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BLOQUE VII- Texto y Contexto de la Filosofía Trascendental kantiana en

La Crítica de la Razón Pura: Presentación

La vida de Kant tiene como telón de fondo el desarrollo y despliegue del denominado
despotismo ilustrado. En el Bloque V se delimitó el sentido de su significación de
“ilustrado”; el término ilustrado designa un proceso de racionalización y de
secularización consistente en la invención de una burocracia estatal destinada a
consolidar un poder autártico. En este sentido, el primer hito importante del
despotismo ilustrado alemán es la creación de un ejército permanente, este dispositivo
de subordinación territorial activa y da inicio a una lógica de unificación territorial,
cuyas características pueden relacionarse con la forma en que la cultura intelectual del
siglo XVIII, en particular, la filosofía kantiana entiende la actividad y función de
unificación de la razón, aun cuando no hagamos de la filosofía kantiana un pensamiento
complaciente con el poder estatuido.
La filosofía es siempre un lugar de disidencia respecto de su propio contexto, pero esta
independencia no vuelve a las filosofías sordas y mudas respecto de las experiencias
sociales en las que están insertan.
En este bloque se analizará el proyecto kantiano de construcción de la metafísica como
ciencia, que es en el campo del conocimiento, un proyecto de unificación y de unidad,
en la medida en que la metafísica es un campo de disputas. La obra de referencia es la
Critíca de la Razón Pura.
En la primera parte de esta clase se expondrán elementos sustantivos del despotismo en
general como del contexto de la vida del filósofo, en la segunda parte, se presentará el
proyecto kantiano a partir del comentario del prólogo de 1787.

Clase teórica- expositiva nro. 1- Despotismo y racionalización de la vida

I.1 El despotismo en 1713-1740: Poder y tolerancia religiosa

1713-1740 es un periodo nodal para comprender la lógica inaugural del


despotismo ilustrado, en efecto, en línea con las exigencias de un estado que consolida
como monarquía patrimonial, con monopolio en el uso de la fuerza, Federico
Guillermo I pone fin a una economía basada en la exportación de materias primas e
importación de manufacturas, e impone una economía proteccionista. Promueve la
diversificación en los cultivos y la eliminación de los baldíos mediante un proceso de
colonización interna de campesinos y artesanos: para 1720 se habían introducido más
de 20.000 protestantes de origen hugonote de Saltzburgo.

El estado prusiano es tolerante respecto de las diferencias religiosas: su


programa político y económico del despotismo no demanda unidad religiosa. La unidad
política se construye a partir de la constitución de un estado centralizado, que lleva

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adelante la creación de dispositivos de subordinación, y de una economía que también
requiere de mecanismos también subordinantes, para la potenciación de sus riquezas,
como lo es el programa de colonización interna de protestantes.

La tolerancia prusiana consiste precisamente en respetar las creencias en tanto y


en cuanto se garantice la obediencia al monarca, se admiten las diferencias, pero ellas
son políticamente silenciadas y sólo se las integra como fuerza de trabajo.

En el plano de esta nueva organización de la economía se observa el mismo


proceso de ruptura con las relaciones feudales: del antiguo régimen de servidumbre de
prestaciones generales se avanza hacia la configuración del funcionario de estado, a
través de la creación de organismos centralizadores encargados de hacer cumplir la
decisión del monarca. Así, la creación del Directorio General y Supremo de Hacienda,
Guerra y Dominios - surgido de un proceso de fusión de otros organismos- se constituye
en la única instancia de decisión que resume todas las competencias territoriales y de
materias de gobierno.

¿Cómo funciona este nuevo poder?

El estado prusiano concentra, entonces, el poder del monarca a través de la


generación de una burocracia de organismos centralizadores de las decisiones políticas:
El Directorio General y Supremo de Hacienda, Guerra y Dominio, con sede en Berlín
como capital, es el núcleo principal del poder monárquico: allí se resumen todas las
competencias territoriales y todos los asuntos de gobierno. Este órgano máximo de
gobierno está constituido por cuatro ministros y por un consejo que llega a contar con
veinte miembros. Cada ministro tiene a cargo unas provincias y unas materias de
gobierno (hacienda, comercio, industria y correos).

A ese órgano de gobierno están –entonces- subordinadas las provincias, cada


una precedida por un organismo, cuyos miembros ofician de funcionarios del estado; el
paso de las estructuras feudales a esta nueva organización significa un cambio en las
relaciones de poder: las provincias pierden la autonomía política que supo reservarles el
sistema de las relaciones de feudo y vasallaje, como por ejemplo el derecho de los
señores de tener un ejército propio, para convertirlas en jurisdicciones dependientes del
poder central. Ahora, el único que detenta el poder de policía es el estado.

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Las autoridades provinciales son especialmente constituidas con el único fin de
reunir y subordinar los elementos de este espacio disperso de dominios estamentales que
la componían: su destino se cifra en ser un eslabón de esta cadena de mandos. Como
muy bien lo describe Foucault en Vigilar y Castigar1 cada posición de autoridad no es
sino una posición de obediencia en tanto y en cuanto sólo cumple las órdenes emanadas
del poder central. Las provincias funcionan de manera colegiada reuniendo en sí todas
las funciones administrativas, desde las gubernamentales hasta las judiciales; el
organismo que se corresponde con este funcionamiento colegiado de funcionarios es la
Cámara Provincial de Guerra y Dominios.

