus padres o a sus profesores para que les den la razón.

Para situaros, a continuación encontraréis algunas actitu¬


des de los padres que intervienen demasiado, los que no in¬
tervienen en absoluto y los que están en el término medio.

. ■ !
Intervenir demasiado | No intervenir Término medio

Imponer sus reglas y No imponer ningún Poner límites en función


22 sus razonamientos. límite ni restricción. de la edad del niño y
hacerlos respetar.

Centrarse mucho más Esperar a que el ni¬ Comprender la causa


en los castigos. ño se responsabilice del comportamiento
solo. del niño y obrar en con¬
secuencia.

No dejar pasar ni una Desear que el amor Ser flexible en sus deci¬
y querer controlar to¬ prime ante cual¬ siones y en su manera
dos sus comporta¬ quier obligación. de aplicarlas.
mientos.

Ser intolerante y muy Pedir permiso al ni¬ Estar seguro de las exi¬
exigente. ño. gencias impuestas.

Llegar al punto de Estar en contra de Encontrar una conse¬


pegar o humillar pú¬ cualquier autoridad. cuencia que anime al
blicamente al niño. niño a aprender para no
reproducir el comporta¬
miento no deseado.
2 EL PAPEL DE PADRES

Intervenir demasiado No intervenir Término medio

Funcionar según los Comprar la paz. Ayudarle a actuar solo.


cambios de humor.

Juzgar, desvalorizar, Valorar demasiado Aplaudir los logros del


denigrar. al niño. niño.

Vivir las relaciones co¬ Buscar una relación Hacer la distinción en¬
mo una lucha de po¬ «amigo-amigo» con tre los deseos propios,
der. el niño. los de vuestra pareja
y los de vuestros hijos.

Criticar a los otros Quitar valor a la in¬ Ser coherente con el


adultos incluido el tervención del otro otro padre y formar un
otro progenitor. progenitor. equipo.

Ser padre es cubrir al hijo de amor sin que por ello dejemos
que este nos invada. Consagrar a un hijo momentos privilegia¬
dos constituye un poderoso medio de manifestarle nuestro amor.
Pero ¿dedicarle todo su tiempo? ¡No! Un niño debe desarrollar
un mínimo de autonomía. Según su edad, debería poder hacer al¬
gunas cosas o ocuparse de sí mismo algunos minutos. Por ejemplo
un niño de pecho (bebé de menos de doce meses) puede esperar 23
algunos minutos en su cuna cuando llora por la noche; un bebé
puede jugar algunos minutos sin que sus padres estén necesa¬
riamente cerca de él; un niño puede esperar un poco antes de
una comida sin que, inevitablemente, le «enchufemos» delante
de la tele; un adolescente puede coger el autobús para visitar a
sus amigos, etc.

Ser padre es servir de guía a vuestro hijo, proponerle solucio¬


nes, estar abierto a la comunicación, ser capaz de escucharle, al
igual que afirmarse, proponerle actividades agradables, demostrar
su confianza, recibirle, enseñarle, compartir con él, evolucionar a su
lado, quererle, dejarse querer...

Ser padre es hacer que vuestro hijo sea autónomo. Si hay una
responsabilidad importante que nos incumbe, es esta. Los niños
CÓMO MARCAR LOS LÍMITES

constituyen nuestro tesoro colectivo, puesto que serán los adultos


de mañana. En el futuro gobernarán nuestro mundo. Si queremos
que sean ciudadanos concienciados, que transformen nuestra so¬
ciedad para mejor, nuestro deber es darles lo mejor de nosotros
mismos y responsabilizarles.

Para cumplir nuestro papel lo mejor que podamos y se¬


pamos, es preciso hacer una distinción entre las necesidades
y los deseos de nuestros hijos.

Necesidades y deseos

Cuando los padres confunden necesidades y deseos en un


niño, transforman a los niños en consumidores y mantienen la
ilusión de que es preciso colmar todos sus deseos para tener
su amor. Con frecuencia es así, porque los padres pretenden
quitarse el sentimiento de culpa por no haberles prestado
24 suficiente atención y jio hacen respondiendo a todas sus de¬
mandas! Gestionan mal los límites.
Estas últimas décadas, una corriente de pensamiento en
concreto hacía creer a los padres que corrían el riesgo de
traumatizar al niño o de perjudicar su desarrollo si no respon¬
dían a todas sus expectativas, tanto en el caso de las necesi¬
dades como de los deseos. Esta corriente de pensamiento es
inexacta. Aprender a distinguir entre necesidades y deseos
debería formar parte de los aprendizajes de los padres. Vea¬
mos de qué se trata.
Lo propio de una necesidad es que se requiere una res¬
puesta, más o menos diferida, que satisfará la espera, calma¬
rá la tensión o el sufrimiento por la carencia. Las necesidades
del niño deben ser satisfechas, por lo tanto, lo más pron¬
to posible, si no esto podría perjudicar su desarrollo. Cuan¬
do los padres satisfacen las necesidades físicas y afectivas
EL PAPEL DE PADRES

del niño, este se siente importante. De este modo, cuando


respondemos a sus necesidades, el niño construye su auto¬
estima.
Los niños necesitan unos límites que les den seguridad y
les indiquen dónde deben detenerse, igual que lo hacen los
semáforos en las calles. La ausen¬
Los niños necesitan unos lí¬
cia de seguridad perjudica su de¬
mites que les den seguridad
sarrollo. Además de la necesidad
y les indiquen dónde deben
de sentirse seguro, un niño nece¬
detenerse, igual que lo hacen
sita sentirse querido, capaz, com¬
los semáforos en las calles.
petente y libre de tomar algunas
decisiones. También necesita experimentar el placer de la
compañía de los que se ocupan de él.
La característica de un deseo es que requiere ser escu¬
chado, reconocido o valorado, lo que no significa que deba
satisfacerse. Debemos tener muy presente que algunos ni¬
ños son muy hábiles en el momento de presentar sus de¬
seos... como si fuesen necesidades. El papel de los padres es
escucharlos y reconocerlos, sin satisfacerlos todos.
25
Por ejemplo, comer es una necesidad; comer patatas fri¬
tas un deseo. Dormir es una necesidad; acostarse con los
padres un deseo. Jugar para un niño es una necesidad; pasar
tres horas en el parque, un deseo.
También es deseable recordar que los padres están para:

Responder a las necesidades materiales y relaciónales de los


niños, al menos hasta cierta edad.

Favorecer la adquisición de una autonomía suficiente para


que los niños puedan, a su vez, tarde o temprano responder a sus
propias necesidades.

Escuchar los deseos de los niños y de vez en cuando ayudarles


a realizar algunos, cuando estos sean admisibles o conciliables con
la realidad.
CÓMO MARCAR LOS LÍMITES

Deseos de los niños Realidad

Los niños quieren divertirse, si Hay momentos para jugar y momentos


es posible todo el tiempo, tan¬ más para recoger sus juguetes, hacer¬
to si es comiendo o andando. se la cama, estudiar o incluso hacerse
su colada.

Los niños quieren ver la televi¬ Se establece un límite en función de la


sión de la mañana a la noche. edad del niño (1 hora de televisión por
año: 6 años = 6 horas de tele a la se¬
mana; 10 años = 10 horas de tele, etc.).

Los niños quieren muchas co¬ Es preciso esperar a terminar de comer


sas y las quieren al instante. para poder comer el cucurucho de he¬
lado.

Es preciso esperar al cumpleaños para


tener un juguete especial.

Es preciso aprender a ahorrar para


comprar un juguete electrónico o una
prenda de marca.

Los niños quieren a sus padres Los padres organizan actividades para
para ellos todo el tiempo. los niños y también para ellos como
pareja.

26 El hecho de que un niño exprese muchos deseos es


un signo de buena salud y vitalidad. La función de los pa¬
dres es enseñarles que todo deseo tiene un coste y por tanto
requiere esfuerzo. Solo debemos
El hecho de que un niño ex¬
recordar que cuando se tienen
prese muchos deseos es un
en cuenta los deseos de un niño
signo de buena salud y vitali¬
pero no se satisfacen enseguida,
dad. La función de los padres
este niño vive una frustración. Sin
es enseñarles que todo deseo
embargo, esta frustración forma
tiene un coste y por tanto re¬
parte de su formación y le permi¬
quiere esfuerzo.
te proyectarse en el futuro. Por
otra parte, de este modo aprende la realidad de la vida y, por
consiguiente, algunos de sus deseos serán satisfechos y
otros no. Algunos serán satisfechos rápidamente (un nuevo
juego para su fiesta de cumpleaños que se acerca), otros se¬
rán satisfechos más tarde (un regalo caro en Navidad) y otros
2 EL PAPEL DE PADRES

tantos quizás no lo serán jamás (pedir un hermanito o una


hermanita). Cuando sus deseos son escuchados y reconoci¬
dos, el niño se siente importante, comprendido y amado.
Este sentimiento es mucho más valioso para él que los jugue¬
tes comprados para evitar una pataleta o para mantener la
paz. Sentirse importante, comprendido y amado es una ne¬
cesidad.
Cuando la relación padre-hijo se deteriora, enseguida
y con mucha frecuencia los padres van de cabeza y pierden el
control. En estos momentos se preguntan si el azote, los gri¬
tos, los insultos y la negociación (entendida como «yo te doy
esto si tú haces aquello») son las soluciones.
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PERDER EL CONTROL
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Al parecer, muchos padres creen que las amonestaciones


histéricas incitarán a los hijos a portarse bien. Todos hemos
tenido el «placer» de ver a padres explotar ante sus hijos. En
primer lugar, su rostro adquiere un color rojo púrpura y se
les hinchan las venas. Después, pierden el control y profieren
una serie de intenciones que sobrepasan lo que en realidad
piensan. Por desgracia este comportamiento no cambiará al
niño que tenga un comportamiento censurable. Tal vez se
habrá divertido con vuestro espectáculo o incluso habrá ga¬
nado una apuesta con su hermano menor sobre la cantidad
de venas que sobresalen de vuestro rostro. Vuestro arreba¬
to de cólera incluso puede complacerlos y atestiguar su in¬
fluencia como persona. De hecho es posible que os haya
provocado sencillamente para conseguir la reacción que vo¬
sotros pensáis que él teme.
Recuerdo una mañana en que tenía prisa y en la que mi
hija, que tenía tres años por entonces, derramó su vaso de
leche. Grité tanto que parecía que la casa se hubiese in¬
cendiado. Un niño no debería ver a sus padres salirse de
sus casillas si puede evitarse. En estos momentos se corre
el riesgo de pronunciar palabras hirientes que podrían que-
CÓMO MARCAR LOS LÍMITES

dar grabadas para siempre en su


Un niño no debería ver a sus
memoria o, lo que es peor, de
padres salirse de sus casillas
pegarle a vuestro pesar. Por su¬
si puede evitarse. En estos
puesto, lo cierto es que somos
momentos se corre el riesgo
humanos y no siempre estamos
de pronunciar palabras hi¬
con la misma disposición, pero
rientes que podrían quedar
un adulto que pierde el control
grabadas para siempre en su
de su cólera puede causar un su¬
memoria o, lo que es peor, de
frimiento afectivo y físico a un
pegarle a vuestro pesar.
menor.
Veamos con más atención las manifestaciones de una
disciplina dolorosa y sus consecuencias.

El azote

Un azote hiere y humilla al niño. Sirve para que el adulto se


desahogue, para liberar su irritación, para reafirmar el poder
que ha perdido y poner fin al mal comportamiento del niño.
30 En realidad, siempre es una señal de debilidad. Es un com¬
portamiento mediante el cual un adulto demuestra que sus
otros recursos han fracasado y que se siente como si le hu¬
biesen pillado desprevenido. Por otra parte, el azote no se
desata contra el comportamiento o el acto censurable, sino
que va contra la persona; y este es el problema.
Las manos de los padres están hechas para sostener al
niño cuando da sus primeros pasos, para animarle a descu¬
brir las maravillas de la vida, para cuidarle y acariciarle. En
resumen, para expresarle todo su amor. Las manos de los
padres no están hechas para infligir dolor.
Prohibir cualquier tipo de castigo corporal respecto a los
niños es, según mi parecer, una medida preventiva para evi¬
tar el riesgo de escalada que puede presentarse incluso en
padres menos violentos. Imaginemos que un padre, en un
arrebato de cólera, pega en el trasero a su hijo. Es muy pro-
3 PERDER EL CONTROL

bable que este reaccione. Frente a una protesta del niño, el


enfado del padre podría aumentar aún más y entonces corre
el riesgo de golpear más fuerte, quizás en la cabeza, e inclu¬
so empujarle contra una pared. El primer azote, que podía
parecer anodino, termina siendo una agresión brutal y peli¬
grosa para el niño. También está demostrado que las formas
menores de castigos corporales aumentan los riesgos de
derivar hacia formas más violentas y abusivas.
Incluso los bebés están expuestos a la violencia de sus
padres. Escuchar llorar a su bebé es una dura prueba para los
nervios. De hecho, los gritos de un bebé pueden alcanzar
los 85 decibelios, o sea el equivalente a una calle muy con¬
currida o al rugido de un león. Es igualmente agotador psico¬
lógicamente, puesto que el padre y la madre entonces tienen
la impresión de ser malos padres porque se sienten impoten¬
tes para calmar a su hijo.
Cuando notéis que ya se os están hinchando las narices,
considerad estos cinco recursos para no estallar:

Pasad el relevo, especialmente si estáis a punto de perder los


nervios. Confiad vuestro bebé a alguien de confianza (compañero,
compañera, abuela). Intentad pensar en otra cosa y distraeros antes
de volver a buscarlo.

Salid a tomar el aire. Si no tenéis a nadie que pueda tomar el


relevo, poned al bebé en su carrito o su sillita de paseo, le abrigáis
si hace frío y os vais a pasear los dos por lo menos una media hora.
En el exterior, los gritos de vuestro bebé perderán intensidad.

^ No os culpabilicéis pensando que no sois buenos padres. Sa¬


bed que un bebé que llora mucho no por ello tiene un padre o una
madre mejor o peor que los demás.

Conservad una actitud positiva y concedeos el derecho de


estar cansados y nerviosos.
CÓMO MARCAR LOS LÍMITES

Si notáis que estáis a punto de perder los nervios (mandíbulas


apretadas, la espalda tensa, etc.) tomad cartas en el asunto. Antes
de perder el control, respirad profundamente y dejad a vuestro
bebé en lugar seguro. Salid de la estancia y telefonead a una perso¬
na de confianza que sepa escucharos. Es preferible dejar a vuestro
hijo solo unos momentos, en lugar de zarandearlo y después lamen¬
tarlo... toda la vida.

Se escapa una bofetada

«El padre más cariñoso y bondadoso del mundo, en un mo¬


mento dado, puede perder los nervios y cometer errores.
Entonces es preciso reconocer la falta y no pretender justifi¬
carla diciendo que es un método educativo eficaz. Al decirle
al niño que nos hemos equivocado manifestando nuestro
enfado mediante golpes o cachetes, le demostramos que
incluso un adulto puede equivocarse, pero sobre todo que el
uso de la fuerza para expresar la cólera o para conseguir te¬
32 ner razón es inaceptable.''»
«De todos modos, no se trata de callar nuestra decep¬
ción, nuestro descontento o nuestro enfado, puesto que el
niño se da perfecta cuenta de que el adulto está enfadado.
Sabe muy bien descodificar el tono de su voz, su actitud cor¬
poral. En los más pequeños, este doble mensaje puede ser
interpretado de tal manera que interprete que la cólera es
censurable y que debe reprimirla puesto que ni siquiera el
adulto se atreve a mostrarla. Es esencial que el niño sepa qué
pensamos de su conducta.^»
Se nos escapa una bofetada: jnos sentimos realmente
mal! ¿Qué debemos hacer? ¿Debemos pedir perdón? No se

' Bourcier, Sylvie et DUCLOS, Germain. «La fessée au bañe des accusés»,

Magazine Enfants Québec, noviembre 2004.

2 Id.
PERDER EL CONTROL

trata tanto de «pedir perdón» sino de preguntarnos; ¿Qué


ha pasado? ¿Por qué he perdido los nervios? Cuando se
encuentra la respuesta o los elementos de respuesta, se pue¬
de hablar de ello con el niño, no para pedirle perdón, sino
para decirle que, aunque este no es un método educativo
que aprobéis, habéis llegado al punto de darle un bofetón
porque...
Personalmente, cuando abofeteé a mi hija, me cuestioné
acerca de lo que me había sucedido, qué me había pasado.
Era muy simple, injustificado pero muy simple. Le había pedi¬
do que se vistiese para ir a visitar a su abuela (mi madre),
íbamos a visitarla regularmente los fines de semana, dos o
tres veces al mes. Aquel día, a ella no le apetecía demasiado
la idea de ir de visita y prefería quedarse a jugar en casa con
sus juguetes. Luego ella sencillamente se puso a protestar y
después finalmente a gritar negándose a obedecer. Puesto
que yo misma ya estaba harta de dedicar regularmente un
día de mi fin de semana a visitar a mi madre, mi enfado tras¬
pasó cierto límite. Me abalancé sobre ella y le di un cachete
33
en toda la cara. ¿Cómo era posible que con cuatro años y
medio se atreviese a expresar lo que quería y de decirme
que no cuando yo ni me atrevía a hacerlo con mi propia ma¬
dre? ¡Qué metedura de pata!
Los padres irritados por obligaciones que se les hacen
insoportables pierden con más facilidad el control de ellos
mismos. Y, puesto que los hijos se dan cuenta de ello, expre¬
san mediante llantos, llevando la
Los padres irritados por obli¬
contraria o por medio de gritos,
gaciones que se les hacen in¬
lo que no funciona en el proge¬
soportables pierden con más
nitor o el adulto que le cuida.
facilidad el control de ellos
Seamos conscientes de nuestros
mismos.
límites, de nuestras necesidades
y de nuestros propios deseos, para evitar hacer gestos cen¬
surables o decir palabras de las que después tengamos que
arrepentimos.
CÓMO MARCAR LOS LÍMITES

En ocasiones, sucede que es el niño quien tiene un arre¬


bato de cólera puesto que la violencia no es solo patrimonio
de los adultos. Efectivamente, los actos o las palabras de al¬
gunos niños pueden también contener una gran violencia. Es
preciso ayudarles a tomar consciencia de ello diciéndoles,
por ejemplo: «¿Cuando pides una cosa normal y corriente, te
gustaría que yo te lo negara y que además te dijese tonte¬
rías? ¿Verdad que no? Pues nosotros, tus padres, tampoco lo
toleramos».

Rojo de rabia

¿Estáis a punto de verlo todo rojo de rabia? A continuación


se detallan estrategias^ para conservar vuestra sangre fría:

1^^ Expresad claramente vuestro desacuerdo respetando el amor


propio del niño. Incluso si su conducta os desagrada, tiene que po¬
der notar que nunca su comportamiento hará que disminuya el
34 amor que sentís por él. Las palabras hirientes también le afectan y
minan poco a poco su confianza en sí mismo y la confianza que le
inspira vuestra relación. Por ejemplo, unas afirmaciones como estas
son tan perjudiciales como un azote: «Ya no eres mi hija...», «Eres
malo...», «Me haces perder los nervios, vete.»

Actuad, reaccionad antes de alcanzar el punto de no retorno


en el que se hace inevitable la bofetada. No esperéis a estar al bor¬
de del ataque de nervios antes de expresar vuestra desaprobación.

Exteriorizad vuestro enfado. Por ejemplo podéis aislaros algu¬


nos instantes en el cuarto de baño, cubriros la cara con una toalla y
gritar de rabia. La toalla amortiguará el sonido de vuestra voz y evi¬
tará que cualquiera que os oiga se inquiete. Si podéis hacerlo, subid

3 Inspiradas en el libro Responsabiliser son enfant, de Germain Duelos y


Martin Duelos, de Éditions du CHU Sainte-Justine.
3 PERDER EL CONTROL

al coche, conducid lentamente y gritad todo lo que necesitéis, con


las ventanillas cerradas, golpeando el volante si es preciso. Otra
técnica consiste en aislaros en vuestra habitación y os acostáis boca
abajo, con el rostro hundido en una almohada. Desahogaos, gritad,
golpead con los brazos y los pies: ¡es francamente liberador! Sin
embargo, si estos gestos no hacen más que exacerbar vuestro enfa¬
do, emplead otras estrategias.

