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Las Doctrinas de la Cruz

LA EXPIACIÓN
Contemplad al cordero

Pero quiso el SEÑOR quebrantarle, sometiéndole a padecimiento. Cuando Él se


entregue a sí mismo como ofrenda de expiación, verá a su descendencia, prolongará
sus días, y la voluntad del SEÑOR en su mano prosperará.
Debido a la angustia de su alma, Él lo verá y quedará satisfecho. Por su
conocimiento, el Justo, mi Siervo, justificará a muchos,
y cargará las iniquidades de ellos.
(Isaías 53:10-11)

La doctrina de la expiación comienza en Genesis, leamos desde 2:4-25


vemos un resumen de la vida perfecta en un mundo sin pecado:
“Y estaban ambos desnudos, Adán y su mujer, y no se avergonzaban”.

¿Y qué cosa es expiación?


Significa «borrar una culpa por medio de un sacrificio» y algo parecido o sinónimo es
también propiciación, que significa «aplacar la ira y ganar el favor»

(1) Pero después de la tentación, el pecado y la caída, “Fueron abiertos los ojos de ambos,
y conocieron que estaban desnudos”. (Genesis 3:7)
(2) La expiación resalta por lo rápido que se extiende en tan sólo unos cuantos versículos.
“Y Jehová Dios hizo al hombre y a su mujer túnicas de pieles, y los vistió”. (Genesis 3:21)
(3) Presta atención a esto: las túnicas estaban hechas de pieles. Hubo que sacrificar un
animal después de que “conocieron que estaban desnudos; entonces cosieron hojas de
higuera, y se hicieron delantales” (3:7).
Imagínate, ¡hojas de higuera! El esfuerzo humano por cubrir la desnudez y la
vergüenza siempre es inadecuado. Algo tuvo que morir para proporcionar a la pareja del
jardín algo con lo que cubrirse. Se tuvo que derramar sangre. En vista de cómo se desarrolla
la historia de la expiación en la Biblia, es probable que el animal sacrificado fuese un cordero,

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un inocente cordero. Y no creas que Dios sacrificó el cordero discretamente sin que nadie
lo viese para proteger así a Adán y a Eva de los horribles detalles. No, no, no. Tenían que ver
las consecuencias de su pecado. El precio de su pecado y el precio de la expiación estaban
ante ellos: “La paga del pecado es muerte”.
(4) Adán y Eva vieron las consecuencias del pecado por primera vez: el brotar de la
sangre, el fluir y el derramamiento, y eso no era todo lo que les esperaba. (comentar de la
chivita en el taller)

Esta temprana referencia a la desnudez y a la expiación mediante la muerte es más


que un indicio de que Dios ya planeaba un modo de reconciliarnos con Él. Dios hizo una
promesa casi de inmediato (Génesis 3:15) Y pondré enemistad entre tú y la mujer, y entre
tu simiente y su simiente; él te herirá en la cabeza, y tú lo herirás en el calcañar.

El derramamiento de sangre de Génesis 3 es una ventana profética a la obra


expiatoria de Jesucristo aún por llegar. “He aquí el Cordero de Dios, que quita el pecado del
mundo” (Juan 1:29)
(5) Sin la Expiación, no hay salvación. Y es como un cordel de grana de siete dobleces, siete
doctrinas que lo mantienen todo unido.

Los siete dobleces de la expiación son: sustitución, propiciación, justificación, redención,


regeneración, santificación y reconciliación.

1.- El elemento común de las siete doctrinas es la sustitución porque todo lo que hizo
Jesús en su vida, su muerte y su resurrección lo hizo en nuestro lugar.
2.- Como propiciación, Jesús nos protege de la Ira de Dios.
3.- La justificación sólo por fe y solamente en Cristo es la base de toda la doctrina de
la expiación.
4.- La redención trata de nuestra esclavitud al pecado y de lo que costó liberarnos.
5.- La regeneración es nuestra resurrección de la muerte espiritual y la impartición de
la naturaleza divina. Estábamos muertos en delitos y pecados y Él nos dio vida.

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6.- La santificación destruye el poder del pecado y restaura la imagen santa de Dios
en nosotros.
7.- La reconciliación pone fin a la enemistad que nos separa y hace que volvamos a
Dios.

Una teología completa de la cruz requiere las siete doctrinas. La expiación es el


corazón y la esencia de la teología cristiana, así que conocer estas siete doctrinas son
esenciales para nuestra vida cristiana.