Esta lógica de ordenamiento del espacio prusiano llega hasta el campo y la


ciudad a través de una tercera jurisdicción: los distritos. El campo reúne los territorios
de dominio real y otros, de diversa particularidad. Los primeros están controlados por
los alguaciles reales, encargados de su arriendo y explotación, el resto de los dominios,
por los comisariados rurales. No quedan en Prusia espacios ociosos y sin control del
poder monárquico. Alguaciles reales y comisariados rurales dependen directamente de
la Cámara Provincial de Guerra y Dominios.

Las ciudades, por su parte, están precedidas por el Comisariado de Guerra e


Impuestos, su función principal es hacer valer el poder del ejército: fuerza
disciplinadora y dispositivo de inculcación del valor del sacrificio de la población por el
Estado. Dicho organismo asegura el mantenimiento de la policía y del ejército mediante
la recaudación tributaria.

Como puede observarse, la organización del espacio prusiano comporta tres


niveles de unificación y subordinación de los elementos que lo componen: el primero: la
capital, centraliza la decisión política en la figura del monarca y el directorio; el
segundo nivel: lo constituyen las provincias con autoridades subordinadas a aquella
primera instancia; el tercero: los distritos y su partición en ciudad y campo, como
espacios en relación de subordinación al segundo y primer nivel del poder concentrado.

Ejército, burocracia y potenciación de los recursos genuinos del reino


constituyen tres dispositivos solidarios entre sí, puesto que juntos contribuyen a la

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En Vigilar y Castigar, Foucault (1989)[1976] desarrolla una etnografía del espacio social de principios
del siglo XVIII. Allí desarrolla el concepto de disciplina como un articulador de la sociedad en dicho
periodo, destaca precisamente que la disciplina es una relación de poder caracterizada por la
inmovilización política de los individuos a través de dispositivos de aislamiento, cuyo efecto es
neutralizar o impedir las posibles relaciones de solidaridad que pudieran surgir entre ellos.

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configuración de un orden, a la vez que conjuran los peligros que entrañan aquellos
elementos dispersos.

I.2 El despotismo en 1740-1786: Los años del rey filósofo

Los años 1740 y 1786, constituyen los años de reinado de Federico II, El
Grande, denominado “rey filósofo”, periodo coincidente con el desarrollo de la filosofía
trascendental kantiana. Las palabras de Kant confirman aquella apreciación
generalizada en el campo intelectual de la época: “¿vivimos ahora en una época
ilustrada?, responderíamos que no, pero sí en una época de ilustración, todavía falta
mucho para que la totalidad de los hombres, en su actual condición, sean capaces o
estén en posición de servirse bien y con seguridad del propio entendimiento, sin acudir a
la guía de otro en materia de religión. Sin embargo, ahora tienen campo abierto para
trabajar (…) nuestro tiempo es la época de la ilustración o el siglo de Federico. Un
príncipe que no encuentra indigno de sí declarar como no prescribir nada a los hombres
en cuestiones de religión, sino que los deja en plena libertad y que, por lo tanto, rechaza,
el pretencioso nombre de Tolerancia, es un príncipe ilustrado”. (Kant, 2007:18-28
[1783])

La historiografía afirma que “contrariamente a su progenitor, Federico II


presentaba una inteligencia tan sobresaliente como de refinada cultura”, su educación
francesa lo acerca hacia las nuevas ideas provenientes del movimiento ilustrado: lector
de Leibniz y Wolf, incluso mantuvo relación directa con Voltaire y d´Alambert.

Entre los hechos destacados de su política ilustrada se mencionan el


establecimiento del principio de libertad religiosa, la rehabilitación de Cristian Wolf,
quien había sido desterrado por su padre, en su cátedra de Halle; así como el apoyo a la
rehabilitación de la Academia de las Ciencias de Berlín.

La historiografía no deja de señalar que Federico II, si bien se proclama en


defensa de las ideas ilustradas, sus prácticas de gobierno no se corresponden con los
principios ilustrados, según los cuales la legitimidad del poder del príncipe reside en la
voluntad de los gobernados: el acto de su coronación, pletórico de una simbología
sacral, ponía en evidencia que en realidad fundaba su autoridad en Dios y no en el
pueblo.

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En el texto kantiano arriba citado, puede leerse una valoración en lo referente a
la libertad religiosa del reinado de Federico II: se destaca que el monarca demuestra sus
principios no a través del discurso, sino en la práctica; y en efecto, al igual que su padre,
tolera las confesiones en tanto y en cuanto la población obedece. Federico II acoge a los
jesuitas perseguidos por toda la Europa católica en el marco de una profundización de la
política de colonización interna destinada a la producción de riquezas, la cifra de
colonos llega a 300.000.