Tomad una ducha ligeramente caliente y reducid progresiva¬


mente la temperatura del agua hasta alcanzar un nivel agradable.

Retiraos unos minutos a otra habitación. Cerrad los ojos. Ins¬


pirad lenta y profundamente. Expirad por la boca. Haced una breve
pausa (con los pulmones vacíos) antes de inspirar de nuevo. Dejad
que vuestra respiración se calme. Si es posible abrid la ventana de
par en par para airear la habitación y bebed un gran vaso de agua
fresca. Esta breve pausa os permitirá reflexionar.

Es mejor que os retiréis vosotros en lugar de enviar a vuestro


hijo a su habitación para que reflexione un momento, puesto que en
35
tal estado de nerviosismo no sabrá reflexionar. Si preferís apartarlo
para que se calme, por ejemplo en otra habitación o en una silla,
sed conscientes de todos modos de que el uso sistemático de apar¬
tarlo no le enseñará a expresar mejor lo que siente. Así pues es
importante volver a examinar todo brevemente después de la tem¬
pestad para afirmar el vínculo de amor que os une. Este examen
permitirá una reconciliación y se convertirá en algo constructivo en
la medida en que le enseñaréis cómo habría podido comportarse
o expresarse en lugar de hacer una tontería o una pataleta.

Permaneced en contacto con la educadora o la profesora de


vuestro hijo. Compartir experiencias y observaciones os permitirá
comprender mejor las necesidades de vuestro hijo y, de este modo,
determinar los medios para responder a estas. Unas estrategias
educativas coherentes en casa y en el entorno escolar favorecen un
cambio de comportamiento en el niño.
CÓMO MARCAR LOS LÍMITES

Concedeos tiempo para daros un respiro. El estrés vinculado


a una vida trepidante exacerba la impaciencia. El ejercicio, el aire
libre, la lectura, escuchar música, un baño caliente prolongado o
tomar un buen café en compañía agradable os permitirá volver a
contactar con la mujer o el hombre que hay siempre detrás del pa¬
dre o la madre. Por otra parte, es indispensable para la salud de la
pareja separar la vida conyugal de la vida familiar. Por ejemplo, pa¬
sad algún tiempo juntos como pareja sin los niños, una tarde a la
semana, un fin de semana al trimestre, una semana al año. Los niños
protestarán puesto que, en general, se sienten celosos de los víncu¬
los que unen a sus padres. No obstante, se sentirán profundamente
tranquilos, puesto que nada es más tranquilizador para un niño
como el hecho de sentir que sus padres se quieren y forman una
pareja sólida. En los más jóvenes, esto aleja el temor de una separa¬
ción; en los adolescentes, esto les permite ganar autonomía. Y, para
todos, esta imagen de pareja unida les servirá más adelante de re¬
ferencia.

Trabajad en equipo con vuestro compañero de convivencia en


36 casa o con una colega en el trabajo (educadora, consejera peda¬
gógica u otra persona cuya ocupación sea cuidar de los niños).
Acordad un código para indicar al otro que es el momento de que
él o ella tome el relevo o que sencillamente necesitáis ayuda. El niño
constatará que compartís los mismos valores. Fijaos los mismos lími¬
tes y la ronda agotadora de las negociaciones con uno y con otro
disminuirá en gran medida.

Pedid ayuda si vuestro hijo os saca de vuestras casillas con re¬


gularidad. Si consideráis recurrir a la bofetada o si desarrolláis aver¬
sión por vuestro hijo (¡un sentimiento humano pero no educativo!),
no esperéis a que la situación degenere. ¡Acudid en busca de
ayuda! Esto es lo que me ha ayudado más, puesto que he tenido
la ocasión de intercambiar impresiones con un profesional acerca
de los métodos educativos susceptibles de ayudar a mi hija y sin
ser juzgada por ello.
3 PERDER EL CONTROL

La negociación mal entendida

«Si te ordenas la habitación, tendrás un regalo... Si recoges


tus juguetes, iremos a pasarlo bien en el parque, al restau¬
rante... Si te vistes te daré un caramelo... Si no tiras la comida,
te...» La tentación de utilizar estas breves frases existe. Se
trata ni más ni menos de negociación. Este procedimiento
solo funciona una vez. Conduce a una escalada de amenazas
que con demasiada frecuencia termina con una guerra de
trincheras que agotará los nervios de los padres. La negocia¬
ción no solamente no da puntos de referencia a los hijos, sino
que les quita ios pocos que ya puedan tener. Por ejemplo,
prometerle una golosina (chocolate, helado, chuchería, etc.)
si recoge sus juguetes ejerce una presión sobre él, cuando
esta tarea podría constituir un momento de felicidad com¬
partida entre sus padres y él. Además, debe comprender que
las exigencias de sus padres no son fantasías. Le están pi¬
diendo lo que todos ios padres les piden a sus hijos; es decir,
cosas que son condiciones s/ne qua non para que la vida
37
en familia sea posible y agradable para todos. A continua¬
ción se relacionan algunas situaciones en las que la nego¬
ciación se convierte en algo tentador y las estrategias de in¬
tervención para evitarla.

Situación Estrategias de intervención

Salir del baño. Utilizad el buen humor en lugar de negociar. En¬


trad en el baño, mirad a vuestro hijo estupefactos
y decid: «¡No puede ser, este que está en la ba¬
ñera no es mi hijo! ¡No puede ser porque ya le
he dicho tres veces que saliera y mi hijo es muy
obediente! Así que no puede ser él. Seguro que
ya está en su habitación poniéndose el pijama. Ya
veo, este de aquí no es más que una ilusión, voy
a vaciar la bañera y desaparecerá con...». Y quitad
el tapón de la bañera. Ya veréis que vuestro hijo
se echa a reír y se va a su habitación a ponerse
el pijama.
CÓMO AAARCAR LOS LÍMITES

Situación Estrategias de intervención

Cepillarse ¡Animadlel Por ejemplo podéis decirle esto:


los dientes. «¡Pero qué contento estoy de que te laves los
dientes! ¡Qué dientes tan blancos y bonitos tie¬
nes, estoy muy orgullosa de til». O también po¬
déis decirle: «Ayer estaba en casa de una amiga y
tuvo que ordenarle tres veces a su hijo que se
fuese a lavar los dientes. Aquello me hizo pensar
lo bonito que es que tú lo haces cada noche sin
que yo tenga que repetírtelo».

Vestirse Preparad la ropa el día antes. En el momento de


por la mañana. vestirse podéis usar un cronómetro (por ejemplo
el de la cocina) y haced una apuesta. «Te apuesto
a que no eres capaz de vestirte antes de que el
cronómetro suene: lo pongo en 10 minutos.»

Recoger ¡Haced un juego de ello! Por ejemplo los niños


los juguetes. hacen de vagones (se colocan uno detrás de otro
cogiéndose por la cintura) y vosotros hacéis de
locomotora. Pasad cerca de los juguetes para
que los niños puedan recogerlos y después os di¬
rigís hacia el arcón de los juguetes donde los ni¬
ños guardan el juguete que han encontrado.

38 Por otra parte, al respetar las normas de convivencia, no


hacemos otra cosa que cumplir con nuestro deber de ser
humano conviviendo con los demás. ¿Por qué tenemos que
vestirnos? Porque en nuestra sociedad, esto funciona así.
¿Por qué no se puede tirar la comida? Porque es de una im¬
portancia vital, no es un juguete. ¿Por qué cada uno debe
ordenar sus cosas? Porque si todos en casa lo dejan todo tira¬
do, pronto la vida en el hogar se hará insoportable. El que
recoge sus cosas no debe ser gratificado con una recompensa
por ello. ¿Qué recibís vosotros, los padres, por haber prepa¬
rado las comidas, lavado la ropa o cortado el césped?
Además, practicar la negociación significa poner al niño
en una posición todopoderosa. Puesto que se pide su acuer¬
do y se está presto a canjear, el niño se convierte en el amo
del juego y este no es su papel; para él esta situación es des¬
tructora. En realidad, cada vez que le prometéis un regalo.
PERDER EL CONTROL

golosinas o dinero para que eje¬


En realidad, cada vez que le
cute una tarea en casa o de cual¬
prometéis un regalo, golosinas
quier otro tipo, estáis engendran¬
o dinero para que ejecute una
do una dependencia psicológica:
tarea en casa o de cualquier
el niño está asociando esfuerzo y
otro tipo, estáis engendrando
recompensa. Debe comprender
una dependencia psicológica:
que se participa en las tareas ca¬
el niño está asociando esfuer¬
seras no para ganar lo que sea,
zo y recompensa.
sino porque en una casa común.
todos tienen sus derechos y deberes. Debe descubrir que
un buen comportamiento conlleva sus propias recompensas.
Esta problemática también aparece cuando el entorno
(abuelos, tías, tíos, amigos de la familia, etc.) practican la ne¬
gociación, a menudo de forma sutil, con vuestros hijos. En
estos casos, aunque vosotros seáis sensibles a las consecuen¬
cias negativas de esta forma de proceder, vuestra familia in¬
mediata o vuestros amigos no lo son en absoluto. ¿Cómo se
debe intervenir para hacer valer vuestros valores y vuestras
convicciones sin herir la sensibilidad de abuelos, abuelas,
cuñados, cuñadas, padrinos, madrinas, amigos, etc.? Sospe¬
charéis sin duda que se trata de un gran reto.
En el cuadro siguiente encontraréis situaciones y estrate¬
gias para intervenir;

T—,----.nq

Situaciones Estrategias de intervención

Estás en casa de una amiga con tu bebé Dile que no debe preocupar¬
de seis meses. Acaba de comer, tiene se, que el comportamiento
ios pañales limpios y es hora de la siesta. de tu bebé es normal y que
Lo acuestas en su cochecito en una es¬ comprendes que le rompa el
tancia en penumbras para reproducir corazón oír llorar a tu bebé.
sus condiciones habituales para que se Intenta distraerla cambiando
adormezca. Lloriquea un poco, según lo a un tema que le apasione.
acostumbrado, pero sabes que se dor¬ Evita sobre todo sentirte cul¬
mirá rápidamente. Tu amiga interviene pable. Tú conoces a tu bebé
con un tono cuipabilizante diciendo que y eres la mejor madre para
tal vez aún tenga hambre o que quizás él.
acaba de ensuciarse el pañal.
CÓMO MARCAR LOS LÍMITES
t c

Situaciones Estrategias de intervención

Estás de visita en casa de tu madre. Se Agáchate y mira a tu hijo di¬


acerca la hora de cenar y ofrece una ga¬ rectamente a los ojos (procu¬
lleta a vuestro hijo de tres años que llora ra que no vea a su abuelita,
porque ya le has dicho que no dos veces que podría tener una mirada
explicándole que cenará dentro de po¬ de reprobación respecto a ti)
cos minutos. y dile: «Sé que tienes ham¬
bre y la abuelita también lo
sabe». A continuación, entre-
tén al niño ofreciéndole pa¬
pel y lápices de colores para
que espere tranquilo. Podéis
pedirle a vuestra madre que
le ofrezca al niño un trozo de
zanahoria o apio. No men¬
cionéis la galleta y no acu¬
séis a vuestra madre con la
mirada. Procurad guardar de
nuevo la galleta en la bolsa y
ponedla en su sitio.

En una reunión familiar en tu domicilio, Mira a tu hijo mientras le ha¬


tu hijo viene llorando, puesto que el ca¬ blas y explícale que com¬
chorro de un pariente le acaba de mor¬ prendes que esté triste y
disquear su juguete que hace poco le que tiene derecho de expre¬
habéis comprado en la tienda por seis sar su tristeza llorando. Pro¬
euros. El pariente en cuestión, que no cura que entienda que el ca¬
soporta oír llorar a un niño, entonces le chorro es un bebé perro y
dice: «deja de llorar, te compraré otro». que como todos los bebés
se lo lleva todo a la boca.
Revisa toda la habitación con
tu hijo para recoger los otros
juguetes para que no sufran
la misma suerte. También
podríais, tu hijo y tú, entre¬
gar el perrito a su propieta¬
rio para que lo vigile. Por lo
que respecta al juguete, si
se repara puedes decírselo
y si está completamente des¬
truido espera a que tu hijo
esté preparado para des¬
prenderse de él antes de ti¬
rarlo, a menos que sea peli¬
groso.
3 PERDER EL CONTROL

Situaciones Estrategias de intervención

Tu hijo de 10 años va de visita a casa de Toma a tu hijo de la mano y


sus padrinos durante el fin de semana y guíñale un ojo y explica al
llega vestido con sus mejores ropas para padrino y la madrina lo mu¬
agradarles. Justo antes de que os mar¬ cho que a tu hijo le encanta
chéis, uno de los dos le dice que si no se complacerles llevando ropas
ensucia esta ropa tan bonita, irán a to¬ bonitas y también lo mucho
mar el postre a una heladería antes de que les gusta venir a visi¬
que os marchéis después de la cena. Tu tarlos, porque también tiene
hijo te lanza una mirada desesperada, la ocasión de ir a jugar al
puesto que le encanta jugar en las zonas parque durante tanto tiem¬
de juegos del parque situado justo de¬ po, puesto que la madrina
trás de la casa. puede vigilarlo desde el bal¬
cón de su casa. A continua¬
ción ofrece una solución al¬
ternativa llevando ropa de
recambio: por ejemplo po¬
día cambiarse antes de ir al
parque y conservar sus ropas
limpias para la cena y para
la visita a la heladería.

Evidentemente, las situaciones nunca son las mismas de


una visita a otra, pero lo que importa es respetar los mismos
principios de base. Tanto si vuestro hijo está de visita o si 41

alguien está de visita en vuestra casa, debéis conservar la


misma actitud por lo que respecta a él. Sin embargo, puede
ser agradable permitirle pequeños cambios en sus costum¬
bres cotidianas.
Algunos comportamientos, como los arrebatos de rabia,
no se deberían tolerar en ninguna parte. Sin embargo, algu¬
nas cosas se pueden modificar sin que por ello suponga un
problema, como la forma de preparar un plato o de estable¬
cer una rutina durante el día. Estos nuevos hábitos de vida
serán la ocasión para que el niño descubra nuevas formas
de actuar. También es posible contemplar excepciones: por
ejemplo, en casa de los abuelos, la abuela podría leerle un
cuento antes de la siesta de la tarde, incluso si en su casa esta
actividad está reservada para la noche. Esto proporcionará
mucho placer al niño.
CÓMO MARCAR LOS LÍMITES

A la inversa, también se dará cuenta de que además hay


unos límites que no se aplican en su casa: por ejemplo, en
casa de los padrinos, todo el mundo se quita los zapatos al
entrar y está prohibido saltar sobre las camas. El niño enton¬
ces aprende que cada casa tiene sus propias normas. Es inútil
recurrir a la negociación: después de la edad de tres años, el
niño es del todo capaz de entender la diferencia entre lo que
se acepta en casa y lo que no se acepta en otras casas.
Finalmente, a veces sucede que los padres deben en¬
frentarse a la familia o a los amigos. Si llega el caso de que
no podéis tomar las riendas de la situación, puesto que los
parientes o el entorno (amigos, vecinos, compañeros de tra¬
bajo) ridiculizan vuestros valores y vuestras convicciones, a
veces es preferible espaciar las visitas o estar menos disponi¬
bles para recibirlos. Educar a los hijos a veces implica tomar
decisiones difíciles.

La injerencia de nuestros padres


42

Todos los padres tienen en común el deseo primordial de


estar tranquilos en cuanto a sus competencias paternas.
«¿Soy una buena madre? ¿Soy un buen padre? ¿Estoy adop¬
tando la actitud correcta?» Con todas estas dudas, es normal
volver la mirada hacia los propios padres. Sin embargo, algu¬
nos abuelos, queriendo hacer bien, llegan a criticar y juzgar
en lugar de prestar oídos benévolos, algo que puede ser
mil veces más útil que toneladas de consejos. Por desgra¬
cia, los padres con demasiada frecuencia deben enfrentarse
a unos abuelos que injieren en la forma de vida o en la
educación de sus propios hijos. Esta injerencia puede in¬
cluso sembrar la discordia en el seno de la pareja y de la
nueva familia. A veces, los padres no desarrollan su confianza
en ellos mismos y confían demasiado en nuevas estrategias
que les aconsejan en lugar de actuar según sus valores y
PERDER EL CONTROL

sus convicciones. Los niños ternninan inevitablemente por


sufrir las consecuencias. La injerencia puede tomar diferen¬
tes formas'^.

Puede tratarse de comentarios insidiosos, llenos de sobreen¬


tendidos.

— ¿Está pálido y no duerme lo suficiente, verdad? (Sobreen¬


tendido: tiene aspecto enfermizo, no cuidáis bien de él).

— Le he preparado un puré de legumbres y se lo ha comido


en un santiamén (sobreentendido: yo sí sé alimentarle ade¬
cuadamente).

— ¿Quieres perforarle las orejas? ¿Ya lo llevas a la guardería?


(Sobreentendido: no tomáis las mejores decisiones respec¬
to a vuestro hijo).

Puede manifestarse con frases más directas.

— ¡Si coges al bebé en brazos cuando se echa a llorar vas a


mimarle!
43
— ¿Aún lleva pañal a los dieciséis meses? ¡Yo ya te había en¬
señado a pedirlo a los catorce meses!

— ¿Él escoge lo que quiere ponerse? Va a terminar pensando


que es el rey de la casa y os va a traer de cabeza.

Se puede manifestar con iniciativas fuera de lugar tomadas


sin consultar a los padres.

— Le he comprado otro tipo de pañal, porque parecen más


cómodos que los que tú usas.

— Le he comprado un televisor pequeño para que pueda ver


sus programas preferidos en su habitación; estoy seguro
de que le gustará.

4 Extraído del libro Grands-parents aujourd'hui, plaisirs et piéges, de Fran-


cine Ferland, en Éditions du CHU Sainte-Justine.
CÓMO MARCAR LOS LÍMITES

_ He pensado que la compañía de un animalito le haría bien y


le he comprado un cachorro. (No obstante, tener un animal
doméstico representa una decisión importante que afecta
a toda la familia.)

Vuestros padres se justifican diciendo que quieren evi¬


taros cualquier error o dificultad, pero de esta forma os im¬
piden encontrar vuestra propia forma de actuar y de que
establezcáis vuestros propios puntos de referencia. Si os sen¬
tís juzgados y criticados, explicadles lo que estáis viviendo,
decidles que estaréis mejor dispuestos a hablar con ellos de
vuestras inquietudes si ellos pueden escucharos con aten¬
ción. Por otra parte, invitadles a reforzar vuestras compe¬
tencias paternas cuando dudéis de vosotros mismos, puesto
que ello os ayudará a adquirir confianza en vosotros mismos
y sobre todo a transmitir este sentimiento a vuestro bebé.
Finalmente, podéis decirles también que cuando solici¬
téis su ayuda para cuidar de vuestro hijo, sería conveniente
hacer las cosas a vuestro modo. Preocuparse por ello consti¬
tuye una manifestación de respeto y un reconocimiento de
vuestro papel de padres.

