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Psicoanálisis extramuros: Las intervenciones analíticas

Esteban Ferrández

Congreso del CPM Cuenca.

Introducción

Este trabajo pretende recorrer el camino que va desde la declaración inicial de Freud acerca de la mezcla
del oro del psicoanálisis con el cobre de la psicoterapia, pasando por las innovaciones de la técnica activa
de Ferenczi, entre otros, después llegando a un punto de inflexión importante con la diferenciación que
hace Laplanche del psicoanálisis extramuros, finalmente lo que Bleichmar va a denominar intervenciones
analíticas, actuaciones cuyas señas de identidad serían al menos dos:

El uso de la palabra con su capacidad de influir en el otro.

La toma en consideración de los efectos que la transferencia promueve en la relación terapéutica.

Las cuales conforman una gran parte de la actividad clínica de numerosos analistas, la cual queda
relegada a una condición de secundaria, de mal menor, para mantener intacta una idea del psicoanálisis
puro, cada vez más alejada de la realidad. Mientras que en nuestra opinión, su actividad fronteriza es la
que permite ampliar, extender esas fronteras del psicoanálisis.

“En los escritos, y en la práctica de Freud, todo está en revisión. Los escritos no son Las Tablas de la Ley,
sino un work in progress , un borrador de un escrito futuro… Esto lo podemos aprender. Esto es filiación
simbólica.”

Luis Hornstein

I. El oro y el cobre.

Quiero introducir el tema de las intervenciones analíticas, que mis compañeros de mesa desarrollarán
ampliamente a lo largo de la tarde.
Es conocida la cita de Freud en el Congreso de Budapest de 1918, donde afirma:

“Y también es muy probable que en la aplicación de nuestra terapia a las masas nos veamos precisados a
alear el oro puro del análisis con el cobre de la sugestión directa, y quizá el influjo hipnótico vuelva a
hallar cabida, como ha ocurrido en el tratamiento de los neuróticos de guerra. Pero cualquiera que sea la
forma futura de esta psicoterapia para el pueblo, y no importa qué elementos la constituyan finalmente,
no cabe ninguna duda de que sus ingredientes más eficaces e importantes seguirán siendo los que ella
tome del psicoanálisis riguroso, ajeno a todo partidismo.” Freud (1919, p.163) (1)

Es una cita que se ha empleado hasta la saciedad en el debate entre psicoanálisis y psicoterapia, y sobre
todo en el sentido de diferenciar ambos conceptos, lo puro frente a lo impuro. Me he dado cuenta que
mi filiación simbólica parece que me lleva casi siempre del lado de las impurezas, como en la estética
wabi – sabi japonesa, la belleza de la imperfección.

La famosa cita de Freud va precedida por una afirmación que viene perfectamente al debate, dice Freud
dos líneas antes: ”Es posible que en muchos casos solo consigamos resultados positivos si podemos
aunar la terapia anímica (psicoanalítica) con un apoyo material…”.

Al año siguiente aparece la primera referencia de Ferenczi a la técnica activa, que señalamos como
segundo hito en nuestro pequeño recorrido por los antecedentes de las intervenciones analíticas. Vamos
a dejar fuera, por obvias razones de tiempo las referencias a la psicoterapia psicoanalítica.

La técnica activa es una propuesta de Ferenczi, como no, a partir de dificultades en la clínica: la primera
mención es en Dificultades técnicas en un análisis de histeria (1919), y los dos ejemplos que menciona
Ferenczi frente a la dificultad son: el primero poner fin al tratamiento, que obviamente no da buen
resultado, el segundo es más interesante: a la vuelta de la paciente tras unos meses le habla a Ferenczi
de unas sensaciones erógenas genitales repetidas e intensas, mientras él se percata de que la paciente
siempre está con las piernas cruzadas en el diván. Ferenczi le prohíbe cruzar las piernas al mismo tiempo
que le explica que podría considerarse esto como un modo de masturbación. Ni que decir tiene que la
intervención produjo un efecto, un efecto que deberíamos calificar de desasosiego marcado. En una
conceptualización lacaniana diríamos que hizo una escansión que prohibió el goce.

