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Comptes rendus des séances de


l'Académie des Inscriptions et
Belles-Lettres

Para saber más sobre


Sappho
Théodore Reinach

Citer ce document / Citar este documento :

Reinach Théodore. Pour mieux connaître Sappho. En: Comptes rendus des séances de l'Académie des Inscriptions et Belles-
Lettres, 55ᵉ année, N. 9, 1911. pp. 718-734;

doi : https://doi.org/10.3406/crai.1911.72931

https://www.persee.fr/doc/crai_0065-0536_1911_num_55_9_72931

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715

HORNOMEJOR C.Oï'ŸNAI'FRE SAPP HO


POR

..spii-.at .a'JAiic .a mort


'-i'-""""f'ie coininissi c.a f or-e.s
A eo lix e țidiLi iio p ii ethe e.
I-Iim. G'a rrii . I V. '3.

Uno de los últimos en que tuve el placer de charlar


largo y tendido con su ilustre colega Gaston Paris, ya
gravemente aquejado {por la enfermedad que pronto le
sobrevendría},
la entrevista cayó en el enriquecimiento de 1= r üsie
gracias a los descubrimientos de los últimos a ñ o s . Este
nolile es}irit, avide rar-dessus tout tlcs beauties hardies et
originales dans toutes les littüratures, m'exPrima it le regret que
le hasard des dücouvertes, au lieu dc l't-1 tant
y un poco surerficial BacchJ lide, nc nous exit pas rend plutôt
la brùl.un te Sar ho. Como hizo una vez Solón, si
crc'
ee una famosa anécdota, votilut ap}arendre r-' cceur antes de
morir un poema de su gran conte-'r-raine,
}que su ii incluso acababa de recitarle, Gaston maris se puso muy
triste.
tait ü 1 idëe de P.artir vers le cl'rivage où l'on ne revient }io sans
avoir eu la joie de voir ressusciter la dixinc r F-tesse de l'Ode a
Aphrodite.
.Ie lui.s d'avoii Non courage. Je lui -=i "relai t}tie déjii,
quelques années auparaviint, Grenfell et Hunt avaient rapporté
d ' Oxy rhy nchus une odelette de Nappho, char-
mante y presc{ne completa, la bienvenida y reconciliación
que dirige a su hermano. Añado
no sabía, que las arenas de s' rte vinieron de nosotros
devolver el precioso dübris de tres o c{u:itre pequeño
pot-mes, escritos, nuevo mëtric{ue en II res sa ntc, en stro-
r tes de trois vers, et qu'on devait inoessamment } ublier ä
l4erlin . El mismo azar que hoy nos pone en
posesión de un cali ier dtî-tache y mutil ü de la colección ne
{¿morirá r== un día bajo las palas de las excavadoras
¿"toda la colección"?
Gaston Paris nos ha dejado, y l a gran esperanza que intenté
compartir con él no se ha hecho realidad hasta ahora. Por cierto,
una pot tesse griega, también de raza eolia, ha regresado, o al
menos su omJire ha recobrado cierta consistencia; pero no es la
Sa ppho lesbiana, es la 13éolienne Corin rie, su
hija menor siccle, a quien cayó este león heur inesr^-^,,)e
se atreve a decir que inmerecida. Es un poco til y talento
fresco, pero la canción es apenas para ella, como la oda coral
e
} otir I3acch¿ lide, rJu'un } rF-tex£e à de longues narra tions
u}iiques oii l ' auteur effa':e }irosr{ue complètement der- rière son
sujet et. En viiin no se encontraría allí nada de l o q u e , en la
mente de un lector moderno, la palabra lirismo evoc{ue de
llama, color. pasión, ct surtout do personnali(ü.
Todas estas c u a l i d a d e s , por el contrario, las
encontramos, las sentimos al su}orème grado en la menor epave
de Sa}apho. l°as dc couPlet, si brcf q u ' il soit, qui ne re gril e
con chispas repentinas una naturaleza donde n a d a es
médiocre et qui n' a irne rien rnédioerement: c'est tout le feu du
soleil i}ui r-til1e dans un raccourci de diarria nt. Este don de
ponerse enteramente en el grito del alma,
es limpio mcnt el IJ risme; es lo que da un precio
los ciento cincuenta versos de Sa1 pho que de
citas fortuitas han dejado Parvenir ju.sc{u i nous, malgre
1. 4ca'Jüm ic clo lle rl in, 1903 . lt üüditü s 'la ns Perl tuer N tass iherlexte, V ,
Byrant mojigatería o mojigatería. No sólo interesan a los
liellti-nistas; son, o deberían ser, parte del patrimonio eterno
de toda la humanidad pensante y sintiente. Y la erudición no
cumpliría con su deber si guardara celosamente las -r
propias de los acordes retardatarios que, para
tiempo en ten'r=, aún nos llegan de esta lira rota,
como para irritar nuestros remordimientos o mantener vivas
nuestras esperanzas.
Tanto más cuanto que no se trata sólo de una cuestión de
placer literario y de educación estética: está en juego una
cuestión de justicia histórica. Si los críticos de todos los
tiempos han sido unánimes en celebrar los dones poéticos de la
mujer que Stra bon llamó -'une chOSo extraordiIlHl re', - la exquisita
elección de las palabras, el giro natural y audaz del
pensamiento, la gr5ce de las imágenes, la sorda magia de los
ritmos,
P o r o t r a parte, se han producido importantes divergencias
desde
¿Es una cortesana o una gran dama? ¿Debe ser esa figura
elevada y pura de la Musa Apasionada, a quien Plutarco
compara con la Pitia en sus tres pies, o una amante vulgar y
alguna maestra de depravación?
En este caso, a falta d e testimonios contemporáneos, la
única prueba válida es la aportada por el acusado; por lo
tanto, es comprensible que la pérdida de unos cincuenta
versos de Safo constituya un hecho nuevo que autorice una
solicitud de revisión.