Los abusos verbales


Si los golpes y los castigos corporales pueden calificarse fácil¬
mente de malos tratos, los abusos verbales son más sutiles y
se consideran, de alguna manera, menos perjudiciales. Y, sin
embargo, las palabras pueden causar daños morales igual¬
mente profundos y devastadores. ¡Una lengua afilada puede
hacer tanto daño como los golpes! Los ataques verbales re¬
petidos cortan la comunicación entre un niño y su progenitor,
destruyen los vínculos afectivos, despiertan resentimiento,
rabia y hostilidad. Esta actitud desvaloriza al niño. El temor a
sufrir abusos verbales engendra la mentira para escapar de
ellos. Llevan al niño a creerse malo, estúpido e inútil. El sen-
o _ PERDER EL CONTROL

timiento de rechazo y la débil autoestima que se deriva de


ello corren el riesgo de perdurar y de afectar a su personali¬
dad. Los abusos verbales que se deben prohibir son:

Las amenazas

Las amenazas, incluso cuando no son más que palabras al aire, des¬
truyen el sentimiento de seguridad del niño. Debemos comprender
que un niño confía plenamente en sus padres y acepta todo lo que
dicen estos como hechos. Aun así,
Las amenazas, incluso cuando
algunas frases rozan la crueldad: «Te
no son más que palabras al
voy a regalar si eres tan pesado... Si
aire, destruyen el sentimiento
te sigues tocando el pene te lo voy
de seguridad del niño.
a cortar... Te voy a pegar el trasero a
la silla si no paras de moverte durante la comida... Para ya de hacer
eso o te bajo del coche y me voy sin ti...». Este tipo de intimidacio¬
nes lejos de calmar a un niño tienen por efecto volverlo más ansioso
y, en consecuencia, más inquieto. No se debe educar a un niño con
amenazas o infundiéndole miedo.
45

Las humillaciones y las burlas

La humillación es penosa y degradante. Esta actitud suscita que el


niño se reprima y aprenda a disimular. La persona que utiliza este
miedo que siente el niño intenta rebajarlo, aplastarlo. Los sarcas¬
mos, las burlas y el escarnio también son completamente nefastos.
Estas agresiones socavan la autoestima de un niño y no le ense¬
ñan una conducta adecuada. La humillación y la burla se expresan
en casa de mil y una formas, todas ellas tan hirientes como las
otras. ¿Vuestros hijos se denigran entre ellos? Imponed una nue¬
va regla. Decidles: «¡La próxima vez que uno de vosotros diga una
frase hiriente, deberá excusarse y decir que hablaba de él mis¬
mo!». En general, este tipo de expresiones cesa en menos de un
mes si hacéis respetar la norma. ¡Sobre todo aseguraos de dar
ejemplo!
CÓMO MARCAR LOS LÍMITES

La culpabidzación_

Por lo que respecta a la culpabilización, esta deposita la culpa en


el niño: «Le das pena a mamá... Vas a acabar conmigo... Estoy enfer¬
ma por tu culpa... ¡Debería darte vergüenza!». El niño podría cam¬
biar su comportamiento por temor a que ya no se le quiera, lo que
por desgracia le hará creer que esta estrategia es válida. En rea¬
lidad, esta forma sutil de desvalorización perjudica la autoestima
de un niño y mina sus relaciones con los adultos.

Las críticas

Una crítica debería sacar a la luz las cualidades de una persona o de


una cosa (un libro por ejemplo) pero, con mucha frecuencia, no hace
más que destacar los defectos. Un padre que exige la perfección y
que no deja de criticar los esfuerzos de su hijo, muy pronto lo que
habrá conseguido será desanimarle y ponerle nervioso. La abundan¬
cia de comentarios negativos, como los siguientes, conducirán a un
niño a dudar profundamente de él mismo: «Deja ya de fruncir las ce¬
jas de esta manera... Siempre llegas tarde... Si te fijases en lo que ha¬
A6
ces... ¿Has visto cómo has dejado la servilleta?». Otra forma de crítica
consiste en estar siempre encima del niño. Por ejemplo, el hecho de
reprender constantemente el lenguaje del niño, destacar sus errores
de sintaxis o de desaprobar su lentitud para expresar lo que piensa
termina por producir un efecto contrario al que se pretende. Esto
no le ayuda en absoluto a mejorar, sino todo lo contrario. Es mejor
aseguraros mediante un examen médico de que vuestro hijo oye
bien. Habladle lentamente, con palabras sencillas y después escu¬
chadle sin interrumpirlo. No le agobiéis para que hable más deprisa,
para que hable más o para que desarrolle un vocabulario más rico.

Las conversaciones inoportunas

Este es un ejemplo de lo que entiendo por conversaciones inopor¬


tunas. Imaginemos que estáis reunidos alrededor de una mesa con
amigos o miembros de la familia mientras los niños de dos a cinco
PERDER EL CONTROL

años, que ya han connido, se entretienen en una habitación conti¬


gua. Se inicia una conversación sobre uno de los niños, por ejemplo,
un invitado os comenta su preocupación por lo que respecta al de¬
sarrollo de vuestro hijo, puesto que considera que sus aptitudes
lingüísticas no están lo bastante desarrolladas para su edad. Puesto
que vosotros ya estáis inquietos respecto a ello, participáis activa¬
mente en esta conversación. ¿Acaso creéis que los niños que están
en la habitación de al lado no escuchan lo que estáis diciendo de
ellos? ¡Por supuesto que lo escuchan!
Con demasiada frecuencia, los adultos mantienen conversacio¬
nes entre ellos sin preocuparse de la presencia de los niños. A con¬
tinuación, se relata una anécdota que lo demuestra. Me acuerdo de
haber hablado con mi hermana de los problemas de salud (sin con¬
secuencias) de nuestra madre, mientras que nuestras hijas de tres
y cuatro años jugaban juntas. Al cabo de unos minutos, mi hija apa¬
reció en el vano de la puerta y me preguntó con lágrimas en los
ojos: «¿Es que la abuelita se va a morir?». Tardé varios días en tran¬
quilizarla. Si ella no hubiese intervenido en nuestra conversación,
nunca habría sabido que lo había escuchado. Cuando más adelante
me divorcié de su padre, fuimos prudentes en nuestros intercam¬ 47
bios de opiniones (a veces bastante tormentosos) para asegurarnos
de que jamás fuese testigo de ello. Las palabras de los adultos
hieren, inquietan, desvalorizan y perturban a los niños. Sabed que
lo entienden y comprenden todo, aunque no estén en la misma ha¬
bitación que vosotros. ¡Estad atentos!

Finalmente, antes de concluir este capítulo, me parece


oportuno hacer la distinción entre palabras amenazadoras,
de negociación, un castigo o una consecuencia. Cuando im¬
parto conferencias a los padres, a veces sucede que estas
palabras siembran confusión. Aunque los castigos y las con¬
secuencias pertenecen a otro capítulo, a continuación se de¬
talla un cuadro que demuestra la diferencia entre cada uno
de estos términos a partir de un mismo ejemplo y según los
diferentes grupos de edad.
CÓMO MARCAR LOS LÍMITES

Niño de 2 años
1

Palabras de los padres | Categoría Objetivo

Si te portas bien en casa Negociación Los padres intentan enga¬


de tía Ana, te daré una tusar a su hijo para hacer¬
galleta. se escuchar.

Si te pones pesado en Amenaza Los padres intentan asus¬


casa de tía Ana, ya no te tar a su hijo para hacerse
querré. escuchar.

Si te pones pesado en Castigo Los padres intentan privar


casa de tía Ana, te quitaré a su hijo de un placer para
el chupete para dormir. hacerse escuchar.

En casa de tía Ana pue¬ Consecuencia Los padres intentan res¬


des jugar en el salón y la ponsabilizar a su hijo para
cocina, pero no en las ha¬ hacerse escuchar. El he¬
bitaciones, si no tendrás cho de explicar el com¬
que quedarte conmigo portamiento que se espe¬
mientras estemos allí. ra de él puede ayudarle.

Niño de 4 años
48 i
Palabras de los padres | Categoría | Objetivo

Si recoges tus juguetes Negociación Los padres intentan enga¬


iremos al parque. tusar a su hijo para hacerse
escuchar.

Si no recoges tus jugue¬ Amenaza Los padres intentan asustar


tes, los tiraré a la basura. a su hijo para hacerse es¬
cuchar.

Si no recoges tus jugue¬ Castigo Los padres intentan privar


tes no podrás ver la tele a su hijo de un placer para
esta noche. hacerse escuchar.

Voy a poner el cronóme¬ Consecuencia Los padres intentan res¬


tro y si dentro de cinco ponsabilizar a su hijo para
minutos no has recogido hacerse escuchar. El hecho
tus juguetes, mañana so¬ de darle un punto de refe¬
lo podrás sacar uno a la rencia temporal puede ayu¬
vez y deberás guardarlo darle.
antes de sacar otro.
3 PERDER EL CONTROL

Niño de 8 años

Palabras de los padres Categoría Objetivo

Si te vas a la cama dentro Negociación Los padres intentan en¬


de 15 minutos mañana por gatusar a su hijo para ha¬
la mañana te prepararé tu cerse escuchar.
desayuno preferido.

Si no estás en la cama den¬ Amenaza Los padres intentan asus¬


tro de quince minutos, te tar a su hijo para hacerse
quito la videoconsoia. escuchar.

Si no estás en la cama den¬ Castigo Los padres intentan pri¬


tro de quince minutos, el var a su hijo de un placer
sábado por la mañana no para hacerse escuchar.
irás a jugar a casa de tu
amigo.

Si no estás en la cama den¬ Consecuencia Los padres intentan res¬


tro de quince minutos, se¬ ponsabilizar a su hijo pa¬
rá demasiado tarde para ra hacerse escuchar. Re¬
leerte los tres cuentos que cordarle la razón de la
me has pedido. orden puede ayudarle.

49
Adolescente de 14 años

Palabras de los padres Categoría Objetivo

Si dejo de recibir quejas Negociación Los padres intentan enga¬


de tus profesores porque tusar a su hijo para hacer¬
no has hecho los deberes, se escuchar.
te compraré una bicicleta
nueva.

Si recibo otra queja por Amenaza Los padres intentan asus¬


parte de tus profesores tar a su hijo para hacerse
porque no has hecho los escuchar.
deberes, te echo fuera de
casa.

Si recibo otra queja de tus Castigo Los padres intentan quitar


profesores porque no has a su hijo un placer para
hecho los deberes, te qui¬ hacerse escuchar.
to tus juegos electrónicos
durante un mes.
CÓMO MARCAR LOS LÍMITES
•c

Palabras de los padres Categoría Objetivo ■

Si recibo otra queja de tus Consecuencia Los padres intentan res¬


profesores porque no has ponsabilizar a su hijo pa¬
hecho los deberes, será ra hacerse escuchar. De¬
que dedicas más tiempo mostrarle que creen saber
a tus amigos que a tus es¬ cuál es la fuente del pro¬
tudios y tendré que redu¬ blema puede desembo¬
cir tus permisos para salir. car en una conversación
para que comprenda bien
lo que está en juego.

Desde hace varios años, me he comprometido personal¬


mente a eliminar la disciplina dolorosa (física, verbal y afec¬
tiva) de mi vida y de la de mi hija, e igualmente de la vida de
todos los niños. Con este objetivo ofrezco formación a los
padres y a los educadores para
Creo que es deber de todos
proporcionarles las herramientas
ponernos manos a la obra
necesarias para una educación
para evitar que los adultos
«incitativa». Creo que es deber
hieran a los niños (tanto en
de todos ponernos manos a la
forma de golpes como de pa¬
obra para evitar que los adultos
50 labras), por respeto a su dig¬
hieran a los niños (tanto en forma
nidad.
de golpes como de palabras),
por respeto a su dignidad. Os invito pues a pasar a la siguien¬
te página para descubrir cómo se puede impartir disciplina...
sin dolor.
EDUCAR SIN DOLOR

Cuando los adultos temen provocar frustraciones a sus hijos y


no saben cuándo poner límites o imponer prohibiciones, en¬
tonces el precio que pagan por ello resulta muy caro. Estos
niños suelen estar satisfechos en el plano de los deseos, pero
se sienten realmente frustrados en sus necesidades relació¬
nales y tendrán un umbral de tolerancia muy bajo respecto a
la frustración. En consecuencia, una realidad decepcionante
o limitadora desencadenará en ellos una agresividad incon¬
trolable. A muchos niños insoportables en realidad lo que les
sucede es que nadie les ha impuesto unos límites. En apa¬
riencia, puede parecer que se opongan a estos límites, pero
puesto que ellos los necesitan los buscan y la mayoría de las
veces lo hacen multiplicando sus malas acciones.

Poner límites con firmeza

En la época de las familias numerosas en las que había mu¬


chos hermanos y hermanas viviendo bajo un mismo techo,
por no decir en la misma habitación, las relaciones familiares
eran diferentes. Los padres no podían conceder demasía-
CÓMO MARCAR LOS LÍMITES

da atención a cada uno de los hijos. Daban lo que podían


y la chiquillería se contentaba con eso, aunque tuvieran que
compartirlo o disputarlo, según las costumbres de la casa.
Hoy día, las familias son menos numerosas y un hijo reci¬
be mucha atención. Vive en un pequeño reino y descubre
rápidamente que, en casa, sus padres están completamente
dedicados a él. Ve que se le concede mucha importancia.
No levanta ni tres palmos del suelo y ya lo comprende. Ade¬
más, si los dos padres trabajan fuera de casa, con frecuencia,
intentan compensar su ausencia consintiendo todas sus de¬
mandas. Les da la impresión de ser malos padres si no escu¬
chan sus diversas peticiones. Otros, sin ni siquiera la necesi¬
dad de estar ausentes, tienen una propensión a responder
a los menores deseos de sus hijos. En estas condiciones, no
es raro ver que los padres se sientan sobrepasados, impoten¬
tes y desarmados ante el comportamiento de su hijo, como
si fuesen las víctimas de su progenie.
Cuando explico a estos adultos que deberían procurar
ser más firmes con su hijo o con el niño que tienen a su cargo,
52 suelen responder: «Es demasiado pequeño para entender¬
me». O bien: «Es muy difícil decir que no, porque se va a
echar a llorar». O también: «Tengo miedo de hablarle en un
tono duro».
¿Cuántos niños, e incluyo también en esto a bebés de
tres meses o más, tienen rabietas en su cuna a la hora de ir a
dormir y sin embargo se ponen a sonreír e incluso a reír cuan¬
do sus padres entran en la habitación?
Si estos niños son capaces de este tipo de comporta¬
miento a una edad tan temprana, también están en condicio¬
nes de comprender rápidamente lo que sus padres esperan
de ellos. Pueden responder a las exigencias de los padres y
si nadie interviene de una forma más constante y concreta
desde ya, corren el riesgo de convertirse, retomando la ex¬
presión popular, en unos «pequeños monstruos». ¡Comentad¬
lo con otros padres! Veréis lo brillantes y astutos que son los
EDUCAR SIN DOLOR

niños cuando s© trata de llamar la atención y de colmar su


deseo de exclusividad.
Todos los profesionales dedicados a la primera infancia
admiten la importancia de fijar límites para el buen desarrollo
del niño. A riesgo de desanimaros, sabed que poner límites
a los hijos mientras se mantiene una calma olímpica es un
ideal difícilmente alcanzadle. Si tantos padres acaban re¬
curriendo a los gritos, a las amenazas, al azote o a la nego¬
ciación no es fruto de la casualidad, sino de reacciones de
defensa por su parte. Los padres chocan con una resistencia
(normal) de sus hijos y se sienten del todo impotentes para
enfrentarse a ella. Con mucha frecuencia, incluso acaban por
dudar de la legitimidad de sus expectativas.
Todos los padres se sienten a disgusto ante una situación
parecida y todos los padres se sienten culpables. Se sienten
tan culpables que están convencidos, como yo también lle¬
gué a estarlo, de que los demás padres se las arreglan mejor
que ellos. ¡Esto no es cierto! Fijar límites a sus hijos no es
sencillo para ningún padre. No se trata de algo que surja por
arte de magia, sino que es obra de un trabajo continuo, a 53

todas horas del día.


Fijar limites a sus hijos no es
Algunas escuelas de pensa¬
sencillo para ningún padre.
miento de nueva tendencia o al¬
No se trata de algo que surja
gunos participantes en ellas (¡con
por arte de magia, sino que
frecuencia personas sin hijos!) ha¬
es obra de un trabajo conti¬
cen creer a los padres que solo
nuo, a todas horas del día.
existe una única «receta» válida
que lo solucionará milagrosamente todo. Esta promesa iluso¬
ria no hace más que reforzar la creencia en un ideal que de¬
bería alcanzarse a cualquier precio. Cuando se enfrentan a
este ideal inaccesible, los padres se sienten aún más misera¬
bles y desarmados. La afirmación de que todos los niños son
diferentes es cierta, pero, por suerte, todos tienen unos ras¬
gos psicológicos comunes que pueden servir de base a una
reflexión sobre la forma de educarlos. De hecho, es un mejor
CÓMO MARCAR LOS LÍMITES

conocimiento de cada uno de ellos lo que permite a los pa¬


dres adaptarse a sus hijos teniendo en cuenta su propia per¬
sonalidad. Con mucha frecuencia, las dificultades educativas
que se encuentran los padres no tienen nada de inevitable,
sino que provienen de lo que se podría llamar un malentendi¬
do debido a un desconocimiento del niño. Los padres igno¬
ran con demasiada frecuencia cómo funciona su hijo. Saber lo
que le conmueve, lo que le hace enfadar es indispensable
para comprenderle bien, especialmente a una edad en la que
el niño aún no puede explicarse.

Ordenar sin culpabilízarse por ello

Poner límites implica inevitablemente mandar. A los niños no


les gusta demasiado y la mayoría parece no entender las di¬
rectrices enunciadas. Si tenéis que repetir cinco, seis o siete
veces a vuestro hijo que se vaya a la cama, estáis desprovis¬
tos de cualquier autoridad, no sois más que un loro.
54 Por otra parte, algunos niños incluso llegan a preguntar;
«¿Por qué eres tú quien decide?». Es importante recordarles
que los padres ordenan porque han vivido más y han apren¬
dido a distinguir las normas. El hecho de ir a acostarse no es
un capricho, es una norma de salud esencial. Es lo mismo
que prohibir a un niño beber vino a los cinco años.
El adulto que ejerce su autoridad indica al niño que de¬
be quedarse en su lugar. Le demuestra que son los adultos
quienes tienen la responsabili¬
El adulto que ejerce su autori¬
dad de enseñar y aplicar las re¬
dad indica al niño que debe
glas. Sin embargo y sobre todo,
quedarse en su lugar. Le de¬
esto no quiere decir que los adul¬
muestra que son los adultos
tos tengan todos los derechos.
quienes tienen la responsabi¬
Es importante tener en cuenta la
lidad de enseñar y aplicar las
opinión del niño, pero en mu¬
reglas.
chas situaciones son ios adultos
4 EDUCAR SIN DOLOR

quienes deben decidir. El padre de este modo favorece el


vínculo afectivo con el hijo, le apoya en sus experiencias y sus
descubrimientos y respeta sus percepciones (por ejemplo,
si el niño expresa que ya no tiene hambre, no le obliga a ter¬
minar lo que queda en el plato). Con ello demuestra sensibi¬
lidad respecto al niño.
Por otra parte, un niño al que sus padres dejan «mandar»
tiene tendencia a angustiarse y es normal que se sienta así.
¿Cómo puede un niño sentirse protegido por unos padres
incapaces de enviarle a acostarse? Muchos niños que tienen
miedo a la oscuridad dejan de tener miedo cuando les dicen
que los ladrones tienen miedo de los papás y las mamás. Aun
así, es preciso que los padres sean creíbles y, para serlo, de¬
ben ejercer autoridad sobre el niño.
No obstante, el padre no debe imponer «su» ley. Todos
los niños tienen que comer verduras, por ejemplo. Pero si en
la mesa hay zanahorias y brócoli, debe tener el derecho a po¬
der elegir. Tampoco se trata de imponerle las espinacas bajo
el pretexto de que le encanta esta verdura. Se pueden tener
55
en cuenta los principios de una alimentación sana e igual¬
mente considerar los gustos personales. De hecho, para sa¬
ber si se ha caído en una situación arbitraria, es preciso pre¬
guntarse: ¿exijo a mi hijo lo que todos los padres (o una
mayoría de ellos) exigen?
Otra forma de verificar si estáis imponiendo o no a vues¬
tro hijo unas reglas puramente subjetivas y fantasiosas con¬
siste en plantearos dos sencillas preguntas:

¿Es perjudicial físicamente para él o los demás, es dañino para


el medio ambiente, los muebles, etc., si no intervengo? En otras
palabras: ¿hará daño a alguien, se hará daño él mismo o corre el
riesgo de romper algo?

