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COl ECC IÓ N
Thomas Hart
EL MANANTIAL ESCONDIDO
La dimensión espiritual de la terapia
Thomas Hart
EL MANANTIAL ESCONDIDO
La dimensión espiritual de la terapia
':
19
Crecimiento personal
C O L E C C . 1 ó N
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Desclée De Brouwer~
Título de la edición original:
Hidden Spring
© 1994 Paulist Press, Mahwah, New Jersey
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Printed in Spain
ISBN: 84-330-1229-0
Depósito Legal: BI-827-97
Fotocornposición: Zeta, S.L.
lrnprésión: ECOLOGRAF, S.A.··
ÍNDICE
INTRODUCCIÓN 7
I CONSIDERACIONES TEÓRICAS
l. La presencia de Dios en la vida cotidiana 15
2. Psicoterapia y espiritualidad 33
3. Hacia una espiritualidad sana: diez principios
a seguir 57
11 CASOS PRÁCTICOS
Nota aclaratoria a los siguientes casos examinados 81
4. El hombre que se odiaba 83
5. La batalla de la depresión 99
6. ¿Se ha acabado este matrimonio? 113
7. ¿Cómo pudo Dios permitir esto? 125
8. La mujer egoísta 143
9. ¿Quién soy yo realmente? 161
III CONCLUSIÓN
10. Preguntas sobre la práctica 181
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INTRODUCCIÓN
...
I
CONSIDERACIONES TEÓRICAS
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LA PRESENCIA'DE DIOS··
EN LA VIDA COTIDIANA
tenía dos años. Helen hubiera tenido que vivir toda su vida
sujeta a las estrechas limitaciones de una persona que no
hubiera podido aprender nada. Pero tuvo una maestra, cuida-
dora y creativa que no paró hasta descubrir otras posibilida-
des para ayudar a Helen. Dándose cuenta· de que el tacto·era
el único medio para llegar al mundo interior de Helen, esta
mujer inventó una ·serie de toscas señales con las manos y día
tras día, colocando su mano sobre la de Helen explicaba a ésta
los nombres de las cosas que iba expe~imentando. Durante
mucho tiempo, Helen no logró asociar Io:_que iba tocando con
el movimiento de esas manos. Solo se daba cuenta de que,
además de todas las cosas que se iban metiendo en su interior
a través de su sentido del tacto, había una mano en continuo
movimiento dentro de la suya. Eso era todo. No tenía más sig--
~ -~·nificado
-
para ella que las paredes contra las que chocaba, o el
1 ~ttt· viento que la rozaba. Por fin un día, cuando Helen se lavaba
¡;;.e<>~.., las manos en la fuente que había delante de la casa, su infati-
\ ·' .,. gable maestra le hizo una vez y otra, casi con desesperación, la
;·o!. señal para «agua» y finalmente Helen comprendió. Entendió
que los movimientos en sus manos eran algo más que simples
movimientos. Eran signos que representaban los objetos que
iba tocando. De este modo captó el concepto de lenguaje ·y
bruscamente se le abrieron las puertas del campo del conoci-
miento humano. Desde ese día no cesó de aprender y su hori-
zonte no dejó de agrandarse cada vez más.
Muy pocas personas nacen con las mismas desventajas
que Helen Keller, pero ¿pueden realmente ver y oír? Podría
afirmar que muchas veces vemos y oímos menos que ella.
Cometemos el mismo error pensando que en nuestra existen-
cia solo hay las cosas que vemos, sin ver y oír todo el sentido
oculto que encierran. Alguien está dirigiendo también nues-
tra mano y no lo comprendemos. Como Hele.n, pensamos que
la realidad en meramente objeto y movimiento, cuando de
hecho es lenguaje y comunicación. Dios, el misterio de fondo,
hablándonos a través de las cosas.
Es la visión bíblica de la realidad la que intento transmitir
aquí. El salmista lo expresó así:
LA PRESENCIA DE DIOS EN LA VIDA COTIDIANA
1
EL MANANTIAL ESCONDIDO
18
LA PRESENCIA DE DIOS EN LA VIDA COTIDIANA
EL MANANTIAL ESCONDIDO
2. Orbis, 1985.
EL MANANTIAL ESCONDIDO
PSICOTERAPIA Y ESPIRITUALIDAD
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PSICOTERAPIA Y ESPIRITUAUDAD
1
PSICOTERAPIA Y ESPIRITUALIDAD
j
PSICOTERAPIA Y ESPIRITUALIDAD
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EL MANANTIAL ESCONDIDO
17. Gerald May, Will and Spirit (Harper, 1982), 2. También lo expresa eso en el
libro Simple Sane, actualmente en proceso de traducción para esta colección.
18. Otros que han investigado en esta línea son Reed Payne, Allen Berguin
y Patricia Loftus, <<A Rewiew of Attempts to Integrate Spiritual and
PSICOTERAPIA Y ESPIRITUALIDAD
fundo--
desde el interior, donde están contenidas todas las
cosas de la vida. ··
19. Para una valoración equilibrada del gran daño y el gran bien causado
por todas las religiones, véase «The Non - Absoluteness of Christianity»
en la obra de John Hick y Paul Knitter The Myth of Christian Uniqueness
(Orbis, 1987).