Su política mercantilista y proteccionista se traduce en la creación de industrias


para la producción de porcelanas, sedas y terciopelo, así como en el desarrollo de
industrias extractivas y de transformación metalúrgica destinada a la producción de
mineral de hierro y de carbón. Este aumento en la producción industrial y comercial da
origen a la creación de ministerios: el Ministerio de Comercio e Industria, y este último,
a la aparición de tres nuevos ministerios: el Ministerio de Correos, el Ministerio de
Minas, y el Ministerio de Montes, así como la creación del Banco de Prusia.

Federico II conserva la misma estructura burocrática de organismos de


centralización y unificación del poder, perfecciona las instituciones. El ejército no solo
tiene un sentido disuasorio y disciplinador, sino que ahora es utilizado en acciones de
conquista. Prusia crece en población y en territorio: en cuanto a la primera, de 1,5
millones de habitantes asciende a 5 millones; y respecto del segundo, de 111.000
kilómetros cuadrados de extensión pasa a 195 000.

Federico II, muere en 1786, sin descendencia, lo sucede el hijo de su único


hermano varón, Augusto Guillermo, que reinará hasta 1797 con el nombre de Federico
Guillermo II, años que no merecerán por parte del filósofo, la calificación que sostuvo
para Federico el Grande, para el filósofo son años de endurecimiento de la autoridad, de
intensificación de una censura que llegará hasta Kant mismo.

I.3 La vida de Kant en Köningberg ( 1724-1804)

Kant nace en Köningsber, fue el cuarto hijo de Johan G Kant y Anna Regina Su
padre fue maestro talabartero, y su madre, hija también de talabarteros. Köningsber es
una ciudad perteneciente a la Prusia oriental, ocupada por los rusos entre 1758-1762 y
recuperada por Federico el Grande tras el final de la guerra de Los Siete Años. Es una
ciudad militarizada, socialmente estratificada y convertida en un importante centro
comercial, a raíz de las políticas proteccionistas de Federico II.

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Richard Brand (2001) destaca que es una ciudad relativamente pobre en
producción industrial y cultural, que a diferencia de Holanda, Edimburgo, Glasgow,
Paris, Nápole, no acunó una “sociedad de lectura” capaz de tomar algún riesgo político
(60), como si lo fueron – por ejemplo- los circuitos clandestinos holandeses. El
desarrollo del comercio habilitó sí lazos culturales con importantes ciudades alemanas y
del exterior como Lisboa, Holanda, Inglaterra. Este último había ayudado a la
monarquía a recuperar Prusia, así como también aportó tecnologías y trabajadores
especializados, para ciertas áreas del desarrollo industrial. Las librerías conforman una
red importante de información literaria de las clases ilustradas de Könnigsber, Granja
Castro (2004) plantea la existencia de una cierta anglofilia por parte de Kant, una
amplia producción literaria inglesa es citada por el filósofo en su Antropología como
Fielding, Swift, Pope, Johnson, Chesterfield, Adam Smith, y como se leerá en los
prólogos de la Crítica, Locke y Hume son invocados, reconocidos a la hora de demarcar
su proyecto gnoseológico.

Könnigsber es cede de un importante diario: el Könnigsbergishe Gelehrten und


Politischen Zeitungen (1764-1801) que estuvo por un tiempo bajo la dirección de
Johann G. Hamann (1730-1788), filósofo y amigo de Kant. Hamann ironiza y polemiza
sobre importantes elementos de la filosofía kantiana: la exclusión de las mujeres en su
proyecto de ilustración y el purismo de la razón. Se estima que gracias a Hamann, Kant
accede a la lectura de Rousseau y de Hume (cf. Sosoe, 2002: 90).

El debate intelectual en Köningsber se produce en el seno de una red de


intercambio literario, a través de las publicaciones periódicas. Las revistas circulan con
libertad en esta ciudad comercial, posibilitando el traspaso de información y el debate
con referentes culturales de otras ciudades importantes de Europa y de Alemania. Así
por ejemplo, la revista Berlinischen Monatsschrift da cuenta de este intercambio, en
tanto reunió a distintos referentes de la intelectualidad alemana en torno a problemas
decisivos, como la pregunta misma acerca de la ilustración de 1783. Allí se dan cita
activamente Kant, Mendelssohn (1729-1786) deísta, Herder (1744-1803), entre otros.
Como observa Brandt “Los lazos comerciales de la ciudad bastaban para garantizar que
un habitante de Köningsber pudiera sentirse a la par, en lo tocante a información
literaria en general, a un habitante de Edimburgo o de Paris” (Brandt, 2001, 60), y
también –agregamos nosotros- para debatir en torno a problemas que traspasan las
fronteras locales.

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El campo intelectual de Königsber no escribe sobre economía, ni sobre la
división social del trabajo, ni sobre el interés. Esta intelectualidad vive en una sociedad
que conserva la estratificación de la sociedad estamentaria: Según Brandt, no hay
registros de movimientos de sublevación, ni de transformación material alguna, que
haya demandado movilidad y conflictividad social. Quizá, y atentos a lo que se ha
expuesto más arriba sobre las lógicas propias de construcción de la unidad territorial por
parte del despotismo ilustrado, podría afirmarse que la ausencia de conflictividad social
se debe a que en las sociedades alemanas ha calado fuertemente la disciplina,
consistente en desapoderar, aislar y cortar las antiguas relaciones de reciprocidad.