¿Si no intervengo, tendrá esto un impacto negativo en su vida


más tarde (dentro de diez o veinte años)?
CÓMO MARCAR LOS LÍMITES

Si vuestra respuesta es «no» a las dos preguntas, enton¬


ces deberíais tolerar su comportamiento. Por el contrario, si
respondéis «sí» a una u otra de las preguntas entonces tenéis
que intervenir cada vez que vuestro hijo repita este compor¬
tamiento.
Por ejemplo un niño de tres años empuja a su hermana o
a sus padres porque está contrariado. Sus padres no toleran
su comportamiento y le mandan al rincón. ¿Es peligroso? No,
porque no les ha hecho daño. (Si tuviese quince años, la res¬
puesta en este caso sería del todo distinta.) Si no intervienen
ahora, ¿tendrá un impacto en su vida, tanto si es dentro de
diez o veinte años? Sí, puesto que no le habrán enseñado a
respetar a los demás. De manera que tienen que intervenir
cada vez que su hijo reproduzca este comportamiento, para
que él entienda que es inaceptable. Deberán ayudar a su
hijo a expresar con palabras sus frustraciones diciéndole por
ejemplo: «¡Dime que no estás contento de dejar la guarde¬
ría, pero no me golpees!».
Otro ejemplo: a una niña de cinco años le encanta elegir
56 sus vestidos. Cuanto más coloridos son, más orgullosa está
de llevarlos. Una mañana, quiere ir al colé con las medias de
colores distintos. Su madre no quiere dejarla salir mal conjun¬
tada. Frustrada, su hija coge una rabieta. Su madre entonces
la envía a reflexionar a su habitación. Ella y su pareja se plan¬
tean qué conducta tienen que adoptar. ¿Es peligroso? No.
¿Tendrá un impacto en su vida dentro de diez o veinte años?
No. Sus padres deberían entonces dejarle hacer lo que quie¬
ra y tolerar su capricho. Además, ai evitar intervenir siempre,
tendrán más impacto cuando lo hagan.
¿Por qué les cuesta tanto a los padres dejar que sus hijos
vayan a la guardería o al colegio vestidos de forma extra¬
vagante? Porque temen la desaprobación de la educadora,
del profesor o de los demás adultos. Además, cuando optan
por dar más importancia a la opinión de otras personas que
a los gustos de su hija, esta tiene el sentimiento de que su
4 EDUCAR SIN DOLOR

opinión tiene poco valor. Un pequeño truco, queridos pa¬


dres, que os ayudará; poned sobre sus prendas una pega-
tina en la que habréis escrito; «¡Esta mañana he elegido yo
mi ropa!».
Evidentemente sería algo muy distinto si la niña tuviese
doce años y para ir a la escuela quisiera vestirse un jersey es¬
cotado o enseñando la barriga. ¿Sería peligroso si se lo per¬
mitiesen? No. ¿Tendría un impacto más tarde (en unos diez o
veinte años)? Sí, porque no le habrían enseñado que cada si¬
tuación o contexto comporta ciertas reglas de vestimentas.
Por lo tanto deberían intervenir.
Personalmente, cuando mi hija entró en la escuela se¬
cundaria, impuse unas normas de indumentaria concretas;
prohibición de enseñar el nacimiento de los senos o la par¬
te superior de su trasero. Por lo que respecta a los tangas,
estas prendas de ropa interior de blondas que pasan en¬
tre las nalgas, no veo ningún problema mientras no sean vi¬
sibles.
A pesar de esta regla, mi hija tenía, de todos modos, la
57
sensación de que gestionaba sus elecciones de indumenta¬
ria, por lo tanto se conformó bien. Sin embargo, un día, una
de sus amigas vino a casa. Era enero y se quedó con el abrigo
puesto incluso en el interior. Entonces le pregunté discre¬
tamente a mi hija qué pasaba; ¿acaso hacía demasiado frío
en casa? Ella me respondió; «Es mejor que se quede con el
abrigo puesto». Seguramente adivinaréis que la niña llevaba
una indumentaria que no se correspondía con las normas de
nuestra casa.
Los padres imponen prohibiciones y dictan normas que
facilitan la vida de todos en sociedad. Al ejercer su autoridad
sin culpabilizar y respetando al niño, le tranquilizan porque le
recuerdan cuál es su lugar.
CÓMO MARCAR LOS LÍMITES

Aceptar que os detesten®

¿Y si a fuerza de querer demasiado a los niños, los estamos


preparando mal para la vida adulta? ¿Y si fuese normal para
un adulto hacer que los niños le detesten? No se trata de
quererlos menos, sino de soportar que ellos puedan no que¬
reros y, a veces, llegar incluso a detestaros.
Es evidente que el niño reaccionará negativamente a las
prohibiciones y a las privaciones. Sería demasiado bonito si
os respondiese: «Tienes razón al no dejar que vea esta pelí¬
cula, estoy de acuerdo con tus argumentos. Gracias por cui¬
dar tan bien de mí...». No solo insistirá para haceros cambiar
de opinión, sino que discutirá, protestará, cogerá una rabieta
o se enfurruñará, según su edad y su carácter. El conflicto a
veces es inevitable. Esto no significa que el niño en realidad
sea infeliz o que no os quiera. Recordad; vosotros sois los
adultos y por lo tanto dais las instrucciones; él es el niño, por
lo tanto protesta. Cada uno juega su papel. Desear que vues¬
tro hijo acepte la disciplina y los límites que vosotros le impo¬
58 néis es utópico y os complicará seriamente la tarea.
El amor idealizado que ciertos adultos dedican a sus hijos
puede llegar a ser nocivo. Este sentimiento tiende a ocupar
todo el espacio en su relación
El amor es un sentimiento
con el pequeño, en detrimento
mucho más complejo de lo
de otros elementos esenciales
que queremos creer. A las
como la autoridad y la transmi¬
personas que queremos más
sión de valores. Por otra parte,
son también a las que más
todos los padres esperan de sus
nos enfrentamos o con quie¬
hijos que los quieran.
nes nos enfadamos más. Es
El amor es un sentimiento
«la ambivalencia de los sen¬
mucho más complejo de lo que
timientos».
queremos creer. A las personas

^ Extraído del libro Crands-parents aujourd'hui, plaisirs et piéges, de Fran-


cine Ferland, en Éditions du CFIU Sainte-Justine.
4 EDUCAR SIN DOLOR

que queremos más son también a las que más nos enfren¬
tamos o con quienes nos enfadamos más. Es «la ambiva¬
lencia de los sentimientos». Los niños expresan con mucha
facilidad este estado; cuando les prohibimos algo, contestan
con un «¡te odio!» y después, una hora más tarde, nos su¬
surran un «te quiero». Creer que los niños no nos querrán
nunca más es, desde luego, un error.
Actualmente, los adultos temen que un niño crea que
no se le quiere si se muestran autoritarios con él y, sobre
todo, se imaginan que les querrá menos. Lo cierto es que un
niño que hace que le riñan no irá desde luego a dar las gra¬
cias a su padre. Tal vez lo hará dentro de diez años, pero en el
mismo instante, reaccionará con una pataleta, enfurruñándo¬
se, llorando... O, puesto que deseamos con demasiada fre¬
cuencia un reconocimiento inmediato, hacemos demagogia
paterna permanente favoreciendo los sentimientos en detri¬
mento de la autoridad.
De hecho, nosotros, los padres, debemos dejar de po¬
nernos en el lugar del niño. Debemos dejar de sentir empatia
desplazada: ¡no tenemos la misma edad que él! Si siempre
59

nos ponemos en su lugar, no podremos mantener durante


mucho tiempo una prohibición. Por lo tanto, debemos man¬
tenernos en nuestro lugar de adulto, que también está hecho
de obligaciones. De hecho, es como si quisiéramos evitar al
niño las cosas ante las cuales a nosotros mismos nos cuesta
resignarnos. Es verdad que ser severo ya no está de moda.
Además, la severidad con frecuencia va de la mano con ser
reaccionario. También para librarse de actuar con autoridad,
los adultos querrían que los niños aceptasen las normas y las
aplicasen por sí mismos.
Por otra parte, es una situación que encontramos con
frecuencia a la hora de ir a la cama. Los padres querrían que
su pequeño fuese a la cama sin discutir, negociar, protestar
o llorar. Confesémoslo, muy pocos niños aceptan irse a la
cama a la primera sin intentar retrasar el momento. Un padre
CÓMO MARCAR LOS LÍMITES

que no impone las limitaciones indispensables enseguida se


verá enfrentado a un desafío enorme a la hora de irse a dor¬
mir. Para evitar obrar con autoridad, algunos padres llegan
incluso a pedirle a la cuidadora de la guardería que no deje
echar la siesta a su hijo. De este modo, demasiado agotado a
la hora de ir a la cama, el niño ya no tiene fuerzas ni siquiera
para protestar.

Aceptar que el niño se frustre

Muchos padres creen que una actitud permisiva les valdrá ser
queridos por su hijo. ¡Craso error! Evidentemente, es mucho
más agradable decir que «sí» a su hijo y ver brillar sus ojos de
alegría. No obstante, los padres que piensan que los niños
son buenos por naturaleza y que sin esfuerzo se convertirán
en ciudadanos responsables y en seres humanos altruistas y
razonables se equivocan. Un día u otro, deberán imponerles
límites y aceptar que tienen que frustrarles. Si ellos no lo ha¬
60 cen, la sociedad ya se encargará de hacerlo.
Dos motivos pueden explicar las dificultades que tienen
algunos padres para decir que «no» a sus queridos hijos y su
propensión a ser demasiado permisivos con ellos.

El primero es una falta de conocimiento en materia de educa¬


ción. De hecho, muchos padres ignoran las trampas que supone
una educación de este tipo. Hoy día aún ignoran las consecuencias
negativas que se derivarán de ello tarde o temprano.

El segundo motivo que explica la dificultad de los padres a


oponerse a sus hijos se oculta en las profundidades de su alma: se
trata del imperioso deseo de ser querido por su hijo.

No obstante, responder a todos los deseos de un niño o


pasar por alto refrenarlos cuando esté justificado raramente
EDUCAR SIN DOLOR

conduce a obtener este amor. No tenemos más que obser¬


var la actitud de los niños para convencernos de ello. Desde
muy jóvenes manifiestan diferentes comportamientos espon¬
táneos pero no siempre deseables; celos, falta de respeto,
egoísmo, indiferencia, violencia, manipulación, agresividad y
cólera. De hecho, estas manifestaciones no suelen provocar
alegría en los padres. Nuestra función consiste en moderar
estas conductas. Demasiada per¬
Saber decirles «no» en el mo¬
misividad con nuestros hijos ani¬
mento preciso y de la mejor
ma indirectamente estos com¬
manera posible es ciertamen¬
portamientos que distan mucho
te la mejor prenda de amor.
de ser manifestaciones de amor.
Saber decirles «no» en el momento preciso y de la mejor ma
ñera posible es ciertamente la mejor prenda de amor.
Los niños educados de forma demasiado permisiva de
sarrollan los problemas siguientes:

^ Un débil conocimiento de los valores.

® Una menor apreciación de lo que hacemos por ellos. 61

Una falta de respeto.

S Una tendencia a ser mucho más manipuladores.

Una propensión a ser más caprichosos.

S Una inclinación por la violencia, verbal o física, cuando sus


deseos no son satisfechos.

Una tendencia más pronunciada hacia el egoísmo y la indife¬


rencia.

« Una mayor desobediencia e indisciplina.

Una tendencia a recurrir a las amenazas para conseguir lo que


quieren.
CÓMO MARCAR LOS LÍMITES

Algunos padres creen que un niño solo es feliz cuando


no tiene límites y que cualquier límite es represivo. Esta afir¬
mación es errónea. Sin embargo, cabe considerar que cier¬
tos límites de hecho sí lo son; los que no tienen ningún sen¬
tido y los que el adulto impone por capricho o para afirmar
su poder.
También hay límites indispensables: los que permiten que
el niño avance. Así, un niño no puede tomar el pecho toda la
vida. Estos límites no impiden su felicidad, sino que muy al
contrario la favorecen. Sin embargo, estos límites le disgustan
y se resiste a ellos (y aún más porque él no comprende su
necesidad) pero son una garantía tanto de su felicidad como
de su placer. Por ejemplo, si queremos que aprenda a tocar
el piano, tendrá que hacerse a la idea de que deberá practi¬
car escalas obligatoriamente. Si no lo hace, nunca conseguirá
aprender y no descubrirá jamás el placer de crear música.
Algunos padres consideran que las prohibiciones hu¬
millan al niño y vejan su personalidad y su creatividad. Una
mamá me explicaba que cuando su hijo lanzaba su cuchara
62 por el suelo, ella la recogía sin decirle nada, puesto que un
niño experimenta tantas prohibiciones que no quería añadir¬
le una más.
De hecho, a una cierta edad tal vez sea normal y cons¬
tructivo que un bebé lance los objetos por el suelo para que
su madre los recoja. Este juego también puede permitir
que la madre se comunique con su hijo y que nombre los
objetos que ella le devuelve. Pero más adelante, puede con¬
vertirse en una forma para que el niño convierta a su madre
en su «esclava», y esté convencido de que tiene poder ab¬
soluto sobre ella. Entonces la madre debe fijarle unos límites
y proponerle otros juegos explicándole por qué. Si no, el
niño puede estancarse en el placer que le provoca el hecho
de manipular a su madre. Esto le impedirá avanzar y pasar a
otra cosa.
Durante el período escolar, en casa había una norma res-
4_ EDUCAR SIN DOLOR

pecto a la televisión, los videojuegos y el ordenador. De lu¬


nes a jueves, estaba prohibido ver la televisión, jugar con la
Nintendo y también chatear en el ordenador. Esta norma se
mantuvo en vigor desde el primer año escolar de mi hija has¬
ta su cuarto año de secundaria, o sea de los seis a los dieci¬
séis años (sistema educativo de Canadá). Evidentemente, mi
hija protestó las primeras semanas, pretextando que no tenía
nada que hacer por la tarde después de haber terminado de
estudiar y de hacer sus deberes. Entonces le di una bayeta y
le dije que el baño precisamente necesitaba una buena lim¬
pieza. La primera vez lo hizo de buen grado: «Es divertido
limpiar el baño». La segunda vez, cuando le di de nuevo una
bayeta, ella me respondió: «Me parece que voy a llamar a un
amigo y saldré a jugar». Sus seis años en primaria transcurrie¬
ron sin problemas. Mi hija tenía muchos amigos y jugaba en
el exterior, al contrario que otros niños que estaban pegados
a la pantalla desde que terminaban las clases hasta la hora
de ir a la cama.
En secundaria, mi hija me pidió que le permitiese hacer
una excepción a la regla para poder ver un programa de te- 63

lerrealidad que se puso de moda. Me hizo mil y una pro¬


mesas, la una más increíble que la otra, y evidentemente me
negué. Le ofrecí a cambio que podríamos grabar el progra¬
ma y así poder verlo durante el fin de semana, pero esto no la
convenció porque a ella le gustaba comentar el programa
al día siguiente mismo de la emisión con sus amigos. Sin em¬
bargo encontró una solución para su problema: decidió le¬
vantarse quince minutos antes por la mañana para sintonizar
la emisora de radio donde comentaban los principales acon¬
tecimientos de la emisión. En conclusión: es equivocado pen¬
sar que las prohibiciones vejan a los niños, al contrario, les
permiten estructurarse y desarrollarse sintiéndose seguros.
Cuando escribo estas líneas mi hija está en quinto de se¬
cundaria y he decidido no aplicar más esta regla. ¿Creéis que
ella ve más la televisión este año? En absoluto. Incluso en lo
CÓMO MARCAR LOS LÍMITES

que se refiere a su programa de telerrealidad favorito, lo ve


si tiene tiempo, pero no forma parte de sus prioridades.
Para algunos adultos, distinguir los «buenos» límites de
los «malos» no siempre es fácil. Planteaos las preguntas si¬
guientes; ¿Es indispensable esta norma para el niño? ¿La ma¬
yoría de los padres la aplicaría como yo? Por ejemplo, ¿pode¬
mos dejar que un niño se acueste a media noche, sabiendo
que estará muerto de cansancio el día siguiente? La respues¬
ta es «no». ¿Podemos dejarle comer caramelos durante todo
el día? La respuesta sigue siendo «no». ¿Podemos dejar que
salga a la calle en manga corta cuando estamos a cinco bajo
cero? Evidentemente no. Así pues, todos los padres tienen
el deber de responder «no» a estas demandas del niño.

Dejar llorar

Otra problemática vivida por varios padres es la imposición


de una hora para que el niño se acueste. Tomemos el ejem¬
64 plo de un niño sano que no quiere dormirse y espera a que
sus padres vengan a buscarle a su cama o les pide permiso
para irse a dormir a la cama de sus padres. La pregunta que
se plantea con más frecuencia sobre este tema es; ¿podemos
dejarle llorar hasta que se duerma? En mi opinión la respues¬
ta es «sí». ¿Debemos imponerle que duerma en su cama? No
hay nada malo en ello y sus llantos solo expresan su des¬
contento. Sin embargo no se trata solamente de ponerle
en su cama y dejar que aúlle. Sus padres deben explicarle lo
que esperan de él, aunque el niño sea muy pequeño. Si es un
poco mayor, se le puede explicar que los papás y las mamás
también son una pareja que necesitan algo de tiempo para
ellos. Evidentemente, el niño volverá a la carga para ase¬
gurarse que la prohibición es en firme antes de renunciar a
sus caprichos y pasar a otra cosa. Si las reglas se explican con
claridad a un niño y si sus padres le demuestran que no van
4 EDUCAR SIN DOLOR

a echarse atrás, la situación problemática nunca dura de¬


masiado.
¿Por qué los niños no quieren irse nunca a la cama? Prin¬
cipalmente porque muchos niños no saben para qué sirve el
sueño y piensan que es perder el tiempo. En realidad, los ni¬
ños pocas veces ven dormir a sus padres puesto que estos en
general ya están levantados antes que ellos y se acuestan
después de ellos. Este momento «sin hacer nada» puede
parecer absurdo si no se sabe que es indispensable para el
organismo. Es preciso entonces explicarles las razones de
por qué es necesario el sueño^ como por ejemplo:

Crecer. «¡Creces mientras duermes! Tu cuerpo se repara y


construye. Durante el sueño, tu cerebro segrega una hormona de
crecimiento que te ayuda a crecer.»

Memorizar. «¡No tendrás buena memoria sin un buen sueño


reparador! Durante el sueño, ordenas en tu memoria lo que has
aprendido durante el día.»
65
Recuperarte. «Mientras duermes, permites que tu cuerpo, tu
cerebro y tu estado de ánimo descansen.»

Conservar la sonrisa. «Cuanta más falta de sueño, menos


buen humor tendrás.»

Conservar la salud. «Durante la noche, tu sistema inmunoló-


gico se fortalece para protegerte mejor de las bacterias y los virus
y tienes más energía a la mañana siguiente para hacer tus activi¬
dades preferidas.»

Sin embargo, en el caso de algunos niños, el rechazo a


dormir se debe a que sienten angustia y es preciso desentra-

^ LangEVIN, Erigirte. Comment aider mon enfant á mieux dormir, Boucher-


ville, Éditions de Mortagne, 2009, 208 páginas.
CÓMO MARCAR LOS LÍMITES

ñar cuál es la causa. Con frecuencia la respuesta está en el


hogar de sus padres; cuanto más angustiados están los pa¬
dres, más lo están sus hijos.
«¿Llora porque está triste?», preguntan algunos padres.
«Parece que quieran estropearnos nuestra cena expresa¬
mente», afirman otros. Para un adulto, llorar significa verter
muchas emociones, tales como tristeza, alegría, rabia, etc. Si
llorar generalmente es percibido negativamente por los adul¬
tos, es porque sus razones para llorar son muy distintas a las
de los bebés. En estos últimos, no hay tristeza, ni manipula¬
ción, ni espíritu de venganza: son bebés y no saben nada del
mundo comparados con nosotros. No han vivido nuestras
experiencias.
A continuación, se detallan algunos significados posibles
de los llantos de un bebé sano;

Significados posibles Significados imposibles

Tengo hambre. Me he enfadado contigo.

Estoy cansado. Estoy triste.

¡A ver si venís a verme de una vez! Estoy solo.

¿No hay nada más que ver? Me aburro.

Me duele la barriga. Te odio, déjame en paz.

Algo me molesta. He decidido hacértelas pasar


moradas.

Tengo demasiado calor. Todo el mundo me abandona.

¡Ya estoy harto! ¡Quiero dormir! Soy alérgico a mi colchón.

Quiero que mamá me coja en brazos. ¡Ojalá hubiese nacido en otra


familia!

Por otra parte, los padres no comprenden que las negati¬


vas y los llantos del niño un poco más crecido se deben úni¬
camente a deseos (estar en brazos de mamá, ser mecido por
papá, echar la siesta en el cochecito o en la sillita del coche
4 EDUCAR SIN DOLOR

mientras se pasean, etc.) y en ningún caso a necesidades


(dormir suficiente y profundamente en un entorno tranqui¬
lizador). Los niños quieren ser objeto exclusivo del amor de
sus padres. El trabajo de los padres consiste en hacerles ver
la realidad. Los límites sirven para esto y es una dimensión
esencial de la educación. Explicadles que no estáis a su servi¬
cio, que no son el centro del mundo, que les queréis y que
vuestro trabajo es cuidar de ellos, no como ellos desean, sino
como lo necesitan. Los adultos perciben con frecuencia a los
niños como seres «inocentes» y no lo son.

