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A lo largo de la historia, la relación entre la ciencia y la religión estuvo marcada por
conflictos y descalificaciones, especialmente en el siglo XIX, cuando obras como "Historia de
los conflictos entre la religión y la ciencia" de J.W. Draper ilustraban la tensión existente. Sin
embargo, en la actualidad, estas actitudes representan vestigios de una época pasada. Se ha
producido un cambio significativo hacia un enfoque más positivo que promueve el diálogo y
la colaboración entre ambas disciplinas.
Este nuevo enfoque se reflejó en el Congreso Internacional organizado por el Papa Juan Pablo
II en 1987, que reconoció la legitimidad de la diferencia entre ciencia y religión, siempre que
se respete la autonomía de cada una y se fomente un espíritu de diálogo. En esta perspectiva
actual, la ciencia y la religión pueden beneficiarse mutuamente, con la ciencia contribuyendo
a liberar a la religión de errores y supersticiones, y la religión ayudando a purificar la ciencia
de posibles desviaciones (Torres Queiruga, (2013)). Este enfoque busca encontrar respuestas
conjuntas a las preguntas fundamentales sobre la vida, el universo y el sentido de la
existencia, alentando a superar la desconfianza religiosa hacia los avances científicos y
abrazar una colaboración en busca del bien común de la humanidad, marcando así un tránsito
desde la confrontación hacia el diálogo fraterno entre la ciencia y la religión.
"Claridad de Lenguaje: Evitando Malentendidos entre Ciencia y Religión"
En este argumento se destaca la necesidad crucial de distinguir entre los lenguajes de la
ciencia y el lenguaje común. A menudo, las conclusiones científicas, como el paradójico "gato
de Schrödinger", no se comunican adecuadamente al público general, lo que puede generar
interpretaciones equivocadas. En la actualidad, la ciencia ostenta un prestigio innegable, lo
que puede llevar a la tentación de considerar que solo sus métodos y resultados son válidos.
Sin embargo, es esencial reconocer el riesgo de confundir estos dos lenguajes, ya que esto
puede tener repercusiones desacertadas en los ámbitos de la filosofía y la religión.
Un ejemplo ilustrativo es un artículo sobre la resurrección, elogiado por su rigor científico
pero criticado por su enfoque literalista en la teología. Esto subraya la necesidad de que la
teología adapte su discurso a la era actual, caracterizada por la autonomía de las leyes
naturales y la crítica bíblica (Torres Queiruga, (2013)). Asimismo, se advierte sobre las
afirmaciones que intentan expresar la realidad trascendente en términos científicos, ya que
pueden conducir a la incredulidad. Por tanto, se sugiere que la fe encuentre sus fundamentos
en una perspectiva distinta, reconocida como diferente pero capaz de enriquecerse a través de
un diálogo crítico y respetuoso entre la ciencia y la religión.
CONCLUSIÓN:
En la sociedad actual, la relación entre la ciencia y la religión ha transitado desde una historia
de conflictos hacia un enfoque más colaborativo y respetuoso. Reconociendo la autonomía de
cada dominio y promoviendo un diálogo fraterno, la ciencia y la religión pueden enriquecerse
mutuamente. Es esencial evitar malentendidos lingüísticos y comprender que ambos
lenguajes, el científico y el religioso, tienen sus propios roles y limitaciones. Al adoptar esta
perspectiva, podemos avanzar hacia una comprensión más profunda y armoniosa de estas dos
perspectivas en busca del bien común de la humanidad.
Bibliografía
Torres Queiruga, A. (2013). CIENCIA Y RELIGIÓN HOY: APUNTES Y PERSPECTIVAS. “Ciencia y religión
hoy: apuntes y perspectivas”. Revista Académica e institucional.
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