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Breve introducción a la lengua y el

sistema jurídico de Suecia


Josephine Puebla Smith

Los traductores somos mediadores entre sistemas culturales, además de


mediadores entre lenguas. Los traductores de textos jurídicos somos, por
consiguiente, también mediadores entre sistemas jurídicos. La traducción
de textos jurídicos presenta unos desafíos específicos puesto que es, si
no imprescindible, por lo menos conveniente conocer tanto el sistema
jurídico de la lengua de partida como el sistema de la lengua término.
También resulta esencial comprender el razonamiento jurídico del texto.
Estamos hablando de un proceso complejo ya que el traductor de textos
jurídicos debe conocer las peculiaridades culturales y sociales de cada
sistema legal. Una traducción jurídica debe ser lo más fiel posible al
contenido y al estilo del texto de origen, pero al mismo tiempo debe de
ser claramente comprensible para el lector final. Suecia es, con su
lengua, su cultura y su sistema jurídico, bien distinta a España.
Repasando algunas de las características suecas intentaré dar a conocer
un poco más este país escandinavo.

Josephine Puebla Smith es licenciada en Derecho por la Universidad de


Estocolmo. Ha completado sus estudios en la Universidad de Kalmar (Suecia), la
UNED y el Instituto de Formación Empresarial de la Cámara de Comercio de
Madrid. Tras haberse especializado en derecho comunitario y trabajado en el
departamento jurídico de la Organización Europea de Consumidores, en Bruselas,
se trasladó a Madrid y formó parte del equipo de coordinación de las oficinas
exteriores del despacho de abogados Uría Menéndez. Comenzó a traducir en
2003 y, aunque principalmente traduce textos jurídicos, también traduce otros
textos técnicos de diversa índole. Sus lenguas de trabajo son el español, el sueco
y el inglés. Mitad mexicana y mitad sueca, actualmente reside en Tel Aviv después
de haber vivido en Bogotá, Brasilia y Ginebra.

1. El sueco, la lengua principal de Suecia


A primera vista el sueco, la lengua materna de aproximadamente 9
millones de personas, se puede considerar un idioma muy minoritario. Es
verdad que, en comparación con el español —la segunda lengua más
hablada en el mundo, con más de 400 millones de hispanoparlantes—, el
sueco es una lengua hablada por muy pocos. Sin embargo, gracias a la
comunidad lingüística escandinava, la posición del idioma sueco se ve
fortalecida ya que los escandinavos se pueden entender entre sí. El
sueco, el danés y el noruego son lenguas habladas por unos 20 millones
de personas.

Si bien el sueco es la lengua principal o lengua nacional de Suecia, la


legislación sueca solamente la considera el idioma oficial en sus
relaciones internacionales. El sueco es también el idioma oficial de la
región autónoma finlandesa de las islas de Åland y la segunda lengua
oficial de Finlandia.

La ley sueca de la lengua de 2009 establece que el sueco es la «lengua


principal» de Suecia, pero también incluye cinco lenguas minoritarias
protegidas: finés, sami, meänkieli, romaní y yidis. El finés es hablado en
Suecia por unas 210 000 personas, el meänkieli, un dialecto del finés,
por unas 40 000. El sami, que es la lengua que se habla en Laponia, una
región que se extiende por el norte de Noruega, Suecia, Finlandia y la
península de Kola, al noroeste de Rusia, cuenta en Suecia con unos
20 000 hablantes. Estas tres primeras lenguas están especialmente
protegidas a través de la ley sueca de minorías nacionales y lenguas
minoritarias, la cual proporciona derechos y obligaciones similares a los
que hay en España en relación con las lenguas cooficiales, tales como el
derecho a utilizar estas lenguas en la comunicación entre los ciudadanos
y los poderes públicos.

El romaní es hablado por unos 40 000 romaníes. El yidis, aunque solo lo


hablen aproximadamente 4000 suecos —básicamente en el ámbito
familiar y religioso—, también ha sido incluido como lengua minoritaria
protegida ya que, al igual que las demás lenguas, se considera que
pertenece al patrimonio cultural sueco.