Para la crítica en general, aquella ausencia de movimientos de rebelión o


sublevación explicaría al menos en parte una diferencia importante entre la ilustración
alemana y la inglesa o escocesa, en relación con sus objetos posibles de reflexión. Se ha
señalado que mientras el iluminismo alemán - más allá de Köningsber- toma como
objeto la idea de Dios, de absoluto, de libertad como movimiento incondicionado, el
iluminismo inglés y escocés delimita su campo de reflexión en la inmanencia de los
procesos sociales concretos.

En efecto, el iluminismo particularmente escocés pudo ser cuna de las


denominadas Ciencias Sociales, en cambio, el iluminismo alemán solo sede de cierto
dogmatismo social. Al respecto, la crítica también señala, que el único referente alemán
de un pensamiento social es Christian Garve (1742-1798), un filósofo reconocido en la
cultura alemana y posteriormente eclipsado por Kant.

Garve junto a Feder publica de manera anónima la primera recensión de la


Crítica de la Razón Pura, en la Göttinger Gelehrte Anzeigen, de Enero de 1782.
Recensión que motiva preocupación en Kant y da inicio a un intercambio epistolar
sostenido entre distintos representantes intelectuales de la época. Frente a los
señalamientos de Garver-Feder, Kant se ve obligado a mostrar que la Crítica es
realmente una salida frente al dogmatismo y al escepticismo. Dos formas que ponen en
riesgo la razón misma y con ello el campo de lo social, en la medida en que o bien
produce indiferentismo hacia los temas más sustantivos para la cultura, que en la
perspectiva de Kant es Dios, la libertad de la voluntad y la inmortalidad del alma, o
bien el riesgo del fanatismo. En el contexto de este debate, Kant redacta entre otros
textos Prolegómenos a toda metafísica del porvenir que pueda presentarse como
ciencia, y prepara también una segunda edición de la Crítica.
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En cuanto a la vida de Kant en las instituciones, la crítica (cf. Caimi, 2009: XII-
XIII) informa que a los 8 años ingresa al Colegio Friedericiano, por mediación del
pastor Franz Albert Schulz, una institución de enseñanza secundaria de orientación
pietista. Allí no se estudia ni las ciencias de la naturaleza, ni la historia, sí matemática,
griego, francés y polaco. A los 16 años ingresa a la universidad. La misma consta de
cuatro facultades: Teología, Jurisprudencia, Medicina y Filosofía. Kant realiza estudios
en ciencias naturales, matemática, filosofía y teología. Martín Knutzen, lector de Wolf,
fue uno de los profesores de mayor influjo en Kant, a través suyo, el filósofo accede al
estudio de las obras de Newton.

En 1746, Kant termina sus estudios universitarios, fallece su padre y se emplea


como preceptor para distintas casas. Durante su trabajo en la casa del conde de
Keyserling, la condesa Charlotte Amalie Keyserling escribe un retrato sobre el filósofo,
que es el primero que nos llega de Kant (XII). En 1755 presenta su doctoral de
habilitación para obtener un cargo como docente privado en la Universidad de
Köningsber, cargo por el que no se recibe sueldo, la tesis es sobre el fuego. De esta
etapa son sus lecciones de matemática, ciencias naturales, antropología, lógica,
geografía, metafísica, filosofía moral, teología natural, entre otros. En 1770 es
nombrado profesor titular de lógica y metafísica. La universidad es en este periodo una
corporación con jurisdicción y administración fiscal propias. La institución es
propietaria de tierras, edificios, por lo que percibía su propia renta. Es una institución
autónoma respecto de las autoridades de la ciudad y dependiente del gobierno prusiano
(cf., Brandt, 2001:68-69). Kant integra el senado de la universidad, cumple funciones
de rector y decano. Su vida como filósofo coincide con su ciudadanía en la universidad
desde 1770 hasta 1780.

Caimi ( 2009) expone la siguiente periodicidad en relación con la gestación del


proyecto crítico kantiano: en 1769 tiene lugar su tesis de la complementariedad entre la
intuición y el conocimiento racional, en el 70, trabaja sobre la tesis del espacio y del
tiempo como principios formales del mundo sensible, es decir como representaciones
que no se obtienen por medio de los sentidos, sino que están presupuestas siempre por
éstos, a la vez que establece que el entendimiento en su “uso real” produce
originariamente ciertos conceptos que sirven para conocer la realidad inteligible. De
1772 a 1780 kant se aboca al problema acerca de cómo estas representaciones surgidas
del entendimiento y no de los objeto se aplican a los mismos. El “Legado de Duigsburg”

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de 1775 recoge esos años de preparación que desembocarán en la Crítica de la Razón
Pura. (XIII)

La Crítica de la Razón Pura tuvo dos ediciones, la primera en 1781, y la


segunda en 1787. La segunda edición cuenta con considerables cambios, recoge y
responde a los malos-entendidos surgidos en el campo intelectual de la época, el primer
equívoco al que responde es el que se origina a partir de la recepción de Garve-Feder,
que según testimonia Hamann vieron en Kant a un “Hume prusiano”. Otro de los
elementos que también están presentes es la acusación anónima de spinozismo en 1786.