I
Hace sesenta años, un hombre ingenioso, en un estudio que
causó cierta sensación, asignó a Safo un panncau
i . Geop . , XI I I , *, p . 01".
0. Anti le l9escli ariel , ï-es co ri e l isa nes p recques (18SA). ttc mémoire a d'abord
¡iai-u dans lo meme des Deinc Non ü es ( 184 7, t. LXX II I , Je. 3 "o c t 511i x . SOIls II tf
ËI'G: 1 .tt J C 8 ñ II H f'û ri f t^f ^t e app fin e I tes Ine. b ie ri nez .
rocn aiiEL x coxxxî rn ri ex rriic' 72 1
de honor, si puedo decirlo así, en su galería de las cortesanas
de Grecia. Que se trata de un error histórico, que el autor ha
confundido ingenuamente épocas, lugares y civilizaciones, es
fácil de ëtafilir; pero no es cierto que se trate de un error
histórico.
no es indiferente r e m o n t a r s e a los orígenes de este eri eur y
rastrear la filia tión, por así decirlo.
La democracia ateniense de los siglos V y IX c o n c e d í a a
la mujer, y con ello me refiero a la mujer honorable, sólo un
lugar restringido y rebajado en el orden social. Lo hizo no a
pesar de sus principios políticos, sino incluso a causa de ellos.
Cuanto más todos los cuernos libres de la ciudad eran
absorbidos por la vida r-blica y e x t e r n a , la vida de la
gim-
nase, el PnJ x, e l ágora y el théàtrt-, Plus la femme,
Separada moral y materialmente de su m a r i d o , se vio
relegada a los modestos deberes del matrimonio y a las alegrías
oliscas de la pyn ëcée. Su educación estaba regida por el humilde
destino que le trazaba la ciudad y, a su vez, su destino estaba
servido p o r una educación cada vez más limitada en sus
horizontes. Toda la gloria de una mujer -dice Périclùs de Thuc3-
dide- debe reducirse a que los hombres digan d e ella lo menos
posible, bueno o malo.
En vista del vacío dejado en la vida social ateniense por l a
ausencia de mujeres cultas y de mente abierta, admitidas en las
reuniones y en los banquillos, capaces de mantener unidos a los
hombres por lazos distintos de los del deber conyugal o el
placer s e n s u a l , sabemos que fue en parte comba1do por
mujeres de origen extranjero, entre las que había un gran
número de mujeres de origen extranjero.
1 elegancia de modales y lujo de galas, l. cultura
r alfinée de l'es}irit, arfois des talents divers s ' ulliaient au
relächcm ent tles mœurs: j'ai d'-fini les courtisan es de haut
parage, qui ri e étaient jamais, d'ailleurs, bien nom- breuses.