20. Albert Ellis, ampliamente publicado y fundador de la escuela de tera
pia racional -emotiva, se autodenomina un «humanista probablemente
ateo», porque no ve clara la evidencia de Dios y encuentra que la reli
gión es frecuentemente un impedimento para el desarrollo del hombre.
Su principal crítica a la religión es por su absolutismo religioso: «las
personas se alienan a sí mismas por su fuerte creencia en culpas abso
lutas, por su «tengo que» y «debo». La mayoría de la gente que cree
dogmáticamente en alguna religión, cree en estos saboteadores absolu
tos de la salud. La salud emocional individual es flexible, abierta, tole
rante, y capaz de cambiar. La persona devotamente religiosa tiende a
ser inflexible, cerrada, intolerante y no suele cambiar. Además, la reli
giosidad es en muchos aspectos equivalente al pensamiento irracional
y a un trastorno emocional». (Journal of Consulting and Clinical Psy -
chology, 1980, Yol. 48, nQ5, 635 -39).
48
PSICOTERAPIA Y ESPIRITUALIDAD
*****************
Lo que he tratado de mostrar aquí, con la ayuda de varios
psicoteóricos y teólogos, es que una psicoterapia profunda y
una profunda espiritualidad están unidas en el logro de la
meta de promover el crecimiento y el bienestar del hombre.
No son campos separados y por supuesto no son campos
opuestos; a~bas coinciden en gran parte. Dios es la más pro-
funda dimensión de toda experiencia y por ello, la espiritua-
lidad . es el amplio contexto interior con el que trabaja la
psicoterapia, especialmente en relación a los valores más
importantes que nos orientan, las esperanzas y la fortaleza (el
amor de Dios actuando y curando). En algunos puntos, la psi-
cología instintivamente alarga su mano hacia la espirituali-
dad para poder así completarse. Al, mismo tiempo, la
psicología sirve a la espiritualidad con sus insights en el
campo psicodinámico y con sus mediaciones, para promover
la liberación y el crecimiento. Ambas, psicoterapia y espiri-
tualidad necesitan una permanente crítica, tanto por la mejor
de sus propias tradiciones, como por la ajena, siempre que se
dude de ,su autenticidad en el logro de su principal meta: el
bien, individual o común del ser humano.
25. Para una discusión más amplia, ver «Toward a Liberation Theology of
Religions» de Paul Knitter en The Myth of Christian Uniqueness
(Orbis, 1987; Hans Kung, «\Yhat is T~e Religion? Toward an Ecume--
nical Criteriology» en Toward a Universal Theology of Religion (Orbis,
1987) de Leonard Swindler.
26. Rosemary Radford Ruether, Sexism and God-Talk
- (Beacon, 1983), p.24.
27. Ruether, op.cit., p. 19.
--
EL MANANTIAL ESCONDIDO
¡
odicy (Wetsminster, 1990).
HACIA UNA ESPIRITUALIDAD SANA
1
HACIA UNA ESPIRITUALIDAD SANA
l
HACIA UNA ESPIRITUALIDAD SANA
***********************
Antecedentes
. Chuck describió a un padre nad? afectuoso, inalcanzable
y con pocas miras interiores. Chuck no solo no se sintió que-
rido, sino que sintió que a su padre no le gustaba y a menudo
este decía y hacía cosas para herirle. No obstante, Chuck dijo
que su padre nun~a reconocería algo así, ni aún ante si mis-
mo. Para Chuck, la relación con su padre .era muy importan-
te y se culpaba a sí mismo de este fracaso. Fundamentalmente
se sentía lleno de defectos. ·
Chuck describió a su madre como una mujer dominante
y llena de carencias. Incapaz de conseguir el amor que espe-
raba de su marido, se pegó más a Chuck e intentó separarle
de su padre. Chuck se sentía lleno de culpa por esta rela-
ción, que aunque no era claramente de tipo sexual, estaba
llena de confusión emocional/ sexual. No sabía bien si su
madre le quería o solo le utilizaba para satisfacer sus pro-
pias necesidades. Abandonó la infancia muy pobremente
equipado para la vida, sin tener clara su mismidad, lleno de
incertidumbre sobre su masculinidad, con absoluta falta de
confianza en sí mismo y sin saber como relacionarse con los
·otros. Se dio cuenta de que debía alejarse de esta familia, así
que se fue a un colegio mayor, intentando poner la mayor
distancia posible entre ellos. Como se sentía tan mal consi-
go mismo se encerraba en su habitación y solo la abandona-
ba _para ir a clase. De vez en cuando sufría una crisis lo
suficientemente seria como para que tuvieran que hospitali-
zarle y esto a su vez era nefasto para su ya bajísima autoes-
tima .