En la edición que tomamos como referencia, ambas ediciones están indicadas


como A y B. La primera corresponde a la primera edición, la segunda a la edición de
1787.

Conclusión

En esta presentación del contexto de la filosofía trascendental kantiana se


destacó el proceso de racionalización en la producción del poder, por parte del
denominado Despotismo ilustrado. El despotismo se caracteriza por gobernar por el
pueblo, pero sin el pueblo. Federico II o el rey filósofo consolidó un aumento
exponencial de la población y de las riquezas, conjuntamente con una libre circulación
de las ideas. La autarquía del poder también se puede leer en la autarquía de la razón,
que también invoca Kant en su pedido de un cambio de método.

En el clima intelectual de Köningsber no hay registro de ningún proceso de


conflictividad social, lo social en Kant está referido solo a las relaciones entre las
facultades que integran la universidad y su auditorio. El público al que alude Kant lo
integra el campo de los lectores, discípulos y profesores de Köningesber y más allá de
esta modesta ciudad. La Crítica de la Razón pura se produce en este clima cómodo que
propició el despotismo, sin embargo propicia un debate en el que Kant advierte la
presencia de elementos socialmente peligrosos, en la medida en que ponía en riesgo
temas que a su criterio son de interés de la humanidad: como Dios, la libertad de la
voluntad y la inmortalidad del alma. Estos señalamientos dan cuenta de un movimiento
en el pensamiento, que si bien no parece reflejar ningún proceso social concreto, aluden
al problema de la unidad geopolítica europea, a la inminencia de la guerra que impone
siempre la dispersión en temas que son nodales para la vida en común del siglo XVIII.

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Bibliografía

Brandt, R. (2001) Immanuel Kant, Política, Derecho y Antropología, México:


Universidad Autónoma Metropolítana. Iztapalapa.

Caimi, M (2009) “Estudio Preliminar” en Kant, I,( 2009 [ 1781-1787] Crítica de la


razón pura, trad. Mario Caimi, Ed bilingüe, México: FCE.

Erhard, J. B, et al (2007) Qué es la ilustración, trad. Agapito Mestre, Madrid: Tecnós.

Piché, C, Direc, (2002) Années 1781-1801, Kant, Critique de la raison pure, Paris:
JVrin.

Foucault, Michel (1989)[1976] Vigilar y Castigar, nacimiento de la prisión, trad.


Aurelio Garzón del Camino, Bogotá: Siglo XXI.

Foucault, Michel (2006) [1978] Seguridad, territorio, población, trad. Horacio Pons,
Buenos Aires: FCE.

Ruiz Rodríguez, José (1995) “La Europa Central. El Despotismo Ilustrado en Prusia y
Austria”, en Floristán Alfredo (coord), Historia Moderna Universal. Barcelona.

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Clase teórico-expositiva nro. 2 -Comentario al Prólogo a la segunda edición de la


Crítica de la Razón Pura

En la presente clase exponemos un comentario del Prólogo a la segunda edición de la


Crítica de la Razón Pura, a la que referiremos en su forma abreviada. Dividimos el
texto según cinco títulos: los tres primeros enlaza el papel de la crítica con el estado de
la metafísica, definido a partir de su comparación con el conjunto del saber científico. El
objetivo de esta presentación es determinar de manera preliminar el sentido de la crítica,
como del anunciado método trascendental.

El cuarto y el quinto, exponen sobre la necesidad de un cambio de método y las


derivaciones del mismo en el campo de la metafísica como en campo de lo social.

1. La tarea de la razón crítica

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En su presentación, el filósofo retoma el sentido y la tarea de la crítica –ya
expuesta en la edición de 1781- consistente ahora en indagar el camino que conduce a
la ciencia. La preocupación es la metafísica, cuyos objetos son de interés para la
humanidad. La cientificidad alude a la necesidad de construir unanimidad en temas
cruciales para la cultura. Si los conocimientos del dominio de la razón no pueden
constituirse en ciencia, entonces debe abandonar aquello que entorpece dicho
propósito. Kant sostiene que constituye un mérito de la razón averiguar dicho camino,
dentro de lo posible, aun a costa de abandonar como inútil algo que se hallaba contenido
en el fin adoptado anteriormente sin reflexión.

Los síntomas de no estar en el camino hacia la ciencia son el atascamiento y la


falta de unanimidad en el campo del saber, lo que deviene en disputas y pone en peligro
la territorialidad de la propia razón.

2. ¿Cuáles son los saberes que nos muestran el camino de la ciencia y cuáles no?

