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CAPÍTULO 2

James
En el presente
 
—¿La encontraste? —cuestiono. El hombre al otro lado del teléfono suspira y adivino su respuesta.
—Ninguna Rosalynne White o Angelic Rose con la descripción que me diste. Dado su historial, podría
tener otra falsa identificación. —Y no lo pongo en duda—. ¿Por qué no le tendemos una trampa? Digo
yo, que tienes en tu poder…
—Golden no es un maldito objeto para usar —espeto.
—No quise insinuar… —se interrumpe—. Han pasado cuatro meses, considera informar a su padre,
con sus contactos…
—A su padre le importa una mierda lo que le ocurra. No moverá un dedo en su búsqueda y para algo te
pago, haz tu jodido trabajo. —Pongo fin a la llamada. Hamlet y yo no somos los mejores amigos,
aunque de vez en cuando se toma libertades como si lo fuera. Desde mi sillón en una esquina de la
habitación observo la cuna donde Golden duerme plácidamente.
Tiene un sueño profundo y no es demasiado sensible al ruido, lo que me permite trabajar y recibir
llamadas en cualquier momento. Recuerdo el momento exacto cuando llegó a mi vida. Fue inesperado,
mas no rechazado. Cada vez que lo miro noto rasgos de su madre en él. Y míos. Una perfecta
combinación.
Bebo un trago de whisky , disfrutando del ardor en mi garganta por unos breves segundos antes de
guardar la botella y el vaso, nada de objetos peligrosos en el medio desde que se queda conmigo.
Incluso he disminuido la frecuencia con la que consumo alcohol, no es que alguna vez me perdiera en
sus efectos, sin embargo, cuando lo atrapo mirándome haciendo la cosa más sencilla, me cuestiono
todo. Crecí copiando los comportamientos de mi padre, no fue un mal ejemplo en la mayoría de los
aspectos, pero yo llevo un estilo de vida diferente. Tuve que adaptarme a Golden.
Tampoco es que me arrepienta.
Él es… mi vida entera.
En cuestión de meses cambió mis planes para el futuro.
Se convirtió en mi prioridad.
Y mi familia lo ama.
Hubo preguntas curiosas cuando llegó a mi vida. ¿Quién es la madre y dónde se encuentra? ¿Cómo
pudo abandonar a su hijo? ¿Vas a conservarlo? Aquella en particular provino de mi progenitor, dudaba
que fuera mío, reacio a aceptar el parecido porque podía ser una coincidencia.
Una prueba de ADN confirmó lo que ya sabía, lo que ya sentía en mi pecho cuando lo veía. No sé por
qué Rose lo trajo a mi puerta para a continuación esfumarse como si fuera un fantasma. ¿No lo quería?
¿No podía mantenerlo? ¿Estaba en problemas?
Quería tenerla de frente y sonsacarle la verdad, para después castigarla por… por todo.
Por ocultármelo.
Por tardar meses en dejarme conocer su existencia.
Por marcharse.
Quería evitar el contacto o no podría sacarla de mi vida, tal y como estaba, con la situación que
atravesaba, no podía ayudarla sin que ella diera el primer paso. Aun si por un tiempo consideré asumir
el riesgo, más tranquilo y con la mente fría, recapacité. Habría creado un escándalo, cosa que mi
familia había evitado por años.
Pude haber ido a la cárcel, así fuera por poco tiempo en lo que desentrañaban la verdad, era algo que
jamás desaparecería de mi expediente. Perdería credibilidad ante mis clientes.
¿Habría valido la pena sacrificar todo eso?
Observando a Golden, tenía mi respuesta clara. Sin embargo, tal y como ella dijo una vez, lo hecho está
hecho. No podemos hacer nada para cambiar el pasado y por el momento, me concentraría en esa
perfecta criatura.
 