Sobre la técnica activa se ha escrito mucho, los excesos en los que pudo caer, pero lo que quiero rescatar
aquí es que para Ferenczi, se trata de intentar afrontar las dificultades, de afrontar el impasse en el
proceso terapéutico. Y que, inicialmente al menos, estas intervenciones activas se producían siempre
cuando la técnica más tradicional, más pasiva, se había mostrado inefectiva.

II. Las intervenciones analíticas.

Doy un salto en el tiempo y me voy al terremoto de México, no el reciente sino el de 1985 (2). Allí Silvia
Bleichmar, psicoanalista argentina discípula de Laplanche, vivía en el exilio junto con su marido Carlos
Schenquerman, y justo cuando preparaba su vuelta a Argentina tras el final de la dictadura, ocurrió el
terrible terremoto de Méjico. Bleichmar, comisionada por UNICEF, se pone al frente de un grupo de
profesionales con una tarea: intentar paliar los efectos de la catástrofe.

Es obvio que no se puede intervenir en una catástrofe de aquellas dimensiones de modo convencional.
Fue un seísmo que alcanzó 8.1 grados en la escala de Richter, hubo 40.000 víctimas, aunque la cifra es
meramente estimativa, se calcula que la equivalencia sería con aproximadamente 30 bombas atómicas
como la que se lanzó sobre Hiroshima y marcó el final de la II Guerra Mundial, pero mucho más los años
venideros. Sobre este acontecimiento y su repercusión hay que evocar la extraordinaria película
Hiroshima mon amour.

En aquel terremoto se llegó a temer durante unas cuantas horas, por su magnitud y por la falta absoluta
de comunicaciones, que la Ciudad de México hubiera desaparecido. Ante la dimensión de la catástrofe,
los problemas que exige acometer, la necesidad de abandonar apriorismos y clichés, para intentar hacer
frente a ese desastre, es por lo que denominaremos posteriormente al trabajo allí realizado con la
rúbrica de Intervenciones Analíticas, donde la pluralidad es indicativa de los diversos problemas que se
plantearon a los equipos que intervinieron. Existe un libro que recoge los cursos que al hilo de la
intervención dictó Silvia Bleichmar, con el título de Psicoanálisis extramuros.

Esta denominación de extramuros, es utilizada por primera vez por Laplanche, quien en Nuevos
fundamentos para el psicoanálisis habla de psicoanálisis extramuros, para diferenciarse de la idea de
psicoanálisis aplicado, denominación que el autor francés rechaza en tanto que alude a una variedad
menor del psicoanálisis, a un psicoanálisis de menor importancia, casi como un divertimento. Por el
contrario afirma Laplanche: “El psicoanálisis es un inmenso movimiento cultural, y en este sentido es el
conjunto del psicoanálisis el que se lleva extra-muros”. Una idea similar parece que lleva a Rosolato a
denominarlo “psicoanálisis transgresivo” cuatro años antes, en 1981.

En su origen pues, la intervención analítica surge ante la imposibilidad de llevar a cabo un psicoanálisis
canónico, por la perentoriedad de adaptarse a la situación y de pensar herramientas apropiadas. Esta
intervención tiene un carácter ante todo simbolizante, frente a un acontecimiento traumático que ha
superado las capacidades defensivas del sujeto. El objetivo terapéutico es de dar un sentido, no tanto a
lo ocurrido, pero si a lo vivido.

Nuestra idea es que las intervenciones analíticas, nacidas al filo del desastre, de la urgencia, ocupan
posteriormente un lugar en la cotidianeidad, porque son muchos los lugares donde ellas van a ser el
único psicoanálisis que se puede llevar a cabo, y porque también, como ya ocurrió con el psicoanálisis de
niños, van a ir transformando la idea propia de lo que entendemos por psicoanálisis.

En cualquier caso, es necesario definir un concepto, este de intervenciones que, de lo contrario podría
servir de pretexto para el eclecticismo del “todo vale”: intervenciones analíticas, en la idea promovida
por Bleichmar y sus colaboradores son aquellas que reúnen estas características:

“Se trata de modos de operar que conservan algunos aspectos centrales de la situación analítica:
reconocimiento del campo fundacional de la transferencia, abstinencia de intervención valorativa,
diferenciación – para el caso del análisis de niños – de pautaciones de cultura respecto a intromisiones
educativas, pero que reconocen la imposibilidad, en ciertos momentos, del develamiento del
inconsciente a partir de la recuperación de representaciones reprimidas plausibles de retornar en
lenguaje del lado del sujeto”.