Sustitución
Intercambio de lugares

Ciertamente llevó él nuestras enfermedades, y sufrió nuestros dolores; y nosotros le


tuvimos por azotado, por herido de Dios y abatido.
Mas él herido fue por nuestras rebeliones, molido por nuestros pecados; el castigo de
nuestra paz fue sobre él, y por su llaga fuimos nosotros curados.
Todos nosotros nos descarriamos como ovejas, cada cual se apartó por su camino; mas
Jehová cargó en él el pecado de todos nosotros.
Angustiado él, y afligido, no abrió su boca; como cordero fue llevado al matadero; y como
oveja delante de sus trasquiladores, enmudeció, y no abrió su boca.
Isaías 53:4-7

Al que no conoció pecado, le hizo pecado por nosotros, para que fuéramos hechos justicia
de Dios en Él.
2ª Corintios 5:21

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Jesús ocupó nuestro lugar en el Calvario.


Un niño con cáncer. ¿Qué amante padre no ocuparía gustoso el lugar de su hijo enfermo y
moriría por él? Los padres ansían y oran con lágrimas de angustia: «Dios, dámelo a mí. Si
pudiera sentir su dolor, su sufrimiento y su miedo. ¡Dámelo a mí!».
Intercambiar completamente el lugar con otro es algo que solamente Dios puede hacer. En
eso consiste la encarnación.
“Y aquel Verbo fue hecho carne […] se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la
muerte, y muerte de cruz”. (Juan 1:14 y Filipenses 2:6-8)
Jesús ocupó nuestro lugar e hizo por nosotros lo que no podíamos hacer por nosotros
mismos. Se convirtió en nuestro sustituto y tomó la cruz del sufrimiento y la muerte por
nosotros, ese acto de sacrificio desinteresado es la esencia de la sustitución
Mas adelante, te darás cuenta de que el elemento de la sustitución es un distintivo
característico de todos los demás aspectos de la expiación. Jesús hizo el bien que no
podemos hacer por nosotros mismos, y recibió el mal que nosotros no queremos.

Propiciación
Romanos cap 1 Empieza con malas noticias
Porque la ira de Dios se revela desde el cielo contra toda impiedad e injusticia
de los hombres que detienen con injusticia la verdad (Romanos 1:18)
El capítulo dos sigue trayendo malas noticias: los judíos también están condenados.
El capítulo tres dice que todo el mundo está condenado. Pero ahora vienen las buenas
noticias:
Pero ahora, aparte de la ley, se ha manifestado la justicia de Dios, testificada
por la ley y por los profetas; la justicia de Dios por medio de la fe en Jesucristo,
para todos los que creen en él. Porque no hay diferencia (Romanos 3:21-22)

La ira de Dios es real, así que es lo que menos nos gusta predicar. La gente no quiere oír
hablar sobre ello, pero la verdad es que “Dios es juez justo, y Dios está airado contra el impío
todos los días”. (Salmos 7:11)

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Podemos ver en la Biblia, que la Ira de Dios se manifiesta inmediata o lentamente:

Y el pueblo comenzó a quejarse en la adversidad a oídos del SEÑOR; y cuando


el SEÑOR lo oyó, se encendió su ira, y el fuego del SEÑOR ardió entre ellos y
consumió un extremo del campamento.
Entonces clamó el pueblo a Moisés, y Moisés oró al SEÑOR y el fuego se
apagó. (Números 11:1-2)

Y se encendió la ira del SEÑOR contra Israel, y los hizo vagar en el desierto por
cuarenta años, hasta que fue acabada toda la generación de los que habían
hecho mal ante los ojos del SEÑOR. (Números 32:13)

He aquí el día de Jehová viene, terrible, y de indignación y ardor de ira, para


convertir la tierra en soledad, y raer de ella a sus pecadores. (Isaías 13:9)

Por tanto, esperadme, dice Jehová, hasta el día que me levante para juzgaros;
porque mi determinación es reunir las naciones, juntar los reinos, para
derramar sobre ellos mi enojo, todo el ardor de mi ira; por el fuego de mi celo
será consumida toda la tierra. (Sofonías 3:8)

Mas por causa de tu terquedad y de tu corazón no arrepentido, estás


acumulando ira para ti en el día de la ira y de la revelación del justo juicio de
Dios, el cual PAGARÁ A CADA UNO CONFORME A SUS OBRAS (Romanos 2:5-6)

Otros ejemplos de Ira de Dios fueron los diez juicios contra faraón, la muerte de Uza
ante el arca y la muerte de Ananías y Safira.
Cuando David pecó con Betsabé, Dios perdonó a David por su arrepentimiento, pero
el bebé murió y aunque después nació Salomón, las consecuencias del pecado perduran en
los descendientes de David. Sus hijos caen en los mismos pecados del padre. La Ira Lenta
tiene lugar cada día en los efectos a largo plazo por nuestros pecados.