. Thiicy'l ide, I I , i â.
'722 ron ti 'iinux ccxi xiann sz rriio
On corn{Prend düs lors que lorsc{ue les au teurs de la comé-
die mo3enne, en c{uê te dt- tipos cara ctüristiques, se
encontró con el distante, ë n i g m a t i 'jue figura de Safo, jefe
de un ëcole de de música y poesía, con esa alegría de vivir
de vivir, esa libertad de pensamiento y esa
edad, esa desconcertante franqueza en la
efusión sus sentimientos los sentimientos más íntimos,
encontraron } por a tal prodigio, en la sociedad
borgoñona d e Athcines, ningún paralelo. Encontraron
algunosen el contrario, en este mundo o demi-monde de
coquetería venal, con sus fronteras borrosas, 1 bien conocido conocido
de ellos, y que era - rrorreinent rarler su mundo, el
bata illon encantadora, pero interl- re, c{ui rang des Aspasies
a los Ph rJ nés. Ni por un momento se preguntaron si, por
casualidad, en los Le.sl os del siglo VI, los helechos de la Ile
la nol les se no habían gozado de una existencia menos
apartada, de una educación más abierta y de una mayor
facilidad d e paso que los athunios de la época de Pl atón y de
Demosthùne. Con esta falta de sentido histórico que caracteriza
su género uge y lcur, no dudan ( no ü
SaPph o una cortesana, la patrona de las cortesanas. Para
ellas, era la prototy} e de la mujer con todas las
seducciones y todos los contra intes, y, como se trataba sobre
todo de huir de reírse de
a costa de gloria gloria extranjera,
amontonaron su
nombra todas las ridículas 1egendas y todos los 1s dübordem ents
}alaisa nts.
Un eourti sa ne necesitaba amantes. Las }aoüsias de Sa} }iho,
puede decirse, no nombran ninguna. La imaginación de los
comediantes no s e avergonzaba de tan poco. Aparte del
famoso P haon, que probablemente debe e l honor de haber
visto su nombre asociado al de Sap}alio sólo al malentendido de
un intérprete de la prensa, se encontraba toda la pléyade de
viejos comediantes.
poetas de la Arcliipel r ras sa, sin atender a la cronología,
desde Archiloc{ue hasta IIippona x y Anaerüon. En
Xlcëe, el único cuyo nombre puede ser pro- - puesto a la
roi:n iiisox c.donde ü AiTR E SAP P Ht.' 72'3
noncë sans une invraisemblance criante, ruisc{n'i1 avait eU
le compatriote, le contemporain. le coiiipapnon d'e xil de la
poetesse de Mitylüne, - iriais le seul aussi dont les vers aPporta
la Proof docuine rita ire c{ue si il au-ai t un jour
osti lever les yen.x sNr " la chaste Sappho aux boucle s tle vio-
lettes, au souri re de miel " , bien vite clle :ivai t su lui lui
liaisser.
Así creado de la nada por la imaginación de los comiiJue s,
acogido sin detiarice por aquellos surerficial anocdo tiers c{ui ap
pelaient IJermésianax et Chamëlüon, et plus tai '1 par les
Fères dO 1 Ëglise, la figure ete la courtisa ne Sap} ho avait si 1
ien rris corps dans l'histoire li ttéraire que 1os ü rtid its
alexandrins. ma1 rë l'éveil de leur esprit cri(ique, n'osü rent r=s la
répudicr entièrement. l°ourtant, entre la Mina de
effrontee c(ui fini comme une gri set tc aniourcuse et la ri oble
Como dice Aristóteles, "la poetisa a quien los ali ty lé niens
honraban, aunque era mujer, tanto como a una heroína", el
contraste era sorprendente. Los pramnia irianos se sintieron
extremadamente avergonzados. La
Algunos se contentan con distinguir entre dos Safo: l a de
Eresos, que e s c e n i f i c a n los comediantes, y la elegida de
Hilitylene, cuyos versos 3 se leen. Otros se contentan con plantear
la cuestión, s i n resolverla: Una