Resistirse a las ganas de ceder

Algunos padres ceden al desgaste. Después de haberse ne¬


gado cinco veces a dar un caramelo al niño, terminan por
ceder; ¡Vale, por esta vez pase, pero solo esta vez! El niño no
comprende esta frase. Para vosotros es una excepción; para
él es la prueba de que puede conseguir lo que quiere. El
67
niño se dice que si esta vez le ha salido bien, mañana tam¬
bién. Este tipo de situación provoca que el niño negocie
todo, en todo momento y que
Los niños que tienen los lí¬
termine por salirse con la suya. Es
mites claros no vuelven a la
evidente que también será preci¬
carga constantemente por
so pedirle infinitas veces que se
cualquier pretexto. Además,
cepille los dientes, que vaya a la
si queréis inculcarle un hábi¬
cama, etc. Estos niños no han in¬
to (por ejemplo que ponga
tegrado la idea misma de la nor¬
la ropa sucia en la cesta de la
ma, puesto que su educación es
ropa), debéis exigírselo cada
fluctuante. Los niños que tienen
día. Nunca hagáis una excep¬
los límites claros no vuelven a la
ción.
carga constantemente por cual¬
quier pretexto. Además, si queréis inculcarle un hábito (por
ejemplo que ponga la ropa sucia en la cesta de la ropa), de¬
béis exigírselo cada día. Nunca hagáis una excepción.
CÓMO MARCAR LOS LÍMITES

Si constatáis que este es el problenna que estáis vivien¬


do como padres, existe la forma de remediarlo. En primer
lugar, es preciso que os preguntéis cuáles son las razones
que siempre hacen que cedáis. En general, encontraréis la
respuesta en vuestra propia educación o en el miedo a hacer
sufrir al niño. Sobre todo, entonces es necesario explicarle
por qué habéis cedido, decirle que os habéis equivocado y
seguidamente rectificar vuestra forma de actuar. También
podéis comentar ai niño que haceros ceder tal vez sea agra¬
dable para él, pero que al hacerlo le impide acceder a cosas
más interesantes. En realidad, toda la energía que gasta para
protestar contra los límites y transgredirlos, no la puede uti¬
lizar para tener ideas nuevas y divertirse con sus amigos.
Si no cedéis más, las eternas negociaciones entre voso¬
tros y el niño terminarán. Os voy a contar una anécdota que
lo ilustra bien. Cuando publiqué mi primer libro, tenía los
nervios a punto de estallar, puesto que para mí era un gran
momento. Mi hija y su prima se ocupaban de las bebidas y el
aperitivo. Por la noche nos quedamos sin refrescos y mi hija
68 se ofreció a ir a comprarlos a la tienda, puesto que tanto a
ella como a su prima les apetecía tomar el aire. Ya eran más
de las nueve de la noche, la tienda solo estaba a cinco mi¬
nutos a pie. Para unas niñas de doce o trece años, estar en la
calle a esta hora les parecía interesante, pero por su seguri¬
dad y para no tener que preocuparme, decidí negarme. En¬
tonces le dije que serviríamos agua puesto que la velada
estaba a punto de terminar. Mi hija comunicó a su prima mi
decisión y su prima respondió: «¡Venga, pínchala un poco, ya
verás como dice que sí!». Y mi hija le respondió: «¡Qué va,
eso no funciona con mi madre!». Este fue uno de ios mejores
momentos de la presentación del libro.
¡Sobre todo, no vayáis a pensar que jamás me he equivo¬
cado en mis juicios de valor! De hecho, recuerdo que en una
ocasión permití a mi hija que se acostara a la misma hora
que nosotros durante nuestras dos semanas de vacaciones.
EDUCAR SIN DOLOR

Puesto que todos íbamos a dormir en la misma habitación,


mi pareja, mi hija y yo, me pareció correcto. Ella tenía enton¬
ces once años.
La primera noche de las vacaciones, mi compañero, que
aún no estaba enterado de nuestro acuerdo, le dijo a mi hija
que ya era hora de acostarse. Ofendida, la niña se me quedó
mirando y me dijo: «¡Mamá, esto no es lo que acordamos!».
Mi pareja, al comprender lo que pasaba, me miró y me dijo:
«¡Nosotros también estamos de vacaciones y me gustaría
pasar algún rato con mi enamorada!». ¡Ups! Tomé aquella
decisión sin tener en cuenta que yo no era solo madre sino
también una mujer de vacaciones con su pareja. Por lo tanto
expliqué a mi hija que me había equivocado y que no tendría
que haber decidido aquel acuerdo con ella, puesto que yo
también necesitaba estar algunos momentos a solas con mi
pareja.
Para reparar el daño causado, mi pareja y yo entonces
decidimos que la niña se acostaría solamente una de cada
dos noches a la misma hora que nosotros. Ella lloriqueó un
poco la primera noche, pero todo volvió a su cauce el resto 69

de las vacaciones.

Expresar el enfado

Hoy en día, la creencia de que existe una especie de «padres


zen» se está extendiendo, es decir, la creencia de que exis¬
ten unos padres que pueden conservar la calma y ser «psi¬
cológicamente correctos» en cualquier circunstancia, pase lo
que pase. ¡Esto no es realista! Podemos llegar a conservar un
poco más la calma si comprendemos lo que nos provoca
nuestro nerviosismo, más allá de las apariencias, pero es pre¬
ciso interiorizar que la perfección no es de este mundo.
Además, un padre que ve cómo su hijo intenta estran¬
gular a un gato y se abalanza sobre él para detenerlo, debido
CÓMO AAARCAR LOS LÍMITES

a la propia emoción del momento permite que el niño com¬


prenda y experimente en el acto la gravedad de su gesto. Si
el niño viese a este mismo padre decirle con toda la calma,
«pedagógicamente» y sin levantarse de su sofá: «Vamos a
ver, lo que estás haciendo no está bien: no debes hacer daño
al gato...», ¿qué entendería el niño? Se imaginaría que el
adulto enuncia una norma abstracta y vacía, no mucho más
importante que la que le prohíbe meterse los dedos en la
nariz.
Algo no será inaceptable para un niño más que si lo es
también para sus padres. En efecto, para que él comprenda
que un comportamiento no es admisible, las palabras no
bastan. Es preciso que el niño sienta que el adulto rechaza
con todo su ser el comportamiento que le es insoportable.
Una crispación o una mirada francamente desaprobadora o
inquieta pueden poner remedio a un comportamiento inad¬
misible del niño con más eficacia que lo que provocarían
unas sencillas palabras.
Un padre no es un manual de moral sobre dos patas. Es
70 un ser de carne y hueso lleno de emociones y también en¬
frentándose a estas emociones es cómo se forma un niño.
E, igualmente, gracias a estas emociones las suyas se desper¬
tarán. No solo se aprenden las normas con la cabeza, sino
que las aprende con su cuerpo y su sensibilidad. A partir
de cierta edad, por ejemplo, un niño puede comprender el
sufrimiento de una persona de edad cuando cae porque
la han empujado. Si no fuese así, no podría entender jamás
por qué no se puede correr de un lado a otro en un lugar
público. Este concepto seguiría siendo abstracto para él.
Por lo tanto, no se debe proscribir la rabia o la cólera
del adulto. Siempre se puede explicar a un niño por qué nos
hemos enfadado. En general, no tendrá ni idea, pero si dedi¬
camos tiempo a explicárselo, lo comprenderá muy bien.
Cuando tomé la decisión de cambiar mi actitud y marcar¬
le unos límites a mi hija, claro está que ella me puso a prueba
4 EDUCAR SIN DOLOR

más de una vez. Me acuerdo muy bien de la última ocasión,


cuando decidió, con ocho años, no ir a la escuela una ma¬
ñana, puesto que había dormido mal.
Entonces le expliqué que comprendía muy bien su can¬
sancio pero que no era una razón válida para quedarse en
casa. A continuación le dije que le explicaría la situación a su
profesor y que seguramente dejaría que apoyara la cabeza
en el pupitre si no resistía el cansancio durante el día. Le dije
después que viniese a desayunar y ella me respondió: «¡No,
mamá, yo no voy a la escuela!». Después ella se acurrucó,
aún en pijama, en un rincón del comedor. No hace falta decir
que notaba que me estaba enfadando por momentos. En¬
tonces subí el tono (algunos decibelios) y le dije firmemente
que fuese a vestirse, puesto que dentro de un momento nos
íbamos a la escuela. Aun así se negó.
Yo me había prometido procurar no gritar en este tipo
de situaciones. Sin embargo, ya le había avisado que si no
espabilaba iba a alzar el tono mucho más. Puesto que no se
movía, puse fruta y ropa en la mochila de la escuela y le dije a
voz de grito: «¡Ya basta! ¡Ven aquí, que nos vamos a la escue¬ 71

la!». ¡No se movió ni un pelo! Sin decir ni una palabra más,


cogí su abrigo y la levanté por la cintura. La niña se debatía y
gritaba. Yo estaba encendida (¡tendríais que haber visto la
escena!) pero aún conservaba el control. La senté con aplo¬
mo en el asiento trasero y puse en marcha el coche. Cuando
llegamos a la escuela, la niña se echó a llorar diciendo: «¡No
he desayunado y no estoy vestida, no puedes dejarme en
la escuela!». Entonces le di su mochila diciéndole que todo
estaba dentro y que ahora tendría que vestirse en los aseos.
¡No cedí y gané la partida por aquel día y por los demás!
Después de haber escrito esta anécdota, me apeteció
releerla cuando mi hija estaba junto a mí y entonces le recor¬
dé aquel episodio de su vida. Ella se acordaba de todo y nos
echamos a reír juntas. Los niños necesitan nuestro amor e
imponerles límites es un gesto de amor.
CÓMO AAARCAR LOS LÍMITES

No obstante, hoy día sé que


No obstante, hoy día sé que
poner límites no lo es todo. Es
poner límites no lo es todo. Es
preciso que el adulto experimen¬
preciso que el adulto expe¬
te un sentimiento de legitimidad
rimente un sentimiento de
en el momento de hacerlo. Y este
legitimidad en el momento
sentimiento no puede surgir más
de hacerlo. Y este sentimien¬
que de la convicción de transmitir
to no puede surgir más que
unas normas de convivencia en
de la convicción de transmitir
sociedad que estén plenamente
unas normas de convivencia
justificadas. De modo que cuan¬
en sociedad que estén plena¬
do le prohíbo a mi hijo que vuel¬
mente justificadas.
que mi cajón de ropa, sé que no
lo hago porque me apetece o porque aprecio mis cosas (aun¬
que tenga el derecho a ello), sino porque es una cuestión de
respeto. De todos modos, no es sencillamente por el hecho
de que yo tenga la autoridad, que el niño vaya a aceptar el
límite, lo importante es precisarlo.
Algunos padres piensan que otros obran mejor que ellos
y que estos últimos ostentan una autoridad natural ante la
72 cual su hijo se doblega. Pero no es así, en absoluto.
El niño debe aprender las normas de convivencia en
sociedad. El aprendizaje de estas normas éticas es lo que
diferencia a los humanos de los animales. Sin embargo, si
os dais cuenta de que vuestro hijo aún no ha hecho este
aprendizaje, recordad que nunca es demasiado tarde para
empezar. ¡Eso sí, poneos manos a la obra seriamente des¬
de ya!

Dejar que el niño se exprese

Es frecuente observar que muchos padres desearían que su


hijo se abstuviese de llorar, por ejemplo, cuando vive una
frustración o cuando se hiere. Sin embargo, los niños son
también seres de carne y hueso y emociones; entonces, ¿por
4 EDUCAR SIN DOLOR

qué deberíamos impedir que se expresasen? Por ejemplo,


¿cuántas veces vemos a un padre, incómodo porque su hijo
se ha echado a llorar en público, pedirle al niño que pare
de llorar?
No hace mucho fui a visitar a mi quiropráctico. Una mamá
y su hijo de cuatro años se encontraban en la sala de espera.
El niño se entretenía jugando, sentado en el suelo. Cuando el
médico le llamó se levantó rápidamente, perdió el equilibrio
y cayó. Parecía que se había abierto ligeramente el labio su¬
perior. En el preciso momento que iba a ponerse a llorar,
su madre se subió el jersey, se desabrochó el sostén y le dio
el pecho sin ni siquiera tomarse su tiempo para verificar lo
que el niño tenía. Los demás pacientes y yo misma nos que¬
damos atónitos. Por desgracia, aquella mamá estaba con¬
vencida de que llorar es negativo.
Algunos padres bien intencionados incluso llegan a rem¬
plazar rápidamente a un animal doméstico muerto o desapa¬
recido para evitarle a su hijo la tristeza y los llantos. ¿Qué tipo
de adulto crearemos si actuamos de esta manera?
73
Tanto si sois sensibles o no a los llantos, tendréis que
«acostumbraros» si tenéis un bebé. Este será vuestro sino
durante unos años, por lo menos. Cuanto más rápido sepáis
interpretar los llantos de vuestro hijo, estos disminuirán con
más rapidez. Mientras esperáis, no peguéis etiquetas nega¬
tivas acerca de sus llantos y acordaos sobre todo que no sig¬
nifican que sois una madre indigna.
También sucede que algunos padres sencillamente no
soportan los llantos de rabia, de protesta, de tristeza o de
dolor de sus hijos porque encuentran un eco en ellos. Reavi¬
van sus heridas infantiles. Al acudir al menor llanto, estos pa¬
dres de alguna forma intentan calmar sus sufrimientos pasa¬
dos. En realidad, sencillamente proyectan su historia sobre su
bebé. A continuación se detallan algunos ejemplos de pro-
yecciones:
CÓMO MARCAR LOS LÍMITES

La soledad os angustia y llegáis a la conclusión de que vuestro


hijo se siente abandonado porque llora un poco antes de dormirse.

S Sois hipocondríacos y a la primera lágrima ya veis a vuestro


hijo lleno de tubos y cables.

Tenéis prontos y le otorgáis a vuestro bebé un temperamento


colérico.

S Tenéis tendencia a menospreciaros y consideráis que a vues¬


tro pequeño le falta confianza.

1^^ Soléis tener insomnio y si vuestro bebé tarda horas en dor¬


mirse os da pena.

S Os sentís culpables por haber vuelto al trabajo y cuando en¬


contráis a vuestro hijo bañado en lágrimas en la guardería, os decís
que está molesto con vosotros.

El remedio es poner nombre a vuestro sufrimiento y a


continuación prohibiros pensar que vuestro hijo lo comparte
74
cada vez que da un grito. Es mejor que os toméis el tiempo
de preguntaros: «¿Voy al unísono con mi hijo o mi reacción
está suscitada por mis propias emociones?».
Además, algunas madres dan automáticamente el pe¬
cho o el chupete en respuesta a los gritos de su bebé por¬
que tienen mucho miedo de ser malas madres. Distinguir
lo que viene de nuestra propia historia de lo que pertenece
al niño permite comprender realmente lo que pide, explica
o afirma. Esta distinción os evitará hacer de él un adulto que
se traga sus emociones en lugar de expresarlas.
Algunas veces no comprendemos los llantos de nuestro
bebé. Esto es normal puesto que no somos omniscientes. En
estos casos, podemos decirle que no comprendemos sus
llantos y reconocer que seguramente tiene sus buenas razo¬
nes para llorar porque un niño pequeño, y a priori un recién
nacido, se confunde con los acontecimientos que vive. Le
4 EDUCAR SIN DOLOR

ayudaremos mucho poniéndole nombre a lo que le sucede,


demostrándole nuestra simpatía, reconociéndole que está
atravesando una dificultad y esto, incluso, si se trata de un
bebé de tres semanas. Poner nombre a una experiencia hu¬
maniza, le da un sentido y ayuda a movilizar los recursos in¬
teriores necesarios para sobrellevarla. Además, superar una
prueba es gratificante.

Escuchar y poner nombres

Cuando somos capaces de comprender los sentimientos de


un niño, acogerlos y ayudar a ponerles nombre, le ayudamos
a sentirse mejor. Cuando el niño se siente bien, se compor¬
ta bien.
Cuando decidí contarle a una amiga de confianza los
errores que cometí en la educación de mi hija, esta no dejaba
de decirme: «¡No tienes por qué sentirte culpable, no podías
dar lo que no tenías!». No obstante, experimentaba un sen¬
75
timiento de culpa. Sucede lo mismo que cuando alguien os
dice: «Pero si no puedes estar cansado, si acabas de llegar
de vacaciones». ¡Sin embargo os sentís realmente cansados!
¿Acaso podemos librarnos de un sentimiento porque alguien
pretende que no debemos sentirnos así? ¡Pues claro que no!
No solo nos quedamos con este sentimiento sino que, ade¬
más, nos sentimos incomprendidos.
Algunas veces, como padres, creemos saber mejor que
nuestro hijo lo que este siente. Por ejemplo, cuando nuestro
hijo nos dice que no tiene hambre y nosotros le responde¬
mos: «Tienes que tener hambre porque no has comido nada
desde esta mañana», entonces cometemos un error. Es me¬
jor decirle: «A pesar de que no has comido nada desde esta
mañana no tienes hambre». Apreciemos el detalle. Entonces
se sentirá comprendido, pero lo más importante es que
aprenderá a reconocer con total confianza lo que experimen-
CÓMO MARCAR LOS LÍMITES

ta. Cuando pretendemos que él no tiene razón de sentirse


así, puede resultar confuso y no saber reconocer ya lo que
experimenta. A continuación se detallan otros ejemplos de la
importancia de escoger bien las palabras:

Si un niño está enfadado y nos golpea, evitaremos decirle:


«No eres un buen niño, ve a calmarte en tu habitación». Más bien
debemos decirle: «Pareces muy enfadado, es mejor que me lo di¬
gas con palabras que con golpes».

Si el niño debe dejar de hacer una actividad agradable y ello


le frustra, evitaremos decir: «Nunca estás contento, y ya hemos es¬
tado en el parque mucho rato». En su lugar es mejor decir: «Estás
enfadado por tener que dejar el parque. Te habría gustado seguir
jugando».

Si un niño de dos años llora cada mañana porque no quiere ir


a la guardería, sencillamente tenemos que decirle: «Es duro tener
dos años y dejar a papá y mamá cada día para ir a la guardería». Se
76
sentirá comprendido, importante y querido y aceptará con más faci¬
lidad separarse de vosotros durante el día.

Por otra parte, si deseamos que nuestros hijos aprendan


a satisfacer adecuadamente sus necesidades, primero es pre¬
ciso ayudarles a reconocerlas. A continuación se detallan al¬
gunas formas de ayudarlos.

Si el niño no para quieto dentro del coche, podemos decirle:


«Necesitas moverte pero es peligroso mientras yo conduzco. Por
nuestra seguridad, yo necesito tranquilidad. Ya pararé cuando sea
posible para que puedas salir a correr en alguna parte. ¿Podrás
estar tranquilo mientras esperamos?». La próxima vez que quiera
moverse, hay muchas probabilidades que nos diga: «Necesito mo¬
verme, ¿pararemos pronto?». Habrá aprendido a poner nombre a
su necesidad.
4 EDUCAR SIN DOLOR

M Si un niño nos pide sin cesar que le prestemos atención mien¬


tras estamos preparando una comida, podemos decirle: «Ya sé
que necesitas explicarmie algo, pero ahora debo preparar la comi¬
da... ¿Te esperas a que hayamos comido y así podré dedicar toda
mi atención y mi tiempo a escucharte?».

Si un niño tarda en recoger sus juguetes, podemos decirle:


«Necesito que me ayudes a arreglar la casa. ¿Se te ocurre alguna
idea de cómo podemos hacerlo divirtiéndonos?».

A un niño en edad escolar podemos decirle: «Debo saber


dónde vas y cuándo volverás a casa». O también: «Debo asegu¬
rarme de que te esfuerzas en matemáticas». Ya que somos sus mo¬
delos, cuanto más expresemos nuestros sentimientos, nuestras
emociones y nuestros deseos, más aprenderá a hacerlo él también.