Somos unos necios al pensar que los pecados que no saltan a la vista como la
amargura, el rencor, el incumplimiento de los mandamientos de Dios u ocultar la verdad no
tendrán consecuencias. Dios pospone el juicio misericordiosamente mientras ofrece gracia,

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pero su Ira se va acumulando como el agua detrás de una represa. Es sólo cuestión de
tiempo. “Porque Dios traerá toda obra a juicio, juntamente con toda cosa encubierta, sea
buena o sea mala”(Ecl 12:14). Por cada mandamiento que incumplimos, tarde o temprano,
habrá una consecuencia. El pecado sin consecuencias es como la luz sin energía, el fuego sin
calor, o la lluvia sin agua. Es más, cada mandamiento que incumplimos trae consigo una
pena establecida: “la paga del pecado es muerte”. La justicia de Dios es inflexible.
Pese a todo lo anterior, hay buenas noticias, Jesús recibió el castigo por tu
desobediencia y tu pecado cuando murió en la cruz. La doctrina de la propiciación dice que
Jesús se hizo a sí mismo el objeto de la ira de Dios.
Eso es lo que la Biblia quiere decir: “Y él es la propiciación por nuestros pecados; y no
solamente por los nuestros, sino también por los de todo el mundo” (1 Juan 2:2). La palabra
“propiciación” significa literalmente “apartar la ira”. La ira de Dios ha sido alejada de
nosotros y redirigida hacia Jesús.
Él se llevó todo el impacto de la ira de Dios en la cruz para satisfacer su justicia. La
muerte de Jesús en la cruz muestra el precio real del pecado. Incumplir los mandamientos
de Dios te costará la muerte. La justicia de Dios lo requiere. Pero no nos olvidemos del amor.
¿Qué otra cosa podría haber sido la razón divina? El amor por ti fue lo que motivó a Jesús a
tomar la ira de Dios en tu lugar. Recuerda, la Justa Ira de Dios reclama tu muerte y sin
embargo al mismo tiempo, Dios hizo que su propio Hijo pagara el precio por ti. “Él nos amó
a nosotros, y envió a su Hijo en propiciación [un sacrificio para alejar la ira de Dios] por
nuestros pecados” (1 Juan 4:10). El amor de Dios se encuentra con la justicia divina en la
cruz. En eso consiste la “propiciación”.
En la Cruz del Calvario, La misericordia y la verdad se encontraron; La justicia y la paz
se besaron (Salmos 85:10)

Justificación
La justificación es la respuesta de Dios a la fe genuina por medio de la cual Él perdona
nuestro pecado y simultáneamente declara que nuestro estado legal es “perfecto y sin
pecado” y nos da crédito por la vida recta que vivió Jesús.
El tema de la Reforma, La justificación por fe es el campo de batalla donde se han torturado,
crucificado o quemado mártires en una estaca.

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El mundo ha sido adoctrinado mentalmente y enseñados que la justicia de Dios es una


balanza. Los buenos pensamientos y las buenas obras se ponen en uno de los platillos; los
malos pensamientos y las malas obras, en el otro. Si las buenas sobrepasan a las malas el
Día del Juicio, la persona se salvará. Satanás ha tatuado la idea de la balanza en el
cerebro del mundo.
“Justificación” y “rectitud” son términos aceptados que se utilizan en la Biblia y que
denotan un estado de perfecta inocencia ante Dios. Honestamente, palabras como
perfecto, santo y justo nos confunden porque en el fondo sabemos que ninguno de nosotros
está a la altura. La Biblia dice: “No hay justo, ni aun uno; No hay quien entienda. No hay
quien busque a Dios. Todos se desviaron, a una se hicieron inútiles. No hay quien haga lo
bueno, no hay ni siquiera uno” (Romanos 3:10-11).
La condición humana no tiene esperanza y nadie está a la altura. Por otro lado, Jesús
fue completa y absolutamente obediente a las leyes de Dios. Vivió toda su vida sin incumplir
ni un sólo mandamiento. Hizo todo lo que nosotros deberíamos haber hecho (pero no
hicimos) y lo hizo desde su niñez. (23) Es más, Jesús pagó la pena por nuestro pecado en la
cruz. Subraya esta oración:
(1) alguien debía vivir una vida perfecta en nuestro lugar y
(2) alguien tenía que pagar el castigo por nuestro pecado.
Jesús hizo ambas cosas por nosotros. La cuestión es cómo conseguimos crédito por la vida
recta que él vivió y por su muerte expiatoria. ¿Cómo se hace el cambio? ¡Con fe!