Kant examina la lógica, por haber sido un saber que se presta a un uso
engañoso. En efecto, en contraposición al racionalismo cartesiano y la tradición que
inaugura, el filósofo observa que la lógica no es la disciplina adecuada para mostrarnos
el camino hacia la ciencia. Si bien ella cumple con los criterios anteriormente expuestos,
sus contenidos se reducen a ser solo las reglas formales del pensamiento, sea este puro u
empírico. Su éxito – en cuanto a la unanimidad que presenta- se debe a su propia
limitación: Naturalmente es mucho más difícil – sostiene Kant- para la razón, cuando
no tiene que tratar de sí misma, sino también de sus objetos (cf. BIX).

La lógica, no es –como pudo pensarlo la tradición cartesiana- una lógica de


descubrimiento de conocimientos, sino una propedéutica de la ciencia. Su tarea consiste
en proporcionar la forma de los juicios de los contenidos concretos. En el cuerpo de la
Crítica de la razón Pura, la lógica formal reduce su función a ser el camino para
discernir los elementos apriorísticos del conocimiento.

Kant precisa el vínculo entre ciencia y razón, la razón es su elemento


constitutivo. La naturaleza del conocimiento se identifica con los desempeños de la
razón. Las pasiones, el sentimiento no juegan ninguna función instituyente en la
relación del conocimiento, como puede serlo en el empirismo humeano, o en Spinoza.
El filósofo afirma que en la medida en que ha de haber razón en las ciencias, debe haber
en ellas algo a priori. Lo que aquí se enuncia como “algo a priori” alude a aquellos

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elementos puros y no condicionados, por oposición a los elementos provenientes de la
experiencia, como podría ser la costumbre, en clave humeana.

La razón se relaciona de dos modos con su objeto, según se trate de la razón


teórica o práctica. La primera, bajo la relación de determinación de los elementos “que
vienen de otro lado”. En el cuerpo de la “Estética Trascendental”, Kant presenta las
fuentes o condiciones de recepción de esos elementos que vienen de afuera del sujeto.
Espacio y tiempo son las condiciones formales de nuestra sensibilidad y por lo tanto
nuestro modo de recepcionar lo dado; en la “Lógica Trascendental”, los conceptos
originados en el entendimiento son los elementos determinantes. Nótese que el término
“determinante” supone que para que se produzca el conocimiento se precisa de la
colaboración de las fuentes de la receptividad.

En la segunda (razón práctica) la relación con el objeto es de efectivización. El


tópico de la razón práctica se desarrolla en la segunda parte en que se divide la Crítica:
“Método trascendental”. En todo estudio sobre el alcance y los límites de la razón, debe
discernirse para cada uno de sus usos (razón teórica/práctica) su parte pura: “la parte en
la que la razón determina su objeto enteramente a priori.”

Los saberes que muestran el camino seguro de la ciencia son aquellos que
pueden exponer los elementos que son puros y determinantes en la relación del
conocimiento, la matemática es uno de los casos: en la demostración del triángulo
equilátero /isósceles se advirtió – señala Kant- que las propiedades del triángulo no
debían obtenerse de lo que se veía en la figura o en su mero concepto , sino, extraerlas
a priori, por medio de lo que “él mismo pensaba y exponía (por construcción) en
conceptos, es decir que el conocimiento matemático, en particular la demostración del
triángulo equilátero/isósceles extrae las propiedades de lo que el sujeto mismo pone en
aquel proceso de conocimiento. La “Analítica de los principios” expone el
procedimiento matemático que está en la base de la construcción de los conceptos
propios de la matemática y del conocimiento científico en general.

Por su parte, en la ciencia de la naturaleza, la estructuración misma de los


experimentos producida por Galileo, Torricelli, también muestra que la razón sólo
reconoce lo que ella misma produce según su bosquejo (cf., B XIII) La razón no se
dirige a ciegas al ser, va equipada con principios. Kant elige la metáfora del juez que
interroga para describir el sistema de los principios presentado en la “Analítica de los

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principios”. Ellos son en su conjunto las leyes máximas de la naturaleza. Pensados los
principios como las preguntas de un juez, podrían describirse como los actos por los
cuales la razón dota de voz a lo otro, a lo dado. El experimento es precisamente ese
plan previo de preguntas. Sin ese bosquejo, no habría naturaleza, si quiera habría “lo
dado”: “la razón debe abordar la naturaleza llevando en una mano los principios según
los cuales deben considerarse como leyes, los fenómenos concordantes, y en la otra el
experimento que ella haya proyectado a la luz de tales principios” (BXIII)

Las escuelas de la metafísica, al contrario de lo que sucedía en las disciplinas de


la matemática y de la ciencia natural se valieron de la lógica y creyeron producir
conocimiento en torno al ser. El modelo deductivo, de argumentos formalmente
consistentes derivó en el establecimiento de una ontología, en algunos casos con
elementos trascendentes, como el concepto de un ser superior, pero en rigor, eran
apariencia de ciencia.

Para salir de este autoengaño, ellas deben producir un cambio en el método.


Kant elige el concepto de “revolución copernicana” para proponer una inversión en el
modo de entender la relación sujeto-objeto, que expondremos en el punto 4.