Bajo estas premisas se abre un repertorio de posibilidades enorme, el cual reivindicamos como
perteneciente al campo del psicoanálisis, más aún, una expresión del análisis en su práctica fronteriza,
que lo descentra. Pero como dice Rodulfo, acaso el psicoanálisis propugna un centro? Según Silvia
Bleichmar, tales intervenciones ocupan el 70% del quehacer del analista, y como hemos mencionado se
podrían definir por dos premisas básicas:

el uso de la palabra con su capacidad de influir en el otro.

la toma en consideración de los efectos que la transferencia promueve en la relación terapéutica


Aunque en nuestra opinión habría que ampliar el punto uno, ya que la palabra no es el único modo de
influir en el otro, es una obviedad decir que existen otros lenguajes, otras maneras de hacer intervenir el
cuerpo y otras maneras de producir significado: por ejemplo en este congreso hemos querido mostrar
dos: la arte-terapia y el psicodrama, donde la palabra no es necesariamente el elemento prioritario en la
relación que se establece.

Ya no son intervenciones en crisis, no son respuestas ante catástrofes, probablemente porque nos
hemos dado cuenta que ni las dificultades para la simbolización, ni la prevalencia de lo traumático se
circunscriben a esas circunstancias.

La ampliación de los límites de aplicación del psicoanálisis ha colocado en el centro esta dificultad en la
simbolización, presente en diferentes patologías – como muestra tenemos todo el desarrollo de las
teorías de la mentalización de Fonagy –, al mismo tiempo esta ampliación del campo de acción del
psicoanálisis ha sido posible por la transformación de sus coordenadas, por su capacidad de adaptación.
Por eso por ejemplo, cada vez cobran más importancia temas como la construcción de una relación
terapéutica, el encuadre interno del analista, la confiabilidad del terapeuta, en definitiva la relación entre
analista y paciente.

Como hemos dicho antes, las intervenciones analíticas, como antes el psicoanálisis de niños, concurren
también en la necesidad de ir poniendo al día la teoría. Así, a partir de su trabajo en México, como
posteriormente en Argentina con los tristemente célebres “niños robados”, Bleichmar nos propone, más
allá del clásico eje: neurosis represión – interpretación, la idea de las simbolizaciones de transición.

“»simbolizaciones de transición», cuya característica fundamental es la de servir como puente simbólico


en aquellas zonas del psiquismo en las cuales el vacío de ligazones psíquicas deja al sujeto librado a la
angustia intensa o a la compulsión”.

El concepto tiene resonancias winnicottianas evidentes y nos sitúa en una posición mucho más cercana
del paciente, en una búsqueda compartida, podríamos decir, en una implicación subjetiva nueva y
diferente.

Esto no significa para nada una pérdida de eficacia terapéutica, ni tampoco instalarse en la comodidad
del relativismo. Por el contrario, la idea de simbolizaciones de transición va asociada a lo que Bleichmar
denomina neogénesis, la creación de algo que no existía, esto es lo que implica trabajar más allá del
campo de la represión y el retorno de lo reprimido.

Hay otras ideas fecundas que la autora desarrolla en este contexto, como la de signos de percepción, que
por razones de tiempo no puedo desarrollar aquí, y que la autora rescata en el trabajo con los niños
robados en Argentina.

Atreverse a ir más allá de las coordenadas teórico – prácticas del análisis clásico decíamos, provoca
también efectos de recomposición de la propia teoría.