Jesús comparó la salvación por nuestra fe en Él con la serpiente de bronce que Moisés
levantó en el desierto porque los hijos de Israel también se salvaron por fe. “Como Moisés
levantó la serpiente en el desierto. . .”(Juan 3:14). Cuando la gente sufría bajo el juicio del
pecado, lo único que tenían que hacer era mirar a la serpiente y se salvaban.
Sólo MIRAR. ¿Qué cuesta eso? ¿Qué puede ser más fácil que levantar la vista y mirar
la promesa de Dios? “. . . así es necesario que el Hijo del Hombre sea levantado”. MIRA a
Jesús, nuestra única esperanza. Mira a aquél que hizo todo lo que tú NO pudiste hacer por
ti mismo. El evangelio nos llama a dejar de mirar en nuestro interior, dejar de mirar nuestras
buenas obras y dejar de mirar a la gente que hay a nuestro alrededor. A los conductores
profesionales se les enseña a prestar atención a los movimientos de cabeza de los
conductores que hay a su alrededor porque la gente gira en la dirección en la que mira.
La verdad suprema de la justificación por fe en Cristo y dice: «Mira, ¡mira y sé salvo!».

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La ley revela un modelo de justificación tan inalcanzable que sólo un loco (o alguien
engañado) miraría a la salvación por las obras de la ley. Cuando tratamos de ganarnos el
favor de Dios con buenas obras, lo único que hacemos es avivar las llamas del infierno.
Sólo cuando entendemos la realidad de la justicia de Dios y a la ira venidera, nuestra
hipocresía acabará. Cualquier sistema de justificación basado en las obras arderá en llamas.
Nuestra única esperanza de justificación es sólo por fe y solamente en Cristo.

Redención
La redención es nuestra emancipación (Libertad) del pecado, un cambio de propiedad para
que podamos servir a nuestro nuevo amo que pagó nuestro rescate con su propia sangre.

En una subasta de esclavos se escucha:


«¡Vendida!».
La esclava miró a su nuevo amo mientras bajaba de la plataforma de subastas. Era imposible
saber qué tipo de amo sería por su aspecto. Sólo se preguntaba si la violaría aquella noche
y cuáles serían sus tareas diarias. Así que la esclava se sintió aturdida cuando su nuevo amo
la abrazó dulcemente y le dijo: «Que Dios te bendiga, querida. Eres una mujer libre. Hoy te
libero». Le puso la carta de emancipación en la mano. Ella se quedó sin habla.
Esta historia verídica representa la teología de la redención. Las palabras redención,
redimido, rescate y esclavitud son parte de la familia de palabras asociadas a la doctrina de
la redención. La redención remite a nuestra esclavitud al pecado en Génesis 3 pero el
desarrollo completo se produce en el rescate de Israel de su esclavitud en Egipto.

Por tanto, di a los hijos de Israel: «Yo soy el SEÑOR, y os sacaré de debajo
de las cargas de los egipcios, y os libraré de su esclavitud, y os redimiré
con brazo extendido y con juicios grandes. (Éxodo 6:6)

El pueblo de Dios estaba formado por esclavos redimidos fuera de Egipto para
dedicarse a servirle a Él. Así el éxodo se convierte en un modelo para nuestra relación de
siervos con Dios. Fuimos esclavizados por el pecado, pero Jesús pagó el precio para
liberarnos.

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Después de que la esclava (historia inicial) fuese liberada, preguntó con lágrimas de alegría:
«¿Significa esto que puedo ir donde quiera y hacer lo que quiera?».
«Sí», dijo el hombre con una sonrisa. «Puedes ir donde quieras y hacer lo que quieras».
La esclava le cogió de la mano y le dijo: «Entonces quiero ir contigo»
Bíblicamente, eso es lo que significa ser redimido. Hemos sido comprados y liberados,
pero no estamos sin amo. Si se entiende adecuadamente, la redención es un cambio de
propiedad y servimos a nuestro nuevo amo en amor. Dios siempre nos pidió obediencia por
amor. Los Diez Mandamientos se introdujeron recordándonos su amor. Dios cuenta sus
actos de redención y de misericordia: “Yo soy Jehová tu Dios, que te saqué de la tierra de
Egipto, de casa de servidumbre”.(28) Primero vino el amor; después, los Diez
Mandamientos. La obra de Jesús en la cruz es la luz más brillante de la redención de Dios
impulsada por el amor: “Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo
unigénito”.(29) Es la sangre de Jesús aflorando, fluyendo y derramándose lo que nos hace
libres.
“En quien tenemos redención por su sangre, el perdón de pecados según las riquezas
de su gracia”.(30) Dios derramó su sangre para redimirnos, así que la única cosa lógica que
podemos hacer con nuestra libertad es tomar de la mano al que nos liberó e ir con Él. Lo
que animaba a los discípulos, apóstoles y escritores del Nuevo Testamento era esa eterna
deuda de amor. Las epístolas del Nuevo Testamento suelen comenzar con afirmaciones
como “Pablo, siervo de Cristo”, “Simón Pedro, siervo” o “Santiago, siervo de Dios”. La idea
de que somos libres para hacer lo que nos parezca es una aplicación flagrantemente errónea
de la teología de la redención. El apóstol Pablo dice: “Por todos murió, para que los que
viven, ya no vivan para sí, sino para aquel que murió y resucitó por ellos”.(31) “Para que […]
ya no vivan para sí”, significa que nuestra vida ya no nos pertenece. Una vida ególatra y
egoísta en nombre de la libertad es un insulto a todos los aspectos de la expiación.
Queda un futuro componente de la redención por cumplirse. Jesús dijo que a sus
siervos les esperarían tiempos difíciles, pero que ante las señales de su venida, podremos
“[Levantar nuestra] cabeza, porque [nuestra] redención está cerca”.(34) Un día, los
redimidos heredarán un mundo perfectamente restaurado sin pecado, como antes de la
caída. La creación gime por ello tanto como nosotros.(35) Que todos nosotros seamos
hallados trabajando cuando Él vuelva, salvando y cuidando almas. Que todos oigan las
palabras de bendición: “Bien, buen siervo y fiel”.36