 
Cuando dije que imité a mi padre en muchos sentidos, no mentía. No fue hasta que me convertí en
adulto, mucho después de que toda la mierda estallara en el círculo interno de mi familia y cuando por
fin acepté lo que soy, que me di cuenta de que no estaba viviendo para mí sino, para él. Supongo que en
muchos sentidos me sentí identificado con Rose, si bien la situación no era la misma, había alguien
influyendo en nuestras decisiones y modo de ver la vida. No quise presionarla demasiado y que yo
sustituyera esa figura, quería que emergiera de ese infierno por sí sola así que mantuve mi mano
extendida por tanto tiempo como me fue posible.
Una vez tuve la certeza de que no estaba lista para dejarlo, por mucha rabia e impotencia que me diera,
la dejé ir. No considero que haya sido un error, dada la… consecuencia; sin embargo, me habría
gustado que las cosas fueran diferentes para los tres. No es como si yo, incluso ahora, esté listo o quiera
una relación. Pero supongo que ya no se trata de lo quiera, sino de lo que sea mejor para Golden. Sí,
hay niños que prosperan mejor con un solo padre presente, soy testigo de que una familia
prácticamente forzada provoca estragos aun cuando se es mayor.
La prueba más veraz que tengo es mi propio hermano. Cuando reunió a mis padres, juntos por fin en un
mismo espacio después de años, y les habló de su orientación sexual y el hecho de que no estaba
interesado en ser abogado o arquitecto -por mi madre-, fue justo lo que yo esperaba.
Una discusión que se prolongó por horas, centrada especialmente en mis progenitores y su lucha por
dominar. Aquel intercambio me sacó una risa carente de gracia que evocó una expresión de
consternación en Henri debido al ambiente cargado de tensión y a mi padre, bueno, disfruté cuando su
rostro se puso colorado debido a mi reacción. Mi madre, conociéndome un poco más, o mejor dicho
sabiendo que no se me puede controlar, no emitió ningún juicio.
—En lugar de estar señalándose el uno al otro y competir por tal ridiculez, deberían enfocarse en tratar,
cuanto menos, de entender a Henri.
Esas fueron mis palabras a pesar de que durante una temporada, la relación con mi hermano fue tensa,
pues guardaba resentimiento hacia mí porque creía que acepté lo que hizo mi padre al no ponerme en
su contra y porque siempre lo dejaba en evidencia ante mi madre. Él no se daba cuenta de lo que su
acto de rebeldía le causaba no solo a mamḠsino a él mismo. Se autodestruía en el intento de llamar la
atención y ante su actitud, tomé una dirección diferente.
Empujarlo hacia el camino que yo consideraba correcto sería contraproducente si él no estaba de
acuerdo, así que lo encaminé hacia donde él, aunque cohibido, se sentía atraído.
Mi estilo de vida puede ofrecer muchas cosas. Liberación. Disciplina. Fortaleza. Seguridad. Tanto para
el Amo como para la parte sumisa en diferentes aspectos de la vida diaria, no únicamente en el ámbito
sexual.
No funciona para todo el mundo, no se trata solo de quererlo, sino de necesitarlo. De anhelarlo. Y
entonces ganártelo y sentirlo.
 