La erudición moderna ha heredado estas tradiciones


contradictorias ct tle ccs l'crrlc xitüs, con la dësa vantagc de
que le faltaba, para 'lêcider, lo esencial del expediente: la
colección comPlet de los poemas de SapPho. Por falta de
razones, se contaron los au tori(is, y como. r-' mi los
recolectores de las migajas de la historia, los am. teurs del
escandal.s siempre han
ëtü la mayoría, no debemos sorprendernos o, la mayoría de las veces,
la balanza se inclinó hacia el lado equivocado.
1. .41ct-e. fi-. 53 lie r k . Inf. .4 ris to tc, il/iñ I . , I , ? . - '' A u x h''ucl cs cle s i o -
lettcs ", o ii pcu £-étrc " rJ u i trc sec dcscon ron ncs cle x-ic'lc ttcs . . .
2. it ft if. . I I , z':s .
72 t rr.'U nx iEU K ron ri AITRF SA P PHO
"f outefois, une mPle observation de bon seus aurait dii
avertir qu'on faisait fausse route. Es sin exeniple, en
Grecia clásica, y en mayor medida en Grecia.
arcaico, que una mujer de buena cuna, y especialmente de buena
la profesión de la galantería en su propio país. En el vi-
siúcleo, incluso en las ciudades más indulgentes, la posición
social de las cortesanas era de las más humildes. La mayoría
eran esclavas, muchas eran hieródulos, es decir, muchachas
desvergonzadas, adscritas al culto de los grandes santuarios.
Ahora bien, Safo era de Mitilene
y vivía allí; r robablemeri t estaba casada y lais-
enviudó muy p r o n t o , con una hija pequeña, Clévis,
que la deleitaba más que todos sus tesoros de Lidia *. No
sabemos el nombre de su marido, pero nosotros
conocemos elnombrede su padre, y este
nombre, S'camandronJ-mos *, tiene un sabor
aristocrático que recuerda los lejanos recuerdos de
la colonización colonización eólica de Troad. A
de tres hermanos de la poetisa fue las funciones
r-rticulares -
cargos honoríficos de copero al sacerdocio de Mitylên e *.
El exilio temporal de la que ella misma se vio obligado *, sin
duda con sus otros nobles de Lesbos, en el momento del
triunfo de Pittacos, el dre(ateur p o p u l a r , atestigua como.
"ez rango
ocupada por su familia en su ciudad natal. Todas estas
circunstancias h a c e n muy improbable que una mujer así
haya vivido una vida así.
de un propietario en su ciudad natal, cerca de los isios.
Esto es este que ya sabía el Welcker y
Otfried Müller ya lo sabían. Esto es lo que podemos añadir
hoy.
Aunque algunas cortesanas griegas fueron capaces de
redimir la bajeza de su nacimiento con el brillo de su
belleza, lujo u orgullo, y provocar así la admiración d e l
público, no fueron las únicas en ser admiradas.

J . t'"r. Sú. 136 ( Bergk).


*. Húrr'dote, 1I. 135.
3. A tlií-iiii e , X, p . 42.' -¥ .
$ . M a rm . Pa r.
POCR àMEUX COöxA*TRE SAPPHO 2"
Los poemas de Saprho, por lo tanto, son una prueba segura de
que existía en ella no sólo un elevado sentimiento por el mundo,
sino también por su gente. Si, por tanto, encontramos en los
auténticos poemas de Saprho la prueba cierta de que existía en
e l l a , no sólo un elevado sentimiento por su arte, sino también
por la forma en que lo vivía.
de digri i'" rerson nelle , mais un concern tres vif du c{u'en- dira-
t-on et du point d'hon neur, pour elle et poui
Si la leyenda de S:ær "o, una mujer galante, es cierta, ¿no
bastaría esto para destruirla a los ojos de cualquier hombre
sensato? Oi, es este Preu x e, traído a nosotros por uno de los
hallazgos que he mencionado a n t e s , I
v eux parler de l'ode lette dücouv erte h Ox¿ rhJ nchus par
Grcnfell y II unt.
Chara xos, uno de los hermanos de la poetisa, en richipor el
comercio d el v in o , en el que, al parecer, la nobleza de M itylüne
r uvait se livrer sans déroger, avait fait en I*?gypte, ü
Naucratis, la connaissancc d'une hetaire fameuse qu'H éro-
dote amelia Rhodopis et d'autres textes Doricha . Yprës
haber comprado, y luego liberado, a esta mujer de condición
servil, como es costumbre con sus iguales despilfarró
la mayor parte de su patrimonio en ella. Este
conducta él se lo ha ganado, ii los amargos reproches
de su hermana al regresar a su patria. su hermana
; peroestos re cerca tenían por objeto, como Ateneo y
Ateneo y M. Alfred Croiset, la prodi- alidad que
minó a Charaxos, o. como afirma Madame Dacier Madame
Dacier, ¿el amor indigno que lo desprestigió? Esto es l o q u e
era e s e n c i a l aclarar, y esto es lo que h a r á l a odelette de Ox3-
-.
rhy nchu.s a éclairci -'
"Oh Cypris y tú, Nereidas, concededme que mi
hermano pueda volver aquí sano y salvo y p u e d a alcanzar
todo lo que desea en su a l m a .
"Si ha pecado en e l p a s a d o , que que todo eso sea(
eITacü; cQue se convierta en alegría alegría
para sus amigos y una aflicción para
1. II üi-'éclate, I I, .i5 : A thé-ri bc, X 11 t, t'ü ; O s iIle, IIüi-u'iile s, Ü S'. ö '6 ; Ü u i d a s ,
AÜW-"Ü^Jt, 'I Üo{At-i'Z.
2. Ozy r/iy ncAtt s pu py ri, 1 t1698 , ri' s.
72G UO U R SIIEI U Y GOP i'x'AlTR K SA1*PH O