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Regeneración
La regeneración es la infusión de la naturaleza divina de Dios que trae una nueva vida
espiritual confirmada por un fruto genuino.(37)

Un joven llamado Luis García, nunca había leído la Biblia hasta que tuvo que investigar
por si mismo algo que le molestaba, su novia se había hecho cristiana y él no estaba de
acuerdo, alguien le comentó que estaba criticando abiertamente un libro que no había leído
nunca. Por eso, a regañadientes, comenzó a leerla. ¡Vaya!, pensó, es interesante. Le hacía
sentir incómodo, pero también lo que leía era persuasivo, así que siguió leyendo. Luis
cuando hablaba, hablaba con 90% maldiciones y llevaba una vida muy mala, pero le daba
igual lo que pensasen los demás hasta que tuvo que leer “ese libro”. Ahí es cuando
comenzaron a pasar cosas extrañas. Sintió olas de culpabilidad; se sintió avergonzado por
cosas que había hecho cientos de veces sin una pizca de remordimiento. Cuando hablaba
mal, pensaba: ¡eso suena fatal! Y se tapaba la boca.
Las preguntas comenzaron a irritarlo como picos en el cerebro. ¿Por qué estas cosas
me molestan de repente? ¿Por qué se me meten estas nuevas ideas en la cabeza y de dónde
vienen? ¿Por qué me despierto de noche pensando en estas cosas? El sabía que tenía algo
que ver con la Biblia. «Me estaba volviendo loco», dice ahora. «No sabía lo que me estaba
pasando. ¿Cómo me podía pasar todo aquello por la Biblia? ¡Si era TAN SÓLO UN LIBRO!».
A Luis lo dominaban instintos animales como el de supervivencia, el consumismo y el
placer. Pero después se encontró con la Palabra Viva y un nuevo poder comenzó a actuar
en él.
“Porque la palabra de Dios es viva y eficaz, y más cortante que toda espada de
dos filos; y penetra hasta partir el alma y el espíritu, las coyunturas y los
tuétanos, y discierne los pensamientos y las intenciones del corazón”.
(Hebreos 4:12)

Dios le dio a Luis una nueva vida espiritual, lo que los teólogos llaman regeneración.
Estaba siendo levantado de entre los muertos y ni siquiera lo sabía. La experiencia lo
confundía, pero al igual que al salir de la tumba, vio la luz por primera vez.

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De repente estaba despierto y todo era nuevo. “De modo que si alguno está en Cristo,
nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas”. (2ª Cor 5:17)

La regeneración es la infusión de una nueva vida espiritual. El cambio es tan radical


que Jesús se refirió a él como un nuevo nacimiento. Le dijo a Nicodemo: “El que no naciere
de nuevo, no puede ver el reino de Dios” (Juan 3:3).

