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Cristo, mero hombre en continuidad con el AT (ebionismo)

En el siglo II encontramos un sistema cristológico que reduce a Cristo a las posibilidades y límites de lo
que la ley de Moisés y la es- peranza judía permitían. Cristo no trascendía el AT. Ya vimos cómo hay un
judeocristianismo auténtico, que lee la novedad de Cristo como consumación de la esperanza judía y en
una perfecta ortodoxia le reconoce como Hijo de Dios 65. A diferencia de éstos, otros judeo- cristianos
rechazan el nacimiento virginal de Jesús, considerando que ha nacido de María y José como los demás
hombres, y que por consiguiente es un mero hombre. Estos grupos han sido caracteriza- dos como
ebionitas. 'Ebion significa, en hebreo, pobre. La palabra puede significar, sin más, los fieles de la
comunidad de Jerusalén, designada con ese término en el NT 66. Hipólito y Tertuliano consi- deran que
Ebión es el fundador de la secta y Orígenes transpone el sentido etimológico de la palabra a su sentido
espiritual. Son llama- dos ebionitas porque en realidad son pobres de inteligencia.

<<Celso no advirtió que los judíos que creen en Jesús no han aban- donado la ley de sus padres, pues
viven conforme a ella, y llevan el nombre de su pobreza en la interpretación de la ley. Y es así que po-
bre se dice entre los judíos "ebion" y ebiones o ebionitas se llaman aquellos judíos que han recibido a
Jesús [sólo] como Mesías»> 67.

Hay que percatarse de la dificultad religiosa del alma judía para integrar en su experiencia del Dios, uno
y único, la divinidad de Cristo. Estos judíos aceptaron el mensaje profético de Jesús, pero ne- garon la
trascendencia divina de su persona. Y dado el abismo que Gén 1 abre entre el Creador y su creatura, no
habría otra solución que considerarlo como hombre, sólo hombre, mero hombre, por más excelsa que
fuera su moralidad, profunda su doctrina o radical su profetismo. Su cristología quedará durante siglos
como el modelo tí- pico de una comprensión reduccionista de Cristo. Su símbolo son las expresiones
griegas yrλóç äveρwños, nudus homo, mero hombre, que repetirán teólogos y concilios hasta el final de
la Patrística. Quienes afirman que Cristo es sólo hombre y no Hijo de Dios, serán <«<ebionitas>> sin más.

<«<Los que llamamos ebionitas admiten que el mundo ha sido he- cho por el Dios verdadero, pero por
lo que se refiere al Señor profe- san las mismas opiniones que Cerinto y Carpócrates» 68. Tertuliano
acerca esta opinión a la cristología angélica:

«Esta opinión podría convenir a Ebión, quien representa a Jesús como un hombre, nada más que un
hombre (nudum hominem), un simple descendiente de la raza de David, que no es al mismo tiempo el
Hijo de Dios, aun cuando en verdad más glorioso que los profetas, y añade que en él actuaba un ángel,
como en aquel Zacarías» 69. Más allá de los ámbitos del judeocristianismo esta comprensión de Cristo
se convertirá en un adopcionismo, tal como en época pos- terior (260) se le achaca a Pablo de Samosata.
Con esta herejía se inicia la lógica de comprensión dualista del cristianismo según el bi- nomio: sólo
existen Dios y su profeta. En diversas variantes opera en el judeocristianismo, el arrianismo, el
mahometismo, el liberalismo y aquellas otras comprensiones sostenidas entre cristianos que no ad-
miten la innovación radical de la encarnación, como constitución personalizadora de una humanidad por
Dios, y en consecuencia nie- gan la Trinidad. Se da entonces una nivelación del cristianismo redu-
ciéndolo a un monoteísmo exclusivo: sólo existen Yahvé y su profeta Moisés, Dios y su profeta Cristo,
Alá y su profeta Mahoma.

El juicio definitivo sobre estos grupos lo establece Eusebio de Cesarea. «Y es que pensaban de él que era
simple y común hombre (ψιλὸν μὲν γὰρ αὐτὸν καὶ κοινὸν ἡγοῦντο), justificado a medida que progresaba
en su carácter» 70. «Tampoco éstos confesaban que por ser Dios Verbo y Sabiduría preexistía ya» 71.
«Pablo de Samosata, contrariamente a la enseñanza de la Iglesia, tenía de Cristo pensa- mientos bajos y
a ras de tierra, diciendo que por naturaleza fue un hombre común (φρονήσαντος ὡς κοινοῦ τὴν φύσιν
ἀνθρώπου γενο- μévov)» 72. En adelante las posturas estarán claramente diferencia- das, según que se
refieran a Cristo como yλós äveρwлoç, simple hombre, o introduzcan un θεολόγειν τὸν Χριστόν, un
pensar de él como Dios, entonarle cánticos como a Dios, adorarle como a Dios y esperar salvación de él
como de Dios 73.

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