« A un bebé que se impacienta podemos decirle: «Ya te traigo


el biberón. Parece que estás enfadado porque aún no está listo».

Animar y felicitar
77

¿Qué hacéis cuando vuestro hijo está jugando tranquilamen¬


te en el salón sin molestar a nadie, cuando coloca la ropa su¬
cia en la cesta de la ropa, cuando se cepilla los dientes antes
de irse a la cama, cuando ordena sus juguetes después de
jugar, cuando juega con su hermana media hora sin pelearse
o cuelga su chaqueta en el perchero al volver del colegio?
Si sois como el 99% de los padres la respuesta es: nada. No
decís nada, porque encontráis que todo esto es normal. Por¬
que como todos los seres humanos, estáis programados para
ver lo que no funciona y no ver lo que va bien. Sabed, queri¬
dos padres, que estos comportamientos, si no se fomentan,
corren el riesgo de desaparecer.
En primaria e incluso en secundaria, a los amigos de mi
hija incluso les gustaba más venir a casa cuando yo estaba.
Esto molestaba un poco a mi hija y yo me di cuenta de ello.
CÓMO AAARCAR LOS LÍMITES

Un día le pregunté por qué me apreciaban tanto y ella me


respondió: «Por que tú con frecuencia les dices cosas ama¬
bles y sus padres no». En realidad, lo único que hacía era su¬
brayar su buen comportamiento cuando estaban en mi casa
o me interesaba por sus éxitos, fuesen escolares o de otro
tipo, cuando los presenciaba.
Por ejemplo, cuando les servía algo para merendar y to¬
dos recogían las migas que habían caído sobre la mesa, excla¬
maba admirativamente: «¡Guau! Es muy amable por vuestra
parte que limpiéis la mesa, ¡os lo agradezco mucho!». Cuan¬
do algún amiguito me pedía si podía llamar a su madre
para decirle dónde estaba le decía: «¡Qué bien! ¡Tu madre
debe de estar realmente contenta de que la llames, estoy
muy orgullosa de ti!».
Evidentemente, la sinceridad es muy importante. Un niño
aprecia mucho más la sinceridad de un comentario cuando
es explícito. Por ejemplo: «Gracias por ayudarme a preparar
la merienda para ti y tus amigas». Y no: «Eres muy amable».
Con un cumplimiento explícito, el niño no solamente se sien¬
78 te amado sino que se siente contemplado y reconocido.
Un comentario inesperado también tiene mucho valor.
Por ejemplo, cuando varios amigos se encontraban en casa
al final del día, les lanzaba: «Gracias por haber puesto las
bicicletas en el césped, así la entrada del garaje está libre».
Además, cuando encontraba a los padres de los amigos
de Karelle, jamás dudé en decirles lo respetuosos y servi¬
ciales que eran sus hijos. Entonces sentía que el niño se hen¬
chía y parecía crecer un metro de tan orgulloso que se sen¬
tía por haberle felicitado delante de sus padres. ¡Y lo mismo
sucede con nuestros hijos! Por ejemplo, cuando amigos o
miembros de la familia venían a cenar y admiraban lo bien
puesta que estaba la mesa, no dudaba en decirles: «No es a
mí a quien debéis felicitar, es a Karelle. Es ella quien ha hecho
estos ramitos de flores y quien ha tenido la idea de ponerlos
en el centro».
EDUCAR SIN DOLOR

Por otra parte, si queréis que vuestro hijo desarrolle una


cualidad o una competencia, comportaos como si ya la tuvie¬
se o como si aprenderlo no fue¬
Por otra parte, s¡ queréis que
ra a plantearle ninguna dificultad.
vuestro hijo desarrolle una
Por ejemplo, si veis que vuestro
cualidad o una competencia,
hijo empuja a un niño que intenta
comportaos como si ya la tu¬
torpemente ponerse de pie, de¬
viese o como si aprenderlo no
cidle: «Me extraña verte empujar
fuera a plantearle ninguna
a alguien. Tú que eres tan ama¬
dificultad.
ble, ¿cómo es posible?». Os da¬
réis cuenta de que en aquel momento parece desconcertado,
como si se preguntase: «Es verdad que yo soy amable, inclu¬
so mamá lo piensa. No debería decepcionarla». Si queréis
que vuestro hijo sea amable, decidle que es amable. Si que¬
réis que persevere en sus clases de piano, decidle que sa¬
béis que llegará lejos. Si queréis que vuestro adolescente se
muestre digno de confianza, dadle la impresión de que voso¬
tros ya creéis que es digno de ella.
No solo podéis animar a vuestro hijo o felicitarlo con pala¬
bras. También podéis hacerlo con una sonrisa de complicidad, 79

un guiño, un pulgar levantado, un «chócala» o unas palabras


escritas en un papel sobre su almohada o la fiambrera de la
comida, ya que son igualmente un aliento muy valioso.
De todos modos, cabe prestar atención a que felicitar no
es halagar. Las felicitaciones exageradas pierden su credibi¬
lidad. Por ejemplo, decirle a vuestro hijo que es el niño más
guapo del mundo funcionará si tiene tres años, pero segura¬
mente no si tiene ocho. Un comportamiento como este pro¬
vocará más bien la incredulidad de vuestro hijo, que segura¬
mente estará tentado a responderos que decís esto porque
eres su madre, o suscitará la desconfianza de vuestro adoles¬
cente, que verá en ello una forma de manipulación... apenas
disimulada.
Estos son algunos ejemplos de formas de animar o de
felicitar:
CÓMO MARCAR LOS LÍMITES

Admiro que te hayas decidido tan rápido.

^ Me encanta que hayas puesto muchos colores en tu dibujo.

Estoy contenta de que hayas ido con cuidado con tu compás


y que hayas guardado todas tus cosas en su caja.

¡Es muy amable por tu parte haber lavado los platos!

¡Has ordenado tu habitación de una forma genial!

¡Gracias por estar tan sonriente esta mañana!

Finalmente, en la adolescencia, llega un momento en


que el refuerzo positivo debe dejar paso a un reconocimien¬
to de los logros. Por ejemplo: «¿Qué opinas de este boletín
de notas?». Respuesta; «Puedes estar orgulloso de lo que
has conseguido. No debes este resultado a nadie, lo has con¬
seguido tú solo». El niño se sentirá contento de él mismo. ¡El
objetivo principal de un adolescente no debe ser sencilla¬
80 mente contentar a sus padres!

Decir te quiero

Si habéis nacido en los años sesenta o setenta del siglo pasa¬


do, seguramente vuestros padres serían bastante parcos en
palabras de amor hacia vosotros. A pesar de ello y por suer¬
te, la mayoría de nosotros habremos colmado a nuestros hi¬
jos de «te quiero». Si formáis parte del grupo de nuevos pa¬
dres (nacidos entre los años setenta u ochenta del siglo
pasado), empleáis estas palabras de amor aún más fácilmen¬
te que los precedentes. Algunos de vosotros incluso las usan
cuando tratan con sus padres. Cuidado, puesto que decir «te
quiero» con demasiada frecuencia a los hijos puede desna¬
turalizar el sentimiento. De hecho, cualquier cosa repetitiva
4 EDUCAR SIN DOLOR

e insistente termina siempre por


De hecho, cualquier cosa re¬
perder su valor. A fuerza de uti¬
petitiva e insistente termina
lizarse, las expresiones terminan
siempre por perder su valor.
por gastarse. De ahí la importan¬
A fuerza de utilizarse, las ex¬
cia de decir «te quiero» de cora¬
presiones terminan por gas¬
zón y no de una forma mecánica.
tarse. De ahí la importancia
Algún tiempo después de re¬
de decir «te quiero» de co¬
cuperar el control y haber aplica¬
razón y no de una forma me¬
do estrategias educativas sanas
cánica.
y respetuosas, planteé esta pre¬
gunta a mi hija de ocho años: «¿Tú crees que te quiero?». Ella
me respondió afirmativamente. ¡Qué buena noticia después
de todo lo que le había hecho pasar! Entonces proseguí mi
encuesta preguntándole cuánto se sentía querida. ¿Qué pa¬
labras y qué gestos le hacían sentir que yo la quería y que ella
me importaba? Esperaba que ella me respondiese que eran
todos los «te quiero» y los mimos que le prodigaba profusa¬
mente. Cuál fue mi sorpresa cuando ella me respondió:
«Cuando te quedas conmigo cuando me baño en lugar de
81
irte a lavar los platos». De hecho, era en aquel momento
cuando yo invertía tiempo y atención por mi parte. ¡Creedme
bien que esta frase no cayó en saco roto! Entonces decidí
quedarme en el baño con ella al menos tres noches a la se¬
mana. Era nuestro momento exclusivo, nada podía hacer que
me sustrajese a él, ni siquiera el teléfono, el timbre de la
puerta o un comentario de mi pareja. Durante aquellos mo¬
mentos ella me explicaba sus alegrías, tristezas, miedos, in¬
quietudes, amores, dificultades escolares, etc. Aquella era la
forma en que a ella le gustaba que le dijese «te quiero». Aún
hoy en día me invita a entrar en el baño si llega el caso, echa
la cortina de la ducha y mientras se lava me cuenta su vida.
Los psicólogos y ortopedagogos han constatado que
los comportamientos desagradables (morder, pegar, empu¬
jar, rabietas, no escuchar las instrucciones) desaparecen con
bastante rapidez, generalmente en menos de dos semanas.
CÓMO MARCAR LOS LÍMITES

cuando los padres responden más adecuadamente a la ne¬


cesidad de amor de su hijo, especialmente dedicándole más
tiempo; procurando que se sienta importante y querido.
Ahora bien, lo más importante que tenemos para ofrecer a
los que queremos es nuestro tiempo. Si no dedicamos un
tiempo de calidad a todos nuestros hijos, sea de veinte a
treinta minutos de exclusividad (sin televisión, sin juegos
electrónicos, sin vajillas, sin periódicos, etc.), lo único que les
ofrecemos son palabras. Y las palabras a veces no bastan
para expresar amor.

Perseverar con los adolescentes

De todos es sabido que los adolescentes se oponen a todo.


Ante este comportamiento, los padres no saben cómo reac¬
cionar. Para ellos, los adolescentes tienen una habilidad es¬
pecial para poner en cuestión las prohibiciones y agotar a sus
padres. Su temor: que sus padres no reconozcan que han
82 crecido y se han ganado el derecho a cierta autonomía. Por
esta razón, protestan sin descanso contra su autoridad.
No se debe olvidar que el deber de los padres es ense¬
ñar a sus hijos que prescindan progresivamente de ellos. Los
padres siguen a sus hijos de cerca, pero deben darles un
poco de cuerda cuando llegan a la adolescencia. Es preciso
que reflexionen acerca de los límites que les imponen y re¬
nunciar a los límites que ya no tienen sentido: impedirles que
se vistan como ellos quieran, exigir que lleven el pelo corto u
obligarles a ponerse botas en invierno. Pero importa conser¬
var otros, como por ejemplo: decir adónde va cuando sale
y no volver a las tres de la madrugada. Estos límites, que
aún tienen sentido, tampoco gustarán a los adolescentes,
y protestarán. Sin embargo, estos límites les darán tranquili¬
dad puesto que para ellos constituyen unos pretiles indis¬
pensables.
4 EDUCAR SIN DOLOR

Cuando mi hija tenía quince o dieciséis años me pidió


acostarse más tarde el fin de semana. En aquella época, ella
se acostaba a las nueve de la noche de domingo a jueves y a
las diez y media de la noche el viernes y el sábado. Ella pre¬
tendía poder acostarse a media noche el viernes y el sábado.
Yo acepté en parte. Entonces redacté un acuerdo que firma¬
mos: le permitía que una noche de cada dos, fuese el viernes
o el sábado, como ella eligiese, se acostarse a media noche.
Algunas semanas después, un sábado por la tarde, hacia
las siete de la tarde un amigo la invitó a salir con los amigos.
Este amigo, a quien yo no conocía, tenía coche. Le pedí a mi
hija que me lo presentase cuando llegase a casa. Le dije a
aquel joven de dieciocho años que mi hija era muy impor¬
tante para mí y que confiaba en que condujese con pruden¬
cia. A continuación me volví hacia mi hija y le recordé que en
virtud del acuerdo que teníamos, debía estar acostada a las
diez y media de la noche puesto que se había acostado a
media noche el día anterior. Después de mis dos interven¬
ciones, ¡si mi hija hubiese tenido dos pistolas en lugar de
83
ojos, me habría fusilado! Los dos se fueron enseguida.
Hacia las diez de la noche sonó el teléfono. En aquel mo¬
mento estaba cómodamente instalada en el salón, vestida de
estar por casa y acurrucada junto a mi pareja. Al otro lado
de la línea, mi hija empezó diciendo: «Mamá, ya sabes que te
quiero mucho». Enseguida comprendí que quería pedirme si
podía volver a casa más tarde y añadió: «Mamá, estamos en
el cine con los amigos, ¿puedo volver a casa más tarde? Te
prometo que estaré en la cama a las nueve tres fines de se¬
mana seguidos». Era una promesa vacía, por supuesto.
Después de inspirar profundamente, le respondí: «¡El
acuerdo al que llegamos dice claramente que una vez por fin
de semana, así que no!». Y ella contestó: «¡Mamá, no puedes
hacerme esto! Además él no puede traerme a casa porque
ya ha pagado su entrada y están todos los demás amigos.
¡Mamá, esto es humillante!». Le respondí, con el tono calma-
CÓMO MARCAR LOS LÍMITES

t L

do pero firme: «Ya lo sabías, y a ti te corresponde obrar en


consecuencia». Le pregunté en qué cine estaba y le dije que
saliese al exterior, que estaría allí en diez minutos. Me puse
algo encima y fui a buscarla. Mi hija no me dirigió la palabra
en todo el trayecto y a las diez y media ya estaba en la cama.
Estoy segura de que aquella noche no fui la madre más in
de la ciudad. Pero lo que importa es que mi papel en aquel
momento no era hacerme querer por mi hija, sino el de ha¬
cer respetar correctamente las normas establecidas.
Los niños educados según este enfoque con frecuencia
son más tranquilos y equilibrados. Pierden poco tiempo en
discutir las normas. Sin embargo, es importante que estas
normas respeten su evolución y no tengan un carácter inmu¬
table. En efecto, a medida que los niños crecen y adquieren
madurez las reglas deberían reajustarse para adaptarse a sus
nuevas necesidades de límites.
Todas las normas impuestas en el seno de una familia
deberían respetarse en un 99%. ¿Acaso no decimos que la
excepción confirma la regla? Así, esta pequeña libertad per¬
mite al niño, cuando se presentan circunstancias excepciona¬
les, hacer valer un punto de vista diferente y obtener un per¬
miso especial. Además, esta posibilidad de negociar le dará
confianza en su capacidad para hacer valer su perspectiva
e influir en la forma en que transcurren las cosas. Por otra
parte le permitirá construir su confianza en sí mismo.
No obstante, en la situación precedente me negué a
darle permiso a mi hija para que regresase más tarde a casa.
¿Por qué no hice la excepción a la regla? Porque consideré
que me estaba forzando, fuera consciente o inconsciente¬
mente, llamándome en el último minuto cuando su amigo ya
no podía acompañarla a casa. Esta situación podía ser resul¬
tado de una falta de previsión por su parte, pero también
cierta forma de manipulación. Por lo tanto preferí mantener
la norma.
Por otra parte, un niño o un adolescente que entabla una
EDUCAR SIN DOLOR

discusión porque cree que una


Por otra parte, un niño o un
norma no tiene o ya no tiene sen¬
adolescente que entabla una
tido merece ser escuchado. Tal
discusión porque cree que
vez expresará un punto de vista
una norma no tiene o ya no
valioso y finalmente tendrá el or¬
tiene sentido merece ser es¬
gullo de escuchar que le dicen:
cuchado. Tal vez expresará un
«Tienes razón, no lo había visto
punto de vista valioso y final¬
desde esta perspectiva».
mente tendrá el orgullo de
De todos modos, cuando de¬
escuchar que le dicen: «Tie¬
cidí recurrir a «las consecuencias
nes razón, no lo había visto
lógicas» y no a los castigos, en
desde esta perspectiva».
algunos momentos estuve a pun¬
to de confundirme al respecto. Entonces mi hija expresaba
que ella sentía que la supuesta consecuencia, de hecho, era
un castigo. Todas estas veces, me cuestioné mis decisiones.
Varias veces, rectifiqué mi decisión y le di la razón.
Esta es otra anécdota: mi hija tenía entonces trece años.
Me había dicho que ya no tenía sentido jugar solamente en
el patio las tardes de invierno. Para mí, aún era un niñita y la
posibilidad de vigilarla a través de la ventana me tranquiliza¬ 85

ba. En principio le respondí que pensaría en ello. Después


efectivamente modifiqué la regla.
Este estilo de educación, firme pero flexible, no excluye
el movimiento, el dinamismo o la adaptación. Cada día, los
padres deben reconstruir el desafío de inventar una disci¬
plina inteligente, dejando progresivamente más iniciativas y
responsabilidades a su hijo a medida que este crece.
Hablando de responsabilidad, os voy a confesar otra
anécdota. Para entonces, ella tenía dieciséis años y estaba
en cuarto de secundaria. Era enero y en la escuela prepara¬
ban un viaje a Nueva York para el mes de mayo. Por lo tanto,
le avisé de que su pasaporte caducaba en abril y que era su
responsabilidad elegir el momento oportuno para hacerse
la foto (¡mira que llega a ser coqueta!). Por mi parte, yo me
ocuparía de rellenar el formulario y de que lo firmasen. Añadí
CÓMO AAARCAR LOS LÍMITES
( í.

que era preciso darse prisa puesto que se tarda algún tiempo
para conseguir un nuevo pasaporte.
En febrero aún no se había hecho la foto. Le recordé que
era responsabilidad suya hacérsela. Ella me respondió que aún
tenía tiempo de sobras. Le comenté que yo no estaba tan se¬
gura puesto que para conseguir el pasaporte se tardaban por
lo menos seis semanas. Ni caso.
Llegó marzo y aún no se había hecho la foto. Le recordé
que el Gobierno no estaba a su servicio y que cuando ella
estuviese lista para hacerse la foto tal vez sería demasiado
tarde y que aunque gritase a viva voz su indignación, no le
entregarían más rápido el pasaporte. Añadí que por desgra¬
cia no podría viajar sin pasaporte.
Finalmente, se hizo la foto a mediados de marzo y envia¬
mos los documentos enseguida.
A principios de mayo, aún no habíamos recibido el pa¬
saporte y la excursión a Nueva York estaba prevista para el
10 de mayo. Mi hija empezó a inquietarse, puesto que temía
no poder participar en aquel viaje que le hacía tanta ilusión.
Ella habló con su profesor, quien me llamó y me dijo que bas¬
taría con llevar su partida de nacimiento (en aquella época,
aunque era preferible, no era obligatorio aún para viajar en
autobús a Estados Unidos). Sin embargo, la única partida
de nacimiento que yo tenía estaba junto a la solicitud de pa¬
saporte y me sería devuelta con el pasaporte. Su profesor
entonces me informó de que podía conseguir otra partida en
cuarenta y ocho horas, yendo directamente al registro civil.
¿Creéis que perdí todo un día de trabajo para ir a buscar
otra, habida cuenta de las circunstancias? ¡Por supuesto que
no! Si yo quería que ella comprendiese que ni sus padres ni
la sociedad están a su servicio, era necesario que me mantu¬
viese firme aun cuando corría el riesgo de perder el dinero
que había desembolsado para pagar el viaje (350$). Mi hija
se lo dijo al profesor. Figuraos que me llamó para decirme
que lo más seguro era que pudiese viajar sin pasaporte y sin
4 EDUCAR SIN DOLOR

partida de nacimiento puesto que era raro, según él, que los
agentes de aduanas pidiesen los pasaportes a todos los jóve¬
nes presentes en el autobús. En general, se contentaban con
elegir a algunos al azar. Entonces le pregunté qué le suce¬
dería a mi hija si por casualidad era ella la elegida al azar...
Se hizo un prolongado silencio y ya no insistió más.
Finalmente, el pasaporte llegó el día antes de su partida.
Mi hija recibió una buena lección, creedme. Por mi parte, yo
estaba orgullosa de mí misma: no cedí ni a la presión del pro¬
fesor ni a la de mi hija.
Educar a vuestros hijos no es en absoluto una tarea que
admita descanso. No debéis relajar la disciplina en la adoles¬
cencia, aunque es cierto que en esta etapa sí que debéis
mostrar cierta flexibilidad y apertura de mente. En el siguien¬
te capítulo encontraréis estrategias de intervención que os
ayudarán en vuestra tarea de padres a partir de la más tierna
edad de vuestros hijos.