.Los años transcurrieron así, con algunas terapias de apoyo
y la consecuente lectura de muchas obras de psicología. Chuck
había tenido muchos insights. Pero sin saber cómo, los conflic-
tos seguían estando allí, sólidamente instalados. Ese es el pro-
blema del insight: no campia mucho de los sentimientos o
conductas. Para esto se requería una nueva y diferente vivencia.
«Me odio», dijo Chuck con su típica sonrisilla, «siempre lo he
hecho».
EL MANANTIAL ESCONDIDO
Las crisis
Poco tiempo después, Chuck me contó más detallada-
mente sus crisis nerviosas. Las dos eran signos de lo «presio-:
nado)) . que se sentía. Para mí significaban que las causas
habían sido las cosas que necesitaba sentir,· expresar y com-
partir sin poder hacerlo .. Eran dramáticas llamadas a un cam-
bio en su modo de ser. La manera en que Chuck las trataba,
me hablaba de su integridad, coraje y deseo de crecer. El pri-
mer episodio ocurrió durante su primer áño de universidad,
el segundo poco después de su graduación, cuando ya traba-
jaba. Durante la primera fue hospitalizado e intensamente
EL MANANTIAL ESCONDIDO
l
EL MANANTIAL ESCONDIDO
Transiciones
La depresión sigue siendo uno de los mayores misterios
del campo de la salud mental. Varíá enormemente de perso-
na a persona y presenta generalmente múltiples factores cau-
sales. Me parece de gran ayuda analizar tres factores en
particular: nuestras circunstancias, la manera en que pensa-
mos acerca de ellas y nuestra bioquímica. Frecuentemente
más de uno de estos elementos se ve implicado. Mi primera
lectura de Cathy fue que se hallaba en la media· vida y que
tenía que despedirse de sus hijos y encontrar una nueva
razón para vivir. Afinaría el oído en dirección a su pensa-
miento y a su bioquímica.
«Como sabrá Cathy, yo no tengo hijos, pero mi hermana
mayor ha criado nueve de dos diferentes matrimonios. Cuan-
do me comentó un día que después de criar seis o así había
descubierto algo: he aprendido que cuando tienen 18 años mi
trabajo como madre ha terminado. Quizás aún no sean madu-
ros del todo, quizás aún sigan en casa u~a temporada. Pero ya
LA BATALLA DE LA DEPRESIÓN
El tema de la medicación
Durante seis meses no vi a Cathy. Entonces volvió a mi
consultorio.
«Vuelvo a e's tar depresiva»." Me dijo. avergonzadamente.
«Después de nuestras 'sesiones me encontré mucho mejor. He
to!flado distancia de, mis hijos. Trabajo media jornada ayu-
dando en la guardería que costea nuestra iglesia para la gente
de la calle. Ha sido una ma~avillosa oportunidad. He apren-
dido mucho. Y quiero a la gente, a la mayor parte de ella al
menos. Mi .marido y yo _seguimos yendo muy bien. Pero
ahora, en las últimas semanas me siento rara otra vez y no se
por .qué». Otra vez se puso a llorar. «Me despierto por las
mañanas y no tengo ganas de levantarme. Siento un terrible
nudo en el estómago. Voy arrastrándome todo el día. Todo
parece tan difícil».
Cuando seguimos hablando, noté que su vida . parecía
estar bastante bien. Sin embargo, de algún modo esa tristeza
estaba allí. Se podía sentir en la habitación. Era evidente en
todo su porte.
Ahora yo pensaba en la bioquímica como un factor con-
tribuyente . de su depresión. Ella había ·hecho cambios y
durante un tiempo se había sentido mejor. No había ninguna
desgracia reciente que pudiera explicar su recaída. Añadamos
el factor de que .su depresión había sido recurrente durante
algunos años de su vida, apareciendo y desapareciendo sin
causa justificada. Repasamos la historia y después el comien-
zo y las circunstancias del actual episodio. Todo lo que decía
sugería que su bioquímica se hallaba afectada. Le sugerí que
viera a un psiquiatra para una evaluación, la cual conduciría
seguramente a una medicación. En casos como este, trabajo
con un psiquiatra. Él hace su propia evaluación y decide si
recetar o no algún medicamento. Automáticamente no quiero
EL MANANTIAL ESCONDIDO
l. John.McNeill, The Church mid the Homosexual (rev. Beacon, 1988) trata
los temas morales; Taking a Chance on God: Spirituality for Gays and Les-
bisans, (Beacon, 1988),- en la que ofrece una rica espiritualidad para
homosexuales de ambos géneros.
LA BATALLA DE LA DEPRESIÓN
~-
11
LA BATALLA DE LA DEPRESIÓN
Aceptar lo no resuelto
' .
Cathy se encontraba de nuevo bie'n y me pidió venir cada
dos meses, sólo para un seguimiento. Continuaba tomando
su medicación. Durante seis u ocho meses traía buenas noti-
cias cada vez que venía. Era maravilloso observar su energía
y su entusiasmo por vivir. Entonces tuvo otra depresión. He
aprendido que a las personas propensas a la depresión que se
están medicando generalmente les va bien, pero repentina-
mente y sin circunstancias que lo justifiquen, pueden recaer.