 
Mi mente vuela a la noche en que vi a Rose por última vez, recuerdo bien su rostro desolado, la
rendición forzada.
Las palabras de su madre se repetían en mi cabeza cuando subí a mi auto y emprendí la marcha. Si
alguien podía intervenir sin verse perjudicado, sería Hatcu.
Así que hice una llamada.
—Eso fue rápido —respondió al cuarto timbre, puse el altavoz mientras me dirigía a mi despacho en el
centro de la ciudad.
—Es más complicado de lo que parece.
—O sea, que en realidad no has resuelto nada. —Hablamos en su idioma. Cuando lo tomé como
cliente, hice un par de viajes a su tierra, Rumania, y me dediqué a aprenderlo—. ¿Cómo de malo será
para el acuerdo?
—Tomando en cuenta lo ambicioso que es tu hijo… —No terminé esa oración, Hatcu resopló.
—¿Cómo es ella? —Hizo la pregunta en un tono bajo, como si no hubiera querido expresarla en voz
alta.
—¿Realmente no sabías de su existencia? —cuestiono en cambio.
—Le pagué a su madre para que abortara. —Fue frío al respecto, no me sorprendió que haya sido su
decisión en aquel entonces—. Arruinaría mi matrimonio.
—Y tus acuerdos —añadí, porque al final, eso era lo más importante para Hatcu. De lo contrario, no se
estaría enfrentando a su propio hijo en un tribunal—. No tienes ni idea de lo que esa chica ha tenido
que pasar.
—Supongo que vas a ponerme al tanto.
—Ya que insistes —reviré sarcástico—. Roxanne Rouge es un monstruo y lo que sea que le hiciste en
el pasado, se desquitó con su hija.
—Yo no le hice nada. Esa mujer está loca. Por algo la saqué de mi vida.
—Con un cheque y su palabra de que se desharía del bebé.
—Cuando desapareció creí que había cumplido y luego huido. Fue repudiada por su familia, no le
quedaba nada en Los Ángeles.
—Nunca se marchó.
—Ahora lo sé. ¿Cuál es tu relación con mi hija, Ackerly?
—No es como si realmente te importara. No has preguntado qué le hizo Roxanne ni cómo está.
—No me presiones.
—Tengo que, eres su única esperanza. Escucha, Andrade —pronuncié su nombre de pila con la
intención de que entendiera que no era un jodido juego y que debía actuar en la mayor brevedad—. Es
como si no existiera. Se supone que murió hace más de una década, no conozco los detalles. El caso es
que ha vivido bajo la identidad de su hermana, la que murió realmente ese día.
—Eso es muy jodido.
—Al parecer, Roxanne tiene algo en contra de Rose, por lo que tampoco puede ir a las autoridades y
decir la verdad. Y seguirá siendo así, a menos que…
—A menos que yo la reconozca por quién es. Sabes que no puedo hacer eso, James, darle mi
apellido… —Mascullé una maldición en tanto detuve el auto y bajé de este para entrar al bufete,
completamente desolado a esa hora de la noche en un domingo, sin embargo, siempre a mi disposición.
—Andrew no dejará pasar la oportunidad. Aprovechará lo poco o mucho que sepa y lo usará en el
estrado, no te conviene que dé el primer paso. —Por una vez, no hablé completamente en beneficio de
mi cliente.
Entonces… Rose desapareció. Y ni Andrew ni Andrade pudieron usar su existencia a su favor. Porque
al final se convirtió en un objeto dentro de un campo de batalla. Me alegré de que no estuviera allí para
ver la cara de su otra familia. Personalmente no me afectaba, trato con gente así todo el tiempo.
Mientras no me influyera, podían ser unos hijos de puta si quisieran.
 

Años después
 
—Hola, pequeño.
Tomo a Golden de los brazos de su niñera a tiempo parcial, Stacy, la hermana menor de Stephen, quien
desde adolescente ha trabajado con niños y ahora está camino a graduarse en psicología infantil.
—¡Hola, papi!
Sus bracitos se envuelven alrededor de mi cuello y deja un sonoro beso en mi mejilla. Con un
asentimiento le hago saber a Stacy que puede irse, hace un gesto de despedida luego de señalar a la
cocina. Una vez estamos mi hijo y yo a solas, allí me dirijo. Coloco a Golden de pie en una silla y me
quito la chaqueta del traje, noto cómo sus manitas se aferran al borde de la mesa y mira cada cosa que
hago.
Dejo reposar la prenda en el respaldo de una silla y me acerco a la nevera, donde una hoja se adhiere a
la puerta con un imán. Es un recordatorio de que mañana es el primer día de Golden en el preescolar.
Stacy es muy atenta, no solo con su cuidado diario mientras trabajo, sino con cualquier cosa referente a
mi hijo.
Observo a Golden por el rabillo del ojo; a pesar de que su cabecita sigue mis movimientos, su cuerpo es
un tronco firme. Descubrí que cuando eres padre primerizo, es mucho acerca de ensayo y error. Ningún
niño es igual a otro y la forma de criar de cada padre es distinta, aun en un mismo seno familiar. Tanto
Jameson como Hyacinth -mis padres- me dieron consejos diferentes para una misma situación, no sé
cómo lograron criar a dos niños juntos. Desde entonces, y sobre todo porque la actual relación con mi
padre es muy tensa, ni siquiera acudo a él.
Hace ya casi un año, cuando desistí de bajar a Golden de cada superficie a la que se encaramaba solo
porque sí, tuvo un duro -énfasis en duro-, encuentro con el suelo. Ahora tiene una minúscula cicatriz en
la frente. Y uno pensaría que dejaría de maniobrar como un monito, pero no. Lo sigue haciendo, pero
con más cuidado.
Debo decir que estoy orgulloso.
Oigo la puerta principal abrirse, dejo que el sonido de mí llenando unos vasos con té helado dirija a
Henri hasta aquí.
—¿Estás listo para mañana, campeón? —pregunto.
—¡Zi! ¡Halé muchioz amigoz y apendelé mushias cosaz!
Suena como si repitiera las palabras de alguien, probablemente Stacy.
—Nagini Junior, ¿adivina quién está aquí?
Golden chilla y salta de la silla sin temor a nada para correr en dirección a mi hermano, que debe hacer
malabares con las cajas de pizza que sostiene cuando el monito prácticamente trepa sobre él para
ofrecerle un abrazo.
—¡Hola, tito Henli !
—Es Henri. HenRRi.
—¡Henli !
Mi hermano rueda los ojos y consigue poner las cajas en la mesa y bajar a Golden hasta la silla.
—Deja de llamarle así —solicito con una leve advertencia en mi tono a la vez que pongo los vasos en
tres diferentes lugares de la mesa.
—Haz ezcuchalo cómo habla. —Hace una torpe imitación del seseo de Golden, ganándose una mirada
fulminante—. Vale, vale. —Alza las manos en señal de rendición—. Estoy famélico, ¿comemos?
 