sus enemigos, o plutéit, de enemigos, que no tengamos ninguno


¡Nunca!
"Que haga todo lo posible por devolver a su hermana
todo el honor que le corresponde, y que olvide por completo
los oscuros sentimientos que una vez le entristecieron y
diezmaron mi propio corazón,
"Cuando él1 oyó el r- pos insultante que, en medio de las
fiestas de los cito3-ens, le mordió en lo más vivo de su cliair y,
apenas adormilado, volvió a levantarse muy deprisa... ! "
Ce petit r -me n'estM .ts seulement touchan t par lc
sentiment fraternel, si simplement, si doucemen t atTcc- tueux
jusqu'dans lererroche, c{uu exprime; il nous fait voir une
Sappho inédite, imprévue Pour beaucouP de cri- tiques c{u'abus le
Prüj ugê traditionnel : la grande dame
éTaken f o r granted, wounded in the heart r-- *a lesser
naëdisance 'Jui r-ut effleurer le bon renom de quelqu'un
de la suya. Si Sa "r "o se muestra en esta junta
sensil'le todos juntos a 1'inconduite de su
hermano y .i lu rtîProbación motivada
}iar este mala conducta, esquina admitir a
instant qu'elle no ha sido inocente de débor
Sements publics dont la comü die
a(hünien ne carga su memoria **.
Cómo especialmente adriiettre c{ue su contemporáneos,
su concitoJ ens uient corrió 'i Jaarmi el cortejo de esta mujer
de raza, g-ardien ne vigilante, celosoc, ombrageuse, del
honor de su familia?

II
Del mismo modo q u e el fragmento de Oxyrhynclius nos ha
proporcionado información sobre la condición social de Sa i "ho,
los fragmentos de Berlín nos p e r m i t i r á n ir un paso más allá.
en l a intimidad moral del pequeño círculo del que era el
centro, y que el arroz müdisa tampoco escatimaba. Pero para
comprender esta aparición, única en la historia griega,
debemos situarla primero en su contexto histórico.
el medio ambiente.
La raza e o l i a , que con el tiempo fue eclipsada y desposeída
por sus i-*-= jóvenes hermanas, fue del siglo III al VII la
verdadera iniciadora de la cultura griega en los siguientes campos
diversos r*usos. En la trinidad de las razas hc1lünit{ues, si
los dorios encarnan v olonté y los jonios 1'intelli-
gcnee, representa la sensibilidad y la sensualidad . l3rillante
y liouillante, chevaleresqiie y en -enti ve, ha creado en
arte las formas más radiantes de la oüsia, el ü ne y
el lirismo iridividual; en la vida, ha dt'gagù el primer
este PrinciPc 'l'ëlüpancc y de li Arc soci'ibilitü, este
" Griego iiianiùrc " d -' i'=r1e que lègue rart hItîn'indre .
Entre todas las regiones de ruee éolio une , 1 isla de Leslios,
por su li eureuse siluation , so ri climat }arivilÜp-it' , su
early dex'elopPement ë c o n o m i t J u e , lt- tent püriiment
ardent, les goüts somrtucux de sa noble¡Sse liatail leuse, avait
mdrité de devenir le siège Juré fürü des Cf uses. Basta con
llamarlo
Fue desde allí -desde el vago borde donde, según la leyenda, se
golpeó la lira de Or{ahée- desde donde despegó la música griega,
con Terpandre.
Las mujeres de la alta sociedad no eran ajenas a este
progreso. Sin interferir en la vida de los hombres más que en
ciertas solemnidades rel igiosas, habían sulii ampliamente su
influencia. Si las leyes no les concedían los amplios derechos
de las feiiin+es espartanas ni las imbuían de la estricta
disciplina de éstas, ellas
ignore, d ' autre } ar(, la sé'vî:re réclusiun de 1'louie
Este era el caso de la joven, que, como hemos dicho, sólo salía
de la jaula del harén de su madre para entrar en la del harén de su
marido. Su educación tendía a ser r us r-bliqtic, pltis
y oportunidades para hablar entre ellos.
infracciones.
Algunas mujeres, a consecuencia de la viudedad o de contratiempos
de fortuna eran (i i al mismo tiempo de los loi.si rs y de los devoi rs, surent
728 PARA AYER'X COx x SU PP IIO