Así, frente a la idea de un Inconsciente eterno e inalterable, configurado en las generaciones previas,
actualizado en los primeros años de infancia, y cuya última oportunidad de reconfiguración es la
adolescencia (y aún eso, no admitido por muchos), un Inconsciente que además no conoce el tiempo ni
la contradicción, tenemos que afirmar que emerge una relectura del Inconsciente, en muchos autores
dentro del campo del psicoanálisis, aunque algunos quizá muy cerca de sus fronteras, relectura del
aparato psíquico también: un Inconsciente que si bien es indestructible, como dice Bleichmar, no es
inmutable, por el contrario, está abierto a la influencia de los acontecimientos, no está predeterminado
desde la infancia y para siempre: En palabras de Carlos Schenquerman:

“Nuestra concepción del aparato psíquico como un sistema abierto, capaz de sufrir transformaciones por
las recomposiciones que los nuevos procesos históricos-vivenciales obligan… y es lo que le da razón de
ser al psicoanálisis y a nosotros como psicoanalistas, a la exportación extramuros de la práctica
psicoanalítica… Esto nos permitía afirmar que el inconsciente es, a su vez, transformable, que sus
contenidos, aunque indestructibles, son modificables”.

De opinión parecida es Luis Hornstein, discípulo de Piera Aulagnier que ha contribuido con sus
numerosas aportaciones a la transformación de la escucha psicoanalítica: “Concebimos al psiquismo
como sistema abierto autoorganizador que conjuga permanencia y cambio”.

Y en la misma línea afirma lo siguiente, de mucho mayor relevancia para nuestro trabajo: “Es
fundamental tener en cuenta la capacidad metabólica – vale decir simbolizante, con que cuenta el
aparato psíquico para establecer redes de ligazón que puedan engarzar los elementos sobreinvestidos…”.

Después de padecer los efectos del estructuralismo que consagró una idea de un Inconsciente cerrado
sobre sí mismo, impermeable a los cambios en la vida real, podemos recuperar el valor del
acontecimiento, de la historia y de la biografía, lo que facilita la apertura a nuevas vías para la acción
terapéutica.

La capacidad simbolizante no pertenece al terapeuta, tampoco al paciente, es una capacidad del


psiquismo, pero un psiquismo que va más allá de la persona concreta, para sostenerse por un lado en el
lenguaje, lenguaje entendido como acto de comunicación, y por otro lado en la transferencia, que
dimensiona tanto simbólica como afectivamente la relación terapéutica.

III. Conclusiones.

Hablar de intervenciones analíticas, en mi opinión, es hablar de un trabajo que tiene lugar en el espacio
creado entre el terapeuta y el paciente (analizante, si se prefiere una definición menos pasivizante). Un
espacio que más allá del encuadre, externo o interno del terapeuta, designa la posibilidad de un
intercambio simbólico con efectos terapéuticos mediante la comunicación a través de cualquier tipo de
lenguaje, no solamente la palabra. Entendemos por efectos terapéuticos aquellos que producen una
experiencia del Inconsciente, que actúa sobre la subjetividad del paciente, y a menudo también del
analista.

El avance del psicoanálisis se produjo no tanto por definir los límites de su acción sino por desafiar los
límites de lo analizable. Desde esas fronteras han surgido desarrollos teóricos y técnicos.

L. Hornstein.

IV Bibliografía.

Freud, S.: Nuevos caminos para la terapia psicoanalítica (1919) OC XVII. Ed. Amorrortu. Buenos Aires,
1986.

Hornstein, L.: Narcisismo. Autoestima, identidad, alteridad. Ed. Paidós. Buenos Aires, 2000.

Hornstein, L.: Intersubjetividad y clínica. Ed. Paidós. Buenos Aires, 2003.

Bleichmar, S et als.: INTERVENCIÓN EN CRISIS, ¿encuadre o dispositivo analítico?. Ed. Brujas, Córdoba
(Argentina), 2015.
Ferenczi, S. : Dificultades técnicas de un análisis de histeria. OC, III. Ed. Espasa Calpe. Madrid, 1984.

Bleichmar, S.: Psicoanálisis extramuros. Puesta a prueba frente a lo traumático. Editorial Entreideas.
Buenos Aires, 2010.

Rosolato, Guy. El psicoanálisis transgresivo, Rev. Argentina de Psicología, N° 29, Bs. As., marzo de 1981.

Laplanche, J.: Nuevos fundamentos para el psicoanálisis. Ed. Amorrortu. Buenos Aires, 1989.

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Notas:

(1) Freud, S.: Nuevos caminos para la terapia psicoanalítica.

(2) Mientras redacto y corrijo el texto ocurre otro terremoto sobre México cuyos resultados aún están
por evaluar. Quizá ya no pueda hacer referencia al mismo.

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