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La Trotacon ven tos.

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ORIGEN LATINO DEL CELEERE PERSONAJE DEL


AROHIPRESTE DE HITA

La literatura española ha sido gen erosa en la creación


de personajes arquetipos, tan arraigad os en la m entalidad
ibérica, tan ricamente construidos y tan espléndidamente
modelados, que al adquirir vida, por el m ágico soplo de quie-
nes los crearan , cobran valor de eternidad, reflejan d o un eco
que aún persiste en la m an era de las gentes españolas. Don
Quijote y Sancho viven hoy en Españ a con su p erfil físico y
su gran corazón. Y alientan también en la Pen ín sula el Don
Ju an , que t razara Tirso de Molina y repitiera al modo ro-
mántico Zorrilla y la picara Trotacon ven tos, recreada m a-
gistralm ente por Rojas, en su inmortal Celestina.
V si nos preguntam os por qué es que la Trot am u n dos
y la Celestina logran adquirir tan gran de popularidad, es
fácil deducir que ello se debe a que son producto de una
época, que es la cristalización medular de lo hispánico. Ellas
representan el feliz hallazgo, la m aravillosa solución, al eter-
no problema de la carne, que, por conceptos y caract eres pe-
culiares, se agudiza en Españ a, en donde el fu ert e tempera-
mento español se en fren t a al terrible concepto místico de la
Vlr
gin id ad . Par a con servar la honra se en cierra a las dam as
e n a lm
en ad os castillos de recias puertas. Y las m adres custo-
(lian celosamente el pudor de sus h ijas virgin ales, pero al fin
y al cabo m ujeres, temperamentalmente ardientes y sensua-
les, porque muchas tienen de m oras y de meridionales. Est e
problema que se presenta en toda Eu ropa medioeval, adquie-
re en Esp añ a tono ext raordin ario. En Fran cia la d esflora-
ción. de la m ujer lué un dram a, m ejor podríamos llam arle
una com edia dram ática. En la lírica valona del siglo XI V "el
am or es una eterna esperan za, con idea de una posesión en el
m ás allá". En It alia, en la misma época, el divino Dante ideali-
za y sublim a su deseo por Beat riz. Pero en Españ a, la de la
t ierra roja y el sol ardiente, el amor es tragedia, envuelta en
san gre y llanto. Y ese hórrido problema de la separación de
la am ada lo soluciona el ingenio español con la Trotaconven-
tos y la Celestin a, resolviendo picaramente un problema tras-
cendental y eterno.
De allí la im portancia que cobra el estudio del personaje
de la Trot acon ven t os. Lo reducido del tiempo y del espacio
de que disponemos nos obliga a concretar este estudio, estric-
tamente al origen y antecedentes de la que podríamos llam ar
"ar q u et ip o" de Celestina.
Veam os como nos la describe el "non san ctu" Arcip res-
te de H it a, en su fam oso Libro del Buen Am or ; la comedia
h um an a del siglo XI V. En realista y coloreada pintura la re-
t rat a Ju a n Ru iz diciendo por intermedio de Don Am or, que
acon seja al Arciprest e una m en sajera para llegar a la dueñ a:

"P u ñ a en cuanto puedas que, la tu m ensajera


sea bien rrazon ada, sotil e costum era:
sepa m entir ferm oso é siga la carrera
Ca m as fierbe la olla con la su cobertera.
Si parien ta non tienes a tal, toma d'unas viejas,
One andan las iglesias e saben las callejas:
Gran des cuentas al cuello, saben m uchas con sejas,
Con lágrim as de Moysén escantan las orejas.
Son muy gran d es m aest ras aquest as paviot as,
An dan por todo el mundo, por placas e por cotas,
A Dios alean las cuernas, querellando sus coyt as:
¡Ay ! ¡qu an t o m al que saben estas viejas ar lot as!
Tom a de u n as viejas, que se fa se r erveras,
An d an de casa en casa e llám anse p ar t er as;
Con polvos e afeyt es é con alcoh oleras,
Ech an la moca en ojo e ciegan bien de veras.
E busca m en sajera de unas n egras pegat as,
Que usan mucho los fr a yr e s, las m on jas e b eat as:
Son mucho an d ariegas e merescen las capat as
Est as trotaconventos fasen m uch as barat as.