La Biblia nos describe como muertos pero hechos vivos; caminábamos en la oscuridad
cuando la luz comenzó a brillar; vivíamos como animales por los dictados de la carne hasta
que Dios nos resucitó y nos dio una nueva naturaleza espiritual. (41) La regeneración es un
cambio completo, tanto por dentro como por fuera.
En el interior, cambian los apetitos. Una criatura nueva tiene nuevos deseos: un nuevo
amor y temor de Dios; un nuevo deseo de obedecer y agradar a Dios; nueva hambre de
verdad y conocimiento de la Biblia; un nuevo apetito por las cosas inmateriales como la
SABIDURÍA, que alimenta la mente y ayuda a tomar las decisiones de la vida; nuevos hábitos
del corazón; una manera nueva de entender la vida; un nuevo deseo de comunión con otros
discípulos de Jesús; un nuevo sistema nervioso espiritual que siente culpa y dolor por la
desobediencia y discierne la guía del Espíritu Santo; un nuevo deseo de alabar y adorar; un
nuevo corazón de compasión por los pobres y los oprimidos; una nueva carga por los
perdidos, que no tienen a Cristo. Esta lista no está completa, pero da una idea de cómo la
regeneración influye en todos los aspectos de tu vida.
Por fuera, el cambio no es menor. La regeneración genuina causará el paso de una
preocupación general por nosotros mismos a una vida que ama a los demás y se centra en
lo de afuera. Un carácter resucitado florece y da fruto. Las cosas viejas mueren y las nuevas
ocupan su lugar. Jesús dijo que la verdadera naturaleza de un árbol se ve por su fruto. “Así,
todo buen árbol da buenos frutos, pero el árbol malo da frutos malos. No puede el buen
árbol dar malos frutos, ni el árbol malo dar frutos buenos. Todo árbol que no da buen fruto,
es cortado y echado en el fuego. Así que, por sus frutos los conoceréis”.(42)
Jonathan Edwards, (43) compara a los falsos conversos con estatuas. Pueden tener la
imagen de alguien real y parecerse muchísimo a la cosa real, incluso de un modo hermoso.
Sin embargo, no tienen el principio de vida en ellos. La ausencia del buen fruto lo prueba de
forma decisiva. La prueba de la regeneración genuina es (1) los frutos del espíritu: amor,
gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre y templanza, (2) obediencia a
los mandamientos de Dios, y (3) buen fruto (obras).(44)

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Conclusión
La regeneración tiene un poder increíble. Cuando pensamos en poder, imaginamos
cosas que matan y destruyen en masa o tecnología que hace cosas alucinantes. Pero ¿qué
poder atómico puede cambiar un corazón humano? ¿Qué fuerza de la naturaleza puede
limpiar una conciencia manchada de pecado? ¿Qué poder tienen la ciencia y la tecnología
para convencer a alguien de su culpa por haber incumplido los mandamientos de Dios?
Ninguna. Así que, la regeneración representa un poder impresionante que está más
allá del alcance y de la imaginación humanas. La regeneración es el regalo misericordioso
de Dios de poder para los niños, que los rescata de tener una existencia carente de vida. La
regeneración a una edad temprana no garantiza una vida fácil y libre de dolor, pero sí ayuda
a evitar muchos lamentos y vidas malgastadas. Luis García es otro ejemplo del poder de
Dios. Él nos recuerda que Dios transforma la vida a cualquier edad. Dios le dio a Luis el poder
de liberarse de la fuerza gravitatoria de su pasado. El no se escapó, lo rescataron.
Luis es una nueva creación con un nuevo futuro, un nuevo futuro en la tierra y en el
cielo. Ahora, cuando Dios mira a Luis García, ve un hombre que tiene los rasgos de su familia.
Tiene una nueva naturaleza espiritual, un nuevo corazón, una nueva mente y el poder divino
de vivir una vida que agrada a Dios.

Santificación
La santificación tuvo lugar en el instante en que Dios (1) nos apartó en la conversión
cuando ( 2 ) comenzamos el largo proceso de dedicarnos en carne y hueso a ser santos hasta
que (3) nuestra santificación se haga completa cuando Cristo vuelva.

Como recién convertidos quisiéramos saber por qué seguimos luchando, si la


regeneración tiene tanto alcance; pero la regeneración marca tan sólo el comienzo de
nuestra nueva vida. La lucha y el superar las pruebas que siguen a la conversión se llaman
santificación y se produce de forma progresiva. Dios no nos salvó y nos apartó sólo para
marcharse y olvidarse. “El que comenzó en vosotros la buena obra [fuisteis santificados], la
perfeccionará [estáis siendo santificados] hasta el día de Jesucristo [seréis santificados por
completo]” (Filipenses 1:6). Ten clara la diferencia entre regeneración y santificación. La
regeneración es el alcance más amplio de la obra de Dios en nosotros; la santificación es