Tuvieron el p l a c e r d e c o m p a r t i r con ellos, además


de sus conocimientos poéticos y musicales, sus nobles ideales y
su p a s i ó n p o r l a s a r t e s . Iïlles ec plaisai ent à leur
communii{er, en même que des connaissances poëtic{ues et
musicales, leurs nobles idéal et
sus refinadas rimas. SaPpho no fue la única en Prdsi- der un
cenáculo de este tipo, una "casa de las Musas", según su
propia expre.sión; los nombres de muchos de sus emuladores
han llegado hasta nosotros, y si Sarpho dirige contra uno de
ellos la "casa de las Musas", los nombres de sus emuladores
han llegado hasta nosotros.
el reproche más cruel que le puede caer a una mujer
la de no saber llevar el retrete a casa", quizá no deba tomarse al
pie de la letra esta desobligante apPrücia Profer'ie contra un rival
que también era con- cuPrente.
Düjii Lacéde mone había conocido "cogs" r- reils *; pero parece
chie en el Mitylüne del siglo vr han
adquirió un carácter más definido y una influencia más amplia.
Las jóvenes reunidas en estas "ri hétéries" pertenecían, en efecto,
unas a las primeras familias de la isla, otras a ciudades
extranjeras, Phocëe, M il et, Colo-
i "hon, Sa lamine, algunos jues-unes incluso .i de las razas 1 arbares,
aunque ya tocados por la civilización griega. Eran
enviada desde lejos a célebres educadores para adornar su
mente, aprendió buenos modales, el arte de v e s t i r s e y
adornarse con gusto, un 6lëtien grácil, un andar
bailar, cantar, tocar la l3re y leer formaban parte del
programa. Las fiestas nom-
Además de los numerosos y brillantes actos religiosos, las
ceremonias del culto a Afrodita y Adonis, los concursos de
belleza y e l estudio y la interpretación de canciones de
compromiso, himnos y canciones de duelo ocupaban un
lugar destacado en el programa. Estas colmenas de mujeres
se comparaban a veces con salones de cuchillería o
internados, otras con conservatorios de música y otras con
1. fi'r. 70 Uci-¿k.
2. t "lti tui'cjtic. /.¿/c ri r-y tie, s.
de düclamación, tan tot même ä des salons litt i-.i ires ou h ces
cercles esthü tic{ues tle dames que la mode a fait éclore depuis
quelques annëes d ' un c'' £é ct' autre de la Manc he. 11 ¿-
Evidentemente, todo esto tenía cabida, pero por encima de todo
estaba la estrecha y tierna amistad entre las jcuries bien nacidas y
sus dit igea ntes.
Una matrona seca y codiciosa to( congelaría las tendencias
afectivas innćes en la raza y d"'r-"-=r al gobierno de estas
asambleas un carácter de mojigatería claustral.
Pero el Maintenon de este Saint-Cyr mit3 lénien etaiŁ unc
retite fern me brunette, vive, de belle h umeur et dc franc par-
ler, tressaillant a todas las emociones de I a naturaleza y
de
cceur, malicioso con gracia cariñoso con fougøe, además,
insPirć-e poëfesse, músico innovador, rełlë-
tanto en su alma como en son langa e todo el encanto de
esta isla encantadora donde el cielo y el mar
cülübrent a riage e l m a r . A los ojos
de sus jetines su actitud es ras no es la de
un educador, sino más bien la de una tía que hace de esta
demasiado breve vida en común el ücole indulgente de
su escuela de su madurez, que
solicitud de todos los momentos, la čclosion tle sus perfeccio-
nes corporales y morales. El ardor con que celebra sus
progresos, la vühúmence con que complace su pereza, cuando
las rosas de Piérie les dejan indiferentes . la dulzura que e1le
parece commiinier con ellos en todas estas naï sí rëjouissances
que la religión grect}ue iriipregnait y sanctifìait de su belleza,
la herida de su afecto cuando el1e no ren contre las en uno de
estos jóvenes corazones.
todo e l eclio rec1- '" rar le sien -, le d'-chirement des sé}ia-
raciones, o cuando la muerte prematura se cobra la vida de una familia.
de sus ainxees passage, soit ü 1'heure inüv él capaz o el
łleur, üpanouie por ver cuidado, cst cueillie Por el
łìanc t'

2 . 1-'i-. 1 pie .'¥¡'lii-cicl i tt-.