Pero es curioso an ot ar, que este person aje tan esencial-


mente español y que r efleja las costum bres y el vivir de en-
tonces, llega de a fu e r a para tom ar en Esp añ a cart a de ciuda-
danía. Como lo indicó, por prim era vez, el eminente erudito
Ju an An ton io Pellicer, 'en la curiosa nota que comunicó a
don Tom ás An t on io Sán ch ez y que éste publicara en su co-
lección de poesías castellan as an t eriores al siglo XV, "El li-
bro del buen Am o r ", no sólo se in spiró-en el "Pan p h ilu s de
am ore", llam ado también Comedia de Vét u la, sino que el Ar -
cipreste in tercala en su obra, casi la quinta parte de él; y éso
f
[ue ha llegado h ast a n osotros con m uchas m utilaciones, ya
que ni aún se encuentra completo el m anuscrito del Colegio
Viejo de Salam an ca.
Menéndez y Pelayo, en sus "O rígen es de la No vela", to-
mo IV, rat ifica esta afirm ación , diciendo que el Pam ph ilu s en
el fon do, es el esquema, no sólo del episodio del Arciprest e
sino de la propia Celestina. No es necesario, sin em bargo, re-
cu r r ir a posteriores eruditos para probar esta procedencia,
cuando el misino Arciprest e con fiesa llanamente el origen de
este episodio, al fin al de la parte referen te a "De como doña
En d r in a fué a casa de la vieja e el arcipreste acabó lo que
qu iso", y que dice:

Sy vvllan ía he fecho, aya de vos perdón:


En lo feo del esloria diz zyxutsrponmlkjihgfedcbaYWVUTSRPONMLKJIHFEDCBA
Panfilo e Nasón.