3. El problema de la metafísica

La metafísica es un conocimiento especulativo de la razón que se levanta por


encima de lo que enseña la experiencia, por medio de meros conceptos, la metafísica
consta de elementos o conceptos puros, pero no son determinantes, pues no puede
exhibir sus conceptos en intuición alguna, esta condición la debilita y convierte su
campo de reflexión en un campo de batalla.

¿A qué se debe que la metafísica no ha encontrado el camino seguro de la


ciencia?

¿Alcanza con afirmar que no puede tomar el camino de la ciencia porque sus
conceptos no tienen nada que determinar? ¿Es acaso imposible?

¿Qué pocos motivos tenemos para confiar en la razón, si, ante uno de los campos
más importantes de nuestro anhelo de saber, no sólo nos abandona, sino que nos
entretiene con pretextos vanos y, al final nos engaña?

4. La necesidad de un cambio de método

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A diferencia del empirismo de Locke y Hume, Kant piensa que la metafísica
debe encaminarse hacia la ciencia; si no se hace el intento, la razón pierde toda su
legitimidad. Por lo tanto, la medida fundamental que debe tomarse es un cambio en el
método.

El cambio -concebido como revolución copernicana- ( XVII) consiste en invertir


el modo en que se piensa la relación entre el sujeto y el objeto: es decir que lo que debe
invertirse es el principio según el cual pensamos que nuestro conocer debe regirse por
los objetos, intentemos, afirma Kant- pues, por una vez, si no adelantaremos más en la
tarea de la metafísica, suponiendo que los objetos deben conformarse a nuestro
conocimiento un conocimiento que pretende establecer algo sobre (los objetos) antes de
que nos sean dados ( cf., BXVI), lo cual significa admitir condiciones formales que
están en el sujeto como condiciones necesarias para que se produzca el conocimiento .

En línea con este intento, el capítulo de la “Estética trascendental” muestra la


existencia de elementos a priori en la intuición, que se presentan como condiciones
formales para la presentación de lo dado, de lo intuido: si la intuición tuviera que regirse
por la naturaleza de los objetos, no habría conocimiento a priori. A nivel de la
presentación de lo dado, se cumple el requisito de que sea el objeto el que debe regirse
por la naturaleza de nuestra facultad de intuición y no a la inversa.

La estética no es por sí sola la instancia de institución del conocimiento, ella es


solo la instancia de presentación de lo dado, dicho de otro modo, estas intuiciones
deben convertirse en conocimiento, y cuando pienso – afirma Kant- en este paso de las
intuiciones al conocimiento mismo, surge nuevamente el problema acerca de la
relación entre el objeto que se me ha hecho presente por medio de la intuición y los
conceptos: ¿Los conceptos –mediante los cuales determino lo dado- se rigen por esto
dado o supongo que son los conceptos los que me permiten que lo que me ha sido
presentado por medio de la intuición se constituya en una experiencia de objeto?

La respuesta se desarrolla en la “Lógica Trascendental”: son los conceptos los


que rigen la experiencia: “la experiencia misma es una especie de conocimiento que
requiere entendimiento, cuya regla debo presuponer en mí aun antes de que los objetos
me sean dados, y por tanto, a priori, [reglas] que se expresa en conceptos a priori,
según los cuales, todos los objetos de la experiencia necesariamente se rigen, y con los
que deben concordar” (XVIII).

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La estética trascendental y la lógica trascendental exponen los elementos a priori
del conocimiento y también la necesidad de complementariedad entre las fuentes de la
recepción (intuición) y de la espontaneidad (entendimiento) en la producción del
conocimiento. La experiencia posible alude a una ley que no debe quebrarse, como sí lo
hace la metafísica cuando valiéndose de la lógica produce una apariencia, una
ensoñación. La ley de la experiencia posible enuncia que los conceptos del
entendimiento solo deben estar referidos a los fenómenos, a lo que se me presenta
espacio-temporalmente.

Sin embardo, el campo de lo objetual no se reduce al producto de la dinámica


entre lo dado y lo determinante, la razón dispone también de objetos que son meramente
pensados, que le son necesarios y no pueden ser dados en la experiencia. Ante este
factum de la razón, la cuestión reside en considerar la distinción entre objetos relativos
a la experiencia y objetos meramente pensados y ver si tal distinción atenta o concuerda
con el principio de la razón pura, según el cual sólo conocemos a priori de las cosas lo
que nosotros mismos ponemos en ellas.

5. Las derivaciones de esta inversión metodológica

A modo de reflexión sobre algunos desarrollos de la “Dialéctica trascendental” y


del “Método trascendental”, el filósofo concluye sobre la utilidad de la tarea de la
Crítica. Señala que la primera parte de la Crítica - en alusión a la “Analítica de los
conceptos”- ha mostrado la necesidad de los conceptos a priori para la experiencia de
objetos, con lo cual se ha explicado la posibilidad de los conocimientos a priori, es decir
su legitimidad y necesidad, y con ello la promesa para “esta primera parte de la
metafísica” del camino seguro de la ciencia.

Sin embargo –prosigue- de la deducción o defensa de nuestra facultad de


conocer a priori se sigue para la metafísica un resultado al parecer perjudicial, puesto
que aquel resultado ha revelado que con dicha capacidad no podemos traspasar la
frontera de la experiencia posible.