A menudo se les puede ayudar con un simple cambio de
medicación, aumentando o bajandp de dosis o dándoles otros
medicamentos diferentes. Por eso le sugerí que llamara a su
psiquiatra y le dijera lo _que pasaba. Pero llegado este ·punto
me parecía que Cathy posiblemente tuviera que vivir el resto
de su vida sujeta a episodios depresivos, aunque esperaba
que fueran cada vez más espaciados y más leves.' ·
«Cathy, has trabajado enormemente en tú depresión: Has
hecho cambios significativos en tu modo de vivir..Has exami-
nado tu pensamiento y estás· trabajandó para eliminar los
patrones negativos. Has tomado medicación y eso te ha ayu-
dado. Has trabajado en tu vida·espiritual y crecido en direc-
ción a dejar que pase y confiar en Dios. Has luchado
valientemente contra tu depresión, has superado gran parte
de ella y el proces'o te ha seryido para seguir creciendo».
«Si, es verdad, y empezaba a sentirme bien por ello, pero
aquí estoy de nuevo justo donde empecé».
«Si y créeme que a mi también me produce dolor. Yo no
creo que hayas retrocedido tanto como piensas, pero esta es
otra época baja. Y estoy convencido que si repasamos tu vida
encontraremos un ciclo de episodios depresivos que abarcan
EL MANANTIAL ESCONDIDO
·1
EL MANANTIAL ESCONDIDO
El perdón
Cuando acudieron la siguiente vez, supe que había cam-
biado muy poco entre ellos. Seguía existiendo una frialdad y
cada uno iba por su lado. Parecía que no iba a ser fácil.
Dana habló primero. «Es el lastre del pasado». Dijo: «hay
como un muro entre nosotros. Es todo el resentimiento que acu-
mulé contra Dave por su modo de'arrastrarme de un sitio a otro
pensando sólo en él mismo. Sigo sin ser capaz de perdonarle.»
«No le estoy echando la culpa», dijo: «Además ahora me
siento terriblemente culpable. · Veo lo deprimido que está
Dave y me digo que yo he sido la causante. Debe de odiarme
y esto hace que el acercamiento me resulte muy duro. Me
siento como una especie de personaje horrible».
Escuchándola, dos ideas cruzaron mi merite. La primera
fue que Dana se había dejado arrastrar de un sitio a otro, o si
no ésto ·no hubiese sido posible. La segunda fue, que tan
pronto como pidió algo para ella mism.a se sintió culpable.
Ambas cosas son claros síntomas de una baja autoestima y
Dana, como muchas mujeres habría sido condicionada a
actuar y sentir de ~sta manera. El rol de una mujer es' sacrifi-
carse por la felicidad de los otros, esta enseñanza sigue vigen-
¿SE HA ACABADO ESTE MATRIMONIO?
El dolor de la pérdida
Dana encerraba muchos años de dolor y había ya elabora-
do gran parte de él. Dave pqr el contrario había entrado
recientemente en el proceso y necesitaba alientos para sentir-
lo y compartirlo con alguien con quien se sintiese seguro.
Dana no hubiese sido una buena elección.para ello porque no
podía escucharle sin sentirse culpable y ponerse a la defensi-
va. Dave trabajó su dolor conmigo en sesiones separadas.
«Es lo más duro que he hecho nunca». Era el mejor lugar
para establecerme. Mi puesto en Los Angeles requería menos
--
¿SE HA ACABADO ESTE MATRIMONIO?
horas que .las que trabajo aquí, .Y tenía muy, buenos colegas.
Siempre he amado el océai;to ·e. iba mucho a la playa. Mis
padres estaban allí. Se van.. haciendo viejos y mi padre no
goza de buena salud así que pasaba con él todo el tiempo que
podía.» Se .quedó callado y miró al vacío ..«Aquí me parece
que estoy todo el tiempo trabajando. El comienzo ha resulta-
do muy difí~!l y añoro el sol terriblemente . .Este tiempo me
deprime. Además está la soledad. No tengo amigos aquí. Me
acerco a Dana y me rec~aza. Casi s~lo tengo a los niños.»
· Lo único que podía hace! era empatizar con él. No podría
escapar a la angustia de sus carencias. Todos atravesamos algún
proceso de dolor en nuestras vidas y siempre perdemos algo
querido. Al prin\ipio nos sentimos estremt;cidos o incrédulos,
luego engañados y algunas veces llenos de culpa y de miedo
cuando miramos al futuro. Estos sentimientos se repiten cíclica-
mente, ora uno ora otro hasta que empiezan a abatirnos. Lenta~
mente nos volvemos capaces de manejarlos. El psiquismo, por
su propia · dinámica interna se cura a sí mismo. Sólo si n<?s
enfrentamos al dolor en vez de negarlo, permitiremos que nues-
tros sentimientos se muevan, y no llenarnos de ellos. Compar-
tir nuestro dolor con alguien que nos ofrezca comprensión,
ayuda.
