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“Y calzados los pies, prontos para proclamar el Evangelio de la paz”, Efesios 6:15
Ahora bien, una cosa es cierta: ¡cuando aceptamos el evangelio alegramos a Dios! Qué gozo
experimentó Jesús cuando sus discípulos regresaron con la noticia de que el evangelio había sido
aceptado: “… Lleno de alegría… dijo: Te alabo, Padre, Señor del cielo y de la tierra”, Lucas 10:21. No
hay nada que honre más a Dios y lo haga tan feliz como hacer que la gente se reconcilie con
Dios: “¡Hay… alegría en el cielo por un pecador… que se arrepiente…!”, Lucas 15:7, la alegría de Dios
es también la nuestra. No solo Jesús sino también sus discípulos se alegraron: “… Regresaron muy
contentos…”, Lucas 10:17 . La evangelización hace feliz a Dios, a quien lo predica y a quien lo acepta.
Pero también es un método de protección espiritual. En el mismo momento en que los discípulos
predicaban Jesús veía caer a Satanás y, los demonios se postraban a los pies de los apóstoles, Lucas
10:17-18. ¡La evangelización es la mejor manera de vencer las fuerzas demoníacas!
Así como la aceptación del evangelio en nuestros corazones lo alegra, el rechazo lo enfada. El
desprecio del evangelio no es una buena noticia para el Señor. Muy por el contrario, lo enoja. Esta
verdad está ilustrada en la parábola del gran banquete. Cuando los siervos enviados a invitar a la
gente (esto es a predicar el evangelio) volvieron trayendo solo excusas Jesús se enojó tanto que
pronunció un juicio terrible sobre cada uno de los que habían rechazado la invitación: “Entonces
enojado el padre de familia dijo… Ninguno de aquellos hombres que fueron convidados, gustará
mi cena”, Lucas 14:21-24. Ellos cerraron las puertas de su corazón a Cristo y Cristo echará cerrojo de
justicia para que sean torturados en el infierno. Lo que Dios menos tolera es el desprecio de su gracia.
Si no aceptas a Cristo ahora, no podrás después.
¿Qué milagro es mayor?: que Dios nos ofrezca su paz o que nosotros la rechacemos. No es anormal
ver a una persona condenada a muerte rogar de rodillas por el indulto, pero ver al rey a las puertas de
la cárcel rogándole al traidor que acepte ser perdonado, eso sí que es un misterio. Y Dios hace eso
porque nos ama: “No quiere que nadie se pierda…”, 2ª Pedro 3:9. Pero cuidado, el rechazo de su
gracia no es gratis. Si seguimos en esa postura con Dios pagaremos las consecuencias. Hacerle la
guerra al Creador del universo es consentir a nuestra propia condenación. Para algunos el evangelio
es basura, en cambio, para otros, un tesoro. Un tesoro que nos otorga paz y nos lleva al cielo. ¿Qué
harás tú con ese evangelio que Dios te ofrece? “Si hoy oyen la voz de Dios, no endurezcan su corazón”,
Hebreos 4:7 .