Com probado lo anterior, se puede deducir que el per-


son aje de la 1 Trotacon ven tos debió in spirarse en la vieja
(an u s) que aparece en el segundo acto del Pam philus, el
"d eu s ex m ach in a", de la Tram oya. Si bien Menéndez y Pe-
layo m an ifiest a que esta doña Trotaconventos, cuyo verda-
dero nombre es Ur r aca, "es una creación propia del Arci-
preste zyxwvutsrqponmlkjihgfedcbaZYXWVUTSRQPONMLKJIHGFEDCBA
y ella, y nó las Dipsas de los Am ores de Ovidio, ni
m ucho menos la vieja do Pan filo debe ser tenida por abuela
de la Mad re Celest in a", en otra parte de su obra reconoce,
sin em bargo, que las figu r a s del Pan filo adquieren movi-
miento en el Arciprest e y, luego, la comparación que hace
del tipo de la Trotaconventos con el de la anus constituye el
reconocimiento tácito de su estrecha relación. La misma des-
cripción que él hace de la "an u s", como sutil ingeniosa y hábil
m edian era para los tratos am orosos", podría indistintamen-
te aplicarse a la Trotacon ven tos. Y es que Menéndez y Pclayo
llevado por su hondo, aunque exagerado en este caso, senti-
do n acion alista, no exalt a el verdadero valor del Pam philus,
—-la prim era comedia de am or que regist ran los anales del
t eat ro—in dican do, por el contrario, que la tran sfom ación
que hace el Arciprest e es gen ial y luminosa, convirtienclo
el Lib ro riel Buen Am or , en un cu ad ro de cost um bres lleno
de vida y lozan ía, lo que en el o r igin a l—a fir m a —n o es m as
que una árida y fast id iosa rapsodia, un sentón de h em isti-
quios de O vidio, una m ala p a r á fr a sis de algu n as de sus lec-
ciones erót icas.
Al m en cion ar a O vidio en el p á r r a fo an t erior se nos
presenta el in teresan te p roblem a de la pat ern idad del Pam -
philus. Du ran t e m uchos añ os se at ribu yó est a obra al céle-
bre poeta latino O vidio. Aú n en el tan completo estudio de
Mencndez y Pelayo, éste no llega a aclar ar el punto, pues
sólo in dica que fu é su au t or un poeta ovidian o de la lat in i-
dad eclesiást ica, cu yas obras llegaron a con fu n d irse con las
de su m aest ro (aun que vem os que el Arcip rest e las dist in -
gu ía ya p erfect am en t e). No nos dá pues el nombre del au t or,
sólo se r efier e a la época en que fu é escrit a, que dice no ser
tan an t igu a como la quiere h acer aparecer Battdouin, quien
la rem onta al siglo XI I , en lu gar de en m arcarla den t ro de
los siglos XI I o XI I I .
Para en con t rar el nombre del aut or del Pam ph ilus, nos
ha sido n ecesario recu rrir a Morat ín , quien en su Discu r-
so H ist órico, que prologa su obra " O rígen es del Teat r o Es-
pañ ol" dice,—recogien do el estudio ele Ju an An t on io Pelli-
cer—que se at ribu ye la pat ern idad del Pam ph ilu s, a P a n filo
Mau rilian o, m on je que floreció en la edad m edia, según lo
indica Fab ricio (Bib liot eca Lat in o, tomo T p ág. 227) .
H allad a la relación exist en t e en tre el Lib r o del Bu en
Am or y del Pam ph ilu s, así como la de los tipos de la An u s y
la Trotacon ven tos, podemos segu ir n uestro recorrid o en bus-
ca de orígenes o antecedentes m ás rem otos de éstos célebres
personajes.
Aun que la m ayoría de los au t ores con sideran que Celes-
tin a solo tiene como antecedente directo a Trot acon ven t os o
cuando mucho a An u s, es posible llegar h ast a O vid io p ar a
ubicar la verd ad era y prim era raíz de estos picarescos per-
son ajes, suprem a expresión de la persuasión diabólica. En
efect o, bien puede ser la "An u s", el lazo de unión en tre la
Trotacon ven tos y la vieja "D ip sa s"' que figu r a en "Lo s Am o -
r e s" de O vidio ya que es sabido que la obra de Pa n filo tiene
por única fuen t e al poeta de Sulm on a, viniendo a ser, según
Menéndez y Pclayo, la comprobación práct ica del art e de
am ar ovidian o. Ad em ás, corrobora esta tesis, el hecho de
que el d ram a an t iguo tuvo un a continuación erudit a, que
nunca falt ó d'd todo, aún en los siglos m ás oscuros de la
Ed a d Media. H a y en la lit erat u ra de los siglos XI I y XI I I
un gén ero curioso de com edias que tienen el mismo m et ro—
a imitación de O vidio—, y que se les design a con el cali-
ficat ivo de Com edias Elegiacas. Algu n as como las de "Ve -
t illa" están completamente dialogadas y con sta que fu eron
conocidas e im it adas en Esp añ a.
Por último, el m ism o Menéndez y Pelayo reconoce que
"D ip sa s" tiene rasgos comunes con Celestin a p or : "la em-
briagu ez, la h ech icería y el oficio que am bas ejercen de con-
cert ad oras de ilícitos t rat os, así como la p ér fid a astucia de
sus blan das palabras y viles con sejos"
Bien puede verse, adem ás, por las fr ases con que O vi-
dio describe a Dipsas, las sem ejan zas que ésta tiene con la
Trot acon ven t os y la Celestina. Así dice: "Exis t e un a vieja
llam ada Dipsas. Su nombre proviene de su oficio. Ja m á s
vió en ayu n as a la m adre del n egro Mem nón en su carro em-
purpurado. Duch a en el- art e m ágico y en los en can t am ien -
tos de colmos, hace volver h acia sus fu en t es los ríos m ás rá-
pidos. Ella conocía la virt u d de las plan t as, la del hipom an es. x
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Ella evcca el polvo de las tum bas a los abuelos y a los bisabue-
los. A su voz se en t reabre la t ierra. Com plácese en p r o fan ar
el casto lecho del himeneo y no le fa lt a elocuencia a su len-
gu a em pon zoñ ada". Am en a y n ítida descripción que bien po-
dría adoptar y ad ap t ar el Bach iller Fern an d o de Ro ja s p ar a
sil Celestina, especialm ente en aquel último at ribut o que es
esencia m edular del person aje.
Est as art es y m aest rías de las Dip sas, An u s y Tr o t a-
conventos, son las que ha de segu ir la Celest in a, que en la tra-
gicomedia de Calist o y Melibea llega a su perfección y se pe-
renniza en el popular, hondo y d efin id o person aje, que se ha de
reproducir m uch as v c e s en el largo cam ino recorrid o por la li-
t erat ura españ ola y aún universal- Y es que no obstan te su as-
cendencia lat in a, la concepción art íst ica h ispan a es tan fu er -
te que sabe acoger y adapt ar los person ajes venidos de fu e-
ra, para ar r aigar los dentro del paisaje y la sicología naciona-
les, h asta con vert irlos en seres típicos de su lit erat u ra, que
luego, por encanto de la sin gu lar adaptación, enriquecida
por los propios contornos, logra in flu ir en la lit erat u ra de
otros países.
Así la Celestin a, person aje que Esp añ a recibió de la la-
tinidad es lan zado a t ravés de los Pirin eos para que recorra
el mundo de la fan t asía llevando en su seño el sello peculiar
c indestructible de la raza.

ALE JAN D R O M IRÓ Q U ESAD A G A R LA N D .

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