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cuando ésta penetra en lo más profundo de nuestro ser. La regeneración es extensiva; la


santificación, intensiva.
Sí claro, sería estupendo si todas tus luchas y tentaciones se alejaran cuando te
conviertes, pero eres tú el que se ha salvado, no nuestro mundo caído. Es más, la disposición
de Satanás hacia ti no se suavizó tras tu deserción hacia la luz. Tu decisión de recorrer un
nuevo camino no pasará sin una reacción de huestes malignas. La Biblia representa ese
desafío y la obra en curso de Dios en ti como un viaje. Éste es el viaje más importante de tu
vida, así que céntrate en el plan y en el propósito de Dios: la santidad.
Los términos “santidad” y “santificación” son casi sinónimos, definidos por la propia
naturaleza santa de Dios: Él es único y está separado. La noción bíblica de pureza surge en
realidad de la idea básica de separación.
Nos conservamos puros cuando nos mantenemos separados como instrumentos
totalmente dedicados a Dios. “Pero en una casa grande, no solamente hay utensilios de oro
y de plata, sino también de madera y de barro; y unos son para usos honrosos, y otros para
usos viles. Así que, si alguno se limpia de estas cosas, será instrumento para honra,
santificado, útil al Señor, y dispuesto para toda buena obra” (1ª Timoteo 2:20-21).
La santidad de Dios era intocable hasta que Cristo vino y habitó entre nosotros. Los
ángeles, sin pecado, se cubrieron los ojos y los pies porque Dios es “Santo, Santo, Santo”.
Con sólo un vistazo, el profeta Isaías lloró: “¡Ay de mí! que soy muerto” (Isaías 6:5).
Somos llamados a recorrer el camino de la vida del mismo modo en que lo hizo Jesús.
(1ª Juan 2:6)
La santificación tiene dos partes que tendrás que abrazar: (1) eres santo y (2) te
vuelves santo. Con la mano derecha, aférrate a la verdad de que fuiste santificado (separado
por Dios) en el instante en que fuiste salvo. Con la mano izquierda, aférrate a la verdad de
que Dios también te inscribió en el curso de santidad que dura toda una vida.
Primero, hablemos sobre tu parte. Filipenses 2:12 dice: “[Buscad] vuestra salvación
con temor y temblor”. No eres salvo por obras, pero sí eres santificado por ellas. La santidad
es el resultado lógico para lo que Dios comenzó cuando te salvó. Son las matemáticas de
Dios, y tu parte es buscar el resultado. Segundo, Dios obra. Filipenses 2:13 añade: “Dios es
el quien en vosotros produce así el querer como el hacer, por su buena voluntad”. El
versículo 12 dice que tú eres el que trabaja; el 13 dice que el que trabaja es Dios, así que
trabajamos en una sociedad con Dios (adivina quién hace la parte más dura). El viaje de la
santificación es un trabajo de cooperación con Dios para hacerte santo, la obra que comenzó
en ti, en tu conversión.

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Conclusión

Dios ordena: “Sed santos, porque yo soy santo”. (1ª Pedro 1:16) Es un objetivo
majestuoso. Si caminamos como Jesús caminó, lo natural es que, en nuestro viaje, nos
enfrentemos a los mismos desafíos que le confrontaron a Él. De hecho, los nuevos desafíos
confirman nuestra nueva vida en Cristo, ya que sólo los peces vivos nadan corriente arriba,
así que ten paz en cuanto a las pruebas y a las dificultades.
Dios, además de darse a sí mismo, nos ha dado todo lo necesario para llegar a la meta.
Nos ha dado la Biblia, la oración, el Espíritu Santo, los dones espirituales y una familia
maravillosa con la que viajar.
El camino de la santidad nos lleva a casa. Ése es el tercer aspecto (ampliando así la
definición) de la santificación. En la gloria somos santificados por completo; no más luchas,
no más desear y no tener.
Llegamos a conseguir todo aquello por lo que hemos trabajado: ser como Jesús.
(Filipenses 3:21) Nuestra misión durante el camino es ganar a tantas personas como
podamos para que se unan a nosotros en el viaje. Nosotros fuimos salvos por alguien y otros
serán salvos por nosotros. No hace mucho éramos nosotros los que andábamos como
ganado en el camino ancho directos al matadero, y ésta será la única vez en toda la
eternidad que podamos ganar y salvar a otros durante el camino.
Gracias al Dios todopoderoso, fuimos separados.