 
—Por lo que sabemos, podría estar muerta —me cuenta Hamlet. Decidí ir a verlo a su despacho y
revisar con él la información obtenida en los últimos tres años. No permito que mi rostro revele
ninguna emoción—. Pensé que te habías rendido con esto.
Lo hice después de un año de buscar una aguja en un pajar. Pero hace unos meses Golden empezó a
preguntar por su madre, que quién era y dónde estaba y una punzada de culpa me atravesó.
Estaba preocupado por Rose tras descubrir a Golden, no podía entender por qué lo había dejado en mi
puerta así sin más. Si bien las cámaras habían detectado una figura delgada vestida de negro, cuya
capucha de la prenda superior se encargó de ocultar su rostro, sabía que era ella. Para cuando Stephen
se unió a mí y pudimos hacer un recorrido del terrero, se había esfumado.
Durante meses se investigó su paradero, era un callejón sin salida. La última vez que alguien supo de
ella fue en el hospital donde estuvo ingresada por varios días y desde entonces ni siquiera su mejor
amiga escuchó noticias suyas. Solo puedo suponer que huyó de su madre, que llegó a un punto de
quiebre y ya no pudo soportarlo. Pensar en qué la llevó a ese punto me enfurece. Pude haberla ayudado.
Si por lo menos… Sacudo la cabeza y me centro.
—Nadie desaparece así de la nada, no poseía los recursos, Hamlet.
—Quizás encontró a alguien.
—No —gruño. Sin embargo, era eso a la alternativa. Me molesta el hecho de que ella aceptase que
alguien más la ayudara después de mi insistencia.
—Tienes que considerar la posibilidad, si no es así… —No lo dice, pero adivino su pensamiento.
—Suponiendo que alguien solventó sus gastos, le ofreció comida y techo, ¿qué tan bueno o malo sería
el lugar donde fue a parar para que acabara dejando a su hijo en mi puerta?
—Si tengo que responderte con la verdad, da lo mismo si llegó un albergue o se casó con un viejo
millonario, dejarlo contigo era su boleto de salida. Adiós responsabilidad. ¿Has pensando en que, tal
vez, ella simplemente no lo quería?
Pero eso, ¿no la hace mejor persona que su madre? Quiero decir, en lugar de quedarse con él y
atormentarlo como hicieron con ella, lo puso en mis manos. Donde quizás pensó que estaría mejor.
—Expande la búsqueda a Nevada y San Francisco, si lo que quería era escapar en un principio, no
permanecería en Los Ángeles.
—Eso puede tardar.
—Hazlo una prioridad, el dinero no es un problema y lo sabes. Encuéntrala.
—¿Qué harás cuando lo haga? Si es que aparece.
Esa es una buena pregunta.
¿Qué haré contigo, pequeña?

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