191 ł . .
73fïl-oL n żIIEc x coxxa î run oxrrno
conquistando y a veces trasplantando a costas lejanas, todo
esto todo esto forma el marco de una existencia
existencia, a la vez muy simple y muy rica rica,
cuya semejanza sólo podría haber reaparecido sólo durante
ciertos breves intermüdes de la Renaissancc ne italiano, y
r*ut''t todavía en la despierto
que en la realidad.
La amistad entre estas mujeres de élite era aún más
Sabemos que en la Grecia arcaica el amor
sentimental entre los sexos era tan raro en la vida
c o m o e n l a l i t e r a t u r a . S a b e m o s , además, que en la
Grecia arcaica el amor sentimental entre los sexos era tan raro
en la vida como en la literatura. Las mentes analíticas de los
hombres de la época parecen haber considerado contradictoria
la combinación, sobre el mismo objeto, de una eeción
verdaderamente elevada y una inclinación hacia la virilidad y
la bestialidad: el materialismo inliurente de una parecía viciar
irremediablemente lo que había de noble, educativo y
generoso en la otra. De ahí la importancia
enchufe por estos accesorios, ambos r*us tiernos,
tanto
plus heroique, entre personnes du même sexe, mais de âges
différentes. Int si l'ëtonne de rencontrer parfois dans la
sa}*rhical poetry, a còtú des los sabios consejos de los más
equilibrados equilibrado la invocación de
A}ihrodita yËros, el
palabras de fuego y fiebre tormentas y tormentos y
tormentos como los del amor, basta leer algunas palabras.
cartas de Madame de Sévigné ti su hija Para saber
cómo, bajo nuestra dulce cielo de I*rance, lejos de los
ütés
y los embriagadores perfumes de estas islas griegas,

¡wliere hurniny Gayyho amor y su ny!

El sentimiento maternal, alojado en un alma viva y


solidaria, también puede tener todas las características de la
idolatría celosa y hablar el colorido lenguaje de la pasión
sin ninguna falsa vergüenza.
1 . 143- i-i'ii, f3oit Ju'nri. 111, 8G .
Les esrrits les plus judicieux, les mieu x informes de l'antiquit
ü n'y ont pas trompés; ils n ' ont vu dans Sa pPho ni une }
récietise iii une né v rosée . Pl utar'pie leer como nosotros 1'I Iy
inne ü ¥ ph rodite y la Oda 4 unc amie; il
en ante les paroles mélúcs de flairi mc, interprüte s per- suasives
tl'une allection cxaltee. mais rure. Ma x iine de TJ-r résume 1'
rression que lui ca usait Ja 1t-.cture des
} oésies de Sai'1'ho en enm paritnt son cün'icle :i cclui de
Sócrates. Tous lcs critiquos, il est vrai, n'ütaient des Plutari}ue
et des Plaximc de "l'y r. A 1 ePoc{ue liellúnistic{ue et
romano o, en Ps rnúme te en que üla rgait el papel social
de la mujer, el txre ordinario del amor se había vuelto niodifiü
et m ppr'ichi-. 'le ce r.{u 'il est parmi nous, il est naturcl qu'on
a veces dejado de comprender o malinterpretado.
an ingiige iniagé, expression du di orce qui, à une üpoc{ue
la atracción entre los sexos y la necesidad de una
l'attacli cnient des £tmes. De lli des rnalentenclus, des contro-
verses que l' antiquite a lèguès aux modernes et qui tournent
indeliii iment autour d "tin retit nombre de textes
que cada erudito su su propio camino.No tengo ni el
temrs ni l'envie de prolonger cette discussion épuisce, et qui
laisse d'ordinaire les rinions coinme elle les rrises.
J'uirne nzieux, pour terminer, questionner avec vous, sans
prendre parti, deux des r ünies rúcemment dècouver(s, et '
oir sous tJuel aspect ils font paraitre la x ie sentimentale de
Sappho
ctde ses comú:igneb

I II

Uno de estos poemas pone bajo nuestro 3ei:x de


íntima coníidencia, el inicio de una de los jóvenes
dirigida,
raPpelee Fiable en su familia, y el é o
que con su üducatrice la imágenes
dulces y nielancólicas
de la vie correu une tr i* tòt roto.
"S. no mientas, me me ens ie a morir cuando me
7 32t 'OUR .CHKU X CO Ü Ü AÎ 1 "H E S APPTI O

pensar cómo me dejó llorando profusamente.