87
• ■■ .í -
ESTRATEGIAS
DE INTERVENCIÓN

En el pasado, en una época no tan lejana, cuando un niño


cuestionaba la razón de las prohibiciones que se le imponían,
como toda respuesta obtenía un; «¡Porque sí!». Y punto. El
adulto exigía al niño que se sometiese a su poder, es decir, a
la ley del más fuerte y no a normas sensatas. Este trato era
al mismo tiempo violento y alienante, puesto que el niño no
podía ni comprender el «porqué» de una norma ni descubrir
que el adulto mismo también estaba sometido a normas pa¬
recidas.
Además, los castigos no son una buena forma de acabar
con un comportamiento censurable. Algunos padres afir¬
man que los castigos funcionan ya que efectivamente acaban
con una actitud equivocada del niño. Pero es preciso descon-
fiar de un resultado como este,
A largo plazo, con frecuencia se
dos, estos se consiguen por
constata un empeoramiento de
el miedo al castigo y no por el
los problemas de comportamien¬
deseo de comportarse bien.
to en lugar de una mejora. Guan¬
CÓMO MARCAR LOS LÍMITES

do el castigo da resultados, estos se consiguen por el miedo


al castigo y no por el deseo de comportarse bien. Por otra
parte, el castigo provoca que el niño esté en un estado de
rabia, de humillación y de infelicidad que no es el mejor esta¬
do en que uno puede estar para aprender.
En realidad, el castigo sirve para que el adulto se desaho¬
gue y, por lo tanto, muchas veces va de la mano con manifes¬
taciones de cólera: reñir, gritar, amenazar, golpear, etc. A pe¬
sar de que el castigo pretende refrenar un comportamiento,
este no enseña el comportamiento deseado. El castigo se
reconoce con facilidad puesto que no está del todo vincula¬
do al comportamiento que se debe sancionar. A continua¬
ción tenemos algunos ejemplos:

» Enviar a un niño a la cama más temprano porque ha tenido


una rabieta.

S Privar a su hijo de postre porque no ha recogido sus juguetes.

S Confiscar un juguete porque lo ha arrastrado hasta el baño.


90

S Privar a un niño de salir con sus amigos porque no ha recogido


la ropa sucia de su habitación.

Decir «no» sin pegar, sin gritar y sin negociar es posible.


Pero la idea de que se pueda llegar a conseguir sin esfuerzo
es una idea falsa que perjudica a ios padres. El uso del azote,
de los gritos o de la negociación mal entendida es fruto de
una reacción de impotencia. Si los padres aprenden otra for¬
ma de reaccionar y si comprenden que la educación no es un
juego de niños, se sentirán menos impotentes y menos inca¬
paces. A fin de cuentas, todo el mundo saldrá ganando.
Algunas de las escuelas de pensamiento que están de
moda prometen resolver las dificultades y los conflictos entre
padres e hijos con la ayuda de una técnica milagrosa que su¬
perará a todas las demás. Sin embargo, en la práctica, ningún
5 ESTRATEGIAS DE INTERVENCIÓN

método sabe resolver todos los


Cada situación tiene sus par¬
problemas de comportamiento
ticularidades y cada niño es
o arreglar todas las situaciones.
único. Por lo tanto es esencial
Cada situación tiene sus parti¬
conocer varias estrategias pa¬
cularidades y cada niño es único.
ra vencer la resistencia de un
Por lo tanto es esencial conocer
niño, para que pueda disci¬
varias estrategias para vencer la
plinarse o para corregirle un
resistencia de un niño, para que
sencillo error.
pueda disciplinarse o para corre-
girle un sencillo error.
No olvidemos que el niño no es un adulto en miniatura y
no piensa como nosotros, sino que suele obedecer a sus im¬
pulsos y su razón no puede guiarle. Por ejemplo, si un bebé
de catorce meses revuelve el cubo de la basura, el primer
paso para hacerse entender bien es llamarle por su nombre,
irle a buscar de la mano, ponerse a su altura, captar su mira¬
da, mirarle severamente, utilizar un tono de voz grave y expli¬
carle la norma con palabras sencillas: «La basura no es bue¬
na, no se toca».
Los niños merecen que se les trate como personas com¬
pletas, como seres valiosos, incluso cuando obran mal. Nues¬
tro objetivo, como padres, debe ser dirigir al niño hacia com¬
portamientos adecuados.
Finalmente, antes de consultar el abanico de estrategias,
es preciso saber que un método que ha funcionado bien con
el hijo mayor puede no funcionar tan bien con el menor.
¿Qué se debe hacer si esta técnica resulta ineficaz con un
segundo hijo, a pesar de los repetidos intentos? Culpar al
niño, bajar los brazos u obstinarse conducirá a un callejón sin
salida. Por lo tanto, no debemos dudar en variar los enfo¬
ques, poner nombre a las emociones del niño y decirle qué
se espera de él.
Cada una de las estrategias siguientes se presenta en
forma de tres puntos; una definición, un objetivo y ejemplos
de aplicación.
CÓMO MARCAR LOS LÍMITES

Consecuencia natural
Definición: Esta estrategia consiste en dejar que el niño asuma
las consecuencias naturales de sus actos sin intentar poner remedio
a ello, mientras que su seguridad no se vea comprometida.

Objetivo: Disciplinar dejando que el niño experimente, apren¬


da de sus errores y construya su confianza en sí mismo. Y esto sin
rabia en el niño o en el padre porque de este modo no hay conflic¬
to. Además, el niño ve claramente por qué debería cambiar de
comportamiento y es muy beneficioso para él, porque aprende
de sus propios errores.

Ejemplos

El niño se da un atracón de caramelos. Consecuencia natural:


tiene una indigestión y no podrá ir al cine por la tarde con sus pa¬
dres. Los padres no le reprenden pero no cambian su salida para
otro día, para que él pueda ir. De este modo el niño glotón aprende
la lección, sin ninguna otra discusión.
92
Si por la mañana tarda en levantarse, es que está cansado,
¿no? Si tiene más de seis años, entonces se le acostará más tempra¬
no por la noche para que se recupere. Si tiene cuatro o cinco años,
será preciso que respete la siesta escrupulosamente. Ni hablar de
dejar que juegue a un juego tranquilo durante este período. ¡Tened
por seguro que pronto dejará de poner excusas para levantarse!

Si no quiere comer porque no le gusta lo que hay en el menú,


en lugar de pelearos por tres judías verdes, dejad que se levante de
la mesa sin comerlas y que experimente hambre hasta la comida
siguiente.

Consecuencia lógica
Definición: En la estrategia de la consecuencia lógica, el pa¬
dre impone al hijo una penalización vinculada a su falta o a su mala
ESTRATEGIAS DE INTERVENCIÓN

conducta. Necesariamente debe haber un vínculo entre el compor¬


tamiento censurable o indeseable y la consecuencia elegida.

Objetivo: El mismo que el enunciado para las consecuencias


naturales, es decir, evitar una lucha de poder dejando que el niño
asuma las consecuencias de su propio comportamiento.

Ejemplos

Para un niño de dos años que vuelca un vaso de zumo cuan¬


do le habéis avisado que pare de golpear la mesa, la consecuencia
lógica será que limpie él mismo el daño causado. Sin gritos ni ser¬
mones ni acusaciones.

Para un niño de cuatro años que se levanta continuamente de


la cama y sale de su habitación una vez que termina su ritual para
ir a dormir, cuando se le ha avisado formalmente que se quede en
su cama, la consecuencia lógica sería que pierda el privilegio de
que la puerta de su habitación esté abierta.

Para un niño de seis años que mancha el suelo del baño cuan¬
do juega en la bañera, cuando le habéis pedido que fuera con cui¬ 93
dado, la consecuencia lógica será que lo seque.

M Para un niño de diez años que ha dejado que le roben la bici


porque no la ha guardado en el garaje, si las Navidades no son has¬
ta dentro de seis meses, la consecuencia lógica sería que se quede
sin bici de aquí hasta Navidades.

1^^ A los trece años, si ha adquirido la costumbre de dar porta¬


zos con la puerta de su habitación cada vez que está contrariado o
de mal humor, informadle que este gesto es inaceptable y que la
consecuencia lógica será que retiraréis la puerta de su habitación
durante tres días.

A los dieciséis años, si deja que su ropa sucia se amontone en


un rincón de su habitación en lugar de llevarla al cesto de la ropa
sucia, la consecuencia lógica será que vaya a la escuela con la ro¬

pa sucia y arrugada.
CÓMO MARCAR LOS LÍMITES

Refuerzo positivo

Definición: Animar, aprobar, felicitar y reforzar los buenos

comportamientos de un niño.

Objetivo: Fomentar la confianza del niño en sí mismo, seña¬


lándole las competencia o las cualidades y potenciar sus comporta¬

mientos positivos.

Ejemplos para un niño de 0 a 5 años

^ ¡Bravo, te has arreglado muy deprisa esta mañana!

Te felicito: has expresado con calma tu desacuerdo a tu her¬


mana cuando ella te ha quitado el juguete.

S ¡Hablas muy bien, estoy orgullosa de ti!

^ Me gusta mucho que me ayudes a poner los cubiertos.

94
¡Felicidades! Hoy has conseguido dominar tus enfados y no
has tenido ninguna pataleta.

Ejemplos para un niño de 6 a 12 años

¡Gracias por haber colaborado en secar los platos, me has


ayudado mucho!

i ¡Estoy contenta de que te hayas hecho la camal

S ¡Bravo, campeón! ¡Estoy muy contento de tus notas!

S ¡Veo que puedo confiar en ti!

^ Gracias por haber pensado en llamarme para decirme dónde


estabas. Ahora ya no estaré preocupada.
ESTRATEGIAS DE INTERVENCIÓN

Ejemplos para un adolescente de 13 a 18 años

¡Tienes talento para cuidar niños!

^ ¿Me das tu opinión sobre este color? Creo que tienes mucho
gusto para la decoración.

Creo que tu nueva amiga es muy simpática.

S Estoy seguro de que vas a triunfar. ¡No te preocupes, eres


capaz de hacerlo!

Te felicito por no fumar. Veo que cuidas bien de tu salud.

Adaptar el entorno

Definición; Esta estrategia consiste en modificar el medio, el


entorno del niño. La reorganización de un espacio o de una activi¬
dad puede bastar para resolver un problema en un momento dado.
95

Objetivo: Eliminar la conducta censurable o prevenirla.

Ejemplos

A la hora de acostarse, haced que su entorno sea menos es¬


timulante practicando actividades tranquilas y apaciguadoras, tami¬
zad las luces o apagad el televisor.

Durante el día, si un niño se aburre hará más tonterías y se


peleará con más frecuencia. Arreglad su entorno de una forma más
estimulante, de manera que le ofrezca actividades interesantes y

variadas.

Si es posible, sería interesante acondicionar un patio trasero


para los más pequeños o si es posible instalar una sala de juegos
CÓMO MARCAR LOS LÍMITES

para los jóv6nes. Allí gastarán sus enorgías libromsnts. De igual


forma, podéis destinar una estancia de la casa donde los adolescen¬
tes puedan reunirse con sus amigos y escuchar su música (esto evi¬
tará que vagabundeen y deambulen por los centros comerciales).

El fuera de juego

Definición: Se trata de un aislamiento breve del niño. Esta


técnica es conocida con varios nombres: fuera de juego, retirada,
tiempo muerto, estarse quieto, no hacer nada y tiempo de refle¬

xión.

Objetivo: Imponer un momento de inactividad, para que to¬


dos puedan controlarse, recuperarse y calmarse y, a continuación,
hablar tranquilamente del problema.

El fuera de juego consiste en pasar algunos minutos real¬


mente aburridos en los que no sucede nada. Lo ideal es cro¬
96 nometrar su duración; de este modo un timbre indicará al
niño el fin de su retiro. Los padres no deben hablarle durante
el fuera de juego. Una buena forma de determinar la dura¬
ción aproximada del retiro es contar un minuto de fuera de
juego por año de vida: tres minutos para un niño de tres
años, cuatro minutos para un niño de cuatro años y así suce¬
sivamente...

Ejemplos

Si dos niños de cuatro años se pelean por un objeto, sepa¬


radles y enviad a cada uno a un lugar distinto. Cuando la alarma del
cronómetro suene al cabo de cuatro minutos, pedid a los niños que
cada uno explique su problema por turnos. Conceded de treinta
a sesenta segundos a cada uno para que exprese su punto de vista.
Recordadles que deben buscar cuál es el problema y no de quién
5 ESTRATEGIAS DE INTERVENCION

es la culpa. Resumid a continuación el conflicto y proponedles solu¬


ciones: utilizad un cronómetro para que cada uno pueda disfrutar
del juguete en igualdad de condiciones, dejarlo de lado y jugar a un
juego de equipo, etc. Invitadles a buscar otras formas de solución,
después a que seleccionen una y la apliquen.

Por otra parte, esta estrategia resulta nnuy eficaz cuando


se producen rabietas. Sin embargo, es preciso aplicarla lo
más rápidamente posible, es decir, cuando empiece la rabie¬
ta. La secuencia que se debe seguir es pues:

Apartad al niño (en los aseos o en el coche, por ejemplo si es¬


táis en un centro comercial). No esperéis a que esté del todo crispa¬
do antes de actuar. Empezad por nombrar las emociones que están
en juego, por ejemplo: «Estás enfadado porque no te he querido
comprar caramelos». Después, repetid con firmeza la instrucción,
en este caso: «Primero cálmate y enseguida volveremos a los alma¬
cenes».

97
Cuando el niño se haya calmado, explicadle cómo debe com¬
portarse: «Cuando me acompañes al supermercado puedes elegir
una caja de cereales, pero yo decido el resto. ¿Lo has entendido?».
Haced que os confirme que lo ha entendido.

Regresad con el niño al centro comercial lo más pronto po¬


sible (o al lugar donde se produjo la rabieta), para que pueda inte¬
grar rápidamente el comportamiento deseado. Justo antes de vol¬
ver a ir de compras, recordadle cómo debe comportarse y conseguid
una vez más su compromiso.

¡1 2

Definición: Esta estrategia consiste en contar hasta tres para


conseguir que un niño deje de comportarse de forma negativa.
CÓMO AAARCAR LOS LÍMITES

Objetivo: Conservar la calma y evitar discutir. El niño está me¬


nos resentido y tiene más tiempo agradable para pasar con voso¬
tros. Una pausa después de cada cifra es el secreto del éxito.

Ejemplos

^ Le pedís que deje de dar patadas por debajo de la mesa. Si


deja de hacerlo todo va bien. Si no, decid «1». ¿El niño para? Muy
bien. ¿Continúa? Decid «2». ¿Aún sigue? Terminad con un «3». Fue¬
ra de juego. Aislamiento breve sentado en una silla. Si la situación
requiere una explicación, dádsela brevemente antes de empezar
a contar.

Mi hija tenía quince años. Estábamos en un supermercado


abarrotado un jueves por la tarde. Entonces ella me dijo: «Mamá,
me compro un chicle». Yo le respondí: «No. Sabes muy bien que
con la ortodoncia que llevas no puedes mascar chicle». Ella me repi¬
tió: «Mamá, yo me compro un chicle». Mi corazón se puso a latir más
rápido y pensé qué haría, puesto que la niña ya tenía quince años.

98 Espontáneamente, cogí el carro de la compra y me puse delante de


ella y dije en voz alta y con un tono de voz firme: «1». Hacía siglos
que no había hecho aquello. Ella repitió más fuerte: «¡Me compro
un chicle!». Seguí mi camino (¡lentamente!) y le dije siempre con
voz firme: «2». Finalmente escuché que venía tras de mí y me decía:
«¡Tú nunca quieres nada!». En mi interior estaba orgullosa de mí
misma. Puesto que había utilizado esta técnica desde que era muy
pequeña, aún resultaba eficaz, incluso en la adolescencia.

La distracción

S Definición: Esta estrategia consiste en presentar al niño una o


varias opciones para que elija.

Objetivo: Desviar la atención de un niño que exige que un


deseo le sea satisfecho de forma inmediata.
5 ESTRATEGIAS DE INTERVENCIÓN

Esta técnica hace maravillas, particularmente en los más


pequeños en plena fase de oposición. A un niño le gusta to¬
mar decisiones, así que ofrecedle una elección (aunque sea
ficticia) en lugar de imponerle algo.

Ejemplos

Habitualmente le decís: «Dame la mano para cruzar la calle...».


En lugar de eso podéis preguntarle: «¿Qué mano quieres para cru¬
zar la calle, la izquierda o la derecha?».

En lugar de imponerle un jersey que no quiere, preguntadle:


«¿Prefieres llevar tu jersey verde o el de Mickey Mouse?». De este
modo evitaréis muchos enfrentamientos.

¿Un niño exige con impaciencia unas tijeras puntiagudas y no


quiere la de las puntas redondas? Entonces anunciad: «¡Anda, si es
la hora de la merienda!». Y como por arte de magia se olvidará
de las tijeras.
99

El ejemplo

^ Definición: Esta estrategia consiste en dar ejemplo al hijo, ser


un padre que inspira.

^ Objetivo: Animar al niño a que os imite. Se sabe que la ten¬


dencia natural de los niños es imitar a sus seres queridos.

Ejemplos

Si queréis desarrollar la perseverancia de vuestro hijo dadle


ejemplo. ¿Le pedís que sea educado? Entonces sed educado con
él, es lo mínimo que se puede hacer. Un niño de dos años será muy
sensible al hecho que le digáis «por favor», «gracias» o «disculpa».
CÓMO AAARCAR LOS LÍMITES

Y eso sin considerar que es el mejor medio para que él mismo

aprenda a decirlo.

Si deseáis que vuestros hijos sean honestos, también deberéis


serlo. Para enseñarles a cumplir sus promesas, sobre todo no de¬
béis olvidar las que vosotros les hacéis. Para enseñarles a admitir
sus errores y corregirlos, en primer lugar debéis admitir los vuestros.
No hay mejor antídoto para una actitud negativa que un modelo

positivo.

Difícilmente podéis exigirle a vuestro hijo un comportamiento


que vosotros no tenéis. Si le pedís que ordene su habitación y la
vuestra está desordenada, es casi seguro que tarde o temprano os
lo echará en cara.

Os voy a explicar una última anécdota. Iba en coche con


mi hija. Ella tenía unos nueve años. Puesto que yo vivía en un
pequeño pueblecito de 2 km^, tenía la mala costumbre de
no abrocharme el cinturón de seguridad cuando circulaba
por las calles de mi barrio. Evidentemente, mi hija siempre
100 iba con el cinturón puesto y ella de ningún modo imaginaba
que por lo que a mí respecta yo debía hacer lo mismo. Mien¬
tras circulaba por la calle principal, me crucé con un coche de
policía en sentido contrario. Entonces exclamé en voz alta:
«¡Jolín, no me he abrochado el cinturón de seguridad!». En
el mismo momento, el coche de policía dio media vuelta,
puso la sirena y las luces. Entonces estacioné el coche en el
aparcamiento de una gasolinera esperando a que prosiguie¬
ra su camino. ¡Me atreví a esperar! Pero aparcó detrás de mi
coche. Entonces exclamé: «¡barco!» en voz alta para expre¬
sar mi disgusto. ¡No riáis, es el argot que empleo en lugar de
blasfemar para dar buen ejemplo a mi hija! Al comprender
la situación, mi hija me dijo: «¡Pero abróchate, mamá, aún
tienes tiempo!». Le respondí: «No. No llevaba el cinturón
abrochado». Aunque confieso que me pasó la idea por la
cabeza. Cuando el agente de policía llegó a la altura de
ESTRATEGIAS DE INTERVENCIÓN

la portezuela de mi coche, me preguntó: «¿Sabe usted por


qué la hemos hecho parar?». Y yo le respondí: «Porque no
llevaba el cinturón abrochado». Sorprendido por mi honesti¬
dad, me dijo: «Puesto que usted me ha dicho la verdad, esta
vez no le pondré una multa, pero sea prudente y de ahora en
adelante procure abrocharse el cinturón». No solamente yo
había recibido una lección, sino que le había demostrado a
mi hija que yo era honesta y que, en algunas ocasiones, decir
la verdad suaviza las consecuencias.
Dar ejemplo es más que una estrategia entre otras tan¬
tas: es una necesidad.
Con el tiempo y la práctica, conseguiréis acotar mejor
cada situación y saber rápidamente qué técnica dará buen
resultado. Daos tiempo y sobre todo, concedeos el derecho
a equivocaros. Además, sabed que, según algunos estudios,
los niños con los límites claros poseen mejor autoestima, son
más educados y aceptan mejor la crítica que los que han sido
educados en un entorno permisivo. Esto recompensará con
creces los esfuerzos que habréis invertido en procurarles un
marco claro. 101
POR EL FUTURO
DE NUESTROS HIJOS

Según algunos especialistas, el aprendizaje de las prohibicio¬


nes se produce entre los dieciocho meses y los cuatro o cinco
años. Es en esta edad cuando se hace la verdadera preven¬
ción de la delincuencia.
En la Edad Media se creía que una persona que cometía
delitos o asesinatos estaba poseída por los demonios. Hoy
día se suele acusar a los factores genéticos, la pobreza, el
paro o a distintas dependencias (drogas, alcohol, etc.). No
obstante, la delincuencia y la criminalidad no aparecen sola¬
mente entre los analfabetos o los pobres sino igualmente
entre los pudientes y los poderosos.