La espiritualidad puede resultar una buena asistencia en
este proceso, un apoyo adicional, un amplio sistema de signi-
ficados desde el cual podemos resistir un dolo~ en particular.2
Las personas que sufren, a menudo rezan para que Di<?s esté
a su lado de una · forma especial y les ayude a soportar su
dolor sin hacerse pedazos y frecuentemente se sienten ayu-
dados. De este modo el sufrimiento se convierte en una oca-
sión de profundizar su relación con Dios·. Pero a veces, Dios
parece estar muy lejos: ·
Arriesgando todo
A pesar de nuestros esfuerzos las cosas parecían irles mal
a Dave y Dana. O por lo menos .no iban mejor. Dave conti-
nuaba deprimido y se consumía pensando en California. Da-
n~ continuaba negándose a él, disgustada y temerosa de que
un día le dijera que no podía seguir aquí y que con ella o sin
ella regresaría de vuelta. Yo estaba temiendo. que el divorcio
tomase forma. Desde hacía años se habían ido deteriorando y
ahora esta crisis aumentaría las débiles fibras hasta que se
rompiesen.
¿Pudiera ser que el que Dave hubiera estado de acuerdo
para ir a Seatle no le sirviera para expiar el pasado, ni sus
honestas tentativas de perdón ni sus mayores esfuerzos al
dejar algunas de las cosas más queridas? ¿Seguiría reinando
la misma marea?
¿SE HA ACABADO ESTE MATRIMONIO?
El problema de la maldad
f.
Rescatando recuerdos
En una sesión posterior, volvimos a hablar de los años en que
sus padres maltrataron a Jim. Esto había convertido su niñez en
una experiencia obscura y angustiosa. y aún sentía el sabor
amargo. Uno de los elementos que empleó en el tratamiento de
recuerdos dolorosos es la visualización. Cuando el suficiente tra-
bajo curativo ya lo permite, pido a ·la persona que regrese en su
imaginación a la escena traumática, esta vez acompañado por
Jesús (o alguna figura religiosa en quién confíe, por ejemplo
María). Generalmente la escena original se transforma de algún
modo por lo que Jesús hace de ella. Estaba pensando seguir este
camino con Jim, porque me acordaba de lo que había dicho
sobre no haber experimentado nunca el amor de Dios. La visua-
lización es una experiencia; envuelve e impacta a la persona
totalmente. Le conté mi idea y aceptó probar.
: Me tomé unos minutos para relajarle y que centrara su
atención en el centro de su cuerpo. Entonces le invité con-a
vertirse en un niño y volver en su imaginación al hogar de su
niñez y 'v er y oler y sentir el lugar. Sus ojos estaban cerrados,
pero h~blábamos.
«Lo puedo ver todo tan claro que siento algo horrible en
la boca del estómago».
No quise dejarle con esa sensación, solo pretendía que estu-
viera allí. «Ahora invita a Jesús a reunirse contigo. Cuando lle-
gue fíjate en su aspecto y en lo que hace». Hice un silencio.
EL MANANTIAL ESCONDIDO
Un ritual de salvación
Pasaron dos semanas antes de la próxima cita con Jim.
Empezó hablando del rituaL ·
«Lo ·he pasado fatal con lo del ritual de celebración. No
podía pensar en otra cosa. Entonces me di cuenta de que ese
ritual era esencialmente una analogía física. ~sí que me pre-
gunté qué era para mí una analogía física y' supe que sería
salir del dolor. Bueno, nosotros vivimos en el campo y tene-
mos un amplio patio detrás de la casa. Desde que estamos allí
me molestaba siempre ver un montón de raíces de un árbol
seco, que resultaban antiestéticas, pero que nunca me había
animado a quitar. A su lado hay una pila para abono que
construyó el anterior propietario, pero no la hizo bien y no ha
funcionado nunca. Era solo un revoltijo de láminas de plásti-
co, basura y cosas así. Bien, pues decidí que esa parte del
patio 'era el símbolo de rrii dolor y que mi ritual sería sacar lo
bueno que eso encerrara».
«Pregunté a mis hijos si querrían ayudarme. Recordaba
que mi padre me hacía trabajar con él y no quería hecerles lo
mismo a ellos. Les conté lo que estaba planeando y les dije
que serían bienvenidos si querían acompañarme y charlar.
Vinieron y me ayudaron. También charlamos un rato. Arran-
qué todas aquellas viejas raíces y las cortamos. Quitamos la
pila para el abono y aplanamos el suelo. Todavía tengo aguje-:
tas y estoy lleno de señales, pero lo pasamos bien haciéndolo.
Par mi era importante que el ritual incluyera mi cuerpo. Un
ritual que solo hubiera .constado de meras palabras hubiera
sido demasiado fácil.»
«Entonces mi mujer y yo fuimos a comprar varios árboles
que dan flor y todos trabajamos juntos para plantarlos».