" Ella me dijo: " Iras, que soy infeliz, mi
Psar ¡ha! Cómo lamento dejarte 1 "
" Y me a él respuesta: "Ve con alegría y guarda mi
recuerdo. Sabes los cuidados que te he dado,
"O, si lo olvidas, déjame recordártelo, déjame
decírtelo otra vez te lo repito todo cada
horas encantador que nos
han experimentado juntos,
"Todas las coronas de violetas y rosas y
lirios que pareces tener a mi lado,
"Todo el collar" de flores primaverales que ataste
alrededor de tu delicada garganta,
"todos las olas de estafragancia i oyal, 1e
brent hium que llevabas en tu joven pecho...".
Así que ahí lo tienen en qué colores, cuando
ella el pasado a grandes rasgos, Safo retrata la "ciencia
gay "ciencia", la "nueva nueva vida" de
sus amigos y la suya propia. I ver no ni
siquiera
pelo trenzado desenredado, ni siquiera un corte de pelo
viejos vaciados juntos. Flores y más flores, perfumes y más
perfumes, y finalmente unas dulces lágrimas: a esto se reduce
la bacanal de las ménades pretensiosas de Lesbos. Para
encontrar cualquier suciedad en esta poesía, hay que empezar
por ponerla allí.
Leamos ahora el segundo poema. Trata de nuevo de una
joven que s e h a m a r c h a d o al extranjero, esta vez sin
duda r ur casarse. Saprho, hablando con un amigo
c o m ú n , Attliis, que iba a "traicionarla", r ur Androrrlùde,
como se dice de un alumno que es infiel a su maestro.
profesor, se puede encontrar en rer-esente en
estos términosel dolor
del exiliado que añora a sus compañeros
perdidos:
"A menudo de Sardis, su patria, el señor pensó vuelve
a
a nosotros,
1. Sortc clc scl orüe Ou deira rd, iI du ns la cciii posi ti ou d u n
p a I'Í'U in ad U ] i a i ' 1üS i'ci is '1e L3- Cf i c -
FOR ETIEL XCOM N A GTR L S AP PI I0 73 3

"Por la vida que vivimos juntos. Tu sa is que Arignota


pc'est, semble-1-il, le norrt rïe f'alimente) regardait toi comme
une déesse; ta cha nson elle charmait plus que toi:t autre chant.
"Ahora camina entre las mujeres de Lidia, igual que vemos
la luna rosada cuando se ha puesto el sol,
"Dominando todas las estrellas, x erser su brillo sobre el mar
s:ilüe y sobre los campos todos en flor.
"Entonces el hermoso rocío rëpand, a1ors ëpanouissent
rosas y un delicado ne(h y floreciente trébol dulce.
"Sin embargo, ella va y viene, preocupada, y piensa en el
miserable Atthis. Una pena carcomida roe su espíritu
desatado, la tristeza muerde su corazón 1.
" C o n una voz aguda, nos llama
con ella, y la noche nos llevó a través de los mares
el eco de su queja incomprendida.
Todo el mundo ha saboreado el encanto de estos versos,
prácticamente intraducibles, la ternura de este pa3saje lunar,
digno del pincel de un Ménard o un Le Sidaner. Nos
recuerdan que en ciertas mitologías antiguas dos y Séléné eran
hermanas 2, y perdonamos de buen grado ä
Safo, arrastrada como Orh élie por la corriente florida de su
sueño, por haber perdido de vista la orilla, quiero decir la
r' emier terme de sa comparativa isori.
Pero el sentimiento moral aquí no es menos exquisito que
el sentimiento de la naturaleza.
Aún hoy nos parece oír el eco del misterioso lamento, esa
r*ainte de 1' ex ilëe où sou- pire tout un passé de joies naïv es et
d ' irrüprochables
emociones. Pues lo que encanta al amigo en 1' amie es la gracia
majestuosa de su andar, comparable al de una diosa, la dulzura
de su voz y la armonía de su canto.
I. l'e.x de e t se nu cl''u te u .x.
--. t- 1I i'sing, Kris a i spo rita .hr h la ti ye ri le la I-ci tiz ib, 4 9 l l . I . SO.
su canto, es la finura de su ingenio o, como en la oda traducida
por Catulo, la gracilidad de su risa, es eso y nada más: en este río
de Delicias no hay una gota de volu-"'"-".

Como puedes ver, los muertos } están llegando, y son Purlcnt


ë1o'juem-
ment. Ante los nuevos descubrimientos, la figura de
aquella a la que los antiguos llamaban la Pot tesse por
excelencia, como a Homero la r-ù te, gana tanto en exactitud
como en pureza. Ahora podemos decir, con mayor confianza
que nuestros predecesores, que aunque no era ni una santa
ni, sobre todo, una mojigata, si amaba ,
a la madre griega, con toda su ù m c , e s decir con su se ns
é}iris de belleza como m c con su ternura assoi Idea de afecto,
al menos, cuando e1le esforzaba p o r instruir a
sus compañeras judías, para acercarlas a su corazón, para
modularlas a su imagen, no eran cortejos que una courti.sa
f u e r a lo bastante ingeniosa para formar, sino de
mujeres de verdad, comprendiendo como ella todos los
deberes, saboreando como ella todos los manjares de '-ic.

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