Evitar el camino a la delincuencia

El maltrato a los niños no está inscrito en nuestro patrimonio


genético; en la naturaleza este fenómeno no existe. ¿Acaso
vemos a un animal maltratar a su pequeño? No. Y sin embar¬
go es frecuente en los seres humanos. Desde hace miles de
CÓMO MARCAR LOS LÍMITES

años, estamos programados para prodigar a los recién naci¬


dos cuidados, atención y ternura. Por otra parte, estamos
genéticamente concebidos para recibir tratos positivos. Por
consiguiente, a pesar de una capacidad de adaptación fuera
de lo común que nos permite hacer frente a la adversidad,
puede resultar difícil para nosotros superar los malos tratos
sin que nos queden secuelas.
Por malos tratos considero tanto la permisividad como el
maltrato; estas dos actitudes representan dos extremos ne¬
fastos para un niño. Los padres que se entregan a la negocia¬
ción mal interpretada y a la manipulación por parte de sus
hijos les transmiten comportamientos malsanos. Además,
esta nueva generación de niños explosivos que no soportan
las negativas y que reaccionan con violencia me preocupa
tanto como los padres que usan la violencia o cometen abu¬
sos verbales, y también la actitud de aquellos padres que se
complacen en la no intervención.
Los niños que lo único que conocen es la violencia o que
les dejan hacer lo que quieren creen que estas actitudes son
104 normales. No saben que la relación con sus padres podría
ser muy distinta. En consecuencia, más adelante, creerán que
la violencia y la fuerza son los únicos recursos para hacerse
entender y respetar. Esta creencia la adquieren muy pronto,
y de sus padres. Los casos de malos tratos nos indican que
a la edad de los cólicos (de 0 a 3 meses), la fase del no (de
2 a 3 años) y la preadolescencia (de 10 a 13 años) son tres
períodos particularmente de riesgo.
Por suerte, muchos niños maltratados o con pocos límites
impuestos no se convierten necesariamente en delincuentes.
Algunos tienen la suerte de encontrar a personas caritativas
y lúcidas que les manifiestan un sincero interés, les conceden
respeto y simpatía y los ayudan a aceptar sus inicios de vida
difíciles. Curando su infancia, estos jóvenes podrán tal vez
evitar actuar mal con sus propios hijos.
Ignorar las actitudes inadecuadas o las conductas violen-
6 POR EL FUTURO DE NUESTROS HIJOS

tas de nuestros hijos bajo el pretexto de que es inútil volver


atrás, que el pasado no puede cambiarse, da fe de una acti¬
tud pasiva y derrotista cargada de consecuencias.
Cuando le di un bofetón en la cara a mi hija, fui consciente
de que albergaba en mí una violencia increíble. Me dio tanto
miedo que estuve a punto de ignorarla o negarla. ¿Cuántos
adultos habrán elegido ocultar el recuerdo de las ofensas y de
los golpes, tanto el recuerdo de los que han soportado como
el de los que han infligido? Además, algunos pretenden que
estos métodos (los castigos corporales) les han sido benefi¬
ciosos y los perpetúan con sus hijos.
Si yo hubiese seguido recurriendo a la violencia para ejer¬
cer mi autoridad, habría destruido a mi propia hija, a pesar
de mis mejores intenciones. En efecto, sencillamente habría
considerado que estos comportamientos censurables eran
del todo normales y legítimos.

Tener o no tener hijos


105

El libro de Corinne Maier, titulado No Kid o 40 raisons pour


ne pas avoir d'enfants [Niños no o 40 razones para no tener
hijos] impactó a más de uno. Este libro sorprendente pero
lleno de verdades relata que la llegada de los hijos señala el
fin de quedarse acostado hasta tarde por la mañana, ir al cine
cuando te apetece o de salir hasta altas horas de la madru¬
gada y anuncia la era del «metro-trabajo-renacuajo». La auto¬
ra afirma que tener un hijo «mata el deseo» y hace «doblar
las campanas» por la pareja. También menciona que un hijo
cuesta caro, y se traga de un 20 a un 30% de vuestros ingre¬
sos, además de obligaros a un horario maratoniano y de im¬
poneros las peores faenas.
La autora, dotada de una pluma bastante incisiva, carga
las tintas escribiendo que si soñáis con felices cenas en fami¬
lia, os vais a llevar con toda seguridad una amarga desilusión.
CÓMO MARCAR LOS LÍMITES

«El diálogo padres-hijos se convierte cada día en algo


parecido a la película La cena de los idiotas.» Según ella,
también os podéis olvidar de las felices Navidades en la nie¬
ve y prepararos para las «broncas junto al abeto».
Si las salidas en familia son tamaño infierno, la lata de los
deberes una tortura y la rutina una prisión, ¿por qué dia¬
blos ella tiene hijos? Y eso es lo que responde: «Tenemos
hijos por razones egoístas. Este es mi caso. No tengo padres
ni hermanos ni hermanas. He tenido hijos para sentirme me¬
nos sola».
A pesar de la parte de realismo que albergan las frases
de Corinne Maier, ¡evitemos tirar al bebé por el desagüe con
el agua del baño! No son los hijos lo que se debe eliminar,
sino los malos hábitos educativos.
En contrapartida, a continuación encontraréis por lo me¬
nos 30 buenas razones^ para tener hijos:

Comprender a nuestros propios padres y la multitud de in¬


quietudes que han vivido.
106
P Vivir el orgullo de sus logros, pequeños y grandes,

p Dar la vida, participar en un misterio que nos sobrepasa,

p Dar y recibir el mayor amor que hay en la Tierra.

p Desempeñar nuestra función en la gran cadena de la huma¬


nidad.

Tocar una pequeña parte de inmortalidad a través de la vida


de nuestros hijos.

Asumir el desafío de superarse... todos los días.

^ En la página web www.mamanpourlavie.com se mencionan más de


80 razones.
6 POR EL FUTURO DE NUESTROS HI)OS

^ Escuchar de nuestros hijos las palabras de amor más dulces;


Mamá o Papá.

^ Tener la razón más hermosa para vivir.

^ Ver reflejada la confianza total en sus ojos.

Llorar con nuestro hijo, reír con él, redescubrir la vida a través

de sus ojos.

^ Volverse aún más consciente de la suerte que corre nuestro

planeta.

Ampliar nuestra comprensión de la vida y abrir nuestro corazón.

Convertirnos en el héroe por lo menos de una persona... aun¬


que sea solo hasta la preadolescencia.

Ampliar nuestra capacidad para amar, ver amar con un amor

incondicional.

107
Apreciar mucho más los pequeños momentos de intimidad

o de soledad.

Escuchar; «¡Qué guapa eres, mamá!» y también los «¡Te quie¬


ro tanto como una montaña!». Palabras de bálsamo tras una día

duro.

Como madre, vivir una experiencia de comunión y de intimi¬

dad con nuestro hijo gracias a la lactancia materna.

Aprender a darse confianza, descubrirse a través de este nue¬

vo rol de padre.

Comprender hasta qué punto nuestros propios padres pue¬

den amarnos.

^ Ser totalmente esencial para alguien.


CÓMO MARCAR LOS LÍMITES

^ Reconciliarse con la esperanza de mejorar el mundo transmi¬


tiendo nuestros mejores valores.

Apreciar a nuestros padres reconociéndoles el altruismo que


implica el hecho de ser padres.

^ Hacernos recuperar la sonrisa, incluso cuando el mundo pare¬


ce desmoronarse a nuestro alrededor.

^ Legar a nuestros hijos lo mejor de nosotros mismos y ayudar¬


los a crecer con éxito.

^ Estar orgulloso y contento de ejercer la mayor responsabilidad


del mundo, la de criar a un pequeño ser humano.

^ Maravillarse ante el milagro que se opera desde la concepción


al nacimiento.

^ Poder cambiar un poco el mundo.

Acompañar a un niño en su aprendizaje de la vida es seguir


una psicoterapia cotidiana en la que uno aprende mucho sobre uno
108
mismo.

p) Tener un hijo es el más maravilloso de los viajes. Cada día se


descubre algo nuevo.

¡Podéis entreteneros en enriquecer aún más esta lista!

Nunca es demasiado tarde

Si se implantan las normas adecuadas durante los primeros


años de la infancia y los niños integran bien las prohibiciones,
todo el mundo vivirá mejor su adolescencia. Sin embargo, no
debemos engañarnos, los padres deberán reajustarse cons¬
tantemente para atravesar el capítulo en el que el adolescen¬
te lo va a cuestionar continuamente todo.
6 POR EL FUTURO DE NUESTROS HIJOS

Los graves deslices durante la


Si se implantan las normas
adolescencia hacen referencia a
adecuadas durante los prime¬
las desviaciones experimentadas
ros años de la infancia y los
durante la primera infancia. Du¬
niños integran bien las pro¬
rante esta etapa de la infancia
hibiciones, todo el mundo vi¬
se puede llevar a cabo la mayor
virá mejor su adolescencia.
parte del trabajo, construir los ci¬
Sin embargo, no debemos en¬
mientos de la casa. Después,
gañarnos, los padres deberán
poco importa lo que llegue a pro¬
reajustarse constantemente
ducirse, las bases serán sanas y
para atravesar el capítulo en
sólidas y no todo se vendrá abajo.
el que el adolescente lo va
Algunos padres se pregun¬
a cuestionar continuamente
tan si es demasiado tarde para
todo.
establecer normas o tal vez pa¬
ra modificar su propio comportamiento respecto a sus hijos.
La respuesta es «NUNCA ES TARDE». En primer lugar, no
habéis fracasado en todo ya que sois unos padres que se
cuestionan si los valores que transmiten son los correctos.
Esto ya es una baza inestimable para vuestros hijos. En se¬
109
gundo lugar, nunca es demasiado tarde para hablar con el
niño y explicarle que uno se ha equivocado y decirle: «Pensa¬
ba que estaba haciendo lo mejor pero me equivocaba. Lo he
comprendido y por lo tanto quiero rectificar». No es preciso
decir que los padres y el niño pasarán entonces y sin duda
por un período difícil.
CONCLUSIÓN

Siempre siento mucha tristeza cuando los padres parecen


desgraciados y sobrepasados a causa de sus hijos, incluso
con actividades que deberían ser agradables para todos: va¬
caciones, excursiones, comidas, etc.
Tener un hijo ha sido una de las cosas más maravillosas
de mi vida y creo que todos los padres deberían experimen¬
tarlo de esta forma. Si conseguimos que nuestros hijos se
conviertan en adultos responsables, nuestra paternidad o
maternidad se convierte en una experiencia profundamente
enriquecedora, y no en una época pesada de nuestra vida.
Espero que este libro devuelva a muchos padres la ale¬
gría y el placer de tener hijos. Y por encima de todo, os de¬
seo que experimentéis, en vuestra cualidad de padres cons¬
cientes, la alegría de recuperar la infancia a través de vuestros
hijos. Iréis de descubrimiento feliz en descubrimiento feliz y
pasaréis con ellos unos momentos únicos que espero que
queden grabados en vuestra memoria.
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AGRADECIMIENTOS
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En primer lugar quisiera dar las gracias a todos los padres


que, al pedírmelo con tanta insistencia, me han impulsado a
dar a luz a este bebé literario.
Gracias en particular a mi padre y a mi madre, que apren¬
dieron el oficio de padres «sobre la marcha» y que me dieron
todo lo que pudieron.
Gracias llenas de reconocimiento a todas las personas
que se han cruzado en mi camino y me han apoyado en mi
papel de madre sin juzgarme a pesar de todas las torpezas,
metedoras de pata y los pasos en falso que he cometido du¬
rante los primeros años de vida de mi hija.
Gracias llenas de gratitud a mi coach profesional, Chantal
Beaulieu Lynch, por el apoyo que me ha prestado y los áni¬
mos que me ha dado para superarme continuamente tanto
en la redacción de este libro como en la vida en general.
Gracias desde el fondo de mi corazón a Carole Fortin por
su inestimable trabajo de corrección y a Claire Lesage por su
ojo de lince, que se ha fijado hasta en los menores gazapos
en la relectura final del manuscrito.
Mis más cariñosas gracias a mi querido Éric. Sin su gene-
CÓMO MARCAR LOS LÍMITES

rosidad y su dedicación a las tareas familiares, me habría sido


muy difícil llevar a cabo este proyecto.
Gracias de forma muy especial al equipo de Editions de
Mortagne, que ha hecho que este libro evolucione hasta ad¬
quirir su forma actual. ¡Se ha convertido en una joya para leer
una y otra vez!
Finalmente, un profundo agradecimiento lleno de amor a
mi hija Karelle. Sin su presencia en mi vida, yo no habría podi¬
do escribir este libro.

114
ANEXO

Apuntes

No existe un padre perfecto. No obstante es posible conver¬


tirse en un padre excelente. Aspirar a la excelencia es concederse
el derecho a equivocarse, responsabilizándose y haciendo todo lo
que esté en nuestra mano para mejorar nuestras aptitudes paternas.

Los niños quieren ser objeto exclusivo del amor de sus pa¬
dres. El trabajo de los padres es hacerles ver la realidad. Los límites
sirven para esto y, por lo tanto, son una dimensión esencial de su

educación.

Al poner límites los padres desempeñan su papel; protestan¬

do, el niño desempeña el suyo.

El papel de los padres es cuidar de su hijo, no como este últi¬


mo desea, sino como el niño necesita. Su papel, así pues, consiste
en hacer respetar las reglas establecidas y no únicamente en buscar

el afecto del niño o complacerle.

Es normal que los niños puedan no querernos y en ocasiones


incluso que nos detesten. Es la «ambivalencia de los sentimientos».
CÓMO MARCAR LOS LÍMITES

Los niños expresan muy fácilmente'éste estado. Cuando les prohibi¬


mos una cosa, replican con un: «¡te odio!» y después, una hora más
tarde, nos susurran un «te quiero».

El uso de la negociación mal entendida, los gritos o la azo¬


taina suele ser una respuesta inadecuada a un sentimiento de im¬
potencia. Estas formas de actuar enseñan la violencia al niño y no
son más que derivativos de la rabia de los padres.

Las manos de los padres están hechas para cuidar, para acari¬
ciar, para sostener al niño cuando da los primeros pasos, para guiar¬
le, animarle a descubrir las maravillas de la vida. En resumen, están
hechas para expresar todo su amor.

Seamos conscientes de nuestros límites, nuestras necesidades


y nuestros propios deseos para evitar hacer gestos censurables o
pronunciar palabras muy lamentables.
Las frases hirientes (amenazas, humillaciones, críticas, etc.) son
tan perjudiciales como un azote.

116 Un bebé que llora no significa que su madre no valga.

Cuando un padre prohíbe algo a su hijo puede preguntarse:


¿le estoy imponiendo una fantasía puramente arbitraria o es una
norma que adoptan la mayoría de los padres?

Cuando los padres se cuestionan la legitimidad de una inter¬


vención respecto a su hijo, pueden preguntarse: ¿herirá a otra per¬
sona, se hará daño él mismo o romperá algo? Y también: ¿si yo no
intervengo, tendrá un impacto en su vida dentro de diez o veinte
años? Si la respuesta es NO a estas dos preguntas entonces no es
preciso intervenir. Al contrario, si responde SÍ a una de las dos pre¬
guntas (o a las dos), entonces deben intervenir cada vez que el hijo
adopte este comportamiento.

(^pl ¿Vuestro nene de menos de dieciocho meses acaba de come¬


ter una travesura? Para que os comprenda bien, es necesario llamar-
ANEXO

le por su nombre, ir a buscarle de la mano, ponerse a su altura,


captar su mirada, mirarle severamente, hablarle con voz grave y ex¬
plicarle seguidamente la norma con palabras sencillas.

Felicitar y animar al niño con palabras o dedicarle una sonrisa


cómplice, un guiño de ojos, un pulgar alzado o un «chócala» signi¬
ficando «bravo».

S Dedicar tiempo de calidad a vuestro hijo también es una ex¬


presión del amor que se siente por él.

Si se explican las normas con claridad y si los padres demues¬


tran que no permitirán que las transgreda, una situación proble¬
mática no durará demasiado tiempo.

Un niño, un joven o un adolescente que negocia porque cree


que una norma no tiene o ya no tiene sentido merece ser escu¬
chado.

Una estrategia que ha funcionado bien con el primer hijo pue¬


de que no tenga éxito en una situación parecida con el segundo 117
hijo. Por lo tanto no se debe dudar en variar las estrategias o en
adaptarlas.

a Cuando una crisis familiar perdura o se agrava y la vida se


convierte en un infierno, es necesario recurrir a un profesional.

Finalmente, los principios esenciales para ejercer bien vues¬


tras funciones de padres son: mucha ternura, una pizca de firmeza,
momentos específicos de disponibilidad, las menos angustias posi¬
bles, un montón de sentido común y bastante buen humor.
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Otras

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Bourcier, Sylvie et DUCLOS, Germain. «La fessée au bañe des


accusés», Magazine Enfants Québec, noviembre 2004.

120
S.O.S. PADRES EN APUROS

Otros títulos de la colección:

Valerle Davis Raskin

«EJERCER» DE MADRE
Superar los nueve desafíos de la maternidad

Sacha Baveystock

¡MAMÁ, HA EMPEZADO ÉL¡


Cómo conseguir que tus hijos se lleven bien

Bill Lucas
con la colaboración del psicólogo clínico Stephen Briers

¿¡FAMILIAS FELICES!?
Claves para conseguir un entorno familiar feliz

Simón Baker
con la colaboración de Aliey Einstein

CÓMO SER UN GRAN PADRE


DIVORCIADO
Estrategias para fortalecer el vínculo
con tus hijos

Marcie Jones y Sandy Jones

EL SUEÑO DEL BEBÉ


Soluciones para dormir tú y tu bebé

edebé
ruDLii^ LIUKAKY UiíSrRÍGT OF C0LÜM8IA
MLK Literatura

.UI.
901 G St., NW
727-1281 dclibran/.org
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Ejercer la autoridad como padres


sin perder los nervios

El nacimiento de un niño no confiere automáticamente los


conocimientos y la sabiduría necesarios para el arte de ser padres.
Cuando los problemas de comportamiento se presentan en el
hogar, en la guardería o en la escuela, ¿cómo podemos afrontarlos
sin recurrir a las amenazas, los gritos, o incluso al azote?
Cómr» manrar Ips límttog nrñrMinft mé'lfMiftie ti» ón
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DC public library |s
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es

dclibrary.org
*O6-ESW-604*

Los manuales de la serle S.O.S. Padres en apuros abor¬ ISBN 978-84-683-0308-


dan todos aquellos aspectos de la paternidad que preo¬
cupan a los padres: educación, salud, alimentación, gestión
de emociones... Son libros escritos por especialistas ava¬
lados por años de estudios e investigaciones sobre los temas
mencionados. A través de testimonios reales, esta colección
9 788468 303086
pretende huir del mito de la paternidad perfecta ofreciendo
un enfoque real, humano y positivo de ésta. edebé
www.edebe.com

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