Me quedé impresionado y conmovido cuando escuché to-
do eso. Era una pieza brillante de autoterapia. El sabía real-
mente como hacer un ritual de salvación». ·
«Trabajamos varios días. Cuando terminamos de plantar
todos los árboles, lo celebramos con una cena. Tenía una bote-
lla de vino francés de diez años y la guardaba Dios sabe para
EL MANANTIAL ESCONDIDO
do» o «esto es bueno para ti» o «es una prueba especial del
amor de Dios». No les ofrece ninguna explicación o justifica-
ción. Simplemente actúa para aliviar su sufrimiento todo lo
que puede. Llevando el Suyo con dignidad y confiando en
Dios. Parece ser lo único que podemos hacer».
Me paré aquí. Ella no decía nada.
«Pero tengo tan poca Fe... » me dijo, «A veces me pregun-
to si creo en Dios. No tengo paciencia. A veces me siento una
mala persona, tan furiosa; tan egoísta, tan desesperada».
Terapéutica.Y espiritualmente creo que lo mejor que podía
ofrecer a Amy era aceptarla sin reservas; 'dejarla expresar los
sentimientos que odiaba, pero que de algun modo estaban
allí; dejarla ser imperfecta sin juzgarla, ni condenarla por
ellos; estar a su l~do en su lucha y guardarme de sugerirle
cualquier solución simplista, porque aquí no había solución
posible, ni simplista ni de ninguna clase.
Vería a Amy con frecuencia durante los próximos doce
años. Raramente más de una vez al mes. A veces transcurrí~
an tres o incluso seis meses sin que viniera a verme. Solo lo
hacía cuando la situación era insostenible. Entonces necesita-·
ba apoyo y restaurar sus perspectivas. Necesitaba desaho-
garse, descargar su ira y su cansancio «confesar sus pecados»
y escuchar que 'alguien que no formara parte de su situación
validara sus sentimientos y le asegurase· que lo estaba
haciendo tan · ~ien como nadie podría hacerlo en una situa-
ción tan extrema. Un día le puso nombre a la función que yo
desempeñaba en su vida. «Es Vd.'mi ancla de salvación;>, me
dijo. · · · '
¿Cuánto es suficiente?
En el transcurso ·de .doce años de diálogo sobre la lucha
interior de una persona, la conversación se . repite muchas
veces. A pesar de todo, esto puede resultar útil. Cada vez que
uno se mete en el mismo tema, lo puede hacer de manera algo
diferente y también las circunstancias pueden ser distintas.
LA MUJER EGOÍSTA
LA MUJER EGOÍSTA
Eligiendo vida·
. . .
En medio de su . situación. matrimonial, que parecía no
mitigarse nunca, Amy, que trabajaba todo el día, volvió a la
universidad para hacer su doctorado. Ella misma tomó la
decisión,' inte~esada . en perfeccionarse y lograr el tipo de tra-
bajo que realmente deseaba. Apoyé su decisión -con admira-
ción- y tambiéi). le di mi apoyo en· 'el camino que había
to~ado. En~ _una clara elección de su vida. Este era precisa-:
mente el punto donde Amy tropezaba cuando se encontraba
con algunas dificultades ~como suele pasar en un programa
de doctorado-, especialmente en la etapa de la disertación.
«¡Me siento tan centrada en mí y tan absorbida por mí
dedicándome a este proyecto!» En realidad quería decir:
«Apago la máquina de las respuestas y así puedo trabajar
ininterrumpidamente y a veces no devolverle las llamadas a
Bob durante horas. Puede que él tenga razón, puede que sea
una egoísta. $é que quiere que le visite durante muchas horas
los fines de semana, pero prefiero quedarme en casa traba-
jando en mi tesis».
Escuchaba la voz de una mujer que finalmente había
encontrado algo que·pudiera realn;1~nte ensimismada. Mi cora-
zón sintió alegría. ¡Dios quiere que·vivamos! Podía oír la voz
de su vieja amiga, la hiriente culpa. Había más culpa dentro de
EL MANANTIAL ESCONDIDO
2. Una excelente fuente para las mujeres que luchan por su sexo en los
terrenos psicológicos y espiritualeses el libro de Kathleen .Fisher
Women at the Well: Feminist Perspectives on Spiritual Direction (Pau--
list, 1988). '
LA MUJER EGOÍSTA
EL MANANTIAL ESCONDIDO
La terrible soledad
. De vez en cuando, Amy hablaba de su soledad. Me resul-
taba fácilmente comprensible.
«Hay un dolor enorme dentro de mí, un lugar vasto y
vacío que nadie parece poder llenar. Creo que Bob y yo nunca
estuvimos casados realmente, ni siquiera el año antes de que
enfermara. Ninguno de los dos estaba preparado para casar-
se. Desde luego, durante todos estos años no hemos sido un
matrimonio normal. No tengo nadie en quien apoyarme, ni
con quien hablar de lo que pasa en el día y que me ayude a
tomªr una decisión que me resulta difícil. Pero creo que lo
peor de todo es no tener a alguien con quien compartir las
cosas buenas, las experiencias que piden a gritos ser disfruta-
das con alguien».
EL MANANTIAL ESCONDIDO
que acuden a ellos. Les oyen hablar de sus vidas, les dan su
apoyo y su aliento y también ocasionalmente les señalan algo.