En estos pasajes Kant vincula la tarea crítica con la policía, con el poder del
estado, este limita con el fin de liberar, pone freno a la violencia de lxs ciudadanos, para
que cada unx pueda atender a sus asuntos con tranquilidad y seguridad (BXXV)

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Por lo tanto a la luz de esta prueba, afirma el filósofo, ha resultado que el
conocimiento a priori sólo se refiere a los fenómenos, a lo presentado espacio-
temporalmente, y que deja “la cosa en si” como no conocida por nosotros, a pesar de
ser real por sí misma: pues lo que nos impulsa a traspasar los límites de la experiencia
posible es – por ejemplo- lo incondicionado mismo, que la razón necesaria y
justificadamente exige a todo lo que de condicionado hay en las cosas en sí, reclamando
de esa forma la serie completa de las condiciones. La pregunta por lo incondicionado es
la pregunta por el por qué, indagación que nunca cesa y nos impulsa a este traspaso.

El carácter incognoscible de lo incondicionado, o dicho de otro modo, lo


incondicionado no como algo presente en lo dado, sino como algo pensado, exime a la
razón de contradicción y conflicto, cuando plantea la exigencia de la serie completa de
las condiciones, siempre y cuando esa idea se restrinja a la idea.

El carácter fenoménico del conocimiento supone la distinción entre lo


cognoscible y lo incognoscible, división que habilita como necesaria la idea de una serie
completa de las condiciones, siempre y cuando permanezca en los límites del concepto;
y esto significaría una rehabilitación de los temas de la metafísica, por fuera de los
modos en que conoce la matemática y la ciencia natural, no obstante, rehabilitación al
fin.

Nótese que Kant afirma que la idea de lo incondicionado es lo que nos impulsa a
traspasar los límites de la experiencia posible (cf., BXX) ¿cómo interpretarlo? Esta
pregunta excede los temas de la cátedra, sin embargo puede anticiparse que ese impulso
de ir más allá de la experiencia posible hacia la búsqueda de un último por qué nos
libera de quedarnos circunscriptos en el dominio de lo empírico, o mejor dicho nos
libera de censurarnos en relación con temas y problemas que son caros a la razón, por
cuanto tienen implicancias morales, sociales y políticas.

Como se observará -también en otras obras posteriores a la Crítica- es el


conocimiento práctico el que queda habilitado como desempeño legítimo de la razón,
capaz de determinar aquel concepto racional y trascendente de lo incondicionado, como
del concepto de un ser superior y de todo otro objeto de interés para la humanidad (cf.,
BXXX - XXXI).

A la luz de esta edición, la crítica aguarda la utilidad social de poner fin “al
materialismo, al fatalismo, al ateísmo, al descreimiento de los librepensadores, al

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fanatismo y a la superstición” (XXXIV) Lo social en estos pasajes se refiere al público
de lectorxs, al ejercicio de la ciudadanía en la universidad. En este contexto, la crítica
trabaja por la búsqueda de una posición contra el escepticismo y el idealismo, ambas
formas cubre tanto a la tradición empirista como a la racionalista, en la medida en que
ambas coincidieron en proceder de un modo dogmático, en afirmaciones por la que
fueron más allá de la experiencia posible. El peligro de estas formas de dogmatismo es
la dispersión del campo de la metafísica.

Conclusión

En esta exposición se toma como referencia el Prólogo de la segunda edición,


como presentación del proyecto crítico kantiano, expresado en su obra gnoseológica de
1781-1787. En este texto, el filósofo precisa el problema de la metafísica como un
problema que atañe a la cultura y a la sociedad, en la medida en que convertida en un
campo de batalla, el campo social puede devenir en escepticismo o en fanatismo. El
procedimiento dogmático de la razón es el responsable de aquella desesperante
alternativa. Kant opone el proceder crítico de la razón.

La primera tarea de la razón crítica es determinar si en el campo de la metafísica


estamos en el camino de la ciencia, es decir en la senda de la unanimidad y del trabajo
colaborativo o en la dispersión de las disputas. Si la razón detecta los elementos que
entorpecen dicho camino, debe desechar ese producto que ella misma pudo haber
producido. El primer cambio que la razón plantea para tomar dicha dirección, es
producir una revolución, al modo en que procedieron ciencias como la matemática y la
física. Kant presenta de esta manera el método trascendental, consistente en indagar y
sopesar si la razón procede de un modo autónomo y determinante o si son los objetos
los que rigen. La denominada revolución copernicana es una invocación a la metafísica
para que tome este giro de que sea la razón la que mantenga su autoridad.

Bibliografía

Kant, I, ( 2009 [1781- 1787]]) Crítica de la Razón Pura, Trad. Mario Caími, edición
bilingüe, México: FCE. (Prólogo a la 1ra edición y Prólogo a la 2da edición)

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Clase nro 3 de resolución de consigna, exponga el significado de la voz “crítica”
tomando como referencia los prólogos de 1781 y 1787, en aras a determinar el sentido
filosófico que adquiere el término dentro del proyecto gnoseológico de 1781-1787.

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