Algunos apuntes sobre el desarrollo del idioma sueco

El sueco forma, junto con el danés, noruego, islandés y feroés (una


lengua hablada por unas 48 000 personas en las Islas Feroe y por unas
12 000 en Dinamarca), un subgrupo de las lenguas germánicas, dentro
de la familia de las lenguas indoeuropeas. El sueco, junto con estas otras
lenguas, deriva del nórdico antiguo (también llamado islandés antiguo o
noruego antiguo). Desde el año 800, durante la época de los vikingos, se
puede distinguir el sueco como una lengua propia, basada en una
escritura rúnica y que medio siglo más tarde empezó a utilizar el alfabeto
romano.

La influencia de otras lenguas en el sueco siempre ha sido grande. A


través del cristianismo adoptó muchas palabras del latín, que fue la
lengua religiosa hasta la Reforma, en 1524. Durante la Edad Media,
gracias a la influencia de los mercaderes alemanes de la Liga
Hanseática, el alemán también dejó una importante huella lingüística en
Suecia. A su vez, durante el siglo XVII, la inmigración de holandeses,
valones y escoceses aportó nuevos elementos a la lengua sueca. En los
siglos XVIII y XIX, el francés era la lengua de moda y dejó también un
rastro importante en la lengua sueca, en parte debido a que un mariscal
de Napoleón, Jean Bernadotte, fue elegido rey de Suecia y Noruega,
pasándose a llamar Carlos XIV Juan. Más allá de las influencias
extranjeras, uno de los acontecimientos importantes en el desarrollo del
sueco fue la codificación de la leyes suecas en un código de leyes
único: Svea rikes lag de 1734, que definió las reglas del lenguaje
jurídico. 

Multilingüismo en Suecia

Debido al fenómeno de la inmigración, sobre todo a partir de los primeros


años de posguerra, cuando la composición de la población sueca cambió
radicalmente, Suecia pasó de ser un país de emigrantes a ser un país de
inmigrantes. De hecho, la inmigración constituyó casi el 45 % del
aumento total de la población entre 1944 y 1980. Así, en solo unas pocas
décadas, Suecia se convirtió en una comunidad multilingüe con varias
minorías étnicas. Durante la Segunda Guerra Mundial, la mayoría de los
inmigrantes eran judíos y otros refugiados de Dinamarca y Noruega que
huían del nazismo. En estos casos, al igual que en el de decenas de
miles de niños finlandeses que fueron acogidos en hogares suecos
durante la guerra, generalmente se trataba de una estancia más o menos
breve. Distinto fue el caso de los bálticos, sobre todo estonios, que en la
etapa final de la guerra huyeron a Suecia ante la amenaza soviética,
estableciéndose e integrándose en la sociedad sueca.

Desde la década de los ochenta, la inmigración en Suecia se ha debido


principalmente a la llegada de refugiados provenientes de Oriente Medio
y Latinoamérica, y más tarde de los Balcanes. Actualmente, el 16 % de
los habitantes de Suecia provienen del extranjero y tienen una lengua
materna diferente al sueco. Entre las lenguas más habladas están el
árabe (153 000), el serbocroata (122 000), el kurdo (83 600) y el español
(75 200).

Precisamente por el carácter minoritario del sueco a escala mundial y por


la importancia de las relaciones internacionales y comerciales de Suecia,
el sistema educativo sueco ha privilegiado la enseñanza de idiomas
extranjeros. A principios del siglo XIX se introdujo en las escuelas la
enseñanza del alemán y el francés, aparte del estudio obligatorio del
latín, el cual ocupó un lugar muy importante hasta mediados del siglo XX.
A finales del siglo XIX, el inglés pasó a ser obligatorio para los
estudiantes de secundaria que estudiaban matemáticas y ciencias
naturales y, después de la Segunda Guerra Mundial, fue introducido
como primera lengua extranjera obligatoria desde la primaria. 

Hoy en día, además del inglés, se estudia por lo menos una segunda
lengua extranjera, siendo las más populares el alemán, el español y el
francés. Se estima que en la actualidad el 85 % de los suecos escribe y
habla inglés. Además del hecho de estudiarlo en la escuela, en Suecia
apenas se utiliza el doblaje, que queda reservado principalmente para el
público infantil. Los subtítulos se impusieron en Suecia ante todo por
motivos económicos —el doblaje cuesta diez o quince veces más— pero,
también, porque no se ha considerado necesario fomentar la lengua
sueca por esta vía. Así, hoy en día, de la misma manera que el público
español es reacio a tener que leer subtítulos, al público sueco le resulta
raro ver series de televisión o películas dobladas.