La diferencia es que la dirección espiritual tiene lugar en el
contexto de una visión compartida de la Fe. La terapia no
necesariamente. Par mi el propósito de curación y la visión
creyente se funden en uno, de modo que me veo siempre
haciendo ambas .cosas, dirección espiritual y terapia. Así es
como contemplé mi trabajo eón Amy. . .
El misterio de la vida de Amy está oculto en Dios. Atada
a un marido que no podía serlo, pero que para ella represen-
taba una gran responsabilidad. Con su familia d~ origen y el
carácter y la debilidad que de ella· se habían derivado. Con
sus luchas y la recompen~a de su trabajo y de sus amigos. Con
el terapeuta que eligió para que la acompañara en su caminó.
En todo 'esto hay una unión con Dios, porque Dios está donde
ella trabajaba su existencia -actuando con ella por su creci-·
miento y por su bien. No puedo explicar ·el misterio que
encierra todo esto. Pero creo que es un misterio de bondad y
una parte de mi papel fue compartir esta creencia de espe-
ranza y favorecer su actuación. ·
.~
11
9
¿QUIÉN SOY YO REALMENTE?·
Antecedentes
Me crié en una «buena familia católica», siendo el séptimo
de nueve hijos. La familia entera iba a misa todos los domin-
gos, confesaba sus pecados por lo menos una vez al mes
(incluso durante ·el verano) y rezaba el rosario todas las
noches después de cenar. Nadie podía salir de casa hasta que
se hubiera terminado de rezar. Cuando la familia se hallaba
en apuros, hacíamos «novenas», un método para «asaltar» el
cielo recitando la misma cadena de oraciones nueve veces con
intervalos regulares, generalmente una vez al día, depen-
diendo de cuál era nuestra necesidad perentoria. No sé de
donde procede este sistema de acercarse a Dios, pero estoy
EL MANANTIAL ESCONDIDO
La crisis
A los tres meses de mi ordenación sucedió algo extraño.
Fui a Berkeley para doctorarme en teología. Mi misión era
hacer un doctorado en Filosofía, trasladarme a la universidad
de los jesuítas de ?ogand, en Seúl, Corea y quedarme allí el
resto de mi vida. Ya había pasado tres años dando clases en
Corea, había aprendido aquel lenguaje desalentador y encaja-
ba bien con aquella gente. La universidad necesitaba teólogos
y yo era una elección lógica. Así que me marché a Berkeley
para doctorarme y una de las primeras personas que conocí
fue una monja de Portland que se llamaba Kathy y que acaba-
ba de llegar con el mismo propósito. Me gustó nada más
verla.
Asistíamos juntos a algunas clases. Visitábamos algunas
de las mismas liturgias. Estábamos en un grupo de activida-
des sociales y participábamos en las mismas tertulias. Nues-
tra amistad cada vez era mayor. Surgieron sentimientos más
profundos. Al cabo de dos años nos dimos cuenta de que nos
habíamos enamorado. Eso simplemente no entraba dentro de
los planes, ni dentro de los nuestros ni dentro de los de Dios,
según lo entendíamos nosotros. Todos nuestros esfuerzos se
centraban en mantener nuestra amistad dentro de los estre-
chos límites de nuestra condición. Después de cuatro años en
Berkeley, ambos éramos doctores en Filosofía y partimos para
diferentes lugares. Ella se fue a Portland y yo a San Luis. Los
dos como profesores de universidad. Fue una despedida
horrible, pero parecía que era lo único que podíamos hacer.
'.
¿QUIÉN SOY YO REALMENTE?
«Si bien tengo que vivir con esto durante algún tiempo,
Leo. Es demasiado nuevo para mí. También tengo que seguir
con mi sacerdocio porque me gusta ser sacerdote y me resul-
ta muy duro pensar en dejar de serlo.» -
La cuestión de la fidelidad
En esto me quedé y seguí mi camino y oré. El pensar en
Kathy seguía despertando en mí una profunda alegría. El
pensar en mi sacerdocio me llenaba de sentimientos varios.
Empezaba a dividir mi sacerdocio en dos partes: el ministerio
en sí y el estilo de vida. Era el ministerio lo que yo amaba, el
trabajo con y para la gente. El estilo de vida, dentro del marco
de una comunidad, me parecía angosto y árido. Pero incluso
esto tenía que ser considerado intensamente. Mis compañeros
jes1;1ítas eran hombres buenos y algunos muy amigos ~íos.
Me había comprometido con este grupo y compartíamos una
misión, que daba un profundo sentido a nuestras vidas.
Todos mis ejemplos estaban allí. Yo mismo me había conver-
tido en 'un ejemplo para otros: los jesuítas más jóvenes)a los
que enseñaba y dirigía espiritualmente. Taf!1bién lo era para
todas las personas ajenas a . la comunidad a quienes había
dado clase, predicado, aconsejado, dado retiros, con quienes
había mantenido correspondencia... Todos ellos miraban
hacia mí, dependían de mí en uno u otro sentido. ¿'Qué efec-
to les produciría el que abandonara todo para casarme?
