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Mejora el conocimiento del puesto a todos los niveles.
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Proporciona información sobre disposiciones oficiales.
Chiavenato (2001: 557) define al entrenamiento como “…un proceso educativo a corto plazo,
aplicado de manera sistemática y organizada, mediante el cual las personas aprenden
conocimientos, actitudes y habilidades, en función de objetivos definidos. El entrenamiento
implica la transmisión de conocimientos específicos relativos al trabajo, actitudes frente a
aspectos de la organización, de la tarea y del ambiente, y desarrollo de habilidades.”
López Camps y Leal Fernández (2002:18) afirman: “…se forma para adquirir aquellas
competencias que permitan cambiar los comportamientos de las personas en su ocupación. La
finalidad de la formación es lograr la adquisición de conocimientos, habilidades, valores, etc.,
que modifiquen los comportamientos laborales de los empleados.”
Por lo tanto, toda propuesta de intervención, principalmente en el ámbito laboral, se erija sobre
la identificación de las competencias requeridas para quienes se constituirán como sujetos del
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aprendizaje. De esta manera, se acota el margen de error en el que habitualmente se incurre al
proponer alternativas formativas que lejos están de la realidad laboral de sus participantes.
Suponen una vinculación permanente entre atributos personales y cualidades requeridas para
atender a las exigencias de un determinado puesto o actividad, por lo que serán igualmente
observables en la situación laboral del sujeto como en cualquier instancia de evaluación.
López Camps y Leal Fernández (2002: 26) definen a las competencias profesionales como la
combinación de conocimientos (saberes), habilidades (saber hacer), valores motivadores
(actitudes) y creencias que conforman las personas (personalidad). Y agregan: “Una persona
competente no es quien atesora más conocimientos, sino quien es capaz de aplicar lo que
sabe en cada momento y de hacerlo no de manera mimética, sino innovadora”.
Según Alles (2007: 390) las competencias identificables dentro del contexto organizacional
son: Competencias cardinales: aquellas que deben poseer todos los integrantes de la
organización.
Competencias específicas: para ciertos colectivos de personas, con un corte vertical, por área,
y adicionalmente, con un corte horizontal, por funciones.
La perspectiva de la gestión por competencias aporta un enfoque renovador del sentido que la
formación debería adquirir en el ámbito de las organizaciones al no apuntar a una simple
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superposición de conocimientos, sino a la transformación de determinados comportamientos
para obtener resultados esperados, para alinearse a las competencias requeridas, o para
adecuarse a las expectativas profesionales. Sólo en este sentido, se estará aludiendo a una
formación dirigida al aprendizaje. (López Camps y Leal Fernández, 2002:33).
En una misma línea teórica, se hallan las formulaciones de Jean Piaget quien postula que todo
conocimiento es interactivo y producto de los aportes del sujeto y del objeto. El sujeto de
aprendizaje es activo en la construcción de conocimiento y explora su entorno resolviendo
problemas.
La teoría psicogenética propone que en todo acto de conocimiento se producen una serie de
acciones: por un lado, se incorporan elementos nuevos y, por otro, se modifica lo construido
anteriormente. Este proceso tiene lugar a partir de mecanismos de asimilación y acomodación,
en virtud de los cuales se produce la incorporación de un nuevo elemento al sistema que
permite su significación –en el primer caso-, y se modifica el sistema en función de las
características de ese nuevo elemento –en el segundo caso-.
En el interjuego antes descripto, las acciones cobran un peculiar significado para explicar el
desarrollo, las cuales no se producen de manera azarosa, sino que se repiten y aplican de
modo semejante, en situaciones comparables, organizándose al modo de esquemas. Los que
constituyen marcos para la interpretación de la realidad y adquieren su preeminencia en la
dinámica de la enseñanza ante la necesidad de tomar en cuenta los conocimientos previos que
posee el alumno en relación con el tema tratado.
El concepto de equilibrio, hace posible una explicación de las interacciones que se producen
entre el sujeto y el objeto en el acto de construir el conocimiento. La modificación de los
esquemas emerge frente a las perturbaciones que representan un obstáculo a la asimilación y
generan desequilibrios, d a n d o lugar a los conflictos cognitivos que requieren
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regulaciones para compensar dicha perturbación. Así, cuando el individuo toma conciencia del
conflicto cognitivo en que se encuentra y del esfuerzo necesario para resolverlo, se dinamizan
nuevas coordinaciones entre los esquemas que posee, superando las limitaciones de sus
anteriores conocimientos.
López Camps y Leal Fernández (2002: 40) afirman que “…para aprender es necesario sufrir un
cierto desequilibrio que provoque una apertura de la mente hacia nuevos conocimientos,…se
aprende a través de establecer numerosas relaciones entre los conceptos nuevos y los
preexistentes.”
El aprendizaje es una tarea, un trabajo, y como tal requiere el uso de energía, de esfuerzo.
Nada podría sustituir el esfuerzo personal del que aprende. Ni la tecnología con sus medios y
recursos, ni aquél que coordina la actividad del aprendiente.
Según Cañeque (2008:4) “…una persona puede saber mucho de técnicas y procedimientos
para producir cambios, mejoras o inventar, pero si no los prueba y efectiviza en el campo de la
acción, esos conocimientos se empobrecen o se olvidan. La acción es lo que ayuda a
completar el conocimiento.”
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Toda propuesta formativa debe reconocer la validez de la experiencia en el logro del
aprendizaje como enfoque prioritario para el diseño de cualquier alternativa didáctica.
2) Instancia de reflexión.
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Su aprendizaje se produce, generalmente, por repetición o memorización, y su gran
riesgo es el rápido olvido si no sobreviene la ejercitación del participante.