2. El sistema jurídico sueco: Una breve reseña


comparativa
A grandes rasgos, se podría decir que las principales diferencias entre
los sistemas jurídicos sueco y español se encuentran en las leyes
fundamentales, la organización territorial y las fuentes del ordenamiento
jurídico, aunque hay una diferencia que resulta más interesante para un
traductor: el estilo de comunicación, el lenguaje que se utiliza en las
leyes y los documentos oficiales. Según la citada ley sueca de la lengua,
es obligación de las instituciones redactar todos sus documentos en un
lenguaje sencillo, correcto y escueto, que permita que todos puedan
entenderlo. Veamos primero cuales son las principales diferencias en los
sistemas jurídicos.
Características generales del derecho sueco

El derecho sueco se basa principalmente en el germánico, si bien en


muchos campos se nota una clara influencia del derecho romano —
aunque no tanta como en el derecho español—, mientras que en otros
destaca la influencia del sistema angloamericano. No obstante, el
derecho sueco guarda una diferencia importante con este, ya que el
sistema jurídico sueco se basa en gran medida en la legislación, mientras
que el precedente y la práctica judicial desempeñan un papel menor. Se
podría decir que el sistema jurídico sueco supone un término medio entre
el derecho europeo continental y la tradición jurídica
anglonorteamericana del common law.

Las principales fuentes del derecho sueco son la legislación (leyes,


decretos y disposiciones administrativas), los trabajos legislativos
preparatorios y la jurisprudencia, siendo la legislación la fuente primaria.
La importancia de los trabajos preparatorios como fuente de
interpretación de la ley es una característica especial del derecho sueco.
Sin embargo, a medida que una ley se va consolidando, la jurisprudencia
adquiere mayor relevancia como fuente de interpretación.

Otra de las características significativas de la legislación sueca es la


colaboración legislativa con los demás países nórdicos desde finales del
siglo XIX, lo cual ha creado un alto grado de armonización jurídica entre
los países escandinavos, sobre todo en el campo del derecho civil.
Suecia ingresó en la Unión Europea en 1995 y desde entonces,
lógicamente, la legislación comunitaria es parte del sistema jurídico
sueco. 

Las leyes fundamentales y el sistema político en Suecia

Hasta 1974, la principal fuente de derecho constitucional fue el


Instrumento de Gobierno de 1809. La Constitución sueca actual se
compone de cuatro leyes fundamentales (grundlagar): el Instrumento de
Gobierno de 1974 (Regeringsformen), que contiene las normas
fundamentales sobre la forma de Estado, así como un capítulo especial
sobre los derechos y libertades fundamentales del individuo; la ley de
sucesión de 1810 (Successionsordningen), en la que se regula el orden
hereditario al trono; la ley de libertad de prensa (Tryckfrihetsförordningen)
de 1949, que garantiza la libertad de prensa en los medios impresos y el
derecho de acceso a los documentos públicos; y la ley fundamental de
libertad de expresión (Yttrandefrihetsgrundlagen) de 1991, que
complementa la ley de libertad de prensa al extender y adaptar la
protección de este derecho a la televisión, radio, internet, etc. También
podía considerarse parte del derecho constitucional sueco la ley del
Parlamento (Riksdagsordningen) de 1974, que regula el funcionamiento
del mismo.

Suecia es una monarquía constitucional, basada en el principio de


soberanía popular, el parlamentarismo y la autonomía local. El poder
ejecutivo corresponde al gabinete de ministros, liderado por el primer
ministro, cuyos miembros son elegidos por el Riksdag (el Parlamento
sueco) y responden ante él. El monarca sueco, al igual que en otras
monarquías parlamentarias como la española, es el jefe de Estado y
desempeña funciones meramente protocolarias. El poder legislativo está
depositado en el Parlamento, compuesto de una sola cámara de 349
miembros. La iniciativa legislativa corresponde, al igual que en España,
al Gobierno y a todos y cada uno de los miembros del Parlamento. Toda
la legislación es publicada en la Recopilación Legislativa Sueca (Svensk
Författningssamling, SFS), equivalente al Boletín Oficial del Estado
(BOE).