«Leo, vamos a ·hablar de fidelidad. ¿Qué pasa del c9m-
promiso, de la responsabilidad? Esos ha.n sido siempre valo-
res importantes para mí. ¿Qué pasa con los votos?»
«La fidelidad es ciertamente un tema importante. Pero la
pregunta es: ¿Fidelidad a qué? Hay que tener mucho cuidado
con esto. Cuando haces tus votos, ¿qué estás tratando de
expresar? Te estás comprometiendo con Dios y con la obra de
Dios, para vivir el Evangelio lo más plenamente que puedas,
¿no? Desde luego lo has hecho siguiendo una estructura his-
tórica particular, la Compañía de Jesús, porque ·en aquel
tiempo te parecía la mejor manera de vivir ese compromiso
fundamental. ¿En qué ~ebes depositar más tus creencias? Las
estructuras históricas cambian. Igual que se amplía tu verdad
¿QUIÉN SOY YO REALMENTE?
El escándalo
Seguía preocupado por tóda esa génte para la que yo. ejer-
cía el sacerdocio. Me sentía más que algo asustaao, pensando a
qué clas·e de trabajo 'iría a parar cuando me fuese. No quería
que acabase mi ,ministerio sacerdotal. No -solo<procedía de
Dios. Era yo también. Convertirme en una especie de vendedor
o de hombre de negocios o' administrador me .parecía una pers-
pectiva terrible. Ese fue el tema de otra convérsación con Leo.
«Me doy cuenta de que soy el responsable de mí mismo,
no de los demás, pero no dejo de preocuparme pensando en
el efecto que producirá en lo~ otros mi partida.»
«Los que te aman lo seguirán haciendo, no importa lo que
hagas. Después de todo seguirás siendo la misma persona. Los
que te «aman» solo porque eres sacerdote... ¿Qué clase de amor
es. ésa? ¿Qué te importa la op~nión de esas personas? En cuan-
to a lo que se refiere al tema del «escándalo», cada uno debe
hacer caso a su propia verdad, aur{que la gente no la compren-
da ni la apoye. La Fe _d e la gente es~á arraigada en algo más
sól~do y más firme que _en lo que podamos hacer tú o yo con
nu~stras vidas -o al menqs debería de ser así. El que te vayas
ayudará a algunos a afianzar su Fe..Pero la m~yor parte no se
verán afectados a ese nivel. Existe la posibilid.a d de que este
encontrarte a ti mismo sirva para que otros se encuentren. Pero
vuelvo a repetirte, de esto no depende realmente tu decisión.»
«Pienso que parte de los que me preocupa es lo que tengo
de dejar. Vender coches u ordenadores sería un ropaje tan
incómodo y poco adecuado como lo era el celibato. Me mori-
¿QUIÉN SOY YO REALMENTE?
La libertad
..,'} l
Pasé por una experiencia muy instructiva haciendo un reti-
ro de treinta días, durante los nueve meses que me dirigió-Leo.
Este retiro, basado en los Ejercicios Espirituales de San Igna-
cio, está dividido en cuatro «semanas». La duración de cada
una de ellas es variab~e, de acuerdo a lo que le vaya sucedien-
do al que lo hace. Cuando el director considera que uno ha
completado la semana, él o ella tiene medio día libre antes de
empezar la siguiente. Me encontraba en la semana decimo-
séptima o decimoctava, cuando me desperté una mañana sin
ganas de hacer retiro o cualquier otra cosa. Pero aún no era el
tiempo para mi medio día libre. Fui a ver a Leo esa mañana,
como hacía usualmente, para informarle de lo que me estaba
pasando y recibir su dirección para esa jornada. ·
«Leo, creo que debo mencionarte que hoy no me siento
con ganas de nada.» Lo dije simplemente para que lo supiera.
Esperaba que el día fuera como todos. De hecho, estaba segu-
ro de que iba a decirme, que era especialmente importante
que yo creyera escrupulosamente ese día en el programa del
retiro. A veces es justamente en un momento de desolación
cuando mayor provecho se saca.
·«Suena como si necesitaras una pausa». Dijo simplemen-
te. ¿Por qué no te tomas el día entero? Puedes hacer lo que
¿QUIÉN SOY YO REALMENTE?
4. Se habrán dado cuenta de que cuatro de mis "Principios para una sana
espiritualidad" han sido aplicados en las terapias que he presentado.
De hecho cristalizaron durante el proceso terapéutico. Son los siguien
tes:
Dios quiere que vivamos.
Lo que Dios quiere para nosotros está unido a nuestros propios anhe
los.
La gente buena se ve tentada por lo que parece ser un bien moral o
espiritual.
Dios se aparece a menudo en forma humana.
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EL MANANTIAL ESCONDIDO
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CONCLUSIÓN
10
PREGUNTAS SOBRE LA PRÁCTICA
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PREGUNTAS SOBRE LA PRÁCTICA
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EL MANANTIAL ESCONDIDO
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EL MANANTIAL ESCONDIDO
10. Op.cit. p. 13
EL MANANTIAL ESCONDIDO
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Dirigida por Carlos Alem any