Reconciliación
La reconciliación es el principal objetivo de la obra expiatoria de Dios a través de
Jesucristo, que quita el pecado y el odio que nos separa y construye un puente para que
nuestra relación continúe durante toda la eternidad.
A un nivel cósmico, Satanás está en guerra contra Dios. Él trabaja para separar a la
gente del Dios que realmente les ama.
El diablo llena las mentes de basura que mancha la imagen y la reputación de Dios. (y
no es que pueda leer tu mente, pero sí ve tus actos.) Jesús dijo que el diablo es un mentiroso:

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Las Doctrinas de la Cruz

“Cuando habla mentira, de suyo habla; porque es mentiroso, y padre de mentira” (Juan
8:44)
La separación entre Dios y la humanidad se produjo cuando Satanás lanzó una
mentira enorme a la mente de Eva: “No moriréis; sino que sabe Dios que el día que comáis
de él, serán abiertos vuestros ojos, y seréis como Dios”, (un Dios que de verdad te ama, no
te ocultaría nada). Eva comió del fruto prohibido y Adán estaba ahí con ella.
La desobediencia cortó la cuerda que nos unía a la vida y se produjo la muerte por la
separación. Así que piensa en el pecado como lo opuesto a la santidad. Fundamentalmente,
la santidad es el hecho de que Dios está separado; el resultado del pecado es nuestra
separación de Dios. La muerte la hace eterna. El que Dios esté separado es la vida y la
bendición de la que fluyen todas las bendiciones.
Nuestra separación de Dios significa la muerte, al igual que el frío es la separación del
calor o la oscuridad es la separación de la luz. La reconciliación cubre ese vacío.
El retrato más famoso de la reconciliación es la pintura de Miguel Ángel de Dios
estirando el brazo para tocar el dedo de Adán. Es la doctrina expresada por el arte. La Biblia
lo expresa así:
“Porque si siendo enemigos, fuimos reconciliados con Dios por la muerte de su
Hijo, mucho más, estando reconciliados, seremos salvos por su vida. Y no sólo
esto, sino que también nos gloriamos en Dios por el Señor nuestro Jesucristo,
por quien hemos recibido ahora la reconciliación”. ( Romanos 5:10-11)

La gracia de Dios es impresionante. Piénsalo. El odio, la enemistad y la hostilidad


describen la actitud de la humanidad hacia Dios. El amor, la misericordia y la gracia
describen la actitud de Dios hacia nosotros. ¿No es santo? ¿No es grande y bueno? ¿No es
totalmente diferente a nosotros?
Mientras nosotros nos llenamos de odio, nos rebelamos y escupimos en el nombre
de Dios, Él trabajaba pacientemente para construir el puente para que llegásemos a salvo a
casa. “Pero ahora en Cristo Jesús, vosotros que en otro tiempo estabais lejos, habéis sido
hechos cercanos por la sangre de Cristo” (Efesios 2:13). En la cruz, Jesús fue como el doctor
que recibe mordiscos, cortes y desgarrones mientras intenta restaurar dulcemente los
huesos rotos del animal y curarle las heridas abiertas. Adoramos a Dios, que responde a
nuestro odio con tanto amor.
Pero Satanás cuenta otra historia. Dice que Dios no te quiere, que Dios no existe o
cualquier otra basura.

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Las Doctrinas de la Cruz

“Y a vosotros también, que erais en otro tiempo extraños y enemigos en vuestra mente,
haciendo malas obras, ahora os ha reconciliado”. (Efesios 1:21)

Conclusión

La reconciliación es el principal objetivo de la obra expiatoria de Dios a través de


Jesucristo, que quita el pecado y el odio que nos separa y construye un puente para que
nuestra relación continúe durante toda la eternidad. Dios hizo que la expiación fuese fácil
de entender, pero tienes un oponente que lo confunde todo.

Porque agradó al Padre que en Él habitara toda la plenitud, y por medio de Él reconciliar
todas las cosas consigo, habiendo hecho la paz por medio de la sangre de su cruz, por medio
de Él, repito, ya sean las que están en la tierra o las que están en los cielos. Y aunque
vosotros antes estabais alejados y erais de ánimo hostil, ocupados en malas obras, sin
embargo, ahora Él os ha reconciliado en su cuerpo de carne, mediante su muerte, a fin de
presentaros santos, sin mancha e irreprensibles delante de Él, si en verdad permanecéis en
la fe bien cimentados y constantes, sin moveros de la esperanza del evangelio que habéis
oído, que fue proclamado a toda la creación debajo del cielo, y del cual yo, Pablo, fui hecho
ministro. (Colosenses 1:19-23)

De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí,
son hechas nuevas. Y todo esto procede de Dios, quien nos reconcilió consigo mismo por
medio de Cristo, y nos dio el ministerio de la reconciliación; a saber, que Dios estaba en
Cristo reconciliando al mundo consigo mismo, no tomando en cuenta a los hombres sus
transgresiones, y nos ha encomendado a nosotros la palabra de la reconciliación.
Por tanto, somos embajadores de Cristo, como si Dios rogara por medio de nosotros; en
nombre de Cristo os rogamos: ¡Reconciliaos con Dios! (2ª Corintios 5:17-20)

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