A diferencia del sistema español de justicia constitucional, concentrada y


especializada, articulado en torno al Tribunal Constitucional (basado a su
vez en el modelo austriaco y alemán), Suecia cuenta con un sistema de
justicia constitucional difusa, similar al de los países anglosajones. Es
decir, los tribunales ordinarios son los encargados del control de la
constitucionalidad de las leyes y otras disposiciones, y pueden no aplicar
aquellas normas que consideran que manifiestamente entran en conflicto
con una disposición de la Constitución. No obstante, una peculiaridad del
sistema sueco es que también están legitimadas para ejercer este control
de constitucionalidad aquellas autoridades administrativas que aplican
normas jurídicas en el ejercicio de una función de justicia o de
administración pública, si bien en la práctica se limita a los reglamentos y
normas administrativas (no a las disposiciones con rango de ley). A su
vez, existe un Consejo Legislativo (Lagrådet) que, como órgano
independiente formado por magistrados, tiene, entre otras funciones, la
del control de constitucionalidad previo de las propuestas de ley que se
presentan en el Parlamento, mediante dictámenes no vinculantes. Su
carácter consultivo lo asemeja al Consejo de Estado español.

Organización territorial
Suecia es un Estado unitario, organizado en 21 provincias (län), cada
una con su propio consejo provincial (länsstyrelse). Asimismo, en cada
provincia existe una diputación provincial (landsting) que abarca varios
municipios (kommuner), cada uno de ellos gobernados a su vez por un
consejo municipal (kommunfullmäktige).

El sistema judicial

Al ser un estado unitario, Suecia cuenta con un solo centro de poder


político, legislativo y judicial. El sistema judicial sueco se organiza en dos
órdenes jurisdiccionales paralelos: los tribunales generales de derecho
común, que conocen de asuntos penales y civiles, y los tribunales
administrativos generales. Los tribunales generales de derecho común
son los tribunales de primera instancia (tingsrätter), los tribunales de
apelación (hovrätter) y el Tribunal Supremo (Högsta Domstolen). Los
tribunales administrativos generales son los tribunales provinciales
administrativos (förvaltningsrätter), los tribunales de apelación
administrativos (kammarätter) y el Tribunal Superior Administrativo
(Högsta förvaltningsdomstolen).

Además existen cuatro tribunales especiales: el Tribunal Laboral


(Arbetsdomstolen, asuntos relativos a convenios colectivos y
organizaciones patronales), el Tribunal del Mercado
(Marknadsdomstolen, asuntos relativos a la comercialización indebida de
productos o servicios y a la competencia), el Tribunal de Apelación
Administrativo en Materia de Patentes (Patentbesvärsrätten) y, de
reciente creación, un órgano jurisdiccional especializado en temas de
inteligencia de señales y contraespionaje
(Försvarsunderrättelsedomstolen o FRA-domstolen, encargado de
fiscalizar las limitaciones al derecho al secreto de las comunicaciones).
Asimismo hay una serie de órganos jurisdiccionales especializados, en
general integrados en los tribunales de distrito: los tribunales de tierras y
medio ambiente (mark- och miljödomstolar), las comisiones regionales
del inquilinato y de arbitraje de arriendos rústicos (hyres- och
arrendenämnd), los tribunales de inmigración (migrationsdomstolar) y los
tribunales de libertad de prensa (tryckfrihetsdomstolar).

El reto de esta situación comunicativa

Además de las diferencias notables entre los sistemas jurídicos sueco y


español, y las consiguientes dificultades en la traducción de la
terminología o de los nombres de las instituciones, otro de los retos —
que seguramente comparto con mis colegas que traducen al o del inglés
— es la diferencia entre el estilo de redacción de los textos jurídicos. Esto
se debe, en parte, al hecho de que el español, por su propia naturaleza,
tiende a emplear frases más largas, con construcciones más
complicadas, mientras que el sueco emplea un estilo más sencillo,
conciso y breve. Es notable, por ejemplo, la diferencia entre una
sentencia sueca y u

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